👧Narra Quetzally👧:
Octavio anunció el final de nuestra relación delante de nuestros amigos.
"Terminamos", dijo, mirándome fijamente.
"Ok", respondí, sintiendo una mezcla de alivio y sorpresa.
"¿Qué?", preguntó, con una expresión de incredulidad en el rostro.
"¿Esperabas que llorara, te rogara y te preguntara qué hice mal para que me terminaras? Lo siento, te equivocaste de chica", murmuré mientras me acercaba a él. "No pienso humillarme pidiéndote explicaciones para lo que ya está claro".
"¡Uhhh! Amigo, te batearon como bola de béisbol", bromeó su amigo.
"¡Cállate! Que yo la terminé", respondió Octavio enfadado antes de marcharse.
Ese hombre no era mi primer amor, ni mi verdadero amor, ni mi destino. Quizás solo fue un capricho, porque desde el principio supe que sería un amor problemático. Pero como suele suceder, entre más te prohíben algo, más lo deseas.
"¿Estás bien?", me preguntó Miriam, mi mejor amiga.
"Por supuesto", respondí con una sonrisa fingida.
"¡Te quiero!", exclamó, abrazándome. "¿Qué día es hoy?"
"viernes", respondí.
"¡viernes de peda!", gritó emocionada, y empecé a tararear
...Pa'l mal de amores...
...Tequila con canciones...
...Que yo por él ya no voy a sufrir...
......Te juro, no voy a sufrir......
“Aún falta un mes para que nos graduemos, pero hay que ir adelantándole a la despedida ¿no?” dice con ojos sonsacadores.
“Tienes razón”, asentí levantándome para abrazarla por el cuello mientras caminábamos juntas.
"Pero hoy no iremos a cualquier bar, hoy iremos al 'The Carley'", anunció.
"¿The Carley?", pregunté desconcertada.
"Sí, es el bar al que va mi hermana. Podemos entrar sin problemas porque su novio es sobrino del dueño", explicó Miriam.
"Ah, entiendo", respondí.
“No me digas que no has oído hablar de ese bar”, dice asombrada.
“La verdad … es que no, nunca antes había escuchado ese nombre de bar” respondo sinceramente
“Actualízate, no todo es estudio. Ja Ja Ja”, dice con tono burlón.
"Quita esa cara. Es un bar para la élite, pero no te preocupes por los gastos. Soy la hermana de la novia del hijo del dueño, así que solo debemos anotarlo a nombre de mi cuñado. Aunque él lo dijo para quedar bien conmigo, se notaba en sus ojos", agregó Miriam.
Tomamos un taxi hasta nuestro departamento, nos arreglamos y en una hora y media llegamos a un lujoso y elegante lugar. Nos dirigimos a una mesa y pedimos dos cervezas.
"Dame tu cartera", pidió Miriam.
"¿Para qué la quieres?", pregunté mientras se la entregaba y agrego “Antes de que la abras, déjame decirte que solo traigo $150 y unas cuantas telarañas, que creo que no te sirvan en este lugar.”
"No quiero dinero, quiero esto", dijo, sacando una foto de mi cartera en la que salíamos Octavio y yo.
Tomó un trago de su bebida y continuó hablando.
"A este cobarde, poco hombre, hijo de su... Bueno, no, ¿verdad? Su mamá no tiene nada que ver... Bueno, sí tiene que ver, porque no lo educó con valores. Merece irse muy lejos", insultó mientras lo miraba, luego cortó la fotografía por la mitad.
"Toma, esta parte merece ser guardada y valorada", dijo, dándome la mitad en la que estaba yo. Luego se levantó.
"¡Disculpen caballeros! Pero esto es una emergencia", anunció, tomando la botella de la mesa de al lado.
"Ahora sí, pusilánime", agregó, arrugando la otra mitad en la que estaba Octavio y metiéndola en la botella.
...y metí la foto dentro de mi copa...
...y en ella tu imagen se fue disolviendo...
...y poquito a poco y muy lentamente...
...todo tu recuerdo me lo fui bebiendo...
Los chicos de la mesa de alado empezaron a cantar y luego le siguió Miriam
......Y me bebí tu recuerdo...
...para que jamás vuelva a molestarme...
...y quiero que sepas que aunque adolorido...
...hoy ni de tu nombre yo quiero acordarme....
"¡Mesera! Tráigame cuatro botellas de cerveza, dos para estos caballeros y las otras para nosotras, por favor. Y anótelo a nombre de Alberto Ramírez", ordenó Miriam antes de volver a sentarse.
Unos segundos después, la camarera llegó con las bebidas.
"¡Amiga! Vamos a brindar por tu soltería", propuso Miriam, sirviéndome un trago.
"Este amor fue muy lindo. Por un momento llegué a pensar que sus padres me habían aceptado", comentó, tomando un trago.
"Ya no estés triste. Total, hombres sobran aquí y en el otro lado del mundo", consoló Miriam, sirviéndome otro trago que bebí de un sorbo.
"Vamos a bailar que la noche es joven", sugirió Miriam, borracha, tomando mi mano y llevándome a la pista de baile.
Me desenvolví como nunca antes lo había hecho. La música combinada con el alcohol me hizo perder la poca inocencia que me quedaba. Mientras bailaba, sentía que alguien me observaba. Busqué con la mirada y vi unos ojos hermosos como el mar. Pertenecían a un hombre apuesto, con una mirada inexpresiva y dura, pero si prestabas atención, podías ver una chispa de calidez y tristeza en ellos. Dejé de bailar y me acerqué a la barra para pedir otra bebida.
^^^La canción que tararea es “Mal de amores” de Becky G y Sofía Reyes.^^^
^^^La de los chicos del bar se llama “Me bebí tu recuerdo” de un gran cantante colombiano Galy Galiano.^^^
"¡Hola!" escuché una voz grave que erizó todo mi cuerpo. Volteé, levanté un poco la cabeza y vi al hombre que me observaba mientras bailaba, con una expresión intrigante en su rostro, que despertó mi curiosidad.
"¡Hola!" contesté con dificultad, sintiendo un ligero rubor en mis mejillas.
"Sírveme un trago de cerveza y un Raw para la señorita, por favor," le dijo al bartender con una voz firme, pero amigable.
"¿Eres de por aquí?" preguntó mientras se acomodaba a mi lado.
"No, estudio aquí. ¿Y usted?" respondí, tratando de ocultar mi nerviosismo.
"Háblame de tú, somos casi de la misma edad. Estoy de paso, es la primera y última vez que vengo aquí," comentó, mientras su mirada se desviaba hacia el movimiento de la pista de baile.
"¿Ya menos mareada?" pregunto con una ligera sonrisa, notando mi estado.
"¡Sí!" respondí,
"Deberías tener cuidado cuando tomas, no te excedas. Puedes poner en riesgo tu vida y tu seguridad," advirtió, mostrando una preocupación genuina en sus ojos.
"¡Gracias!" agradecí y en ese momento mi teléfono sonó, interrumpiendo el momento. Era mi amiga.
“Miriam ¿En dónde estás?, te he estado buscando” dijo al contestar el teléfono.
“Quetza, soy Karol, no sabía que estabas con ella, me topé con ella en el bar y como estaba muy pasada de copas, me la traje a casa, ¿Quieres que te vayamos a recoger?” pregunta angustiada la hermana mayor de Miriam.
"Aprecio tu preocupación, Karol, pero puedo regresar sola," respondí, tratando de transmitir confianza a través del teléfono.
Después de terminar la llamada, me dirigí al baño antes de irme, al pasar por la entrada distinguí la figura de un hombre hablando por teléfono en una esquina. cuando noto mi presencia se fue y yo continúe mi camino al baño.
Al salir del bar, decidí tomar precauciones y tomé mi gas pimienta. Observé a mi alrededor con cautela, pero mi atención fue atrapada por la figura de un hombre contemplando la luna en la distancia. Su perfil era enigmático y atrayente, y sin darme cuenta, lo estuve observando por unos instantes. Pero dejé de observarlo porque un tipo se acercó a mí, yo retrocedí y le rocié el gas en la cara, pero otro tipo estaba detrás mío.
"Te dije que debes tener cuidado," escuché esa voz grave de nuevo, esta vez acompañada de otro hombre igualmente atractivo con gafas oscuras.
La tensión en el aire era palpable, y antes de que pudiera reaccionar, la situación tomó un giro inesperado.
"Sera mejor que le quites tus ineptas manos de encima," intercedió el hombre de las gafas, con una autoridad que no admitía réplica.
"Y sino quiero ¿Qué?" desafió el otro hombre, desafiante y arrogante.
"Obtendrás más de 3 fracturas, talvez te castren, reciban una sanción de 5 o 10 años de cárcel, por simplemente tocarle un pelo a ella," intervino el hombre de las gafas con una voz firme y determinada.
—¿Qué ocurre? —le pregunto Cerulen
"Estás loco, ¿crees que esta zorra valga eso?" replicó el hombre desafiante. Un golpe del Cerulen bastó para callarlo, lo llamé así por el color de sus ojos.
"¡Demonios!" exclamo el compañero del agresor y se retiró apresuradamente.
"¡Demonios!" replico el chico de las gafas negras
"¿Qué ocurre?" pregunto, Cerulen.
"Olvidé enviarle a mi hermano la lista, me tengo que ir, te veo en el hotel," le dijo al Cerulen con urgencia, antes de desaparecer entre la multitud.
El Cerulen volteó hacia mí, sus ojos buscando los míos con una intensidad inquietante, pero en ese momento, mi teléfono sonó.
"Discúlpame", murmuré, mostrándole mi teléfono con un gesto de disculpa, mientras el tono desconocido persistía en el aire.
"Adelante", asintió con un gesto de la cabeza, dejando entrever una sombra de curiosidad en su mirada.
Con un suspiro resignado, contesté la llamada, y una voz conocida resonó al otro lado de la línea.
📱"Quetza, soy yo", dijo el sujeto con un tono de urgencia y anhelo.
📱"¿Qué quieres?", respondí, tratando de ocultar mi enojo.
📱"Que hablemos", suplicó la voz con esperanza y temor.
📱"No lo habías dejado claro ya. Tú y yo no tenemos nada de qué hablar", contesté con firmeza, sintiendo una oleada de rabia y dolor. Después de unos segundos, colgué la llamada.
"¿Te rompieron el corazón?", indagó, Cerulen con su voz cargada de una mezcla de compasión y curiosidad. Asentí con la cabeza.
"Eso explica tu forma de beber", añadió, su tono ligeramente burlón, lo que provocó una mezcla de irritación y vergüenza en mi interior.
"Te invito un trago, para que te olvides de ese idiota", sugirió, y sin esperar mi respuesta, nos adentramos de nuevo al bar, esta vez hacia la zona VIP.
Pedimos dos cervezas, y mientras bebíamos en silencio, sentí cómo el calor del alcohol se mezclaba con el calor de la mirada del hombre atractivo que estaba sentado frente a mí.
"¿Cómo te llamas?" pregunto para romper el hielo.
"Quetzally, ¿y tú?" respondí.
"Mark," respondió.
Bebí mi trago de cerveza y al cabo de unos minutos, empecé a sentir un calor muy intenso en mí. Miré al hombre atractivo que estaba sentado enfrente de mí de reojo, para percatarme de que no me viera, pero cada vez este fuego se hacía cada vez más grande. Mis hormonas estaban a flote.
Mientras tanto, el chico aflojaba su corbata y miraba de un lado a otro, pero él también evitaba mi mirada. En una de esas miradas que cruzamos, él y yo concordamos, fue un ¡terrible error…!
Nuestros ojos se encontraron, al cabo de unos segundos eternos. De repente, se acercó, tomó mi barbilla y me besó. Ese beso, sin duda, fue dulce y amargo a la vez.
👦Narra Christopher👦:
"Hijo, necesito que te concentres más en el negocio", expresó mi padre con firmeza.
"Deberías acompañarme a la empresa. Hay una reunión importante", agregó, buscando mi atención.
"Hoy no puedo, tengo un vuelo programado para las 12:00 pm", respondí con calma antes de dar un sorbo a mi jugo.
"A tus 30 años, debes asumir la responsabilidad de la empresa. Te hemos respaldado en tu pasión por la aviación, pero ahora es momento de tomar las riendas", insistió mi padre.
"No somos los únicos que dependemos de este negocio. Hay millones de familias que confían en nosotros", señalo, recordando la magnitud de nuestras responsabilidades.
"La aerolínea fue fundada por tu antepasado con mucho esfuerzo. Ahora es tu deber mantener esa tradición y prepararte para transmitirla a la siguiente generación", intervino mi abuela con su sabiduría característica.
"Además, hemos recibido quejas sobre tu comportamiento autoritario y arrogante. Sería mejor que asumas el cargo de presidente y te ocupes de las decisiones importantes".
"El personal en tierra y en el aire necesita disciplina, no solo por el bien de la empresa, sino por la seguridad de nuestros pasajeros", respondí con determinación.
"Además, corre el rumor de que estás involucrado con una azafata", agregó mi padre.
"Si esa mujer demuestra tener las cualidades adecuadas, contribuye al legado familiar y lo más importante si tiene la marca de tu hilo rojo y me da a mi bisnieto la aceptaré. De lo contrario, será mejor que no la traigas a esta casa", concluyó mi abuela antes de retirarse.
"Aún no quiero un hijo", respondo con frialdad.
Rechacé con desdén la idea de no poder tener hijos. Había consultado numerosas clínicas de fertilidad en todo el mundo, pero todas afirmaban lo mismo: no tenía problemas de fertilidad, “Usted NO es estéril, es raro que no pueda procrear”, lo cual me irritaba profundamente.
Mi primera experiencia sexual fue a los 18 años, y aunque tomé precauciones, la segunda vez me dejé llevar por la borrachera. Sin embargo, eso no significaba que me involucrara con cualquiera.
Emma, una azafata de nuestra aerolínea, había sido mi compañera ocasional durante un tiempo. Pero nuestra relación se limitaba a encuentros físicos; no tenía intención de involucrarme emocionalmente con ella. Había jurado que nunca volvería a enamorarme de una mujer.
"Yo no estoy en contra de tu relación, pero tu abuela, tu madre y los cielos sí lo están", dice mi padre.
"¡Es estúpido!", digo, manteniendo mi compostura.
"Ella no es la indicada para ti", escucho la voz de mi abuela acercándose al comedor de nuevo.
"¡Suegrita! Escuchar conversaciones ajenas no es muy bien visto", dice mi padre.
"No los andaba espiando, se me olvidó mi bolso y regresé por él", respondio.
"Pero si lo trae en la mano", replico sin inmutarme.
"No le respondas a tu abuela. Cada día te vuelves más majadero y no me cambies la conversación", dice mi padre.
"Pero yo la amo, ella me ama", respondo con firmeza.
"¿En verdad la amas? Tu manera de actuar cuando hablas de ella me hace entender que solo es para acostones", dice mi abuela con una mirada acusadora.
"Su padre sí la dejó casarse con mi abuelo, ¿por qué usted y mi madre no me dejan?", le digo a mi abuela.
"Te lo hemos dicho muchas veces, ninguna de tus aventurillas es la adecuada para ti y mucho menos para la compañía", insiste mi abuela.
"Sí lo es. La primera vez que la vi, mi corazón palpitó como nunca. La amo demasiado. Aunque ustedes se opongan, esa maldita maldición es poco creíble".
"Ja, eso que te lo crea tu abuela", dice mi abuela, desestimando mis palabras.
"Pero usted es mi abuela", le respondo a mi abuela.
"Pues no te creo. Mi sexto sentido de mujer me dice que no sientes nada por ella. Esa mirada fría sigue sin expresar un sentimiento de calidez".
En ese momento, mi madre entró al comedor con una sonrisa burlona. "Chris, hacía mucho tiempo que no te veía haciendo un berrinche. Me recuerda a cuando eras muy pequeño y siempre encontrabas la forma de que tu padre y tu abuela te compraran los juguetes que querías", dijo con complicidad, recordando esos momentos con nostalgia, pero con una pizca de diversión.
"Quién iba a decir que mi hijo, ese hombre frío como el acero, podía hacer berrinche”, agregó. Su comentario mostraba claramente su apoyo hacia mí, aunque de una manera más sutil y materna.
"¿Por qué una bruja le lanzaría tremenda maldición a mi ancestro, abuela?", contesto, manteniendo mi tono firme.
"Nuestro antepasado se enamoró de una esclava".
"Por lo que me contó mi padre, era hija de una mujer que era bien conocida por toda la región por su sabiduría y sus habilidades medicinales. La familia de nuestro antepasado estaba en apogeo de convertirse en una familia terrateniente. Su influencia y riqueza crecía rápidamente, y con ello, su poder y su posición social. Su posición le otorgaba privilegios y el respeto de la sociedad, por eso sus padres no la querían, porque según ellos era la hija de una bruja, la brujería en esos tiempos era considerado como un pecado y los que la practicaban eran castigados por la santa inquisición y ellos no querían tener ninguna relación con ellas, por temor a que su linaje estuviera manchado”.
"¡Es estúpido y poco creíble!", digo dando un golpe a la mesa y salgo de mi casa, para dirigirme a la compañía. Las horas se me hacen eternas y las quejas de los empleados me ponen de mal humor.
"Sr. Christopher, lo busca el presidente", dice la secretaria de mi padre.
"Presidente", le digo a mi padre.
"Celeste, puedes retirarte", le dice mi padre a su secretaria.
"Hijo, toma asiento. Necesito que me acompañes a México.
Estamos iniciando pláticas con un aeropuerto mexicano para que se convierta en uno de nuestros aeropuertos base y necesitamos cerrar el trato para que podamos extender nuestras conexiones hacia otros países de América del Sur".
"No tengo tiempo", respondo con determinación.
"No te preocupes por tu trabajo, tu abuela ya tiene a tu reemplazo", dice mi padre.
"¿Y cómo van a justificar que iré contigo a cerrar un trato?", pregunto, calculando las posibles implicaciones.
"Eres bueno en lo que haces. Tienes conocimientos en negocios y en planeación urbana en la aeronáutica", responde. "Por cierto, te presento a Josh. Desde hoy será tu asistente".
"Es un placer conocerlo y es un honor para mí trabajar con el futuro presidente", dice Josh.
"Él nos acompañará", dice mi padre. Desde ese día, la semana pasó muy rápido.
En el trayecto a México, mi padre se la pasó todo el vuelo hablándome de los negocios y de los beneficios que obtendríamos al extendernos en el mercado internacional. Cuando llegamos, un señor de mediana edad nos recibió con su hija, bastante guapa y profesional.
Las negociaciones fueron bastante favorables para ambos. Terminó la reunión y Berenice me invitó a unos tragos, a lo que me negué. Sin embargo, mi padre si se reunió con el señor Fernández para beber. Mandé a Josh a descansar.
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