POR AMARTE.
INTRODUCCIÓN.
DONNA FRANKLIN vivía inmersa en un romance apasionado, convencida de que su amor era único, especial… irremplazable. Durante años, se dedicó por completo a un hombre que le prometió el mundo, sin sospechar que él ya poseía uno al que nunca pensó abandonar.
El hallazgo fue un golpe seco, un puñal invisible que le atravesó el pecho: Billy Villarreal no era solo suyo. Tenía una esposa. Una vida paralela que jamás mencionó. Mientras ella fantaseaba con un futuro juntos, él lo compartía con otra mujer.
Sin embargo, lo más desconcertante no fue la traición, sino su propia reacción. No gritó, no lloró, no lo confrontó. En lugar de separarse, una pregunta se asentó en su mente, creciendo como una sombra imposible de ignorar: ¿Por qué ella? ¿Qué poseía Frida Villarreal de extraordinario para ser la elegida? ¿Qué la hacía tan merecedora de su amor, mientras que a ella solo le quedaron los restos de una mentira?
Dona no podía dejarlo ir sin respuestas. Deseaba verla, conocerla, entender qué poseía esa mujer que la hacía tan especial. Lo que empezó como una simple curiosidad se transformó en una obsesión silenciosa, hasta que el destino le ofreció la oportunidad perfecta. Frida no era una mujer común. Era una psicóloga reconocida. Y Dona, cegada por su necesidad de entender, decidió presentarse en su consultorio. No como una rival… sino como una paciente más.
Lo que no previó fue que, en su intento por descubrir a Frida, acabaría enfrentándose a sí misma.
Querida lectora:
Hoy quiero invitarte a ser parte de una historia que nació desde lo más profundo de mis emociones. Por Amarte no es solo una novela: es una confesión hecha ficción, una suma de sentimientos que muchas veces no nos atrevemos a decir en voz alta.
Esta historia habla del amor, sí, pero también de las heridas que deja. Habla de mujeres fuertes que han caído, se han roto en silencio, y aún así encuentran la fuerza de levantarse, una y otra vez, aunque el mundo insista en ponerles piedras en el camino. Quizás, en estas páginas, te encuentres a ti misma o a alguna mujer que conozcas. Y si eso sucede, entonces ya habrá válido la pena escribirla.
No puedo prometer un camino fácil ni una historia de cuento de hadas. Lo que sí te prometo es una trama honesta, cargada de emociones reales, decisiones difíciles y momentos que te harán pensar, enojarte, llorar… y tal vez, volver a creer.
Gracias por permitirme entrar en tu vida a través de estas líneas. Espero que esta historia te abrace, te conmueva y te recuerde que mereces todo, espero disfruten tanto como yo lo hice escribiendo y no se olviden de comentar y dejar sus me gusta, esos comentarios me motivan a seguir escribiendo, pues no soy profesional solo una mujer con buenas ideas.
Estaré publicando a diario aún la novela está en edición, pero ya está casi lista por eso le dejaré varios capítulos.
Con cariño su autora favorita.
CINTHIA VANESA BARROS.
ME HAS OLVIDADO.
NARRA DONA FRANKLIN.
Con frustración, dejo caer el teléfono sobre el escritorio y me cubro el rostro con las manos. Ha pasado un mes desde la última vez que supe de Billy, y aunque trato de convencerme de que simplemente está ocupado, la angustia me consume por dentro. Cinco años de relación y ahora reina el silencio.
Me recargo en la silla y emito un largo suspiro. A través de la ventana de mi oficina, la ciudad continúa con su ritmo agitado: autos tocando el claxon, personas cruzando la calle con prisa, las luces de los edificios encendiéndose a medida que avanza la tarde. Pero yo no percibo nada de eso. Solo recuerdos.
Lo conocí en una noche lluviosa, regresaba del trabajo cuando vi a un hombre siendo asaltado. Mi instinto me impulsó a actuar antes de pensar. Giré el volante y aceleré, embistiendo levemente a uno de los ladrones. No fue más que un empujón, pero fue suficiente para que su cómplice huyera aterrorizado. El otro tambaleó antes de echarse a correr también. Salí del auto con el corazón latiendo en mis oídos.
—¿Está bien? —pregunté, todavía con la adrenalina corriendo por mi cuerpo.
El hombre me miró, sorprendido y divertido al mismo tiempo.
—Sí… gracias. Aunque se llevaron mi reloj y mi anillo.
—Puedo llamar a la policía. Quizás puedan hacer algo.
—No es necesario. De verdad, gracias.
Fue entonces cuando lo observé bien. Alto, con una apariencia elegante, unos ojos verdes que parecían sonreír y una cabellera roja que brillaba bajo la tenue luz de una farola. Su presencia me desarmó completamente.
—Soy Billy —dijo estrechándome la mano.
Y con ese simple gesto, mi vida dio un giro.
Lo invité a un café y me contó que estaba en Los Ángeles de paso. Vivía en Nueva York, donde dirigía su propia empresa de cosméticos. Lo dejé en su hotel esa noche, sin esperar volver a verlo. Pero al día siguiente me llamó y, contra todo pronóstico, acepté salir con él. Nos volvimos inseparables.
Cada vez que visitaba la ciudad, nos reuníamos para cenar, pasear o simplemente disfrutar de nuestra compañía. Lo nuestra era como un sueño para mí. Billy era perfecto. Atento, cariñoso, apasionado… el tipo de hombre que cualquier mujer desearía.
Un año después, me compró una casa y me dijo que no creía en el matrimonio, pero que, si aceptaba el regalo, podríamos vivir juntos como si lo estuviéramos. Para mí, el matrimonio nunca fue un símbolo de estabilidad.
Mis padres se separaron cuando era niña y el proceso fue un infierno. Peleas, tribunales, discusiones por la custodia. . . Al final, mi madre me crio sola, mientras mi padre volvía a casarse y se desvanecía poco a poco de mi vida.
Mudarse a Nueva York implicaba dejar todo atrás: mi empleo, mis amistades, mi independencia. No estaba dispuesta a hacer tal sacrificio y Billy tampoco me lo pidió. Por ello, continuamos con nuestra relación a distancia.
El timbre del teléfono en mi escritorio me saca de mis pensamientos.
—¿Hola?
—Amor… ¿cómo te va?
La voz de Billy me brinda un alivio inmediato.
- ¡Por el amor de dios BILLY! Finalmente me llamas. Me tenías preocupada.
—Lo siento. Una de las bodegas se incendió y el seguro había caducado. Ha sido un desastre. He tenido que arreglar todo solo.
—Lo siento, amor. ¿Requieres ayuda? Puedo pedir días libres y viajar a verte.
—No es necesario. Estaré de vuelta en dos semanas.
—Está bien… —digo, intentando sonar comprensiva—. No olvides comer a tus horas. Sé que cuando trabajas se te olvida hacerlo. Y por favor, llámame.
—Lo prometo, amor. Volveremos a hablar mañana.
—Eso espero.
Colgó la llamada y ni siquiera pregunto por Fernanda, nuestra hija. Desde que ella nació, todo cambió. Al principio, Billy parecía emocionado, pero con el paso del tiempo, sus viajes se volvieron más frecuentes y sus llamadas, más distantes.
¿Por qué sigo amándolo como el primer día, cuando solo lo veo una vez al mes?
Billy siempre dice que trabaja por nosotras, que desea proporcionarnos una vida mejor. Pero a veces, desearía que dejara de esforzarse tanto y simplemente estuviera aquí. Con Fernanda y conmigo.
Suspiro y apoyo la cabeza en mi mano.
—Billy… ¿por qué me has olvidado?
TU AMOR ME DESARMA.
UN MES DESPUÉS.
El aire de la tarde es fresco cuando salgo de la oficina. La ciudad está llena de su frenesí habitual, pero en mi interior, todo es una mezcla de ansiedad y emoción, Billy regresa hoy. Han pasado semanas desde la última vez que lo vi, y aunque debería haberme acostumbrado, su ausencia siempre deja un vacío difícil de ignorar y trato de no pensar demasiado en eso mientras me dirijo a mi auto, la luz dorada del atardecer tiñe las calles y, por un momento, imagino que todo en mi vida es perfecto y que Billy está a mi lado cada día, que Fernanda crece con su padre presente y que no vivo contando el tiempo que nos queda antes de que él vuelva a irse, pero no es así.
Sacudo la cabeza, apartando esos pensamientos, y me concentro en lo que puedo controlar.
De camino a casa, paso por una tienda gourmet. Recorro los pasillos con calma, seleccionando cuidadosamente su corte de carne favorito y una botella del vino que siempre disfrute bebiendo después de la cena. Es una costumbre que se ha vuelto mi ritual, como si el esfuerzo en los detalles pudiera compensar el tiempo perdido. Cuando llego, la risa de mi hija me recibe antes de que pueda abrir la puerta.
—¡Mami! —grita Fernanda, corriendo hacia mí con los brazos abiertos.
La levanto y la envuelvo en un fuerte abrazo. Su calidez es reconfortante, un recordatorio de que hay cosas en mi vida que son constantes.
— ¿Cómo se ha portado mi princesa hoy? —pregunto, acariciando su cabello rizado y sedoso la viva imagen de su padre.
—Como un angelito —responde Sofía, su niñera, con una sonrisa.
—Gracias por cuidarla. ¿Podrías quedarte esta noche? Billy llega y quiero disfrutar del tiempo con él.
—Por supuesto, doña, no hay problema.
—Gracias. No sé qué haría sin ti, Sofí.
—Te aprovechas de que adoro a Fernanda. Ella ríe.
Le doy un beso a mi pequeña y la dejo con Sofía mientras me apresuro a preparar la cena. La cocina se llena del aroma de las especias y la carne dorándose a fuego lento. Me esfuerzo en cada detalle, como si con cada plato pudiera mostrarle cuánto lo extrañado. Después de dejar todo listo, subo a arreglarme. Me detengo frente al espejo y observa mi reflejo. Mi vestido negro resalta mis curvas y el maquillaje sutil enmarca mis ojos. Quiero que me vea hermosa. Quiero que, al mirarme, recuerde por qué me eligió, pero una parte de mí se pregunta si realmente me ama y soy su prioridad, sacudo la cabeza y tomo las llaves, se me ha hecho tarde.
Conduzco apresurada hacia el aeropuerto, esquivando el tráfico con la impaciencia latiendo en mis venas, cuando llego, apenas han pasado unos minutos desde que su vuelo aterrizó, me quedo en la zona de llegadas, buscando entre la multitud hasta que lo veo. Billy se destaca entre todos. Su pelo rojo resplandece bajo las luces blancas del aeropuerto y su presencia sigue siendo imponente. Cuando establece contacto visual conmigo, suena y por un instante, toda la ansiedad se desvanece. Me acerco a él y nos encontramos en un abrazo prolongado, desesperado.
—Este último mes se me hizo interminable… —susurro en su cuello—. No te imaginas cuánto te extrañé.
—Yo también, amor. Lamento no haber llamado con más frecuencia, pero no puedes imaginar lo difícil que ha sido todo.
—No hablemos de eso ahora. Fernanda está deseando verte, y te prepara una cena exquisita.
—Extraño tanto a mi pequeña… Le traje varios obsequios.
Su voz suena sincera, pero algo en su mirada parece distante, desea la sensación y lo tomo de la mano.
—Vayamos a casa. Le digo.
Al llegar, Billy se dirige directamente a la habitación de Fernanda. Escucho sus risas desde la cocina mientras estoy sirviendo la cena. Me esfuerzo por ignorar el pinchazo de celos que me produce que él sea más efusivo con ella que conmigo. No es justo sentirlo, pero ahí está. Disfrutamos de la cena en familia, apreciando el momento. Sin embargo, incluso en la calidez de la comida y la charla, puedo notar que Billy parece inquieto.
Esa noche, en nuestra habitación, su ansiedad se manifiesta en deseo. Sus caricias se sienten más urgentes, como si quisiera asegurarse de que sigo aquí, de que aún soy suya. Me entrego a él, a su boca hambrienta, a su cuerpo que anhela el mío con desesperación. Y por un instante, todo se siente como antes.
Despierto con los primeros rayos del sol filtrándose a través de la ventana. Billy sigue dormido a mi lado, con una expresión apacible, con cuidado, me levantado y bajo a la cocina para preparar el desayuno. Cuando regreso, lo encuentro sentado en la cama, absorto en su teléfono. Su ceño está fruncido y su mandíbula tensa.
— ¿Cómo dormiste, amor? —pregunto, dejando la bandeja sobre la mesa.
Él se sobresalta ligeramente antes de apagar la pantalla y sonreír.
—Bien, porque dormí contigo. No sabes cuánto te extrañé…
Su tono suena convincente, pero hay algo en su mirada que me desconcierta.
—Eso huele delicioso —dice, inclinándose para darme un beso—. ¿Es para mí?
—Por supuesto. Disfrútalo mientras me ducho. Tengo una reunión temprano y no puedo llegar tarde.
— ¿Te irás a trabajar? —Su sonrisa se desvanece—. Pensé que hoy te quedarías, debes recordar que esta misma noche debo regresar.
El nudo en mi estómago se aprieta.
—¿Tan pronto? Pensé que al menos te quedarías un par de días.
—No puedo. Aún tengo que encargarme de la indemnización de los empleados que dejo el incendio de la bodega.
—Si necesitas dinero, sabes que tengo mis ahorros y la herencia de mi padre.
Él sacude la cabeza.
—No te preocupes. Si lo necesito, te lo diré.
—Por favor, quédate hoy. Su tono es seguro, incisivo.
—Lo siento, cariño. No puedo. Te dejaré todo listo para que puedas disfrutar del día con Fernanda.
—Está bien.
Billy luce irritado cuando abandone la habitación, me dolió verlo triste, mientras manejo hacia la editorial, la sensación de ansiedad me consume, siempre le doy la razón, siempre soy yo la que ajusta su vida para que se adapte a la suya, pero hoy no. Hoy elegí mi trabajo. Y aunque intento convencerme de que hice lo correcto, el miedo sigue ahí. Porque algo en Billy ha cambiado. Y me aterra descubrir qué es.
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