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El Precio De La Lealtad

La fachada perfecta.

El sol matinal penetraba entre las cortinas de gasa, reflejando líneas doradas en las sábanas desorganizadas. Valeria parpadeó de forma gradual, experimentando el calor de un brazo sólido que envolvía su cintura. Volteo su cabeza y observo que Esteban todavía dormido, su respiración serena, su expresión tranquila. Había algo en la forma en que la luz acariciaba su rostro, resaltando la pequeña cicatriz en su barbilla, que siempre le había parecido intrigante.

No pudo evitar sonreír.

—Buenos días, amor murmuró él sin abrir los ojos, su voz rasposa por el sueño.

—Buenos días respondió ella, acercándose para rozar sus labios en un beso suave.

Esteban la atrajo hacia él con un movimiento perezoso, su risa vibrando contra su piel.

—¿Soñaste conmigo? preguntó Valeria en tono juguetón.

—Siempre dijo él con una sonrisa cómplice, antes de estirarse y despeinar aún más su cabello.

Valeria se levanto lentamente, experimentando la suavidad de la alfombra bajo sus pies desnudos. La estancia, repleta de luz, representaba su vida en conjunto: imágenes enmarcadas embellecían la pared, los libros se encogían en la estantería con un orden acogedor, y un jarrón con flores frescas, su adorno preferido de cada semana, proporcionaba un matiz de color. Era su hogar, su refugio. Todo parecía perfecto.

Pero la perfección, lo sabía bien, a veces era solo una ilusión.

Se dirigió a la cocina y puso a calentar el café mientras recordaba la noche en que conoció a Esteban. Era el cumpleaños de un amigo en común. Él había llegado tarde, con un traje que parecía hecho para él, y desde el momento en que sus miradas se cruzaron, supo que su vida no volvería a ser la misma. No era solo su apariencia lo que la atrapó, sino la intensidad con la que la miró, como si fuera la única persona en la habitación.

Desde entonces, todo había sido así: intenso, apasionado, irremediable.

—¿En qué piensas? preguntó Esteban, entrando en la cocina con la camisa desabotonada y el cabello aún revuelto.

Valeria sonrió y le tendió una taza de café.

—En nosotros respondió ella, observándolo con atención. En cómo todo parece tan... perfecto.

Él sostuvo su mirada un segundo más de lo habitual antes de rodearla con los brazos, apoyando la barbilla en su hombro.

—Lo es susurró contra su piel. Porque estamos juntos.

Valeria cerró los ojos y se dejó envolver por su calor. Sin embargo, algo dentro de ella se removió con inquietud. Una sensación vaga, como si algo se moviera en la sombra de su conciencia. No tenía pruebas ni razones, solo un presentimiento.

Lo ignoró. Como había hecho tantas veces antes.

El desayuno transcurrió con la misma calma de siempre. Hablaron de sus planes para el día mientras el aroma a café recién hecho llenaba el aire.

—¿Vas a ver a Camila hoy? preguntó Esteban, untando mantequilla en su tostada sin levantar la mirada.

—Sí, quedamos para almorzar dijo Valeria, observándolo con disimulo. Dice que tiene algo importante que contarme.

Fue un detalle sutil, casi imperceptible, pero ella lo notó. La rigidez en sus hombros, el instante en que su mano se detuvo antes de volver a moverse con aparente normalidad.

—¿Todo bien? preguntó, inclinándose ligeramente hacia él.

Esteban levantó la vista y sonrió con naturalidad, pero algo en sus ojos no terminaba de encajar.

—Claro respondió. Solo estoy pensando en la reunión de hoy. Es un cliente complicado.

Valeria asintió, pero la sensación de inquietud persistió, como un eco silencioso.

Desde hacía semanas, había notado que Esteban a veces se perdía en pensamientos, que su mirada se volvía distante sin razón aparente. Cada vez que preguntaba, él esquivaba el tema con una sonrisa y cambiaba de conversación. Y ella, queriendo aferrarse a la estabilidad de su relación, fingía que no lo notaba.

Pero ahora, después de esa mínima tensión al mencionar a Camila, su mejor amiga, no pudo evitar preguntarse si había algo más.

Camila siempre había sido parte de su vida, su confidente desde la universidad. Habían compartido risas, lágrimas y secretos. Y cuando Valeria comenzó a salir con Esteban, fue la primera en conocerlo. Todo parecía encajar perfectamente entre los tres, tanto que a veces bromeaban diciendo que Camila era la "tercera en la relación".

Pero últimamente... algo había cambiado.

Tal vez eran sus comentarios ambiguos sobre Esteban, sus miradas prolongadas o aquel día en que Valeria llegó a casa y los encontró riendo juntos en el sofá. No había pasado nada inapropiado, pero la forma en que sus ojos se encontraron antes de que ella entrara en la habitación la había dejado con una sensación extraña, como si hubiera interrumpido algo.

Esa tarde, Valeria llegó al café donde se encontraría con Camila. Su amiga llegó unos minutos tarde, como de costumbre, pero su sonrisa no alcanzó sus ojos.

—Lo siento, el tráfico estaba horrible dijo, acomodándose frente a ella.

—No te preocupes respondió Valeria, removiendo distraídamente su café. ¿Qué era tan importante que querías contarme?

Camila jugó con el borde de su taza, evitando su mirada.

—Es sobre Esteban dijo finalmente.

Valeria sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—¿Qué pasa con él?

Camila tragó saliva y se inclinó un poco sobre la mesa, como si las palabras que estaba a punto de decir no debieran ser escuchadas por nadie más.

—Creo que te está ocultando algo.

El café se volvió un ruido de fondo lejano. Valeria parpadeó, tratando de asimilar la frase, pero su mente parecía negarse a procesarla.

—¿Qué dices? murmuró, sintiendo su propia voz distante.

Camila desvió la mirada.

—No sé cómo decírtelo, pero... hay cosas que no cuadran. Yo…

Se detuvo, dudando, y Valeria sintió que el suelo se volvía inestable bajo sus pies.

Salió del café con la cabeza llena de preguntas. Camila no había dado muchos detalles, solo insinuaciones, frases a medias y miradas incómodas. Pero el solo hecho de que su mejor amiga dudara de Esteban era suficiente para hacer tambalear todo en lo que creía.

El viento de la tarde le acarició el rostro mientras caminaba sin rumbo fijo. La duda comenzaba a enredarse en su pecho, como un nudo imposible de deshacer.

Necesitaba respuestas. Y estaba dispuesta a encontrarlas, sin importar el precio.

Secretos en la sombra

Valeria caminaba por la calle, absorta en sus pensamientos. Las palabras de Camila resonaban en su mente como un eco persistente: Creo que Esteban te está ocultando algo. ¿Qué podía significar eso? Esteban siempre había sido un hombre abierto, cariñoso y atento. ¿Cómo podía estar ocultándole algo? Y, lo más inquietante, ¿por qué Camila había parecido tan incómoda al decírselo?

Camila había sido su mejor amiga durante años. Se conocieron en la universidad, cuando Valeria se mudó a la ciudad y se encontró perdida en su primer día de clases. Camila fue quien la acogió, quien la ayudó a adaptarse y quien se convirtió en su confidente. Juntas habían compartido risas, lágrimas y secretos que nadie más conocía. Camila era la persona en quien Valeria confiaba ciegamente, la única que sabía todo sobre su relación con Esteban.

Pero últimamente, algo había cambiado. Camila parecía más distante, como si estuviera ocultando algo. Valeria recordó aquella vez, hace unas semanas, cuando llegó a casa y encontró a Camila y Esteban riendo juntos en el sofá. En ese momento, no le había dado importancia, pero ahora ese recuerdo la atormentaba. ¿Había algo más entre ellos? ¿O era solo su imaginación jugándole una mala pasada?

Un escalofrío recorrió su espalda cuando sintió el frío de la noche envolverla. La ciudad, iluminada por las farolas, parecía más sombría que de costumbre.

El sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos. Era Esteban.

—Hola, amor dijo él, con esa voz cálida que siempre la hacía sonreír. ¿Cómo estás?

—Bien respondió Valeria, tratando de sonar normal. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu día?

—Agotador, pero productivo dijo Esteban. Tengo una reunión mañana temprano, así que probablemente me quedaré en la oficina hasta tarde. ¿Te importa si no cenamos juntos?

Valeria sintió un nudo en el estómago. ¿Era solo una reunión o había algo más? Trató de sacudirse la duda, pero las palabras de Camila seguían ahí, clavadas en su mente.

—No hay problema dijo finalmente. Cuídate, ¿vale?

—Siempre respondió Esteban. Te quiero, Val.

—Yo también te quiero susurró ella antes de colgar.

El viento helado le acarició el rostro, como si intentara despertarla de aquel torbellino de pensamientos. Necesitaba despejar su mente.

Mientras recorría las calles casi desiertas, vio una silueta conocida sentada en un banco. Damián, el hermano de Esteban, fumaba un cigarrillo, su mirada perdida en la nada.

—Hola, Valeria dijo al verla, levantándose para saludarla. ¿Qué haces por aquí tan tarde?

—Necesitaba aire respondió ella, sentándose a su lado. ¿Y tú?

Damián sonrió con esa expresión que siempre la había inquietado, una mezcla de arrogancia y misterio.

—Pensando en la vida dijo, exhalando una bocanada de humo. Y en lo frágil que puede ser todo.

Valeria lo miró con el ceño fruncido.

—¿A qué te refieres?

Damián la observó fijamente, como si evaluara si debía o no decir algo más.

—A veces, las personas que más confiamos son las que más nos decepcionan dijo finalmente, con una media sonrisa.

Valeria sintió que el corazón le latía más rápido.

—¿Estás hablando de Esteban?

Damián se encogió de hombros.

—Solo digo que nada es lo que parece. Y que los secretos... pueden ser más peligrosos de lo que imaginas.

Valeria sintió un escalofrío.

—¿Sabes algo que yo no?

Damián la miró en silencio durante unos segundos que parecieron eternos. Luego, dejó escapar una risa baja.

—Solo ten cuidado, Valeria. A veces, es mejor no hacer preguntas cuya respuesta podría romperte el corazón.

El aire se volvió más denso. Valeria sintió un nudo en la garganta mientras intentaba descifrar las palabras de Damián.

Regresó a casa con más preguntas que respuestas. Las palabras de Camila y Damián resonaban en su mente, creando una red de dudas y sospechas que no podía ignorar. Sabía que necesitaba descubrir la verdad, pero no estaba segura de estar preparada para lo que podría encontrar.

Se dejó caer en la cama, sintiendo el peso de sus pensamientos presionando contra su pecho. Miró su teléfono. Un mensaje de Esteban brillaba en la pantalla:

"Te amo, Val. Nos vemos mañana."

Las lágrimas llenaron sus ojos. ¿Cuánto de lo que había vivido con él era real? ¿Alguna vez había conocido realmente al hombre con quien compartía su vida?

Valeria cerró los ojos, pero el sueño no llegó. Mañana, decidió, comenzaría a buscar respuestas. No importaba cuánto le doliera, necesitaba saber la verdad.

El día comienza con sospechas

Valeria despertó con el sonido del teléfono vibrando en la mesita de noche. Era temprano, y la luz del amanecer apenas comenzaba a filtrarse por las cortinas. Alargó la mano, tomó el dispositivo y vio un mensaje de Esteban:

"Tengo una reunión temprano. Nos vemos esta noche. Te amo."

Frunció el ceño. Esteban no solía tener reuniones tan temprano, y menos sin avisarle con anticipación. Se sentó en la cama, tratando de sacudirse la sensación de inquietud que la invadía. Las palabras de Camila y Damián seguían resonando en su mente, y ahora este mensaje solo añadía más leña al fuego.

Intentó restarle importancia. Después de todo, Esteban tenía un trabajo demandante y su horario podía cambiar sin previo aviso. Sin embargo, no pudo ignorar que, en las últimas semanas, sus rutinas se habían vuelto erráticas. Llegaba tarde, salía sin explicaciones y, a veces, parecía ausente, como si su mente estuviera en otro lugar.

Al revisar su teléfono mientras se preparaba, una notificación bancaria llamó su atención. Esteban había retirado una suma considerable de dinero el día anterior. No era algo común en él. Siempre habían llevado sus finanzas con transparencia, y cuando hacía movimientos grandes, al menos le mencionaba el motivo.

"¿Para qué necesitaba tanto dinero en efectivo?" pensó. "Y lo más preocupante... ¿por qué no me dijo nada?"

Más tarde, mientras trabajaba en su laptop, escuchó el sonido de un teléfono vibrando en la cocina.

Valeria se quedó inmóvil por un momento, tratando de procesar lo que veía. ¿De quién era ese celular? La idea la golpeó como un rayo: Esteban tenía otro teléfono. Esta revelación la dejó atónita. Hasta ahora, no tenía idea de su existencia.

El dispositivo seguía vibrando. Valeria dudó, pero la curiosidad fue más fuerte que su sentido de la privacidad. Se acercó y vio la pantalla encendida. El mensaje era de un número desconocido:

"No olvides lo que hablamos. Nos vemos a las 3."

El corazón de Valeria dio un vuelco. ¿Quién era esa persona? ¿Y qué asunto era tan importante que necesitaban verse en persona?

Dejó el teléfono en su lugar, sintiendo que su mente se llenaba de preguntas. Intentó convencerse de que no debía sacar conclusiones apresuradas. Sin embargo, la duda ya había echado raíces.

Esa tarde, decidió pasar por la oficina de Esteban para llevarle algo de comer. Sabía que tenía un día ocupado y quería sorprenderlo.

Pero al llegar, su secretaria la miró con sorpresa.

—Señorita Valeria… Esteban ya salió.

—¿Salió? preguntó ella, tratando de ocultar su desconcierto. ¿A qué hora?

—Hace unas dos horas. Dijo que tenía una reunión fuera de la oficina.

Valeria sonrió con cortesía, dejó la comida en su escritorio y se despidió, pero por dentro su mente no dejaba de analizar la situación.

"¿No dijo esta mañana que tenía una reunión temprano? Entonces, ¿qué era esta otra reunión? ¿Por qué no me dijo nada?"

No quería sacar conclusiones apresuradas, pero todo empezaba a parecer una red de mentiras.

Mientras volvía a casa, su teléfono sonó. Camila.

Dudó en contestar. Una parte de ella temía lo que su amiga pudiera decirle. Finalmente, deslizó el dedo por la pantalla.

—Hola, Cami dijo, intentando sonar normal.

—Hola, Val respondió su amiga, con un tono que no pasó desapercibido para ella. ¿Cómo estás? ¿Has hablado con Esteban?

Valeria sintió que su pulso se aceleraba.

—No mucho. ¿Por qué lo preguntas?

Hubo un silencio breve antes de que Camila hablara.

—Es solo que... he estado pensando en lo que te dije. No quiero que malinterpretes las cosas, pero creo que deberías estar atenta. Esteban no es quien crees que es.

Las palabras golpearon a Valeria como un balde de agua fría.

—¿Qué quieres decir con eso? preguntó, sintiendo que la ansiedad le apretaba el pecho.

Camila suspiró.

—No puedo decirte más por teléfono. Solo confía en mí, Val. Esteban no es la persona que tú crees.

El estómago de Valeria se encogió.

—Cami… si sabes algo, dime.

—Hablaremos pronto dijo Camila. Pero, por favor, mantente alerta.

La llamada terminó, dejando a Valeria con una sensación de vértigo.

"¿Qué demonios está pasando?"

Esa noche, cuando Esteban llegó a casa, Valeria lo esperaba en el sofá.

Él le sonrió y se acercó a besarla en la mejilla.

—Hola, amor. ¿Cómo estuvo tu día?

—Bien respondió ella, observándolo atentamente. ¿Y el tuyo? ¿Cómo fue la reunión?

Esteban se quitó la chaqueta y la colgó en el perchero antes de responder.

—Fue larga, pero productiva.

Valeria notó que evitó mirarla a los ojos.

—¿Por qué lo preguntas? añadió él.

Ella se encogió de hombros.

—Solo curiosidad. Pareces cansado.

Él le sonrió y se sentó a su lado.

—Es solo el trabajo. Pero estoy bien, no te preocupes.

Valeria asintió, pero su mente no descansaba.

Había demasiadas incongruencias. Su salida temprana,el celular ,el mensaje del número desconocido, el dinero en efectivo, la advertencia de Camila. Todo se acumulaba, formando un rompecabezas cuyas piezas no encajaban.

Mientras se acostaban esa noche, Esteban la abrazó como siempre. Pero por primera vez, Valeria sintió distancia en ese contacto.

Cerró los ojos, pero su mente no la dejaba en paz.

¿Realmente conozco al hombre con el que comparto mi vida?

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