Su respiración tan calma...
Ya había perdido la cuenta, pero aproximaba por lo menos unos cuarenta y cinco minutos de tranquilidad hablaban por si solos, demasiado para un soldado que raramente se permitía un sueño pesado, había caído como una roca, un descanso profundo 《como el de un oso 》la última comparación solo consiguió engrandecer la sonrisa que seguramente tenía en el rostro, era conmovedor, me parecía una ternura que ni siquiera los gritos de nuestro inquieto Mauricio consiguieran interrumpir su tranquilidad, y vaya que eran gritos, toneladas de energía descargadas en la mañana, toda la que podía tener un niño de apenas cinco años.
Los últimos días habían sido difíciles por no decir un dolor de cabeza; despliegues de gente, monitoreos, campeos hasta altas horas de la noche, era imposible mantener ese ritmo por mucho más tiempo —era exhausto— de tan solo pensarlo el peso regresaba a mis los hombros, de ellos al cuello y finalmente a ese particular danzar estresado de mi parpado derecho, 《causa perdida》en el cuartel lo sabían, yo también lo hacía, aunque nadie se atreviera a decir ni una palabra en lo absoluto. La sola mención haría que se cumpliese.
A pesar de todo el cansancio, deseaba poder seguir así... unos minutos más, solo un poco más... ver el sol reflejarse por la ventana 《nuestra ventana》 despertar entre las sábanas frescas de 《nuestra cama》, acariciar el rostro del cansado oso《mi esposo》, aun me cuesta asimilarlo, sentirme amada sigue resultándome algo nuevo, vivir como lo haría cualquier ama de casa... de niña en verdad deseaba ser como ellas, llevar mis días del cuarto a la cocina, esos cálidos veranos tomando limonadas, Mauricio en la piscina, nosotros abrazados, nuestras sonrisas blancas, compartidas, reales, alejadas de todas esas mentiras que sueltan cada tanto en las noticias, las que oigo decir a tu padre en cada nueva junta.
Lo intente, mirar por encima, sin preocupaciones, tape mis ojos varias veces, pero hasta la seda termina por lastimarme, solía creer que podía aprender a vivir así, como una persona cualquiera.
Pero la sonrisa desaparece con el pasar de los días y sabía muy bien la razón.
Por más que lo intentará...
No podía evitar verme como una sombra...
Vagando en una vida cómoda, dando a la realidad de que ninguna de mis acciones cambiaba las noticias que veía cada mañana, no importaba lo mucho que me esforzara en la organización, las intensas rondas nocturnas, los detenidos, mis investigaciones... ya las tenía tan abandonadas, arrumbadas, archivadas en lugares que seguramente ya ni existían, todo seguía igual, el noticiero anunciando《desapariciones》《ataques contra ellos, de ellos a los otros, de todos contra todos》 《crecimiento de manifestaciones.... represión de las manifestaciones》y muertes.... más muertes, muchísimas más de las que podía recordar.
Era como despertar de la fantasía...
Una en la que yo vivía a expensas del problema, después de todo, yo era la había dejado de lado lo que en verdad era importante..., para involucrarme en una vida que ni siquiera debería poseer....
La culpa me consume, por más que disfrute de la calidez del hogar, la familia que había formado con tanto esfuerzo, el dulce rostro de mi querido Mauricio, el protector manto que me otorgas S.... bueno, ahora eres mi esposo... es tan o más reconfortante que cualquiera de los tesoros que pudiera obtener, pero aun así debo confesar que...
《Me arrepiento irremediablemente de las decisiones que he tomado》
Hace algunos años atrás...
«12 de noviembre del 2000»
Esta tan oscuro que apretó los ojos, los froto tantas veces, quiero, necesito verlo... pero ni siquiera así puedo distinguir nada... solo deslumbro... su esbelta figura, la comisura que se eleva en su brillante y macabra sonrisa...
Ahogo un grito, mis manos están tan rojas, pero se lo que pasara si no me quedo callada. Lo que sucederá si me aventuro sin un arma en mano, no soy fuerte —mis piernas tiemblan— se doblan cual cervatillo recién nacido, nunca, enserio nunca... había creído que esto sucedería, no a ti.
«Lo siento...»
El lamento que me acompañara para toda la vida.
La siniestra sombra viste uno de esos uniformes de los que tanto me advertiste, papá. Son más aterradores que en las historias, sigo oculta de ellos —justo como me enseñaste— hasta que por fin desaparece, hasta que me permite acercarme... ya no hay nada que hacer, los dos lo sabemos muy bien.
Tu mano aun esta cálida, al igual que mis lágrimas, ese llanto incontrolable que provoca tu ultima sonrisa, esa expresión realista, ambos sabíamos que esto pasaría... no importa si es en este frio pavimento, en la brillante ciudad o en la batalla más honorable...
Nadie escuchara nuestros lamentos...
Nadie vera nuestro sufrimiento...
Así es vivir en la oscuridad...
«Gracias a dios, es solo una pesadilla»
En un abrir de ojos regreso a la realidad.
«Washington, al parecer no he logrado olvidarte» los recurrentes y para nada tranquilizantes sueños son un buen recordatorio de ello. El equipaje ha conseguido dormirme las piernas y eso que aún tengo un largo camino por recorrer, no por nada, las organizaciones secretas "son secretas" siempre construidas en medio de la nada, no me sorprendería que me coloquen un saco en la cabeza, en fin, tampoco puedo negar que me emociona la idea, no la del saco, sino la de ver a la mismísima SSMH con mis propios ojos, no es fácil ser aceptado y no es por presumir, pero yo lo he conseguido.
Hasta mi dialogo interno se siente realizado de haberlo logrado.
Las sirenas de las patrullas me sacan de la ilusión, dentro de ellas se ven claramente varias personas, esposadas y custodiadas, al parecer otra protesta más, hay cosas que no cambian, no importa cuánto pasen los años.
«Bienvenida al mundo del caos»
La mejor descripción grafica de lo que se había convertido la vida en los últimos años.
Me resulta curioso lo contagioso que puede resultar el pesimismo en estas situaciones, estoy segura de que no es algo que diría alguien en sus apenas veinte y tantos, ¿pero que puedo decirte mi querida y cansada Carrie?, desgraciadamente los tiempos se han tornado bastante oscuros para ti, para todos nosotros, los fenómenos, vaya, triste y miserable existencia...
«Mi bellísimo país, tranquilo, aún quedamos un puñado que en verdad queremos verte en paz...»
Calles llenas del energético y atareado aire matutino, disfrazando casi a la perfección ese filoso peligro al que nos enfrentamos los escondidos «¿En qué momento cambiaron las cosas?» supongo que esa solo será una de las muchas preguntas sin respuesta, no importa, disfruto encontrarlas, aún no ha aparecido alguna que no consiga responder por mis manos. El aire se siente nostálgico, impregnado de tantas cosas familiares... de momentos tan personales «Bueno, Carrie. Que te andas saliendo de línea, este no es momento de deprimirte, no has venido de vacaciones, eso lo sabes muy bien» en fin, despabilo la pegajosa nostalgia que reposaba sobre mí, es hora de enfocar la mente, después de todo, esas respuestas no llegaran solas y las preparaciones no se realizan sin un poco de acción.
Las puertas del nuevo transporte me esperan, junto con varios ojos inspeccionándome de pies a cabeza, lo sé, no soy la imagen que nadie se esperaría de un soldado, soy consciente de ello, aunque es mejor, porque en el fondo sé que...
«Soy mucho más de lo que ellos esperan»
Y el sentimiento es mutuo
Las palabras se quedan cortas, desconocía el lugar al que me dirigía, no era que negara el trabajo que me había costado investigar sobre ello, pero el papel siempre quedaba corto de la realidad.
El autobús se tambalea bruscamente al cruzar por el camino, en medio de la nada, la mejor descripción posible para el lugar al que todos nos dirigíamos. Admito que no es cómodo estar golpeándose contra los asientos mientras intento comprender las imágenes que pasan por mis ojos, pero me siento aliviada de encontrarme al fin en este lugar exactamente.
Los árboles se elevaban hasta tocar el cielo, los veo —de raíz a copa— y sigo preguntándome «¿en qué parte de todo ese espectáculo se encontrará la base?» a pesar de eso, sigue siendo un muy hermoso paisaje, espeso, muy espeso y enigmático, dando esa indescriptible sensación de pasar una y otra vez por el mismo sitio, el mismo pasar de escena por horas.
«Magnifico»
En la vida había presenciado algo parecido.
No se tienen demasiadas zonas como esta en Illinois, a decir verdad, no existe nada comparable, además de rascacielos y la indomable selva de concreto, llena de gente que siempre parece estar ocupada e hipnotizada por la sinfonía de cláxones de cada mañana.
El recuerdo es sustituido sutilmente por el olor de la humedad y madera, tierra fresca, inundando en cuestión de segundos el aire, tan agradable.
Dentro, se podía sentir la emoción de la primera vez del resto de novatos, ese cosquilleo que te revuelve el estómago, esa tonta sonrisa que no se borra fácilmente del rostro. Después de todo, éramos personas listas para los retos, y vaya que el reto era grande, a unas cuantas millas nos esperaba una de las mejores milicias de los estados unidos o al menos, la mejor para personas como nosotros, por no decir la única en su especie en la que pudieras unirte sin convertirte en recluso.
Al pensarlo detenidamente, la situación resultaba bastante irónica, el gobierno reprimía a la población con habilidades por ser peligrosas y el mismo gobierno creaba una organización secreta para utilizar ese poder para proteger al estado.
Bueno, el chiste se cuenta solo, el ser humano actuando como un ser humano, temiendo a lo que no puede controlar, a pesar de eso, la mayoría se adaptaba perfectamente a ese estilo de vida, en las sombras, camuflajeados como ciudadanos comunes y corrientes, muriendo en guerras en las que tampoco eran percibidos como iguales, sino más bien... como herramientas, por no decir mascotas...
Por alguna extraña razón la ilegalidad de nuestra condición parece causar que todos nos volvamos un poco más perceptivos, como la madre que sabe lo que le pasa a su hijo sin que este lo sepa, nadie había afirmado su poder en voz alta, pero «sabía que así era y ellos sabían que sabía que así era», confuso, pero al final de cuentas una realidad, solo un tonto se uniría a una división poderes sin tener si quiera uno de ellos.
Aun así, había algo que importaba más que las habilidades, eso eran, por supuesto, las reglas.
Como toda institución, la SSMH las tenía muy claras; la primera de ellas, tener habilidades o poderes fuera de la media o altos, el ultimo siendo un requisito esencial para la unidad de fuerzas especiales, y ser vaya que ser aceptado en esta, era la mejor de las hazañas. La segunda era la más sencilla y temida de todas, una vez dentro no hay salida, no existen arrepentimientos, ni cuestiones personales, ni el repentino temor a morir en batalla, sin excepciones, una estadía indefinida a menos que se te indique lo contrario.
Ignorando ciertas partes, como el repentino miedo a morir, la sola idea era estupenda «¿quién podía negarse a una residencia con todos los gastos pagados?» estaba claro que en mi condición actual me caía como anillo al dedo, la verdad es que a pesar de haber vivido en Washington una gran parte de mi vida, no tenía absolutamente nada y al menos por el momento, no me encontraba en posición de regresar a Illinois, ni siquiera como una vil turista, ya había perdido lo que me ataba años atrás.
—¿Disfrutas del paisaje? —pregunto una chica de sonrisa amistosa, extendiendo rápidamente su mano
La miré y correspondí el saludo con una gran sonrisa.
—Soy Bárbara Brown —se presentó tomando asiento a mi lado, tratando de ocultar lo desaliñado de su uniforme
—Carrie Jones y si, disfruto del paisaje, es fantástico —respondí sin poder evitar contagiarme de su felicidad, no siempre se tenía el placer de conocer a alguien tan amigable
—¡Vaya! sí debes ser una amante de la naturaleza, yo solo regresé por el hospedaje y las comidas gratis —bromeo Bárbara con un juguetón codazo— ¿tú porque llegaste aquí?
—¿Yo? supongo... que solamente no tenía a donde ir, era eso o la calle.
—Sí que eres positiva —respondió comprensiva, a pesar de la imagen ruda que aparentaba— tranquila, la mayoría que vino aquí está en las mismas, sino es que peores.
—¿Eres de nuevo reclutamiento? —indague temiendo ofenderla, la verdad es que me resultaba difícil adivinar su edad
—¡Que considerada! Claro que no, solo no tenía otra forma de llegar aquí, solo los riquillos tienen transporte privado para llegar por su cuenta... ¡nosotros los mortales tomamos el autobús! —expreso divertida, su mirada se perdió por un momento, como si intentara recordar algo— tengo como 7 años aquí, si no me equivoco. Puedo decir muy bien, que ya estoy acostumbrada a esto, pero tú, ¡bueno, vaya que lo vas a sufrir! los primeros días son los peores para todos.
—¿Como que los peores? —repetí deseando que fuera otra broma
—¿Has estado en la armada? ¿la marina? O qué sé yo, misiones de campo ¿tal vez? —pregunto Bárbara dando un gran sorbo de agua de su cantimplora
—No, no y no. Jamás he tenido la oportunidad. —respondí encogiéndome de hombros
Bárbara soltó un gran escupitajo, la mejor descripción para lo que pensaba.
—¡¿Y cómo pasaste la prueba de aptitudes?! ¡¿Si no tienes experiencia?! —dijo sorprendida, parecía dudar de la veracidad de mis palabras
—No, hice ninguna prueba, solo papeleo... bueno, pero he hecho el servicio... —dije empezando a preocuparme por la situación
—Todos lo hemos hecho, pero solo papeleo, no había escuchado que alguien fuera aceptado de esa forma, a menos que... —repitió tratando de encontrar la lógica— Ah, perdona.
—¿Perdonar qué? —repetí extrañada de su repentina disculpa
—Debo de estar enfrente de un Rango A —dijo apenada de faltarme al respeto
—¡Rango A! No para nada, soy Sub de hecho —corregí aún más sorprendida que ella, en la vida me habían confundido con un rango superior
"Sub" era el intermedio entre las personas con poderes normales y las fuertes
Los grados o rangos A: eran las personas con las estadísticas más altas de peligrosidad, únicas, casi inexistentes, prodigios, los dioses como decía mi padre.
Aunque lo deseara nunca formaría parte de ese grupo, mis habilidades no superaban el nivel 72, era alto, pero no lo suficiente para ser considerada algún día un Rango A.
—Uf, que alivio me da que me digas eso, pero aun así ¡Mírate! ¡Superior es un rango muy bueno! —celebro Bárbara dándome otras palmaditas amistosas, agradecí que así fuera, porque si sus palmadas amistosas robaban el aire no quería imaginar como seria en batalla
El autobús se detuvo de repente, Bárbara puso su mano en el asiento delantero deteniendo el brusco movimiento de su cuerpo, en cambio yo, tontamente acababa de conseguir mi primer golpe antes de llegar siquiera al campo de batalla, un terrible dolor en la nariz se unía a mis preocupaciones habituales.
—Baja novata y límpiate esa sangre...no querrás verte como la más débil de grupo, o te comerán viva, ¡suerte, espero verte luego! —aconsejo Bárbara siguiendo a uno de los uniformados, lo saludo eufórica y desapareció entre la multitud
—¡2 filas en el centro del campo! ¡Mujeres izquierda! ¡Hombres derecha! ¡muévanse, no querrán que lo repita! —ordeno una voz a gritos, muy intimidante, sin dejarme tiempo de asimilar nada
Bajo rápidamente del autobús detrás del grupo, todos parecen conocer la rutina, a buen ritmo y sin chistar, se organizan en secciones, es imposible disimular mi falta de experiencia frente a ellos, esquivando pisadas, apenas consiguiendo formarme en el primer espacio vacío que tuve la vista.
Era difícil distinguir la fila de hombres de la de mujeres, ese uniforme hacía que todos nos viéramos exactamente iguales, era asfixiante, más estresante de lo que había imaginado, por lo menor en el campo éramos 400 personas «¡vaya! si en verdad todos son novatos, no sé cómo le voy a hacer para que me escojan entre tantos» a simple vista, parecen mucho mejor preparados que yo, no sé por cuanto tiempo consiga mantener la confianza en mi cuerpo.
El campo era enorme, una explanada de varias millas a la redonda, sin vegetación, solo un enorme espacio vacío rodeado por la espesa maleza del bosque, hacia contraste con el resto del terreno «¿Cómo podían tener un terreno al aire libre de esa forma en un lugar secreto?» como si formara parte de la respuesta, un ave se eleva de uno de los árboles, pero al entrar en la visibilidad de la zona del campo, desapareció como por arte de magia. ahora lo sabía, debían tener alguna especie de campo que los ocultaba del exterior...
«¿Cómo era posible?»
no lo sé, no soy tan lista como para responderme eso.
—Sorprendente... —nunca había visto algo parecido «¿de dónde sacan esa tecnología?»
—Nombre completo, edad, poderes, rango y Nivel. —ordeno alguien tomándome por sorpresa
—Carrie Jones Bayer, 23 años, Cambiar de forma en animales, rango Superior, nivel 72 —recite tratando de disimular la falta de atención
La facción robusta de la mujer se torció en una fea mueca, esas expresiones que normalmente disimularías al no agradarte alguien, a ella no le importaba eso.
—Sus documentos dicen que no tiene experiencia en la milicia, pero su control de su habilidad es extraordinario —dijo la mujer con voz neutra, pero fuerte
—Gracias.
—No es un cumplido. Eso es una basura en el campo de batalla, sin conocimientos en defensa personal, está muerta —replicó la mujer escupiendo un poco mientras hablaba
—Ah, ya veo... —respondí sin quejas, «¿qué podía decir?» aunque no me gustara la respuesta sabía que tenía razón
—¡SI SEÑORA! ¡SI SEÑOR! —corrigió la mujer recordándome de una manera poco sutil, la manera en la que debería responder a partir de ahora
—¡Si señora! —respondí reconsiderando mi fantástica idea de unirme a la milicia
—A partir de ahora estas a cargo del Sargento RSV0001587, si superas la prueba, te quedas, si no, te largas. Repórtate en los comedores y espera instrucciones. ¡Retírese cadete Jones! —impuso la mujer adhiriendo un gafete con código al uniforme, casi pude sentir el alfiler atravesando mi pecho, no hubo replicas, pues había desaparecido al final del intercambio
¡Y por supuesto que la sonrisa que traía en el camino desapareció! acababa de ser devorada por la acidez de la disciplina, por el carácter fuerte que caracterizaba a cualquier colaborador de gobierno. Esos puestos en verdad que le succionaban el alma a cualquiera, solo se necesitaba ver el contraste que existía entre la inocente camarería de los primerizos y la tosca personalidad de los mayores.
Al parecer, las cosas no serían tan sencillas como imaginaba.
La mujer se perdió al instante, en menos de nada, dando un par de zancadas, como si en verdad hablar conmigo fuera una pérdida de tiempo «Supongo que tendré que acostumbrarme» dejando lo personal de lado, de que serviría estar en este lugar si no eres capaz de soportar un par de gritos, sé que en la batalla nadie será amable, pero que digo, no me gusta que me traten como tapete.
Continuo, hacia la primera entrada visible de la base, dejándome guiar por el mar de gente que entraba al complejo.
Los imponentes techos de la base te hacían sentir insignificante, no importaba la cantidad de historias que escucharas, tenías que verlo por tu cuenta, era surreal, simplemente inexplicable la sensación que te daba estar en el sitio, ver a los uniformados con armas largas, el unísono de las botas que resonaba fuertemente en el pasillo, la cantidad exagerada de científicos con sus impecables batas blancas, las alas de enormes techos y domos iluminados.
Era imposible ignorar la curiosidad que despertaba estar dentro, era muy diferente a las bases habituales de las que había escuchado, aunque no podía esperar menos de un lugar lleno de personas con habilidades extraordinarias, en condiciones catastróficas, supongo que las estructuras tradicionales simplemente se desplomarían.
Pasó de puntillas por los recintos de entrenamiento —ahogo la emoción— tratando de no permanecer demasiado tiempo estática, no debo recibir más reprimendas, no me gustaría que crean que seré un problema.
Algunas de las salas tenían códigos o la leyenda "acceso restringido" "Área científica" las habitaciones parecían clínicas bastamente equipadas, pero no sabía mucho del tema como para opinar al respecto, solo podía curiosear desde las ventanas.
Continue con el paseo, hasta que una de las salas me llamo la atención.
Me acerqué comprobando que nadie me veía, me dispuse a leer la placa metálica de la entrada.
«PRUEBAS FUSIÓN GRADO BAJO/MEDIO»
Leí sin entender a lo que se refería, aunque sabía que tardaría poco en averiguarlo
—¿Qué crees que haces? —
susurro una voz detrás de mí, provocando que diera un salto
—Nada, solo me pareció ver algo...
El temor de ser reprendida desapareció en un instante, limite el subir de mi comisura, no podía permitirme reír en una situación así de seria.
La imagen que tenía frente no era para nada lo que me esperaba.
La tosca y autoritaria figura de la mujer de hace unos instantes había sido sustituida por la de un chico joven —como de unos 20 años—, sin problemas podía considerarlo como un hermano menor, aunque sus brillantes ojos verdes no paraban de reprochar severamente mi actitud, casi podía considerarlo una ternura, aunque no sabía cómo explicarlo, su mirada no me permite acercarme, tiene una fuerza particular, poco común para alguien de su edad.
El gafete sobre su bata resaltada la leyenda "acceso ilimitado"
—¿Qué haces aquí?
—Perdona, solo buscaba el área de comedores.
Este chisto, claramente, no me había creído ni una.
—Esta al final del pasillo, sala Oeste —dijo el chico con desinterés dando un sorbo a su bebida
—Gracias —digo desconcertada, tratando de suponer de qué lado estaría dicha sala
—Al final del pasillo a la izquierda —apresuro el chico simplificando sus palabras con impaciencia
—Gracias, algo más ¿sabes quién es el Sargento RSV0001587? —pregunto temiendo fastidiarlo
Para mi sorpresa, la mirada del chico se ilumino al escuchar el código.
—Sargento RSV0001587 —repitió entre risas como si fuera el chiste más gracioso que había escuchado— si se quién es, ¿Tú vas a ser su compañera?, te va a fascinar, es un amor de persona ¡el mejor de los instructores!
—En realidad, creo que solo si paso la prueba —comento avergonzada
El chico no podía contener su risa, no había tardado en captar el sarcasmo para nada camuflajeado en su comentario, termino su bebida de un sorbo con una gran sonrisa en sus labios, sus palabras lo habían divertido tanto que desapareció por completo su inicial mal humor.
—Sígueme, te llevó con él —indico encestando la lata en el contenedor de basura, se comportaba con mucha seguridad, parecía tener ya un tiempo en ese lugar
—Si señor —dije recordando el respeto que debía tener a sus superiores
Él era clase A y «acceso ilimitado»
especialmente no podía olvidar lo de acceso ilimitado.
El chico alzo una ceja.
—Vansua, Silvestre Vansua.... —corrigió ignorando la respuesta que habia dado
Su apellido me resultaba conocido, pero no podía recordar... «¿de dónde?»
—Carrie, mi nombre es Carrie Jones.
—Bueno, supongo que es un placer conocerla, Jones. —su tono hacía parecer mi apellido más exótico de lo que en realidad era
Atravesamos un par de multitudes, sin distracciones, aunque las miradas nos seguían, llegamos a la dichosa sala oeste sin problemas.
—Muy bien, cadete Jones. El proceso es sencillo.
Se aseguro que escuchara antes de continuar.
—En unas horas vas a tener que pasar una serie de pruebas para ver si tu ingreso será afirmativo, la asignación esta encargada para vigilarte a lo largo del trayecto, él va a calificar tu desempeño en cada una de las pruebas y dará los resultados para la base de datos. Una vez calificados, los que hayan pasado la prueba entrarán en calidad de cadetes y podrán continuar con el entrenamiento rutinario, el resto, bueno, serán regresados a sus hogares y no se les permitirá intentarlo hasta el próximo reclutamiento —explico demostrando su conocimiento del tema— en este caso tu asignación es el Sargento RSV0001587, las asignaciones dependen del nivel, rango y habilidades que poseas.
—Pareces saber mucho del tema, no me dijeron nada de eso al entrar —menciono echando algunas miradas curiosas alrededor, el comedor estaba a tan solo unos pasos
—No se mencionan ninguna de las pruebas. Es para que todos tengan la misma oportunidad de realizarlas, tampoco puedo decirte cuales son, eso me metería en muchos problemas con mi superior... solo diré que estaré al tanto de tus resultados, antes que nadie.
El chico se dirigió al centro del área de comedores, volteando a su alrededor, buscando a alguien con la mirada.
—Ahí estas... —dijo Silvestre para sí mismo, caminando sin distracciones hacia su objetivo
Las mesas estaban repletas de soldados y novatos.
Todos bromeaban y hablaban entre ellos sin importarles que sus platicas fueran escuchadas por el resto, algunos de ellos saludaban a Silvestre como si estuviesen impresionados de encontrárselo en ese lugar, el correspondió los saludos, muy animado, hasta el momento parecía ser la segunda persona más amable después de Barbara, la chica del camión. El chico «acceso ilimitado» se apresuró, colándose hábilmente entre las mareas de gente, dejándome detrás, observando cómo se dirigía a una de las mesas más apartadas de todo el comedor —en una esquina— llego sin adelantarme, permaneciendo a su lado.
En la mesa se encontraba una sola persona sentada, leyendo un libro, por alguna razón apartado del resto de personas del comedor, ajeno al escándalo que se había formado.
Silvestre se detuvo enfrente de él.
—Planeta llamando a Rick.... Responde Rick —bromeo dando un par de golpecillos a la mesa para llamar su atención
—¿Qué quieres? Estoy ocupado. —respondió con desdén, sin levantar si quiera la mirada del libro— no deberías estar en la sala de pruebas, te recuerdo que aun estas en servicio.
—Que genio... —rezongo— En un momento regreso al laboratorio, estoy tomando un descanso
—se quejó Silvestre pasando por alto su actitud— además vengo a traerte un encargo, ella es Jones, tu asignación, la encontré merodeando en la sala de pruebas, irónicamente.
Solo en ese momento sus desinteresados y marrones ojos me miraron, de cabeza a pies, repitiendo el ritual como si algo en él no le cuadrara, aun no decía nada, pero se veía claramente decepcionado de lo que veía.
—¿Ella?... —una sonrisa forzada se formó en sus labios— ¿estas bromeando verdad? Eso fue muy pesado, hasta para ti.
Su mirada regreso nuevamente a su lectura.
—No seas grosero Rick, Jones está muy emocionada por la oportunidad, se amable... —regaño Silvestre bajando el libro del soldado, asentándolo en la mesa
—¿Y a ti cuando te han importado los de nuevo reclutamiento? —cuestionó marcando la página, luego, sin disimular ni un gramo de su molestia, entrelazo los dedos reposando las manos sobre el libro y fijando la mirada en del chico y luego, en la mía
—Digamos que ya tengo mis probabilidades de la situación... —susurro Silvestre e hizo una seña con la mano como si sostuviera un gran fajo de billetes
—Eso imagine, no prometo nada. —bufó el Sargento
—Los números no mienten —Finalizo Silvestre cantando un poco sus palabras, dándome una última palmada como si no acabara de escuchar que aposto sobre mis resultados— Suerte, probablemente nos veamos pronto.
Silvestre finalmente se despidió, regresando a su área, dejándome frente al Sargento con un silencio incomodo que rápidamente se apodero de la atmosfera entre nosotros, por lo que tuve que tomar la iniciativa.
—Carrie Jones Bayer, es un placer conocerlo Sargento —estreche la mano amistosamente
El sargento miro de la mano al rostro, ignorando el saludo.
—¿Puedo sentarme? —pregunto aún más incomoda con la situación
—¿Necesitas que te ordene cuando hacerlo?
«Oh, Vaya...»
Era un tipo difícil, solo le había bastado un minuto, uno solo, para decidir que no le agradaba.
Me siento frente a él, observándolo, obligando a cada fibra de mi cuerpo a no dejarme llevar por las primeras impresione, no me agradaba la actitud del Sargento, eso lo sabía, pero tampoco daba la impresión de que su actitud fuera algo exclusivo mío: solo era seco, estricto y muy malhumorado.
Aun así, ya daba por perdida esa apuesta.
Resultaba casi imposible, por no omitir el casi, que superara las pruebas con un inspector como él, su temple me lo decía a gritos, me descartaría al primer error que cometiera.
Nuestras miradas se cruzaron por unos segundos, segundos que decidí utilizar para llamar nuevamente su atención.
Esbozo una sonrisa de cortesía, pero él solo regresó a su lectura, descartando nuevamente mi presencia.
—Entonces eres Rick... —comento tratando de entablar una conversación
El sargento cierra su libro, suspirando profundo, para luego poner los ojos en blanco y una fresca sonrisa en los labios.
—Sargento Rick Silvestre Vansua, puedes decirme Sargento Vansua, me es indiferente.... Bienvenida a la SSMH cadete Jones, yo seré su supervisor y tengo como obligación medir su desempeño en las pruebas de aptitudes físicas y de resistencia, las pruebas no son un paseo de picnic así que le sugiero alimentarte como es debido y pensar con exactitud como lograra pasar cada una de las pruebas, si no tiene ni la mínima experiencia necesaria para ello
Prosiguió con indiferencia, no parecía creer que pasaría alguna de las pruebas.
—Por consiguiente..., trate de no intentar compensar su ineptitud con esa actitud ridícula que mantiene desde que se cruzó en mi camino. No estamos en un jardín de niños, no venimos a ser amigos de todo el mundo, venimos a prepararnos para la guerra y si no puede entender eso... agradecería que tomara sus pertenencias y regresará al mundo de hadas del que la hayan sacado.
«Hijo de puta...»
es personal, definitivamente esto es personal.
—Auch... ¿siempre es así de hiriente? o simplemente no le agradó —indago herida de la fría bienvenida
—No tienes por qué agradarme, no sé porque te asignaron conmigo.
Recalco dejando notar el origen de su molestia.
—Supongo, que tiene un nivel mayor que el resto de los reclutas. Así, que lo único que debe interesarle es pasar las pruebas, no llevarla bien...porque te recuerdo, soy tu superior. Y sí, soy muy estricto y profesional, así que no esperes que te regale el puntaje —finalizo dando un bocado a su manzana — estos comentarios los vas a escuchar todo el tiempo, así que, si siente que no está emocionalmente estable para recibir críticas, ni malos tratos, ¿le presento la salida?
«Respira, Carrie. Por el amor de dios, respira profundo»
Es tu superior, no puedes hacer nada.
—Si señor —Finalizo levantándome de la mesa, ahora sí que necesito algo de comer
Con el cerebro aun en shock, seguía sin comprender lo que acababa de pasar, nunca, nunca me habían tratado tan mal en la vida, «¿¡que le sucede, tiene mi edad, es igual de joven y así se atreve a criticarme por cada uno de mis movimientos?!»
Solo un milagro me ayudaría a pasar las pruebas con un supervisor como él.
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