Cuatro años antes...
Me siento en la esquina del edificio en donde todo ocurrió, en la columna más alta del gran departamento "Mattaro" de trece pisos. ¿Irónico, verdad? Tratamos de matarnos por años, y hoy que ya no lidero a Los Diablos, logran acabar conmigo.
Digo, Los Diablos gobiernan la ciudad, y por suerte, antes de que yo liderara la pandilla con Harrison, llegamos a un tipo de "acuerdo" con los Mattaro, la maldita mafia que controla gran parte de Italia.
Pero esto es diferente.
Ya no estoy en la pandilla, ya no soy la novia del jefe. Y me hicieron lo peor que podrían haberme hecho.
Alguien va a morir por esto.
Y si no son ellos, seré yo.
Agito mis pies al vacío y dejo que las lágrimas que cubren toda mi cara, salgan cuando quieran.
No está mal llorar si estoy sola, ¿Verdad?
Doy una pitada al cigarro en mi mano, aunque su humo y su sabor ya no causan ningún efecto tranquilizante en mi... Supongo que solo sigo fumando para que me mate lentamente.
Aún desde aquí puedo oír la música de esa fiesta en el penthouse, la fiesta de los Mattaro... El solo pensar en su nombre me da ganas de dejarme caer.
Paul.
Paul Mattaro.
Siento que me toman de la cintura cuando estoy a punto de soltar la última calada de mi cigarro, y dejar que el viento me lleve junto con ese humo.
Me voltean y quedo entre unos brazos enormes y mi cara aplastada en un pecho caliente. No encuentro fuerzas para alejarme y por fin acabar mi vida de una vez. Hasta que acarician mi espalda...
Siento el olor corporal de mi mejor amigo, Henry, entrando por mis fosas nasales, y sé que aquí estoy segura.
Pero ni él va a hacer que me olvide de esto.
— Voy a matar a Paul Mattaro, Henry — suspiro y trato de que mis sillozos no tapen mi quebrada voz.
Busco las palabras y mientras mi mandíbula se posa en el cuello de mi mejor amigo, señalo mis ojos al cielo.
— Pequeña... — susurra y besa mi frente. Me aferro a él y niego. No quiero consuelos.
No podría consolarme de todas maneras.
Ya estoy rota, Henry.
— Prometo que Paul Mattaro se desangrará en mis manos, Henry — lo miro a los ojos y asiente, serio. Noto como traga fuerte, casi sorprendido.
Hace un gesto con su nariz, el que hace cuando está nervioso y acaricia mi cabello, sabiendo que es totalmente verdad.
Y que yo no rompo mis promesas.
Cuatro años después.
Dejo un puño en su mejilla derecha y mientras siento los brazos de Henry en mi cintura alejándome de Steven, sonrío maliciosa. Lo veo en el piso y sé que aún no fue suficiente dolor.
Veo como hay algunos muchachos que trabajan para los Mattaro alrededor y decido ignorarlos, aunque por suerte, verlos siempre me llena de rabia.
— Melissa..— murmura mi mejor amigo enojado en mi espalda. Haciendo toda la fuerza posible para que no escape de sus brazos.
— ¡Dilo de nuevo! — le grito al idiota en frente mío, totalmente preparada para salir corriendo con mis puños en dirección a su rostro.
Mientras pataleo y casi lucho contra mi enorme mejor amigo para librarme de su agarre, mi navaja dorada viene a mi cabeza, el saber que está en mi bolso, hace que me tiente a usarla otra vez.
Sigo intentando de que Henry me suelte, pero trato de tranqulizarme un poco. Trato de contener mis impulsos, como hago siempre. Respiro profundo tratando de dejar atrás los impulsos que Los Diablos inculcaron en mí. Los impulsos que Harrison me enseñó.
La estúpida frase que Harrison solía decirme mientras me entrenaba no deja de retumbar en mi cabeza. Trato de alejarla, pero me es imposible.
Y eso no está bien, porque cada que actúo como Diablo...
Pasan cosas muy malas.
Aunque trato de tranquilizarme por completo, no lo consigo. Y sigo forcejeando con Henry, para que me suelte y así pueda romper la cara del idiota una vez por todas. Veo a Steven levantándose y mirándome con una maldita sonrisa, casi victoriosa.
— Oh, mierda, lo mataré — susurro para mí misma, pero sé que Henry pudo oírme, porque acomodó sus manos en mi abdomen y ya no tengo posibilidad de librarme de su agarre.
No sin golpearlo.
— ¡Oye marica... — mira a mi mejor amigo y puedo sentir la ira subiendo por todo mi cuerpo hacia mi cara, mi cara, por supuesto, completamente roja —... Ponle un maldito bozal a tu perra!
¿En serio acaba de decirme perra? ¿Y otra vez se atrevió a decirle marica a Henry?
— Oh, Henry, maldita sea, voy a romper su estúpida cara — vuelvo a tratar de que me suelte. Pero es como lo pensé, no me soltará... a menos que lo obligue a hacerlo — Lo siento —susurro y frunzo mi ceño.
Jamás había golpeado a mi mejor amigo.
Pero dejo un fuerte codazo en su estómago y logro por fin estar fuera de sus brazos, Steven ya está de espaldas, a unos cuantos pasos de donde lo dejé tirado de un solo golpe... sí, solo con un derechazo, ¿Qué creen que soy, una aficionada?
— ¿Ya te vas? — hablo sonriente cuando estoy detrás de él. Se da vuelta y antes de impactar mi puño derecho en su mejilla, otra vez la frase de Harrison vino a mi mente, y esta vez... no la ignoré.
"Busca las debilidades; y ataca".
En una milésima de segundo veo un vendaje en su hombro izquierdo, por debajo de su remera y sin pensarlo dos veces, con mi izquierda, dejo un puño plantado justo ahí. Sonrío un poco al oír su grito. Le dolió el doble.
Tambalea un poco y cae al piso.
Apenas lo veo en el suelo, me siento sobre su torso y comienzo a repartir golpes en su cara. No logro desmayarlo, y realmente me frustra.
Cuando estaba con Los Diablos, con solo dos o tres golpes desmayaba a tipos el doble de grandes que Steven. Había perdido práctica, había perdido experiencia y estrategia. Era débil de golpe.
Comienzan a querer quitarme de encima de él, entonces empiezo a repartir codazos, y cabezasos, no quiero que nadie me toque. No es suficiente aún. Quiero ver sangre salir de su cara, que sufra, que llore curando sus heridas. Quiero que sufra como Henry lo hace cada vez que alguien lo molesta de esa forma...
Pero peor.
— ¡Vamos!, ¡Dilo otra vez! — grito y estampo un par de puñetazos más — ¡Atrévete a llamar marica a mi hermano!
Su cara tiembla debajo de mis manos, y aunque con sus enormes manos me empuja desde mi abdómen para que me baje de él; no lo logra, ni tampoco lo lograría en un futuro cercano.
Luego de unos segundos, mis manos duelen y sonrío al imaginar el dolor que siente en su cara.
— ¡Atrévete a decirle marica!, ¡No te oigo!
Comienzo a tranquilizarme luego de sacar toda la rabia que llevaba dentro, aún dejando puñetazos en su cara... pero de la nada, recuerdo que sus amigos también suelen llamar así a Henry.
Y quizás esto sirva para que ya no lo hagan.
Mientras las heridas que logré abrir en su cara, salpican la mía de sangre, otra vez mi navaja pasa por mi mente y en un ataque de rabia lo golpeo más fuerte.
Sus acciones me dan ganas de torturarlo, de cortarlo, de hacerlo sufrir... y yo ya no soy así.
¿No es cierto?
Mientras sigo golpeando su cara, trato de pensar solo en vengar las lágrimas de Henry, en que solo con unos puñetazos Steven no volverá a hacerlo.... Pero algo en mí me dice que unos puñetazos no son suficientes... que debería acabar con su vida en este mismo instante; porque jamás cambiará. Que no debería darle una segunda oportunidad.
Malditos Diablos.
De la nada, siento que me abrazan por la cintura, veo dos manos en mi estómago entrelazadas, grandes y con las venas marcadas. Con algunos anillos en sus dedos. Me alarmo cuando noto que esta persona ni siquiera siente mis codazos, y al parecer no le molestan mis movimientos bruscos de hombros. Trato de darle cabezasos para que me baje, pero mi cabeza no golpea la suya, si no que golpea su pecho.
El tipo es enorme, nada sirve para que me suelte.
— Tranquila, fiera — suelta... ¿gracioso?
No puedo ignorar su acento extraño, ni su voz tan firme e imponente. Casi hizo que se me erizaran los vellos de la nuca. Fruncí mi ceño e ignoré el hecho de que ninguno de mis golpes lo afectó.
— ¡Déjame romperle algo, maldito! — pataleo en sus brazos, pero no hay caso. Con solo mirar al suelo y ver sus manos, puedo fácilmente suponer que es más alto y grande que yo. Todo el mundo nos mira hipnotizados — ¡Eso! — señalo a Steve en el piso, al parecer desmayado — ¡Eso es lo que les pasará a todos y cada uno de ustedes si vuelven a atreverse a siquiera mirar mal a Henry! — grito mientras el hombre me aleja unos metros de Steve.
Sé que quizás no es como me hubiese gustado terminar esta pequeña lección; pero debo hacerle saber a todos que no toleraré ni un insulto más hacia Henry.
Aunque pierdo un poco el interés por golpear a Steven, vuelvo a tratar de que me suelte... sin ningún resultado, claramente.
— Joder... — murmuro.
— Déjeme a mí — susurró en mi espalda.
Por fin me deja en el suelo. Pero mi confusión es tanta que no sé siquiera como reaccionar. Volteo, lo miro de arriba a abajo mientras se adelanta unos pasos hacia los impresionados chicos.
No logro ver su cara, pero no dudo ni por un segundo que sus gestos han de ser igual de intimidantes que su gran espalda, sus brazos y su voz gruesa.
Siento los brazos de mi mejor amigo en mi cintura otra vez, pero esta vez atrayéndome a él para abrazarme.
— Algún día deberás dejar de reaccionar así —susurra en mi hombro, muy enojado. Pero no tarda en soltar — ¿Cómo estás?
— Mejor que él, seguro — respondo algo aturdida, notando con mis manos en la espalda de mi mejor amigo, que están llenas de sangre.
Vuelvo a mirar la confusa escena en la que un hombre completamente desconocido es temido por toda mi universidad y mi mejor amigo me da un pañuelo para limpiar mis ensangrentadas manos.
— ¿Pasé mucho tiempo golpeándolo?
— Hizo que te detengas cuando se desmayó.
Suspiro, algo arrepentida mientras Henry limpia las gotitas de sangre que hay en mí cara. Me hace querer sonreír un poco, Henry siempre está ahí para arreglar el desastre que yo causo. Siempre.
— Podría haberlo... — murmuré, mirando mis manos — Henry, oh por dios.
— Sh... Todo irá bien — acarició mi rostro un poco y sonrió.
Y siempre está ahí también para decirme que todo irá bien.
Sé que Steve insultó a Henry y que lo hirió, pero, ¿Qué pasaría si yo lo hubiese matado?
No sería la primera vez, pero juré que hubo un último asesinato cometido; y que la próxima vez que cometa un asesinato, va a ser Paul Mattaro quien muera.
Además, ya no está mi pandilla, los Diablos, para respaldarme con ningún policía.
Desvío mis pensamientos y pongo toda mi atención en el caliente extranjero que habla con los idiotas amigos de Steven. Todos lo miran, sin decir ni una palabra, siquiera sin mirar a Steven que estaba aún en el piso pero ya retomó la conciencia, por cierto.
Esos zapatos, pantalones negros y esa camisa blanca con las mangas arremangadas, lo hacen realmente... wow. Sin hablar de su postura, su físico, sus brazos repletos de tatuajes y su realmente imponente y firme voz.
— Arriba.
Pronuncia firme, como si tuviera algún tipo de autoridad sobre ellos, mientras estira su manga izquierda para abrocharla y los chicos le hacen caso, sin siquiera pensarlo.
Ayudan al idiota a mantenerse de pie mientras ellos lo sostienen, solo porque ese hombre lo dijo. ¿Quién es?
— Míreme a los ojos — obliga a Steven y comienza a hacer lo mismo con su otra manga.
Me acomodo más en los brazos de mi amigo, sonriendo grande. Wow. ¿Quién es?
— Quiero que esta sea la última vez, ¿Oyó? —respira profundo y parece que todos tiemblan junto con su suspiro — No volverá a insultar a ese muchacho — me lanza una mirada rápida y cómplice, oh mierda... — Ni mucho menos a la señorita.
¿Realmente es posible enamorarse en veinte segundos?
Veo a Steven asentir, muy débil.
— ¿Oyó o no?
En serio, ¿Quién mierda es este hombre?
— S- sí.
— Sí, ¿Qué?
Wow.
— No sabes quién es, ¿Verdad? — susurra Henry a mi lado, sonriente.
— Ni puta idea.
Sonrío sin quitar mi mirada del muy caliente superhéroe que intercambia palabras, algo amenazantes, con los idiotas del pueblo.
Suspiro al darme cuenta que es la única persona en este pueblo medieval asqueroso que se ha parado a defender a Henry... y la primera que me ha defendido a mí, aún sin conocernos. Muerdo mi labio cuando pone sus manos en su cintura y adopta una pose de "Vamos, mocoso insolente, dime lo que quiero oír". Steve hace todas sus fuerzas para hablar.
— Él es...
— Sí, señor Mattaro. Lo oí. Y no volverá a ocurrir — oigo salir de la boca del idiota y mi cara cambia por completo — Lo siento — finaliza Steven mirándonos a Henry y a mi.
El aire que entra por mi agitada nariz, cambia, y se torna más pesado aún.
Es un Mattaro.
— Alessandro Mattaro — finaliza Henry.
El aire se vuelve pesado y todo el mundo voltea a mirarnos. Incluso el Mattaro. Frunzo mi ceño y me da una mirada confusa.
Siento como se va mi sonrisa, mis mejillas caen y mi indudable alegría se convierte en una ira profunda. Me invade un vacío en el pecho y sé que debo salir corriendo de aquí.
¿En serio?, ¿Envías a un Mattaro amable con Henry? Estás matándome, querido universo.
Muerdo mi labio, sintiendo que debería haber previsto que es un Mattaro. Casi odiando a mi cabeza por no advertir cual es su apellido... quizás sea algo ilógico, lo sé.
Pero es tan obvio... el miedo en la mirada de los chicos, el respeto, la maldita autoridad que cree tener sobre todos.
En cuanto voltea otra vez hacia la aún sangrante cara de Steven, comienzo a irme rápifamente, sin siquiera saludar a Henry. Trago fuerte y camino rápido y nerviosa, jugando con los dedos de mis manos, pero luego de unos cuantos pasos, decido caminar lento... Fingiendo que su sola presencia no me pone en estado de alerta...
Aunque creo que nunca vi a Alessandro Mattaro, el solo saber que es un Mattaro, que tiene una mafia, que está relacionado con Paul, que tiene ese apellido y ese poder... me hace estremecer.
No puedo evitar que Paul haga su aparición en mi mente... si este hombre es un Mattaro, nada bueno puede pasar a su alrededor. Ellos lo arruinan todo.
Siempre.
Sin excepciones.
Oigo pasos detrás y los ignoro, si es Henry me llamará. La piel se me pone de gallina y Paul Mattaro no se va de mi cabeza. Mierda.
Un nudo se forma en mi garganta, haciendo que me cueste respirar y que mi pecho sienta presión. Hace tiempo no pensaba en Paul...
Hago mis manos puños para que se detenga el leve temblequeo en ellas mientras continúo caminando. Oigo un suspiro muy cerca mío y me invade un fuerte olor a cigarro. Respiro profundo y toman mi antebrazo con firmeza.
En una milésima de segundo, volteo con mi puño cerrado, directo a la cara de quien sea que me esté tocando, deseando muy en el fondo que mi puño impacte en la cara de algún Mattaro...
Apenas volteo, con mi puño delante de mi cara y mucho más rápido que mi vista, lo toman con solo una mano. Abro grande los ojos, impresionada por los reflejos de... el maldito Mattaro. Frunzo mi ceño y aunque todo mi cuerpo grita "sal de ahí", mis piernas flaquean sin reaccionar.
— Tranquila... — murmura con gestos suaves, parecidos a una sonrisa, y con su cigarrillo en la boca, logrando que todo mi cuerpo se tense — Venía a... devolverle esto — estira mi reloj con su otra mano.
Noto tatuajes escapando del cuello de la camisa y una barba algo creciente. Trago fuerte cuando no suelta mi mano. Miro el reloj de mi abuela en su mano y me paralizo. Un Mattaro tiene el reloj de mi abuela en sus manos, es raro que la imagen me paralice, lo sé; pero ese pequeño reloj es lo más importante que tengo, y el ver que un asqueroso Mattaro lo tiene, me hace poner nerviosa.
— Eh...
— Solo trate de no matar a nadie la próxima vez que la vea.
Miro sus relajados y algo cansados ojos y, son de un verde tan fuerte que... me hace pensar en un... paisaje.
Un campo quizás, con... el césped algo crecido y con un cielo sin casi ninguna nube. Un sol brillante justo arriba y un árbol para hacer sombra a alguien sentado. El paisaje perfecto para inspirarse...
Me doy cuenta que estuve unos segundos en silencio mirando sus ojos y me alarmo, levanto mis cejas y trato de que no note mi respiración agitada.
Tomo mi reloj y quito mi puño de su mano, lo suelta suavemente, no hay ni una pizca de nervios en todo su cuerpo.
Muerdo mi labio y sin poder quitar la vista de sus ojos verdes paisaje, me quedo expectante, ¿Dirá algo más? Él tampoco deja de mirar los míos ni intenta irse, mierda, ¿Qué digo?, ¿Acaso espera un gracias por separarme de Steve?
— ¿Crees que te debo algo, o algo por el estilo?
Genial. Yo y mi maldita boca.
— Con un gracias es más que suficiente — levanta una ceja, confundido, y comienza a evitar mi mirada, mira hacia mi derecha y yo miro de reojo, los muchachos que trabajan para los Mattaro están ahí.
Que bien.
Me pongo más en estado de alerta, tratando de oír todo lo que pasa a mi alrededor mientras hablo con el Mattaro.
Suelta el humo del cigarro, pero mueve su cabeza para no tirarlo a mi cara, noto que ruedo mis ojos y retengo un suspiro cuando me doy cuenta que ese gesto lo hace todavía más amable.
No puede ser real, es casi imposible que exista un Mattaro amable. Todos los Mattaro son una mierda, incapaces de empatizar, incapaces de querer, incapaces de amar...
— ¿Por quitarme de encima de ese imbécil?
Vuelve a mis ojos, me mira confuso, como si fuese la jodida primera vez que alguien le habla así en su vida... lo cual debe ser cierto. Frunce su ceño levemente y su mirada se pierde en mi cara por unos segundos, como si estuviese analizándome.
Sonrío cínica un poco, niego y trato de ponerme mi reloj otra vez, acción que obviamente no logro por mis temblorosas manos. Puede que no lo conozca, que nunca haya oído de él ni haya visto su cara; pero es un Mattaro.
Ellos arruinan todo a su paso.
Y estar cerca de los señores Mattaros me llena de rabia, me paraliza, me da ganas de gritar y de salir corriendo del lugar.
— Permítame — deja el cigarro en su boca y sin esperar una respuesta mía, toma mi reloj y estira mi muñeca más cerca de él, lo que me hace acercarme un poco — El hecho fue, que no le permití matar a ese imbécil.
Contengo las palabrotas y trato de formular una oración decente para decirle "No soy idiota. Siempre sé cuando detenerme... Maldito Mattaro".
Me quedo callada unos milisegundos, oliendo su perfume mezclado con olor a cigarro. Viendo su muy marcada mandíbula y notando sus pestañas muy largas... mierda, Melissa, ¿Podrías parar?
— No soy idiota. Siempre sé cuando detenerme... — vuelvo a morder mi labio rápido, porque de no hacerlo, sin dudas hubiese soltado el "Maldito Mattaro".
Porque mi ingenio, mi boca y yo, no tenemos una una buena relación... para nada.
— No parecía que iba a detenerse.
Mira mis ojos, serio, mientras aún sostiene mi muñeca en sus manos, que desprenden calor. No puedo evitar pensar que odiaría darle la razón en voz alta, pero quizás tiene razón. Si no me hubiese separado de Steven, probablemente no iba a detenerme.
Suelta mi muñeca y hace un gesto con la cabeza, despidiéndose.
— Es un lindo reloj, no lo descuide.
Miré mi muñeca y sus ojos.
— La veré pronto...
Dudo si saludarlo o no, y antes de decir algo o solo irme, ya está subiendo a su auto.
¿La veré pronto?, ¿Es eso un saludo o es algo que realmente pasará pronto?
— Por mi salud mental, espero que no — susurro mientras camino hacia mi auto.
— No me jodas — sonríe Henry cuando termino de contarle la historia con el Mattaro.
Ruedo los ojos y escondo una sonrisa.
Mi mejor amigo tiende a emocionarse por cualquier hombre que me hable o se atreva a coquetearme, y es que, digamos que... no soy realmente lo que se dice un "terrón de azúcar" cuando se trata de hombres... Digo, quizás si te propasas con las chicas, gritarán.
Yo, en cambio... romperé tu nariz, y quizás más partes de tu cuerpo. Y no es por nada personal, me gustan los hombres, y suelo salir con uno que otro cada fin de semana... pero a mi solo se me acerca quien yo deseo que se acerque.
Y, además de alejar a los chicos yo misma por mi cuenta, mi ex novio y jefe de Los Diablos, Harrison, brinda una pequeña (gran) ayuda espantándolos. Todos saben que yo fui su chica, todos le temen... pierdo muchas conquistas si conocen a Harrison.
— ¿Y qué harías si lo vieras pronto? — pregunta coqueto, mordiendo su labio y ruedo los ojos con una sonrisa en mi cara.
— Es un Mattaro, lo ignoraré hasta que se vaya de la ciudad — suspiré — Como hago con todos los Mattaro.
Muerdo mi labio cuando noto que entraron dos o tres chicos Mattaro al bar. Solo soporto a quienes trabajan para los Mattaro; y casi no lo hago, por muchos años quisimos matarnos entre nosotros.
Los Mattaro contra Los Diablos; un clásico de la ciudad.
Suspiro y contengo el cosquilleo en mi estómago cuando Paul hace su aparición en mi mente otra vez. Mi promesa aparece junto con su cara. Morirá en mis manos... algún día... de alguna manera. Morirá en mis manos.
Mi mejor amigo me abraza inmediatamente cuando oye el suspiro, sin hacer gestos ni decir nada. Justo como sabe que me gusta ser acompañada. Henry es más que mi hermano, podría decirse que es mi alma gemela.
Solo él sabe cuánta tristeza me brinda recordar cuando estaba en los Diablos, y cuan arrepentida estoy de todo lo que hice. Solo él sabe cuánto me duelen todas las veces que manché mis manos con sangre. Y solo él sabe cuanto me rompió Paul Mattaro; y cuánto tardé en armarme de nuevo.
— ¡Mel, tres whiskys a la mesa seis! —asiento cuando oigo a el chico de la barra.
Lleno mis pulmones con el olor a perfume que tiene mi mejor amigo en su ropa y lo suelto finalmente; sirvo dos vasos con whiskys dando un suspiro y salgo hacia la mesa seis con una estúpida sonrisa en mi cara.
Borro todos mis pensamientos, basta de Mattaros y basta de Diablos, Melissa. Vuelvo a mi recurrente pensamiento de cómo conseguir dinero rápido mientras camino.
La cuenta médica de mi madre no se pagará sola.
Dejo los vasos frente a los dos hombres que están en la mesa seis y pongo un mechón de cabello detrás de mi oreja. Una sonrisa inconsciente y pequeña sale de mi boca al recordar el torneo de boxeo de mañana, creo que puedo ganarlo... no es mucho dinero, pero ayudará bastante.
— ¿Necesitan algo más? — pregunto sacando mi libreta y anotando la hora del torneo...
Y obviamente, la palabra "boda", para no olvidar nada de lo que debo hacer mañana temprano con Henry. Se casa su hermana y no solo debo llevarlo, sino que también debo fingir ser su cita.
— Unos maníes — responde una voz algo familiar y profunda, respiro tratando de controlar el maldito cosquilleo de mi estómago antes de levantar la vista y mirar unos segundos sus ojos verdes paisaje otra vez.
Me mira y cuando muerdo mi labio inferior, él relame el suyo. Levanta una ceja y vuelvo a la realidad.
Es un Mattaro.
Voy rápido a la barra y al dejar los maníes en su mesa, solo me alejo sin más. Respiro profundo cuando llego a mi mejor amigo y puedo jurar que siento la mirada del Mattaro en mi cara...
Y espero que no vuelva, ni que venga ningún otro Mattaro a la ciudad otra vez. Lo miro unos segundos cuando se distrae hablando con los otros dos hombres sentados con él. Sí, quizás fue amable una vez, ¿Y qué? Es un Mattaro.
Comienzo a limpiar la barra cuando fugazmente una cara cara familiar viene a mi mente y... al mirar la puerta lo veo entrar.
— Oh, mierda — suelto lo suficientemente fuerte como para que Alessandro Mattaro escuche y mire hacia donde yo miro.
Más mierda.
Si no se matan aquí, será un milagro.
— Linda, no sabía que me extrañabas tanto.
Hago un gesto y me paro derecha ante mi ex, Harrison, jefe de los Diablos, que confiadamente apoya sus brazos en la barra.
— ¿No vas a atenderme? — pone su cara frente a mi y sin más remedio vuelvo a mirar sus ojos marrones que tanto amaba.
Me mira con los ojos entrecerrados y una sonrisa amigable. Seguramente no está drogado.
— ¿Qué quieres? — pregunto de mala gana y escondiendo mi nerviosismo.
Si no está drogado no me hará nada. Es Harrison. Y porque es Harrison, sé que es capaz de matar a cualquiera que me mire.
Y el señor Mattaro lo ha estado haciendo demasiado, Harrison es capaz de matarlo solo por esa simple acción.. Bueno, por eso y porque los Diablos y los Mattaro se han odiado desde los abuelos de Harrison. Y tienen una pelea mortal cada que se cruzan.
— Solo un café. Para llevar — sonríe — A menos que... quieras tomarlo conmigo.
— Estoy trabajando — me excuso.
— Oh vamos...
Acaricia mi mano por encima de la barra. Contengo una respiración profunda, cuando Harrison me toca, nunca sale bien... siento que los tres Mattaros de la mesa nos miran; pero más siento su mirada. La mirada de Alessandro Mattaro.
— No. Harrison.
Salgo hacia la cocina a preparar el maldito café, así se larga de una vez por todas.
— ¡Volverás a ser mía, cielo!
Muriendo de vergüenza y queriendo que la tierra me trague en ese mismo momento, oigo un estúpido silbido al darme vuelta y decido ignorarlo.
Es un idiota.
Digo, antes de que sea mi novio fuimos amigos y un par de veces tuve que golpearlo para ponerlo en su lugar. Luego, fui su novia... completamente "de su propiedad" solía decir él; y más tarde fui su ex... aún de su propiedad.
Mientras preparo el estúpido café oigo disturbio en el bar. Un par de vasos rotos y al correr hacia la barra veo a Alessandro Mattaro encima de mi ex novio, repartiendo puñetazos en su cara.
Joder.
La manera en que se levantaba sobre Harrison y sus fuertes brazos con sus enormes manos golpeaban la cara de Harrison, hizo que mi piel se ponga de gallina. Era una bestia. Un mounstruo. Era capaz de matarlo aquí y ahora.
— ¡Oye! — grito y me ignora.
Supongo que es momento de dejar salir mi ira.
Salgo de la barra, respiro profundo y junto fuerzas. Salgo corriendo con mi vista fija en él y en cuanto deja un puñetazo derecho en la cara de Harrison, lo empujo con todo mi peso, con mis manos sobre sus hombros y cae al piso.. llevándome con él.
No sé cómo, pero de la nada estoy en el piso, sobre el mismísimo Alessandro Mattaro. Nuestras caras quedan a centímetros de distancia y sus ojos me miran impresionados. Me pierdo unos segundos.. hasta que noto las gotas de sangre en su cara, es sangre de la cara de Harrison.
La sangre de mi ex en su cara.
Tiemblo al recordar que es un Mattaro y rápidamente me levanto, susurro "lo siento", porque aún es un cliente y volteo hacia Harrison.
— Mierda — murmura aún en el piso.
Lo ayudo a levantarse con dificultad y cuando miro a mi lado, Alessandro Mattaro se encuentra ya parado, limpiando la sangre de su labio con una gran sonrisa victoriosa en su cara.
— Así aprenderás como tratar a una dama — sonreía mientras uno de los chicos le extendía un pañuelo.
Espera, ¿Qué?
— Te mataré — murmura Harrison mientras se aproxima a la puerta lentamente — Oh joder, como disfrutaré cuando una bala impacte en tu cráneo, maldito Mattaro.
— Morirás alguna de estas noches, Diablo di merda — pronuncia con la misma sonrisa maliciosa en su cara.
Los tres Mattaros salen triunfantes por la puerta principal. Y siento mi cara volverse roja de la furia.
— Oye, ¿Qué pasa contigo?
Alessandro Mattaro voltea, me mira de arriba a abajo y pone un cigarro entre sus labios. Sus primos tiran sonrisas cómplices y suben a un auto.
— Hola otra vez, señorita — suelta mientrasprende su cigarro — Comienzo a pensar que deberíamos dejar de cruzarnos en situaciones donde casi matamos personas.
— ¿Qué fue todo eso? — pregunto amenazante.
— No tengo por qué darle explicaciones — guarda su encendedor y acomoda el cuello de su camisa — Pero era la única manera en la que ese imbécil aprenda como se trata a una mujer.
Lo miro fijamente y trago fuerte. ¿Acaso Alessandro Mattaro me defendió de mi ex?
— Nos vemos pronto, señorita — hizo un asentimiento de cabeza. Y otra vez me deja atontada, y sola.
Entro al bar y evitando charlar con Henry sobre lo que me dijo el Mattaro, sirvo tragos y cafés. Las horas pasan increíblemente rápido... las 00, la 1, las 2... Se hacen las seis y toda la gente se va y el peor momento del día llega.
La limpieza.
Una y otra pienso en el torneo, junto con la operación de mi madre y también con la posibilidad de que su enfermedad haya sido detectada tarde...
Frunzo mi ceño cuando recuerdo las palabras del doctor "Las manchas no son claras, por eso debemos hacerle una laparotomía para investigar si entre algunos intestinos, hay algo extraño que no capte el tomógrafo". Respiro profundo y hago cuentas mentales por sexta vez en el día: la primera operación, la segunda y ahora la laparotomía; es mucho más dinero del que puedo conseguir en unos meses.
Pero cada que pienso en eso, solo miro a mi mejor amigo. Mi tristeza se va un poco de mi cuerpo cuando pone música fuerte y sonrío al ver sus movimientos idiotas, la sonrisa en su cara y cuán feliz es a pesar de todo lo que pasa en su vida.
Casi dos horas después, aún estamos limpiando el jodido bar. Pero Henry quiere lavar las copas, lo cual podemos hacer tranquilos el lunes.
— Mierda, ¿Podemos solo irnos y ya?
Mi mejor amigo me mira con cara de "¿En serio tengo que repetirlo otra vez?" y yo me siento en la barra, rendida.
Noto sombras en las puertas de vidrio del bar. Sombras negras enormes... y son bastantes. Henry lo nota y me mira. Asiento un poco y me paro de la barra, preparándome para lo que sea. Mi mejor amigo toma el bate y se aproxima a abrir la puerta.
Me escondo detrás de la puerta lista para atacar, no quiero reírme de él, pero mi amigo no sabe pelear de la misma manera en la que yo sé. Tiro mi cabello detrás de mis hombros y cierro mis puños fuertemente. Maldiciendo el haber venido a trabajar con un top corto y una falda aún más corta.
— Oh, señor Mattaro — oigo a Henry cuando abre la puerta.
Abro mis ojos enorme y niego cuando él me mira con sus ojos enormes, seguramente recordando lo que le conté esta mañana.
NO
LO
DEJES
ENTRAR.
— Sí, claro, adelante.
Ruedo los ojos y relajo mis hombros.
— Hola, otra vez — saluda Alessandro Mattaro con un gesto de cabeza cuando entra al bar y me ve detrás de la puerta.
Ni siquiera veo ganas de soltar una mínima sonrisa en su rostro, y lo odio por el hecho de que me ponga tan nerviosa... me niego a creer que este hombre es tan amable como demuestra.
No logro que el "Hola" que tengo en la punta de la lengua, salga de mi boca e inmediatamente salgo hacia la barra, sin siquiera mirar a los Mattaro que están con él.
No necesito que ninguno recuerde mi rostro de cuando estaba en los Diablos. Apoyo mis codos en la barra, a metros de ellos, y los miro, analizando a cada uno de los que noto como "Señores". Son tres.
Uno es el más bajo de los tres, tiene una sonrisa carismática y caliente debo admitir, y la manera en que mira a Henry me hace pensar que quizás le agrada demasiado; sería cool si no fuese un jodido Mattaro.
Luego está el otro, tiene un gesto de pocos amigos y un ceño fruncido que fácilmente podría asustar a cualquiera. No parece agradable a primera vista.
Y después está Alessandro. Lleno de tatuajes en su piel blanca, con sus ojos algo grises... ¿No eran verdes?
Concéntrate.
Con una camisa negra y un pantalón de vestir; no podía aportar nada sobre él, su cara no hacía ningún gesto, era imposible de leer.
Me gustaría mirarlo más, pero su mirada se cruza con la mía y cuando baja su mirada, me siento desnuda. Deseando un tapado enorme para cubrir las partes de mi cuerpo que no estoy cubriendo.
Comienza a hablar con Henry y deja realmente mucho dinero en sus manos. Henry asiente y señala algunas mesas que los muchachos que entran luego de los Mattaro acomodan. Frunzo mi ceño.
Mi mejor amigo se acerca rápido a mí, toma mi antebrazo y me lleva a la cocina. Maldigo que vine en zapatos y no puedo caminar del todo normal.
— Nos pagó por llevar whiskys y abrir unas cuantas horas más.
— ¿Cuánto?
— Diez mil por cada maldita hora.
— Mierda.
Comienzo a sacar vasos y a servir whisky, sé que esto es por los Mattaro, y no lo haría de no necesitarlo... pero en serio lo necesito. Y si es por mi madre no pensaría ni dos veces en hacer lo que sea necesario.
Noto a alguien en la puerta de la cocina y volteo. Alessandro Mattaro se encuentra parado, con un cigarrillo en la boca y mucha cara de sueño. Como si estuviese amanecido como yo, y no hubiese dormido en toda la noche.
Me mira de arriba a abajo cuando tomo la bandeja y pongo vasos con Whisky para comenzar a llevarlos.
— Usted no — niega.
— ¿Qué?
— No se acercará a la mesa — suelta tan firme que me hace poner los ojos en blanco.
— ¿Y por qué? — pongo mis manos en mi cintura y sonrío cínica.
— Porque... — mira mi falda y niega — No. En serio, no. Usted no.
Mira a Henry.
— Ella no debe acercarse a la mesa ni ser vista — mi mejor amigo asiente y yo los miro a los dos confundida, ¿Desde cuándo siquiera se llevan bien? — Es por su seguridad — me mira a los ojos y asiente.
Como si fuese un maldito perro.
— ¿Por qué te lo dice a ti? — pregunto a Henry.
— La vi solo dos veces, pero estoy muy seguro de que no me obedecerá, señorita — responde simple mirando su celular y soltando el humo de su cigarro.
— Claro que no lo haré, ¿Quién piensa que soy?¿Una jodida... — mi mejor amigo tapa mi boca y toma mi brazo cuando estoy por decir algo idiota.
— No será vista, señor Mattaro — sonríe Henry y lo miro con una ceja levantada — Gracias.
Nos mira, asiente a Henry y se va otra vez, a setarse.
— Joder, yo haré lo que quiera.
— Elena Melissa Edén...
Miro a Henry sonriendo cínica y él levanta una ceja.
***
20 minutos después, me encuentro encerrada en la oficina de mi jefe. Acostada en sofá que trajimos con Henry para descansar entre turnos una vez.
Lo único bueno de esto es que podré dormir un rato antes de la boda de la hermana de Henry y del torneo.
— Maldito Henry.
Me acuesto con ira, pero sabiendo que de no ser lo mejor para mí, Henry no me hubiese encerrado. Decido llamar a mi madre, porque hace doce horas no la veo y cuando paso tanto tiempo sin estar a su lado, siento que me falta el aire.
— ¿Mamá?
— Pichonsito, ¿Por qué no viniste a casa?
No puedo evitar sonreír al oír su "pichonsito".
— Unos clientes especiales... ¿Por qué?¿Pasó algo?¿Estás bien? Puedo llamar a la tía May si es necesario.
— Juro que si sigues hablando, cortaré e iré a tomar una siesta — amenaza y reímos.
Hablar con mi madre, siempre me sana. Me llena de vida. Hablar con ella y oír su serena voz, me hace volver a tiempos donde nada era como es hoy, donde todo era calmo y no conocía el odio...
— ¿Señorita Edén?
Miro mi cuerpo preguntándome en qué momento me acosté y me dormí. Con un saco de Henry sobre mi.
Abro bien los ojos y miro hacia adelante, y casi angelicalmente, veo a un Alessandro Mattaro sentado junto al sofá. En la silla del escritorio, fumando. Con pequeños rayos de un sol mañanero alumbrando su cara y su cabello bien peinado. ¿Cómo sabe mi apellido?
— ¿Estoy soñando? — relamo mis labios secos y me estiro un poco, lo que me da satisfacción y sonrío.
Alessandro Mattaro, por primera vez, gesticula frente a mi. Levanta mínimamente sus cejas y pasa una mirada por todo mi cuerpo, con una pequeña sonrisa. Lo veo respirar profundo.
— Henry tuvo una urgencia, temo que debí despertarla, porque debo irme.
— ¿Qué pasó con Henry?
Me siento rápido, provocando un mareo intenso. Acaricio mi cabeza con una mano y limpio restos de baba de mi mejilla mientras el Mattaro me mira.
Genial.
— Dijo algo de la boda de su hermana.
— Oh, mierda — miro hacia todos lados tratando de despertarme del todo. Se supone que yo sería su cita en esa boda, no puedo dejarlo así.
Mi auto. Las llaves de mi auto. Debo recoger el vestido, bañarme, arreglarme.
Miro mi reloj y son las...
— ¡Maldición! — falta solo una hora para que comience.
— ¿Está todo bien?
Lo miro realmente alarmada, buscando las llaves de mi auto, que no están por ningún lado.
— Si está buscando las llaves de su auto, creo que se las llevó consigo Henry.
— Joder — susurro y me siento otra vez.
Repaso una lista de personas a las cuales puedo llamar y pedir un aventón, ninguna disponible un domingo a las tres de la tarde.
— Puedo llevarla hasta su casa, si desea.
Lo miro de arriba a abajo, sigue con la ropa que vi hace rato. Su cara de sueño aún permanece y su peinado... joder, ¿Acaso lo retoca cada cinco minutos?
Sé que es un maldito Mattaro. Pero... digo, es un conocido ¿Verdad?
Qué más da, yo sé cómo defenderme. Si las cosas se ponen feas sé bien qué hacer... y claramente no dudaría ni dos segundos si de noquear a un Mattaro se trata.
— ¿Está seguro? — asintió — Eh... Sería de gran ayuda.
Minutos después, estoy en el asiento copiloto del lujoso auto del maldito Mattaro. Respirando profundo y tragando fuerte. Con mis manos casi temblando y mi mochila en mi regazo, por si necesitara sacar la navaja rápidamente... el solo recordar que mi casa está a cuarenta minutos del bar, hace que quiera golpear algo... será un largo viaje.
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