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SECRETARIA DULCE

EL PRIMER DÍA

...SECRETARIA DULCE es una obra original de IRWIN SAUDADE (Chico Literario)...

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...© Todos los derechos reservados © Irwin Saudade...

..."Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, ya sea mediante medios digitales e impresos, sin el consentimiento del autor"....

...Esta es una historia de ficción romántica dramática desarrollada desde la perspectiva imaginaria del autor, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia de que la ficción también revela verdades. ...

...🫦🫦🫦...

...EL PRIMER DÍA ...

¡Lo he dado todo! Creo que si me darán el puesto. ¡Debo ser optimista! Me he esforzado mucho.

—¡Lo hemos logrado! —Me dirijo a mi reflejo en el espejo—. ¡Este puesto será mío!

Abro la llave del agua y humedezco un poco mi cabello. Acomodo mi ropa y me dispongo a salir del sanitario. Justo al doblar en dirección al pasillo, su vaso cruje contra mi brazo.

—¡Lo siento! —Dice él, sus ojos están clavados en mis ojos—. ¿Estás bien?

Compruebo mi ropa y solo hay una mancha de café en mi brazo. ¡Mi piel está manchada!

—No te preocupes, no me pasó nada —limpio la mancha con mis dedos.

Me examina con detenimiento, su voz me parece muy profunda y gruesa.

—¿Eres nueva?

—Algo así, busco un puesto como pasante.

—¿Tomaste la entrevista?

—Sí, de hecho, estoy por ir a que me den una respuesta.

—Bueno, espero que te den la pasantía.

—Gracias.

—¿Qué edad tienes?

—¿Me preguntas mi edad antes de preguntarme mi nombre? Eso no es muy educado.

—Tienes razón. ¡Lo siento! Yo... —Su celular empieza a timbrar—. Te deseo éxito.

Vuelvo a la oficina de recursos humanos, Joaquín me mira con una sonrisa amplía.

—¡Felicidades! Empiezas hoy mismo.

—¡¿De verdad?! —Estoy emocionada.

—Sí. Espero que te sientas muy cómoda haciendo tu pasantía en la empresa, cualquier duda o problema puedes acudir conmigo.

—¡Claro! Te agradezco mucho la oportunidad que me brindan, daré lo mejor de mí.

—Vamos a la cafetería, es hora del almuerzo. Después de almorzar te llevaré a conocer a tu jefe de área.

Joaquín me acompaña hasta la cafetería de la empresa, nos acercamos a la barra para pedir algo y entonces...

—¡Joaquín! —Su voz logra capturarnos—. ¡Necesito hablar contigo! Es de vida o muerte.

La mujer se detiene a su lado y tiene la respiración muy agitada.

—¿Qué sucede? ¿Qué es de vida o muerte?

—¡El jefe acaba de despedir a su secretaria! —Informa ella.

—¿Y eso por qué? ¿Clara hizo algo mal? —Joaquín se pone pensativo.

—Parece ser que ella olvidó agendar un evento importante para el jefe.

—¿Evento importante? Todos los eventos del jefe son importantes. ¡Caramba!

—No sé qué es, pero al parecer era algo extra importante para el jefe.

El rostro de Joaquín se llena de preocupación.

—¡Rayos! Ahora tendré que buscar un reemplazo para... —Pero Joaquín no termina su frase, veo que dirige su vista hacia...

—¿Todo bien? —Esa voz gruesa captura nuestra atención.

—Señor Ferrazzi, ¿cómo le va? —Joaquín aparenta tranquilidad.

—Necesito una nueva secretaria, Clara fue despedida de inmediato —él irradia autoridad.

—Sí, yo me encargaré de...

—¿Quién eres tú? —Ferrazzi se dirige a mí.

Sus ojos me examinan el rostro, tiene las cejas súper pobladas y el ceño fruncido. ¿Por qué me mira así? No me intimida su mirada, pero es un poco electrizante el contacto visual.

—Soy Cris, la nueva pasante —me presento con seguridad.

—¿En qué área estás?

—Estaré en el área de analistas. Seré capturista.

—¿Hoy empiezas?

—Sí.

—¿Qué estudias?

—Ofimática.

Su ceño deja de arrugarse y se lleva una mano para acariciar su barbilla.

—¡Serás mi secretaria!

—¡¿Su secretaria?! —Mi voz le causa curiosidad.

—Eso mismo. Iré a una reunión en este momento, mientras me ausento, ve a mi oficina y comienza a revisar mi agenda para que te pongas al día.

—Pero yo...

Él me ignora y sigue su camino. El ascensor se abre y lo veo desaparecer. ¡Ahora soy la secretaria del CEO!

—¡Te irá bien! —Joaquín me da ánimos—. Mientras no olvides agendar cosas o detalles importantes, puedes terminar tu pasantía como secretaria del señor Ferrazzi. ¿Te parece bien?

—Yo no...

—¡Excelente! Yo invito el almuerzo. ¿Pollo agridulce o pizza?

—Joaquín, yo no estudié asistencia ejecutiva, si quieres puedo conseguir a...

—Tendrás sueldo base si aceptas. ¿Tenemos un trato?

¡Me brillaron los ojos! Claro que la idea de tener un sueldo base me agradó bastante.

—¿De cuánto estamos hablando? —Le pregunto con curiosidad.

—Mil doscientos semanales.

—Mil quinientos semanales —yo propongo el precio.

Él titubea un poco.

—¡Está bien! Tenemos un trato. Redactare el nuevo contrato con esa modificación, ¿te parece bien?

—Por supuesto. ¡Muchas gracias!

—¡Excelente! ¿Quieres café americano o prefieres...?

—No me gusta el café. Prefiero un té limón.

...🫦🫦🫦...

Son las cuatro de la tarde cuando Ferrazzi aparece caminando hacia su oficina. ¿Por qué lleva el rostro serio? Un hombre como él irradia poder y frialdad.

Abre su oficina y la puerta se cierra. Tengo el monitor encendido, estoy redactando un documento y entonces el teléfono de mi escritorio suena.

—Cristell Corona. ¿En qué puedo ayudarle? —Mi voz suena profesional.

—¿Qué pendientes tengo para el día de hoy? —Es Ferrazzi.

—Tiene una reunión con el equipo de marketing y más tarde una cena con Andrea Licona.

—¿Compraste flores?

—Aún no. ¿Debo comprar flores?

—Consigue un ramo elegante.

—¿Qué flores prefiere?

—Te lo dejo a tu gusto, tú debes saber más al respecto.

—De acuerdo.

—¿En qué estás trabajando ahora?

—Termino de redactar una carta, su anterior secretaria no pudo corregirla y en un momento se la enviaré a su correo.

—No sigas con esa carta, ya no es necesario.

—¿Prefiere que la elimine?

—No la menciones de nuevo.

—De acuerdo.

—¿Puedes entrar a mi oficina? Quiero hablarte de algo.

—Enseguida.

Cuelgo el teléfono, tomo su agenda y un cuaderno que se supone, será mi bitácora. Toco la puerta de su oficina y esta se abre con prontitud.

—Tome asiento señorita Cris.

Me acomodo en el sofá negro, hay una taza de café en su mesa y él se sienta en el otro sofá frente a mí.

—¿Cómo te va? ¿Analizaste mi agenda? —Su mirada apunta a mi rostro con firmeza.

—Creo que todo va bien. Su agenda es muy apretada para los próximos días.

Medita en mis palabras, me observa con precisión.

—¿Mascas chicle? —Su mirada a encontrado los movimientos de mi boca.

—Sí. ¿Quiere un poco?

Se ríe.

—No. Prefiero el café sin azúcar —toma la taza y la lleva a su boca.

—¿Debo prepararle sus cafés?

—De vez en cuando sí. Solo debes ir a la cafetería y pedir un café para tu jefe, el barista ya sabe cómo me gusta.

—Está bien.

—¿Qué edad tienes?

—Veinte.

Sus anteojos hacen que parezca más serio que antes. ¿Cuántos años tendrá él?

—Requiero que tu vestimenta sea formal, no tengo nada en contra de los jeans o las playeras estampadas, pero tu imagen debe ser clara en cuanto a seriedad. ¿Tienes problema con ello?

—Creo que no. Mañana vendré vestida con ropa formal.

Sonríe, parece ser amable.

—¿Qué te parece este puesto?

—La verdad creo que es muy inesperado, pero bueno, me ayudará a adquirir experiencia.

—Espero que seas lo más impecable posible en cuanto al manejo de mis tiempos y reuniones.

—¡Por supuesto!

—Mi doctor llamará estos días para agendar mi cita médica, por favor, no olvides anotar cada detalle que él te diga. ¡Por eso despedí a Clara! Me hizo perder una oportunidad importante en mi salud.

—¿Está delicado de salud? —Me atrevo a preguntar.

—No. Estoy bien. Pero mis citas médicas son muy importantes, no las puedo perder.

—Estaré atenta a cuando el doctor se comunique conmigo. Espero ser de ayuda como su secretaria.

Asiente, bebe de su taza y su mirada se vuelve a fijar en mí.

—¿A qué hora dijiste que es mi cita con Andrea?

COMPRÉ FLORES

—¡Muchas gracias! —Soy cordial con el repartidor.

—Ten una bonita tarde —se despide de mí.

Camino por el pasillo principal y llevo en mi regazo el ramo de flores. Atravieso la cafetería y cuando estoy por salir, él vuelve a cruzarse en mi camino.

—Hola —su voz es cordial.

—Hola.

—¿Te dieron el puesto?

—Sí, logré obtener la pasantía.

—¡Felicidades!

—¡Gracias!

—¿En qué área estás?

—Soy la secretaria del señor Ferrazzi.

Percibo la sorpresa en su rostro.

—Tienes un puesto con mucha responsabilidad.

—Sí, eso parece.

—Yo estoy en el área de analistas, soy el director.

—Tú ibas a ser mi jefe.

—¿Por qué dices que iba a ser tu jefe?

—Originalmente yo sería capturista en el área de análisis, pero hubo unos cambios de último momento y me eligieron como asistente ejecutivo del CEO.

—Lo importante es que tienes el puesto.

—Sí.

Su mirada es brillante, sonríe con delicadeza y esta es la segunda vez del día que nos volvemos a ver.

—Disculpa mi falta de educación de hace rato, no debí preguntar tu edad antes de presentarme ante ti, mi nombre es Daniel. ¿Cómo te llamas?

—Soy Cristell, ¡mucho gusto Daniel!

—El gusto es mío. ¿Nos vemos luego?

—Claro. Ahora trabajo aquí, seguro nos seguiremos viendo.

Continuo mi camino hasta llegar a mi escritorio. Faltan treinta minutos para que den las siete de la noche. La puerta de su oficina se abre y Ferrazzi sale caminando con un portafolios en la mano. Cuando se detiene frente a mi escritorio, observa las flores y después me observa a mí.

—¿Flores tenues? —La curiosidad se asoma en su pregunta.

—Sí. ¿Prefería otro tipo de flores?

—No. Creo que está bien este ramo de flores, me causa curiosidad ver que no elegiste un ramo de rosas rojas.

—Es que las rosas rojas están muy trilladas. En vez de ellas, mejor otro tipo de flores más finas y elegantes.

—¿Cómo se llaman las flores que elegiste?

—El ramo tiene peonias y claveles —tomo el ramo entre mis manos y se lo ofrezco a él—. Estoy segura de que su cita se sentirá muy contenta.

Su mirada se clava en mi sonrisa.

—Te veré mañana.

—¡Por supuesto!

—Buena tarde señorita Cris.

—Buena tarde señor Ferrazzi.

Él se marcha con sus flores en la mano. Yo me siento frente a mi computadora y mando a imprimir el horario de mañana.

Entro a la oficina del jefe con el documento en la mano, me acerco al escritorio y coloco el horario en la cubierta. ¡Entonces timbra un celular! La pantalla se enciende con el nombre MAMÁ.

—¿Qué hago? ¿Debería contestar?

Pero mis nervios hacen que yo decida correr a mi escritorio con el celular en la mano. La llamada finaliza. Busco en el directorio de la empresa con intención de encontrar el número del chofer del señor Ferrazzi. El celular comienza a timbrar nuevamente y entonces me atrevo a contestar.

—¿Por qué no contestas? —Su voz es dulce y al mismo tiempo suena molesta—. Tengo que...

—Disculpe la intromisión, pero el señor Ferrazzi no se encuentra en este momento —le hago saber.

—¿Está en una reunión?

—No. Él olvidó su celular en la oficina.

—¿Lo olvido? Eso si es extraño.

—¿Gusta que le haga saber algún recado?

—No. Está bien así. ¿Quién eres tú?

—Soy Cristell Corona, soy la nueva secretaria del señor Ferrazzi.

—¡Mucho gusto Cristell! Soy Alejandra Betancourt, tu jefe es mi hijo.

—Un gusto señora.

—Aprovechando que ya me contestaste, ¿sabes si mi hijo fue a su cita con Andrea Licona?

—Sí. Él está en camino.

—¡Excelente! Espero que esta vez mi plan funcione.

—Deseo que su plan funcione.

—¡Qué linda eres! Gracias por tus buenos deseos. ¿Puedo preguntarte algo?

—Claro.

—¿Cómo está la agenda de mi hijo? Hace tanto que no salgo a comer con él.

—La agenda del señor Ferrazzi está repleta de asuntos, ¿quiere que le haga un espacio? Usted dígame el día y yo acomodo las cosas —abro la agenda de mi jefe.

—¿Podría ser este viernes?

Corroboro los asuntos para el día viernes y hay un espacio a las dos de la tarde.

—¿Le parece bien a las dos de la tarde? —Me atrevo a preguntarle.

—Sí. ¡Te agradezco mucho! Qué gentil eres.

—¡Para servirle!

Finalizamos la llamada. Anotó la cita del viernes y prosigo con mi búsqueda en el directorio de la empresa. Localizo el número de Santiago, el chofer del CEO. Marco su número a toda velocidad y empieza a timbrar.

—Santiago Morales a sus órdenes.

—Disculpe, podría notificarle al señor Ferrazzi que olvidó su celular en la oficina.

—Por supuesto, yo le notifico, permíteme unos segundos.

—Está bien.

Cierro el directorio digital y veo que ahora son las seis cuarenta de la tarde. ¡Casi es mi hora de salida!

—¿Señorita?

—Aquí sigo.

—¿Podrías llevar su celular al restaurante?

—Está bien. Yo se lo llevo más tarde.

—¡Gracias!

...🫦🫦🫦...

Bajo del auto a las siete quince de la noche, el viento sopla fresco y mi mochila cuelga en mi espalda.

Entro al restaurante.

—¡Buenas tardes! ¿Tiene reservación? —Pregunta el recepcionista.

—Hola. Sí.

—¿A qué nombre?

—Massimo Ferrazzi.

Él me mira con desconfianza, me examina de pies a cabeza y su mirada se torna despectiva.

—¡Lo siento! La mesa fue ocupada.

—Sí, yo sé que fue ocupada, ¿podrías indicarme dónde está ubicada la mesa?

—No puedo hacer eso. Si quieres una mesa tendrás que esperar, no tengo mesas disponibles.

—Pero te acabo de decir el nombre de quien hizo la reservación.

—Como te comento, la mesa para dos a nombre de Massimo Ferrazzi ya fue ocupada.

—Sí, eso lo sé, yo tengo una...

—¿Todo bien aquí? —Un hombre se acerca a nosotros.

—Sí, esta chica quiere colarse a una mesa con...

—¡Déjala pasar! —Le ordena el hombre—. Ella es la cita de nuestro cliente más importante.

Los ojos despectivos del recepcionista se quiebran y su rostro se llena de vergüenza.

—¡Una disculpa! La llevaré a su mesa —dice él.

Me permiten el acceso, suena una melodía de piano y la iluminación es muy cálida. ¡El lugar es bonito! Nunca había venido a un restaurante así.

La mirada de Ferrazzi se cruza con mis pupilas, percibo una sonrisa cálida en su rostro al acercarme más y veo que está solo. ¿Y Andrea Licona? ¿Dónde está su cita?

—¡Hola! —Se me ocurre saludarlo—. Le traje su celular.

Busco en mi mochila y él...

—Siéntate, ¡por favor!

—No se preocupe, no quiero interrumpir su cita.

—¿Por qué interrumpirías mi cita? —Su pregunta me pone pensativa—. Estoy solo, te estaba esperando.

No puedo creer lo que dice. ¿Me estaba esperando? Debe referirse a que estaba esperando su celular, sí, debe ser eso.

—¿Y Andrea? —Se me ocurre preguntarle.

—¿No quieres sentarte? Ya he ordenado los platillos, cena conmigo.

Su mirada me observa con autoridad, sus cejas son tan oscuras.

—¡Está bien! Muchas gracias.

Tomo asiento frente a él.

—Gracias a ti por venir hasta aquí.

—Su madre marco, por eso descubrí que había olvidado su celular.

—¿Hablaste con mi madre?

—Sí. Ella me preguntó por usted y por su cita de esta noche.

Sonríe ligeramente.

—Mi cita de esta noche no fue lo que yo esperaba —toma la copa de vino y la lleva a sus labios, bebe un poco—. Pero tuviste razón, las flores fueron de su agrado.

—¡Qué bueno que le gustaron! Yo no sabía...

—¿Qué te pareció tu primer día? —Interrumpe él.

—¡Me gustó! Creo que es interesante la pasantía.

—Eres la primera persona que contratamos como pasante.

—¡¿De verdad?!

—Conozco a Sofía desde la preparatoria, ella me habló de ti. Eres la mejor de tu clase.

—Bueno, en realidad...

—¿A qué aspiras en esta vida?

El contacto visual es electrizante una vez más.

—Aspiro a ser feliz.

Mi respuesta parece ponerlo a meditar. Un mesero se acerca con nuestros platos y entonces...

—Disfruta de la comida, pedí salmón para ti.

PARA ALGUIEN

—Nunca había venido a un restaurante de este tipo. El chico de la entrada no me quería dejar entrar —le hago saber.

—¿Te dio alguna razón?

—No. Pero parecía muy prepotente.

—Me encargaré de él.

—¿Qué hará con él?

—Descuida, le daré una lección de humildad.

El salmón es demasiado exquisito. ¡Me encanta el sabor! Es como si la carne se derritiera con lentitud en mi boca.

—¿Y suele venir seguido a este restaurante?

—Sí, es de mis restaurantes favoritos.

—Ha de costar una fortuna, yo no podría pagar el plato de salmón que me estoy comiendo —no me da pena admitir.

—Descuida, por eso te estoy invitando.

—¿Qué edad tiene?

Su mirada se flecha a la mía y siento curiosidad por conocerlo más.

—Tengo treinta años.

—¡¿De verdad?!

—Sí. ¿Me veo más grande?

—Creo que es por la barba, a lo mejor si se quita la barba podría quitarse unos años de encima.

—¿Dices que mi barba me hace ver viejo?

—¡Exacto!

—Eres franca con tus opiniones, eso es bueno.

Corta un pedazo de carne y lo lleva a su boca. Bebo un poco de limonada.

—¿Cuál es su comida favorita? —Es evidente que quiero averiguar más detalles de él.

—Me gusta mucho el pescado.

—¿El salmón?

Sonríe tenue, me mira y la electricidad hace chispas en nuestro contacto visual. ¿Por qué me estoy entrometiendo tanto en cuestionarle sobre cosas vanas? ¿Por qué me da curiosidad?

—Exactamente. ¿Te gusta?

—¡Está muy rico! Como dije antes, no podría pagar un plato de salmón, es muy caro y esta es la primera vez que lo pruebo.

Él no me mira con orgullo y mucho menos con prepotencia, su mirada más bien tiene rayos de compresión.

—¿Vives con tu familia?

—Sí. Vivo con mamá y tengo un hermano menor.

—¿Tu padre?

—Falleció.

—Lamento mucho tu perdida.

—¡Descuide! La muerte es inevitable algunas veces.

—Es verdad. Mi padre también murió hace dos años.

Fue inesperado que me dijera eso, pero así la plática estaba funcionando.

—Estoy segura de que nuestros padres estarían orgullosos de vernos vivir nuestra vida.

—¿Tú crees?

—Sí. Papá decía que siempre buscáramos nuestra felicidad, que la vida debe seguir después de sufrir alguna pérdida y creo que por eso aspiro a encontrar mi felicidad.

—¿No eres feliz?

—Sí soy feliz, pero hay algo que aún no logro encontrar para experimentar una felicidad más completa.

—¿Y cómo piensas encontrar tu felicidad completa?

—Eso no lo puedo responder ahora mismo, tengo que vivir y dejar que las cosas se vayan dando.

—Interesante punto de vista.

Sonrío, doy un bocado de comida y degusto.

—¿Cuál es su aspiración en la vida? —Soy yo quien clava la mirada en él.

—Mi aspiración en la vida es poder tener mi propia familia y amar. ¡Quiero enamorarme!

—Eso suena bien. ¡Deseo que cumpla su objetivo!

—¿Tienes alguna idea de cómo podría cumplir con ese objetivo? Después de ver que las flores le gustaron a Andrea, me di cuenta de que puedes tener más experiencia en el romance que yo.

No puedo evitar reírme por sus palabras.

—Nada de eso, solo elegí algo diferente a lo común. Me gusta ver dramas asiáticos, no sé, de ahí he adquirido mi experiencia en el romance.

—¿Nunca te has enamorado?

—Señor Ferrazzi, es obvio que sí. Pero nunca he salido con nadie.

—¿De verdad?

—¿Por qué le sorprende? Cristell Corona ama el romance pero nunca ha tenido un romance de verdad.

—¿Por qué?

—Supongo que las cosas no se han dado para mí.

...🫦🫦🫦...

—¿Qué tal me veo? —Le pregunto a mamá—. ¿Crees que es demasiado formal?

Ella parece asombrada, sus ojos se iluminan y sonríe con mucha emoción.

—¡Te ves muy guapa! Que bonita estás —sus palabras me hacen ruborizar.

—¡Ma! No digas eso, me lo voy a creer y después voy a andar de inalcanzable —bromeó con ella.

—Esa combinación te queda muy bien. Te daré más ropa de mi clóset al rato que llegues, ¿te parece bien?

—Sí, te agradezco mucho.

—Nada por qué agradecer, esa ropa la tengo guardada desde hace mucho tiempo, me alegra ver que te queda muy bien.

—¡Seguramente también te veías muy guapa con esta ropa!

Mamá vuelve a la estufa, está terminando de cocinar huevos revueltos con jamón.

—Ven a desayunar, tu hermano aún no baja.

—¡Miguel! —Exclamo en dirección a las escaleras.

—¡Ya voy! —Responde él.

Me siento a desayunar, mamá se sienta frente a mí y Miguel aparece cuando le doy un sorbo a mi té.

—¡Buenos días ma! —Él planta un beso en la frente de ella.

—¡Buenos días hijo! ¿Descansaste bien?

—Sí, yo... —mi hermano se queda examinando mi atuendo—. ¿Estás usando uniforme?

—No es uniforme, es una blusa elegante. ¿Te gusta?

—¡Sí! Hoy te ves más como una adulta.

—Ya tengo veinte años, soy una adulta.

Él se ríe, me guiña un ojo y mamá nos ve sonreír.

—¡Mis hijos ya están grandes! Me da gusto verlos crecer —dice ella.

...🫦🫦🫦...

Entro al ascensor. ¡Está vacío! Las puertas están por cerrarse cuando de pronto, él aparece frente a mí con esa mirada profunda.

—¡Buenos días, señorita Cris!

—¡Buenos días, señor Ferrazzi!

Las puertas se cierran.

—¿Cómo estás?

—Muy bien. ¿Usted qué tal?

—La mañana es bonita. Hoy se ve elegante señorita Cris.

—¡Gracias! Trate de vestirme lo más formal posible.

—Lo has logrado, incluso diría que hasta combinas con el color de mi traje.

La tela de ambos es del mismo tono azul, su camisa y mi blusa son blancas, su corbata y mi pañoleta son púrpuras. ¡Combinación plena!

—¡Es verdad! Que coincidencia —Pronuncio sin pena.

—¿Traes almuerzo para este día?

—Sí. Mi madre me preparó una ensalada y un filete de pollo.

—¡Excelente! Aunque, pensaba invitarte a almorzar.

—¿Usted...? —Las puertas del ascensor se abren.

Comienza a caminar, su espalda luce ancha y sus zapatos brillan porque son de charol. Me atrevo a seguirle el paso, mamá dijo que una secretaria suele estar muy pegada a su jefe.

—Señorita Cris, ¿podría llevarme mi café a la oficina?

—Claro.

Ferrazzi desaparece rumbo a su oficina y yo me detengo en la cafetería.

—¡Hola, buenos días! Puedes prepararme un café para el jefe —le pido al barista.

—Sí, en un momento lo tengo listo. ¿Algo más?

—Un té limón, ¡por favor!

—Claro.

Mientras el café está listo, aprovecho para revisar mi celular. Busco algo de inspiración en Pinterest, añado más fotografías de bosques a mi tablero y...

—¡Aquí están tus bebidas! —Me ofrece dos vasos.

—¡Muchas gracias!

—Para servirte. Eres nueva, ¿verdad?

—Sí. Hoy es mi segundo día.

—¡Eres muy bonita! Espero no incomodarte.

—¡Para nada! Muchas gracias, tu también eres lindo.

—Soy Javier, el barista de Grupo MF.

—Mucho gusto Javier, soy Cristell.

—Encantado de conocerte.

—Tengo que irme, nos vemos luego.

—Claro.

Sigo mi camino, abandono la cafetería y al pasar por la zona de escritorios, siento que las miradas se clavan en mí a medida que avanzo. Cuando llego a mi escritorio, dejo mi bolso sobre mi silla, tomo la agenda de Ferrazzi y cuando estoy por tomar un bolígrafo encuentro un clavel de color melón acostado sobre mi bitácora. ¡Me gusta mucho el detalle! Comienzo a buscar con la mirada para ver si el responsable de esta flor hace contacto visual conmigo. ¡Pero no!

Con una sonrisa amplia me dispongo a ir a su oficina. Toco la puerta.

—¡Adelante! —Escuchó que me autoriza desde dentro.

Abro la puerta y entro.

—Le traigo su café.

—¡Muchas gracias!

Nuestros dedos se tocan cuando hacemos el intercambio, sus ojos se clavan en mis pupilas y siento que mi corazón se agita. ¿Qué es esta sensación?

...🫦🫦🫦...

Tengo una paleta en la boca, suena DJ Gummy Bear en mis audífonos. Estoy terminando de redactar un memo.

Alzo la vista y veo a Joaquín caminar a mi escritorio.

—¡Hola Cris! ¿Cómo estás? ¿Qué tal te va?

—Hola, todo muy bien. Ya me estoy acoplando a mi puesto.

—¡Excelente! Me da gusto.

—¡Te ves muy profesional con ese atuendo! Ayer parecías otra persona.

No puedo evitar sonrojarme.

—Bueno, para que veas que soy capaz de ser una secretaria linda.

—De eso no tengo duda. Te he traído el contrato, si gustas analizarlo y firmarlo, te puedo dar algunos minutos. Necesito hablar con Ferrazzi.

—Claro, está bien.

Joaquín me ofrece una carpeta, al abrirla, encuentro el contrato impreso.

Mi contrato estipula que estoy a prueba tres meses que es lo que dura mi pasantía, una vez completado el tiempo puedo renovar contrato a un tiempo posterior de seis meses. ¡Es una buena opción! Firmo sin dudar.

—¿Lo has firmado? —Armando se detiene frente a mi escritorio.

—Sí.

—Perfecto. El jefe quiere verte, me pidió que te avisara que entres a su oficina.

—Vale. ¡Muchas gracias!

Me dirijo a la puerta de la oficina y apenas voy a tocar cuando está se abre y su mirada se clava en la mía.

—Señorita Cris, adelante.

—¿En qué puedo ayudarle? Armando me dijo...

—Quiero que me acompañe a una reunión, visitaremos el grupo GPN.

—De acuerdo.

Su mirada se posa sobre mi boca, la electricidad de nuestra compañía es considerable. ¿Por qué me mira así

—¿Firmaste el contrato?

—Sí, muchas gracias por la oportunidad que me dan.

—No agradezcas, sé percibir cuando alguien vale la pena.

—¿Valer la pena?

—Me gustan tus opiniones firmes.

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