Guardo los últimos libros que hay sobre mi cama y cierro la caja. Miró mi habitación y ahora solo puedo ver las paredes en blanco, apenas si queda la cama y pronto subirán los chicos de la mudanza a por ella.
Toda mi vida me la llevo guardada en las cajas. No me siento triste, tampoco alegre.
No es como si yo hubiese podido decidir algo sobre este viaje.
Mi madre ya lo ha hecho por las dos, es un buen trabajo y muy bien remunerado. No tengo padre, mi madre se quedo embarazada muy joven y el no quiso hacerse responsable.
No duele lo que nunca has tenido, sería peor haberlo tenido en mi vida y que hubiera desaparecido después, así que supongo que esto es adaptarse a las circunstancias.
He vivido toda mi vida en los Ángeles, supongo que ahora echaré de menos el tráfico y el gentío. Ya que nos mudamos a un pequeño pueblo de Alaska.
Lo peor de todo será el horrible frío por el que tendré que pasar allí, acostumbrada a este clima cálido siento que moriré congelada en ese lugar.
Cojo la última de mis cajas y cierro la puerta de la que hasta hoy ha sido mi habitación.
Bajo las escaleras y dejo la caja en la puerta. El camión de mudanzas saldrá justo delante de nosotras. Nos esperan varios días de viaje, no entiendo por qué mamá no compro pasajes de avión y prefirió que hiciésemos un viaje tan largo en coche.
Me siento en el coche y veo como los edificios y los coches poco a poco comienzan a desaparecer.
A mis casi dieciocho años no he tenido ni un solo amigo, y no se él porqué la verdad.
Cuando era pequeña era demasiado tímida y me costaba hablar con los demás.
Cuando crecí un poco un día me arriesgue y comencé a hablar con unas chicas, no debí elegir bien porque no solo me ignoraron en ese preciso momento. Si no que todos los cursos de primaria me hicieron la vida imposible y la única razón era que yo no tenía padre. Como si eso se pudiese elegir...
Así que cuando llegué a la secundaria no me acerque a nadie, pase totalmente desapercibida tanto que nadie se acercó a mí en todos mis años de instituto.
Y ahora me encontraba en mi último año y a la mitad del curso. Cambiando no solo de ciudad sino mudandome a otra acientos de millas.
Un viaje de tres mil quinientas millas, tres días subidas en este coche sino pasábamos alguno más.
Cogí mis cascos y me perdí durante unas horas en mi música preferida.
La primera parada la hicimos ya caída la noche en un motel de carretera.
Debo reconocer que no son tan sucios como pensaba. O quizás tuvimos suerte al encontrar este lugar.
Los siguientes dos días los pasamos de la misma manera, recorriendo el camino durante el día y descansando en la noche.
Nunca pensé que ver un cartel me haría tan feliz.
Simple pero conciso.
BIENVENIDOS A ALASKA
Mamá siguió conduciendo durante dos horas más. Hasta que llegamos a una población dentro de un gran bosque, desde que entramos aquí no he dejado de ver árboles y más árboles.
No puedo negar que esto es bonito pero sí me resulta extraño. No sé si seré capaz de adaptarme aunque por otra parte este será mi último curso y el año que viene iré a la universidad.
—Abi ya hemos llegado este será nuestro nuevo hogar. Dice mi madre dedicándome una sonrisa.
Asiento con la cabeza y le devuelvo la sonrisa.
Mamá ha estacionado el coche frente a una casa de madera. La verdad es que desde fuera se ve muy grande. Al menos esto es mejor que nuestro pequeño piso en Los Ángeles.
Nada mas poner mi primer pie en el suelo noto como el aire gélido congela mis huesos.
No llevo ningún abrigo a mano por lo que tendré que aguantar un poco el frío.
Caminamos hasta la entrada de la casa y la puerta se abre dejando a la vista a un hombre de unos cuarenta años.
Este se acerca hasta mamá y le deja un beso sobre sus labios.
Mamá se aparta rápidamente y me lo presenta.
—Kevin ella es mi hija Abigail, dice mamá nerviosa.
—Abi está bien. Contesto de manera indiferente.
Le pide a Kevin que nos deje un momento a solas. Por qué me da en la nariz que esto no me va a gustar demasiado?
—Abi te pediría que te sentaras pero aún no han llegado los sillones... Sabes que te dije que había conseguido un trabajo muy bien remunerado, pues ese trabajo lo he conseguido gracias a Kevin...
—Mamá, está bien no tienes que darme explicaciones. Me parece bien que tengas pareja. ¿Él se quedará a vivir con nosotras?
—Mi niña lista, eso depende de ti. Responde mamá acariciando mi cabeza.
—Mamá si a a ti te hace feliz a mí también.
Mi madre me abraza con efusividad antes vista. Kevin se acerca y se une a nuestro brazo. Me separo de ellos un poco incomoda y exploró la casa. Le pido a mi madre que me indique cuál es mi habitación y ella dice que puedo elegir cualquiera.
Hay un total de tres habitaciones en la segunda planta. Pero siento que no me convence ninguna, veo unas escaleritas en un rincón y una puertecita arriba.
Subo y descubro que se trata del desván, está totalmente vacío y solo es adornado por una ventana al final. Parece sacado de alguna película antigua.
Es perfecta quiero que esta sea mi habitación.
Aquí tendré privacidad y no veré a mamá y a su nuevo novio demostrándose muestras de afecto. No es que me haga especial ilusión que un hombre viva con nosotras pero entiendo que mamá tiene treintena y cinco años y tiene derecho a ser feliz y a encontrar el amor.
Me asomo por la ventana de mi nuevo cuarto y solo puedo ver arboles. Es algo raro de explicar pero es como si sintiese que alguien me observa en la distancia.
Saco esa estúpida idea de mi mente y bajo hasta el saloncito. Hay mucho que desembalar y quiero dormir en mi cama antes de mañana.
Comienzo a subir poco a poco todas las cajas, no pensaba que tuviese tantas cosas. Pero se ve que si! ¿Cuándo me he vuelto una viejecita que acumula trastos en su casa?
No puedo evitar sonreír por las tonterías que soy capaz de pensar al día...
Llevamos dos días aquí y para qué negarlo me siento fuera de lugar.
En Los Ángeles nadie me miraba y aquí todo el mundo se fija en mí. Creo saber el porqué de tal atención.
Aquí casi todos son morenos de piel bronceada y ojos oscuros. En cambio yo soy pelirroja de piel blanca como la nieve y ojos verdes.
Así que supongo que les resultó extraña. Vaya y yo que quería pasar desapercibida. "Sólo unos meses más" me recuerdo a mí misma y después me iré a la universidad.
Y como para no variar mi primer día de clase llego. Si no es bastante frustrante que ya todo el mundo se te quede mirando ahora le añades al pack que eres la chica nueva.
Creí que tendría que desplazarme hasta otra localidad para poder estudiar pero me equivocaba ya que aquí hay un pequeño instituto.
Cojo mi horario de clases y voy hasta la primera de ellas, buscó la última fila y allí me quedo sentada.
Una chica se acerca hasta mí y me pregunta si el asiento de al lado está ocupado.
Yo niego con la cabeza y por primera vez en mucho tiempo le sonrió alguien. De verdad que soy estúpida, se ve que no he aprendido nada en todo este tiempo.
—¿Me llamó Yami y tú? ¿Eres nueva aquí, verdad?
—Abi, y si llegamos hace tres días. Respondo de manera cordial
—Entonces, ¡tú madre es la nueva enfermera!
Asiento con la cabeza y sonrió.
—Ya veo que no eres muy habladora, pero no importa yo hablaré por ti. Vuelve a decir Yami sin dejar de sonreír.
Ella me me explica quién son las chicas populares, los deportistas, los nerds...
Paso la mañana a su lado ya que parece que coincidimos en todas las clases.
No puedo negar que se siente agradable, es la primera vez que alguien se acerca a mí de una manera amigable.
Me he podido dar cuenta en todo lo que llevamos de mañana que Yami no es muy popular que digamos, sólo la han saludado tres personas y dos de ellas no han sido precisamente amables con ella.
No entiendo porque se meten con ella, es verdad que no es como las demás chicas, ella es un poco más bajita que yo y es un poco más redondeada. También usa lentes pero yo creo que le sientan bastante bien.
No es que yo sea la gran cosa, soy un poquito más alta que ella pero no mucho más no creo medir más de un metro sesenta. Carezco de curvas y llevo ortodoncia. Menos mal que ya solo queda un año para que me quiten los dichosos brackets.
Escucho a unas chicas hablar, parecen algo disgustadas, gesticulan demasiado y una de ellas parece estar a punto de llorar.
Dicen algo así de que un unos días se llevará a cabo la "
recolecta
" y ellos bajarán de las montañas.
No soy capaz de escuchar nada más ya que mi nueva amiga por no decir mi única y primera amiga. Se coge a mi brazo y me lleva rápidamente hasta el comedor.
No se a qué viene tanta prisa pero ella me dice que si llegamos las primeras podemos coger un sitio donde nadie nos moleste.
Y así sucede nos situamos al final del comedor cerca de una ventana y detrás de una columna. Bueno al menos la ubicación de la mesa me gusta ya que pasamos totalmente desapercibidas.
—¿Qué es eso de la "
recolecta
"?
Ella se atraganta con el sándwich y yo rápidamente abro la botella de agua y se la entrego.
—¿He dicho algo malo?
—No...dice ella tratando de recuperar el aliento.
Ella mira hacia todos lados hasta estar segura de que no hay nadie mirándonos y menos escuchándonos.
—Es complicado. Y no creo que esto te afecte a ti ya que eres nueva en el pueblo.
No me está dejando nada en claro y lo único que está consiguiendo es que aumente mi curiosidad.
—¿Y qué clase de cosas se recolectan?---
—Cosas no, personas, más bien mujeres ---
Mis ojos se abren como platos, no puedo creer las palabras que acaba de decir.
—¿Bueno si te lo cuento me prometes que no se lo contarás a nadie?---
—Si... respondo no demasiado segura, no entiendo a qué viene tanto secretismo.
—Una vez cada diez años los hombre lobo bajan de las montañas, todas las mujeres entre quince y veinticinco años deben presentarse en la plaza del pueblo. Se deben poner un vestido blanco y esperar a que ellos lleguen... lo que pasa después no lo sé, solo se que algunas mujeres se quedan y otras desaparecen para siempre.
Bueno eso de lobos no hay quien se lo crea, pero no voy a decir nada sobre ese tema.
—¿Pero entonces qué pasa con las familias de las chicas que desaparecen?
—Nada, esto ha existido aquí desde siempre. Creo que se hace de esta manera para que ellos no destrocen el pueblo. Es algo así como una ofrenda. Además las mujeres que desaparecen no están casadas, ni tienen hijos... Aquí está prohibido casarse hasta haber cumplido los veintiséis.
Dios mío, mamá me ha traído a un pueblo de locos.
—¿Y cuándo exactamente pasará eso?---
—En dos días. Responde Yami de manera tranquila.
—No te veo asustada.
--- Por qué no lo estoy\, dudo que yo sea una de las elegidas. Solo tienes que mirarme y si lo soy pues igual puedo hasta conocer a mi hermana.
—¡Qué! Tú hermana.
—Si a ella se la llevaron la última vez, yo no puede asistir porque aún no había cumplido la edad. Pero mamá no se puso triste más bien se alegro, ella siempre dice que mi hermana tendrá una vida mejor que la que aquí se puede ofrecer ---
—No te ofendas, pero me parece que eso que me estás contando no es ni medio normal. Que roben a tu hija y que tú pienses que estará mejor en otro sitio que a tu lado no hay por dónde cogerlo.
—Bueno, mamá sabe más que yo sobre este tema. Nunca he preguntado, no me ha llamado la atención. Solo se que es algo totalmente obligatorio y que hay que hacerlo.
—Una última pregunta, ¿alguien se ha negado alguna vez a asistir?
—Déjame que piense... Creo que una vez una chica no bajó a la plaza y se escondió debajo de la cama, un lobo enfadado destrozó su casa y mató a toda su familia.
—¿Y qué pasó con la chica?
—Nada, desapareció junto con las otras.
Creo que es el momento de parar de preguntar, aunque Yami es muy simpática creo que no está bien de la cabeza.
Vuelvo a casa y veo como esos dos se están comiendo a besos.
Toso para que noten mi presencia, ellos al escucharme se separan con la respiración acelerada.
De verdad que no es necesario que se coman vivos delante de mi persona.
—¿Qué tal tu día? Pregunta mi madre sin soltar la mano de Kevin
—Bien, he hecho una amiga, se llama Yami pero creo que no está muy bien de la cabeza me ha contado algo de la "recolección" y de unos lobos que bajan a por las jovencitas cada diez años... ¿No te parece gracioso mamá?
Mi madre mira a Kevin con seriedad, no entiendo por qué no se rien. Si es algo que resulta gracioso, como unos lobos van a bajar de la montaña y se van a llevar a un grupo de jovencitas.
—Bueno no te preocupes esas tradiciones a ti no te afectan, ¡verdad Kevin!
No me puedo creer que mi madre se lo esté creyendo, de verdad que estar enamorada te destruye las neuronas.
—Sois oficialmente residentes en Ketchikan por lo que ella también es parte de la comunidad. Dice Kevin visiblemente nervioso.
—Cuándo me contaste esa estúpida historia no pensé que mi hija tuviese que ser ofrecida a esos...
—¡Pero de verdad vosotros os estáis escuchando!
—Siéntate, dice mi madre palmeando el sillón que tiene justo al lado.
Dejó la botella de leche en el frigorífico y la mochila sobre la encimera.
Me siento a su lado y espero a que ella hable.
—Hay cosas en este mundo que nosotras desconocemos, a veces lo que creemos que es fantasía no lo es tanto y hay ciertos seres que si existen en la vida real.
—Claro y ahora es cuando me dices que los vampiros, los hombres lobo, los elfos y hasta los duendes son reales, verdad. Respondo con sarcasmo.
Mi madre parece ausente en estos momentos por lo que Kevin toma la palabra por ella.
—No te estamos mintiendo, ellos existen al menos los hombres lobo, déjame que te cuente la historia de mi pueblo y después podrás comprender un poco mejor lo de la "
recolecta
"
Asiento con la cabeza y espero a que me cuente la historia, no lo entiendo de verdad, creo que aquí debe haber algo en el aire que te hace perder la cordura e imaginar cosas.
—Hace muchos siglos mi pueblo se estableció aquí, al principio todo era paz y felicidad. Vivían de la caza y la pesca y poco a poco se fueron convirtiendo en un pueblo próspero. Pero tenían unos vecinos un tanto primitivos por llamarlos de algún modo. Ellos podían pasar desapercibidos como simples humanos pero de la nada se convertían en lobos, sí ya sé que suena extraño no me interrumpas por favor... Por lo visto no eran muy numerosos y ellos creían en algo así como una compañera destinada, a la que podían reconocer por su aroma. Unos cuantos de esos lobos cansados de esperar una compañera que nunca llegaba decidieron adentrarse en nuestras tierras y descubrieron que en ellas habitaban sus compañeras destinadas.
No solo se llevaron a las mujeres sino también destrozaron la aldea, así pasaba sucesivamente a lo largo de los años. Hasta que uno de los dirigentes del pueblo decidió hacer un tratado con ellos. Cada diez años las mujeres comprendidas entre ciertas edades se quedarían paradas en la plaza del pueblo, si alguna de ellas era su compañera se la podrían llevar, pero ya no podrían destrozar el pueblo ni matar a nadie nunca más.
—Vamos a ver, porque creo que mi cabeza va a explotar. Si eso es verdad cosa que me cuesta mucho creer, porque demonios me has traído aquí ¡y justo ahora mamá!
—Yo, yo ... no creí que fuese cierto y aún me cuesta mucho creerlo la verdad.
—¿Y si no me presento en la plaza?
—Ni siquiera lo sugieras los más ancianos cuentan que una vez una muchacha no se presentó, un lobo enfurecido destrozó toda la casa y mató a toda su familia.
Parece tan convencido como Yami de que esta historia es real. No sé que se fumaran aquí pero de verdad que resultan convincentes.
Me retiro del salón y subo hasta mi dormitorio, cojo mi ordenador y comienzo con el trabajo que nos ha mandado el profesor de historia.
No dejo el ningún momento de trabajar, solo lo hago cuando escucho un aullido en el exterior de la casa.
Me asomo por la ventana y no puedo ver nada, la espesura del bosque lo opaca todo.
Creo que me estoy volviendo loca, claro que hay lobos en un bosque, al igual que osos, ardillas y demás animalitos.
Cierro el portátil y bajo para cenar, ya no digo nada sobre la conversación y ellos tampoco. Creo que no merece la pena, igual mañana hasta lo he olvidado todo.
....
—¿A dónde vamos mamá?---
—A comprar tu vestido para esta noche.
—Todavía sigues con eso, te creía más lista la verdad.
—Abi, no te lo permito. Ojalá todo fuese una gran mentira y esta noche no tuvieras que pasar por ello.
No necesito continuar ya que sé donde va a terminar todo esto, mi mamá llorando y yo sintiéndome fatal por haberle faltado el respeto.
Compramos un vestido blanco. Elijo el más simple que veo, no veo la necesidad de gastar tanto dinero para un rato solo. Además de que no me pienso quitar el abrigo.
Tomamos un chocolate caliente en una cafetería, todas las personas que vemos parecen bastante nerviosas. Esto es como si en vez de estar en un pueblo estuviéramos nos encontramos en una secta y todos esperarán que esta noche llegara el fin del mundo.
Después de comprar y tomar el chocolate volvemos a casa, hoy mamá se ha tomado el día libre "por eso de si es mi último día aquí".
He intentado de todas las formas posibles, no decirles que están locos y que nada de lo que cuentan va a suceder. Por lo que al final me he decidido por seguirles la corriente.
Después de la cena subo hasta mi dormitorio, cojo el vestido y me lo pongo.
Me miro en el espejo y no me veo bien. Quizás si hubiese escogido uno más entallado en la zona del pecho no algo tan recto me hubiese sentado mejor.
En fin solo lo llevaré puesto unas horas por lo que recojo mi pelo en una coleta alta y me pongo el abrigo.
"La hora del lobo ha llegado"
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