NovelToon NovelToon

Azabache

1. Daga en la garganta

...LEANDRO:...

"¡qué guapo!"

"¿Quién es?"

"¿No lo escuchaste? Es Lord Leandro Mercier"

"Es el hermano menor del Marqués Sebastian Mercier"

En un salón de celebración los comentarios se podían escuchar revolotear por todos los invitados y más cuando acababa de ser anunciado por el anfitrión. Aquella era la octava celebración a la que asistía en la temporada. Pude entrar a la aristocracia capitalina gracias a un conocido de la familia Mercier, un viejo amigo de mi padre, no tenía idea si le encantaba retozar con él también, pero a aquellas alturas poco importaba los secretos que Lorenzo ocultó en vida.

Al principio creí que sería complicado que los demás nobles se acercaran, pero me dí cuenta del poder de tener un aspecto que para ellos fuese agradable y que se ajustara al estereotipo de un noble galante.

Aunque por otro lado, los malos comentarios no se hicieron esperar, aún se rumoreaba sobre los escándalos familiares.

"Es hijo del marqués que fue hallado asesinado en un camino y su tío perdió su fortuna, por una impostora que se hizo pasar por su esposa, yo me ocultaría de la sociedad por tales desgracias"

Había esperado seis años en Slindar y varios meses en la capital para atreverme a entrar en la sociedad, pero eso no bastó, aunque aquellos acontecimientos le daban un aire más llamativo a mi aparición, para bien o para mal, mi presencia en los bailes era algo que era esperado, casi aclamado.

Empecé a construir mi propia fortuna y ya poseía una mansión en un barrio aristócrata de la capital que perteneció al primo del Duque Edward, quiso venderla cuando mencioné que iría a la capital.

También estaba invirtiendo en los negocios testiles, pero necesitaba más socios y esto me llevó a los bailes.

Aún no hacia acercamiento a las señoritas, quería una esposa, pero no era una urgencia.

Me sentía extraño con tanta atención, siempre fui ignorado, el feo de los bailes, nunca reparaban en mí a menos que fuese para criticarme y despreciar mi presencia.

Odiaba mi antigua apariencia, pero más odiaba que todo se basara en eso.

Mi personalidad no era algo llamativo, pero tenía poca importancia cuando lucía como un príncipe de rasgos rubios con un cuerpo esbelto y fornido.

Vestía mis propias telas para poder atraer más interesados en el negocio.

Poco a poco más nobles se acercaban a tratar conmigo, aunque me costaba mantener buenas conversaciones, cuando hablaba de negocios eran todo oídos.

Tuve que asistir a muchos clubes y en medio de tantas reuniones con caballeros, perdí la castidad con una cortesana.

Si iba a tener una esposa, debía por lo menos saber donde me uniría con ella, no quería pasar vergüenza cuando el momento llegara, dos ignorantes no serían buena combinación.

Así que tuve que ser instruido en el hábito de las relaciones íntimas para no quedarme callado en las conversaciones sin pudor entre caballeros y tener algo de experiencia.

Ya no era un joven, tenía treinta años.

— No pensé que vendría, Lord Leandro Mercier — Dijo uno de los nobles, durante el baile.

— ¿Por qué pensó eso?

— Su excelencia, El duque Jones no invita a menos que no sea de su círculo social.

Tomé una de las copas de vino que repartían los sirvientes para los caballeros, estaba tratando de lidiar el hambre desenfrenada que tenía, la comida era algo con lo que estaba luchando, estaba disminuyendo las porciones, porque cuando comía demasiado empezaba mi obsesión por comer más y más, aunque me ejercitaba para mantener mi peso, a veces eso no bastaba.

Otra de las razones por las que tener muchos encuentros placenteros se volvía ventajoso, aunque no lo hacía obsesivamente.

Si me descuidaba un poco, volvería a ser una masa andante.

Por eso la comida se había vuelto mi némesis.

Ni siquiera podía girar mi vista a la mesa de aperitivos, mi boca empezaba a hacerse agua y mi impulso de tomar una pila de pastelillos empezaba a dominar mi control.

— ¿A caso usted a estado estrechando lazos con el duque a puerta cerrada? — Preguntó otro de los caballeros.

Otro se rió — Cuida tus palabras, pueden tomar otro sentido.

— Deja tus mofas para los clubes.

— Díganos, Lord Leandro Mercier.

— Los negocios solo se tratan entre dos — Dije, tomando otro sorbo.

Maldita hambre, no quería que mi estómago empezara a sonar, al menos los violinistas tocaban lo suficientemente alto.

El Duque Jones era dueño de muchas casas de moda y tiendas prestigiosas de la capital, estuve tratando con él desde mi llegada y aunque aún no se decidía a cerrar un trato, el que me invitara a su celebración era ya un buen comienzo.

Todos soltaron resoplidos.

— Va a dejarnos en vela, está acaparando todas las atenciones, debería ir a complacer con un baile a alguna de las señoritas debutantes — Señalaron hacia el grupo de damas del otro lado del baile.

Las señoritas no dejaban de observar hacia mí.

— No quiero dar pie aún — Negué con la cabeza.

— ¿A caso no desea sentar cabeza?

— Por supuesto, pero no veo sentido si no tengo un interés de por medio — Dije, elevando una comisura.

— ¿Se refiere a un matrimonio por conveniencia? — Inquirieron curiosos.

— No, yo me refiero a algo más sentimental — Me sentí apenado cuando todos rieron.

— Vaya que sus bromas son ocurrentes — Se burlaron y tuve que fingir una risa.

— ¿En serio se lo creyeron? — Mentí.

— El romance es para las novelas de amor.

Observé hacia el duque, hablaba con una señorita de tes pecosa y cabello cobrizo.

— Ooh ¿Es ese el motivo por el que se ha acercado al duque? — Insinuó uno de ellos, los tres eran bastante pesados.

— No, no tengo ningún interés de ese tipo, ni siquiera sé quien es esa señorita.

— Es la hija del duque, bastante altiva, ningún caballero se atreve a pretender o acercarse, su padre es un ser estricto, pero eso debe saberlo.

Era cierto que el duque era un poco rígido, pero su vida privada no me interesaba, solo quería hacer negocios.

La señorita no despertó ningún interés en mí, pero desde que había empezado el baile, me observaba demasiado.

Otra vez mi estómago se quejó y tuve que ausentarme para ir al baño.

Si mi ansias por comer no se aplacaban, tendría que tomar algún brebaje para disminuirla.

Al salir al pasillo, me sorprendí al hallar al duque, esperando.

Era un hombre con pocas canas, muy alto y delgado, con una barba gruesa.

— Lord Leandro Mercier, quisiera hablar con usted en mi estudio, sino le molesta, por supuesto.

— No me molesta en lo absoluto, Su Excelencia.

— Sígame — Empezó a caminar por el pasillo y subió las escaleras que estaban al final.

Llegamos al estudio, no me senté hasta que él se acomodó detrás del imponente escritorio de caoba.

— Dígame ¿De qué desea hablar? — Me apresuré, mi mal humor salía a flote cuando tenía hambre, observé las manzanas que estaban sobre un tazón en el escritorio.

— ¿Quiere una? — Me ofreció y me tensé.

Era tan imprudente como para no disimular.

— No, solo admiraba los detalles del tazón, pero gracias.

Mi hermano Chester me aconsejaba comer si tenía hambre, pero eso no me ayudaba con mi obsesión por la comida, aunque necesitaba energía, el ejercicio me daba más hambre.

Nadie podía comer sin engordar o gastar energía y no sentir hambre. Yo quería esos privilegios.

— Lord Mercier, siempre a tenido interés por convertirse en mi socio y por lo que me ha demostrado, es muy hábil para acrecentar sus ganancias, no tengo ninguna duda de que un trato no sea beneficioso para ambos — Dijo, entrelazando sus manos sobre el escritorio.

— Se que algo lo detiene, pero no se preocupe, puede considerarlo el tiempo que guste, tengo prisa, pero también paciencia.

— Veo que luce confiado, no teme por una negación — Sonrió con interés.

— No debo temer, en los negocios a veces no se puede ganar — Me apoyé del espaldar, mostrando seguridad, tomó un tiempo sentirme así al hablar sobre negocios.

— Cierto, pero siempre hay que buscar la manera de no perder... Tengo una proposición para usted — Dijo, observandome — Los linajes son importantes para mí, incluso a la hora de negociar, a pesar de todo lo que ha pasado su familia, su apellido es uno de los más prestigiosos de Floris y su buena genética también.

El apellido Mercier me hacía sentir avergonzado.

— ¿Qué proposición quiere hacer?

— Necesito casar a mi hija con un hombre de buena familia y de pulcra apariencia, aunque tenga un apellido que estuvo en boca de todos en los últimos años, usted me parece un excelente candidato — Dijo, sacando una hoja de la pila de papeles — Mi única condición para hacerlo mi socio, es que usted se comprometa con mi hija — Extendió el papel hacia mí, era el contrato de la sociedad— Firme si está de acuerdo con mi proposición, sería muy conveniente para usted, tanto en el negocio como en la sociedad, ganaría mucho más prestigio, tendría un heredero que pasaría a ser duque cuando yo muera y también crecería el negocio familiar, yo por mi parte, tendría una alianza con una familia prestigiosa, buenos rasgos y mis negocios crecerían más, ambos saldríamos muy beneficiados — Acercó la tinta con la pluma.

Era demasiado para procesar.

— Su excelencia, no está en mis planes casarme por conveniencia, ni forzar a nadie a...

— Mi hija está de acuerdo, muy encantada.

— Aún así, debo pensar esto con detenimiento — Me levanté e hice una reverencia — Disculpe, su excelencia, voy a tomarme el tiempo para considerar su proposición.

— No me deje esperando demasiado, tampoco a mi hija, esto que estoy haciendo no lo he hecho con ningún otro caballero, así que debería sentirte afortunado por mi consideración en conseguirle una esposa y una buena sociedad al mismo tiempo — Dijo, con mirada firme.

— Me siento afortunado, es solo que no me esperaba esta proposición.

— Tiene razón, estamos en medio de una celebración, pero es que no podía esperar para decirle, descuide, puede pensarlo cuanto guste, pero no se tarde, tal vez encuentre otro pretendiente digno para mi hija, incluso podría encontrar otro socio — Advirtió con tono risueño.

Lo sentí como una amenaza.

Me retiré del estudio, el hambre ya era insoportable, ni siquiera con la condición del duque desapareció.

No esperaba esta complicación.

Caminé por el pasillo y creí ver una sombra que se escabulló en la oscuridad de la noche.

Estuve aguantando hambre el resto de la celebración.

También estaba pensativo por la proposición del duque.

Me facilitaba las cosas aceptarla, iba a tener esposa y una sociedad ventajosa al mismo tiempo.

Por fin pude subir a mi carruaje, ordené al lacayo detenerse afuera del mercado nocturno, para ir a comprarme algo para comer en alguno de los puestos.

Espere adentro.

Observé el reloj de mi bolsillo.

Estaba tardando demasiado y mi estómago parecía devorarme entero por dentro.

La puerta se abrió.

— Por fin vuelve...

Una figura oscura entró dentro sin ninguna petición, tenía ropas de cuero, con capa, unos pantalones y botas, su cuerpo era demasiado delgado para ser un hombre, llevaba una capucha y una máscara que solo dejaba al descubierto sus ojos.

Me apuntó con una espada, colocando la punta contra mi cuello.

— ¡Vacía tus bolsillos ahora mismo! — Ordenó, la voz se le ahogaba, pero era demandante y aguda.

El rufián era mujer.

Observé la hoja — Una mujer no debería estar robando...

— ¿Entonces que debería estar haciendo? ¡No es su problema lo que haga! ¡Así que vacíe sus bolsillos, no lo vuelvo a pedir de forma amigable! — Gruñó, sus pupilas oscuras brillaban a pesar de la escasa luz que proyectaba los faroles de la acera — ¡Voy a cortarle el cuello si no hace lo que pido!

Me atreví a tomar su muñeca, intentando detenerla, el carruaje se sacudió cuando recibí un golpe en la mandíbula y también una patada en el pecho.

No podía golpearla, era mujer, pero que buena pegada tenía.

Me dejó desorientado por unos segundos.

Pero tiré de su capa y cayó al suelo del carruaje.

Volvió a saltar, a pesar del poco espacio, arremetió con su daga de una forma ágil.

Me aparté bruscamente y salté sobre ella a todo riesgo.

La susodicha, se quedó quieta unos segundos cuando la tomé de ambas muñecas debajo de mí.

— ¿Nadie le enseñó que no debe tomar lo que no es suyo y amenazar con matar si nadie cumple lo que demanda?

Se quedó extrañamente quieta.

— Prefiero crear mis propias reglas.

Sus ojos oscuros eran retadores.

Me dió con la frente y tuve que apartarme.

Al abrir parpadear ya no se encontraba, ni siquiera hubo un sonido en la puerta o en sus pasos corriendo por la calle.

Después de unos cuantos minutos llegó el lacayo.

— Mi lord ¿Qué le sucedió?

Me estaba sangrando la esquina del labio y seguramente tenía un moretón en la frente.

— Un rufián, vamos antes de que llegue otro.

— Santo cielos — Me entregó una bolsa — Es lo único que tenían, pan con mermelada.

— Es suficiente hasta llegar a casa.

— Me faltan unas piezas... Mi lord — Dijo apenado.

Me toqué los bolsillos.

Me di cuenta de que la desgraciada si había logrado robarme y ni siquiera supe en que momento lo hizo.

Lord Leandro Mercier:

2. La ladrona

...MAUDE:...

Caminé por los pasillos de piedra, el pequeño saco que colgaba de mi mano hacía un pequeño ruido gracias a las monedas que chocaban dentro. No necesitaba ser silenciosa en aquel lugar, era nuestro escondite, un antiguo edificio abandonado en la zona más pobre de la capital, donde solo los rufianes con agallas pululaban tranquilamente por la ciudad.

— ¿Vas a repartir esa ganancia conmigo? — Se burló Carter, en el umbral de una de las puertas, su rostro lleno de cicatrices era un recordatorio de lo que lo significaban las traiciones en nuestra banda.

Éramos díez en total, solo dos mujeres y ocho hombres, todos vivíamos en convivencia, robando para aportar comida y armas a la banda. De eso vivíamos, todos eramos personas sin hogar, abandonados en las calles y despreciados, lo único que se nos daba bien era robar.

Mi hermano era el líder, él se aseguraba de conseguir misiones, armas y lugares en los que esconderse, pero haces meses que no tocamos con suerte.

El gobierno del Rey Adrian nos tenía casi escondido, las leyes eran más estrictas y había guardias custodiando las partes más lujosas, no podíamos acceder fácilmente sin ser atrapados y encarcelados.

— No recuerdo que me hayas ayudado.

Soltó una risa.

Seguí mi camino, hasta el final del pasillo, a una puerta llena de termitas.

Entré sin tocar y aventé el saco sobre la mesa.

Mi hermano apartó la vista de la vela, estaba encendiendo su tabaco, aspiró una bocanada de humo.

Roquer era un sujeto grande, con la piel oscura y una barba espesa, mantenía su cabello rapado y siempre llevaba ropas de cuero, aunque en ocasiones le daba por vestir como un ciudadano respetable. Con ropas y joyas robadas, de hecho tenía muchos anillos.

Tomó una espada y cortó el saco, las piezas de plata brillaron a la luz de las velas.

Soltó un silbido.

— ¿Dónde hallaste este botín? — Se emocionó.

— Suerte — Me encogí de hombros — A un noble ingenuo se le ocurrió detenerse a las afueras del mercado nocturno en su ostentoso carruaje, aproveché la oportunidad para entrar y vacie sus bolsillos... Supongo que algo bueno a de haber de las nuevas leyes, los nobles están más confiados.

— Esa es mi chica — Rió, volviendo dejando el tabaco entre sus labios — Siempre me sorprendes, eres aguerrida, aprovechas las oportunidades que se te presentan, no dudas en tomar ventaja... Pero, tenemos que actuar con prudencia, los nobles acuden a los guardias hasta por un anillo perdido — Empezó a contar las monedas — Esto nos mantendrá cómodos por unos días ¿Ya tomaste tu parte? — Me evaluó — Por supuesto que sí, te conozco tanto, eres mi hermana y tenemos la misma astucia.

El reloj de oro era mío. Así eran las reglas, la mejor parte era del que llevaba a cabo el robo.

La mayoría de los nobles gritan o se desmayan cuando le apuntan con una espada, pero ese hombre me sorprendió al atacar, por supuesto que fui más hábil, pero casi se sale con la suya.

Al menos fue divertido.

Me dejé caer en una de las sillas y elevé mis piernas para cruzarlas sobre la mesa.

— Roquer... Sinceramente, estoy cansada de tener que hacer robos menores — Dije, quitándome la capucha y la máscara, estaba cansada de no avanzar, de quedarme entre las calles apestosas, robando siempre, buscando refugio en cualquier rincón, quería una vida mejor, yo era ambiciosa, necesitaba triunfar, dejar de robar cuando ya lo tuviera todo.

Algo que no podía conseguir trabajando, las únicas opciones que tenía era de prostituta y sirvienta, en ninguna de ambas llegaría tan alto como los nobles.

Necesitaba fondos para dar pie al negocio de mis sueños.

Mis manos no solo eran buenas para tomar cosas y manejar armas.

A pesar de mi apariencia, quería tomar un lugar en la sociedad que no fuese el último.

Quería demostrar a esos estirados que una persona de sangre común podía llegar lejos, pero tenía todo en contra cuando los títulos nobiliarios, la apariencia aceptable y la sangre azul lo eran todo en este reino.

— Todos estamos cansados, pero no podemos arriesgar a la banda a un robo grande, no con las leyes tan estrictas y rotundas — Dijo, dejando caer la ceniza al suelo — Casi todos los crímenes llevan a una sentencia de muerte.

— Lo sé — Resoplé frustrada.

— He estado pensando en un plan... No voy a mentir.

Lo observé con interés — ¿Qué plan? ¿Quieres que llame a los otros para reunirnos?

— No, esta vez esto será confidencial, esta misión es de una sola persona y tú eres la más hábil del grupo.

Bajé las piernas de la mesa y me acomodé en el asiento.

— Soy todo oídos.

— El Duque Jones es mi objetivo, a parte del Rey y su séquito, es el noble con más riquezas y propiedades en la capital — Dijo con una voz más baja, encajando sus ojos en los míos — Lamentablemente, es casi inaccesible, su propiedad está vigilada y está ubicada en un barrio muy fino. No podemos atacarlo directamente y sería imposible tener exito, desconocemos donde guarda sus riquezas.

Sonreí — Ya pensaste en una forma ¿Cierto?

— Planeo vaciar todas sus cajas fuertes, robar cada cosa que tenga de valor, dejarlo sin nada y que no pueda darse cuenta hasta que sea demasiado tarde, pero para eso necesitaré de ti.

— Cierto, necesitarás de mis manos...

— Más que eso — Dijo y fruncí el ceño — Hay que utilizar otro tipo de astucia, jamás podré acercarme al duque, no para saber todo sobre su vida privada y sus propiedades, con una espía como tú podría tener esa información.

— ¿Cómo podré acercarme a él? — Me desconcerté.

— Encontré un contacto en uno de los clubes para caballeros nobles, el duque siempre frecuenta ese lugar y no solo eso, disfruta de los servicios de las cortesanas.

— ¿Qué rayos estás insinuando? — Me exalté.

— Maude, no puedes ponerte al tiro, solo vas a entrar, te harás pasar por cortesana y te acercarás al duque, intenta persuadirlo de convertirte en su amante, el duque no tiene esposa, es un hombre solitario, así que no le importará llevar a sus aposentos a cualquier mujer que logre captar su atención y se gane su confianza.

Me levanté — ¡Si hubiera elegido ser cortesana, no estaría aquí! — No pude evitar enojarme con él — ¡Esto que me pides es muy bajo, puedo ser una ladrona, pero no soy una...

— Eres mujer, una muy hermosa — Cortó, con seriedad — Utiliza tus atributos... Solo una mujer puede acercarse tanto a un duque, ganar su confianza con la seducción... Si haces lo que pido estarás en su mansión en menos de lo que canta un gallo... Los nobles siempre piensan con el miembro, les encanta divertirse con el placer, se que puedes hacerlo.

No podía, me daba náuseas de solo pensar en fingir ser una cortesana, tocar y dejarme tocar por un duque que ni siquiera conocía no me agradaba.

Había pateado a muchos hombres en las bolas para mantenerme intocable.

— Dile a Prudence que haga el trabajo.

— Prudence no es tan hábil, no le gustan los hombres y tampoco sabe como actuar, prefiere la acción.

— Yo tampoco sé actuar, lo mío también es la acción — Me crucé de brazos — Encuentra otro plan.

— Eres astuta, te encanta engañar a la gente, sabrás como endulzar al duque, piénsalo bien, podemos empezar cuando gustes.

Me quedé pensativa y luego resoplé.

El plan no estaba mal, lo único que no me agradaba era fingir ser una cortesana y dejarme tocar por un urgido.

— Si tengo éxito en esta misión, voy a dejar mi vida de ladrona atrás, usaré el dinero que me toque para tener un negocio respetable y quiero que sea un pago justo, esa será mi condición para aceptar esta misión, esta será la última vez que robo — Dije y mi hermano se quedó parpadeando por unos segundos.

— No puedes dejar esta vida atrás, eres una ladrona, no sabes otro oficio que este — Dijo, siempre se ponía en mi contra cuando se trataba de mis aspiraciones.

— Tengo mis propios planes y tendrás que aceptar mi retiro de la banda después de esta misión — Demandé y él se levantó, era alto y fornido, odiaba que fuese el hermano mayor, eso le otorgaba un poder sobre mí, la autoridad de decidir el curso de mi vida.

Si quería algo de mí debía aceptar mis condiciones.

— ¿Olvidaste lo que pasó en nuestra infancia? ¿De cómo terminamos en la calle? — Gruñó, lleno de rencor.

— No lo he olvidado.

— Pero, insistes en hacer lo que nuestros padres hicieron — Me dió una expresión dura.

— Eso fue hace años — Elevé mi barbilla.

— No vas a tener éxito — Volvió a aspirar su tabaco.

Odiaba cuando se ponía en ese plan.

— Lo voy a intentar, tendré las piezas que necesite.

Se rió — Puedes tener todas las riquezas y sin embargo, vas a fracasar como lo hicieron nuestros padres, ellos intentaron lo mismo y esos altivos no pararon hasta dejarlos en la calle.

— Tal vez esos tiempos han cambiado — Dije, esperanzada — El rey seguramente ha hecho que todos se comporten diferentes y...

— Nada a cambiado, el rey es igual al resto, no seas ilusa, al salir a las calles la gente me sigue viendo con el mismo desprecio — Señaló la ventana rota para hacer énfasis — Nunca aceptarán vernos como iguales, por eso debemos quitarle todo lo que nos quitaron y robar a ese duque solo será el comienzo, así que no puedes retirarte ahora.

— Soy una mujer, no una niña, acepta mi condición, sino no seré parte de esto, si fallo, es mi problema, no puedes decidir por mí — Le dejé en claro, golpeando mi dedo índice contra la mesa — Mi decisión está tomada.

— Si vuelves arrepentida...

— ¿Me cerrarás las puertas? — Elevé una ceja.

Negó con la cabeza — Eres mi hermana, debo cuidarte, pero no me gustaría que vieras por tu cuenta la crueldad de los aristócratas.

— Lo ví cuando era niña, pero eso no me intimida.

Soltó una larga respiración — Eres tan terca como yo, pero no puedo obligarte a quedarte con nosotros.

— No voy a traicionarte con otra banda, no te preocupes, así que no será necesario cortarme la cara si vuelvo.

— Está bien, acepto tu condición.

— Es lo menos que puedes hacer si voy a rebajarme a seducir a un hombre — Gruñí, echando chispas de solo imaginarlo — Tienes que prometer que no vas a seguir cuestionando cuando la misión termine.

Puso los ojos en blanco.

— Lo prometo.

— Me diste tu palabra, ya no hay vuelta atrás... Discutamos ese plan, estoy dispuesta a comenzar mañana misma.

...****************...

Entré en una de las habitaciones y me acosté sobre el colchón polvoriento después de quitarme la ropa, dejando solo una camisa de botones y los calzones.

Me vestía con ropas de hombre, los vestidos y corset no me dejarían moverme con agilidad.

Conservaba una daga al lado de la almohada por si había un ataque nocturno.

Intenté dormir, pero pensar en la misión me mantenía despierta.

No podía equivocarme, mi futuro dependía de mi éxito en dejar a ese duque vacío.

Observé el reloj en la mesita y me giré sobre la cama.

Lo tomé.

El oro destellaba ante la luz de las velas, la larga cadena era fina.

Lo giré entre mis dedos, había algo grabado allí.

— Lady Celia Mercier — Leí, asombrada de lo que los nobles podían hacer con sus riquezas — Ojos de plata.

El lord no lucía como los anteriores que robé.

Era joven y apuesto, demasiado diría.

El cuerpo era ágil, logró atraparme y eso no era fácil, aunque no lo hubiera logrado si no estaría dentro de un carruaje, el espacio limitado me dejó pocas salidas, pero si fuera tan vago como eran la mayoría, no hubiera podido ni evadir mi daga.

Las ropas que llevaba eran muy finas, un azul gris con diseños pintados en dorado, el pañuelo blanco en el cuello y el azul.

Escondía un cuerpo atlético.

Sus ojos plateados era lo que más recordaba, junto con los rasgos varoniles.

Observé el reloj, seguramente tenía esposa o estaba comprometido y este reloj con nombre de mujer era la prueba.

Seguramente era igual que el resto, solo le bastó unos segundos para cuestionar mi vida y el hecho de que era una mujer.

Se les hacía fácil juzgar.

Me alegraba de haberle robado, se lo tenía merecido.

Me giré hacia la pared y cerré los ojos para dormir.

Maude:

3. El club de caballeros

...LEANDRO:...

Estaba trabajando en el estudio cuando mi madre entró, el mayordomo le siguió apenado.

— Disculpe mi lord, por no anunciar la llegada de la dama.

— No te preocupes, mi madre no necesita ser anunciada, gracias.

Se retiró después de hacer una reverencia.

Me levanté del sillón y rodeé el escritorio para darle un abrazo.

— Madre, me alegra verte.

— Quise venir a visitarte, a ver como te estaba yendo — Dijo, muy sonriente, tomando mis manos y observando a su alrededor — Es muy hermosa tu nueva mansión.

Mi madre llevaba puesto un vestido de color perla con encajes, su cabello recogido en un tocado, guantes y un bolso de mano.

— Gracias, madre, espero que no estés agotada por el largo viaje.

— No, en lo absoluto, disfruté mucho viajar, hace tiempo que no lo hacía sola.

Era la primera vez que me veía como un hombre realizado, era notable su preocupación por mí, jamás me le despegué de ella, no hasta que decidí ausentarme por un tiempo de la costa y me refugié en la hacienda.

Mi madre no me obligó jamás a permanecer a su lado, intentaba refugiarme en ella para poder soportar mi inseguridad y tampoco quería dejarla a merced de mi padre, siempre vigilaba que en sus discusiones ella no saliera lastimada físicamente, aunque no podía hacer mucho, ya que yo también le temía a Lorenzo.

— ¿Estás atareado por el trabajo? — Me preguntó, observando los papeles.

— No, tranquila, estoy disfrutando de ello, intento organizarme en la contabilidad de mi empresa de textiles.

— ¿Y los nuevos socios? ¿Han aceptado tu propuesta? — Me observó detenidamente, acomodando un mechón rebelde de mi cabello y también abotonando mi camisa hasta el cuello.

No le daba importancia a mi apariencia cuando trabajaba, solo tenía unos pantalones café con tirantes y una camisa.

— El único socio que puedo tener en la capital es el Duque Jones, es el mayor propietario de tiendas y casas de moda — Dije, acariciando mi cuello.

— ¿Lograste hablar con él?

— Sí, he estado asistiendo a sus celebraciones, de hecho ya tomó mi propuesta — Confesé y mi madre se alegró.

— Sabía que ibas a lograrlo, que eres hábil en los negocios — Apretó mis hombros.

— No tan hábil, me pide una condición y por eso no he firmado el acuerdo de sociedad — Dije un poco frustrado y ella se desconcertó.

— ¿Condición? ¿Por qué rayos te pondría una condición para trabajar con él?

— Tiene una hija y quiere que me comprometa con ella — Dije y alzó las cejas.

— Ese sería su beneficio, casar a su hija.

— Sí, si acepto el acuerdo, debo comprometerme con esa señorita ¿Qué piensas de ello? — Me apoyé del escritorio.

— ¿Esa señorita te interesa? — Me preguntó.

— Ni siquiera he cruzado palabras con ella.

Suspiró — Entiendo que la sociedad nobiliaria tiene sus costumbres, la mayoría de los matrimonios son arreglados, como el de Sebastian, pero hijo, no me parece adecuado que ese duque involucre la vida privada en los negocios... Te está acorralando de alguna forma, busca una garantía para que no puedas terminar la sociedad en caso de que algo salga mal, piensa, si te casas con su hija, quedarás enlazado a esa familia para toda la vida... Eso no te permitirá huir.

— No lo había pensado de esa forma, madre, tiene sentido — Me acaricié la barbilla, estaba rasposa por la barba incipiente — ¿Qué ganaría el duque con todo esto?

— Los hombres nobles nunca quieren perder, siempre intentan buscar alguna estrategia que no les de pérdida, tanto en el negocio, como en el matrimonio — Dijo, observando hacia mí — No estás en la obligación de firmar y menos con esa condición, el duque te ve como competencia y al firmar una sociedad, podrá dejarte a su sombra.

— Eres muy astuta, madre.

Era cierto, no había pensado en que el duque solo quería tomar ventaja de mi proposición, me veía como competencia y quería deshacerse de ella.

— Tantos años casada con Lorenzo debieron tener algo bueno después de todo y deduje rápidamente esto porque tu padre solía aplicar las mismas artimañas para salir ganando... Puedes darle un voto de confianza si deseas, pero al imponer significa que no te dará libertad para tus proposiciones y estrategias.

— Tienes razón, aprovecharé la reunión que tengo para esta tarde en el club y rechazaré su propuesta — Dije, decidido — Puedo encontrar otro socio, empezar con algo pequeño no significa que no voy a triunfar.

— Así se habla, hijo mío, se que puedes lograrlo, que no necesitas a un socio mayoritario, has alcanzado el exito en poco tiempo — Tocó mi mejilla y me evaluó — Te veo más delgado ¿Estás comiendo bien?

— No te preocupes, estoy comiendo bien.

Estrechó sus ojos — Leandro, no tienes que pasar hambre solo porque no quieres engordar.

— Madre, estoy comiendo bien — Le aseguré.

— ¿Estás seguro?

— Lo estoy — Le dije con firmeza, pero mi estómago traicionero rugió.

— Ya veo que me has mentido — Me reprendió.

— Comí, pero sabes que siempre tengo hambre, que esto nunca es de acabar — Dije, sonrojado por la vergüenza.

— No puedes matarte de hambre, con más razón debes comer.

— He estado ocupado, solo hago ejercicio tres veces por semana, si me alimento como antes, perderé todo por lo que trabajé y no es momento para engordar...

Ella soltó un resoplido — No es saludable saltarse las comidas, estás haciendo un mal a tu cuerpo, tienes que hacer lo que dice, si tú apetito es fuerte, es porque así naciste, voy a ordenar a los sirvientes preparar un buen almuerzo bastante resuelto — Se alejó hacia la puerta — Y ni se te ocurra decir que no.

— De acuerdo — Accedí a regañadientes.

Palpé mis bolsillos, pero recordé que el reloj que ordené grabar con el nombre de mi madre fue robado por esa ladrona.

Maldición.

Ese reloj era importante para mí, era un regalo de mi madre. ¿Cómo pude dejar robarme? Debí darle un golpe.

Era mujer, así que eso me detuvo.

Odiaba a esa ladrona ¿Por qué no podía ganarse el pan de forma honrada? Esperaba que obtuviera su merecido.

No podía dejar de recordar sus ojos oscuros, tan oscuros como el azabache.

Terminé de organizar el papeleo y bajé al comedor.

Mi madre estaba ocupando a los sirvientes, ordenando traer bandejas repletas de comida, olía delicioso y el hambre se hizo más fuerte.

Era un esclavo de la comida y al parecer nada me salvaba de ello, siempre me perseguía las ansías.

Aquello no podía ser normal.

Entré al comedor.

— Ya casi está servido — Dijo mi madre, ordenando los tenedores y cucharas.

Le di un beso en la frente — Gracias mamá, no tenías que molestarte en hacerlo.

— Claro que sí, eres mi hijo, siéntate, yo te serviré.

Siempre rompiendo las normas.

Sonreí y me senté a la cabeza de la mesa, era el señor de aquella mansión y ese era mi lugar, jamás creí estar en una posición así.

Sebastian era mi hermano mayor y siempre creí que él era el único capaz en asumir una posición de poder.

Jamás hablé en las reuniones, ni siquiera mostré ningún talento, solo abría mi boca para masticar.

— Madre, no llenes tanto mi plato.

Hizo caso omiso, llenando varios trozos de carne en salsa, ensalada, puré, todo tipo de delicias, incluso frutas.

— Nada de quejas, no seas malagradecido — Tomó su lugar después de servirse a ella también — Hijo mío, se que puedes elegir una esposa como todos los nobles, pero me honrarías si tu enlace matrimonial fuese consensuados, se que la mayoría de las señoritas están preparadas para aceptar el esposo que le impongan sus padres, pero por dentro, ninguna de ellas es felíz, todas tienen miedo, se que es así.

Ella fue una de esas señoritas y por eso me hablaba de forma tan clara.

— Lo sé, madre, aún no me decido a casarme, quiero que la mujer que elija también pueda alegirme, que podamos tener una conexión que no sea impuesta — Dije, mientras picaba un trozo de carne, después de probar bocado no podría hablar, la comida era el centro de la atención cuando eso sucedía, ni siquiera podía mantener una conversación, otro motivo para evitar los alimentos en reuniones sociales.

— Me alegra saberlo, aunque sé que es cuestión de suerte encontrar a una persona que te haga sentir algo y que puedan casarse, muchas veces, el corazón es necio y toma rumbos complejos.

Lo decía por su pasado con William, el padre de mi hermano Sebastian y de Chester, un hombre al que le tomé aprecio. En el fondo, si quería que mi madre se casara con él, pero ella adoraba su libertad.

— Cierto...

— De todas formas, si no puedes hallar lo que buscas y eliges un matrimonio a conveniencia, trata bien y haz muy felíz a tu esposa.

— Lo haré, madre.

Me sonrió — Sé que sí.

— Buen provecho — Dije y respondió de igual forma.

Al probar el primer bocado, me absorbí por completo en la comida, en el sabor y la explosión de sabores, en la satisfacción de sentir como mi estómago se llenaba.

Amaba comer y al mismo tiempo lo odiaba.

Por ser como soy, fui el feo de los bailes, incluso mi padre pensaba eso de mí.

Al ver el cuchillo en la mesa, sentí un poco de náuseas.

Con la mirada de mi madre sonriente, disfrutando de verme comer, mi culpa y mi ser carcomido por lo que hice, se acallaron por un instante.

...****************...

— ¿Ya te vas? — Preguntó mi madre cuando pasé al salon a despedirme, estaba leyendo un libro.

— Sí, resolveré el asunto con el duque de una vez.

— Estás muy guapo, pero siempre lo has sido — Evaluó mi ropa, llevaba un traje negro, con un pañuelo blanco y botas pulidas, el cabello peinado hacia atrás.

— Antes no lo era — Me acomodé la chaqueta.

Chasqueó la lengua — No digas tonterías, eres muy hermoso y no hablo solo de la apariencia.

— Madre ¿Crees qué una señorita le hubiese encantado que un hombre gordo fuese su prometido?

Arqueó las cejas — Las apariencias no lo son todo. Poco importa eso.

— En el mundo en el que crecimos sí.

— Cualquier mujer sería afortunada de tenerte como esposo.

— No hace falta mucho cuando tienes buena apariencia, las mujeres me miran por doquier, algo que no pasaba cuando era un cerdo.

— No te digas así, no había nada de malo con tu apariencia, ya te dije, que lo que cuenta es lo que llevamos en el corazón y en el alma, que no te importe lo que piense la sociedad — Gruñó, un poco molesta por mi actitud.

Me agaché para besarla en la mejilla — Ya debo irme, nos vemos en la cena.

— Nos vemos, cariño, no bebas demasiado.

— No, no lo haré.

...****************...

El carruaje me dejó justo en la entrada del club, el guardia de la puerta la abrió para mí.

Entré al vestíbulo y me hallé a varios caballeros que solía frecuentar en los bailes, me invitaron al salón, me senté un rato a jugar cartas mientras esperaba que el duque apareciera.

No me apetecía jugar, pero debía acostumbrarme a convivir con otros hombres que no fuesen mis hermanos o familiares.

A decir verdad, ni siquiera tenía amigos, esos caballeros eran superficiales, solo limitaban sus conversaciones a los negocios y a los encuentro pasionales.

Chester era mi único amigo, aunque no era mi hermano de sangre, yo lo veía como tal.

— ¿El servicio de cortesanas estará disponible hoy? — Preguntó el mismo lord que se había burlado de mí cuando dije que buscaba amor en una esposa, era hijo de un marqués, los otros tres eran primos de él.

— Deja de apresurarte, debemos beber primero o los nervios volverán a traicionarte — Dijo riendo uno de sus primos.

— Ese día no me sentía bien.

— Tu amiguito se quedó dormido.

— ¡Otra ronda por favor! — Exigió a uno de los meseros, ondeando su mano.

El hombre se aproximó con una botella sobre una bandeja.

La dejó sobre la mesa y se alejó.

— Bebe otro poco — Dijo el lord y negué con la cabeza.

— Hoy no siento deseos de beber.

— ¿Estás nervioso por las cortesanas o por qué tú futuro suegro vendrá?

— No es eso, no siento ganas de beber.

— Estás tenso, deberías ordenar un servicio privado, lo vas a disfrutar — Dijo, sonriente, palmeando mi hombro.

No me apetecía acostarme con una cortesana.

El club estaba repleto de muchos caballeros, el olor a tabaco me estaba mareando.

El duque no apareció después de dos horas.

Dejó una mesa para él solo y al fin pude levantarme de mi asiento para aproximarme.

Me detuve en seco en mi marcha.

Las cortesanas estaban entrando.

— ¡El Duque Jones te invita! — Gritó de forma imprudente el lord que me acompañaba en la mesa y me palmeó el hombro mientras caminaba hacia las mujeres, compitiendo por tomar a la más bella.

El duque frunció el ceño, intenté acercarme a él pero quedé paralizado.

Una mujer sacudía sus caderas al ritmo de una música

Estaba cubierta solo con dos piezas de tela de seda con brillantes lentejuelas, llevaba una máscara cubriendo su rostro.

Su piel era café, muy hermosa, como un bombón.

Tenía un cuerpo maravilloso, con curvas pronunciadas, abdomen plano, un busto precioso insinuante debajo de la prenda y piernas largas y tonificadas.

La danza que hacía era alucinante, en un abrir y cerrar de ojos se acercó, sus caderas seguían moviéndose, sus brazos se elevaron.

Los hombres la devoraban.

Unos ojos oscuros se encajaron en mí.

¿Los mismos ojos de la ladrona?

Pasó sus manos por mi pecho.

Esto era peligroso.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play