El Agujero (Jeongin)
Capitulo 1
Yang Jeongin estaba acostumbrado a la vida acelerada de Seúl. Entre las clases, las tardes con sus amigos y las noches de estudio, su rutina rara vez variaba. Pero aquella tarde, al entrar en el pequeño apartamento que compartía con su madre, notó algo diferente en el aire. Su madre estaba sentada en la mesa del comedor, con una taza de té humeante entre las manos, y una expresión que Jeongin no reconoció de inmediato. No era tristeza, pero tampoco era preocupación; era algo intermedio, algo que le hizo fruncir el ceño.
madre de Jeongin
Jeongin, necesitamos hablar
Dijo su madre, rompiendo el silencio antes de que él pudiera siquiera preguntar.
Jeongin dejó caer su mochila junto a la puerta y se acercó lentamente, sintiendo un nudo formarse en su estómago. Las palabras de su madre siempre llevaban un peso que él respetaba, pero esta vez había algo más, algo que le causaba inquietud.
Preguntó, sentándose frente a ella.
Su madre tomó un sorbo de té antes de responder, como si necesitara ese momento para organizar sus pensamientos.
madre de Jeongin
Tu abuelo...
madre de Jeongin
No está bien, Jeongin. Está viejo, y vive solo en esa casa grande. Necesita a alguien que lo cuide por un tiempo, y yo...
Jeongin no necesitaba que terminara para entender lo que venía. Sus ojos se abrieron un poco más, en un gesto de sorpresa y ligera protesta.
Yang Jeongin
Quieres que yo vaya?
madre de Jeongin
Sí, hijo. Sé que es mucho pedir, pero es solo por un tiempo. Necesita compañía, alguien que lo ayude con las cosas de la casa. Yo no puedo dejar el trabajo aquí, y tú... podrías aprovechar para despejarte un poco de la ciudad.
Jeongin quiso protestar, quiso decir que tenía cosas que hacer, que sus estudios no podían esperar, pero algo en la mirada de su madre lo detuvo. Sabía que ella no pediría esto si no fuera realmente necesario. Su abuelo era un hombre fuerte, o al menos lo había sido la última vez que lo vio. Pero eso había sido años atrás, y ahora, la idea de ese hombre, alguna vez robusto y lleno de energía, necesitando ayuda, le resultaba extraña.
La sonrisa de alivio de su madre fue suficiente para hacerle saber que había tomado la decisión correcta, aunque no lo sintiera así en ese momento. Y así, sin más, Jeongin se preparó para lo que sería el viaje más extraño y decisivo de su vida.
El viaje en autobús fue largo, interminable. A medida que el vehículo avanzaba por carreteras solitarias y desiertas, Jeongin comenzaba a sentir que el mundo que conocía se desvanecía con cada kilómetro que lo alejaba de Seúl. La ciudad se convirtió en una memoria lejana, mientras el paisaje rural lo rodeaba, más sombrío y melancólico con cada hora que pasaba. Los árboles eran más altos de lo normal, las sombras más densas, y el aire se sentía más pesado, como si algo estuviera esperando en el horizonte.
Cuando el autobús finalmente se detuvo en la estación, Jeongin se encontró en un pequeño pueblo, perdido entre montañas que parecían tragarse el sonido y la luz. No había mucho más que unas pocas casas dispersas, algunas ya envejecidas, otras medio desmoronadas. El lugar no parecía tener vida, como si los habitantes se hubieran reducido a sombras que deambulaban por la plaza, demasiado calladas, demasiado distantes.
Capitulo 2
El aire era frío, pero no de la manera en que el clima de la ciudad lo era. Era un frío húmedo, denso, que calaba hasta los huesos, como si el lugar estuviera saturado con algo que no se podía nombrar. Jeongin caminó hasta el automóvil que lo esperaba, y sin pronunciar palabra alguna, subió al asiento del copiloto. El conductor, un hombre mayor con un rostro cansado, lo miró brevemente antes de arrancar el motor. No había una bienvenida cálida, ni siquiera un intento de conversación. Solo el sonido del coche quebrando el silencio del pueblo mientras avanzaban hacia la casa de su abuelo.
A medida que el coche avanzaba por el pueblo, Jeongin comenzó a notar lo inquietante del lugar. Las casas, aunque bien construidas, tenían un aire de abandono. Las ventanas cubiertas de polvo, las puertas entreabiertas, como si la vida hubiera decidido irse de allí, dejando atrás una quietud que no podía ser natural. El pavimento estaba agrietado y cubierto por una capa de musgo, y las calles no parecían tener rumbo, solo callejones que se perdían en la oscuridad del bosque circundante.
Finalmente, el coche giró por un camino polvoriento, bordeado de árboles que se alzaban tan altos que el sol parecía desvanecerse entre sus ramas. La casa de su abuelo apareció frente a él, imponente, pero aterradora. Era una estructura antigua, de ladrillos oscuros y techos inclinados, rodeada de un jardín descuidado, con plantas que se enredaban unas con otras y un aire de olvido que lo envolvía. La chimenea, aún humeante, parecía la única señal de vida en todo el lugar.
Jeongin sintió una presión en el pecho, como si una fuerza invisible lo estuviera empujando hacia atrás, instándole a no acercarse más. La casa parecía observarlo, sus ventanas oscuras como ojos que no paraban de mirarlo. No sabía por qué, pero algo en su interior le decía que no debía estar allí, que aquel lugar no era seguro. Sin embargo, la necesidad de cumplir con su madre, el deber de cuidar a su abuelo, lo impulsó a seguir adelante.
El coche se detuvo frente a la puerta. El conductor le indicó que bajara sin decir una sola palabra más, y Jeongin lo hizo, sintiendo cómo el aire frío le calaba la piel. Caminó hacia la puerta de entrada, sus pasos resonando en el silencio absoluto del lugar. Cada uno de esos pasos parecía más pesado que el anterior, como si la tierra misma lo estuviera reteniendo.
Cuando empujó la puerta, esta se abrió con un crujido bajo, como si hubiera estado cerrada por años. Al entrar, el olor a madera vieja y humedad lo envolvió, y una sensación de frío se apoderó de él. Aunque no era completamente oscuro dentro, la luz de la lámpara en el pasillo parecía apagada, como si la casa misma absorbiera la luz. La madera de las paredes crujía, y las sombras parecían moverse por su cuenta, como si algo, o alguien, estuviera esperando en cada rincón.
Llamó Jeongin con una voz que apenas rompió el silencio.
Unas largas pausas se sucedieron antes de que, finalmente, una figura delgada y encorvada apareció en el pasillo. El abuelo de Jeongin, su rostro arrugado y su cuerpo flaco, se asomó desde las sombras con una sonrisa débil y sombría.
abuelo de Jeongin
Te esperaba, Jeongin
Capitulo 3
Aunque intentó devolver la sonrisa, Jeongin no pudo quitarse la sensación de incomodidad. Algo en ese lugar, en el rostro de su abuelo, y en la quietud que lo rodeaba, le decía que algo no estaba bien. Pero, ¿qué podía ser? ¿Era la nostalgia de un lugar olvidado, o había algo más oscuro y profundo en este pueblo que aún no podía entender?
Los días en la casa de su abuelo comenzaron a mezclar la rutina y el desconcierto. Jeongin intentaba adaptarse a la vida tranquila y solitaria de aquel lugar, pero el ambiente pesado de la casa lo mantenía tenso. El abuelo, aunque no le hablaba mucho, le asignaba tareas diarias: cortar leña, limpiar las ventanas, barrer los largos pasillos. Todo lo que hacía estaba rodeado de un silencio profundo, que se sentía como una presión constante sobre su pecho.
Una tarde, mientras realizaba algunas tareas en el desván, Jeongin se encontró con un viejo baúl cubierto de polvo. Era un objeto grande, de madera desgastada, con hebillas de metal oxidadas. Intrigado, se acercó, no sin cierta aprensión, y lo abrió lentamente. Dentro, encontró una serie de objetos viejos y desordenados: ropa de antaño, libros empastados de cuero y algunos recuerdos que parecían sacados de otro tiempo. Pero lo que realmente llamó su atención fue una pequeña cajita de madera, finamente tallada, que estaba enterrada entre un montón de trastos.
Jeongin la sacó con cautela y la sostuvo entre sus manos. Era sorprendentemente liviana, pero tenía una sensación extraña, como si tuviera algo importante dentro. La caja, de un tono marrón oscuro, tenía intrincados patrones grabados en su superficie, representando símbolos que no reconoció de inmediato. Sin pensarlo mucho más, la abrió.
Dentro de la caja, en un pequeño sobre arrugado, había una sola fotografía, en blanco y negro. Al principio, Jeongin no entendió lo que estaba viendo, pero cuando la examinó más de cerca, su corazón dio un vuelco.
La foto mostraba a su abuelo, mucho más joven, con una expresión seria y algo sombría. Lo que realmente captó la atención de Jeongin no fue el rostro familiar de su abuelo, sino el fondo de la foto. Detrás de él, se extendía un gran agujero en el suelo, enorme y oscuro, como un pozo sin fondo. El agujero parecía tragar todo a su alrededor, absorbiendo la luz, la tierra y el mismo aire.
Jeongin sintió una sensación incómoda recorrer su espalda al observar la imagen. No recordaba que su abuelo hubiera mencionado nunca algo sobre un agujero como ese. Pero lo que más le sorprendió fue el hecho de que, aunque la fotografía estaba bastante deteriorada, la sensación de la imagen parecía... viva. El agujero no parecía estar simplemente en la foto; había algo en la manera en que estaba capturado, algo que hacía que su estómago se retorciera.
Con la fotografía en las manos, Jeongin intentó recordar si alguna vez había escuchado alguna historia sobre ese agujero, pero nada le venía a la mente. Su abuelo nunca hablaba de su juventud, y mucho menos de algo tan inquietante como un agujero de esas dimensiones.
Sintió una extraña urgencia por saber más, pero al mismo tiempo, un miedo profundo lo invadió. ¿Por qué su abuelo había guardado esa foto? ¿Por qué nunca le había hablado de ese lugar? Y lo más importante... ¿por qué sentía que, de alguna manera, ese agujero lo estaba observando, incluso a través de la foto?
Decidió no preguntar nada de inmediato, pero la inquietud que sentía no hizo más que crecer. Mientras guardaba la foto nuevamente en la caja, una sensación extraña lo invadió, como si algo lo estuviera siguiendo, acechando desde la sombra de la casa. Miró a su alrededor, pero todo estaba igual, tranquilo, en silencio.
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