Jimena, de 25 años, trabajaba en una boutique de renombre. Era la gerente general de dicha empresa. Ella se caracterizaba por ser muy alegre y atenta con todos los clientes.
Alta, de cabello castaño que le caía como cascada a mitad de la espalda. Sus amigas la querían mucho, pero había una, Linda, que no la podía ver ni en pintura.
Ella era la única que no le hablaba, aunque Jimena se esforzaba por llevar la fiesta en paz. Pero Linda no ponía nada de su parte y siempre buscaba la manera de ponerla en mal con sus compañeros (hombres y/o mujeres).
Claro, ahí todos conocían a las dos, y sabían cómo era cada una de ellas. Así que se ponían de parte de Jimena, ya que ella era muy tranquila y jamás se le veía pelear o discutir con nadie, a menos que se tratara de algún modelo nuevo de ropa.
La vida de Jimena era muy buena, tanto en estabilidad como en trabajo. Ya que gozaba de buen sueldo, una familia muy unida que constaba de sus padres, y dos hermanos menores que ella.
Además, de una abuela que la quería mucho.
La vida da muchas vueltas, primero estamos arriba y después estamos abajo. Jimena jamás se imaginó que su vida cambiaría tanto a raíz de un amor, que, tal vez sería el primero y el último en la vida de ella.
Pero comencemos con esta historia.
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Jimena, apúrate que tu padre necesita llegar temprano a su trabajo.
Voy, mamá, solo me lavo los dientes.
La abuela intervino, si quieres te pido un Didi para que tu padre se pueda ir a su trabajo, hija.
Gracias, abuelita, eres un amor, y yo creo que sí, será lo más conveniente.
Jimena siempre se tarda mucho en arreglarse, dijo uno de sus hermanos.
Nadie te preguntó, metiche, dijo Jimena.
Uy, qué carácter hermana ya te hace falta un amor.
Y a ti te hace falta una vida nueva siempre te andas metiendo en la vida de los demás.
Ya, dejen de pelear, dijo la madre.
Pues ellos que no dejan de molestar, dijo Jimena, haciendo un puchero
El DiDi llegó, dijo la abuela María.
Gracias, abuela, eres un amor, me voy; que no se les haga tarde para la Facu, dijo volteando a ver a sus hermanos.
"Que no se les haga tarde para la Facu", la remedó Darío, ni que fueras mi mamá.
Jimena salió sin responder, el DiDi ya la estaba esperando.
Harían bien en ya no estarse peleando con Jimena, ella es muy buena persona y ustedes nomás la están hostigando, dijo la abuela María.
Ya lo sabemos, abuela, solamente estamos bromeando con ella. Nosotros la queremos mucho, ¿verdad que sí, Josef?
Por supuesto que sí, abuela, nosotros la queremos mucho. Bueno, nosotros nos vamos porque tenemos exámenes.
Cuídense mucho, hijitos.
Carolina salió a despedirlos a la puerta, que Dios los bendiga, cuídense mucho.
Sí madre, nos vemos, adiós.
Alex, el papá ya se había ido hacía rato.
Ellos eran una familia muy unida aunque a veces se peleaban se querían mucho.
Al llegar a su trabajo todos la saludaron.
Hola, Jimena, ¿cómo estás?
Jimena, qué bueno que viniste. Mira, te traje un café, dijo una de sus compañeras.
Gracias, Sarah, y es justo el que me gusta.
Espero que todos vengan con la mejor actitud, necesitamos ver algunos modelos, ¿Ya los tienes listos, Sarah?
No han llegado aún, pero no creo que tarden.
Ok, en cuanto lleguen me avisas, por favor.
Dile a Pascual que tenga listo el salón de eventos.
De acuerdo, ¿algo más?
Sí, dile a Linda que necesito verla en el acto, por favor.
Claro que sí. Sarah salió el del despacho de Jimena y fue a buscar a Linda.
La encontró en el comedor muy a gusto desayunando.
¿Cómo, todavía de que llegas tarde te pones a desayunar?
Y eso a ti, ¿qué te importa?, dijo Linda con muy mala actitud.
¿Se te olvida que soy tu jefe inmediato y te puedo correr si me da la gana?, ve con Jimena, te necesita, ya.
Linda dejó todo lo que estaba en la mesa y se fue al despacho de Jimena.
¿Me mandaste llamar?, dijo, su actitud dejaba mucho que desear.
Necesito que le ayudes a Pascual a preparar el salón de eventos, esta tarde habrá una pasarela. Por favor, que quede lo mejor arreglado posible porque vienen varias personalidades muy importantes.
Está bien, lo haré. ¿Es todo?
Por lo pronto, sí, en cuanto termines ahí vienes otra vez.
Linda se fue poniéndose una mano en la frente, a sus órdenes, jefe.
En cuánto salió, esta mujer se cree la dueña del universo.
Jimena, por su parte... "Qué pesada es esta mujer. Espero que cambie de actitud porque ya me está cansando".
Jimena era muy buena persona, pero sí hubiera algo que la colmara la paciencia estallaría.
Y, a decir verdad, Linda ya le estaba colmando el plato.
"Lo platicaré con Roberto a ver qué se puede hacer con esta mujer".
Si fuera por Jimena ya la hubiera corrido desde hace mucho.
Roberto era el dueño de la empresa tenía otras dos sucursales.
En las tres sucursales le iba perfectamente bien. Jimena era la gerente general de las tres tiendas y se daba sus viajes de vez en cuando para que todo marchara bien.
A sus 25 años no había conocido aún el amor y no había ningún chico a la vista que le gustara. Los que trabajaban con ella no le llamaban la atención. Tal vez no soñara con un príncipe azul pero sí soñaba con un hombre guapo, atento y cariñoso y que tuviera detalles muy bonitos con ella.
Aunque en su mente ella sabía que ese hombre no existía.
Pero aún así no podía dejar de soñar en ese hombre perfecto.
"Tal vez algún día lo conozca", se dijo Jimena.
"Pero, ¿sabré acaso cuándo es el momento adecuado para dar mi corazón? ¿Y si me equivoco?, ¿y si conozco a un hombre y no es el que necesito?".
Por lo pronto, el trabajo la absorbía, el salón de eventos estaba listo y ya habían llegado los personajes VIP.
El menú de entrada ya estaba preparado, habían contratado los mejores cocineros para que les prepararan los mejores aperitivos para los personajes.
Los vestuarios y las modelos también estaban listas para su pasarela, Jimena estaba muy conforme con todo lo que se había hecho.
Entró al salón como una reina iba muy elegante con ese vestido rojo pegadito al cuerpo. Y unos zapatos de tacón, rojos también.
Al verla todos los que estaban reunidos aplaudieron.
Ella tomó el micrófono y empezó a hablar.
De antemano quiero darles las gracias por estar aquí presentes. La colección que van ustedes a observar es de las más recientes. Espero que les guste y ya saben al final dirán cuál les gustó o cuál quieren. Muchas gracias.
Un maestro de ceremonias dirigió toda la pasarela.
Los inversionistas estaban contentos con los modelos nuevos de ropa que estaban mostrando. De ellos dependía que abrieran otra sucursal en otro estado. El dueño del local estaba muy contento con Jimena porque resultó ser una gran anfitriona, además, de tener una buena calidad de persona.
Más, de pronto, cuando todo estaba saliendo a pedir de boca se fue la luz...
La gente que estaba presente se sacó de onda. Jimena se sintió mal de momento, pero inmediatamente recobró el aplomo.
La luz de apoyo se encendió de inmediato.
Disculpen, solo fue un mal momento, pero ya está todo arreglado sigan disfrutando de la pasarela.
Como por arte de magia la luz regresó. Jimena era muy eficiente y logró salir avante de ese mal momento.
Esto sucedió porque quería darles una buena sorpresa, ahora con ustedes el modelo final el más importante de todos.
Todos los que estaban ahí aplaudieron entusiasmados.
Nadie notó que Linda hacía una mueca de disgusto.
El éxito fue rotundo, los personajes VIP se llevaron por lo menos tres colecciones cada uno.
Ahora Linda estaba que trinaba de coraje.
Maldita estúpida. Por esta te salvaste, pero pronto lograré mi objetivo.
Cuando todo terminó y los personajes se hubieron ido Jimena encaró a Linda y a Pascual.
¿Qué fue lo que pasó?, ¿no acomodaron bien la luz o qué? Por poco me hacen perder una inversión muy importante.
Discúlpame, Jimena, no sé qué fue lo que pasó yo tenía todo arreglado. Linda, ¿tienes idea de lo que pudo haber pasado?
Por supuesto que no, yo hice todo lo que tú me pediste.
Entonces, ¿por qué se fue la luz? Es la primera vez que me sucede esto.
Yo que voy a saber yo no soy electricista, contestó linda de mala manera.
Por esta vez lo voy a pasar de largo, pero que no se vuelva a repetir, ¿estamos?
Vayan a sus casas y espero que mañana regresen con buena actitud.
Cuando todos se fueron Jimena fue a checar en el interruptor de la luz.
Curiosamente, un arete estaba tirado cerca.
Jimena recordó a Linda y se dio cuenta de que le faltaba un arete solo que en ese momento no le dio importancia.
¿De manera que fuiste tú?, ya lo sospechaba, pero no estaba segura.
Jimena sabía que no era santo de devoción de Linda, pero jamás imaginó que le sabotearía su pasarela.
Hola, familia, ¿cómo están?, dijo Jimena al llegar a su casa.
Carolina se acercó a su hija, ¿cómo te fue hoy, mi vida?
Tuve un pequeño inconveniente, pero lo pude resolver a tiempo.
Llegas a tiempo la cena ya está servida.
Ándale, hermana, que ya muero de hambre, dijo Darío.
Estás de suerte porque ya estoy aquí.
Todos fueron a sentarse a la mesa y cada quien se sirvió su porción.
¿Sabes, mamá?, una de mis empleadas me quiso sabotear mi trabajo. Afortunadamente, logré controlar el momento. Gracias a eso, tuve buenas ventas de los nuevos modelos.
¿De verdad, hija?, eso me causa alegría.
Uy, hermana, eres muy afortunada tienes visión del futuro, dijo Darío, sonriendo.
Por supuesto que sí, Darío, aunque lo digas de esa forma tan sarcástico.
No, hermana, te lo digo en serio, de verdad me parece que eres muy lista. Y no solo me parece estoy completamente convencido.
Gracias hermano, y, por supuesto que sé, que deseas lo mejor para mí.
Yo también deseo lo mejor para ti, dijo Joseph.
Yo lo sé, yo también los quiero mucho a los dos.
Al poco rato.
Gracias, mamá, estuvo muy rica la cena.
Agradécele también a tu abuela, ella y yo hicimos la cena.
Gracias, abuelita, eres un amor, se levantó y le dio un beso.
Ah, mira, ¿y yo no merezco un beso?, dijo Carolina, celosa.
Claro que sí madre. Ximena se acercó a ella y también le dio un beso en la mejilla.
Me voy a acostar he estado muy estresada, que descansen todos.
Alex, que hasta ese momento había estado callado dijo: Te felicito, hija, por tu triunfo yo sé que siempre logras salir adelante en lo que te propongas.
Gracias, papá, con permiso.
Jimena se acostó, su mente empezó a recordar el momento en que se fue la luz en la pasarela.
Tendría que darle una buena lección a Linda o, de lo contrario, seguiría saboteándole su trabajo.
Con esos pensamientos se quedó dormida.
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El nuevo día le trajo nuevas esperanzas a Jimena.
Cuando estuvo lista para irse a su trabajo bajó a desayunar con su familia.
Por lo que veo dormiste bien, ¿verdad?, tienes una cara que da alegría verte.
Uy, hermano, qué atento eres.
Hoy entro un poco más tarde, si quieres te puedo llevar a tu trabajo, dijo Alex.
Gracias, papá. Trataré de comprarme un auto lo antes posible.
No te preocupes, hija. No me molesta para nada llevarte.
Yo lo sé, pero necesito mi independencia.
Si tú lo dices y le guiño un ojo.
Bueno, hemos llegado.
Nos vemos a la noche, padre.
¿Quieres que pase por ti?
Nada me daría más gusto.
Está bien, entonces pasaré por ti más tarde, ¿de acuerdo?
Ok.
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Varios de sus empleados ya estaban ahí.
Buenos días, Jimena saludó a todos.
Pascual, en cuanto llegue Linda me la mandas a mi despacho, por favor. Y vienes tú también.
Está bien, dijo Pascual sin ninguna emoción en su cara.
Jimena entró en su despacho y se dispuso a revisar los bocetos de los vestidos que mandaría pedir a las otras sucursales.
Se oyó un toquido a la puerta de su despacho.
Pasen.
Buenos días, ¿nos mandaste llamar?, dijo Linda con una actitud muy prepotente. Vestía una falda corta y un top. Parecía maniquí de un aparador.
Siéntense, por favor.
Quiero que sepan que lo que pasó ayer no me tiene contenta. Yo sé que esto no fue un accidente fue provocado. Ustedes dos fueron los encargados de arreglar todo el salón.
Pascual te conozco de varios años y sé que tú serías incapaz de sabotear mi trabajo.
En cambio, tú, Linda, sé que no me quieres y también que te caigo mal. Harías lo posible porque yo nunca progresara, pero, ¿qué crees? Le diste promoción a mi trabajo y vendí más de lo que hubiera imaginado. Solo por eso no te voy a suspender, pero lo que sí voy a hacer es mandarte a los archivos por una semana. Ya que si paso por alto esto que hiciste todos se me van a alebrestar y van a querer hacer lo mismo. Por eso tengo que poner orden y disciplina, sin excepción alguna.
Luego, habló por el interfono, Laura, ¿puedes puedes venir un momento, por favor? Pascual, puedes retirarte. Pascual salió y entró Laura.
Por favor, muéstrale a Linda lo que va a hacer en los archivos. Una semana estará a tus órdenes.
Laura enarcó las cejas, sí, Jimena, lo que tú digas.
Es todo, pueden retirarse. Linda, ve con ella, por favor.
Linda se fue de mala manera, odiaba tener que obedecer órdenes.
Linda estaba en su nuevo puesto, aunque solo era por una semana no estaba conforme.
Laura no la dejaba descansar, había muchas carpetas por archivar.
En cuanto termines aquí, sigues con esas de allá.
Linda volteó a ver donde le señalaba Laura...
Son muchas, y tú, ¿qué vas a hacer?
Tú a mí no me preguntas nada, yo soy la que manda. No te distraigas ese trabajo tiene que salir hoy mismo.
Laura la dejó ahí, mientras linda se quedaba sumamente enojada.
Tomó la carpeta más nueva y la revisó, en ella había fotos de las modelos con los vestidos más hermosos que había visto en su vida. Esos ya estaban vendidos, se iban a entregar al día siguiente.
Entonces, una idea se le cruzó por la cabeza. Fue a la bodega donde estaban los vestidos exclusivos; tomó uno y, con unas tijeras que sabe Dios dónde las encontró, lo destrozó, hizo lo mismo con los demás vestidos.
Al final solo quedaban puros pedazos de tela.
Orgullosa de su proceder se fue a su nuevo lugar de trabajo, y siguió archivando las carpetas.
Al final del día cada quien se fue a su casa.
Como era su costumbre, Jimena no se iba sin antes revisar que todo marchara bien.
Uno a uno fue checando los departamentos. Al parecer, no había nada que temer. De pronto algo llamó su atención; la puerta de la bodega, la que debería estar cerrada, estaba abierta.
Ella se acercó, temerosa, preguntándose quién había entrado ahí.
Al entrar se llevó una terrible sorpresa: Los diseños que se entregarían al día siguiente, estaban completamente destruidos.
¡Dios mío! Esto no puede estar pasando, mis vestidos exclusivos. Mañana tengo que entregarlos.
Y sin poder evitarlo, gruesas lágrimas rodaron por sus ojos.
Se dejó caer en un sillón, se tapó la cara con ambas manos. Lloraba copiosamente, estaba perdida. ¿Cómo iba a resolver el problema? Ella que por eso era la gerente, porque siempre resolvía todos los problemas que se presentaban. Ahora se sentía como en un callejón sin salida.
Luego, suspirando hondo, llamó a Pascual, su fiel colaborador.
Jimena, ¿qué pasa?, acabo de llegar a mi casa. ¿Estás llorando? Tranquilízate, en este momento salgo para allá.
Y como alma que lleva el diablo salió de su casa.
Al poco rato llegó.
Entró a la tienda, Jimena estaba en la bodega, lloraba a mares.
En cuanto lo vio, corrió a abrazarlo.
Cálmate, ¿qué te sucede?
Antes de que Jimena contestara, Pascual vio por encima del hombro de ella.
La quitó suavemente. ¡¿Qué es esto?! ¿Quién lo hizo?
No lo sé, pero creo que fue Linda, ella hace todo lo posible por sabotearme cada cosa que yo hago.
Deja de llorar, nada de esto importa.
Pascual, esta mercancía se tenía que entregar mañana, ¿con qué le voy a salir ahora a los clientes? Eran modelos exclusivos.
Tú relájate, no te preocupes, mañana veremos qué hacemos.
Pero...
Ándale, te llevo a tu casa, por ahora olvídate de este incidente, mañana vemos, ¿ok?, ya, tranquila.
Ya en su casa, Jimena estaba como agua para chocolate.
Nada la podía calmar.
"Esta vez se pasó de la raya, pero dejo de llamarme Jimena Rocha si no pongo a esa mujer en su lugar", "ya verá la sorpresa que le voy a dar", maldita estúpida.
¡Jimena, ya está la cena!, gritó Carolina desde el comedor.
Ella contestó a su vez, no tengo hambre, mamá.
Órale, esto sí que es raro, ¿mi hermana no tiene hambre?, dijo Joseph en son de burla.
Cállate, no te metas con tu hermana, dijo la abuela.
Es broma, abu.
Joseph tiene razón, es raro que Jimena no tenga hambre.
Iré a hablar con ella, dijo Carolina, si quieren empiecen a comer, enseguida vuelvo.
Carolina tocó a la puerta del cuarto de Jimena. Hija, ¿puedo entrar?
Pasa, mamá.
¿Qué te pasa, hija?, ¿por qué no quieres cenar?
No me siento bien.
Las penas con pan son menos, ¿por qué no cenas y luego vemos en qué te puedo ayudar?
Está bien, mamá, enseguida bajo, me voy a lavar la cara.
Rato después, todos comían animadamente. Por un momento, Jimena se olvidó de su problema.
Cuando terminaron de comer, Carolina les sirvió el postre, pastel de chocolate y café.
A Jimena le gustaba mucho ese pastel, era su favorito. Así que comió con avidez.
Ya en su cuarto, su mente volvió al problema que tenía encima.
Dios mío, no sé que voy a hacer, estoy muy preocupada.
El sueño vino en su ayuda.
Después de todo, si ya no había remedio, ¿pues qué podía hacer?
La noche estaba muy oscura, no había luna, solo las estrellas brillaban en lo alto.
Al parecer, el sueño era reparador porque Jimena dormía plácidamente.
Pronto, se apagaron las luces de esa casa.
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Al dia siguiente, muy temprano, más de lo normal, Jimena ya estaba ahí.
Mandó a limpiar la bodega. Tenía que llamar a los clientes y explicarles la situación.
Respiró hondo y tomó el teléfono de la empresa, y justo cuando iba a hacer la llamada, Pascual llegó con su habitual jovialidad y alegría.
Hola, Jimena, ¿qué haces?
Voy a llamar a los clientes.
Espera, afuera está la policía.
Que entren, por favor.
Rato después, cuando llegó Linda.
Ella es la responsable de todo, llévensela.
¿Por qué, de qué se me acusa?
No lo niegues, tú destruiste todos los vestidos exclusivos, que estaban por entregar. Eres una enferma. Y, sin poderlo evitar, le dio una cachetada.
Pascual la detuvo antes de que le diera otra.
La policía se la llevó.
Ahora, tengo que llamar a los clientes, ni me queda de otra. Una lágrima brotó.
Jimena, te tengo una buena noticia. Cuelga el teléfono.
¿De qué hablas?, no estoy para noticias, buenas o malas.
Pascual la tomó de la mano y la llevó a la otra salita de la bodega.
Luego, abrió la puerta de par en par.
Jimena abrió los ojos como la puerta, el asombro fue espontáneo... Una mezcla de alegría y serenidad la invadió.
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