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Curvas Del Destino

Descubre "Curvas del Destino"

Una historia de amor, lucha y transformación.

Lina Song ha aprendido a sobrevivir en un mundo que pocas veces fue amable con ella.

Desde la muerte de su madre por cáncer cuando tenía solo 16 años, fue enviada a un orfanato donde no solo tuvo que cargar con su dolor, sino también soportar el cruel acoso por su apariencia.

Su sobrepeso, que siempre fue motivo de burla para otros, se convirtió en la barrera que la separaba de las oportunidades, del cariño… y del amor.

Al cumplir 18 años, Lina deja el orfanato decidida a reconstruir su vida.

Con la ayuda de trabajadores sociales, consigue empleo como auxiliar de limpieza en una pequeña empresa.

Pero la vida no le da tregua: la renta del pequeño departamento donde vive aumenta, obligándola a buscar un segundo trabajo en una cafetería para poder sobrevivir.

Es allí, entre tazas de café y jornadas agotadoras, donde conoce a Daniela Ling, la carismática hija de un millonario de la ciudad Z. Contra todo pronóstico, surge entre ellas una fuerte amistad que cambiará la vida de Lina para siempre.

Gracias a la ayuda de Daniela, Lina accede a una beca universitaria y con ello, una nueva oportunidad.

En la universidad conoce a Luzbel Shao, hijo del hombre más poderoso e influyente del país.

Arrogante, atractivo y cruel en apariencia, Luzbel ve en Lina un blanco fácil… hasta que descubre que hay más fuerza en ella de la que imaginaba.

Entre roces, enfrentamientos y momentos de tensión, nace un amor que ninguno de los dos esperaba.

Pero justo cuando todo parecía comenzar a encajar, el pasado golpea la puerta: el primer amor de Luzbel regresa, despertando dudas, heridas y decisiones difíciles.

Lina, embarazada y con el corazón hecho pedazos, huye a otra ciudad con un solo objetivo: proteger a su hijo y encontrar la paz que siempre le fue negada.

¿Será el amor suficiente para romper las barreras del poder, el orgullo y el pasado?

¿Podrá Lina, con sus cicatrices y su nueva vida, encontrar su verdadero destino?

“Curvas del Destino” es una novela de superación, amor y valentía, donde la belleza real no está en los cuerpos perfectos, sino en las almas que se atreven a amar sin miedo.

Protagonistas

LINA SONG: Protagonista principal de esta novela.

LUZBEL SHAO: Protagonista principal de esta novela.

DANIELA LING: Amiga de nuestra protagonista

ALEXANDER MEG: Amigo de nuestro protagonista.

Renacer

Mi nombre es Lina Song.

Tengo 20 años.

Perdí a mi madre cuando tenía 16.

El cáncer nos arrebató todo: sus fuerzas, su sonrisa... y finalmente, su vida.

Nunca conocí a mi padre.

Mamá jamás hablaba de él, lo único que me dijo fue que era un hombre poderoso y que murió cuando yo nací.

Sin familia que me recibiera, terminé en un orfanato.

Allí pasé los peores años de mi vida.

Siempre fui el blanco de burlas y rechazo por mi sobrepeso.

Soy bajita, mido 1.55, tengo el cabello rubio, ojos azules y piel clara.

Pero, para ellos, nada de eso importaba.

Solo veían a la “chica gordita” y me hicieron sentir invisible… o peor aún, indeseable.

Cuando cumplí dieciocho, salí del orfanato.

Dejé los estudios y empecé a trabajar sin descanso.

Tenía que mantenerme sola.

Conseguí empleo como auxiliar de limpieza en una pequeña empresa, y más adelante, cuando subieron la renta del minúsculo departamento donde vivía, tomé un segundo empleo como mesera en una cafetería.

Fue ahí donde mi vida comenzó a cambiar.

Un día conocí a Daniela Ling, una joven hermosa, carismática y, para mi sorpresa, hija de uno de los empresarios más poderosos de la ciudad Z.

A pesar de nuestra diferencia de mundos, ella fue amable desde el primer momento.

Me trató con respeto, incluso con cariño. Y con el tiempo, se convirtió en mi mejor amiga.

Daniela me enseñó el valor de una verdadera amistad, algo que jamás conocí en el orfanato.

Me escuchó, me comprendió y, sobre todo, creyó en mí.

Me sorprendió saber que ella también se sentía sola; muchas chicas solo querían acercarse a ella por interés, por su apellido.

Un día se quedó hasta tarde haciendo tarea en la cafetería y, al notar que yo esperaba el autobús, se ofreció a llevarme a casa.

Al principio me negué, me daba vergüenza, pero insistió tanto que acepté.

En ese trayecto descubrimos que compartíamos gustos, sueños y heridas parecidas.

Desde entonces, nuestras salidas se hicieron frecuentes. Cafés, películas, tardes de charla.

Me abrió su corazón y me ofreció una oportunidad que jamás imaginé: una beca para estudiar en su universidad y mudarme con ella a un departamento que su padre le había comprado.

No podía creerlo. ¿Yo? ¿En la universidad? ¿Viviendo en una zona segura y bonita?

La beca cubría todos los gastos, con la única condición de mantener un promedio de 9.5.

No pensaba fallar.

Iba a convertirme en la mejor abogada de la ciudad.

Por mí.

Por mi madre.

Y por la niña que un día se sintió poca cosa frente al mundo.

Mi historia apenas comenzaba.

Los días pasaron y pronto llegó el día en que yo tenía que ir a la universidad.

La luz del atardecer se colaba por las enormes ventanas del nuevo departamento de Daniela, tiñendo las paredes blancas con tonos dorados.

Yo estaba sentada en la orilla del sofá mullido, con las manos entrelazadas en el regazo y la mirada fija en la alfombra beige.

Me sentía como una intrusa en una revista de diseño.

-         ¿Quieres té? – pregunto Daniela desde la cocina, con una sonrisa brillante y el cabello recogido en una coleta alta.

-         ¿Eh? Ah… sí, por favor – yo respondí, apenas alzando la voz.

Daniela desapareció un momento entre los muebles modernos de la cocina.

Yo aproveche para observar a mi alrededor una vez más.

No importaba cuantas veces lo intentara, todavía no podía creer que estaba ahí.

Un sillón blanco, amplio.

Una pantalla enorme colgada en la pared.

Un comedor para seis personas. Y esa cocina… reluciente, minimalista, como de catálogo.

Todo olía a nuevo, a limpio, a vida que no era la mía.

“Yo no pertenezco aquí” – pensé – “Este mundo no es mío”

Daniela regreso con dos tazas de porcelana y se sentó a mi lado, tan cómoda como si lleváramos años viviendo juntas.

Me entregó una taza, la tome con cuidado, como si fuera a romperla.

Deséame suerte

-         ¿Estas bien? – me pregunto Daniela, mirándome con ternura.

Yo asentí, pero en mis ojos se asomaba la tormenta.

-         Es solo que… - hice una pausa, bajando la mirada a mi té -. No sé qué esperar mañana.

Daniela se acomodo frente a mí, cruzando las piernas sobre el sofá.

-         ¿De la universidad?

Yo asentí de nuevo, con un leve encogimiento de hombros.

-         ¿Y si me miran raro? ¿Y si notan que no encajo? No vengo de una familia rica, no tengo ropa bonita, ni siquiera termine la prepa como se debe… ¿Qué voy a decir si me preguntan algo? ¿Qué hago si alguien me reconoce de la cafetería?

La voz se me quebró al final.

Las palabras que se me habían atascado en la garganta durante días.

Ahora salían como un río retenido, con miedo, con vergüenza.

Daniela se acercó y me tomo la mano con suavidad.

-         Lina… tu mereces estar ahí tanto como cualquiera. Esa beca no te la dieron por lastima. Te la ganaste.

-         No me siento así – murmuré en voz baja –

-         Ya se. Pero te prometo que con el tiempo lo verás diferente. Lo que te hicieron en el orfanato no define quién eres.

Un silencio cálido se instaló entre nosotras.

Yo apreté la taza entre las manos, como si necesitara aferrarme a algo tangible.

-         ¿Y si me vuelven a rechazar? – le pregunte, mas para mi misma que para Daniela - ¿Y si se ríen otra vez? ¿Y si se burlan de como camino, de cómo hablo…?

-         Entonces me lo dices – me interrumpió Daniela con firmeza -. Me lo dices, y yo haré que los expulsen.

Yo solté una pequeña risa, entre divertida y conmovida.

-         No puedes hacer eso…

-         Mi papá sí. – Daniela me guiño un ojo, con una sonrisa rebelde –

Por un instante, el miedo que yo tenía se disipó. No por completo, pero lo suficiente como para respirar.

-         Gracias – susurre –

-         No me las des. No estoy haciendo nada que tu no harías por mí.

Más tarde esa noche, mientras Daniela dormía en su habitación, yo permanecí despierta en mi habitación, tumbada en la cama, mirando el techo.

El silencio me pesaba.

El departamento, por lujoso que fuera, no se sentía mío.

Revise por décima vez mi mochila, donde había guardado los cuadernos nuevos, los lápices, el bolígrafo barato que compre con mi primer salario, y la carpeta con los documentos de ingreso.

Todo estaba listo.

Excepto yo.

Encendí el celular y abrí el chat con mi mamá.

Si, mi madre ya no estaba, pero desde que ella falleció, solía escribirle mensajes como si ella pudiera leerlos en algún rincón del cielo.

Era mi forma de hablarle, de no olvidarla.

Mensajes de Lina, en el chat de su madre.

-         Mamá… mañana empiezo la universidad.

-         ¿Puedes creerlo? Tu hija, la que nadie elegía para los grupos, va a estudiar en una universidad con biblioteca enorme, aulas gigantes, salones con aire acondicionado…

-         Tengo miedo, mucho miedo. Pero también quiero intentarlo. Solo… deséame suerte, allá arriba, donde estés.

Al amanecer, el sonido del despertador me arrancó de un sueño ligero.

Me vestí con la ropa más decente que tenía: unos jeans limpios y una blusa azul marino que me regaló Daniela días atrás.

No era de marca, pero era nueva.

Por primera vez en mucho tiempo, yo me sentí… bonita.

Daniela me esperaba en la cocina con dos cafés listos.

-         ¿Lista? – me pregunto con una sonrisa –

-         Creo que sí.

-         Perfecto, hoy empieza una nueva etapa. Tienes permiso de tener miedo, pero no de rendirte. ¿Entendido?

Yo asentí. El nudo que sentía en el estómago seguía ahí, pero al menos ya no estaba sola.

El auto de Daniela se deslizó por las calles de la ciudad hasta llegar al imponente campus de la Universidad Central Z.

El edificio principal tenía columnas de mármol blanco, fuentes decorativas y escaleras tan anchas que yo pensé que podría perderme en ellas.

Al bajar del coche, mis piernas temblaron.

-         No puedo – susurre, deteniéndome en seco –

Daniela se giró hacia mí.

-         Lina…

-         Es demasiado. Mira esto. Es como otro planeta.

-         No mires los edificios. Mírame a mí Lina.

Yo levanté la vista.

Daniela estaba ahí, firme, segura, ofreciéndome la mano.

-         Confía en mí, Lina. Solo da el primer paso. El resto, lo caminamos juntas.

Yo respire hondo. Luego respiré otra vez, cerré los ojos un segundo… y di un paso.

Uno solo.

Pero fue suficiente para que el mundo empezara a cambiar.

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