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El Olvido No Es Suficiente..!

muerte

Mi nombre es Sofía y tengo dieciocho años. Quiero contarles un poco acerca de mi situación, para que puedan comprender las razones que me han llevado a vivir en el orfanato del Sagrado Corazón.

Me encontraba en el proceso de enterrar a mi mamá, quien había caído enferma. Al principio, solo sufrió de una tos persistente, pero con el tiempo, su condición se deterioró y finalmente no pudo levantarse de la cama.

Ese día, una profunda mezcla de miedo y dolor me rodeaba. La lluvia caía con tal intensidad que parecía como si el cielo estuviera llorando conmigo.

Me quedé solo durante un par de segundos, llorando mientras pensaba en mi mamá. Fue un momento de profunda tristeza y soledad. En ese instante, un trabajador social del estado se acercó a mí y, con una expresión de comprensión en su rostro, me llevó directamente al orfanato del Sagrado Corazón. A mi lado, llevaba una pequeña maleta que contenía todas mis pertenencias, es decir, los escasos objetos que me habían acompañado hasta ese momento y que ahora se convertían en mi única conexión con el pasado.

Mi llegada no fue en absoluto como la había imaginado, ya que fui recibida por una mujer vestida completamente de negro. Su atuendo estaba acompañado de un velo que cubría su rostro, dejando entrever solo una pequeña parte de sus ojos, que me miraban con un aire de inferioridad.

Tranquila, aquí estarás bien, ya lo verás, dijo el trabajador social, mientras me miraba con una expresión de compasión en su rostro. Su voz era suave y reconfortante, y podía notar la sinceridad en sus ojos, que reflejaban una mezcla de esperanza. A pesar de la situación en la que me encontraba, su tono remarcaba que había un lugar seguro esperándome, un espacio donde podría comenzar a sentirme mejor.

En el instante en que puse un pie en ese lugar, comenzó un verdadero infierno para mí.

—¡Abre tu maleta ahora mismo! —exclamó la mujer, su grito resonó con tal intensidad que me hizo saltar del susto.

Abrí mi maleta de inmediato, sintiendo cómo mis manos temblaban incontrolablemente. Al examinar su contenido, me di cuenta de que la ropa que había traído no era adecuada para este lugar; era obvio que no podría usar ninguna de esas prendas aquí.

Justo en ese momento, la mujer se dirigió a mí con voz firme: Deja todo ahí, todo irá a la basura. Ahora ven, te llevaré a tu habitación. Me tomó del brazo con una fuerza sorprendente y comenzamos a caminar por un pasillo oscuro que parecía no tener fin. A medida que avanzábamos, el aire se volvía cada vez más frío, hasta llegar a una habitación que se sentía helada al instante en que cruzamos su umbral solo una ventana pequeña alumbraba.

Me quité rápidamente un pequeño collar que llevaba puesto, temiendo que esa mujer lo notara. Sin pensarlo dos veces, lo guardé cuidadosamente dentro de mi zapato, mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas y empapaban mi rostro.

sin camino.

Cada día se convertía en un verdadero tormento. Durante una de esas noches, noté que uno de los caballos estaba padeciendo de una enfermedad. Preocupada por su condición, decidí guardar una manzana para poder dársela y ayudarlo de alguna manera. Sin embargo, mientras realizaba esta acción, no me percaté de que había alguien observando mis movimientos desde la distancia.

En la oscuridad de la noche, la malvada señorita Roberta me detuvo abruptamente mientras yacía en la cama. Con una fuerza increíble, me agarró del cabello, y, a pesar de mis esfuerzos por liberar mi cabeza de su agarre, el dolor fue insoportable y mis gritos resonaron en el aire.

—Te enseñaré que desobedecer tiene consecuencias —declaró la señorita Roberta con una voz fría y amenazante—. Y si tanto te preocupan los animales, prepárate para descubrir cuán sucios y repugnantes pueden llegar a ser.

Con esas palabras, empezó a arrastrarme con fuerza por los corrales, sin dejarmre la opción a escapar. Cada paso era un recordatorio doloroso de su poder sobre mí, mientras el miedo se apoderaba de mi corazón.

Mis rodillas me causaban un intenso dolor al deslizarme con dificultad sobre las piedras del camino. Cada vez que mi cuerpo se rozaba con las superficies ásperas y duras.

Todas las niñas observaban con temor, sus rostros reflejaban la angustia que sentían; algunas incluso dejaban escapar lágrimas por la situación que estaban presenciando. Sin embargo, ninguna de ellas se atrevía a intervenir, pues sabían que si lo hacían, sufrirían consecuencias aún peores.

¡Te voy a enseñar una lección, sucia niña ladrona! exclamó Roberta, mientras me soltaba en el lodo donde estaban los cerdos.

Así han pasado los últimos años de mi vida, hasta llegar a este momento en el que acabo de cumplir dieciocho años.

—¡Vamos, Sofía! ¿A dónde piensas ir? Aquí tendrás un lugar donde dormir y un trabajo —dijo una de mis amigas, quien ya llevaba más de dos años trabajando en la cocina del orfanato. La verdad es que ninguna de las chicas que estábamos en aquel lugar tenía un hogar al que regresar; y si no éramos adoptadas, nuestro destino sería la calle.

Lo que menos deseo en este momento es pasar toda mi vida al lado de la señorita Roberta, quien sigue intentando hacerme la vida difícil y sin decir que ella hizo todo lo posible para que nadie me adoptará . Sin embargo, tampoco puedo permitir que todos estos niños sufran y se conviertan en víctimas de abusos, tal como nos sucedió a nosotras en el pasado. ¡Es algo que realmente me preocupa! exclamé, mientras dejaba escapar un suspiro profundo y comenzaba a limpiar una gran bolsa de frijoles que tenía a mi lado.

piénsalo un momento, podrías ahorrar algo de dinero y después podríamos irnos juntas ala ciudad, ambas buscaremos poner una gran pasteleria._sugirió Catalina, mi mejor amiga, en aquel lugar acogedor. Se sentó a mi lado con una sonrisa y, al mismo tiempo, colocó cuidadosamente dos tazas humeantes de chocolate caliente sobre la mesa.

robo

Estábamos a punto de terminar de disfrutar nuestro chocolate y de completar nuestras tareas , cuando de repente escuchamos el sonido de los pasos de Roberta acercándose por el pasillo. Inmediatamente, nos levantamos y comenzamos a recoger todo para dejar todo en orden.

¿Qué es lo que están haciendo? ¡Ya es hora de irse a dormir! Y tú, Sofía, necesito que prepares mi bañera de inmediato, dijo la señorita Roberta con un tono autoritario.

No dije nada, simplemente salí de la cocina y me dirigí rápidamente al baño de ella. Allí, comencé a llenar la tina de baño y a agregar las sales que Roberta solía usar para sus baños.

Hice todo lo posible por no cruzarme con ella, así que, tan pronto como terminé, salí de su habitación y comencé a caminar por los pasillos hasta llegar a mi cuarto. Al llegar, me dejé caer sobre la cama y, en cuestión de segundos, caí en un profundo sueño.

A la mañana siguiente, como siempre, fui al río a nadar un rato. Estar en el río y disfrutar de su tranquilidad era mi única felicidad, lejos de todo.

Me quité por completo toda la ropa al entrar en el río.

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Por otro lado, estaba Lucius, quien había quedado varado en el camino con su carreta y su caballo. Estaba buscando un lugar por donde continuar su trayecto hasta que finalmente llegó al río. Al llegar, se quedó pasmado al contemplar la belleza de una mujer que se despojaba de su ropa justo ante sus ojos. Tragó saliva al darse cuenta de su extraordinaria hermosura, la cual lo dejó completamente atónito.

No pudo despegarse del lugar donde estaba, ya que deseaba seguir observándola. Cuando ella emergió del agua, él volvió a tragarse la saliva, pues la veía absolutamente perfecta ante sus ojos.

Sofía se apresuró a ponerse su ropa y comenzó a caminar, echando un vistazo a la carretera. Alrededor no había nadie a la vista, pero notó una gran canasta llena de frutas. A pesar de que no quería hacerlo, se sintió impulsada a tomar una de ellas.

En ese preciso instante, escuchó la voz de Lucius resonando a lo lejos, gritando con fuerza.

—¡Hey, ladrona! —gritó Lucius mientras corría hacia ella.

Sofía deseaba devolverla, pero el temor la invadió por completo. Sin pensarlo mucho, salió corriendo y no se detuvo hasta llegar al orfanato. Una vez allí, logró saltar la cerca y, con cuidado, empezó a recorrer los pasillos. Caminaba con paso sigiloso, intentando que nadie la descubriera.

Su corazón palpitaba intensamente mientras sus ojos se posaban en un enorme mango que sostenía en sus manos. La fruta brillaba con un color vibrante, y su aroma dulce llenaba el aire, casi haciendo que se olvidara del mundo a su alrededor.

¡Hey, holgazana! La cocina te está esperando! exclamó Roberta, golpeando enérgicamente la puerta con su bastón, haciendo eco en el silencio del lugar.

Sofía escondió el mango y entró a la cocina, mostrándoselo a Carolina con una sonrisa.

—¡Por Dios, ¿dónde lo encontraste?! —dijo Carolina, sonriendo mientras lo tomaba y lo olfateaba.

Había un hombre en la carretera y le quité algo que no necesitaba, tenía una canasta llena de frutas muy caras. Pero tú no te preocupes, ¡vamos a hacer una gran tarta para las niñas!—dije sonriendo mientras servía leche en varios vasos.

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