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El Idioma De Las Flores

Capítulo N°1

El sol de la mañana se filtraba por las cortinas de su habitación, iluminando el pequeño espacio lleno de libros apilados y mapas desplegados sobre la mesa. Ella se sentó en la cama, frotándose los ojos detrás de sus gafas de montura gruesa. Su cabello marrón ondulado caía desordenado sobre sus hombros, y su figura, que muchas veces había sido elogiada en secreto por sus compañeras, estaba oculta bajo una sudadera holgada y unos jeans desgastados. No era que no le importara su apariencia, simplemente prefería pasar desapercibida. Tenía cosas más importantes en mente.

Se levantó y caminó hacia el espejo, ajustando las gafas y alisando la sudadera. "No es para siempre", murmuró para sí misma, recordando las palabras de su madre. "Un día, cuando seas esa diplomática importante, te vestirás con trajes elegantes y dejarás que el mundo vea quién eres realmente". La idea la hacía sonreír, aunque una parte de ella dudaba. ¿Realmente estaba lista para eso?

En el jardín, su padre estaba arrodillado junto a los rosales, sus manos cubiertas de tierra. El aroma de las flores llenaba el aire, y el sonido de los pájaros creaba una melodía tranquila. "¿Lista para conquistar el mundo?", le preguntó con una sonrisa, sin levantar la vista de las plantas. Ella asintió, aunque no estaba segura de si lo decía en serio o solo para complacerlo.

—Sí, papá. Hoy tenemos una conferencia sobre alianzas internacionales. Creo que será interesante.

Él asintió, satisfecho. "Siempre lo has sido, mi niña. Una soñadora. Como tu madre". Ella sonrió al escuchar eso. Sus padres eran su mayor inspiración. Su amor era sencillo, pero profundo, como las raíces de los árboles que su padre cuidaba con tanto esmero. Ellos se habían conocido jóvenes, en un pueblo pequeño, y desde entonces habían construido una vida juntos, llena de risas y sacrificios. Ella soñaba con encontrar un amor así algún día, aunque por ahora, su corazón pertenecía a sus sueños profesionales.

En la universidad, el ambiente era diferente. Los pasillos estaban llenos de estudiantes que hablaban en voz alta, riendo y compartiendo historias. Ella caminaba con la cabeza baja, cargando sus libros contra el pecho. En la clase de idiomas, se sentó en su lugar habitual, cerca de la ventana. El profesor comenzó a hablar sobre la importancia de la comunicación en las relaciones internacionales, y ella tomó notas con entusiasmo. Por un momento, se permitió soñar: imaginó estar en una sala de conferencias, rodeada de líderes mundiales, hablando con fluidez en varios idiomas y negociando acuerdos que cambiarían el curso de la historia.

Pero la realidad siempre tenía una forma de recordarle que los sueños no siempre se cumplen. En el pasillo, mientras se dirigía a su siguiente clase, escuchó a dos compañeros burlarse de su aspecto. "¿Esa? ¿Una diplomática? Ni siquiera puede mirar a los ojos a alguien", dijo uno, y ambos se rieron. Ella apretó los libros con más fuerza y aceleró el paso, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas. No era la primera vez que escuchaba comentarios así, pero cada vez dolía igual.

Esa noche, mientras revisaba sus apuntes en su habitación, recibió una llamada. Era su madre, y su voz temblaba. "Cariño, tenemos que hablar". El tono de su madre la heló. Algo andaba mal.

—¿Qué pasa, mamá? —preguntó, tratando de mantener la calma.

Hubo una pausa al otro lado de la línea, y luego su madre dijo las palabras que cambiarían todo: "Es tu padre. Está en el hospital".

El mundo pareció detenerse. Ella dejó caer el teléfono en la cama, sintiendo cómo el peso de la noticia la aplastaba. No podía ser. No ahora. No cuando todo parecía estar yendo bien.

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Hola a todos, está novela tratará de una chica que trata de superarse, pero también apoyar a sus padres, creo que siempre hay momentos difíciles en la familia donde la hija mayor tiene que apoyar en su hogar aunque sea difícil porque queremos a nuestros seres queridos sanos, está novela trata más de la familia.

Espero que les guste mucho, y muchas gracias por leerlo ✨🥰😊

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Capitulo N°2

El pasillo del hospital olía a desinfectante y preocupación. Cada paso que daba resonaba en sus oídos, como si el mundo entero se hubiera reducido a ese corredor interminable. Sus manos temblaban mientras apretaba el asa de su bolso, y sentía que el corazón le latía en la garganta. Su madre estaba sentada en una de las sillas de la sala de espera, con la mirada perdida en un punto indefinido del suelo, sus manos entrelazadas con fuerza.

—Mamá —susurró ella, apenas encontrando su voz.

Su madre levantó la vista, y la expresión en sus ojos la dejó sin aliento. No había lágrimas, solo una tristeza densa, casi tangible, que hizo que su estómago se encogiera. Se arrodilló frente a ella, tomando sus manos frías entre las suyas.

—¿Qué ha pasado?

—Tu padre… —La voz de su madre se quebró por un momento, pero se obligó a continuar—. Estaba en el jardín cuando… colapsó. No sabíamos qué estaba pasando. El médico dice que fue un infarto.

El mundo volvió a detenerse. Ella sintió que las paredes del hospital se cerraban sobre ella, asfixiándola. Su padre, siempre fuerte, siempre sonriendo entre sus rosales, ahora estaba luchando por su vida.

Antes de que pudiera decir algo más, una enfermera apareció en la puerta doble al final del pasillo.

—Familia de Ricardo… —consultó, leyendo de un portapapeles.

Ambas se levantaron al instante.

—¿Cómo está? —preguntó su madre, la voz apenas un susurro.

La enfermera les ofreció una sonrisa suave, pero su mirada no ocultaba la gravedad de la situación.

—Está estable por ahora, pero necesita descanso y observación. Puede que necesitemos realizar algunos procedimientos adicionales. Pueden verlo, pero solo por unos minutos.

Caminar hacia la habitación de su padre fue como atravesar un sueño del que no podía despertar. Al entrar, lo vio acostado en la cama, conectado a máquinas que pitaban y parpadeaban, su piel pálida contrastando con las sábanas blancas. Parecía más frágil, más pequeño, y eso rompió algo dentro de ella.

Se acercó a la cama, tomando su mano con cuidado, como si temiera romperlo.

—Papá… —susurró, su voz temblando—. Estoy aquí.

Sus ojos se abrieron lentamente, y una débil sonrisa apareció en su rostro.

—Mi niña… —murmuró, con esfuerzo—. ¿Ves? Aún no me he ido.

Ella rió entre lágrimas, apretando su mano.

—No vas a irte a ningún lado. Tienes que cuidar esos rosales, ¿recuerdas?

Él asintió, cerrando los ojos de nuevo, agotado. Se quedó allí un rato, escuchando el suave pitido de las máquinas, sintiendo cómo el peso del miedo y la incertidumbre se instalaba en su pecho.

Esa noche, al regresar a casa, su habitación ya no se sentía como un refugio. Se sentó en la cama, mirando los mapas y los libros que antes llenaban su mente de sueños y ahora solo parecían recordarle lo frágil que era todo. La conferencia de alianzas internacionales ya no parecía tan importante. ¿Cómo podía pensar en el futuro cuando su presente estaba tambaleándose?

El teléfono vibró sobre la mesa. Era un mensaje de una compañera de clase, preguntando si asistiría a la conferencia al día siguiente. Miró el mensaje durante un largo rato antes de responder.

“No podré ir. Problemas familiares.”

Apagó el teléfono y se tumbó en la cama, mirando el techo. Sus pensamientos se mezclaban en un torbellino de preocupación, miedo y frustración. Siempre había creído que el trabajo duro y la dedicación la llevarían a donde quería estar, pero ahora se daba cuenta de que había cosas que no podía controlar, no importa cuánto lo intentara.

Sin embargo, en algún lugar, en medio de la oscuridad de su habitación, una pequeña chispa de determinación comenzó a arder. Su padre siempre le había enseñado a ser fuerte, a enfrentar los desafíos con la cabeza en alto. No podía rendirse ahora. No cuando más lo necesitaban.

Porque no era solo una soñadora. Era la hija de sus padres, y eso significaba que podía con cualquier cosa

Capitulo N°3

Las semanas siguientes se convirtieron en una rutina agotadora que mezclaba clases, hospitales y trabajo. La universidad seguía su curso, indiferente al caos en su vida personal. Cada mañana, ella se despertaba antes del amanecer, con los ojos pesados y el cuerpo dolorido. Se alistaba en silencio, tratando de no despertar a su madre, que dormía en el sillón del hospital casi todas las noches.

Su padre seguía en recuperación, pero el dinero comenzaba a escasear. Las cuentas médicas, los medicamentos, y los gastos del día a día empezaban a acumularse como una montaña que no sabía cómo escalar.

Una tarde, después de visitar a su padre, su madre la llevó al jardín de casa. El sol comenzaba a ocultarse, y el aire estaba impregnado con el aroma de la tierra húmeda y los rosales que su padre tanto amaba.

—Tenemos que encontrar una manera de salir adelante —dijo su madre, arrodillándose junto a uno de los arbustos—. Tu padre no puede trabajar por ahora, y no podemos depender de la suerte.

Ella la miró, sintiendo el peso de las responsabilidades caer sobre sus hombros.

—¿Qué haremos?

Su madre sonrió débilmente, sus manos acariciando la tierra como si fuera una vieja amiga.

—Tu padre me enseñó más de lo que pensaba. Y ahora es mi turno de enseñarte a ti. Vamos a trabajar juntas en lo que sabemos hacer: la jardinería.

Al principio, la idea la desconcertó. ¿Jardinería? ¿Ella, que había pasado más tiempo entre libros y conferencias que al aire libre? Pero no había tiempo para dudas. Al día siguiente, su madre la despertó temprano, con un par de guantes de jardinería y una lista de direcciones.

El primer trabajo fue en una casa elegante en las afueras de la ciudad. El jardín estaba descuidado, las flores marchitas y la hierba crecida. Mientras su madre comenzaba a trabajar, ella la observaba, sintiendo que cada movimiento tenía una intención, una calma que contrastaba con el torbellino en su mente.

—La jardinería es como la vida —dijo su madre, sin dejar de trabajar—. Hay que saber cuándo podar, cuándo regar y cuándo dejar que las cosas crezcan por sí solas.

Esas palabras resonaron en su cabeza mientras se arrodillaba junto a su madre y comenzaba a trabajar. Al principio, sus manos torpes no encontraban el ritmo, pero poco a poco, la repetición se convirtió en una especie de meditación. El olor de la tierra, el sonido de las tijeras cortando ramas, y el sol calentando su espalda le ofrecían una paz que no había sentido en semanas.

Pero esa paz era efímera. Al regresar a casa, aún tenía que enfrentarse a montones de tareas universitarias. Sus notas comenzaron a bajar, y las conferencias que antes le emocionaban ahora se sentían como una carga. Cada vez que intentaba concentrarse, su mente volvía al hospital, a su padre postrado en la cama, o a su madre trabajando incansablemente en los jardines ajenos.

Un día, en medio de una clase sobre derecho internacional, su profesor la llamó para que respondiera una pregunta. Pero su mente estaba en blanco. Miró al profesor, a sus compañeros, y sintió cómo el calor subía por su cuello hasta sus mejillas.

—¿Estás bien? —preguntó el profesor, con una ceja levantada.

Ella solo asintió y se hundió en su asiento. Después de la clase, mientras recogía sus cosas, su compañera de clase, Laura, se le acercó.

—Oye, ¿todo bien? No es como tú quedarte callada.

Ella dudó un momento, pero luego suspiró.

—Mi papá está enfermo. Y… estoy trabajando con mi mamá para ayudar en casa.

Laura la miró con una mezcla de sorpresa y compasión.

—Vaya. No sabía… Si necesitas ayuda con los apuntes o algo, dime.

Ese pequeño gesto la conmovió más de lo que esperaba. Durante semanas, había sentido que llevaba el peso del mundo sola, pero tal vez no tenía que hacerlo todo por su cuenta.

Esa noche, mientras repasaba apuntes con la ayuda de Laura en línea, su madre entró en su habitación, sus manos aún manchadas de tierra.

—Estoy orgullosa de ti —dijo su madre, sentándose a su lado—. No es fácil lo que estás haciendo. Pero recuerda, no tienes que hacerlo sola. A veces, pedir ayuda es el acto más valiente.

Miró a su madre, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez, solo tal vez, podría encontrar un equilibrio entre sus sueños y la realidad.

Pero el camino no sería fácil.

La vida rara vez lo es.

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