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Mi Tío Kostas

Capítulo Uno

“Hermano, me caso” Fueron las palabras que Kostas escuchó de boca de su hermana Alondra. Sin saber que en esa boda conocería a quien iba a ser su obsesión y su pesadilla.

Primero pensó que era una broma, y no es porque ella sea una mujer que no merezca rehacer su vida; antes, por el contrario, era algo que él por muchos años había deseado, pero que ya no lo creía posible. Pero al ver su genuina sonrisa y el gesto de que le estaba entregando una invitación, ya vio que era en serio.

Alondra es su media hermana, y enviudó hace veinte años cuando estaba recién casada y tenía dos meses de embarazo. Eso fue casi devastador para Alondra y, si no fuera por los cuidados de su madre española y por Kostas, se habría muerto ella junto a el bebé que llevaba en su vientre.

Kostas la cuidaba en su tiempo libre; estaba en la universidad y abriendo un emprendimiento con su amigo de toda la vida Athanassios, por lo que pasaba las noches cuidando a su pequeña hermana. Con esfuerzo nació su sobrino Constantin, quien fue el consentido de su familia.

—Vamos a ver, mi hermanita, con quién se va a casar. —Cuando Kostas abrió el sobre, casi se cae de la impresión. Su hermana de 38 años se iba a casar con su socio Athanassios. —¿Es broma?

Alondra, muy nerviosa, no sabía cómo explicar que Athanassios iba a ser su esposo.

—No, Kostas, no es broma. Atha y yo retomamos una relación que tuvimos hace dos meses cuando viajamos a Roma, y nos dimos cuenta de que somos el uno para el otro —Explicó Alondra.

—Hace dos meses. ¿En el evento del empresario del año? —Kostas no lo podía creer, ambos fueron a ese evento en su representación, pues debía de asistir al juzgado a una citación por su divorcio.

—Sí, en ese evento. Kostas, Atha y yo nos amamos. Por eso nos vamos a casar. —Kostas no dijo nada más pues fueron interumpidos.

En ese momento se abrió la puerta y entró Athanassiau, el socio de Kostas. Con la elegancia que lo caracteriza, se acercó a Alondra dándole un estruendoso beso.

—Mi bella prometida, ¿ya le diste la invitación a mi querido socio? —Preguntó en tono burlon.

—Sí, amor, y tal como pensamos, quedo muy sorprendido. ¿Cierto, hermanito? —Ya Alondra más calmada, trato de seguirle la burla a su prometido.

—Sí, mucho. No queda más que desearles muchas felicidades en su matrimonio —Contestó Kostas.

—Gracias, socio. Alondra y yo queremos que seas nuestro padrino de bodas junto a mi hija Athina. Esta es una gran oportunidad para que se conozcan. Ella tendrá un día de permiso del internado para asistir a la boda.

«Athina, la hija de mi socio, será la madrina» pensó Kostas.

—Pero tu hija es una niña. ¿Cómo va a ser la madrina? —Kostas no entendía que eso se pudiera hacer.

—Kostas, mi hija ya tiene 17 años, en dos meses cumplirá los 18. Es toda una señorita y además es muy bella. Se parece a mí, jajaja. —Athanassiau se reía feliz de tener a su lado a su hija en ese día tan especial.

—Me imagino. —Pensaba Kostas, pues su amigo Atha, como le decían de cariño, tenía un gran porte y elegancia.

A pesar de que hace veinte años trabajaban juntos, Kostas jamás conoció a la hija de Athanassiau, pues fue fruto de un romance en un viaje que hizo a la isla de Patmos; la chica quedó embarazada y ella nunca le dijo de la existencia de la niña.

Cuando Athina cumplió diez años, la mamá se enfermó gravemente y en su lecho de muerte le pidió a su abuela que contactara a Athanassiau y le dijera que se hiciera cargo de la niña. Luego, Athina fue llevada a un internado de señoritas, pero en cada vacaciones Athanassiau viaja con ella a algún lugar del mundo que Athina quiera conocer.

Él la quiere mucho, y la niña es consciente de que su papá es una persona muy ocupada, por eso los momentos padre e hija son muy valiosos para ella. Los atesora en su corazón; y, dos veces al año, que son sus vacaciones escolares, elige sitios turísticos para irse con su papá, que no escatima en gastos con ella.

Llegó el día de la boda de Alondra y cuando la organizadora de la boda lo llevó a que se ubicara el altar, allí se encontró con unos ojos que lo miraban con admiración.

—Señor Kostas, por favor, se ubica al lado del novio. —Él le Hizo caso a la organizadora.

Kostas, al llegar al altar, saludó al nervioso novio. Pero no quitaba la vista de la chica que esta a su lado con un hermoso ramo de flores de colores, que tampoco lo deja de mirar, y le sonríe con admiración. Athanassiau se da cuenta de eso y los presenta.

—Hija, te presento por fin a mi socio. Saluda a tu tio Kostas —Athanassiau la presenta.

—Yassou, tío Kostas, qué alegría conocerlo. Mi papá me ha hablado mucho de ti. —Athina, de manera cariñosa, le entregó el ramo a su papá y se acercó a Kostas con los brazos abiertos y le dio dos tiernos besos, uno en cada mejilla, acompañado de un abrazo que transmitía la emoción de la chica.

Un gran saludo griego que dejó a Kostas pasmado, pues cuando Athina dijo "tío Kostas", sintió que algo se removió en su interior. Era imposible dejar de mirarla, y aún más que ella no dejaba de hacer contacto visual con él. Pero cuando le dio los besos y el abrazo, esto lo dejó sin palabras.

No había tenido tiempo de recomponerse de ese saludo, cuando entró su hermosa hermana del brazo de su orgulloso hijo Constantin. Quien estaba feliz de que su mamá se fuera a casar con un gran hombre como lo era Athanassiau.

La boda terminó sin contratiempos y en la recepción Kostas pudo bailar el vals con la madrina de la boda. Athina estaba feliz de bailar con Kostas. Su papá le hablaba mucho de él; cada que viajaban juntos escuchaba con entusiasmo las anécdotas que le contaba de su amistad, de cómo forjó Hygeia Kostas Silas, y cómo después lo hizo su socio con un mínimo aporte de su herencia. Athina estaba muy agradecida, pues por esta acción, su padre la ha podido acompañar en cada viaje que ella sueña emprender a su lado. Pero su mayor sueño era conocer a Kostas, y cuando su papá le informó que se iba a casar con Alondra y que esta era la hermana de su socio, Athina no cabía en la felicidad. Y ahí estaba ella junto a su idolo. Le sudaban las manos y mantenía una gran sonrisa. Lo miraba y detallaba cada facción de su rostro y lo quería grabar en su mente.

Capítulo Dos

Kostas estaba muy nervioso; no entendía por qué esa pequeña lo descolocaba tanto. A pesar de que ya tenía 39 años y un divorcio en trámite, jamás se había sentido como un adolescente viendo por primera vez a la chica nueva del instituto. Era una sensación muy extraña, que ni siquiera con su exesposa, la hermosa modelo mexicana Alicia Del Castillo, sintió.

¿Amor a primera vista? Pensó Kostas, pero rápidamente alejó esos pensamientos de su mente. Ella es 22 años menor que él; es una niña. Además, es la hija de su socio, su mejor amigo, y ahora es la hijastra de su hermana Alondra. Como ella le dijo, es su tío Kostas.

Se sintió un pervertido y eso lo tenía mal. No era correcto. ¿Que le pasaba?

—Hermano, ya es hora de irnos para nuestra luna de miel. Te íbamos a pedir un favor. Mañana Athina debe volver al internado. Será posible que ella se quede contigo y Constantin en la mansión y tú mañana la llevas al internado, por favor. ¿Si? —Su hermana Alondra le pidió el favor.

Kostas no se podía negar ante el pedido de su hermana. Aunque sentía que no debía, no fue capaz de decirle que no. Pero la que si estaba feliz de ir con Kostas a su mansión era Athina.

Llegaron al salir de la boda y la chica miraba asombrada todo a su alrededor. Era una majestuosa mansión en el sector más exclusivo de Atenas, con un estilo corintio que denotaba el lujo y el buen gusto de su dueño.

—Bienvenida. Ya le digo a mi ama de llaves Adriana que te enseñe la habitación que vas a ocupar esta noche. —Entraron juntos al gran vestíbulo y allí se presentó el ama de llaves de la mansión y se llevó a la chica para que descansara.

Athina se sintió triste; ella quería estar más tiempo con su tío Kostas, pero entendió que era tarde y él debía de estar cansado, por lo que lo más razonable es que descansara. Ya mañana es otro día y podría hablar un poco con él antes de que se fuera de nuevo al internado.

Athina admiraba a Kostas; cada que salía de vacaciones se extasiaba escuchando a su padre hablar de su gran amigo Kostas. Lo idealizó; cuando se enteró de que se había divorciado, fue un gran alivio para ella. No entendía por qué lo hacía, pero algo en su interior le decía que Kostas iba a ser alguien muy importante para ella.

Al día siguiente, Athina se levantó temprano, se colocó su uniforme y bajó al comedor a desayunar, donde ya la esperaba Kostas.

Este, al ver a la hija de su mejor amigo, a la hijastra de su hermana, se sintió como un depravado al no dejar de ver a la chica con ese informe de colegiala. Rápidamente desvió la mirada, pues se había quedado absorto con la belleza natural de Athina y con esa falda mostraba sus hermosas piernas y él quería ver más. Alejó esos pensamientos. Es una niña, pensaba, y como si un alfiler hubiera pinchado la burbuja en la que estaba, la voz de Athina lo aterrizó en la tierra.

—Kalimera, tío Kostas. ¿Cómo amaneciste? —Cuando Kostas iba a responder, Athina le dio un beso en cada mejilla y lo abrazó.

—Kalimera, Athina amanecí bien, ¿y tú? —pudo por fin responder, mientras Athina se sentaba a su lado.

—Muy bien, tío, feliz de por fin conocerte. —Adriana sirvió el desayuno y en ese momento llegó un muy sonriente Constantin.

—Kalimera a todos. Hola, hermanita, ¿cómo dormiste? ¿No extrañaste los catres del internado? —Constantin, el sobrino de 19 años de Kostas, saludó muy efusivamente a la invitada y esto incomodó a Kostas, pues veía cómo los dos jóvenes se llevaban tan bien, apenas habiéndose conocido ayer en la boda de su hermana. Pensó que ellos sí podían ser algo más que hermanastros, pues se llevaban escasos dos años. Eran jóvenes y libres.

—Jajaja, y cómo sabes que en los internados hay catres. ¿Acaso has entrado a alguno a robarte alguna chica? —Athina le seguía el juego a Constantin, disfrutando el desayuno.

—Qué graciosa eres, Athina, me caes bien. Cuando salgas del internado te voy a invi... —Constantin fue interrumpido por la voz enojada de su tío Kostas.

—Athina, termina rápido el desayuno que debo llevarte al internado. —Kostas interrumpió abruptamente la conversación de los jóvenes y se paró de su silla para esperar a Athina en el auto.

Athina asintió al pedido de Kostas y se apuró a terminar el desayuno sin notar el enojo de Kostas. Pero Constantin, que fue criado por su tío, y conoce cada gesto de él, pudo notar un atisbo de celos y de impotencia en su voz y su actitud.

Mientras tanto, Kostas, en el auto esperandola junto a su chófer, se sorprendía por cómo había actuado. No entendía qué pasaba con él; es inmadura su actitud. ¿Qué tiene esa niña que lo ha descolocado en tan solo unas horas de haberla conocido? Solo deseaba llevarla a ese internado y no volverla a ver jamás.

La distancia de Atenas a Olimpia es de tres horas y media; en ese lapso de tiempo hicieron una parada en la carretera y Athina, ignorando las señales del malhumorado Kostas, hablaba y hablaba sin parar.

En este monólogo, Kostas conoció a Athina, que le contó cómo se enteró de que tenía un papá con la muerte de su madre, que este la fue a buscar un día donde su abuela y le propuso llevarla al internado del Byron College, que es un colegio internacional. Allí aprendería y poco a poco se conocerían como padre e hija sin imponerle la presencia de un desconocido.

Athina cumplió el pedido de su padre de estudiar en el mejor colegio de Grecia y dos veces al año viajaban juntos al destino que Athina decidiera.

Athina describió los lugares con gran entusiasmo, luego puso algo de música y canto. Después de que comieron algo en el camino, Athina, ya cansada se durmió y Kostas se permitió por fin detallar su hermoso rostro. Era una hermosa niña y eso lo tenía loco. No podía mirarla con otros ojos que los de un tío y su sobrina.

—Athina Despierta, ya llegamos. —Kostas le daba pequeños toques, deseando no asustarla al despertarse. Pero Athina no despertaba, por lo que la tuvo que cargar. Inmediatamente la tomó en sus brazos; el olor de su cabello fue el aroma más delicioso que haya olido jamás. Ni el olor del café que amaba ni el olor de los libros se comparaban al de Athina. Su chófer se apresuró a abrir la puerta del instituto y, cuando llegaron a la recepción, todas las miradas de las estudiantes y las profesoras se dirigieron a ellos. Obviamente, no estaba bien visto que una señorita fuera cargada de esa manera, a no ser que el que lo haga sea un familiar directo.

Capítulo Tres

—Buenos días. Soy Kostas Papadakis, el tío de Athina. Se durmió en el auto y no despierta con nada —decía apenado ante la situación. Inmediatamente la recepcionista se paró de su sitio y se acercó a ellos.

—Señor Kostas, venga siente a la señorita Athina en este sillón. —La chica le indica dónde la debe de sentar en la sala de espera—. Yo la voy a despertar; porque ella no duerme, ella muere.

Cuando Kostas la sienta en la silla, la recepcionista le da un doloroso pellizco en el brazo que hace gritar a Athina.

—¡Auch! —Athina despierta asustada por el dolor y se tranquiliza al ver que es Ivet. —Ivet, no me vuelvas a despertar así.

Athina le alega a Ivet y escucha las risas de las demás personas que están en la recepción, hasta que sus ojos se dirigen a su tío Kostas, que mira a su amiga con cara de enojo.

—Señorita, no vuelva a lastimar de esa manera a Athina. —Ruge con demasiada molestia.

Ivet agacha la mirada con temor.

—Disculpe, señor, es que es de la única forma que Athina despierta, si no lo hace con su despertador o de manera espontánea. —Esta respuesta pone intranquilo a Kostas. No es normal que pase esto.

—De todos modos no lo vuelva a hacer. Eso le dolió a Athina. —Athina se sorprende de la sobreprotección de su tío y a la vez la emociona que sea asi.

—Tranquilo, tío, eso ya me ha pasado varias veces y no me molesta. De todos modos debo de despertar de alguna manera. Lo peor fuera que no despertara con nada. —esa explicación no le gustó a Kostas. Algo le pasaba a Athina y él lo iba a descubrir.

—¿Tu papá sabe de esto? —Kostas quiso seguir indagando.

—Sí, tío, él me ha llevado al médico. Ya me tengo que ir; pronto empezarán las clases de la tarde. ¿Me prestas tu celular para guardar mi número? —Kostas obedece al pedido tanto que ni nota el cambio de tema tan brusco que hizo. Athina, antes de recibirlo, se lo hizo desbloquear, anotó su número de teléfono y se hizo una llamada perdida. —Listo, ya tienes mi número y yo el tuyo. Prométeme que cuando cumpla mis 18 años y salga del internado, me lleves a bailar. Eso quiero de cumpleaños; jamás he ido a una barakia y estoy segura de que mi papá me deja ir a una si es contigo.

Kostas no sabía qué decir, pero no se podía negar al pedido de Athina, así que asintió y ella, feliz, le dio los ya acostumbrados besos en cada mejilla. Se despidió y se fue corriendo como una niña pequeña hacia su habitación para ir a las clases.

Kostas se quedó de pie mirando hacia donde fue Athina y, detrás de ella, salió la chica llamada Ivet. No sabe cuánto tiempo estuvo ahí parado, pero debió ser un buen rato, pues salió nuevamente Athina con sus libros hacia los salones de clases, que ya se estaban llenando con las chicas internas y las que llegaban de afuera.

Ella lo miró y le hizo un gesto chistoso y siguió su camino. Solo con ese gesto, Kostas reaccionó y salió rápidamente de ese internado. Debía olvidarse de lo que sentía al lado de Athina y para eso debía concentrarse en su trabajo en este mes que Athanassiau estaba de luna de miel con su hermana Alondra. Un mes, un mes fuera de todo pensamiento que lo llevara a Athina.

Mientras que Athina fue a su habitación, fue seguida de su amiga Ivet.

—Athina, ¿qué fue eso? ¿Es que no te has vuelto a tomar las pastillas? —Ivet la increpa y Athina solo levanta los hombros, restándole importancia a sus reclamos. —¿Es en serio? Qué irresponsable eres. Hace mucho tiempo que no te daba un episodio de esos.

—Ivet, esas pastillas me estaban haciendo aumentar de peso, además me dolían mucho las piernas. —Athina trataba de justificarse con su amiga Ivet.

—Sí, niña tonta, pero ¿acaso no podías hacer dieta y ejercicio? —Athina mira a Ivet haciendo una mueca de desagrado.

—¿Sabes qué es lo que más amo y lo que más odio? —Athina le devuelve la pregunta a su amiga.

—¿Aparte de amar a tu tío? —Athina la mira colocando su dedo en la boca en señal de silencio y mirando temerosa hacia la puerta de la habitación. —Jajaja, tonta, ya sé que lo que más amas es la comida y lo que más odias es hacer ejercicio. Ya sé que eres una floja. Entonces, ¿dime qué vas a hacer? Porque ya preocupaste a tu tío Kostas, que déjame decirte que está bien guapo, más de lo que me imaginé. —Athina la fulmina con la mirada—. Tranquila, es todo tuyo. Pero lo más seguro es que él va a preguntarle a tu papá por tu enfermedad.

—¿Sabes cuál es la solución a mi enfermedad si no quiero tomar más de esas pastillas? —Ivet la mira asombrada.

—Entonces, ¿eso vas a hacer? Estás loca, aún estás joven. ¿Y acaso no quieres ir a la universidad? ¿Y tantos sueños que tienes? —Ivet está que no cree lo que va a hacer Athina.

—Ya, cálmate. No es que lo vaya a hacer mañana. Es solo un plan; por el momento retomaré las pastillas para que no me vuelvan a dar las crisis. —Athina tomó sus libros y salió de la habitación, dejando a Ivet ahí parada y demasiado confundida. Pero lo que no sabe, es que Athina le ha mentido y jamás volverá a tomar esas pastillas.

Cuando salió hacia la recepción y vio a Kostas aún parado donde lo dejó, sintió que estaba haciendo las cosas bien y le sacó la lengua de manera divertida para entrar a su salón de clases.

Pasó una semana y Athina, al dejar pasar un tiempo prudente, sintió que era momento de enviarle un mensaje a su tío Kostas.

📱 Hola, tío, espero que te encuentres bien. No sabes cuánto deseo que el tiempo pase y llegue el día de mi cumpleaños. Sé que va a ser el mejor cumpleaños de mi vida. Te deseo que este resto de mes te rinda en el trabajo hasta que papá vuelva. Un abrazo desde Olimpia hasta Atenas.

Kostas, al ver la notificación, se sorprendió al ver que era un mensaje de Athina. Lo leyó, pero no lo respondió. Había a duras penas que olvidarse de ella y con ese mensaje su pensamiento se volvió a centrar en esa hermosa niña, hija de su socio y mejor amigo e hijastra de su hermana.

No podía dejarse llevar por la obsesión que le podía hacer perder la razón; esa niña era intocable y lo mejor era olvidarse de ella. Mientras tanto, Athina maldecía el hecho de que Kostas la haya dejado en visto. Pero no iba a desfallecer en su intento de que él se fije en ella. Así que al día siguiente no le escribió, simplemente le envió una foto de ella en el jardín del internado.

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