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Código Cupido

Capitulo 1 JUEGO EN MODO DIFÍCIL

El sonido de los tacones de Zoe Ferrer resonó con fuerza en el pasillo de mármol mientras salía furiosa del último edificio en el que había dejado su currículum. Otro rechazo. Otra excusa barata.

—"No contratamos mujeres en el equipo de desarrollo". ¡Ja! Claro, porque al parecer mis años de estudio en Tokio y mi maestría en inteligencia artificial no significan nada solo porque no tengo barba —bufó, pateando una piedra en la acera.

...Zoe...

—Te lo dije, amiga. El machismo en la industria sigue vivito y coleando. —La voz de Liliana, su mejor amiga y maquilladora profesional, llegó a través del auricular de su teléfono.

Zoe rodó los ojos.

—Pues que se preparen, porque no pienso rendirme.

Liliana rio.

—Te conozco. Tienes esa voz de "se me ocurrió una locura". A ver, ¿qué planeas ahora?

Zoe se detuvo frente a un enorme rascacielos de cristal con un gigantesco logo en la entrada: TITAN GAMES.

La empresa de videojuegos más importante del país. La élite. El sueño de todo desarrollador.

—Voy a entrar ahí. Y si el infame CEO Leonardo Montenegro no quiere mujeres en su equipo, entonces... —Zoe tomó aire, sonriendo con picardía— voy a convertirme en un hombre.

Hubo un silencio al otro lado de la línea. Luego, Liliana gritó:

—¡Dios, AMO ESTA LOCURA!

...Liliana...

...🎮🎮🎮🎮🎮...

Horas después, el apartamento de Liliana parecía un campo de batalla de maquillaje, pelucas y ropa masculina.

—A ver, prueba caminar con actitud de tipo rudo —ordenó Liliana, con una brocha en la mano.

Zoe frunció el ceño, metió las manos en los bolsillos de su pantalón holgado y trató de dar pasos firmes.

—¿Qué tal?

Liliana la observó con una mueca.

—Pareces un pato enojado.

—¡Oye!

—Es verdad, nena. A ver, camina más relajada, como si no te importara nada. Y deja de mover tanto las caderas.

Después de varios intentos y mucha risa, Zoe finalmente logró imitar una postura masculina convincente. Liliana le puso una peluca corta y desordenada, le sombreó la mandíbula con maquillaje para simular barba incipiente y le colocó gafas de montura gruesa.

Cuando se miró en el espejo, Zoe había desaparecido. En su lugar, estaba Zack Ferrer.

—Vaya... —susurró.

Liliana sonrió con orgullo.

—Bienvenido al mundo de los hombres, guapo.

Zoe—o más bien Zack—respiró hondo.

—Es hora de entrar al juego.

...🎮🎮🎮🎮🎮🎮...

Al día siguiente, Zack se presentó en Titan Games para su entrevista. Su corazón latía con fuerza, pero se obligó a mantener la calma.

La recepcionista le indicó que subiera al último piso, donde lo esperaba nada más y nada menos que el mismísimo Leo Montenegro.

Las puertas del ascensor se abrieron, y Zack entró en una oficina amplia y elegante. Leo estaba sentado tras un escritorio negro, revisando papeles.

Cuando alzó la vista, Zack sintió un escalofrío.

Leonardo Montenegro no solo era imponente, sino que también tenía una mirada gélida, como si analizara a cada persona con precisión quirúrgica.

—Zack Ferrer —dijo, leyendo su currículum—. Interesante historial. Tokio, inteligencia artificial, desarrollo en C++.

Zack asintió.

—Sí, señor.

Leo entrecerró los ojos.

—No me gustan mucho los que hablan sin parar. Prefiero que demuestren su talento. ¿Puedes hacerlo?

Zack sonrió de lado.

—Dígame qué quiere que haga.

Leo empujó una laptop hacia él.

—Tienes quince minutos para corregir el código de este juego. Si logras mejorarlo, el puesto es tuyo.

Zack se acomodó en la silla, crackeó los nudillos y se sumergió en el código. Este era su momento.

El reloj digital en la esquina de la pantalla marcaba los últimos segundos cuando Zack golpeó la tecla Enter y se reclinó en la silla con una sonrisa confiada.

—Listo.

Leonardo Montenegro, que había estado observándolo con los brazos cruzados, se acercó con expresión impenetrable. Zack no podía leerlo. ¿Estaba impresionado? ¿Molesto? ¿A punto de echarlo a patadas?

Leo se inclinó sobre la laptop y revisó el código en silencio.

—Hmm.

Zack sintió una gota de sudor frío recorrer su espalda.

—¿Algo mal?

Leo cerró la laptop de golpe.

—No. Está perfecto.

—¿En serio? —Zack parpadeó.

—Dije "perfecto", no "en serio". —Leo lo miró con expresión seria—. Empiezas el lunes.

Zack sintió un impulso de victoria recorrer su cuerpo. ¡Lo había logrado! Se levantó demasiado rápido de la silla y…

¡Tropiezo, resbalón y caída estrepitosa!

Antes de entender lo que pasaba, Zack cayó de lleno sobre Leo, empujándolo contra el escritorio.

—¡Mierda!

—¡Ah!

Zack se encontró a escasos centímetros del rostro de Leo, prácticamente pegado a su pecho firme y musculoso. Leo tenía las manos en sus hombros en un intento de alejarlo.

El silencio fue tan incómodo que se podía escuchar el aire acondicionado zumbando en el fondo.

Los ojos azules de Leo se entrecerraron.

—¿Te piensas levantar o planeas quedarte pegado a mí todo el día?

—¡Oh, sí, claro! —Zack se puso de pie de un salto, acomodándose la ropa y carraspeando—. Perdón, jefe. Soy algo torpe cuando me emociono.

Leo lo miró con una mezcla de desconfianza y fastidio.

—No me llames "jefe".

—Anotado, Leo.

Leo chasqueó la lengua.

—Y no me llames "Leo".

Zack alzó las manos en señal de rendición.

—Vale, vale. Entonces lo llamaré "Señor Montenegro", ¿no?

Leo entrecerró los ojos.

—Solo habla menos.

Zack reprimió una risa. Este tipo era una piedra con traje.

—Como diga, Señor Montenegro.

Leo suspiró, masajeándose el puente de la nariz como si ya estuviera arrepentido de contratarlo.

—Sal de mi oficina antes de que cambie de opinión.

Zack sonrió de lado y salió con pasos tranquilos. Primer nivel superado.

Pero mientras caminaba por el pasillo, solo tenía un pensamiento en mente:

—Dios, qué músculos tiene este hombre.

Leonardo

Capitulo 2 PRIMER DIA, PRIMEROS LIOS

El lunes llegó más rápido de lo que Zoe—o mejor dicho, Zack—hubiera querido.

Ajustándose la gorra y acomodándose la chaqueta, se miró en el espejo de su departamento.

—Bien, Zack, tú puedes hacerlo —se dijo a sí misma con voz grave—. Solo camina con confianza, evita hablar demasiado y nunca, bajo ninguna circunstancia, entres al baño equivocado.

Con un respiro profundo, salió rumbo a TITAN GAMES.

Sale de su habitación y consigue a Liliana con el desayuno listo.

—¡Buenos días nena! ¿Lista para tu primer día?

—¡Lista! —responde Zoe mientras se come un sándwich y le guiña un ojo a Lili.

Terminan de desayunar y salen las dos. Lili la lleva hasta la puerta de la empresa.

...🎮🎮🎮🎮🎮🎮...

Apenas puso un pie en la oficina, una mano enorme le golpeó la espalda con tanta fuerza que casi le saca el alma del cuerpo.

—¡Tú debes ser el novato! —dijo un hombre alto y fornido con una sonrisa amigable—. Joaquín, diseñador de niveles y tu nuevo mejor amigo.

Zack parpadeó.

—¿Mi nuevo mejor qué?

Antes de que pudiera procesarlo, otro chico de cabello corto y gafas gruesas lo tomo del brazo.

—¡Por fin otro programador en el equipo! Soy Erick, especialista en IA. Tranquilo, si te pierdes en el código, yo te cubro.

—Eh… gracias —Zack sonrió incómodo, sintiendo un calor en las mejillas cuando Erick lo jaló hacia una mesa llena de monitores, consolas y tazas de café.

—Este es tu espacio de trabajo —dijo Joaquín, señalando un escritorio entre una montaña de cables y figuras de acción.

Zack miró alrededor y se sintió en el paraíso.

Era un caos… pero su tipo de caos.

—Díganme que al menos hay café.

—¡Por supuesto! —dijo Erick—. La regla es simple: si no traes tu propia taza, te toca la "taza del castigo".

Zack arqueó una ceja.

—¿"Taza del castigo"?

Joaquín le mostró un horrible vaso rosa con purpurina que decía "PRINCESA DEL CÓDIGO".

Zack parpadeó.

—Ok, ¿dónde compro una taza?

Erick y Joaquín rieron.

—Nos agradas, Zack.

Zack sonrió. Esto era más fácil de lo que pensaba.

Pero entonces, Leo entró a la oficina.

Y el ambiente cambió.

Todos volvieron rápidamente a sus escritorios cuando Leo pasó junto a ellos. Parecía un tiburón en un mar de peces distraídos.

Zack, sin embargo, no podía evitar fijarse en la manera en que todos lo respetaban… y le temían un poco.

Cuando Leo se detuvo junto a él, Zack se quedó firme.

—Espero que no me hagas arrepentirme de contratarte.

Zack fingió una sonrisa confiada.

—Tranquilo, Leo. No te decepcionaré.

Leo le lanzó una mirada filosa.

—¿Disculpa?

Joaquín y Erick contuvieron la respiración.

Zack tragó saliva.

—Digo… señor Montenegro.

Leo asintió lentamente y siguió su camino.

Erick exhaló.

—Dios, Zack. Estuviste a punto de morir.

Joaquín asintió.

—Solo los amigos cercanos pueden llamarlo "Leo".

Zack sonrió con nervios.

—Bueno, pues espero que pronto me considere su amigo.

Erick y Joaquín lo miraron como si acabara de decir la cosa más imposible del mundo.

Joaquín palmeó su hombro.

—Eres valiente, hermano. O muy tonto.

Zack sonrió. Tal vez un poco de ambas.

Zack se acomodó en su escritorio, listo para sumergirse en su primer proyecto. El caos creativo de la oficina era lo que siempre había querido: gente apasionada, ideas brillantes flotando en el aire y computadoras llenas de códigos incompletos.

Pero… el café.

Zack no podía dejar de pensar en el café. Todos parecían tan obsesionados con la idea de “la taza correcta”, que no podía esperar a probarlo. Quiso hacerlo bien y no caer en la “taza del castigo”, así que fue hacia la máquina de café, sonriendo con orgullo.

—Café, aquí voy.

Sin pensarlo, puso una taza grande sobre la máquina, seleccionó el botón de café más fuerte y lo dejó caer. Pero en su emoción, no se dio cuenta de que había colocado la taza en el lugar equivocado.

El café comenzó a caer… y a derramarse…

Todo el café terminó en el lugar equivocado. En la bandeja.

—¿¡Qué rayos!?

Antes de que pudiera reaccionar, Erick pasó por ahí y vio lo que había hecho. Se detuvo con una risa que resonó por toda la oficina.

—¡Zack, no! ¡El café es sagrado aquí!

Zack miró alrededor, buscando alguna salida. ¿Qué había hecho tan mal?

Joaquín apareció detrás de él, con una mirada de absoluto horror.

—Tienes que apretar la palanca, no solo el botón. Ahora todo el café… está fuera de la taza.

Zack observó la máquina con los ojos muy abiertos.

—¿Palanca? ¿¡Quién usa una palanca!?

—¡Nosotros! —gritó Joaquín mientras intentaba evitar que el café se desbordara aún más.

Zack, sintiéndose completamente avergonzado, se agachó para intentar salvar lo que quedaba del café, pero en el proceso… se golpeó la cabeza con la máquina.

—¡Ay!

Los dos miraron a su alrededor. Todos en la oficina estaban mirando. El café ahora cubría no solo el suelo, sino también parte de su pantalón y la mesa. Zack solo quería desaparecer.

Emma, con una sonrisa pícara, se agachó junto a él.

—Vas a tener que hacerte amigo de la taza del castigo. Ya no hay vuelta atrás.

Zack sonrió de lado, completamente avergonzado, pero sin poder evitar reírse también.

—Perfecto. ¿Ahora qué hago con esta montaña de café en el suelo?

Joaquín lo miró, sacudiendo la cabeza.

—Nosotros nos encargamos de eso. Pero no hagas eso otra vez. El café es casi como el código: una vez que lo derramas, ya no hay vuelta atrás.

Zack se levantó, mirando el desastre. Cuando vio que Leo pasaba cerca y lo miraba con sus fríos ojos azules, Zack intentó disimular.

—Todo bajo control, señor Montenegro.

Leo levantó una ceja, sin decir palabra alguna, y siguió su camino.

Pero antes de que se alejara, una sonrisa casi imperceptible apareció en su rostro.

Capitulo 3 SOSPECHAS Y RISAS

Zoe abrió la puerta del departamento y prácticamente se dejó caer en el sofá con un suspiro dramático como si fuera un trapo viejo.

—¡Estoy agotada! ¡Dios mío, Lili! ¡Casi muero hoy!

Lili, que estaba pintándose las uñas en la mesa del comedor, alzó una ceja divertida.

—¿Primer día difícil, “Zack”?

Zoe soltó una carcajada, hizo un puchero y se cubrió el rostro con una almohada.

—¡Fue un desastre! No solo casi me descubren como mujer, sino que también hice el ridículo con el café.

Lili se echó a reír.

—¿Qué hiciste?

—¡Lo derramé por todas partes! Y ahora tengo que usar una taza del castigo.

Lili se dobló de risa.

—¡No puede ser! Apenas es tu primer día y ya eres un caso perdido. ¿Cómo sigues teniendo trabajo?

Zoe la miró con fingida indignación.

— Porque al parecer el destino me odia… pero no tanto como Leonardo. ¿Por qué no me apoyas?

—¡Porque esto es demasiado divertido! —Lili la miró con más interés.

—¿El ogro CEO?

—Sí, ese mismo. ¡Me mira como si supiera que oculto algo!

Lili se burló.

—Bueno, lo haces.

—¡Pero no tiene pruebas!

—Lili se levantó y fue a la cocina —. Anda, cámbiate. Te preparo algo de cenar.

Zoe cerró los ojos por un momento, disfrutando la paz del departamento. Su día había sido agotador, pero también emocionante. Finalmente, estaba en la empresa de videojuegos de sus sueños.

Se cambió de ropa y se sentó en la mesa con Lili, compartiendo una cena amena. Mientras hablaban, Zoe recordó algo.

—Por cierto, mi jefe… Leonardo Montenegro.

Lili alzó una ceja.

—¿Qué con él?

—Es un ogro

—Uy, qué novedad —bromeó Lili—. Los CEO siempre son ogros fríos y distantes.

—Lo peor es que… siento que me observa como si desconfiara de mí. Como si supiera que algo no cuadra.

Lili sonrió traviesa.

—Eso significa que hicimos un buen trabajo con tu disfraz. No sabe qué es, pero algo le incomoda.

Zoe asintió, aunque la idea le daba escalofríos.

...🎮🎮🎮🎮🎮🎮...

Leonardo salió de la ducha, con una toalla atada a la cintura y otra enredada en su cabello húmedo. El vapor aún flotaba en el aire. Justo cuando se dirigía al armario de su habitación, su celular comenzó a sonar en la mesita de noche.

Miró la pantalla. Gabriel Briceño.

Respondió mientras se pasaba la toalla por el cabello.

—¿Ahora qué, Gabriel?

Contestó sin preámbulos.

—¡Hola a ti también, amargado! —La voz de su mejor amigo sonaba animada—. Ya voy de regreso. Mañana nos vemos en la empresa.

—Bien.

—Por cierto, ¿cómo van las cosas en la empresa?

Leonardo pensó en Zack… en su torpeza con el café… en cómo parecía más nervioso que un gato en una tienda de porcelana.

—Nada fuera de lo normal.

—No suenas convencido.

—Es que… hay algo raro en el nuevo.

Gabriel se rió.

—Tienes paranoia, hermano. Mañana lo conoceré y te diré si es un espía ruso o solo un friki más.

Leonardo rodó los ojos y se dejó caer en la cama, masajeándose las sienes.

—Bien. Ya te contaré las novedades cuando llegues.

—¿Algo interesante?

Leonardo hizo una pausa. Pensó en Zack. Había algo en él que no terminaba de convencerlo.

—Nada que no pueda manejar.

—Eso dices siempre. Nos vemos mañana, Leo.

Leonardo colgó y se recostó en la cama, pero no pudo evitar seguir pensando en su nuevo empleado.

...Gabriel...

...🎮🎮🎮🎮🎮🎮...

Zoe llegó a la oficina con su taza del castigo en la mano.

Sí, le habían dado una taza ridícula con la frase: “Soy nuevo, no me odien” y un dibujito de un perrito triste.

—¡Zack! —una voz masculina la hizo girar en seco.

—Soy Gabriel Briceño, socio de Leonardo.

Zoe levantó la mirada y se encontró con un hombre alto, atractivo y de sonrisa encantadora. Su cabello oscuro estaba ligeramente despeinado, y sus ojos transmitían confianza.

Zoe se puso nerviosa, pero disimuló.

—¡Oh! ¡Hola! Soy… eh… Zack.

Gabriel le estrechó la mano y, en ese momento, sintió un escalofrío raro. No de miedo, sino de… extraña calidez.

Gabriel frunció el ceño y miró a Zack fijamente.

Zoe tragó saliva.

—Eh… ¿todo bien?

Gabriel seguía observándola con cara de “¿que es esta sensación que me transmiten esos ojos?”

Zoe sintió que se le congelaban los huesos.

—He estado fuera unos días, pero al parecer llegué justo a tiempo para conocerte.

Gabriel sintió un ligero escalofrío. No de incomodidad, sino de… Algo que no puede descifrar aun.

¿Por qué sus ojos le resultaban tan cálidos?

Zoe apartó la mano con rapidez y desvió la mirada. No podía dejar que nadie sospechara.

—Bienvenido de vuelta.

Gabriel la miró un segundo más, tratando de descifrar esa extraña sensación en su pecho.

Pero entonces, alguien gritó desde la otra punta de la oficina:

—¡Zack, se te esta cayendo el pantalón!

Zoe bajó la mirada y descubrió que efectivamente su pantalón se estaba bajando un poco, mostrando algo de los bóxers de ositos panda que Lili le había comprado “por si acaso”.

—¡¿QUÉEEEE?!

Gabriel soltó una carcajada y Leonardo, que había salido de su oficina, se frotó las sienes como si le estuviera dando una migraña.

—¿Pero qué demonios pasa contigo, Zack?

Zoe, roja como un tomate, subió su pantalón de un tirón.

—¡E-es que… está flojo!

Gabriel seguía riéndose.

—Tienes estilo, hermano. Ositos panda. Muy varonil.

Y así, Gabriel dejó de sospechar de los ojos de Zack… para empezar a sospechar de su sentido de la moda.

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