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CONSTANTINE

En busca del ''Sueño Americano''

Costa de Belén de Pará

Lunes 4 de septiembre de 2023.

Irika Bilbao es una hermosa chica de 25 años, que debido a las necesidades de su hogar, tuvo que salir a buscar el tan famoso sueño americano del que todos hablan.

De pie junto a su madre y a sus tres hermanitos menores, la joven se despide de ellos. De su padre se despidió en la casa, pues debido a un accidente laboral, el pobre hombre quedó postrado en cama un año antes de la pandemia y para que vuelva a hacerlo, el tratamiento que se aplica es bastante costoso. La pandemia tampoco ayudó, pues Doña Amada solía ganarse unos reales lavando ropas para los ricos y al no tener idea sobre esterilizar, los clientes ya no volvieron a buscarla.

Por esa y más razones, Irika decidió arriesgarse e irse de polizón en un barco de cargas junto a su amigo Joao.

- Apenas pueda, me comunico con ustedes mami. - le dice a su madre con ojos cristalizados - Voy a extrañarlos.

Se despiden por fin con un abrazo grupal.

Se subieron al barco de manera clandestina, debían llegar a él en un pequeño bote y lejos de la costa, donde la guardia costera ya no requisaba.

Subieron por una larguísima escalerilla que se movía con la fuerte brisa de altamar, provocándoles vértigo y miedo a perder el equilibrio y caer al abismo. Cuando por fin sus pies tocaron la cubierta del barco, se sintieron un poco más tranquilos.

- Ya sabes, aquí eres un hombre, no una mujer, porque serás la única y los hombres en mar abierto se convierten en animales salvajes. - le advirtió el capitán.

La joven asintió con la cabeza, en lo que caminaba junto a su amigo a la parte baja del barco. Los dormitorios cerca de área de máquinas, lugar donde debían trabajar como el resto.

- ¿Crees que tengamos éxito en los Estados Unidos? - preguntó Joao, una vez estuvieron en los camarotes.

- Espero que sí, necesitamos mejor la calidad de vida de nuestras familias. - respondió la chica de rostro andrógino.

Subieron a la cocina a eso de la media noche, cuando la mayoría de la tripulación dormía, para poder echarle algo al estómago.

Así pasaron cerca de 24 días, pero antes de pisar suelo americano, el capitán del barco los hizo descender y con unos chalecos salvavidas, mas sus pocas pertenencias, fueron echados al mar, lo bueno es que ambos eran excelentes nadadores. Llegaron a las costas de Miami, muertos de cansancio tirados en la arena de la parte más lejana, donde las luces de la ciudad no iluminaban, lo importante era que ya estaban en suelo americano.

Después de medio descansar, buscaron un lugar seguro en esa playa, donde pudieran pasar la noche, a la mañana siguiente comenzarían a buscar algún oficio que hacer.

Costa de Miami.

7:00 AM.

Abrió los ojos encandilada por el fuerte sol de la mañana, a su lado, estaba dormido aún, Joao.

- Joao, despierta, Joao. - comenzó a llamar a su amigo.

El chico de melena crespa abrió sus ojos de manera perezosa.

- Mmm... solo déjame dormir un poco más, mamá. - musitó.

- No soy tu madre, Joao, despierta, mira que debemos ir a la ciudad. - le enunció la chica.

Con gran esfuerzo, el muchacho se terminó de despertar y se puso en pie. Recogieron sus cobijas y partieron rumbo a la gran ciudad.

A cada paso que daban, aparecían ante sus ojos, lujosas mansiones que los hacían soñar con la posibilidad de algún día tener algo así.

- Mira, Iri, algún día tendré una casota así, mi familia vendrá conmigo, claro que sí. - habla el morenito con ilusión.

La chica solo sonríe ante la alegría de su amigo, al fantasear con llegar a tener algo así.

Caminaron cerca de dos horas, hasta que llegaron a una tienda de alimentos, Irika sacó de una pequeña bolsita que tenía muy bien guardada un poco de dinero para pagar por algo de comer.

- Aquí tienes muchacho. - le despacha el vendedor.

- Creo que todos piensan que eres un hombrecito mi querida Iri. - se burla el moreno de cabello crespo.

- Ya lo veo, aunque eso puede ser una ventaja. - dice, sonreída de lado.

Irika siempre se ha caracterizado por ser más bien seria, no es de hacer juntas ni ser partícipe de habladurías.

.........

Constantine Lamprou Dunne, descendiente de griegos e irlandeses, tiene 31 años, con un porte varonil y su estatura de 191 cms y un peso de 90 kls, suele llamar mucho la atención de las damas, actualmente se encuentra en la cúspide de su carrera policiaca, aunque su padre y sus hermanos son parte de la élite militar de Estados Unidos, él decidió irse por la fuerza policial, siguiendo su línea materna.

Su abuelo William Dune dejó su cargo como comandante de la Policía de Miami, hacía unos 20 años, dejando a cargo a su único hijo varón, Gregory Dunne. Lo más posible es que el cargo quede entre Constantine o su primo Luke.

Por el momento Constantine se encuentra trabajando en el departamento de migración. Aunque proviene de una familia de emigrantes, lleva en su mente la idea de que los emigrantes, solo quieren venir a dañar la estabilidad ciudadana, procurando inseguridad y generando desempleo.

Hace días anda tras el rastro de un grupo de emigrantes de diferentes países de Sur América. Según varios testimonios, este grupo se ha dedicado a delinquir en las calles de una zona turística de la ciudad.

Su novia Patricia Giorgius, también descendiente de griegos. Ambos han sostenido una relación desde hace 15 años, las madres de ambos creen que ya es tiempo que se casen y formen su propia familia. Sin embargo, ninguno de los dos cree que es necesario un matrimonio, pese a que sus costumbres así lo dictaminaban.

Patricia era dueña de un pequeño café, en la zona céntrica de la ciudad, donde trata de ayudar a los emigrantes, sin que su novio se dé cuenta, pues lo más seguro es que eso será causal de problema con él.

A Constantine le suele molestar su buen corazón, está seguro de que algún día ese mismo buen corazón le va a traer un disgusto.

Irika y Joao ya hacía más de dos meses que se encontraban en la ciudad y no habían podido conseguir un empleo permanente, se habían ganado unos cuantos dólares haciendo uno que otro trabajo temporal.

Ese día llegaron a la cafetería de Patricia, con la esperanza de que ella les diera un empleo, les habían dicho que la griega les podía dar un empleo, que incluso, ella podía darles instrucciones sobre como obtener una visa de trabajo en ese país.

Al llegar a la cafetería, le preguntaron a una de las meseras por la dueña. Muy amable la chica y al ver que también eran emigrantes, le dio aviso a su jefa.

Patricia jamás podía negarse a ayudar a alguien, estaba impregnado en su ser, ayudar a los demás.

Luego de charlar con Joao e Irika, les dijo que mañana podían volver para trabajar uno como conserje y otro como Stewart.

- Ahora si vamos a empezar a ahorrar mi querida Iri, mañana nos cambia la vida en este país. - había dicho Joao muy feliz.

Estaba contento porque ya no dormirían más en ese feo contenedor de basura ni tampoco comer las sobras de los restaurantes por donde merodeaban.

CONSTANTINE LAMPROU.

IRIKA BILBAO.

Testigo.

Hacía tres días que Patricia, les había dado trabajo en su cafetería, mientras Irika se encargaba de limpiar los baños y el almacén, Joao lavaba los trastos. Aparte de ellos dos, se encontraban el barista, su asistente y las dos meseras. Todos habían sido ilegales, pero gracias a la guía de Patricia, pidieron ir a la oficina correcta, con una buena recomendación, hacía poco que consiguieron su visa de trabajo por 2 años o por un poco más.

Ya era tarde, estaban cerrando, solo quedaban Joao, Tulio el barista, Patricia en su oficina e Irika, cada uno haciendo lo suyo para el día siguiente.

Irika estaba en la estrecha bodega, acomodando todo, para que a la mañana siguiente las chicas pudieran dar con todo, cuando escuchó voces alteradas afuera.

La puerta de la bodega estaba entre abierta, curiosa se asomó un poco y vio a unos tipos apuntándoles con armas a su amigo y al resto. Quiso salir a defender a su amigo, pero este que estaba frente a la puerta, con el matón de espaldas a ella, pudo descifrar el gesto que le hizo su amigo con los ojos, así que no salió.

- Les daré todo el dinero, pero por favor, no nos hagan daño, nuestras familias... - suplicaba Patricia, quien se hallaba de rodillas en el piso.

- ¡CÁLLATE PUTA! - gritó un moreno de contextura delgada - POR CULPA DE TU MALDITO NOVIO QUE NO NOS DEJA EN PAZ, NO PODEMOS HACER NADA. - acto seguido, le dio un fuerte golpe en la cara, que la hizo caer al suelo con el labio partido.

- Yo... yo podría guiarlos para que trabajen. - decía entre lágrimas la pobre castaña.

Lo que ella no sabía, es que ellos no querían ser legales para ganarse la vida sino que lo que ellos pretendían era poder tener vía libre para no solo meter narcotráfico, si no también otras cosas. Por lo tanto, Constantine era una piedra en el zapato, pese a no conocer todos los rostros de los miembros de la pandilla, había marcado a los pocos que sí, como personas no gratas en el país, además de que esperaba que por medio de esos, pudiera llegar a la cabeza. Eran delincuentes de la peor calaña, una pandilla donde no solo se manejaban drogas, también habían secuestros, extorsión, trata de blanca, etc.

Irika que lo estaba viendo todo, temblaba de miedo, no sabía que hacer, más que mantenerse escondida y en silencio. De pronto, un sonido ensordecedor se escuchó y supo que era un disparo, cuando vio por el diminuto espacio que le daba la puerta, pudo ver al barista tendido en el suelo, sobre un charco de sangre. Se cubrió la boca con su mano, mientras las lágrimas comenzaban a emerger. Miedo, desesperación y desolación, eran los sentimientos que la embargaban.

''No nos mate'' - escuchó la suplicante voz de su amigo, antes de escuchar otra detonación.

Vio también el cuerpo de su amigo sobre un charco de sangre. Su mundo se derrumbó, ¿cómo les diría a la madre y hermana de Joao?

''Ellos no, ellos eran inocentes, malditos'' - decía entre llantos la castaña.

''Esto es para que tu MALDITO novio sepa con quién se está metiendo, vamos a ir por su familia'' - gritó el que parecía ser él líder de la pandilla y accionó su arma, disparándole en el abdomen ''Si sobrevives, pedazo de puta, le vas a decir a tu noviecito que vamos por él''. escupió aquel hombre lleno de tatuajes, aunque hubo uno que llamó la atención de la testigo tras la puerta.

''Debemos irnos, ya la policía debe venir en camino, la muy maldita tocó el botón de alarma'' - le informó uno de los hombres, que parecía ser mexicano.

''El Simio, nos dijo que habían cuatro personas, hay un testigo''- dijo el tatuado ''Es un chico que se encarga de limpieza, debemos buscarlo y matarlo''. ordenó y todos comenzaron a buscar la presencia de Irika.

Al escuchar que también la buscaban a ella para exterminarla, comenzó a buscar desesperadamente dónde esconderse. Vio un estrecho espacio entre la pared y el mueble de madera donde que servía de aparador, con habilidad se metió justo ahí, era una de las ventajas, ser tan delgada.

Alguien abrió la puerta de la bodega y sintió que su corazón se detenía. Lo bueno es que al ser un lugar tan reducido, daba la sensación de que no quedaba espacio para que una persona pudiera cubrirse. El hombre se acercó al aparador de madera, provocando que la respiración de la chica, se cortara al escuchar los pasos del hombre muy cerca.

''Creo que me llevaré esto, un buen café de Colombia, jamás se desperdicia'' - dijo el hombre.

''¿Encontraste a ese chico?'' - pregunta el hombre tatuado.

''Aquí no está, no hay manera de esconderse''. le dice el hombre, saliendo del lugar.

''De seguro fue a sacar la basura y al oír los disparos, huyó''. sugirió otro.

Luego de lo que pareció una eternidad y con el ruido de las sirenas a lo lejos, pudo por fin salir de su escondite. Salió hasta la cocina, para toparse con la horrible escena. Sin pensar mucho, corrió hasta donde yacía su amigo, cubierto de sangre, por el disparo en su abdomen.

- No, no, no Joao, tú no puedes dejarme, no me abandones. - suplicaba la chica con lágrimas en los ojos.

Joao entreabrió los ojos, con la poca vida que le quedaba la miró y le habló en voz apenas audible - Iri, no pude cumplir mi sue... ño de la gran mansión. - le costaba pronunciar cada palabra, la sangre brotó también de su boca.

Irika lo estrechó más a su cuerpo, con lágrimas que corrían por su rostro y bañaban el rostro pálido de su amigo, logró hablar - No te esfuerces Joao, tú tienes que vivir, mira que Marthita y Doña Manuela, tienen que tener su mansión. - le decía ahogada por el llanto.

El chico lloró más por el dolor de dejar solas en el mundo a su madre y a su hermana que por el dolor de la bala, que ya no se sentía tanto - Pro... pro me te me, que... - tomó aire - las vas a cu... cui dar. - pidió.

Aunque quería negarse a perder a su amigo, tuvo que tomar valor para prometérselo - Te lo prometo, yo velaré por tus dos mujeres. - juró.

Justo en el momento que su amigo exhaló su último aliento, tanto la puerta trasera, como la que daba al comedor, fueron abiertas de manera abrupta.

- ¡ALTO AHÍ, POLICÍA DE MIAMI, ARRIBA LAS MANOS''. - gritó un oficial de policía en inglés.

Pero Irika no se movió, estaba en estado de shock, arrullando el cuerpo inerte de su amigo.

Constantine entró detrás de los oficiales y pudo ver a su novia, agonizando en el piso, siendo atendida por los paramédicos. En cuanto la subieron a la camilla, él pudo acercarse.

- Lo siento, quise conciliar con ellos. - le dijo, con voz débil y una lágrima corriendo por su hermoso rostro - Ese... hom bre di jo que... que va por tu fa mi lia. - la castaña cerró los ojos.

- Vamos, vamos de prisa que ha entrado en paro. - gritó un paramédico realizándole maniobras de RCP.

La ambulancia salió del lugar a toda prisa, en tanto, Constantine volvió a ingresar al lugar y vio al muchacho flaco, aún abrazado al cadáver de su amigo.

- No ha querido soltar el cuerpo del otro muchacho. - le informa uno de los oficiales.

Constantine se acerca a donde se encuentra Irika abrazando con firmeza a Joao, con la mirada perdida.

- Hey chico, debes dejarlo ir. - le habla tratando de tener el tacto.

Irika parece salir por fin de su trance y levanta la mirada, encontrándose con los ojos marrones de Constantine.

- Él... él no me puede dejar... - dijo en portugués.

Por suerte, Constantine sabía varios idiomas, así que pudo responderle también en portugués.

- Debes dejarlo ir, soy el capitán Constantine Lamprou, necesito que te centres y dejes trabajar a la policía. - le da una orden.

Con renuencia, Irika suelta el cuerpo de su amigo, pero aún no se levanta del piso. Los forenses toman el cuerpo para llevarlo a la morgue.

- ¿Viste lo qué pasó? - le pregunta.

Ella vuelve a mirarlo, haciendo que el hombre se pierda en la oscuridad de la mirada de la que hasta el momento, creía que era un chico.

Protección a testigos.

Irika contó todo el horrible momento que vivió, contó como Patricia rogó para que no les hicieran nada.

Mientras ella relataba los hechos, Constantine recibía una llamada del hospital a donde fue llevada Patricia.

- Lamento decirle que la señorita Giorgius acaba de fallecer. - fueron las palabras de la voz al otro lado del teléfono.

Constantine apretó los ojos, sabía que el buen corazón de su novia, le causaría problemas algún día, no obstante, esta vez, fue a causa de él.

- Capitán Lamprou, el testigo informó que uno de ellos, el que parece ser el líder le dijo a su novia que usted era el culpable. - le informa el oficial a cargo de tomarle la declaración a Irika.

Constantine se levantó y llegó al pequeño cuarto donde permanecía la morena, con la morada perdida.

- Repíteme lo que dijo ese maldito. - escupió la orden.

Como pudo, volvió a repetirle aquellas nefastas palabras. La ira se formó en la cabeza del hombre, quería acabar con sus propias manos a esos malnacidos.

- Quiero que este chico entre al programa de protección de testigos, él es la pieza clave para dar con esos hijos de puta. - ordenó, como sabía hacer.

- Entendido, capitán. - dijo el joven policía.

El hombre de ojos marrones, sacó su móvil del pantalón y marcó un número.

📱- Necesito que pongan bajo mi protección a un testigo. - dijo.

- ¿A quién si se puede saber? - pregunta la voz del otro lado.

- Al chico que estuvo presente cuando unos malditos atacaron a Patricia y a sus empleados. - dice.

- Dalo por hecho, debemos vengar su muerte, por honor a la familia. - dijo su tío Luke.

Una vez terminada la llamada, espero alrededor de media hora, cuando uno de los oficiales encargados del caso, le dijo que podía llevarse al muchacho.

Esa eran las ventajas de pertenecer a los altos mandos de la policía. Solo era pedir y podía obtener favores.

Sabía que la familia de su difunta novia, exigiría venganza, su muerte no podía quedar impune.

........

- Esta será tu habitación, no puedes salir del departamento ni para sacar la basura. - le dijo.

La chica no mostró emoción alguna, solo asintió y entró de lleno a la habitación. Observó todo en silencio, pensó que a Joao le hubiera gustado tener una habitación así. Tenía una cama King, un closet gigante, una ventana que daba la vista de la playa, un sofá que se veía cómodo, con una bonita mesa de centro y paredes color turquesa y blanco.

Una lágrima silenciosa se deslizó por su mejilla, aún no se comunicaba con Doña Manuela para decirle lo sucedido, no tenía el valor de enfrentar la realidad.

- En la cocina hay todo lo que necesites, yo casi nunca vengo, así que siéntete como en casa. - le dijo Constantine a sus espaldas - Este es mi número privado, el teléfono está en la sala, me llamas si necesitas cualquier cosa, ¿me escuchas jovencito?

Irika se dio vuelta y lo miró con sus grandes ojos negros.

- Si señor. - fue todo lo que dijo.

En la oficina de policía, habían supuesto de que era un chico, así que ella no los sacó de su error y dio el nombre de su padre.

- Entonces nos vemos, trata de descansar, en el baño hay toallas. - le dice antes de salir de la habitación.

Una vez sola, se dispuso a sacarse la ropa que le dieron en la estación, pues la que tenía antes estaba manchada de sangre.

Entro a la regadera y ya debajo de la lluvia artificial, lloró como niña pequeña, se hizo un ovillo en el frío piso, dejando todo el dolor salir. Su mente proyectó la mirada suplicante de su amigo para que no saliera de ese oscuro rincón, también recordó su infancia en Belén de Para, corriendo por las calles con Joao, detrás de los turistas para pedir monedas, se dio cuenta de que eran felices y no lo sabían.

............

El guapo hombre de ojos marrones, llegó a un bar con los retratos de los asesinos en su móvil, sabía de sobra que si había un lugar donde podía obtener información, era justo en esos lugares.

- Hola guapo, ¿te puedo acompañar y me invitas un trago? - le dijo la exótica morena de pechos redondos y grandes.

Constantine asintió, pidió al bartender una copa de vino para la mujer.

En ese mundo todos conocían a todos y todos sabían quién era Constantine Lamprou.

- Y dime guapo, ¿qué trae a un hermoso espécimen como tú a este feo lugar? - le pregunta la mujer.

- Eres directa, me gusta. - le dice con rostro severo, sacó su móvil y le mostró el retrato del que parecía ser el líder de la pandilla - ¿lo conoces? - preguntó.

- Me temo que no, guapo. - la mujer estaba siendo sincera.

Para desgracia de Constantine, los miembros de esa pandilla, solían ir a otros lugares, disfrutaban más de irrumpir en mansiones y divertirse con los pobres desafortunados que allí vivían.

Eran sádicos, parecían demonios sedientos de sangre, a los que les gustaba que sus víctimas suplicaran por sus vidas, eso los hacía sentirse como dioses.

Constantine salió del lugar con el enojo efervescente al no tener suerte y obtener la información que requería.

Volvió a su departamento entrada la madrugada, se asomó a la habitación donde se encontraba Irika, la vio sentada con sus rodillas pegadas a su delgado cuerpo, traía puesto una de las pijamas que Constantine le facilitó. La verdad es que le pareció demasiado flaco ese muchacho.

- Hey, chico, debes intentar dormir. - le dice de pie junto a la cama.

Irika levantó la mirada, se lo quedó mirando en silencio. Algo en la mirada de ese muchacho lo hacía sentir incómodo, pues eran unos ojos hermosos con tupidas pestañas.

- No puedo dormir, el rostro de mi amigo no sale de aquí. - tocó su cabeza.

- Te prometo que haré justicia por ti y por mí, sus muertes no quedarán impunes. - le promete.

El jovenzuelo, según él, solo asintió.

Unos minutos después, volvió a ingresar a la habitación con un calmante y un té de tilo. Irika se lo tomó sin rechistar.

.........

- Mira Iri, esta será la casa de Doña Manuela, ya la veo aquí en este jardín sembrando sus plantitas. - le dice su amigo.

Irika sonríe ante las ocurrencias de su amigo, en ese momento entra un hombre lleno de tatuajes, con un arma y sin mediar palabras dispara contra Joao quien se baña de sangre...

- ¡NO! - grita, la puerta es abierta con brusquedad, cosa que la hace arrinconarse en la cama.

- Hey, chico, todo está bien, estás seguro. - trata de tranquilizarla.

- El hombre de los tatuajes le disparó a mi amigo, no pude hacer nada. - dijo con lágrimas en los ojos.

- Tranquilo chico, ellos van a pagar. - vuelve a prometer.

- ¿Cómo le digo a Doña Manuela que su hijo murió? - pregunta, como quien busca una tabla de salvación.

- Si quieres mañana la llamamos y yo se lo digo. - sugiere.

Irika pronto niega con la cabeza - No, es algo que yo debo hacer. - dice, finalmente.

Luego de un rato, se vuelve a quedar dormida, el hombre de ojos marrones la observa dormir. De repente una inquietud invade su pecho, jamás ha tenido inclinación por el mismo sexo, pero este muchacho flaco y desvalido, le parecía sumamente atractivo. Sus rasgos finos, eran hermosos, echó fuera esos pensamientos, ¿cómo era posible que estuviera admirando la belleza en otro hombre?

¡El no era un marica!

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