Había una vez en una gran ciudad de un próspero país, una familia muy feliz. Ellos vivían en una lujosa mansión rodeada de hermosos jardines y extensos prados verdes.
La familia estaba compuesta por el padre, la madre y un hijo que era el orgullo de sus padres. Desde que Leonardo nació se había robado toda la atención de sus progenitores.
El padre se dedicó a darle el estudio y las enseñanzas prácticas que el joven necesitaría en la vida. Lo preparó como a un príncipe para que siempre viviera rodeado de comodidad y satisfacción.
La madre, por su parte, se encargó de darle cariño y dulzura. Lo mimaba y lo atendía como si de un rey se tratase. No había capricho que su madre no complaciera al instante. Leonardo era un niño hermoso e inmensamente feliz, tenía todo lo que necesitaba con tan solo desearlo.
Así fue pasando el tiempo y Leonardo seguía creciendo. Se estaba convirtiendo en un joven muy inteligente y dedicado a sus estudios. Pero con el pasar de los días, también se empezó a dar cuenta de que su atractivo físico y su confianza en sí mismo, era algo que llamaba poderosamente la atención entre quienes lo rodeaban.
Poco a poco Leonardo iba notando el poder que ejercía sobre los demás. Su personalidad y su apariencia física eran un imán para seducir y manipular a quienes a él se le antojaba.
A su corta edad, ya tenía todo un historial de conquistas en su haber.
Era la envidia entre sus amigos. Las enamoradizas mujeres lo asediaban noche y día, cosa que empezó a ser de gran preocupación para su madre. Leonardo llegaba cada vez más tarde a casa y casi siempre oliendo a licor.
Aquel día, ella decide entonces que al regresar su esposo del trabajo, lo abordaría para ver la mejor manera de tratar el asunto de su joven hijo. Era necesario tener una buena conversación con Leonardo y hacerle ver que todo acto conlleva consecuencias y responsabilidades.
Después de cenar y en vista de que Leonardo aún no llegaba, la madre decide iniciar la conversación. Toma de la mano a su amado esposo y lo conduce a la gran sala. Una vez sentados, ella le dice:
-Cariño, es necesario que hables con tu hijo. Ya no es un adolescente, ahora es todo un hombre. Y como tal, está descubriendo como caballo desbocado todos los placeres que la vida le puede brindar.
—Estoy muy preocupada porque no sé si él puede manejar todo esto con control, sin arriesgarse a caer en los peligros que una vida con excesos le puede acarrear. ¿Tú qué piensas cariño?
-Amor, quédate tranquila. Todos los hombres pasamos por lo mismo. Cuando nuestras hormonas se despiertan es un mundo fascinante el que descubrimos. No te voy a negar que es muy difícil el autocontrol a su edad, pero es algo que él mismo irá consiguiendo.
-Para tu tranquilidad hablaré claramente con él. Sin embargo querida mía, a mi no me preocupa tanto el hecho de que esté llevando una vida un tanto lujuriosa. Lo que a mi personalmente me está preocupando y con mucha tristeza, es que he notado que Leonardo se está convirtiendo en un muchacho ególatra. Solo piensa en sí mismo y es incapaz de sentir pena o interés por el dolor ajeno.
-El otro día le pedí de acompañarme a una de las clínicas donde hago mis donaciones. Sabes que estas instituciones necesitan de nuestro apoyo para atender a tantas personas enfermas, que no tienen recursos para acceder a su curación, por eso siempre las hemos tenido en cuenta.
-Pues ese día Leonardo se expresó de una manera muy fría e indolente. Lo vi incómodo y fastidiado con las personas que humildemente se acercaron para saludarnos. Aquel ambiente triste y lastimoso, en vez de conmoverlo, lo irritó.
—No le dije nada en ese momento, pero me partió el corazón verlo tan indiferente y carente de misericordia. ¡Ese para mi, sí es un verdadero problema en un hombre!
-Tienes toda la razón, cariño. ¿Qué crees que debemos hacer? Nuestro hijo es un buen muchacho, ¡pero no se puede ser tan frívolo en la vida! Si continúa así, en vez de ser un hombre amado y feliz, se convertirá en un frío tirano y terminará solo y amargado.
Pero por más esfuerzos, conversaciones y reclamos que estos preocupados padres intentaron durante años, no consiguieron que su mimado hijo reconsiderara su actitud fría y desinteresada hacia los demás.
Con el transcurrir de los años, Leonardo se convirtió en un exitoso profesional. Un distinguido empresario, físicamente muy atractivo, todo un galán, pero su egoísmo e indolencia hacia los demás también habían crecido. Leonardo se sentía el centro del universo. Creía que todo giraba en torno a él y a sus deseos.
Comenzó a trabajar en la empresa de su padre. Impactaba cuando llegaba a las oficinas. Todos giraban para verlo caminar y hablar. Pronto se convirtió en el sueño más codiciado de las empleadas que embelesadas lo admiraban.
Sabiendo del efecto que causaba en los demás, se paseaba por la empresa con altivez y elegancia. Le gustaba que todos se rindieran a sus pies y complacieran sus exigencias, pero era incapaz de agradecer y de interesarse sinceramente por el bienestar de otras personas.
A diferencia de él, su padre sí tomaba en cuenta la vida personal de sus empleados. Una vez por mes se reunía con todos, escuchaba sus sugerencias, inconvenientes y se esforzaba por solucionar cualquier problema que les impidiera trabajar con entusiasmo.
Mientras tanto Leonardo, aburrido durante esas sesiones, aprovechaba el tiempo para mandar mensajes subidos de tono a sus conquistas y leer uno que otro comentario que elevara su ego al cielo.
Para su padre, quien lo observaba a distancia con discreción, este tipo de comportamiento era inaceptable. Así que dispuesto a ayudar a su hijo a corregir esta actitud, al finalizar la reunión, le pasó un brazo sobre su hombro y con cariño le pidió estar presente esa noche en casa para la cena.
Una vez terminada la cena, el padre muy complacido pues Leonardo finalmente había aceptado cenar con ellos, le dijo que hacía mucho tiempo no había disfrutado de cenar juntos en familia, como debía ser siempre.
—Padre, ¡no empieces! No vayas a comenzar con tus chantajes sentimentales para hacerme sentir mal. Te conozco y sé que este tipo de cenas familiares son para insistir en que no debo salir tanto a divertirme, que me debo casar… etc, etc.
— Hijo, ¿No crees que es importante disfrutar de una buena velada en familia? Hay tantos temas que tranquilamente pudiéramos tratar luego de una buena cena. Por ejemplo: tu futuro.
La madre con cariño toma la mano de su hijo y también interviene.
—Sí cariño. Nadie está en contra de que te diviertas, pero la vida no se trata solo de vivir el presente como si no hubiera un mañana.
—Madre! ¿Tu también con el mismo tema del futuro? No por favor! Yo solo quiero vivir el presente. ¡No insistan!
El padre se acerca un poco más y con un tono de voz suave y dulce lo tranquiliza.
—Sé que este tema te molesta Leonardo, pero lo hacemos por tu bien. Tu madre y yo hemos conversado mucho y hemos llegado a la conclusión de que cometimos un grave error al darte todo lo que querías. Pienso que al ser nuestro único hijo volcamos todo nuestro amor en ti y te consentimos demasiado.
—Leonardo, escúchame bien por favor. Ya tienes edad suficiente para casarte y tener tu propia familia. Hijo, un buen matrimonio te enseñará a compartir con alguien más tus sueños, tus intereses. Aprenderás a disfrutar de buenos momentos en familia con una persona que te ama, que te apoya…
—No, no, no, no! No me digan eso. A ver, qué tiene de malo que yo no quiera casarme nunca, ni tener hijos. Yo soy muy feliz como estoy viviendo ahorita. Cero compromisos, cero problemas. Por favor, ¡basta con este tema!
—No hijo, no es que nos quejemos de tus decisiones, es solo que siempre estás de fiesta con tus amigos, no tomas en serio ninguna relación con una buena mujer y lo que más nos duele, es que por pensar solo en ti mismo, a veces hasta te olvidas de nosotros.
—¡No digas eso padre! Yo los amo y sé que siempre voy a contar con ustedes.
—Hijo, respetamos tu manera de pensar, no te molestes. Lo que sucede es que no queremos dejarte solo, la vida no es eterna.
—Lo que dice tu padre es muy cierto Leonardo. Estaríamos más tranquilos, si supiéramos que hay alguien contigo compartiendo tu vida.
—Leonardo, como tu padre te puedo decir que cuando te encuentras con alguien tan especial, como cuando yo encontré a tu madre, es hermoso. Ella me robó el corazón desde el primer instante que la vi.
Ambos se toman de la mano.
—Sí hijo, este apuesto caballero llegó a mi vida para no irse jamás. Lo amé desde el primer instante que lo conocí. Me enamoré como nunca!
—Hijo, y yo te puedo decir, que nunca fui tan feliz como ese día cuando uní mi vida a esta hermosa mujer que es tu madre. Para nosotros han sido los mejores años de nuestras vidas.
—Y luego, para hacer más dichoso nuestro matrimonio, viniste tú a llenarnos aún más de felicidad. Y eso deseamos también para Ti: ¡UN AMOR DE VERDAD!
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A la semana siguiente, en otra cena familiar, las conversaciones entre padres e hijo empezaron a volverse repetitivas.
—Papá, mamá, me da mucho gusto ver ese gran amor que he presenciado desde niño, eso es especial y único, pero no es primordial para mi vivir algo similar. El amor romántico no me interesa, no lo estoy buscando.
—No por nada malo mis amores, simplemente como vivo me siento muy bien. Puede que en un futuro muy lejano cuando haya disfrutado mis mejores años, entonces busque a alguien para que me cuide y esté pendiente de mi. Y quizás vivir ese amor tan bonito como el que ustedes han vivido.
—Pero de momento solo quiero trabajar y divertirme todo lo que pueda. Dejemos ya de hablar de este tema. No me van a hacer cambiar. Yo soy así, y así me siento muy BIEN. ¡No insistan, se están poniendo muy fastidiosos!
—Está bien hijo. Solo recuerda que te amamos. Tu madre y yo queremos lo mejor para ti. Si no deseas volver a hablar del mismo tema te prometo que no lo haremos más.
—¡Ah lo olvidaba! Tu madre y yo viajaremos en unos días. Debo ir a ver unos negocios y de paso celebraremos en ese país nuestro aniversario de bodas.
—Está bien papá. Lo tendré en cuenta y no te preocupes, yo me encargo de la empresa junto a Diego. Pueden ir de luna de miel jajajajaja.
Leonardo se retiró del comedor dando un cálido beso a sus padres. Subió a su habitación velozmente para cepillarse los dientes, cambiarse de ropa y luego ir rumbo a su auto. Sus padres solo lo miraban a lo lejos con una profunda angustia en sus corazones.
—Querida, fue un error consentirlo demasiado. Solo vive para disfrutar la vida y nada más. No quiere ver que la vida no es solo placer. Si no cambia lo va a lamentar mucho en un futuro.
—¡Lo sé amor mío! Debemos encontrar un modo de protegerlo de sí mismo para cuando no estemos. Si no lo hacemos pronto, todo el imperio que construimos para él con tanto cariño y esfuerzo, lo puede derribar en poco tiempo. ¿Qué idea se te ocurre?
—Voy a asegurarme de que no lo pierda todo cuando nosotros le lleguemos a faltar. Hablaré mañana mismo con mi abogado.
Días después, Leonardo se encontraba con Diego, el hijo del socio de su padre en la oficina de una de las empresas de su propiedad. Diego era la mano derecha de Leonardo, un gran economista unos años mayor, que a la vez era su mejor amigo.
—¡Ehh Leonardo! Otra vez llegas tarde.
—Buenos días Diego. No es culpa mía, mis padres siempre insistiendo que desayune, almuerce y cene con ellos, para hablar del mismo tema: “la unión familiar, el futuro, el matrimonio” …. Siempre lo mismo. ¡El cuento de nunca acabar!
—¿Y eso te molesta?
—¡Por supuesto! Soy joven, ¿qué esperan de mi?
—Seguramente esperan lo mismo que todos los padres: Nuestra felicidad. Podemos vivir el día a día como mejor nos parezca, pero pensando en un mañana. ¿No pensarás vivir toda tu vida solo, o sí?
—Yo nunca estoy solo y tengo todo lo que necesito. Siempre tengo a mi lado una buena compañía.
—Lo sé. Eres un cotizado playboy, pero eso solo es una satisfacción física momentánea como comer y dormir, pero ¿el corazón, los sentimientos?
—¡Oh por Dios! Hablas igual a mis padres.
—Hablé como ellos porque tienen razón. No es lo mismo estar con una persona por una calentura a estarlo por un gran amor, por UN AMOR DE VERDAD. Son cosas muy diferentes e incomparables, ¿No te parece?
—Pues que se enamoren y se casen los demás. Yo no quiero ni enamorarme, ni mucho menos casarme. Jamás perderé mi amada libertad ni por todo el dinero del mundo. Aunque nadie me crea, yo soy muy feliz como vivo y así quiero seguir por el resto de mis días.
—OK. Te entiendo. Hablando de otras cosas, me enteré que tus padres se van de viaje. Ahora tú firmas. Te asignó un poder para hacerlo como su hijo que eres.
—Está bien. Explícame qué son esos papeles y los firmo.
Horas más tarde, los padres de Leonardo iban a tomar su vuelo rumbo a un encantador país de Oriente Medio. Estaban felices por celebrar un aniversario más de ese gran amor que aún seguía vivo como desde el primer día.
Allí, en el aeropuerto, se despidieron de su hijo algo preocupados. Siempre tenían en mente qué pasaría si ellos llegarán a faltar algún día y él continuara con su despreocupada vida.
Después de darle mil y una recomendación a Diego para que cuidara de la empresa y de Leonardo, partieron rumbo a su viaje.
-Caray, ni que tuviera cinco años Diego. Mis padres sí que exageran. Bueno, así que tu me cuidarás jajajajajjajaja. Se les olvida que ya pasé los veinticinco…. En fin, vamos a terminar el trabajo pendiente.
— Hoy no quiero salir tarde de la oficina, es viernes y me quiero ir a una Discoteca que acaban de inaugurar. La linda Margaret me espera. Pasaré un ardiente fin de semana con esa belleza. Aprovecharé que no estarán mis padres detrás de mi con sus quejas.
-¿Ves lo que te digo Leonardo? En lo profesional eres excelente, un destacado empresario, pero en lo sentimental eres un desastre. Tu mente solo piensa en fiestas y diversión. ¡No se puede contigo! Por tus acciones pareces un adolescente de quince años y bastante irresponsable por cierto.
-Diego, es que no imagino qué otra cosa puedo hacer todo un fin de semana solo y sin compromisos. ¡Margaret es tan sensual y complaciente! Además, siempre está disponible para mi cuando la llamo. Bueno, también puedo llamar a Julissa, en fin, ya veré…
Ambos fueron a la oficina, estaban firmando documentos, haciendo llamadas y poniéndose al día con los asuntos de la agenda para ese día. A lo lejos un televisor transmitía continuamente las noticias.
De repente se escucharon gritos y llanto que provenían del pasillo. Diego y Leonardo salieron inmediatamente para entender qué sucedía.
—“Señor Leonardo, sus padres. El avión donde ellos viajaban cayó en picada antes de arribar a su destino y parece que no hay sobrevivientes”
-¡No puede ser verdad! Ese vuelo que cayó no era donde iban mis padres. —Diego, llama inmediatamente a la línea aérea y pregunta si el vuelo de mis padres ya llegó a su destino.
-Cálmate Leonardo, ya mismo hablaré a la aerolínea.
Diego llamó y no lo podía creer. Sí era el vuelo donde viajaban los padres de Leonardo el que lamentablemente había caído. Intentaba creer que eso fuera una pesadilla, pero era verdad.
—Leonardo lo lamento. Sí era el avión donde iban tus padres. No hay nada qué hacer. Solo esperar las indicaciones de la aerolínea.
-¡ Oh Dios! Me he quedado solo.
Leonardo regresó a su oficina llorando desesperadamente.
Diego fue tras él.
-No estás solo Leonardo, yo estoy contigo. Mis padres te adoran como si fueras su hijo. Por favor, no digas eso. Todo estará bien, no sé cómo, pero lo estará.
Horas después, tanto Diego como sus padres, acompañaron a Leonardo en todo lo referente a la repatriación de los cuerpos desde el extranjero y a hacerles una ceremonia para decirles adiós.
Leonardo no hablaba, estaba como muerto en vida. Solo miraba con sus hermosos ojos llenos de lágrimas, esos dos féretros con los restos de sus amados padres, quienes horas antes habían partido con una gran sonrisa diciéndole cuánto lo amaban. Siempre lo hacían y ya no lo van a volver a hacer más.
Ya no escuchará más sus quejas por su licenciosa vida. Ya no insistirán más para que él tenga su propia familia. Ahora debe regresar solo a esa hermosa mansión que con tanto amor construyeron para él. No habrán más desayunos, almuerzos ni cenas juntos en familia como le gustaba a sus padres.
Los primeros días después del entierro de sus padres, Leonardo decidió pasarlos con Diego y su familia. Una vez que se sintió un poco más resignado regresó a la mansión. Allí se sumergió en un mar de recuerdos y dolor.
Se hizo mil reproches por haber causado preocupación a sus queridos padres, pero ya no había vuelta atrás. Ellos ya no estaban.
Semanas después, Leonardo decidió regresar a su trabajo, era quizás la mejor forma de desahogarse y dejar salir ese inmenso dolor. Diego siempre estuvo a su lado.
Pasado aproximadamente un mes, Diego recibió la llamada del abogado que los citaba a su despacho para la lectura del testamento.
-Leonardo, sé que no es buen momento para esto pero el abogado de tu familia acaba de llamar, debemos ir a su despacho lo más pronto posible. Lo conoces, es un viejito cascarrabias.
-Eso no me importa ahorita Diego. No quiero nada, solo quiero estar solo y concentrado en nuestro trabajo. El abogado puede esperar.
-Te entiendo. Eso mismo le dije, pero me respondió que es urgente que vayamos. No me explicó por qué, pero supongo que es algo muy importante.
-Bueno, entonces programa una cita con él para la próxima semana. Ahorita no estoy de ánimo para nada, ni mañana tampoco. Dile que sin falta iremos, no faltaremos a ese compromiso.
-Ok, lo voy a llamar de una vez para que nos espere el lunes a primera hora de la mañana. Si quieres, este fin de semana salimos a algún lugar, podemos escalar alguna montaña cercana, o simplemente caminar, ¿qué me dices?
-Está bien Diego. Escalar una montaña me hará bien. El ejercicio físico me ayudará a mitigar el dolor y a recuperar las energías.
El lunes a primera hora Diego y Leonardo llegaron al elegante despacho del abogado. Este hombre era de la total confianza de su padre.
-Buenos días Leonardo. Antes que nada, quiero decirte que lamento profundamente lo de tus padres. Ellos fueron excelentes seres humanos. Esto ha sido tan repentino que aún no puedo aceptar que es realidad lo que sucedió.
-Lo sé. Gracias. Pues bien, ya estamos acá abogado. Dijiste que te urgía vernos.
-Leonardo, tus padres hicieron un testamento unos días antes de partir para su fatal destino. Esto lo hicieron con el fin de dejar en orden su patrimonio y para evitar problemas con ello.
-Así que procederé a la lectura del mismo.
El abogado acomodó sus lentes y empezó a leer:
“… en pleno uso de mis facultades mentales, expreso mi deseo de que todos mis bienes, junto con los de mi amada esposa, pasen a manos de nuestro querido hijo Leonardo Dupont.
Siempre nos preocupamos por su futuro y por eso hay una condición para que él pueda tomar posesión de todo: DEBERÁ CASARSE”
—¿Cómo? No lo puedo creer. Permítame el testamento un momento…
Leonardo tomó el documento entre sus manos temblorosas. Leía y leía una y otra vez. ¡Esto no puede estar pasando! ¿Cómo mi padre pudo hacerme esto? No confiaba en mí.
-Leonardo, por favor no interrumpas. Deja que el abogado termine de leer. No te pongas histérico. Cálmate. —Dr continúe…
-Prosigo. “… Su matrimonio debe durar mínimo dos años. Hasta que se cumpla ese plazo él no podrá tomar posesión de todos los bienes. Mientras eso sucede, Diego Salvatierra, será el albacea. Se encargará de darle el dinero y lo que considere que Leonardo pueda necesitar para vivir holgadamente.
—Diego tiene todo el poder para hacer eso. Si Leonardo no cumple con esa cláusula en el plazo de un año, todo ese dinero pasará a manos de las instituciones que siempre apoyé. El listado lo tiene mi abogado”
Leonardo se levantó de su silla confundido, furioso. Se llevaba las manos a los bolsillos, se rascaba la cabeza. Caminaba de acá para allá tratando de hallar respuestas. El abogado y Diego lo miraban en silencio.
-¡No lo puedo creer! Esto nunca lo esperé. ¡Cómo pudieron hacerme esto mis propios padres!
-¿Por qué te extrañas? Ellos siempre te lo dijeron. Estaban muy preocupados por esa vida tan desenfadada que llevas. Por quererlo todo sin importar nada.
-Tu padre te lo dijo muchas veces. Intentaron hacerte entrar en razón para que fueras un poco más responsable con tu vida. Tarde se dieron cuenta que hicieron mal en consentirte tanto, nunca te pusieron límites. Y por supuesto, como tú no escuchabas los obligaste a arreglarlo de esta forma, que me parece muy sensata, ¡por cierto!
-Sí sí sí, eso lo entiendo. ¿Pero por qué esa maldita insistencia de casarme, como si el matrimonio fuera la panacea que cura todos los males? Puedo ser un poco más responsable con mi vida, pero no necesariamente casándome.
-¿En qué idioma les tenía que decir que no me interesa el amor romántico? No estoy dispuesto a unirme a una mujer cuando puedo tener diez con solo llamarlas. Ellas también me dan amor y me hacen feliz.
-Eso era lo que preocupaba precisamente a tus padres. Que solo piensas en los placeres de la vida. Buscas a esas mujeres solo por diversión, pero estoy seguro que ni te interesas personalmente por alguna de ellas.
-Tal vez si hay una esposa en tu vida, te preocupes por alguien más que no seas tu mismo. Un compromiso te enseñará lo que es dar lo mejor por otra persona. Querrás lo mejor para la mujer que camine junto a ti.
- UN AMOR DE VERDAD Leonardo, le dará sentido a tu vida. Ni te imaginas lo hermoso que es estar casado con la mujer que amas. Verla despertar en las mañanas. ¡Saber que ella te ama y que puedes ir de su mano por el resto de tus días!
-¡Ay por favor! No me salgas con estupideces. No necesito a nadie junto a mí para que me lleve de la mano por el resto de mis días. Si necesito a una mujer que se despierte en mi cama, la consigo, la pasamos bien y luego cada quien con su vida.
-Leonardo, si estar en la cama con una mujer solo por gusto te hace sentir bien, imagínate lo que se siente cuando lo haces por amor, porque estás enamorado, porque ella también te ama y está allí contigo no solo para pasar el rato. Te digo que no hay comparación. ¡No hay nada como hacerlo cuando los dos se aman verdaderamente!
-Te repito Diego, el amor no me interesa y no me pienso casar. Si mis padres no me pudieron convencer, mucho menos tú. ¿Es tan difícil de entender?
-OK Leonardo, te entendí, no te quieres casar, pero el dinero sí te importa, ¿verdad?
-¡No, no me importa! No acepto esa cláusula. Abogado, ¿se puede anular esa parte?
-No Leonardo. Esa fue la voluntad de tu padre y un testamento no se puede cambiar. El único que puede hacerlo es su autor y él acaba de fallecer.
-¡Esto es una locura! Yo no voy a casarme, no voy a perder mi amada libertad. Lo siento Diego, pero no lo haré.
-Ok, como abogado te digo que en ese caso toda tu herencia pasará a manos de la beneficencia pública y tú te quedarás con lo necesario. ¡Tampoco es que te hayan dejado desamparado totalmente, pero no tendrás acceso a esa vida a la que estás acostumbrado!
-Leonardo, analiza bien las cosas. Todavía no voy a proceder. Dejaré pasar un año de plazo. Quizás durante los meses siguientes cambies tu forma de pensar. Eso es todo por mi parte.
Leonardo le dio la mano al abogado, se despidió y salió furioso del despacho. Tenía una mezcla de dolor y coraje hacia sus padres por ese testamento. ¿Por qué aún después de muertos continuaban insistiendo en lo mismo?
Le exigían dejar su soltería. No quiere casarse, nunca lo quiso, él solo desea disfrutar de la vida sin compromisos, ni responsabilidades por alguien más que no sea él mismo.
Regresaron a la oficina. Estaba realmente enojado. Lanzaba todo tipo de maldiciones a diestra y siniestra. Tiraba todo a su paso. Diego solo lo dejó desahogarse, cuidando de que no se lastimara Después de horas de estar así, finalmente se calmó. Diego habló.
-Tranquilo, no lo tomes así, aunque no lo parezca es por tu bien. Recuerda que tus padres te amaban y solo querían lo mejor para ti.
-¿Lo mejor para mi? ¡Ah si! Casarme, casarme. Con eso lo resuelvo todo. Más bien creo que mi bienestar les importó bien poco. ¿Por qué dejar esa cláusula, sabiendo cuál es mi manera de pensar? ¿Era mucho pedir?
-¡Casarme, casarme, casarme! Está bien. Si con eso resuelvo las tragedias del mundo, me casaré. Pero lo haré a mi manera, no como quieren los demás.
-¿Qué clase de locura estás pensando Leonardo?
-En la cláusula dice que debo casarme, ¿no? No se menciona que debo enamorarme, entonces puedo buscar a alguien y casarme y asunto resuelto. ¿No estás de acuerdo querido amigo?
-¡Por favor! La finalidad de la cláusula es ayudarte para que aprendas a amar, no para llenar un requisito.
-Pues es la única forma en que me casaré, así cumpliré la voluntad de mis padres y tomaré mi herencia. No se hable más del tema que así se hará.
Diego quedó impactado. Esta extraña idea que se le había metido en la cabeza a Leonardo era peor. Le preocupaba demasiado, jamás pensó que algo así se le ocurriría. Quizás ni sus propios padres podrían haber imaginado tal reacción. Era peor el remedio que la enfermedad.
Leonardo se veía decepcionado, estaba lleno de coraje y su egoísmo parecía haber aumentado sobremanera más que nunca.
Días más tarde, Leonardo llegó a su oficina para iniciar sus actividades de siempre. Estaba conversando con Diego cuando de repente se levantó de su silla y fue hacia la puerta de su oficina. Su rostro tenía una sonrisa como de alguien que planea una gran travesura.
Abrió la puerta y empezó a llamar a gritos a su fiel secretaria. Todos lo voltearon a mirar creyendo que había enloquecido. Diego lo miraba perplejo.
—¡Tina, Tina, Tinaaaaaaaaaaa!
-¡Dígame señor Leonardo! ¡Lo siento, estaba en una llamada!
-Cierra bien la puerta para que nadie nos escuche. Escúchame bien, contrata a alguien para que se case conmigo.
-¿Cómo?
-Así como lo oyes. Debes poner un anuncio en los periódicos de mayor circulación y en todas las redes sociales. Solo no menciones mi nombre. Crea un correo electrónico pero que no sea de la empresa. El anuncio debe decir: “Caballero de buenas costumbres busca una linda y buena mujer con fines matrimoniales”.
-¿Vas a poner un anuncio buscando una mujer para que se case contigo? ¡Estás loco Leonardo!
Leonardo miró a Diego en forma sarcástica, pero no le respondió. Y continuó hablando…
-Tina, como te decía, esa mujer necesita tener ciertas características: quiero que tenga un rostro hermoso y un cuerpo sexy que me vuelva loco. Que sea una verdadera belleza.
—Que esté disponible para mí las 24 horas del día. Quiero fotografías de cara y cuerpo. No quiero sorpresas. ¡Ah! Y todo natural, nada postizo, odio el silicón. Ofrezco tres millones de dólares por dos años de matrimonio.
-Luego de ese tiempo, nos divorciaremos y listo. Haz un buen trabajo Tina, recuerda cuáles son mis gustos físicos.
Claro que Tina sabía cuáles son sus gustos. Ella había sido testigo de la cantidad de exuberantes mujeres que habían pasado por su oficina y no precisamente a trabajar.
-¡No se preocupe señor! Conozco cuáles son sus gustos y los atributos físicos que la elegida debe tener. Seleccionaré las mejores y en cuanto tenga fuertes candidatas le traeré la información y las fotos para que usted mismo la elija.
-Confío en tu buen gusto. Sé que harás un buen trabajo. Puedes retirarte.
-Jamás en la vida te había escuchado decir tantas tonterías juntas. ¿Qué tal? Eligiendo esposa como si fueran pedazos de carne. ¡Me decepcionas!
-¿No me querían ver casado? Pues bien. Me voy a casar, debe ser una mujer bellísima, alguien a quien pueda presumir por todos lados. No voy a elegir a cualquiera.
-Es el colmo Leonardo. ¿Vas a usar a esa mujer para hacer todo lo que se antoje durante dos años solo porque le vas a pagar? ¡Me das asco!
-No me malinterpretes Diego. Solo la contrataré para que nos vean juntos y fingir ser un matrimonio, pero no voy a llevarla a la cama por obligación. Claro, si ella quiere, pues me sacrifico jajajaja.
-No creas que soy un monstruo o un cerdo. La quiero bella solo para lucirla, eso es todo. ¡No me mires así!
-¡Esto es inadmisible! Aún no puedo creer que seas capaz de hacer algo así. Te desconozco. No entendiste lo que tus padres quisieron lograr con esa cláusula. ¡Mejor me voy a trabajar!
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