NovelToon NovelToon

BDSM ¿Abuso O Placer?

Más allá de los rumores

⚠️ Advertencia ⚠️

Si tienes menos de 18 años, adiós, este contenido no es para ti. Esta novela contiene elementos fuertes que pueden no ser adecuados para algunas personas. Si eres una de ellas, te sugiero que busques otra historia, ya sea mía o de cualquiera de las maravillosas escritoras en esta app. Si decides quedarte, te advierto que habrá contenido sexual explícito dentro de los límites permitidos por la app y trataré temas delicados.

Bienvenidas de nuevo a esta nueva aventura. En esta ocasión, les traigo una historia algo tabú para muchos, y espero que les guste. Esta historia nació de sus comentarios, sí, los leo todos. En varias de mis novelas he tocado este tema por encima, y algunas personas lo consideran lo peor, pero otras me han dicho que debía investigar más antes de hablar. Así que lo hice.

Muchos, cuando leen "BDSM", piensan automáticamente; Ay ya se copió de Cincuenta sombras de Grey, pero les cuento un secreto: después de investigar y sumergirme en el mundo del BDSM a través de grupos y foros, puedo decir que esa película tiene, como mucho, un 25% de la verdadera esencia del BDSM.

Si se quedan, descubrirán que el protagonista de esa historia era todo menos un amo real.

Ahora, sin más que decirles y enviándoles un enorme beso, las invito a leer esta hermosa y apasionada historia, donde no solo se trata de sexo, sino también de amistad y amor.

Giorgia Bellini nunca ha sido de las que se dejan llevar por los rumores. Criada en una familia conservadora, la idea de las relaciones de pareja siempre ha sido simple para ella: amor, respeto y confianza. No es que se considere ingenua, pero siempre ha creído que el amor era algo claro, sin tantos matices. Sin embargo, cuando se trata de Livia, su mejor amiga desde la infancia, las cosas siempre han sido diferentes.

Aquel martes por la tarde, el aroma a café recién hecho impregnaba el ambiente de su cafetería favorita. Las tazas humeaban sobre la mesa, y el murmullo de las conversaciones de fondo llenaba el silencio cómodo entre ambas.

—¿Ya tienes una idea para tu reportaje final? —pregunta Livia de repente, removiendo su café con aire distraído.

Giorgia suspira, recargándose en su silla.

—Ni idea, Liv. Estoy en blanco. Se supone que debe ser algo que me apasione, pero nada me convence del todo y no quiero lo mismo que todos harán, el calentamiento global.

Livia arquea una ceja y sonríe.

—Yo lo tengo claro desde hace meses. Lo voy a basar en la belleza del cuerpo humano y su desnudez. —mueve sus manos como si visualizara su proyecto.

—¿Desnudez? —pregunta Giorgia con una media sonrisa.

—Sí, Gio. Es natural, es arte. Los cuerpos cuentan historias con sus formas, sus líneas, sus imperfecciones. Siempre me ha fascinado la forma en que la piel transmite emociones sin necesidad de palabras —explica Livia, con esa chispa de emoción en los ojos que siempre tiene cuando habla de arte.

No es sorpresa que su mejor amiga quiera hacer algo tan audaz. Livia siempre ha sido de las que desafían los límites, mientras que Giorgia suele ser más estructurada y tímida.

—Eso suena increíble, Liv —admite con sinceridad—. Ojalá yo tuviera una idea tan clara.

Livia sonríe y toma su teléfono, pero su expresión cambia levemente al ver la pantalla. Giorgia no pasa por alto la forma en que su amiga frunce el ceño por un segundo antes de suavizar su expresión.

—¿Estás bien, Liv?

Livia levanta la vista y le sonríe con una expresión que no llega a sus ojos.

—Claro que sí, Gio. Es solo que... algunas veces esto me abruma.

Su voz era suave, pero había algo en su tono que no encajaba. Giorgia ladea la cabeza, intentando descifrar el significado oculto en esas palabras.

—¿Matteo te está presionando de nuevo?

Livia deja escapar una pequeña risa, pero fue forzada.

—No... no es eso, Gio. Es solo que a veces siento que... no puedo respirar.

La respuesta hace que Giorgia sienta un pequeño escalofrío recorrerle la espalda. No es la primera vez que escucha algo así, pero esta vez la sensación de alarma es más fuerte.

Livia y Matteo llevan un año juntos, y aunque al principio todo había parecido idílico, con el tiempo Giorgia ha notado cambios en su amiga. Su actitud despreocupada se ha transformado en una especie de cautela constante.

—Liv, ¿de qué hablas? ¿Te está haciendo algo?

Livia niega rápidamente, pero su mirada se desvía hacia su taza de café.

—No es eso... Es solo que... Matteo tiene ciertas expectativas en la relación. Él... —hace una pausa, mordiendo su labio inferior—, él cree que una relación debe basarse en el respeto absoluto. Y yo quiero complacerlo, pero a veces siento que no soy suficiente.

Giorgia frunce el ceño.

—¿Respeto absoluto? ¿Qué significa eso para él?

Livia se remueve incómoda en su asiento antes de contestar en un susurro:

—Que debo confiar en él en todo. Que debo obedecerlo...

La palabra obedecer hace que Giorgia sienta una punzada de alarma.

—Liv... eso suena un poco...

—Es normal, Gio —la interrumpe rápidamente—. Es solo que tú no lo entiendes porque no estás en este tipo de relación. No es algo malo.

Giorgia entrecierra los ojos y Livia continúa.

—No me hagas esos ojos, Matteo es perfecto, millonario, me protege y ha estado conmigo cuando mis padres ni me toman en cuenta.

Giorgia suspira, pero no la cuestiona, sabe que así no va a lograr nada. Es cierto que los padres de Livia son ausentes, le dan de todo, pero jamás pasan tiempo con ella, y eso ha sido desde siempre.

La conversación queda ahí, suspendida en el aire como una advertencia sin desarrollar. Al poco rato, Livia se marcha con la excusa de que Matteo la espera, no le gusta discutir con Giorgia, y si se queda, eso va a ocurrir.

Giorgia regresa a su casa y va directo a su habitación aquella noche. Mientras está en su departamento, la tenue luz de la habitación hace que las palabras de su amiga le den vueltas en la cabeza. Algo en su instinto le dice que hay más de lo que Livia está contando.

Con el ceño fruncido, enciende su laptop y comienza a escribir en el buscador: "relaciones de poder en pareja".

El primer resultado fue una definición general de BDSM: Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo.

Giorgia arquea una ceja. Sabe lo básico. Ha visto algunas cosas en películas y escuchado conversaciones al respecto, pero nunca le ha prestado demasiada atención. Sin embargo, mientras sigue leyendo, comienza a notar que hay muchas reglas dentro de este tipo de relaciones. Consentimiento, seguridad, acuerdos... Nada de lo que Livia ha mencionado sonaba a eso.

Sigue navegando, encontrando foros donde personas con experiencia hablan de la diferencia entre una relación de poder consensuada y una relación abusiva disfrazada de dominación.

"Si tu pareja usa el BDSM como excusa para manipularte, presionarte o hacerte sentir menos, entonces no es BDSM, es abuso."

Lee esa frase varias veces, sintiendo una sensación de incomodidad crecer en su pecho. ¿Era eso lo que le estaba pasando a Livia?

Se frota las sienes, sintiendo la urgencia de hablar con su amiga nuevamente. Pero, ¿cómo puede hacerlo sin que Livia se ponga a la defensiva?

Respira hondo y toma su teléfono.

Giorgia: Liv, ¿puedo llamarte?

Vio los tres puntitos aparecer en la pantalla, pero después desaparecieron. Espera unos minutos más, pero no hay respuesta.

El presentimiento de que algo anda mal se hace más fuerte.

Mira nuevamente la pantalla de su laptop, donde aún brillan las palabras en el foro. Si quiere entender lo que está pasando, si quiere ayudar a Livia, tiene que aprender más sobre ese mundo.

De pronto, la idea de su reportaje final toma forma en su mente.

El BDSM no es solo lo que la gente asume. No se trata solo de látigos y esposas, sino de dinámicas de poder complejas, de confianza, de consentimiento. Pero también, como en el caso de Livia, puede ser una excusa para el abuso.

Tal vez su mejor forma de ayudarla no era solo hablar con ella, sino entender. Aprender. Sumergirse en ese mundo para desenredar la verdad de la manipulación.

Toma su libreta y escribe un título provisional:

"Más allá del mito: la realidad del BDSM."

La decisión está tomada.

Cierra la computadora con una sensación de determinación.

Está a punto de entrar en un mundo que no entiende por completo, pero tiene que hacerlo. Tiene que salvar a su amiga.

Esto es por tí Liv.

El bullicio de la cafetería universitaria envuelve a Giorgia y Livia mientras comparten un café en una mesa cerca de la ventana. Giorgia remueve el azúcar en su taza, disfrutando del momento de calma, pero no puede dejar de notar que Livia está inquieta. Su amiga mira el teléfono con nerviosismo, sus dedos tamborilean contra la mesa y, aunque trata de sonreír, sus ojos están apagados.

—¿Todo bien? —pregunta Giorgia con un tono casual, pero observándola con atención.

Livia asiente rápido, pero en cuanto el teléfono vibra sobre la mesa, se apresura a tomarlo. Lo desbloquea con manos temblorosas y lee el mensaje en la pantalla. Giorgia alcanza a ver el nombre en la parte superior: Matteo.

—¿Es tu novio? —pregunta, tomando un sorbo de café.

Livia levanta la mirada por un segundo, pero enseguida vuelve a fijarse en el mensaje.

—Sí, solo me está preguntando qué hago.

—¿No está trabajando? —cuestiona Giorgia, levantando una de sus cejas.

—Sí, pero… le gusta saber dónde estoy.

Giorgia arquea una ceja.

—¿A cada momento?

Livia no responde de inmediato. En lugar de eso, comienza a escribir rápidamente en su teléfono: Estoy en la cafetería con Giorgia, luego iré a la biblioteca. Apenas pulsa enviar, el teléfono vibra con una nueva respuesta.

—¿Y qué dice ahora? —insiste Giorgia, su curiosidad mezclada con una creciente preocupación.

Livia traga saliva antes de leer en voz baja:

"No me gusta que pases tanto tiempo con Giorgia. Ella te llena la cabeza de ideas raras. ¿No dijimos que hoy estudiarías en casa?"

Giorgia siente un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Perdón? ¿Desde cuándo necesitas su permiso para decidir dónde estudiar?

Livia se apresura a bloquear la pantalla y forza una sonrisa.

—No es eso, Gio. Solo… él se preocupa por mí. Dice que en casa me concentro mejor y que en la universidad hay demasiadas distracciones.

—¿Distracciones o personas que no puede controlar?

El rubor sube a las mejillas de Livia.

—No es así. Solo quiere lo mejor para mí.

Antes de que Giorgia pueda responder, el teléfono vibra nuevamente. Livia lo desbloquea y sus ojos se abren un poco más.

—¿Ahora qué?

Livia muerde su labio y desliza el teléfono hacia Giorgia para que vea el mensaje por sí misma:

"Voy para allá. Quiero verte."

Giorgia aprieta la mandíbula.

—¿Es en serio, Liv? ¿De verdad va a venir solo porque no le gusta que estés conmigo?

—No es así… —Livia baja la mirada, pero su voz suena cada vez menos convencida.

Giorgia suspira y deja la taza sobre la mesa.

—Liv, esto no es normal. Esto no es preocuparse por ti, es controlarte. No puedes dejar que haga eso.

Livia niega con la cabeza y se apresura a guardar el teléfono en su bolso, como si con eso pudiera evitar el tema.

—No entiendes, Gio. Matteo me ama. Solo quiere lo mejor para mí.

Giorgia siente una punzada en el pecho. Ha escuchado esa frase muchas veces, de muchas mujeres, y sabe que casi nunca termina bien.

—Esa es tu excusa. Tú sabes mejor que yo que...

—¡Basta, Giorgia! Sé que tu madre es feminista y cree que todos los hombres son malos, pero esto es diferente —se altera un poco, y Giorgia niega con la cabeza.

—No se trata de eso, Liv.

—Claro que sí. Mi relación es así, esto es BDSM, jamás lo vas a entender. Ni siquiera has besado nunca —suelta de repente, pero no se retracta.

Antes de que pueda decir algo más, la puerta de la cafetería se abre y, como si se tratara de una escena ensayada, Matteo entra. Alto, con un traje oscuro, cabello castaño bien peinado, un físico que resalta debajo de su ropa, ojos negros e intensos.

Su mirada oscura recorre rápidamente el lugar hasta encontrar a Livia. En cuanto la ve, su expresión se suaviza con una sonrisa, pero sus ojos nunca dejan de transmitir autoridad.

Livia se endereza en su asiento, deja de tocar la mesa con el dedo y Giorgia nota cómo sus manos se entrelazan sobre su regazo, como si estuviese esperando una reprimenda.

Matteo se acerca a la mesa y, sin siquiera mirar a Giorgia, se inclina para besar a Livia en la frente.

—Cariño, te dije que estudiaras en casa. Vamos, te llevo.

No fue una pregunta. Fue una orden disfrazada de dulzura.

Livia se muerde el labio y mira a Giorgia, como si estuviera esperando que le dé una razón para quedarse. Pero antes de que pueda decir algo, Matteo toma su bolso y lo sostiene en su mano, como si ya hubiera tomado la decisión por ella.

Giorgia siente la rabia hervir en su interior.

—Livia no ha terminado su café —suelta con voz firme.

Matteo finalmente la mira, con una sonrisa educada pero tensa.

—Seguro que puede llevárselo. ¿Verdad, amor?

Livia duda, su mirada se mueve entre ambos. Giorgia ve el miedo en sus ojos, la duda, la lucha interna. Pero al final, con una pequeña inclinación de cabeza, se pone de pie y toma su bolso de las manos de Matteo.

—Nos vemos después, Gio —susurra.

Y con eso, él pasa un brazo alrededor de su cintura, mira a Giorgia con arrogancia y la guía fuera de la cafetería.

Giorgia se queda mirando la escena, con un nudo en la garganta. Lo ha visto antes. Sabe exactamente lo que está pasando.

Y no va a quedarse de brazos cruzados.

—Infeliz —murmura molesta. No va a permitir que a su amiga le ocurra lo mismo que a la hermana de su madre. Un marido abusador y controlador la dañó demasiado, por eso su madre era así, tan severa con el sexo masculino… aunque no con todos, porque su padre era un amor de persona.

Giorgia toma su cartera y decide también retirarse, pero antes de hacerlo observa a un grupo de chicos en una mesa. Para nadie es un secreto que son personas liberales: algunos andan con personas de su mismo sexo, otros en relaciones múltiples y algunos practican BDSM.

Giorgia suspira y se acerca a ellos. Todos en la mesa la recorren con la mirada, sorprendidos. Giorgia jamás les ha hablado, es una joven muy reservada.

Una chica abre los ojos con curiosidad y la detalla: falda larga y suelta, camisa de cuello alto y una camisa de tirantes encima. Conservadora, pero elegante.

—¿Giorgia Bellini? ¿Qué trae a su santidad hasta esta mesa de perversión? —pregunta con ironía una chica de cabello corto y mechas, con una sonrisa divertida.

—Eh... Yo quería... —niega varias veces—. Nada, lo siento...

Se da la vuelta, y los chicos de la mesa se miran entre sí y se ríen, pero la chica de cabello corto la sigue.

—Hey, Bellini. Espera.

Giorgia se detiene y la observa.

—Lo siento.

La joven levanta una ceja y se cruza de brazos.

—Si te acercaste a nosotros es por algo. ¿Qué ocurre?

—Yo... tengo una duda. Quisiera saber sobre el BDSM.

La joven se ríe. Viniendo de la castaña de ojos verdes con cara de ángel y ropa de candidata a monja, no puede evitarlo.

—A ver, ¿qué quieres saber y por qué?

Giorgia no quiere exponer a su amiga, así que miente.

—Para una tarea. Es un reportaje... Quiero saber si de verdad eso del hombre machista y controlador es BDSM.

—¿Es en serio? ¿Qué películas viste? —se ríe de nuevo.

—Eso no tiene nada que ver con el machismo. Va de otras cosas que no sabré explicarte, pero si vienes algún día conmigo, podrás saber más.

Giorgia se emociona.

—Eso sería fantástico. ¿Cuándo puedo acompañarte?

—Vaya, que estás interesada... Pero vestida así, serías la presa fácil de cualquier Dom. Pero yo te cuido. Toma, guarda tu número.

Giorgia sonríe.

"Esto es por ti, Liv."

¿Amor o control?

El auto de Matteo se desliza suavemente por las calles de la ciudad, pero el silencio dentro del vehículo es denso. Livia mantiene la mirada fija en la ventana del auto, observando el movimiento de los transeúntes, tratando de ignorar la tensión que siente en el pecho.

—¿Por qué fuiste a la cafetería sin decírmelo? —pregunta Matteo con voz calma, pero con un filo oculto.

Livia se remueve en su asiento.

—No pensé que fuera importante… solo quería ver a Giorgia antes de ir a la biblioteca.

Matteo suspira y tamborilea los dedos en el volante.

—Sabes que no me gusta que pases tanto tiempo con ella. Te mete ideas en la cabeza.

—No es así… Ella solo se preocupa por mí.

Él suelta una pequeña risa, pero no es de diversión.

—Claro, se preocupa tanto que ahora dudas de mí, ¿verdad? ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo cada vez te alejas más?

Livia abre la boca para negar, pero Matteo ya ha tomado su mano, dándole un suave apretón.

—Yo solo quiero protegerte, amor. No tienes idea de lo fácil que es que te hagan daño. El mundo está lleno de hombres que se aprovecharían de alguien como tú… inocente, hermosa, sin experiencia. Pero yo estoy aquí para cuidarte, ¿sí?

Livia baja la mirada y siente una punzada de culpa. ¿Está dudando de él sin razón? Matteo siempre ha estado allí para ella, ha sido su apoyo cuando sus padres siempre la han desplazado, la ha escuchado y la ha hecho sentir segura.

—Lo sé —susurra.

Matteo sonríe y le acaricia el dorso de la mano con el pulgar.

—Bien. No quiero que discutamos por tonterías. Vamos a casa.

—Pero… tengo que estudiar.

—Puedes hacerlo en mi departamento. Te ayudaré a concentrarte mejor, sabes que te abro la mente y otras cosas —dice con picardía.

Livia sabe que eso significa que él decidirá cuánto tiempo estudia, cuándo descansa y cuándo debe prestarle atención. Pero asentir es más fácil que pelear.

—Está bien.

El resto del trayecto transcurre en silencio.

En el departamento de Matteo

La puerta se cierra con un chasquido detrás de ellos. Livia deja su bolso en el sofá, pero antes de que pueda moverse, Matteo la toma de la muñeca y la acerca a su cuerpo.

Su cuerpo se tensa, pero no es solo miedo lo que la paraliza. Hay una punzada de culpa, de desconcierto. ¿Por qué me dejo hacer esto? La voz de su mejor amiga, le dice que algo está mal, que este control, esta constante sensación de estar atrapada, no es lo que debería ser. Pero al mismo tiempo, hay una parte de ella que se siente... perdida. ¿No se supone que esto es lo que quiero? ¿Lo que él quiere de mí?

—Me hiciste enojar hoy, ¿lo sabes?

Su tono es suave, pero su mirada es intensa y sus dedos aprietan con firmeza.

—No era mi intención…

—Lo sé. —Matteo le acaricia la mejilla y luego baja la mano hasta su cuello, en un gesto posesivo. Pero quiero que recuerdes algo, Livia. Yo soy tu amo. Eso significa que confías en mí, que sigues mis reglas.

Ella traga saliva.

Matteo inclina su cabeza como si estuviera estudiándola, como si esperara la respuesta correcta.

—Lo sé. Él suelta su muñeca y le acaricia la mejilla con la misma mano que hace un momento la sujetó con fuerza. —Pero debes aprender y no lo demuestras; firmaste un contrato que estás incumpliendo. Sumisión total, ¿lo recuerdas?

—Sí…

Livia asiente, pero por dentro siente una punzada de confusión. ¿Sumisión total no significa también confianza mutua? ¿Dónde está su derecho a decir que no?

—Bien. Entonces, quítate la ropa.

Livia se tensa.

—¿A-aquí?

—Aquí. Ahora.

La voz de Matteo la hace estremecer; no ha levantado la voz ni una vez, pero su autoridad es absoluta, o eso es lo que quiere que ella crea.

Matteo no acepta un "no" por respuesta. Livia se siente atrapada entre la sumisión que él espera de ella y la incomodidad que la invade. No es la primera vez que él la pone en esta posición, donde sus deseos siempre deben estar por debajo de los de él.

Con dedos temblorosos, empieza a desabotonar su blusa, pero Matteo la detiene antes de que termine.

—Así está bien. Solo quería ver si ibas a obedecer.

Livia siente un nudo en la garganta. No sabe si debería sentirse aliviada o humillada, pero es parte de su relación… ¿O no?

Matteo la toma de la mano y la guía hasta la sala. Se sienta en el sofá y le da una palmadita en el regazo.

—Ven, quiero que te sientes aquí.

Ella obedece, acomodándose con cuidado. Él envuelve sus brazos alrededor de su cintura y apoya la cabeza en su cuello.

—Te amo, Livia. Lo sabes, ¿verdad?

Ella asiente, pero la sensación de incomodidad sigue allí, oculta bajo capas de justificación.

—Sí, Matteo.

Él suspira satisfecho.

—Bien. Ahora prométeme que dejarás de ver tanto a Giorgia. No quiero que ella arruine lo que tenemos.

El estómago de Livia se revuelve. Giorgia es su mejor amiga. Pero si dice que no… ¿Matteo se enojará?

—No sé…

Matteo se aleja un poco y la toma del mentón, obligándola a mirarlo.

—¿Acaso prefieres perderme a mí por ella?

Livia siente pánico ante la idea de estar sin él; un nudo en su estómago la avasalla.

—No, claro que no.

Matteo sonríe, pero en sus ojos hay satisfacción.

—Entonces sé una buena chica y dime que lo harás.

Livia cierra los ojos y asiente.

—Lo haré.

Matteo la besa en la frente.

—Sabía que lo entenderías, amor.

Livia sonríe, pero por dentro siente que algo se rompe un poco más. Y lo peor es que no sabe cómo arreglarlo.

—Aunque este comportamiento merece un castigo, no puedes estar de desobediente.

—Pero… —Intenta ella.

—¿Pero? Creo que sé por qué tus padres no te han dado atención. Eres desobediente, y eso provoca que se alejen.

Livia siente un escalofrío recorrer su piel. Un nudo en su garganta se posiciona, y llora.

—No…

—No puedes llorar. No me vas a manipular así. Quita tu ropa.

Su voz es amenazante.

Las manos de Livia inmediatamente quitan cada prenda de su cuerpo.

—Bien… Híncate.

Livia no duda y lo hace.

Matteo camina hacia su habitación, dejándola allí, en medio de la lujosa sala de paredes grises y cuadros costosos.

—Cierra los ojos, Livia…

Trae una fusta en la mano y recorre su cuerpo desnudo con el cuero colgante. Al pasar por su espalda, le da un golpe.

El cuerpo de ella tiembla, no está cómoda, siente... ¿Miedo? Ella no lo sabe.

Los ojos de ella se abren, y él le da otro golpe aún más fuerte; el ardor es muy intenso.

—No puedes abrir los ojos… No mereces ser mi sumisa… Creo que debería buscar a alguien más…

—¡No, no, por favor! —suplica, y él sonríe. Ha conseguido lo que quería.

Se agacha y saca un pequeño vibrador plateado. Lo mete entre sus piernas. El escalofrío regresa al cuerpo de Livia. Matteo se sienta frente a ella y saca un control de su bolsillo. Lo activa, y las vibraciones la ponen al límite.

—Ah… Mmm…

Él sube la intensidad.

—No te dije que podías gemir. Esas palabras la hacen sentir mal. ¿Por qué se siente bien ese castigo?

Livia siente su corazón golpear en su pecho.

Cada palabra suya es como un peso que la aplasta, pero, a la vez, algo en su interior la obliga a seguir escuchando, a no interrumpir. ¿Por qué está tan callada? ¿Por qué no puede replicar? El miedo la invade, un miedo que se mezcla con algo más... algo que nunca se ha atrevido a llamar por su nombre.

Aumenta la intensidad y ella está al borde del colapso. Muerde su mejilla interna para aguantar.

—No te corras.

Lágrimas se escapan de los ojos cerrados de ella.

—No mereces un orgasmo hoy, Livia. Pequeña chica mala.

Detiene las sensaciones y la observa; ella se frustra, quiere gritar.

—Abre los ojos…

Livia siente un escalofrío recorrer su espalda cuando Matteo le ordena abrir los ojos. Su cuerpo, por alguna razón que no entiende, reacciona antes que su mente. Los músculos de su rostro se tensan, y, casi como si una fuerza invisible la empujara, sus párpados se abren, revelando la mirada intensa de Matteo.

—Ahí te quedarás. Lo mereces.

Se retira a su habitación, dejándola allí en el suelo, frustrada y más confundida que nunca.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play