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Palabras del azar

El ángel y el monstruo

Un dia, un ángel cayó al vacío desde un camino dorado. Cuando el paso fue cerrado, la oscuridad total se hizo presente, allí, esperando a darle una bienvenida; residía un mostruo de fauses horrorosas; piel oscura y babosa. Ojos amarillos en su totalidad con unos matices iguales a los de las serpientes y cuerpo sin identificar, o al menos, su imaginación no estaba preparada para semejante imagen. Una bestia de pies a cabeza.

El pequeño ángel tuvo miedo, ¿quién no lo tendría de semejante bicho?. Quiso huir de su nuevo compañero, quien apenas el camino se desvaneció fue a su busca, pero sus alas habían sido desgarradas de manera injusta. Sólo sus pies serían capaces de ayudarlo a escapar.

Aquel vacío era eso, y lo único que daba luz al lugar era su propio cuerpo etéreo; por lo que no importaba cuánto corriera, el ángel jamás iba a encontrar una salida posible de lo que él consideraba; era una pesadilla.

El tiempo pasó, la oscuridad dejó su vano intento de acercarse y el ángel se acostumbró a la prescencia de aquel monstruo; al fin y al cabo nunca tuvo intenciones de hacerle ningún daño. Sin embargo, eso no quitaba el hecho de que mantenia su guardia en alto por cualquier cosa.

Los primeros días el ángel estuvo solo, intentando con todas sus fuerzas no dormirse y ser una presa fácil, pero el cansancio ganaba.

Cierto amanecer, atardecer u anochecer, decidido a dejar de tener miedo; el ángel se sentó a la derecha del aquel ser (obviamente manteniendo su distancia), comenzó a hablar sobre un monólogo de la vida, de lo que vio y sintió. Describió paisajes, olores y sabores, sus gestos eran delicados a la hora de hablar, dignos de su especie. La voz que empleaba para explicar era exquisita hasta el punto en que el monstruo se sintió atraído por los relatos cual canción de cuna.

En aquel monólogo parecia incluir las posibles preguntas del mudo personaje, contestando incógnitas que nadie había hecho.

Llegados a un punto, la luz comenzó a lagrimear, al principio no fue consciente de lo que su cuerpo estaba haciendo, pero ya después de un rato empezó a pasar las manos por sus ojos verdes; y así limpiar su frágil rostro.

Hablaba y lloraba, apenas se le entendía, entre todo ese hipo en llato pidió perdón, suplicaba por volver, que él no habia hecho nada para merecer eso.

Cuando parecía que su larga confesión estaba por concluir, un camino dorado se abrió paso desde los cielos; el mismo camino que lunas atrás lo abandonó. Esto hizo que el ángel se sorprendiera ante lo que sus ojos estaban viendo, mientras que el mostruo tomó la mano del joven y su piel cambió: de garras capases de atravezar paredes a una mano fuerte y aspecto humano.

A medida que la oscuridad tomaba una nueva forma, guiaba el camino del ángel hacia esa luz. Para cuando llegó el momento de soltarlo hacia el sendero, la bestia era una viva imagen del ser celestial pero con tintes del ayer. Como si su cuerpo reflejara aquellos supuestos pecados por los que el joven pedía perdón.

El ser alado, atónito, se lo quedó viendo sin saber cómo reaccionar.

--Ve a casa.- fue lo único que dijo el ahora humano despidiendo al ángel.

No todo puede esperar, ambos lo sabían de alguna forma, así que se despidieron con esas simples palabras sin respuesta del contrario.

Tras el paso del chico, el camino se cerró y su forma grotesca volvió a gobernar. Ahí se quedó la oscuridad, esperando entre sombras y soledad a su próximo acompañante.

La criatura

Se dice que aquella criatura era en realidad un humano común y corriente, alguien como tú o yo. Una persona simple, que caminaba el día a día al igual que todo ser promedio.

Pero las desgracias que se presentaban en su camino constantemente le hacían pensar que era un chico que sólo podría vivir en la oscuridad; mientras ayudaba a los destellos que se declinaban ante la desesperación a salir a flote otra vez. Al comienzo el monstruo se relacionaba de manera sentimental con ellos, anhelando lo cálido que tanto profetizaban los exiliados. sensación que sólo recorrían sus memorias por las noches antes de dormir.

Muchas veces logró sentir ese afecto del pasado, le producían lágrimas por las ansias de volver; aun así el hundimiento siempre fue lamentable. Con todo eso no se bajó de brazos en ningún momento, ese cuerpo herido continuaba luchando para volver a donde pertenecía. A donde él creía que debía volver.

En cada choque contra el suelo gritaba de rabia, "porqué, ¿porqué no podía existir como los otros?, ¿qué era lo malo en él?"

Mientras el tiempo corría a su gusto, tuvo miedo de reintentar.

En algún que otro momento estuvo a punto de tocar ese camino dorado nuevamente y cuando pensaba que ahora sí podría llegar a la cima y probar un nuevo amanecer, chocaba contra el techo y vuelta a caer.

Recuerden que él una vez fue como vos y yo. El humano no puede vivir en la soledad y quien lo logra suele cargar con un peso aplastante lleno de locura.

Sin embargo, la caída simpre estaba presente y era doloroso.

Eso no importaba, el mostruo no se rendía, quería seguir intentando salir de todas sus malas fortunas pero nada ocurría a lo planeado, poco a poco se fue resignando y la noche lo absorbió lentamente. Su cuerpo empezó a cambiar, transformándose en las cosas horribles que los visitantes del cielo dejaban atrás. Todo rencor era abandonado por los ángeles, ese sentimiento era absorbido por nuestro protagonista, siempre cambiante; nunca igual al ayer.

Ya no sentía nada por aquellos visitantes; cerró su corazón, actuando como si tuviera que convivir con animales salvajes en jaulas. Por que así eran las actitudes que mostraban los residentes recién llegados. Con mucha paciencia pero nada de sentimientos de por medio.

El reloj siguió su curso como todo lo demás, la amarga realidad ahora se transformó en algo cotidiano al punto de temerle al brillo. No todas las barreras eran fuertes, la tentación allí estaba a cada momento y un paso en falso lo harían experimentar un doloroso descenso una vez más. Su pequeño latido conservaba ese pensar humano de anhelo hacia lo cálido y reconfortante.

Hasta el día en que llegó ese pequeño ángel asustado.

Su encuentro no rompió las paredes en el centro del monstruo, ni le cambió la existencia o la forma de ver el mundo, sólo hizo que una pequeña alarma sonara en el fondo de sus pensamientos. En lo recóndito de sus memorias que antaño había pensando perdidas.

Sólo fue eso, siendo suficiente para comenzar a repensar las cosas otra vez y ver... Si el dios que tanto profetizan los hombres le daba una nueva oportunidad o no. Eso si, hasta entonces no iba a abandonar su trabajo de ser un pilar para aquellos que bajan a la oscuridad, un bastón a los que piensan que la vida está perdida y aquellos que perdieron la fe en medio del camino.

Hasta que las cosas no estuvieran más claras, la criatura seguiría con el trabajo que le habían asignado. Un ente de soledad, cuerpo horroroso y ojos dorados, mudo hasta casi llegar a los momentos finales; tiene ahora una sonrisa interna y nuevas esperanzas para encarar al mañana.

La Dama del Oriente

Le escribo estas palabras a mi dama de oro, que la noche nunca es tan larga como el amanecer que pasé contigo. Señora del oriente, vestidos finos de seda azul y lirios en sus cabellos negros. Oh señora mía, me tiene a sus pies a todas horas, en cada pensamiento, sueño y tarea.

Mi dama de noche y compañera de día, mi amiga y confidente. Este corazón nunca tuvo dueño y se creía indomable para la nación; las señoritas deseaban poseerlo mientras que los caballeros estaban muertos de envidia.

Quién hubiese creido que ese accidente nos uniría como compañeros de guerra.

Tu voz llena de autoridad en el campo de batalla aún me deja embelesado, la forma única de usar esa espada de hierro, de cuerpo débil a la vista pero fuerte como roca en la acción.

Mi dama de oro, gracias por aceptar nuestra unión eterna. Señorita de ojos verdes cual pasto, la voz de un ángel que escucharé en las puertas del más allá.

Piel de terciopelo de la más fina calidad, pero de palabras severas que ponen a los hombres cual niños regañados por su madre, oh mi señora si me ha retado. Me río cada vez que recuerdo, dura para que quede grabada que lo que una vez hicimos estaba mal, donde jamás se debería volver a repetir. Mi dama sí que era estricta ahora que lo pienso con calma.

Señora mía, han pasado años, años de buenos y malos momentos. Años de soledad y miedo, de milagros y herencia.

Nadie me dijo que la vida daba tantas vueltas, nadie creía que yo encontraría la felicidad en una mujer sin criterios y educación. Pues ahora me les río en sus tumbas con el típico "te lo dije", fui feliz en todo momento, esa sonrisa me impedía irme lejos; abandonar el nido fue imposible desde el segundo que sus rosados labios dijeron " Te amo".

Mi señora del oriente, con costumbres distintas que enamoran, oh señora mía, cuánta falta me hace en esta vida.

Hace mucho que me dejó, su pérdida cala en el alma incluso hoy. Las pinturas no te hacen justicia, no retratan esa belleza que yo vi, los pintores lo lamentan; sin embargo les respondo que no importa, que el mejor recuerdo me lo llevaré yo.

Los retoños se volvieron árboles fuertes, que crean sus propias raices así como también historias, hay amaneceres en que me piden que les relate sobre aquella mujer fuerte con capa negra. La que montaba a caballo en medio de la noche para hacerle compañia a la luna, y yo cual joven enamorado les digo con lujo de detalle cómo fue que el oro no resistió y te rindió homenaje en un cuadro ancestral.

Señora mia, mi cómplice en los momentos más bajos y crueles. Quien me ayudó a sostener una espada cuando mi cuerpo se negaba, corazón enardecido por un poco de tu atención.

Dama del oriente, cuánta falta me haces. Pero ya no lloro, porque creo que nuestra amiga la luna me llevará contigo esta noche.

Tengo grabada tu sonrisa bajo mis parpados, así no tendré miedo del sueño eterno.

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