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Olivo

1. El rufián del mercado

...ROQUER:...

El mercado estaba tan atestado de gente, que podía oler el sudor de las personas y sus malos hedores, pero aquel sitio era el único donde podía conseguir un somnifero. Conocía el puesto y también al vendedor que poseía contrabando de los productos más peligrosos y prohibidos del reino.

Caminé entre la gente y me acerqué al puesto.

El vendedor me miró del otro lado.

— ¿Conseguiste lo que te pedí?

— Baja el tono — Siseó, exhalando una nube de humo cuando apartó el cigarro de sus agrietados labios.

— No tengo paciencia anciano.

— Dame el dinero.

— Muestra el producto — Gruñí, apartando mi capa para mostrar mi arma.

— Si me tocas un pelo, muchos hombres querrán vengarme, soy el único que les puede proveer sus más bajos vicios y armas, así que te ahorraría muchos problemas mantener ese cuchillo en su funda y hacer lo que pido — Dijo, elevando una ceja.

Sus supuestos bálsamos curativos reposaban sobre el mesón del puesto.

Saqué las piezas del pequeño saco que llevaba atada en el cinturón y tendió la mano, las coloqué sobre su palma.

— Muchacho ¿Para quién trabajas? — Se sintió curioso al ver las piezas.

— No es un asunto que te concierne.

— De acuerdo, de acuerdo — Agitó su mano con desdén, registrando bajo el mesón — Te daré lo que tanto deseas — Sacó un frasco, extendí mi mano, dudo en darlo — ¿Para qué vas a utilizarlo?

— Dudo mucho que les preguntes a los bastardos que consumen hiervas porque orificio las aspiran — Seguí con mi mano extendida — Dámelo.

Me lo entregó — Tres gotas bastarán para hacer dormir a cualquiera, es muy fuerte.

— ¿Y si me paso de gotas?

— Podría durar días durmiendo o incluso morir.

— Lo usaré todo — Elevé una comisura, guardando el frasco — Pobre de tu pescuezo si esto no funciona.

— No tuviera tal fama si fuese un estafador.

Me alejé del puesto.

Con aquel frasco, llevaría a cabo mi plan.

Lo guardé dentro de mi chaqueta.

Lo haría en la noche.

No importaba si mi hermana me llevaba la contraría, pensé que sería menos confiada, más sensata, pero su fijación por el lord rubio de ropas afeminadas la estaba volviendo ciega y tonta.

Me había dado la espalda, prefirió defender a su noble solo porque aquel le había endulzado el oído. Ignorando que el único que cuidó de ella en las calles fui yo, me enfadaba que ahora pretendiera entrar en un mundo en el que no encajaría jamás.

Era una ingenua por creer que un hombre como ese podía tomarla en serio.

Los nobles solo buscaban divertirse con las personas de bajo nivel, usarlos como juguete para sus retorcidas mentes.

Odiaba a la aristocracia y por eso no iba a detenerme en hacerle pagar al noble que más detestaba en aquella ciudad de mierda.

Aquel momento se había quedado en mi mente desde que el calor de las llamas se rozó contra mi piel, desde que el fuego se plasmó en mis pupilas, llevándose todo lo que tenía.

Mis padres, mi hogar y el causante era el duque, quien los había amenazado horas antes de que la tragedia ocurriera.

Yo había presenciado la intromisión del duque, la ira en su expresión, su voz a gritos, su mirada de maldad al musitar que iba a quemar la boutique de sus padres.

Tenía solo ocho años cuando terminé en las calles, cuidando de mi hermana de cuatro años y peleando por encontrar un trozo de pan duro para mi estómago vacío.

Le haría pagar al duque Jones, porque en todos esos años, él seguía disfrutando de sus riquezas, entre palacios y banquetes.

Yo seguía en las calles, robando y matando para sobrevivir, siendo un rufián, rechazado por la sociedad, la vida era injusta y nada podía darme la justicia que merecía.

Solo yo lo haría, debía hacerlo por mi propia mano.

Incendiar una de sus boutiques y robarle, eso solo fue el comienzo, perder lo material no sería un golpe tan bajo.

Mi único objeto era quitarle lo más preciado y que su sufrimiento fuese largo, prolongado, agonizante, la muerte era un alivio, así que no le daría el gusto de dársela con rapidez.

Caminé entre la multitud.

Me detuve en seco.

Allí estaba nuevamente.

Esa señorita estaba buscando lo que no se le había perdido. Era la segunda vez que la encontraba en el mercado, al parecer, le encantaba frecuentar aquel lugar solo para regodearse del poder de su apellido y su posición.

Ella era mi objetivo, lo que usaría para dañar al duque.

Su hija.

La única, así que eso le daba más valor para su padre.

— Me da uno de los broches, ese de ahí — Dijo al vendedor del puesto de baratijas.

¿Qué rayos hacía comprando eso? Si en sus orejas había dos pendientes que podían comprar el puesto entero o el mercado entero.

— Mi lady, esto es muy poca cosa para usted — Comentó un joven, a leguas se veía que era un noble.

Podía oler su refinado perfume entre tanto sudor añejado.

— Es bonito.

— Yo podía ofrecerle más que eso — Dijo el mocoso, el sujeto era delgado, cabello cortado recto y de nariz grande, un soso noble que sin ropas ni apellido no serviría ni para limpiar el excremento de las letrinas.

— Gracias, pero deseo el broche y vine al mercado por esa razón.

— ¿Cuánto es? — Preguntó el joven — Lo pagaré.

— No hace falta, Adolfo, traigo suficiente.

— Señorita Pepper, compre eso y salgamos de aquí — Insistió la doncella, siempre tan sensata.

La señorita sacó un fino monedero de terciopelo verde.

— No muestre eso ante tanta gentuza — Le advirtió el lord — Podría terminar sin nada en las manos.

Un pañuelo de ceda cayó al suelo.

Me aproximé y lo recogí.

La señorita se giró.

Todos se tensaron al verme, llevaba mi rostro al descubierto, mi altura y mis ropas de cuero, el aspecto de ellas y las armas que se veían a leguas en mi cinturón habían provocado la inquietud en los tres.

— Se le cayó esto — Lo extendí hacia ella.

Me evaluó muy asustada, como si hubiese visto a un fantasma, retrocedió en seguida, con desprecio.

Podría retroceder todo lo que quisiera, pero eso no la salvaba de que terminara siendo mi prisionera.

— Está asqueroso, no lo toque — Dijo el lord, golpeando mi mano, pero el pañuelo no cayó — Mira sus manos y su rostro, un color así solo pudo obtenerse revolcándose en el cochinero, está más sucio que el suelo.

— Mi lord, no debería hablar así, es peligroso — Advirtió la doncella.

— Guarda silencio, criada — El lord me evaluó con desdén — Váyase, antes de que empiece a gritar que nos está molestando.

— No los estoy molestando — Lo observé con expresión dura — Solo recogí lo que se la cayó, pero adelante, grita, aquí tus auxilios serán recibidos con indiferencia o una bienvenida para que te dejen en pelotas.

— ¿Sabe quién soy? — Bramó el joven.

— No, no me interesa — Insistí en darle el pañuelo a la señorita.

— Le aseguro que ella no necesita un pañuelo que se ha caído al suelo y que ha sido recogido por sus sucias y asquerosas manos curtidas.

La mocosa lo tomó del brazo — Tenga cuidado, este sujeto se ve peligroso, está armado.

— La mayoría solo lo hacen para aparentar, usan esas dagas y esas espadas para asustar — El lord elevó su barbilla con desdén — No se deje engañar por su apariencia intimidante, señorita Pepper, la mayoría son unos cobardes que tiemblan ante la presencia de un hombre valiente.

— ¿Y tú eres el valiente? — Arqueé las cejas.

— Vámonos, no nos conviene llamar la atención y mucho menos provocar a este sujeto, no se ve como un cobarde — Sugirió la doncella, preocupada, tomando el brazo de la señorita.

— No teman, es solo un fanfarrón.

— Tenga el pañuelo — Lo extendí.

La señorita me evaluó, tenía los ojos entre azul y plateado, muy grandes.

— No lo quiero — Me evaluó con desdén, como un sujeto que no era digno ni de dirigirle su palabra.

La princesa no toleraba que un rufián tuviera un gesto de cortesía.

Con más razón iba a raptarla, incluso la iba a mancillar, no me importaba en lo más mínimo esa infeliz, solo quería usarla y luego desecharla, devolverla al duque después de eso, para que sufriera más al ver su criatura más preciada, rota y desdichada.

Tal vez la devolvería muerta.

Más adelante lo decidiría, cuando la tuviera a mi merced, ya quería ver su expresión asustadiza y suplicante cuando estuviese bajo mi dominio.

Sería el dueño de su vida, solo yo podría decidir si ella seguiría respirando.

— Le conviene marcharse — Dijo el lord.

Bajé mi mano y arrugué el pañuelo con mi puño.

Con ese mismo pañuelo le cubriría la nariz hasta hacerla tan dócil como una flor arrancada del suelo.

— ¿Por qué? — Lo reté — Están muy lejos de casa.

— Vamos — Ordenó la doncella y la señorita obedeció, dándome otra mirada.

El lord le siguió con toda seguridad, me dió la espalda, un gran error, jamás se debía dar la espalda a un hombre armado.

Saqué una de mis dagas.

Caminé hacia adelante, al tenerlo cerca encajé mi daga en su glúteo, retorciendo y volviendo a sacarla.

Un grito casi silencia el bullicio del mercado.

Solo pude ver el cabello naranja brillante de la señorita sacudiéndose para acudir a socorrer al imbécil del suelo.

Yo ya estaba deslizándome entre la multitud, con una capucha puesta sobre mi cabeza, nadie me detuvo.

...*****************...

— ¿Tienes la carreta lista? — Pregunté a tabaco, cuando llegué al refugio.

— La alisté.

— Daremos el golpe mañana.

— Hablas como si fueras a atacar el castillo — Intervino Carter, mordiendo un trozo de muslo de pollo — Solo vamos a raptar a una niña.

— Es la hija del duque Jones — Le lancé una mirada, sentándome al borde de la mesa.

— ¿Cuánto vas a pagar por esto? — Gruñó Prudence, afilando uno de sus cuchillos.

— Treinta piezas de plata a cada uno.

— Me parece muy poco para una noble — Dijo navaja, bebiendo licor de una cantimplora.

— Las piedras preciosas ya fueron repartidas.

— Esas fueron por el robo de la tienda — Carter me evaluó — No pretendas pagarnos tan poco.

— Jamás habíamos tenido un robo tan grande, el valor de esas piedras triplica es más que suficiente para cubrir el rapto de un noble.

— Podríamos sacar provecho de esa noble — Dijo Carter — Pedir recompensa al padre por devolverla sana y salva.

— Es mi plan, son mis reglas, les daré esa recompensa, las piezas son más que suficientes para cubrir el que me ayuden a capturarla, si no desean seguirme después de eso, son libres — Gruñí, bajando de la mesa para apoyar mis puños en ella, dando una mirada dura a todos — Nunca les he obligado a estar en este equipo, tampoco les he quitado parte de sus botines, muchas veces dejé que gastaran en sus propias necesidades y no en la comida o las armas.

— ¿Si no es oro lo que quieres? ¿Qué rayos quieres? — Preguntó Prudence.

— Es mi asunto.

Todos soltaron gruñidos.

— Deberías contarles, de ese modo puede que accedan — Dijo tabaco.

— Es por venganza — Accedí y se mostraron curiosos.

— ¿De quién vas a vengarte? ¿Te acercaste a esa señorita y te rechazó? — Bromeó Carter.

— Jamás pondré mis ojos en una noble, salvo para mi cometido, esa señorita es la hija del hombre que quemó la tienda de mis padres con ellos adentro, gracias a mi padre, Maude y yo logramos salir...

— Y Maude te ha traicionado con un noble, deberías vengarte de ella también — Gruñó Carter, interrumpiendo, aventé un tenedor hacia él.

Se apartó a milésimas, el tenedor se clavó en la pared.

— Roquer ¿Te has vuelto loco?

— Solo yo puedo hablar mal de mi hermana.

Tragó con fuerza.

— Si venganza es lo que deseas, estoy dispuesta a ayudar — Dijo prudence.

— Solo les pido que me ayuden a capturar a la infeliz, les pagaré por ello, pero no los obligaré a involucrarse en esto, es mi venganza, así que no pretendo que me acompañen.

— Te ayudaremos con el rapto — Dijo Carter — ya después podremos decidir si ayudar con la venganza.

Los demás asintieron.

— Discutiremos el plan entonces.

Roquer:

2. La hija del duque

...PEPPER:...

— Les ordené claramente que no estuvieran en mercados tan bajos, solo podían ir a mis tiendas — Gruñó mi padre, frente a mí en el salón, mi doncella y yo estábamos parada una al lado de la otra, sin decir nada.

— Su excelencia, intenté persuadir a la señorita de que el mercado no era un sitio adecuado, que era peligroso — Dijo la doncella, muy apenada.

Mi padre se cruzó de brazos — Una doncella que no puede cuidar la espalda de su lady, no está en posición de ser chaperona adecuada.

— Padre, ella no es un guardaespaldas — Dije y mi padre me fulminó con la mirada — Yo insistí en ir.

— Te prohibí frecuentar lugares tan bajos.

— Quería comprar un broche, solo fui a echar un vistazo.

Resopló — Esos miserables puestos solo tienen basura que ofrecer, debería ser ilegal dejar a vagos vender sus baratijas en la capital, en tu cofre de joyas tienes hasta para comprar todo el mercado si lo deseas, no vas a usar una estúpida baratija de ese mercado, échala a la basura.

— Padre... Yo solo...

— ¡Guarda silencio, no saldrás hasta nuevo aviso! — Ordenó con firmeza.

— Pero... ¿Y el baile de mañana?

— Solo con mi compañía, el baile es un evento social que no podemos rechazar, así que asistiremos, del resto, no quiero verte cruzar la puerta principal del palacio — Dijo y tomé una postura dócil.

— ¿Qué hay de mis vestidos y mi...

— Mandaré una modista y costureras a que vengan, pueden trabajar desde aquí, así ya no tendrás que exponerte imprudentemente ante salvajes y degenerados de la capital, la gente de baja posición no es de fiar, no debes acercarte a ellos.

No tenía más remedio que obedecer, él era mi padre, me había educado, pagó por las mejores institutrices y tenía una dote abundante gracias a su éxito en los negocios.

Mi padre era estricto y siempre me recordaba como una señorita debía comportarse de forma adecuada.

— Como ordene, padre.

— Ese Adolfo no lo quiero volver a ver cerca de ti, es un muchacho inadecuado para tu persona — Siseó, muy irritado — Pudiste ser tu la atacada gracias a su tonta valentía, un pretendiente como ese que no puede ni enfrentar a otro hombre nunca será buen pretendiente.

El sobrino de los Johnson, jamás fue considerado un buen pretendiente para mi padre, tampoco para mí, fue un estúpido al querer provocar al matón del mercado.

— No dispense de los servicios de mi doncella, es una buena señorita.

— Si vuelve a actuar como alcabueta la degradaré.

— Su excelencia, no volveré a cometer ese error, tiene mi palabra — Dijo la doncella inclinando su cabeza.

— Retirese, déjenos a solas.

La doncella hizo una reverencia y se marchó del salón.

Mi padre soltó un suspiro.

— Te aseguré que te ibas a comprometer con Lord Leandro Mercier, no deberías aceptar compañía de otros nobles, no es de buen ver, debemos cuidar nuestra imagen — Gruñó y asentí con la cabeza.

Aunque mi padre cuidaba de su imagen, pretendía orillar al noble con amenazas solo porque representaba una competencia para él en los negocios, aunque era un contrincante pequeño mi padre siempre quería tener el control, ser el único exitoso en la capital.

Sabía que empleaba ciertas mañas para mantener eso así y que era peligroso cuando encontraba un obstáculo.

Desde la llegada de Lord Mercier, se había vuelto inquieto por dejarlo rezagado.

La única forma era hacerlo su socio y también comprometerme con él, era su única condición, así se mantendría teniendo el control de los negocios.

Pero, no estaba saliendo bien.

El lord era inteligente y se rehusaba a aceptar las condiciones de mi padre, eso había desatado un enfrentamiento entre ambos, donde los ataques y amenazas se hicieron presentes.

Mi padre había pagado por incendiar la empresa a Lord Mercier, pero algo había salido mal, los hombres que contrató aparecieron asesinados en un callejón, sin el pago que habían recibido por el trabajo.

Luego, había recibido un ataque directo, una de sus boutiques fue incendiada y el principal sospechoso era Lord Leandro Mercier, aunque yo lo dudaba.

El hombre no era como mi padre, tenía honor.

Mi padre estaba que echaba chispas, quería contraatacar.

Él no sabía que yo era conciente de sus actos, a menudo lo escuchaba hablar detrás de la puerta de su estudio o leía sus anotaciones.

Ignoraba lo que mi padre hacía.

— Lord Leandro Mercier no está interesado en mí — Dije, era la verdad, el lord solo tenía ojos para la maleducada costurera de apariencia de mujerzuela.

El lord era guapo, fui yo quien se interesó al verlo por primera vez en uno de los bailes, quería un esposo agradable a la vista y educado.

Por fortuna, mi padre había pensado igual, con sus propios intereses, pero lo había pensado.

Aunque, veía imposible que el lord se casara conmigo, una de aquellas tardes, me había tomado la molestia de ir a la mansión del noble para convencerlo, era la única forma de que mi padre dejara de atacarlo, pero se negó tan rotundamente.

Ese hombre no me veía como esposa, ni siquiera para cortejarme.

— Lo estará, seguiré esparciendo rumores sobre su falta de pantalones y sobre el compromiso que a roto.

— Nunca nos comprometimos.

— Es lo que la sociedad debe creer, la presión puede ablandarlo, el rechazo y las habladurías son demasiado para tolerar — Sacudió la mano — Hija mía, no hay forma de que esto nos afecte, el lord quedará más manchado debido a su historial de vergüenzas familiares.

— Podrías dejar esto... No creo que el lord pueda superar tu éxito en tan poco tiempo.

— Pepper... Dejar a este lord queriendo imitar mis negocios es una negligencia que no voy a cometer, mi posición, mi poder, mi fortuna, todo esto se debe a que soy el mejor y a que nunca dejé que otros me pisaran los talones, de eso se trata.

Jamás cambiaría de opinión.

— Padre ¿Puedo retirarme?

— ¿Cómo era el sujeto que atacó a Adolfo? — Preguntó, curioso.

Me quedé pensativa — Era muy moreno, de piel oscura, barba espesa, cabello casi rapado, alto y fornido, llevaba armas sin ocultar, sus ropas parecían desgastadas, era de cuero o algo así.

— Un rufián... No he visto nadie con ese porte — Se acarició la barbilla — ¿Y dices que le clavó una daga en el...

— En una pompi — Me encogí de hombros.

— No se dice así, en un glúteo.

— En un glúteo — Dije, impaciente, por cada palabra mal dicha recibía una lección de su parte — Tuvimos que llevarlo al hospital de la guarnición, pedimos ayuda para que lo cargaran, la herida fue profunda, estará internado un tiempo.

— Digno de un degenerado, te lo he dicho ya, pudiste haber sido tú.

— No lo fui, no volveré al sitio — Protesté — Adolfo se lo buscó, ahora no podrá sentarse en un buen tiempo.

— No hables de esa forma tan irrespetuosa.

Ni siquiera estaba siendo grosera.

— ¿Puedo irme a mi habitación?

— Claro, ve — Sacudió su mano.

Me alejé del salón.

Subí las mejores escaleras y entré en mi habitación.

Registré mi chal, hallando el broche y mi monedero.

Ese rufián se había quedado con mi pañuelo.

No quería aceptarlo, no porque estuviese sucio.

De niña, había leído en un libro sobre una tradición de algún reino de otro continente.

Se dice que una dama aventaba un pañuelo a un grupo de caballeros, si uno lo recogía y lo intentaba devolver, la dama podía aceptarlo o rechazarlo.

Si lo aceptaba, significaba que correspondía, el pañuelo era símbolo de una propuesta de unión.

Se que era tonto, ya que esa tradición no pertenecía a Floris, pero de niña soñé con crecer y aventar un pañuelo algún día frente a unos caballeros.

La situación era muy distinta.

Se me había caído el pañuelo por accidente y ese sujeto solo lo había recogido para devolverlo.

Pero, tontamente rechacé el gesto pensando en ese acto simbólico.

No era un caballero, era un rufián, un asesino.

Nunca estaría unida a un ser de esa calaña.

En el libro se aseguraba que ese ritual aseguraba enlaces de por vida.

Era una tontería, cualquiera podía aventar un pañuelo como escoger al azar y luego alguien podría recogerlo, no había magia en eso.

Sacudí mi cabeza y me senté frente a la cómoda para quitarme los aretes.

Me observé al espejo.

Muchos hombres solo me querían por mi título, no por mi apariencia, las pecas en mi rostro y parte de mi cuerpo arruinaban mi piel, el cabello tan anaranjado era extraño, mi delgadez y no solo eso, mi debilidad.

Mi padre me contó que viajó conmigo cuando era solo una bebé y en trayecto hubo una tormenta de nieve, el camino se tornó difícil y el frío helado provocó que me debilitara.

Desde entonces, mi respiración era débil, me asfixiaba con facilidad, no podía hacer demasiado esfuerzo ni recibir emociones fuertes.

Cuando aquel rufián había clavado esa daga en Adolfo, sentí como mi pecho dolía, algo con lo que estaba acostumbrada.

...****************...

Pasé el tiempo entre las paredes del palacio, estaba cansada de ver el mismo jardín, los mismos pasillos y los guardias de mi padre haciendo sus rondas.

Mi único entretenimiento era observar por la ventana, hacia la calle, contar los carruajes que pasaban.

Llegó la hora de arreglarse para la celebración.

Las doncellas vinieron, trajeron el vestido que había ordenado a las costureras acomodar.

Era de un color crema, con pedrería de diamantes y guantes de seda, mi cabello estaba recogido en la parte superior de la cabeza, con peinetas de plata, los pendientes y joyas eran de perlas.

Mi padre me esperaba abajo.

— El carruaje nos espera — Dijo, extendiendo su mano para mí.

La tomé.

— Padre, si no logras prometerme a Lord Leandro Mercier, deberías conseguir otro hombre cuyos intereses estén puestos en mí.

— Todos los hombres de esta capital tienen intereses en que les ofrezca tu mano, pero la mayoría solo buscan escalar de posición a costa de mi título — Dijo, guiandome hacia la salida — No voy a darle la oportunidad a cualquiera que se acerque, apenas fuiste presentada en sociedad, no comas ansías.

— No lo hago, es solo que tal vez Lord Leandro Mercier nunca ceda y esto podría alejar a otros pretendientes.

— Nada alejará las atenciones de ti, yo me aseguro de eso cada día.

Durante el camino en carruaje, me sentía extraña, como si hubiese algo que hacía aquella noche tan diferente al resto, pero ese algo estaba demasiado oculto ante mí.

Estaba inquieta.

Llegamos a la orilla del lago y bajamos del carruaje.

En el puente, tomamos uno de los botes.

Creí ver un bote lejos de los que guiaban hacia la mansión de los Johnson, famosa por estar ubicada en un pedazo de tierra del otro lado del lago.

El sirviente remó, mientras mi padre rodeaba mi brazo para dejarme estable sobre el pequeño bote que se tambaleaba en ocasiones.

El jardín se veía decorado, con luces de candelabros.

— Esta celebración contará con la presencia del rey — Comentó mi padre y me sorprendí.

— Lo desconocía.

— Es algo conveniente para mí, estoy seguro de que Lord Leandro Mercier asistirá si tal vez pueda doblegar su orgullo, informando al rey sobre su actitud sospechosa.

— Padre, si mencionas algo sobre tu rivalidad, también quedarás expuesto — Le aconsejé.

— No lo mencionaré de buenas a primeras, mi intención es usar es as si el lord se atreve a retarme.

El bote se detuvo en el pequeño muelle, mi padre se levantó y me ayudó para que no cayera.

Entramos en el jardín de la propiedad.

Mi padre empezó a saludar a todos los allegados, por supuesto, no podían faltar los anfitriones, Lord y Lady Johnson.

— ¡Su excelencia, el duque Louis Jones y su hija, la señorita Pepper Jones! — Anunció el marqués.

La música estaba sonando, las bebidas repartidas.

— ¡Bienvenidos! — Dijeron haciendo una reverencia.

— Muchas gracias, grandiosa velada.

— Un gusto, adelante, disfruten de la celebración.

Caminé junto a mi padre y me posicioné cerca de la pista.

Después de unos minutos, Lord Leandro Mercier apareció junto a su madre, Lady Celia Mercier.

El hombre lucía hermoso, con un traje color vino y su cabello bien peinado.

Mi padre le lanzó una mirada.

— Si tuvo las agallas para venir.

Observé hacia atrás, al bosque que rodeaba la propiedad, sintiendo como si algo o alguien me observara desde las sombras, una sensación que me provocó un escalofrío.

La señorita Pepper:

3. El plan de ataque.

...ROQUER:...

Me quedé debajo del puente, esperando que la multitud de nobles ociosos llegaran al otro lado del lago, donde había luces de faroles y lámparas colgantes delante de una gran mansión.

— Podríamos aprovechar de meternos a robar, debe haber cosas muy lujosas — Sugirió Carter.

— No, hoy no vamos a robar, no podemos desviar nuestra atención de la misma.

— Yo podría aprovechar... — Le lancé una mirada a través de la máscara.

Subimos al bote, después de robarlo era lo más fácil.

El resto del equipo esperarían en la carreta alejada del puente, escondida cerca de un barranco.

Remé, estaba preparado, tenía mis ropas de cuero, mi capa con capucha, los guantes de cuero y las armas en mi cinturón.

El pañuelo con el sedante.

Llegamos a la orilla, lejos de las luces de la celebración, desde allí podía escuchar la música de estirados, ver los nobles conversando y bailando con elegancia.

Bajé de un salto del bote y me metí en los árboles de un jardín espeso bastante favorable.

Carter me siguió.

Caminé bajo los árboles y observé hacia la celebración.

Busqué con la mirada.

Al ver al duque me dieron ganas de aventar una daga en su cuello desde mi posición.

Sería tan fácil.

Debería mandar al demonio esa estúpida misión de raptar a su hija, terminarlo de una vez.

Me quedé bajo un árbol, tomé la daga de mi cinturón.

Mis impulsos estaban activados.

La hija del duque se hallaba a su lado.

Giró su rostro detrás de ella, hacia el jardín, su mirada se perdió entre las plantas como si sospechara de mi presencia.

Las pecas se le notaban más con el rubor y las luces, el cabello tan naranja también resaltaba.

El vestido color perla y la piel blanca.

Lucía delicada, lucía débil.

Una muerte rápida al duque no sería justicia.

Guardé la daga nuevamente.

— ¡Espera, Sombra! — Escuché la imprudente voz de Carter.

Seguí el sonido.

— ¿Qué rayos estás haciendo aquí? — Siseó una voz que conocía muy bien — ¿A caso estás atreviendote a seguirme?

— Maude, déjalo ya — Ordené a mi hermana cuando ví que tenía a Carter sometido en el suelo.

— Hermano — Ella también estaba enmascarada y con sus ropas de asesina.

Carter se levantó del suelo. Tan débil y estúpido, no sabía como lo habíamos admitido en el grupo, no servía para nada.

— ¿Me estás siguiendo?

— No, temo que esto es una casualidad enorme — Gruñí.

— ¿Qué rayos haces aquí?

— Lo mismo pregunto yo.

— Mi presencia aquí es no es de tu asunto.

— ¿Por qué andas espiando la celebración? — Le reté, era tan evidente lo que mi hermana estaba haciendo allí — Oh, ya veo, estás cuidando al lord para que no se le acerque a una señorita.

— El lord casi recibe un ataque del duque, yo solo estoy cuidando sus espaldas y ni se te ocurra meterte con él — Gruñó y solté una risa, mi hermana era la única con la reía y sonreía — Roquer, si esa es la razón por la que...

— No estoy aquí por el lord.

— Vaya, que afortunado ese lord y no precisamente por tenerte de guardaespaldas — Protestó Carter y mi sonrisa se perdió.

Ese imbécil.

— ¿Están aquí para robar o para meterse en mis asuntos? — Siseó ella.

— No creo que el lord se sienta tan afortunado cuando sepa lo que ocultas — Dije y levantó una daga hacia mí, siempre me amenazaba incluso de niños, pero ahora parecía ir en serio.

— Si tus pretensiones son ir a contarle, me olvidaré de que eres mi hermano.

— Mírala, mírala, sacando las uñas por un noble — Se burló Carter — A ver ¿Cuál de esos estirados es el que te tiene babeando?

— Cierra la boca o voy a cortar tu lengua — Lo amenazó.

— No estamos aquí para aguar la fiesta, al menos no la tuya — Dije y retrocedió, bajando la daga — El duque se llevará una sorpresita.

— ¿Vas a raptar a su hija en plena fiesta? — Se tensó, observando hacia la celebración, a la señorita estirada.

La señorita le tenía el ojo puesto a Lord Leandro Mercier.

— Algo así, es un buen factor distractor.

— El Rey está presente, si te atrapan, estás muerto — Gruñó y me encogí de hombros, ni siquiera había notado la presencia del rey, algo que me preocupó, pero no lo demostraría ante mi hermana — Los guardias que lo escoltan deben ser muy buenos en combate.

— Tenemos un plan, nadie lo notará hasta que sea demasiado tarde, el resto del equipo está esperando al otro lado del lago con una carreta para una huída rápida.

No tenía un plan, no tan completo, solo improvisado, cuando la señorita Pepper se alejara lo suficiente de la celebración para curiosear, lo que esperaba que pasara debido a que esa parecía ser su naturaleza, yo haría un ataque rápido.

— No deberías contarle, lo va a arruinar — Dijo Carter.

— Dejen de lado a Lord Leandro Mercier, se los estoy advirtiendo.

— No deberías preocuparte por lo que le pase, ya que le estás cubriendo la espalda, aunque es obvio que el duque lo culpará a él por el rapto de su hija y con el rey allí, me parece que será peligroso para él si el duque se pone creativo.

Maude se estremeció, tomando mis palabras en serio.

— No lo hagan, no es adecuado que lleven a cabo su plan en este momento — Gruñó, tan preocupada por su lord, incluso más preocupada que por mí.

— Es la única oportunidad que tenemos, así que no interfieras, recuerda, primero nuestros padres, estás poniendo al lord por encima.

— No, no es así, es solo que...

— Estás enamorada, no hay remedio, sigue protegiendo a tu lord, no creo que él haga lo mismo por ti — Dije, con enojo y me empujó.

— No me interesan tus palabras agrias, él compró la tienda de nuestros padres, la sacará adelante y me dejará a cargo.

— ¿Cómo? — Me estremecí, mi rabia aumentó— ¿Le contaste?

— No, fue mera casualidad, aunque tuve que decirle que mis padres murieron allí.

— Supongo que dejaste de lado que el incendio fue causado por el duque y que después de eso tomaste una vida de hurto.

— No voy a involucrar más al lord, así que te pido que seas más discreto con tus movimientos — Gruñó y solté un resoplido, Maude ya me estaba irritando con su actitud.

— Ya está involucrado y ha sido por tu causa — La culpé.

— No empeores las cosas.

— El plan va, si o sí... Es lo justo.

Me alejé y Carter me siguió.

Sabía que no iba a quedarse de brazos cruzados.

Mi hermana jamás estuvo de acuerdo con el rapto y más cuando su noble saldría manchado así no tuviera que ver con esto.

...PEPPER:...

— Su Excelencia, Señorita Jones — Lord Leandro Mercier se aproximó hacia nosotros, saludó cordialmente.

— Lord Leandro Mercier, un gusto verle — Dije, con la misma cortesía, aunque eso me ganó una mirada de mi padre.

— Lord Leandro Mercier, me deja sorprendido.

— ¿Por qué razón le sorprendo? — El lord arqueó las cejas

— Pensé que se escondería tras sus malos actos.

— No he hecho nada, así que no consideré necesario faltar solo porque usted me acusa de algo que no cometí — Sonrió, fingiendo que no estábamos discutiendo algo tenso, los nobles tenían sus miradas en nosotros.

— Solo me muestra la osadía y el descaro, es tanto así que la presencia del rey tiene poco interés para usted — Comentó mi padre, me mantuve callada, tensa, no podía alejarme o sería más sospechoso.

— ¿Ha conseguido las pruebas que corroboran sus palabras? — Le preguntó el lord con expresión desafiante.

— Aún no, pero pronto lo haré, no debe preocuparse por ello, caerá tarde o temprano, Lord Mercier, no tema, no voy a armar un escándalo frente al rey, no quiero arruinar esta celebración y tampoco mi buena reputación — Dijo mi padre y me sorprendió, algo tramaba — Debo tener bases para acusarlo frente al rey, conozco las leyes. En cuanto a mi hija, dado que ante los ojos de todos son prometidos, debería sacarla a bailar.

Simplemente era inteligencia, algo de conveniencia.

El lord me observó y me inquieté por dentro.

— No hay ningún compromiso de por medio.

Vaya, eso solo detuvo mis sensaciones y me dejó más desdichada.

— ¿Va a arriesgarse ante todos e incluso ante el rey a desmentir lo del compromiso? —Retó y él apretó la mandíbula — Eso lo hundirá, no creo que ningún noble quería comprar sus telas cuando se enteren de lo poco hombre que es... Y le aseguro, que si deja la dignidad de mi hija por el suelo, le haré pagar.

— Al igual que usted, detesto armar escándalos, solo por eso, accederé a sacar a bailar a su hija, pero esto acabará pronto, me voy a zafar de este falso compromiso — Aseguró y mi padre lo evaluó con desdén.

Solo me ofrecía un baile para mantener el teatro y las buenas apariencias.

Nunca sería esposa de aquel hombre, estaba tan segura de ello, en el baile, me sentía tan diferente, sabía que no habría más allá entre Lord Leandro Mercier, solo el infortuneo de una rivalidad con mi padre.

Elevó una mano y me la ofreció, la tomé, sintiendo la textura cálida a través de la tela de mis guantes.

Caminamos hacia el centro.

Empezó a bailar y seguí sus pasos, de momento, podría fantasear que este baile era solo nuestro, pero sus ojos plateados estaban alejados de mí.

Me dió un giro y nos movimos de un lado a otro.

Tanta rivalidad podría terminar en desastre, mi padre era capaz de cualquier cosa con tal de mantenerse estable.

— Mi lord, le advierto que...

— No me apetece escuchar sus advertencias.

— Pero, mi lord, a provocado demasiado a mi padre con lo que hizo.

— No he hecho nada, su padre es del puto problema.

Me estremecí, no era una palabra adecuada para pronunciarse frente a una señorita.

— Torcer sus planes solo lo enfureció más, temo por su bienestar, estoy segura de que atentará contra usted — Dije y frunció el ceño.

— Jamás he torcido los planes del duque, solo intento avanzar en mi negocio.

— Hacerlo de la forma en que hizo a sido un error fatal, créame cuando le digo que mi padre es peligroso — Susurré.

— No comprendo a que se refiere.

— A lo que ha hecho — Volvimos a movernos de un lado a otro.

— ¿Qué rayos hice? — Insistió.

— No me haga pronunciarlo, es algo delicado.

— No tengo las mañas de su padre, no voy a entorpecer su trabajo, a menos que se pase de la raya...

— ¿Acabar con sus hombres y robarles no es entorpecer? — Jadeé y se quedó evaluando como si no supiera de lo que estaba hablando.

— No tengo idea a que se refiere.

— Mi padre está echando chispas por esa causa, usted a asesinado a sus hombres.

— ¿Qué hombres? — Se impacientó, no comprendía nada.

— Los que había contratado para incendiar su empresa, mi lord, temo por su seguridad.

— No tengo idea de que hombres me habla, yo no fui quien los asesinó, de todas formas, me alegro que le hayan entorpecido sus planes — Se exaltó — ¿Así que planeaba quemar mi empresa?

Rayos, había metido la pata al echar de cabeza a mi padre frente a su enemigo.

Me estremecí — Solo se lo digo para que tenga cuidado... Mi padre es peligroso, si le advierto es porque me preocupa.

— Gracias, pero de ahora de adelante él será quien tenga que ir con cuidado, encontraré las pruebas para hundirlo, los crímenes del duque no se quedarán impunes — Gruñó, muy decidido, hasta me dió escalofríos.

El baile terminó y el lord se separó de mí, sin volver a observar hacia mí.

Tal vez no volvería a hablar con Lord Leandro Mercier.

Se acercó al rey, sobre su asiento privilegiado escoltado por guardias.

Otro hombre hermoso, pero también estaba comprometido con una mujer que llegaría en barco desde Hilaria.

Volví con mi padre.

— ¿Qué te ha dicho el lord? — Exigió, tomando mi brazo.

— No está interesado en comprometerse, ya no insista, papá.

Observó hacia el lord, notando que estaba hablando con el rey.

— Ya vuelvo.

Se alejó.

— Hola, Pepper — Saludaron dos señoritas.

— Hola.

— ¿Quieres ir a pasear un rato por los alrededores?

— Por supuesto — Dije y nos alejamos de la celebración.

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