La victoria resonaba en las calles de Astrum, el reino que había sido salvado de las garras del enemigo gracias a la valentía y la estrategia de Zared, un joven muchacho que venció al enemigo y los derribó con su espada. Gracias a su valentía y estrategia, el alfa se convirtió en el general de la Brigada de Caballeros Negros.
La batalla había sido intensa, con la sangre de los soldados y el olor a humo y sudor llenando el aire. Pero la determinación y la habilidad de Zared habían sido demasiado para el reino de Astrum. Los soldados de Astrum habían luchado con valor, pero habían sido Zared y sus Caballeros Negros quienes habían llevado la carga principal de la batalla.
Habían cargado contra las líneas enemigas, sus espadas y escudos brillando en la luz del sol, y habían abierto brecha en las defensas de Bromtè.
La multitud había salido a las calles para celebrar la victoria, y el aire estaba lleno de gritos y aplausos.
Pero Zared se sentía vacío y solo. Su mirada se perdía en el horizonte, recordando los rostros de los que habían caído en la batalla. Su corazón estaba lleno de dolor y su alma estaba agotada.
Pensó en sus amigos y compañeros de armas, Lyrien, que había muerto en el campo de batalla. Recordó la forma en que Lyrien siempre había estado a su lado, la forma en que siempre había sonreído y había encontrado la forma de hacer reír a los demás, incluso en los momentos más oscuros.
Zared sintió un nudo en la garganta al recordar a Lyrien, que fue como su medio hermano y amigo. Sabía que nunca lo olvidaría, y que siempre lo llevaría en su memoria.
Pero la celebración no era solo una forma de honrar su victoria, también era una oportunidad para que los nobles y aristócratas se unieran y negociaran alianzas y matrimonios. Y Zared se propuso conquistar el premio más grande.
Su vista quedó encantada cuando en la fiesta de mayoría de edad de los hijos del rey, el alfa quedó encantado con los hijos del rey, pero eso no fue lo único que lo enamoró. El ver que los príncipes solo mantenían las apariencias y que en realidad eran lobos con piel de oveja, los enamoró más.
La noche estaba llena de promesas y secretos, y Zaredestaba a punto de descubrir que su victoria había sido solo el comienzo de una nueva batalla, una batalla que pondría en juego su destino y el de su descendencia.
La música y las risas llenaban el salón, pero Zared solo podía pensar en la forma en que los príncipes lo miraban, como si fuera un trofeo que debían conquistar. Y él, dispuesto a jugar el juego, sonrió y se unió a la fiesta.
Pero detrás de su sonrisa, Zared estaba calculando sus movimientos, planeando su próximo paso. Sabía que en este mundo de intrigas y poder, solo los más astutos y ambiciosos sobrevivían.
Y él era el más ambicioso de todos.
La noche avanzaba, y Zared se movía con facilidad entre los nobles, haciendo alianzas y rompiendo corazones. Pero su objetivo era solo uno: el trono de Astrum.
Y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguirlo.
Las familias más codiciadas después de la del rey se encontraban en el baile para festejar la victoria de su batalla contra el reino enemigo y también celebraban la mayoría de edad de los príncipes. Zared Kied, el alfa que lideró las tropas a la victoria, se encontraba allí, pero la fiesta y el olor de las feromonas lo molestaban. Si el alfa se encontraba en esa fiesta, era solo por venganza y poder.
Zared Kied era el hijo de un alfa, el conde Anton Kied, y su madre la condesa Mads. Zared había nacido de un matrimonio arreglado y sin amor. Su madre era una mujer omega que le encantaba el poder, pero cuando su padre volvió de la guerra y la encontró con su amante, la dejó ir. Sin embargo, ella quería su fortuna y, con su amante, trataron de matar al padre de Zared.
Su padre levantó su espada y mató a su pareja junto con su amante. A los pocos meses, su padre contrajo matrimonio con un hombre omega, el conde Mason, un omega hermoso e inteligente.
Mason crió a Zared como su hijo, pero no pudo soportar la pérdida de su padre y las burlas de la reina. Sin embargo, había un motivo por el que la reina odiaba a Mason: porque Mason no era solo un hombre omega, sino que era el medio hermano de la reina.
El padre de la reina, Anders ,un conde muy popular, había abandonado a su madre al enterarse de que su primogénito sería una niña, a causa del nacimiento de la reina Ophelia, su madre murió al darla a luz. El conde se casó y tuvo a su hijo varón, Mason, tratándolo como una joya, aunque fuera un omega.
La reina se convirtió a Mason en su enemigo de por vida, por haberle quitado el amor de su padre. Con el paso del tiempo, el conde murió y ya no hubo quien cuidara de Mason. Cuando el padre de Zared, Anton ,murió, Mason trató de salir adelante con la compañía de su madre, la condesa Camelia, y Zared, pero para desgracia de Mason, Ophelia lo mandó a matar, al enterarse de que se quedaría con toda la herencia de su padre .
Mason había sido un ser de luz para Zared, pero para su desgracia, las personas lo trataban mal, y eso solo enfurecía más el corazón de Zared. El alfa se propuso quitarle todo a la reina y hasta su propia vida.
Zared estaría dispuesto a todo por ver caer a Ophelia, y su primer movimiento sería quitarle la confianza del rey. Pero para quitarle la confianza del rey, debería tener aliados dentro del castillo.
Una idea surgió en la cabeza del alfa al mirar a los príncipes omegas. Según lo que su informante le había dicho, los gemelos Cassian y Alaric eran los hijos de la reina, pero al ser omegas y tener la apariencia de su medio hermano, la reina los despreciaba.
Ella quería dar a luz solo a alfas de sangre pura, pero para su mala suerte, después de dar a luz a los gemelos, la reina no pudo tener más hijos. Cada vez que quedaba embarazada, perdía a los bebés al poco tiempo, solo provocando más rencor contra sus hijos.
Pero por otra parte, el rey amaba a sus hijos y eran su tesoro más preciado.
Si Zared conseguía tener a los omegas de su lado, tendría al rey y si lograba controlar al rey, su puesto como heredero al trono estaría asegurado y tendría el poder suficiente para deshacerse de Ophelia, ya que su palabra sería la ley.
Una sonrisa se formó en los labios de Zared al ver a los príncipes omegas caminar junto con el rey en dirección a él.
El alfa hizo una reverencia al ver al rey y a los príncipes. Ambos omegas miraban encantados al alfa, por su parte el rey tomó la mano del alfa en forma de saludo y le pidió que lo acompañara a su oficina.
Cuando estaban por el pasillo, Zared trató de disimular su sonrisa al ver a la reina. La mujer traía una sonrisa y dijo:
__Necesito a los muchachos, amor -
__¿Para qué? - preguntó el rey
__ Mis amigas trajeron a sus hijos y quiero que conozcan a los muchachos, ya cumplieron veintiún años, ya deberían ir consiguiendo parejas - dijo la mujer
__ No te parece demasiado rápido, acaban de cumplirlos - respondió el rey.
__ Me parece bien, amor, tienen que conceguir parejas antes de que envejezcan - contesto la Omega.
Zared no decía nada y solo se dedicaba a mirar, la reina tomó la mano de los omegas y se los llevó.
El alfa sonrió al ver la expresión de cierta molestia en el rey.
Al entrar a la oficina, el rey se acomodó su traje y se sentó en la silla. Dentro de un cajón, sacó la carta que Zared le había mandado unos días antes de la victoria. Zared solo permaneció parado.
— Recibí tu carta, Zared. ¿De qué querías hablar? — dijo el rey.
— Como sabe, majestad, me gustaría tomarme un tiempo del ejército y ocuparme de algunas labores de mi casa, como sabrá, mi abuela se encuentra débil de salud y me gustaría cumplir con uno de sus sueños — dijo Zared.
— ¿Cuál? — preguntó el rey.
—Casarme — dijo el alfa con una sonrisa.
— Me parece bien, es mejor tener hijos cuando uno es joven y fuerte —dijo el rey con una sonrisa.
— Cierto — asintió Zared.
— Entonces, ¿ya tienes algunos en mente? — preguntó el rey.
—Los hay, señor, pero no creo que usted lo apruebe — dijo Zared.
— ¿Por qué? — preguntó el rey.
—Sus hijos, majestad —dijo Zared.
— ¿Mis hijos? — dijo el hombre con una expresión de sorpresa.
— Quisiera pedirle la mano de sus hijos —dijo Zared.
— ¿De ambos? —dijo el rey con duda.
— Sí, mi rey, sé que se tendría que casar por separado, pero no me gustaría que ambos estén separados, se nota que son muy unidos, así que si me lo permite, me gustaría casarme con ellos — dijo Zared.
—Tendría que hablarlo con mi esposa — dijo el rey.
Zared aguantó las ganas de golpear al hombre, pero se retuvo y se las ingenió para sacar provecho de las dudas en el rey.
— Según lo que escuché, la reina también está buscando prometidos con sus amigas. Yo soy hijo de su mejor amigo, y según lo que me contó mi padre, ustedes habían hecho la promesa de que cuando tuvieran hijos, se casarían y unirían las familias —dijo Zared.
—Tienes razón —dijo el rey con una sonrisa.
— Si mi esposa no pide mi opinión para los prometidos de mis propios hijos, yo también puedo decidir con quién casarlos —dijo el rey, mirando a Zared con determinación.
— Me parece bien, señor, después de todo, usted es el rey —dijo Zared con una inclinación de cabeza.
—Ya que me has dicho eso, he decidido que tú serás el prometido de mis hijos. No hay nadie más fuerte y capaz como tú. Eres el único que puede proporcionarles seguridad y estabilidad. Además, serás como un hijo más para mí, por mi parte yo cumpliré con la promesa que le hice a tu padre —dijo el rey con una sonrisa.
—Gracias, señor —respondió Zared, escondiendo su triunfo interior.
— Entonces, fijaremos una fecha y se casarán lo más pronto posible. Me muero por ver a mis futuros nieto —- dijo el rey con alegría.
Zared solo sonrió, pensando en la reacción de la reina cuando se enterara de la noticia.
—Espero que su majestad la reina también se muera de ganas como usted —dijo Zared con ironía.
En ese momento, la puerta de la oficina del rey se abrió, y Zared sonrió al ver de quién se trataba
Ophelia entró con una sonrisa y los omegas entraron detrás de ella con una expresión fría, pero al ser observados por el alfa, ambos apartaron su mirada con vergüenza.
—Amor, ¿a qué no sabes la noticia que te tengo? —dijo Ophelia con una sonrisa.
—dime querida — respondió el rey.
—El duque Bertil ha aceptado la propuesta de matrimonio con nuestros hijos — dijo Ophelia.
— ¿Con ambos? — preguntó el rey.
—Como que con ambos, amor, es obvio que con Alaric; después conseguiremos un esposo para Cassian —dijo Ophelia.
Zared se moría por degollar el cuello de aquella mujer, el ver que trataba a sus hijos como una mercancía y se la vendía al mejor postor, solo le provocaba repugnancia.
El duque Bertil era conocido por sus malas prácticas, compraba omegas en el mercado negro y los tenía como trofeos..
— Me parece bien que nuestros hijos se casen, pero he considerado otra opción —dijo el rey, mirando a Ophelia con firmeza.
— ¿Cuál? — preguntó Ophelia, notando el cambio en la expresión de su esposo.
— El duque Kied, Zared, personalmente me pidió la mano de Cassian y Alaric — dijo el rey.
Ophelia miró al alfa que estaba sentado, el alfa le dedicó una sonrisa y por educación se levantó para hacer una reverencia
—Sería un placer casarme con ustedes, claro que si ustedes están de acuerdo — dijo Zared mirando a los omegas con una sonrisa encantadora.
Ophelia se interpuso entre el alfa y los omegas, su rostro reflejaba ira y sorpresa.
— No creo que sea posible, duque Kied. Mis hijos ya tomaron la decisión de casarse con el duque Bertil —dijo Ophelia intentando mantener su autoridad.
—Es cierto dijo el rey, pero luego se corrigió , sin embargo, ellos no tomaron la decisión, tú lo hiciste por ellos, querida —
Cassian intervino, mirando a su madre con determinación:
—No, padre, lo pensamos, pero ahora que nos dices que el duque Kied desea contraer matrimonio con ambos, decidimos que así será —dijo Cassian.
— Cassian, ustedes aceptaron al duque Bertil — insistió Ophelia.
— Quien aceptó el trato fue usted, madre. Nosotros elegimos al duque Kied, padre — dijo Cassian con firmeza.
Alaric asintió en acuerdo con su hermano, y el rey sonrió satisfecho...
—¿Tú también estás de acuerdo, Alaric?— preguntó el rey.
—Sí, padre —respondió Alaric con voz decidida.
—Entonces, así se hará. Mandaremos una carta a su residencia, duque, para fijar la fecha de la boda y los preparativos —dijo el rey con una sonrisa.
— Me parece bien—respondió Zared, escondiendo su triunfo interior.
—Pero a mí no—dijo Ophelia, su voz llena de ira y descontento.
—No puedes tomar esa decisión sin mi opinión —insistió Ophelia.
— Claro que puedo, tú también hiciste lo mismo, pero la diferencia aquí es que se hará lo que yo decida, y si mis hijos quieren casarse con el hijo de mi amigo, se casarán y nadie me hará cambiar de opinión — dijo el rey con firmeza.
Ophelia palideció, su rostro reflejaba rabia y humillación.
—El duque Kied no tiene lo necesario para nuestros hijos, además no sabemos qué puede llegar a hacerles, no te acuerdas de lo que su padre le hizo a su esposa — dijo Ophelia, intentando sembrar dudas.
— Ophelia !! —la interrumpió el rey con enfado.
— No se preocupe, mi rey —dijo Zared con una sonrisa —Mi madre fue quien tomó la decisión equivocada, mi padre hizo lo correcto al casarse con un hombre tan hermoso como sus hijos— agregó Zared, mirando a los omegas con admiración.
Ophelia borro su sonrisa, el que le nombraran a su hermano, solo le provocaba odio y más odio al recordar que Kied era el hijastro de su medio hermano Mason.
—Entonces, ya se decidió, hijos. Espero que se lleven bien con su futuro esposo—dijo el rey con alegría.
Ambos omegas entrelazaron su mano con la de Zared, y el alfa sonrió victorioso al ver la expresión de Ophelia.
—Si el rey me lo permite, me gustaría salir con mis prometidos a caminar, para conocernos un poco—dijo Zared con educación.
El rey asintió con una sonrisa.
— Por supuesto, duque Kied. Disfruten del paseo.
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