Sebastián
Voy camino al aeropuerto de Los Ángeles rumbo a mi país natal, España. Mi abuelo dispuso uno de sus jets privados para mí tan esperado viaje. Voy conduciendo mi Maserati, ¡amo los carros de lujo! Sumido en mis pensamientos se me olvida que de copiloto tengo a mi compañera Alondra. Ella es una bella modelo, mi compañía de turno, más no la visualizo como la mujer de mis sueños, aunque es una mujer muy codiciada por su belleza, es una mujer muy fría, superficial y vanidosa, pero también es un buen polvo.
Mientras pienso en todo ello me viene a la mente Sofía, mi primer gran amor, aquella mujer que me enseñó a descubrir los sentimientos más puros, tiernos y verdaderos, pero que con sus actos también me enseñó a sepultarlos.
Mi mente automáticamente me lleva a aquel triste momento, al día donde descubrí su engaño, al día en donde la encontré teniendo relaciones con mi mejor amigo. La verdad es que no sé cómo podía fingir tan bien, como me juraba y proclamaba su amor todo el tiempo, mientras sé burlaban de mí a mís espaldas. Mi mente involuntariamente recrea ese momento...
Voy tan entusiasmado a verla después de un tiempo de ausencia por mis estudios, pues mí madre y mí abuelo determinaron que como único nieto varón en mi recaería la responsabilidad de guiar la empresa familiar, aquella que fue creada por mi bisabuelo hace años y que este heredó a mi abuelo, dónde este último a través de su trabajo, estrategias, esfuerzo y disposición logró posicionarla dónde está hoy día, mi abuelo creyó que para que yo siguiera sus pasos e inclusive pudiera superarlos debería recibir la mejor educación, es por ello que a la edad de 17 años emigré a los Estados Unidos a estudiar en una de las mejores universidades del país. Cuando voy camino al aeropuerto Sofía me acompaña y ambos juramos que nos esperaríamos, pues consideré que ella era la mujer de mi vida y ella siempre pregonaba que yo era el suyo.
Al principio fue difícil, hablábamos a diario por videollamadas, nos visitamos mutuamente cada vez que los estudios no los permitían, nos contábamos todo; que hacíamos en el día, como nos había ido, inclusive, a menudo planeabamos como iba a ser nuestro matrimonio y cuántos hijos tendríamos, nos contábamos todo, todo en absoluto, o al menos eso penséa .
Para nuestro tercer aniversario de novios, llamo a mi amada Sofía y le hago creer que por situaciones imprevistas en la universidad no podré ir a pasar unas semanas con ella, como habíamos acordado. La sentí tan triste que en un momento pensé en decirle la verdad, pero mís deseos de sorprenderla con nuestro anillo de compromíso fueron más fuertes y decidí mejor no hacerlo, pero vaya que el sorprendido fuí yo.
Luego de llegar y no encontrar a mí novia en su casa, decido visitar la de mí mejor amigo Ernesto, prácticamente viven en la misma cuadra. Miranda la mujer de servicio me recibe con mucha alegría, pero a pesar de ello, la noto algo tensa, supongo que a lo mejor estoy imaginando cosas o que quizás está muy ocupada con sus quehaceres. Me dice que Ernesto no sé encuentra en casa, le digo que lo puedo esperar, pues en realidad sé que en mi casa no habrá nadie a estas horas; mi madre, mi abuelo y mi hermana mayor, sé con certeza que aún están en la empresa y, sin duda, mi hermana menor y mi prima Elena en el colegio secundario - sabes Sebastián, creo que Ernesto no llegará hasta tarde, si quieres puedes esperarlo, pero te recomiendo que vuelvas luego, ya sabes cómo es-
- Comprendo, entonces volveré luego - le respondo. Miranda se despide y se dirige a la cocina a terminar con sus labores, salgo de la sala de estar y me dirijo a la puerta de salida, vacilo al poner las manos en el manubrio de la puerta y opto por sorprender a mi amigo colocándole el regalo que traje para él en su recámara. Ernesto y yo crecimos juntos, y siempre lo consideré como el hermano que nunca tuve. Subo las escaleras, abro la puerta de su habitación y vaya que el sorprendido fui yo... Lo que veo me dejó atónito, destrozado y con el corazón hecho trizas, aparto los pensamientos de ese día que me marcó para siempre y me dispongo a volver a la realidad.
Después de una licenciatura, maestría, doctorado, y sobre todo la experiencia que adquirí como presidente en una de las empresas más importantes de Los Ángeles en diseños arquitectónicos, creo que estoy más que preparado para aceptar la gran responsabilidad de asumir el control, y así poder dirigir la empresa familiar, eso y las constantes peticiones de mi abuelo diciendo que ya estaba cansado de estar al frente y que merecía descansar, rio para mis adentros, ese viejo sabe que es una de mis debilidades y hace lo que quiera conmigo.
Estamos casi llegando al aeropuerto cuando recibo la llamada de mister Williams tratando de convencerme de que no abandonara su empresa y que estaría dispuesto hacer cualquier cosa que yo le pidiera, trato de explicarle la situación y le agradezco sinceramente por haberme otorgado el privilegio de haber formado parte de su familia empresarial . Después de desearme un feliz viaje y decirme que está a mi disposición para lo que necesitara se despide.
Llegando a nuestro destino nos dirigimos a nuestros asientos, estoy tenso y Alondra lo nota;
- Sé que debes estar emocionado por volver a reencontrarte con tu familia después de tantos años, estoy loca por conocerlos, por suerte me traje todas mis prendas de diseñador, como sabes la primera impresión es la que cuenta - me dice- pongo los ojos en blanco y le digo:
- Recuerda que solo durarás un par de semanas, trajiste maletas como para una tripulación espacial. Sabes que nuestra relación es algo casual Alondra, no quiero que este viaje juntos te haga pensar cosas que no son.
- Lo tengo bien claro Sebastián, sé que no eres un hombre común, no crees en una relación a futuro y tampoco te ves casado y con hijos, no debes de recordármelo cada segundo - dice molesta mientras le pide a nuestra azafata personal una copa de champán.