La vida de Angélica Sosa había sido un ciclo interminable de trabajo y sacrificio. Veinte años le dedicó a una relación en unión libre que la había dejado vacía y sin rumbo.
El abandono de su pareja por una mujer menor que ella y el desalojo de la casa que ella con su arduo trabajo ayudo a pagar la habían obligado a empezar de cero, pero no se había rendido.
Con una mano adelante y la otra atrás, se había refugiado en una pensión de un barrio humilde y había seguido trabajando sin descanso.
Su sueño de ser pintora parecía cada vez más lejano, pero no había perdido la esperanza. Cinco años después anuncio en el periódico había sido su tabla de salvación: la Universidad Complutense buscaba personal para oficios generales en la Facultad de Bellas Artes. No era lo que quería, pero era un comienzo. Mientras trabajaba, podía ver las clases y soñar con un futuro diferente.
Pero la realidad era cruel. Para pagar la carrera, necesitaba un ingreso extra. Así que había aceptado un turno nocturno en el conglomerado Darko Luxure, limpiando oficinas y bodegas. Era un trabajo duro, pero le permitía estar cerca de su sueño.
No sabía que su vida estaba a punto de cambiar de manera inesperada.
Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, Axel Darko, el joven y poderoso CEO de Darko Luxure, vivía una vida de lujo y privilegios. Con 25 años, había heredado el imperio de su familia y lo había llevado a límites exorbitantes. Diseñador de modas y administrador de empresas, Axel era el soltero más codiciado de España. Su fama lo precedía, y su belleza y carisma lo hacían irresistible para las mujeres. Pero Axel no quería compromisos, disfrutaba de sus relaciones casuales y no había encontrado aún a la mujer que lo sacara de su zona de confort.
Sin embargo, el destino tenía otros planes para ambos. La vida de Angélica y Axel estaba a punto de cruzarse de manera inesperada, y nada volvería a ser igual. La pasión y la creatividad de Angélica podrían despertar en Axel sentimientos que nunca había experimentado, y la presencia de Axel podría hacer que Angélica se dé cuenta de que su sueño de ser pintora no es lo único que puede hacerla feliz.
¿Qué pasará cuando sus mundos se encuentren?
Angélica llegó corriendo a las diez de la noche para tomar su turno en el trabajo, puso su dedo en el lector de huellas, pero este no la leía.
¡Diablos! Se quejó al ver que la resequedad que tenía en sus maltratadas manos no permitía que la huella fuera visible.
Se sobó el dedo en el pelo e intentó una, dos, tres. Nada. Sacó de su bolso un frasquito de gel y se aplicó en el dedo, e intentó de nuevo y nada. Dios, otra llegada tarde. Me van a sancionar. Otra vez y pi, pi, pi, tres minutos tarde.
Corrió a cambiarse su jean de segunda mano y su camiseta vieja que antes era fucsia y ya es rosa claro. Se puso su uniforme de auxiliar de servicios generales y se dispuso a presentarse ante su coordinadora.
—Sosa, de nuevo llegas diez minutos tarde. ¿Qué excusa vas a dar otra vez? ¿Que te secuestraron los extraterrestres o que te subiste al bus que no era? ¿O que un loco se te robó el pasaje? —la señora de sesenta años que se creía de veinte se burlaba de ella.
—Lo siento, señora Ramona, esta vez no tengo excusa. —Ya Angelica había agotado todas las excusas que existían en el universo.
—Me imagino que ya es tu costumbre. Ya estabas advertida, ¿cierto? —Estás despedida, mañana pasa por tu liquidación. —Esto fue un baldado de agua fría para la pobre Angelica. Este trabajo le permitía a ella terminar de pagar su colegiatura en artes. Fue muy difícil conseguir el cupo, pero más difícil aún es pagar su mensualidad. Su sueño de ser una artista está en peligro.
—Jefa, por favor, deme una última oportunidad. Se lo suplico, mis gatos pueden morir de hambre si no, tengo un trabajo —Angelica mintió, jamás a nadie le ha dicho que va a estudiar en la mejor escuela de arte.
—Mmmm, nooo. —Solo eso respondió la jefa cruel; en ese momento fueron interrumpidas por una llamada al celular de Ramona.
📱 ¿Cómoo así que incapacitadas? ¿Las dos? ¿Accidente de moto? ¿Venían juntas al turno? ¿Dos meses? Dios mío.
Ramona colgó la llamada y se queda mirando a la tristonga de la Angélica.
—Te salvaste por un maldito pelo de ser despedida. Tienes mucha suerte. —Angelica la miró confundida. —Se me incapacitaron las dos aseadoras del piso de presidencia. Así que sube inmediatamente y empieza a limpiar las oficinas, la sala de espera, la sala de juntas y los baños.
—¿Yo sola? —Ramona le dio una mirada con la que por poco le vuela la tapa de los sesos. —Solo preguntaba, ya mismo subí. Ya no estoy. Ya me fui.
Angelica corrió rápidamente a tomar su carro de aseo y tomó el ascensor hasta el piso 21.
Emporio Darko Luxure es una gran empresa donde su joven dueño Axel Darko maneja la elegancia y la sofisticación en los diseños de vestidos de noche de lujo, zapatos y joyas costosas. Todo en este edificio grita riqueza y más su elegante piso 21. Cuando se abrió el ascensor, Angelica abrió su boca tan grande que casi se le desencaja la mandíbula.
Salió arrastrando su carro de limpieza y, al ver la hora, se puso manos a la obra, aunque no entendía a los ricos, ese lugar rechina de limpio, pero así hay que limpiar.
Así que se dijo a sí misma: "Esto es pan comido". Empezó por los baños, de ahí siguió con el pequeño cafetín, luego la sala de espera para continuar con la enorme sala de juntas.
Dejó para lo último las oficinas y la más grande era la del CEO Axel Darko, así que esa era la finalista de la lista.
Empezó a las once de la noche, tomó un break a las dos am y retomó su labor a las tres; se echaba bendiciones para que no se le apareciera un ánima del purgatorio y le pegara un susto.
Pronto dieron las cinco de la mañana; estaba exhausta y eso que a las ocho debía estar en la Complutense.
Hoy explorarán las corrientes renacentistas, y debe tener la mente despejada. Así que aprovecho que los baños de las oficinas tienen ducha y se dio un placentero baño. Habían productos de beauty bath, así que aprovechó la ganga de salir oliendo a chica de boutique.
Luego del refrescante baño, se dispuso a continuar su labor y entró a la oficina del máximo jefe.
Al abrir la puerta, se sintió como en un cuento de hadas. En medio de la gran oficina, había un hermoso vestido de noche, azul eléctrico, de tirantes con forma de corazón, recamado en strass y diamantes. Era un sueño para cualquier mujer; su precio debía llegar a la estratosfera, pensó Angelica.
Se acercó lentamente y sentía que la respiración se le entrecortaba. Tocó la suave tela y pensó que ni viviendo veinte vidas trabajando se podría pagar un vestido como ese.
Miró la hora y eran las cinco y treinta, así que decidió que no podía dejar pasar la oportunidad de lucir ese vestido, que jamás de los jamases podría llegar a usar. Así que sin pensarlo, retiró el vestido del maniquí, se quitó su uniforme junto a su sostén y se puso el vestido.
—Justo es de mi talla. Oh, qué hermoso, me veo linda, linda —decía Angelica frente al gran espejo que había en la oficina. Y era verdad, a pesar de tener 40 años y una vida muy trágica, aún se ven vestigios de la hermosa mujer que fue.
Se sentía como una princesa; jamás llegó a tener un hermoso vestido, ni en sus quince años, pues antes de cumplirlos se fugó de casa con el cucaracho de su exmarido. Estaba en una burbuja, soñando que era una princesa y un príncipe le decía al oído.
—Quítese ese vestido antes de que lo arruine y llame a seguridad. —Abrió los ojos que tenía cerrados por efecto de su ensoñación y vio en el espejo, detrás de ella, a un malhumorado hombre. —¡Maldita sea! ¡Que se lo quite ya!
Angelica rápidamente obedeció y bajó la cremallera, dejando caer el vestido a sus pies, quedando totalmente desnuda a excepción de su diminuta tanga.
El hombre enfurecido, que no era más que el CEO Axel Darko, la volteó de un manotazo y quedó de frente a él con sus pechugas contra su fornido pecho.
—¿Cómo te atreves a ponerte un vestido que vale más de cincuenta mil dólares? —Angelica estaba petrificada, se había quedado muda de susto al ver lo enojado que estaba ese joven. —¡Contesta, maldita sea!
Angelica no sabía cómo salir de la situación; solo escuchaba el valor de ese vestido y se imaginaba en la cárcel solo por habérselo puesto y ella no quería volver a pisar ese lugar. Así que tomó al joven de la cara y le dio un beso en la boca.
Axel, que a pesar de que Angelica lo tomó por sorpresa, rápidamente reaccionó y correspondió el beso. Metió su lengua en la boca de esa extraña para él y la levantó de la cintura para sentarla encima del escritorio y posicionarse en medio de sus piernas, sobando en la intimidad de Angelica su pronunciada erección.
Angélica, desesperada por el calor y la lujuria del momento, no iba a dejar pasar esta grandiosa oportunidad. Hace más de cinco años que no tiene acción en la cama, y aunque a veces le pueden las ganas y se autocomplace, no es lo mismo que tener un miembro de un hombre real, de carne y cuerpo cavernoso bien adentro.
Así que cuando Axel baja a chup@rle los pez0nes de sus ya no tan turgentes senos, esta emite un gemid0 y lo hace apartar suavemente para desabrochar el pantalón. Lo hace torpemente y, al soltarlo del todo, este cae a los pies de Axel.
Entonces él, también poseído por la lujuria, se quita su camisa y queda parado frente a Angelica con solo unos bóxer y un par de medias de la costosa marca Nice Laundry de suave cashmere.
—Wow —Fue lo único que alcanzó a decir Angelica, pues Axel rápidamente se volvió a apoderar de su boca, la cual besaba con pasión y furia contenida.
Angelica quería sacar el majestuoso miembr0 que se marcaba debajo de ese costoso bóxer, pero se acordó de sus carrasposas manos y se contuvo. No iba a espantar al muñequito, ella se lo quería comer y que se lo comería se lo comería, así deje de llamarse Angélica Sosa.
Axel seguía sobando a su miembr0 en la entrepierna de Angelica y este más crecía, así que lo sacó al notar el interés de ella en él. Al ser liberado de su prisión, soltó una pequeña lágrima que fue limpiada en la tanga de Angelica; Axel la corrió a un lado y lo impregnaba de la humedad que emanaba el centro de Angélica.
Ella solo cerraba los ojos y deseaba que lo metiera; deseaba sentir a un hombre después de tanto tiempo. Axel notó la complacencia y el deseo de esa desconocida mujer; no era su tipo, pero necesitaba descargar la furia que tenía y que más que con la tonta que se había puesto sin su consentimiento su vestido cumbre de su carrera.
Así que sin pensarlo se estiró lo más que pudo por encima del escritorio y del primer cajón sacó un preservativo. Rompió el empaque y se calzó el condón con una agilidad que solo la da la experiencia y, sin pensarlo, penetró a Angelica, que dio un pequeño grito de sorpresa, éxtasis y un dolor placentero.
Angelica se sujetó de los hombros de Axel, mientras este la embestía aun estando sentada en el borde del escritorio. Con una mano le hacía masajes en su botón mientras con la otra le pellizcaba un pezón sin jamás dejar de llevar un grandioso ritmo fuerte e impetuoso y eso Angelica jamás había sentido.
Miles de sensaciones llenaban su ser y, de un momento a otro, empezó a temblar. Axel sabía que iba a llegar y justo cuando Angelica se liberó, él lo sacó sin dejar de hacerle masajes en su centro y un gran chorro salió atrapándolo con su pecho.
Inmediatamente la volteó y la penetró de nuevo, luego de varias embestidas más, fue él el que se liberó.
Se dejó caer en la espalda de Angelica para recuperarse de esa maravillosa faena. Fue lo mejor para liberar el estrés que tenía; ya ni le importaba que la estúpida había usado su vestido “Noche de lujuria”.
Lo sacó lentamente, como si quisiera quedarse siempre ahí, pero lo que pasó no sucedería de nuevo.
Solo esperaba que la desconocida no fuera a hacer un escándalo de eso, pero sabía que no le iban a creer. El gran Axel Darko jamás se fijaría en una mujer como ella, además mucho mayor que él, y ni más ni menos que la señora del aseo. Ja, de verdad que sí estaba bien loco, se cogió a la señora del aseo y fue una f0llada fenomenal.
Axel tomó unos pañitos húmedos de encima de su escritorio y se los pasó a Angelica, mientras él también se limpiaba al retirar el preservativo.
—Límpiate, vístete y vete —ordenó—. Acá no ha pasado nada. Si le dices a alguien lo que hicimos, te vas a arrepentir. Si guardas silencio, no te cobraré mi vestido.
Angelica salió de su atontamiento, le recibió los pañitos y se limpió para ponerse en silencio el uniforme. Mientras que Axel, aun desnudo, la veía vestirse y observaba su maduro cuerpo. Negaba al mirarla: ¿cuántos años tendrá esta señora? Se preguntaba.
Angelica, luego de vestirse, tomó su carro de aseo que estaba en un rincón de la oficina y lo arrastró hasta la puerta y, antes de cerrar, volteó a mirarlo por última vez y grabar en su memoria ese hermoso cuerpo que fue suyo.
—Joven, gracias por lo que me acaba de dar. De verdad que lo necesitaba —dijo Angélica —, estuvo genial. —Y salió dejando a un desconcertado Axel mirando la puerta cerrada por donde salió Angélica.
¿Acaso le acaba de agradecer? Ja, ¿fue un favor el que le hizo a la desconocida? Se sentía usado; la mujer se atrevió a decir que lo necesitaba.
Se vistió, pues en media hora llegaba su secretaria; la muy idiota siempre se niega a sus insinuaciones. Pero no le va a insistir más; ya lo amenazó de que iba a renunciar y ella hace un excelente trabajo. Que más que se le aguanta el puto genio que mantiene.
Media hora después y muy puntual, llegó Sarah. Toca la puerta y espera que den la autorización de entrar. Pone su café en el escritorio y se para a su lado para darle la orden del día. Todo lo hace tan mecánica y rutinariamente que parece que vivieran constantemente en un déjà vu.
—¡Dios mío! Señor Darko, ¿qué le pasó a su vestido? —Sarah puso rápidamente la taza de café en el escritorio y se acercó a recoger el vestido del suelo.
—Vuélvelo a poner en el maniquí —Axel ordenó, dando gracias de que ese pequeño detalle del vestido haya cambiado la maldita rutina de su secretaria.
Ella de manera solicita, lo organiza tal cual como estaba el día anterior; Axel la miraba hacer esa tarea, pero él solo veía a la desconocida con el vestido puesto y mirándose en el espejo. Estaba tan absorta que no sintió cuando él entró, y al cerrar los ojos se sobresaltó cuando le habló al oído.
Ese día Axel entró dos horas antes de su horario habitual, pues el estrés que le generaba el asistir por primera vez que asumió como CEO a la semana de la moda de Milán no lo dejaba dormir.
Hacia días que andaba sin inspiración para sus diseños, necesitaba desestresarse, así que sin pensarlo tomó a la atrevida que osó usar su diseño cumbre y la f0lló para que pagara su osadía y así descargar el estrés que se traía. Se sonrió al recordar lo que le dijo al salir, y se concientizó de que jamás la volvería a ver o, al menos, jamás repetiría con ella lo que pasó en esa oficina.
—Sarah, llama a Marisolio y su equipo. Que se preparen qué estoy inspirado. Hoy vamos a trabajar todo el día. —Sarah qué ya había terminado de vestir el maniquí, salió rápidamente a llamar al diseñador senior.
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