A veces me cuestiono si el haber tomado la decisión de casarme con Frank fue lo correcto. He luchado lo suficiente con tal de defender nuestra relación, incluso si eso me ha llevado a distanciarme de mi propia familia y renunciar a lo que más amo; el baile. Nos casamos claramente enamorados, pero desde hace dos años, las cosas han cambiado drásticamente. No tiene tacto al momento de decir las cosas. He querido pensar que tal vez debido al trabajo, es que también ha perdido los detalles y el cansancio no le permite ni siquiera tocarme. Tal vez el problema soy yo, que no estoy siendo comprensiva con él y no hago nada para sorprenderlo como antes solía hacer. He considerado asistir a una terapia de pareja, pero su horario lo limita. Las alternativas y consejos que recibo por parte de mis compañeras de trabajo es que trate de sorprenderlo y, por eso, me voy a esmerar con los preparativos de la cena de esta noche.
Luego del trabajo, salgo a comprar una lencería bien provocativa a la tienda. Hace mucho tiempo no lo hago y creo que es el momento de hacerlo. Necesito renovar el estilo de ropa interior que siempre uso y así tratar de sorprender a mi esposo. Llego a mi casa a darme una ducha, luego observo mi cuerpo en el espejo, con la lencería roja de dos piezas que elegí. Debí escoger un tamaño más grande, queda un poco ajustado en la parte de la cinta debajo del escote. Hace tiempo no uso maquillaje o me visto así, creo que debo hacerlo más a menudo. En lo demás, me parece que me veo bien y coqueta. No puedo esperar a que me vea.
Bajo a la cocina a preparar y servir la cena, viendo que solo faltan unos minutos para que llegue. Al momento de ponerla sobre la mesa, tocan el timbre de la puerta y mis manos tiemblan sin control. Has estado preparando todo esto, así que no lo arruines, Elise. Camino casi sin respirar hacia la puerta y la abro para recibirlo, pero para mí sorpresa, mi esposo no está solo, como creí que lo estaría; su hermano Kenneth está con él. Hace mucho tiempo no lo veo. La última vez fue cuando éramos unos niños y jugábamos juntos los cuatro, incluyendo a mi hermana; luego de eso nos separamos. El papá de Frank decidió llevarse a Kenneth, mientras que a mi esposo lo dejó con su mamá. Había escuchado que llegaba en esta semana, en una conversación que tuve con mi hermana recientemente, pero lo que no sabía es que ya había llegado o que vendría de visita. Está irreconocible; se ve mucho más maduro, serio, alto, esbelto, su piel luce más trigueña, aún sigue dejándose crecer el cabello y con la costumbre de mantenerlo recogido. Sus ojos azabaches se fijan en mí, mientras de la sorpresa, mi cuerpo se paraliza por completo. Examino su vestimenta, la camisa blanca de mangas largas, enrolladas hasta su codo y la placa que cuelga del bolsillo de su pantalón negro, lo que me confirma que ha logrado el sueño de convertirse en detective. Sé que no era el momento de fijarme en esos detalles, pero todo pasó extremadamente rápido y no sabía qué hacer. La vergüenza se ha esparcido por todo mi rostro, haciendo que incluso no pueda decir alguna palabra.
—Buenas — saluda Kenneth, posiblemente fingiendo que nada malo está ocurriendo.
—Disculpa a Elise, ella no sabía que vendrías, ya sabes lo burra que es. Ponte cómodo. Vengo enseguida — Frank me agarra el brazo bruscamente, llevándome hacia la habitación—. ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Qué haces vestida así?
—Lo siento, no sabía que vendría Kenneth para acá. Solo quería sorprenderte. ¿No te gusta?
—Quítate esta baratija y tírala a la basura— arranca el manguillo de golpe, desgarrando a su vez parte del escote—. Te ves horrible y ridícula. Pareces una salchicha enlatada. ¿Qué te he dicho de vestir así? Ya no estás en edad para usar esas prendas que usabas de adolescente. Acabas de hacerme pasar una vergüenza delante de mi hermano. ¿En qué estabas pensando?
—Te juro que no sabía que él vendría contigo.
—Tú nunca sabes nada. Cámbiate esa ropa, vístete decentemente y ve a disculparte con mi hermano.
—Perdóname, no volverá a pasar — bajo la cabeza, con las lágrimas al borde de mis ojos y sale de la habitación.
No pensé que iba a desagradarle tanto. Creí que todavía iba a poder verme bien en esto, pero supongo que después de todo, debí escoger un tamaño más grande, antes de hacer el ridículo. Estoy consciente de que ya no soy esa mujer que en cualquier prenda se veía increíblemente bella, que ahora que tengo treinta años, debo aprender a vestirme de acuerdo con mi edad, pero pensé que tal vez hacerlo, iba a sorprenderlo y hacerle feliz, pero me equivoqué. Luego de cambiarme de ropa, tiro todo al zafacón y bajo a la sala. Viendo que Kenneth está hablando con mi esposo en medio de la sala, me acerco pausadamente.
—Buenas noches, cuñado — saludo, antes de disculparme—. Quiero disculparme por lo de hace un momento. No sabía que vendrías.
—Ha pasado bastante tiempo. Sigues igualita que antes. Físicamente no has cambiado ni un poco. Con respecto a la disculpa, no te preocupes, aquí nada pasó, cuñada — sonríe ladeado y bajo la cabeza.
—Sí, ha pasado bastante tiempo. No puedo decir lo mismo de ti. Te ves distinto.
—Los años no pasan en vano.
—¿Te quedarás a cenar?
—Eso no se pregunta, mujer — responde mi esposo —. Ven a la mesa.
Aprovechando que están hablando, entro a la cocina a servir un tercer plato para Kenneth. Estoy tan avergonzada que no encuentro cómo salir de la cocina. Un perfume varonil invade mis fosas nasales y volteo tras escuchar unos pasos. Viendo que es Kenneth, procuro darme prisa a servir su plato.
—Ya casi termino de servirte.
—No te preocupes, solo he venido a lavarme las manos.
Lo veo lavarse pausadamente las manos y, cuando nuestras miradas se cruzan, la desvío automáticamente. Aún estoy avergonzada por lo sucedido.
—Frank es afortunado — su comentario hace que vuelva a mirarlo.
—¿Afortunado? ¿Por qué lo dices?
—Tiene una esposa que lo recibe en la puerta después del trabajo.
—No me recuerdes eso, por favor.
—Sigues igual de tímida que antes, incluso eso no lo has cambiado.
—Eso fue muy vergonzoso, pero te juro que no sabía que vendrías, cuñado.
—No sé, pero ese término es demasiado extraño, mejor llámame por mi nombre, Kenneth. Creo que entre los dos hay la suficiente confianza como para tutearnos. El hecho de que hace tiempo no nos veíamos, cuando niños fuimos grandes amigos, ¿o lo has olvidado?
—Lo siento, pero antes no estaba casada, ahora lo estoy y no creo que sea adecuado hacerlo.
—Por cierto, lo más probable esto suene inapropiado, pero te veías hermosa. No permitas que mi hermano te haga creer lo contrario, ya sabes lo ciego que es — ¿Acaso escuchó la conversación entre Frank y yo?
—Eso fue totalmente inapropiado, pero gracias— traje el plato conmigo hacia la mesa.
¿Qué demonios ha sido eso? Su mirada me inquieta, hace que me ponga extremadamente nerviosa. Sin contar que su comentario, hizo que la vergüenza se esparciera nuevamente por mi rostro. Cuando regresa a la mesa y se sienta, habla con mi esposo, mientras busco la forma de comer. Cada vez que levanto la mirada del plato, coincido con la suya y es incómodo.
—Gracias por la comida. No sabía que Elise cocinaba tan delicioso. Hace mucho tiempo no como comida hecha en casa.
—Sí, es lo mismo que le digo. ¿Cierto, mi amor? — la mano de mi esposo rodea mi cintura y asiento con la cabeza.
—Ya debo retirarme. Gracias por haberme recibido en tu casa, hermanito— vuelve a mirarme—. Siempre estoy a la orden — se levanta de la mesa y mi esposo lo acompaña a la puerta.
Recojo los platos y los llevo a la cocina, cuando Frank regresa, tira las cartas que había en el buzón sobre la mesa y suspira molesto antes de subir a la habitación. Supongo que aún está molesto por lo que sucedió. Es comprensible, por mi estupidez le hice pasar una vergüenza. Luego de recoger todo, subo a la habitación y me acuesto a su lado en la cama, ya que se había bañado. Intento acercarme para volver a disculparme, pero se da la vuelta para ignorarme. Deberé esperar a que se le pase. Volteo hacia el otro lado y, por su actitud y el dolor que me causaron sus palabras, las lágrimas brotan de mis ojos y trato de ocultarlo debajo de las sábanas. Nunca nada me sale bien, todo el tiempo cometo errores y lo pongo en una situación compleja.
Hoy me reúno con mis amigas en el trabajo y ellas tratan de averiguar cómo me fueron las cosas anoche, pero tengo vergüenza de contarle que realmente todo salió mal.
—¿Y qué tal te fue?
—Bien, me fue excelente — miento.
—Te lo dije. Esas técnicas con los maridos siempre funcionan — dice Cesy.
—¿Y por qué no te ves feliz? — la pregunta de Rayza, fue como un balde de agua fría por encima.
—Lo estoy, es solo que no descansé nada anoche.
—Ese es el resultado — todas ríen tras el comentario de Cesy.
En el momento que nos íbamos a despedir, porque ya estábamos a punto de ponchar e irnos, Ditsy entra a la oficina con nosotras, con un gran ramo de flores y todas ríen porque ni siquiera se le puede ver la cabeza. Ella siempre ha sido pequeña de estatura y bien delgada.
—¿De qué se ríen, estúpidas? — pregunta, con evidente molestia—. Esto es para ti, Elise.
—¿Qué cosa? — cuestiono, ajena a lo que dice.
—¿Tienes problemas de visión? Date prisa o se me va a caer.
—Tal parece que tu apasionada noche ha rendido sus frutos — dice Rayza.
Sujeto el ramo de flores en las manos, sin siquiera poder creer que Frank me ha enviado esto. Pensé que aún estaba enojado conmigo por lo de anoche, pero veo que tal vez todavía se puede arreglar lo nuestro.
—¿No vas a abrir la tarjeta?
—No la vi, es que el ramo es demasiado grande — coloco el ramo de flores sobre la mesa y alcanzo la tarjeta.
Me sorprende el mensaje que veo, tal vez porque hace tiempo no recordaba lo romántico que podía llegar a ser. Aunque parece una persona totalmente distinta, a la que ha estado tratándome tan mal por alrededor de dos años. En especial porque ayer me dijo todas esas cosas feas sobre mi apariencia y hoy está admirando mi sonrisa y mis curvas. No puedo negarlo, este detalle me hace feliz y me ha subido un poco la autoestima, que tan baja la he tenido. Supongo que después de todo, nuestro matrimonio tiene forma de arreglarse.
—¿Estás bien, pícara?
—Sí, solo estoy emocionada.
—¿Y por qué te ves a punto de llorar?
—Es de felicidad.
Llego a la casa, pongo las flores en la mesa del centro de la sala y las cambio a un florero de cerámica. Incluso pensó en que hiciera juego con la fornitura de la casa. Preparo la cena, en espera de que mi esposo llegue y poder agradecerle por su lindo detalle. No puedo dejar de sonreír y contemplar lo bellas que se ven. Su reacción al llegar no fue la que esperaba, ya que se ve igual de molesto y ni siquiera quiso darme un beso al llegar.
—¿Cómo te fue en el trabajo? — cuestiono, mientras veo que se detiene frente a la mesa de la sala.
—Bien. ¿Y esas flores?
—¿No las reconoces?
—No deberías estar gastando dinero en cosas innecesarias. Hubieras escogido unas que no fueran reales como decoración, así podrían durar algo — camina a la cocina y lo sigo.
—¿No has sido tú?
—¿Yo qué? ¿De qué hablas?
No importa por dónde lo vea, no lo comprendo. Si no fue él, entonces ¿quién fue? ¿Acaso se equivocaron de destinario? Eso debe de ser. ¡Qué vergüenza! Me siento algo incómoda y desilusionada. La emoción que tuve al recibirlas se ha desvanecido por completo ahora. Será mejor que me deshaga de esas flores. Es una lástima tener que hacerlo porque están muy bonitas.
—No es nada. Ya la comida está preparada, mi amor.
Nos sentamos en la mesa en silencio y, a decir verdad, quería preguntarle muchas cosas, pero no veía que estuviera de humor como para responderme, así que me limité solo a comer y estar callada. Luego de comer y bañarme, mi hermana me llamó por teléfono. Es extraño que me esté llamando a esta hora. La escucho estornudar y toser varias veces seguidas.
—¿Estás bien, Jimena?
—Perdón por llamarte a esta hora, pero realmente necesito tu ayuda.
—¿Mi ayuda? ¿Estás enferma?
—Sí, me siento muy mal y tengo mucha fiebre. ¿Puedes venir a mi apartamento?
—Claro. Salgo para allá inmediatamente — cuelgo la llamada.
Me levanto de la cama y le aviso a Frank que iba a salir al apartamento de mi hermana y, aunque me escuchó, ni siquiera se dignó a contestarme. Me pongo lo primero que encuentro en el armario y salgo. Tan pronto llego, ella me recibe con un papel puesto en la nariz.
—¿Tomaste medicinas?
—Sí, pero estoy muy mal.
—¿Por qué no vas a sala de emergencia?
—Porque tengo antibióticos y ya me los estoy tomando.
Caminamos a su habitación y veo su vestuario de baile sobre la cama. Tal y como lo recordaba y usábamos.
—No pensarás ir a trabajar así, ¿verdad?
—De eso quería hablar, Elise.
—No puedes hacer eso. Sabes que, si estás así de enferma, no puedes bailar. Llama para que canceles.
—De eso quería hablarte. Es un contrato que firmé ya y debo asistir.
—Tu salud es primero. ¿Crees que con fiebre y así de congestionada podrás bailar?
—No creo poder, por eso te llamé a ti.
—¿Por qué a mí?
—Sé que estás retirada de todo esto, pero a ti es en quien confío. Además de que somos parecidas en tamaño, aunque me ganas en sazón y movimientos. ¿Crees que podrías sustituirme?
—¿Estás loca? Podríamos meternos en serios problemas. Además, yo no puedo hacerlo. Sabes muy bien que estoy casada.
—¿Y eso qué? Esto es meramente profesional. No estás engañando a nadie. En primer lugar, tu esposo es un idiota que no quiere verte progresar. Estabas en el mejor momento de tu carrera y lo dejaste todo por ese tipo.
—Ya basta, Jimena.
—Por favor, solo te pido que me ayudes en esto. No sabía qué me iba a enfermar y que no podría asistir. ¿Podrías hacer esto por mí, por favor? Te prometo que tu esposo no se va a enterar.
—Maldita sea, Jimena. Me pones en una situación muy complicada. Maldigo esta mala costumbre de no poder decirte que no. ¿Qué tipo de fiesta es?
—Es una despedida de soltero.
—¿Qué? ¿Cómo pudiste aceptar eso?
—Van a pagar muy bien.
—Debí preguntarte eso antes de aceptar.
—No es para tanto.
—¿Cuándo es?
—A las 12.
—¿Qué? —miro el reloj y veo que son las once—. Ni siquiera tengo tiempo de prepararme. ¿Estás loca? ¿Sabes hace cuánto tiempo no bailo? Ya no estoy delgada como antes, estoy gorda y estoy segura de que estaré a punto de convulsionar con tan solo hacer una apertura de piernas.
—No exageres. Siempre has sido ágil y tenido esa única habilidad de acoplarte rápido a cualquier estilo de baile y música.
—¿Debo tener contacto directo con la persona? Si es así, olvídalo.
—Eso es si tú lo consideras necesario.
—Eso me da algo de alivio. Tendrás que ponerme al tanto de todo o no iré a hacer el ridículo.
—¿Y cuándo mi hermana ha hecho el ridículo?
Recordé lo sucedido con Frank y ahora estoy insegura de si hacerlo o no.
—No hablemos de eso. Hay que darnos prisa. ¿Puedo usar tu baño?
Luego de prepararme, utilizando el vestuario de mi hermana, confirmo que ya no soy la misma de antes. Físicamente he cambiado y engordado mucho. Tengo celulitis en mis muslos, algo que antes no se notaba, pero ahora sí y bastante. No recordaba la emoción que se siente verse en el espejo con este tipo de ropa. Debo estar loca para haber aceptado algo como esto. Si Frank se entera se pondrá como loco, si es que no se divorcia de mí. A él nunca le ha gustado verme vestida de esta manera, donde prácticamente tengo al descubierto mis piernas y el escote hace que mis senos se vean más levantados. Tal vez porque le trae recuerdos de mi antigua yo y por eso se pone así. Debí considerar el haberme puesto aquella lencería. Tan pronto termino de ponerme al tanto de todo lo relacionado al lugar y creo una estrategia mental que puede servirme para llenarme de seguridad y calmar los nervios que me carcomen por dentro, salgo al lugar de la actividad con mi hermana por teléfono para llegar bien y no retrasarme. Esta mujer me avisó tarde y no tuve mucho tiempo para prepararme. Lo único que me tranquiliza un poco es el hecho de que la música que escogió es parecida a la que solía bailar todo el tiempo. Antes de tocar, me pongo el antifaz oscuro y los guantes negros. Aquí nadie me conoce, así que no tengo que preocuparme por nada. Es un secreto que debo mantener oculto, aun sabiendo que no deben existir secretos entre una pareja. Unas chicas me reciben y, al verme, reconocen de inmediato lo que vengo a hacer.
—Ya estoy dentro, Jimena — le aviso a mi hermana por el auricular.
—Mucha suerte y gracias por haber aceptado. Estoy segura de que lo harás bien. Eres increíble en todo lo que haces, es algo que admiro mucho de ti, hermanita.
—Espero sea la última vez que me pongas en una situación así.
Veo a lo lejos al hombre que está rodeado de dos mujeres en disfraz de conejitas y me detengo en medio de todos al reconocer de quién se trata. Retrocedo, casi tropezando con la gente y las mesas.
—Jimena, dime que esto no está pasando.
—¿Qué sucede? ¿Estás bien?
—¿Realmente es mi cuñado Kenneth? — le pregunto, mientras escucho un profundo silencio en la llamada—. Tú lo sabías, ¿verdad? Ustedes dos siempre fueron uña y mugre. Es imposible que no hayas sabido sobre esto de antemano. ¿Por qué no me dijiste? ¿Cómo pudiste pedirme que haga algo así?
—Elise, estoy enferma y no podré asistir. Sabes perfectamente que todo esto es con un propósito profesional. Hay un contrato de por medio y para mí lo más importante es cumplir con lo estipulado.
—Esto no puede estar pasando. No puedo hacerlo. Lo siento, Jimena.
—Perdóname por no habértelo dicho, pero no lo creí necesario.
—¿No lo creíste necesario? Es el hermano de mi esposo. ¿Sabes lo que pasaría si él le cuenta esto a Frank? Mi matrimonio se vendría abajo.
—El contrato lo firmé con su amigo, él no sabe que era yo quien iba a asistir. Bueno, en este caso, tu. Además, es imposible de que te reconozca, ya que tienes el antifaz puesto, ¿no?
—Aun así, si me llega a reconocer, le irá con el cuento a Frank.
—No lo hará. Si hubiera podido asistir yo, créeme que lo hubiera hecho. No contaba con que iba a enfermarme precisamente hoy. Hermanita, nunca te pido nada, pero esta vez te necesito. Por favor, ayúdame. Solo hazlo por mí, ¿sí?
—Dios mío, ¿en qué lío me has metido?
—No tienes de qué preocuparte, ahí nadie sabrá nada. No creo que se dé cuenta, pues no te ha visto hace muchos años.
—La cosa es que ayer me vio.
—¿Cómo que te vio? ¿Dónde se encontraron?
—Él visitó mi casa anoche con Frank.
—¿Por qué no me dijiste nada?
—Eso no es importante ahora. En este momento mi cuerpo está paralizado. No encuentro la forma de acercarme a esas mujeres que me están haciendo señas desde lejos. No sé si pueda hacerlo, Jimena.
—Solo déjate llevar, Elise. No solo hagas esto por el contrato, también date la oportunidad de volver a ser quien eras antes, al menos por esta noche. Mantén el antifaz puesto y listo, nadie sabrá quién eres.
—Está bien. Solo espero que nunca más me hagas hacer algo así — cuelgo la llamada y respiro hondo.
No te preocupes, Elise. No es posible que él pueda reconocerte. Solo debes vencer el miedo y concentrarte. ¿Qué podría salir mal? Muchas cosas, pero ese no es el punto, no quiero pensar en eso. Piensa que estás haciendo esto por tu hermana y no puedes hacerla quedar mal.
Respiro hondo de nuevo y me lleno de valentía para caminar hacia las dos chicas, hacerles entrega del disco y esperar de pie el momento indicado. Suelto mi cabello largo y lacio, lo peino con mis manos, ya que es una de las cosas que utilizaré para pasar desapercibida. Además de que da un toque extra de misterio y sensualidad. Las dos mujeres que lo acompañan se alejan y veo que mi momento ha llegado. Me quito el largo abrigo que llevaba puesto y vuelvo a respirar hondo. La coordinación y ritmo es de suma importancia, al igual que la seguridad y concentración. Es por lo que, al momento de mi entrada, solo olvido lo que hay alrededor y únicamente me concentro en la persona con quien voy a conectar. Camino con seguridad, hasta llegar un poco cerca de su silla, luego le doy la espalda, asegurándome de que mi cabello también me siga. Muevo mis caderas con el inicio, al mismo ritmo de la música. Combino el vaivén de mis movimientos de caderas con los hombros, en forma circular y alternando ambos hacia al frente y luego hacia atrás y, así sucesivamente. Sin dejar de mover mis caderas con ímpetu, pongo las manos en la cintura y flexiono las piernas despacio, mostrándole el mismo poder que siento y vuelvo a subir. Pensé que había perdido el toque por mi pésima condición física, pero mi cuerpo está relajado y responde igual o mejor que antes.
Giro mi cuerpo 90 °, dejando la pierna lo más cercana a él posible, inclinando mi pecho hacia el suelo. Acaricio mi pierna hasta llegar al pie y, cuando voy a incorporarme, me aseguro de mover el cuello hacia atrás al subir, provocando que mi cabello se mueva conmigo. Esta vez voy subiendo y acariciando mi trasero a la par. La temperatura está subiendo, puedo notarlo en mi cuerpo. Hace muchos años no me sentía viva, libre y eufórica.
Deslizo de nuevo mis manos desde mi cabello, por todas mis curvas, hasta llegar a la cintura. Llegando a ese punto y, sin dejar de mover las caderas, flexiono las piernas hasta quedar de cuclillas y, al subir me inclino, colocando mis dos manos en el suelo y hago la apertura de piernas despacio, hasta llegar por completo al piso. Inclino mi pecho hacia al frente, recostándolo al suelo y sacudo mi trasero. Me entregué por completo al momento, al sentirme tan cómoda y suelta.
Me coloco en cuatro patas y así mismo camino hacia Kenneth, hasta posar mis manos en sus piernas y colocar mi cuerpo entre ellas. Cuando me sentí lista para el siguiente paso, su mano se posa sobre mi mentón y sonríe ladeado, haciendo contacto visual conmigo y toda mi piel se eriza.
—¿Por qué me miras así? ¿Creíste que no podría reconocerte? ¿Cómo no voy a conocer este cuerpo tan divino, si ha sido el principal causante de mi insomnio y ahora de mi calentura, cuñadita?
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