Minutos antes de que la noche se convirtiera en un baño de sangre, donde cuatro vidas serían segadas de manera brutal, un joven de 18 años estaba de pie en la habitación, escuchando con atención el plan de su padre para vengarse de la mujer que le había arrebatado todo. Carlos estaba inmóvil, con la mirada fija en Marco, mientras este último explicaba con detalle el mecanismo del juego macabro que le impondría a Haniel.
—En unas horas será el día en que Haniel y Sofía pagarán por todo lo que su madre me hizo sufrir al abandonarme—dijo Marco, con una sonrisa fría y calculadora en su rostro.
—- Carlos sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar las palabras de su padre, pero se mantuvo firme, intentando no mostrar ningún signo de debilidad.
Marco continuó explicando el plan con una voz fría y calculada, sin mostrar ningún signo de emoción.
—El juego consiste en un mecanismo de 4 rifles y un sistema de botones que los accionan —dijo—. Cada chica tiene frente a sí uno y un tablero con 3 botones, y cada uno activa cada uno de los rifles.
—- Carlos miró hacia las chicas, Sofía, la hermana de Haniel, Jessica, la niña hija del detective Rodríguez, y Lucia, la chica que era amiga de unas de las víctimas iniciales de Marco, estaban amarradas y sujetas al mecanismo, totalmente desnudas, con una mirada de terror en sus ojos.
Marco continuó, sin inmutarse por la situación.
—El otro rifle tiene solo 1 botón, que Haniel tendrá que activar en un plazo de 5 minutos. Si lo hace, el rifle se activará automáticamente, matándolo, pero desactivando los otros 3. Pero sino lo hace, los otros 3 rifles se activarán, matando a las 3 chicas.
—- Carlos se sintió horrorizado por el plan de su padre, un juego macabro diseñado para la muerte, sin ninguna posibilidad de escape.
—Pero hay un riesgo —continuó Marco—. Si Haniel tarda demasiado en tomar una decisión, las chicas podrán salvarse por sí solas activando alguno de los 3 botones, matando a una de las 3 sin saber a quién, y las otras 2 y Haniel se salvarían.
—- Carlos estaba atónito, sin palabras, incapaz de procesar la crueldad y la maldad que emanaba de su padre, pero que anhelaba conseguir de igual o mayor medida.
Marco miró a Carlos con una expresión seria y calculadora.
—Seguramente Haniel ya está siguiendo las pistas que lo llevarán a este preciso lugar —dijo—. Tu madre y yo nos encargaremos del juego. Pero necesito que tú te encargues de otra cosa.
—- Carlos asintió, esperando a que su padre le explicara qué era lo que necesitaba que hiciera.
—Necesito que vayas a la casa de Montserrat a instalar las cámaras que necesitaremos para el futuro —continuó Marco—. En caso de que este plan no funcione, necesitaremos tener ojos en la casa de Haniel para poder seguir sus movimientos y planificar nuestro próximo movimiento.
—- Carlos asintió, entendiendo la importancia de la tarea.
—Las cámaras son mini cámaras de alta tecnología —explicó Marco—. Tienen una resolución de 1080p y pueden grabar video en tiempo real. También tienen una función de movimiento que les permite detectar cualquier movimiento en la habitación y enviar una señal de alerta a nuestro sistema. Necesito que las instales en la sala, la cocina y el dormitorio de Montserrat.
—- Carlos tomó nota mentalmente de los detalles, asegurándose de recordar cada uno de ellos.
—No te preocupes por la casa —dijo Marco—. Seguramente estará vacía. Montserrat saldrá a apoyar a su hijo Haniel, así que no habrá nadie allí para molestarte. Solo asegúrate de que las cámaras estén bien escondidas y que no puedan ser detectadas.
—- Carlos asintió, sintiendo una sensación de inquietud al pensar en la tarea que tenía por delante.
Carlos se despidió de sus padres con un gesto mecánico, sin mostrar ninguna emoción en su rostro. Marco le dio un abrazo breve y le susurró al oído:
—Recuerda, hijo, esto es importante. La casa de Montserrat debe estar vigilada en todo momento.
—- Carlos asintió y se dirigió hacia el auto de su madre, un sedán oscuro que estaba estacionado en la entrada de la casa. Se subió al vehículo y arrancó el motor, sintiendo el rugido suave del motor mientras se alejaba de la casa de sus padres.
La noche era oscura y silenciosa, con solo la luz de las estrellas iluminando el camino. Carlos condujo por las calles vacías, sintiendo el peso de la tarea que tenía por delante. La ciudad parecía dormida, con solo el ocasional sonido de un perro ladrando o un coche pasando rompiendo el silencio.
Al llegar a la casa de Montserrat, Carlos apagó el motor y se bajó del auto. La casa estaba oscura y silenciosa, con solo una débil luz de la luna iluminando el porche. Carlos se acercó a la puerta principal y sacó una llave maestra que su padre le había dado. La introdujo en la cerradura y giró la llave suavemente, sintiendo el clic de la cerradura al abrirse.
Carlos empujó la puerta lentamente, sintiendo el crujido de los goznes al abrirse. La casa estaba oscura y silenciosa, con solo el sonido de su propia respiración rompiendo el silencio. Carlos se deslizó dentro de la casa, cerrando la puerta detrás de él. Se quedó quieto por un momento, escuchando cualquier sonido que pudiera indicar que no estaba solo. Pero la casa estaba vacía, y Carlos podía sentir la soledad y el silencio que la rodeaba.
Con movimientos sigilosos, Carlos se dirigió hacia la sala y comenzó a instalar las cámaras. La oscuridad parecía amplificar cada sonido, y Carlos se movía con cuidado, sin querer hacer ningún ruido que pudiera alertar a alguien de su presencia. La tensión era palpable, y Carlos podía sentir el sudor en su frente mientras trabajaba. ¿Estaría realmente solo en la casa? ¿O habría alguien más allí, esperando para sorprenderlo? La incertidumbre era emocionante y aterradora al mismo tiempo.
Carlos terminó de instalar las cámaras en la sala, la cocina y el dormitorio de Montserrat, asegurándose de que estuvieran bien escondidas y no pudieran ser detectadas. Se tomó un momento para revisar cada una de ellas, asegurándose de que estuvieran funcionando correctamente y que la señal de video estuviera siendo transmitida a la ubicación designada por su padre.
Una vez que estuvo satisfecho con el trabajo, Carlos se dirigió hacia la puerta principal y salió de la casa, cerrando la puerta detrás de él. La noche parecía aún más oscura y silenciosa que antes, y Carlos se sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras se dirigía hacia el auto.
Se subió al vehículo y arrancó el motor, sintiendo el rugido suave del motor mientras se alejaba de la casa de Montserrat. Mientras conducía de regreso a casa, Carlos no podía evitar sentir una mezcla de emociones: excitación, ansiedad y una pizca de miedo. Sabía que el juego sangriento estaba a punto de comenzar, y no podía esperar para ver cómo se desarrollaría.
Al estar apunto de llegar a casa, Carlos se apresuró a llegar al porche esperando encontrar a sus padres listos para partir hacia el lugar del juego. La casa estaba oscura y silenciosa, pero Carlos sabía que su padre y su madre estaban allí, preparándose para el evento que estaba a punto de ocurrir.
Cuando estaba esperando encontrarlos listos para partir, se detuvo en seco al escuchar el sonido de disparos provenientes de la dirección de la casa. Su corazón se aceleró al darse cuenta de que algo había salido mal. ¿Habría comenzado el juego antes de lo esperado? ¿O habría algo más en juego? Carlos se sintió una sensación de incertidumbre y miedo mientras se apresuraba a investigar qué estaba sucediendo.
Carlos vio a su padre salir encañonado por Montserrat y subirlo al auto de su padre, y comenzar su marcha a un lugar desconocido. Los siguió, pero se retrasó debido a un pequeño choque que le hizo perder cercanía. Mientras el otro conductor se ponía violento por la situación, Carlos sacó su arma semiautomática 9mm para intimidarlo y luego siguió con su marcha.
Al interceptarlos, lo que vio primero fue el auto en medio de la carretera con las farolas prendidas y una silueta en el asiento del copiloto. Se acercó con cautela mientras sostenía su arma y observó que era Montserrat recostada con varios frascos de medicación vacíos sobre sus piernas. Al voltear al asfalto, allí tirado estaba su padre con un disparo en la frente en un charco de sangre.
Carlos se tiró de rodillas y gritó de rabia, sintiendo una mezcla de dolor y furia que lo consumía. Miró el cuerpo de su padre y luego a Montserrat, y su mente se llenó de pensamientos de venganza.
—¡Haniel! ¡Sofía! —gritó Carlos, su voz llena de odio y rabia—. ¡Os juro que pagaréis por esto! ¡Os haré sufrir como nunca habéis sufrido!
La rabia y el dolor se apoderaron de Carlos, y se quedó allí arrodillado, mirando el cuerpo de su padre y jurando vengarse de aquellos que lo habían matado. La oscuridad de la noche parecía cerrarse sobre él, y Carlos se sintió consumido por una sed de venganza que no sabía si podría controlar.
La voz de Carlos resonaba en su mente como si hubiera sido ayer cuando hablaron por última vez. "Nuestro padre me enseñó todo lo relacionado con matar", había dicho. "Todo lo relacionado con morir, todo lo relacionado con secuestrar, todo lo relacionado con ser un psicópata como lo era él. Un asesino profesional, un asesino en serie." Haniel se estremeció al recordar las palabras de su hermano, un hombre que había sido moldeado por la crueldad y la violencia de su padre.
El aire acondicionado de la oficina zumbaba suavemente en el fondo, y el olor a café recién hecho flotaba en el aire. Haniel se sentó en su silla, rodeado de papeles y archivos que cubrían su escritorio. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando las partículas de polvo que danzaban en el aire.
"Querido aprendiz, o debería decir maestro", continuó Carlos en su mente. "Lograste vencer a nuestro padre en el juego que él mismo te puso. Mi madre y él están muertos, tu madre también no está. Pero hay algo todavía que puedo usar en tu contra, querido hermano. Y tú sabes muy bien de quién se trata. ¿Podrás proteger a tu hermana de mí?" La voz de Carlos había sido fría y calculadora, y Haniel había sabido que no estaba bromeando.
El sonido de un teléfono que sonaba en la oficina rompió el silencio, y Haniel se sacudió del recuerdo. Miró alrededor, viendo a sus colegas trabajando en sus escritorios, tecleando en sus computadoras y hablando por teléfono. La oficina era un lugar de trabajo eficiente y organizado, pero Haniel no podía evitar sentir una sensación de inquietud.
Se levantó de su silla y se acercó a la ventana, miraindo hacia la ciudad. La luz del sol se reflejaba en los edificios de vidrio y acero, y el ruido del tráfico llenaba el aire. Haniel se sintió un poco más tranquilo al mirar hacia la ciudad, pero sabía que la sombra de su hermano todavía lo acechaba. ¿Dónde estaría Carlos ahora? ¿Qué estaría planeando? La incertidumbre lo consumía, y sabía que nunca podría bajar la guardia. Su hermana Sofía era su debilidad, y Carlos lo sabía. Haniel estaba determinado a protegerla a toda costa.
Erick, su aprendiz de 22 años, entró en la oficina con una expresión seria y determinada. "Detective Haniel, tengo noticias sobre el caso de las prostitutas desaparecidas", dijo, acercándose a su escritorio. "Los elementos que puse a trabajar en las alarmas implantadas en algunas de las mujeres han reportado una activación".
Haniel se volvió hacia Erick, interesado. "¿Dónde fue la activación?", preguntó, su voz llena de urgencia.
Erick sacó un papel de su bolsillo y lo desplegó sobre el escritorio. "La alarma se activó en una bodega abandonada en la parte este de la ciudad", explicó. "La mujer que llevaba la alarma es una prostituta que ha estado trabajando en la zona cerca de un bar llamado 'El Diablo Rojo'".
Haniel estudió el mapa que Erick había desplegado, su mente trabajando rápidamente. "¿Has ido al bar a preguntar por ella?", preguntó. "¿Han visto algo raro?"
Erick asintió. "Sí, detective. Ya me encargué de eso. Según testigos, estuvo ofreciendo su servicio habitualmente en el bar. Pero lo que es más interesante es lo que una de sus compañeras nos contó". Erick hizo una pausa, su rostro serio. "La chica subió a un auto negro con vidrios polarizados, y cuando el vidrio del piloto se bajó, ella alcanzó a ver a un hombre con una máscara angelical tipo infernal".
Haniel se inclinó hacia adelante, su interés renovado. "¿La misma máscara que hemos encontrado junto a los cuerpos de las víctimas anteriores?", preguntó.
Erick asintió. "Exactamente la misma, detective. Es probable que se trate del mismo hombre. La testigo estaba muy asustada, pero pudo darnos una descripción detallada de la máscara".
Haniel se levantó de su silla, su mirada fija en el mapa. "Vamos a reunir a la unidad y dirigirnos hacia la bodega abandonada. Quiero que estés preparado para cualquier cosa, Erick. Este tipo no es un amateur".
La unidad se equipó en la sala de armamento de las oficinas, un lugar bien iluminado y organizado donde se almacenaban las armas y el equipo necesario para las operaciones. El aire estaba lleno del olor a metal y lubricante, y el sonido de los cierres de las armas y el tintineo de las esposas resonaba en el espacio.
Haniel se puso su chaleco antibalas, ajustando las correas para que se adaptara a su torso. El material sintético del chaleco crujía suavemente mientras se movía. Luego, tomó su arma reglamentaria, una pistola semiautomática, y la revisó para asegurarse de que estuviera cargada y lista para usar.
Erick, por su parte, se equipó con una escopeta táctica, su rostro serio y concentrado mientras revisaba el arma. Los otros tres elementos de la unidad, García, Rodríguez y Sánchez, se armaron con rifles de asalto y pistolas, sus movimientos rápidos y eficientes.
Mientras se equipaban, el sonido de los cierres de las armas y el tintineo de las esposas llenaba el aire. El olor a metal y lubricante se mezclaba con el sudor de los hombres, creando un ambiente tenso y expectante.
"Listos para partir", dijo Haniel, su voz firme y autoritaria. "Vamos a atrapar a este tipo y poner fin a esta serie de desapariciones".
La unidad asintió en silencio, sus rostros serios y determinados. Sabían que estaban a punto de enfrentar a un hombre peligroso, y estaban listos para hacer lo que fuera necesario para proteger a la ciudad.
Con sus armas y equipo en mano, la unidad salió de la sala de armamento y se dirigió hacia la bodega abandonada, listos para enfrentar lo que fuera que les esperara.
Los elementos subieron a una patrulla particular, mientras que Haniel y Erick se montaron en un auto de agencia. Al subir, Haniel habló por radio con la unidad. "Atención, unidad. A 3 kilómetros de llegar al lugar, apagaremos las sirenas y seremos cautelosos. No queremos advertir al asesino".
Mientras hablaba, Haniel puso la sirena magnética en la parte superior del auto y la activó. El sonido agudo y penetrante resonó en el aire, y ambos autos salieron disparados rumbo a la dirección.
Las calles estaban congestionadas, con coches y camiones que se movían lentamente. Los autos de la policía se abrieron paso a través del tráfico, esquivando vehículos y peatones que se apartaban para dejarles pasar. Las luces de los semáforos cambiaban de rojo a verde y viceversa, pero los autos de la policía no se detenían, avanzando con determinación hacia su destino.
Pasaron por delante de un parque donde niños jugaban en los columpios, y una mujer que paseaba a su perro se detuvo a mirar el paso de los autos policiales. En la siguiente intersección, un conductor que no se dio cuenta de la presencia de los autos policiales se detuvo en medio de la calle, lo que obligó a Haniel a frenar bruscamente para evitar un choque.
"¡Cuidado!", gritó Erick, mientras Haniel maniobraba para evitar el accidente.
Después de pasar la intersección, Haniel aceleró de nuevo, y los autos policiales continuaron su marcha hacia la bodega abandonada. La sirena seguía sonando, pero pronto sería hora de apagarla y acercarse con cautela al lugar del crimen.
Cuando se acercaron a la bodega, Erick se comunicó por radio con la unidad para apagar las sirenas, y el silencio se apoderó del aire. La bodega se alzaba ante ellos, un edificio grande y rectangular que había pertenecido a una maquiladora de ensamble de autopartes. El lugar estaba rodeado de un terreno baldío y descuidado, lleno de maleza y escombros que crujían bajo los pies de los hombres.
El aire estaba lleno del olor a descomposición y abandono, y el silencio era perturbador, como si el lugar estuviera esperando algo. La bodega en sí misma parecía un gigante dormido, con sus ventanas rotas y su puerta principal oxidada. La pintura se estaba descascarando, y el metal estaba cubierto de una capa de óxido que parecía sangre seca.
Los alrededores del terreno estaban llenos de basura y escombros, y un viejo contenedor de basura oxidado se encontraba en un rincón, con su tapa abierta y su contenido desbordado. Un grupo de palomas se había posado en el techo de la bodega, y sus ojos brillaban en la oscuridad.
Los 5 hombres bajaron de los autos y desenfundaron sus armas, sus movimientos silenciosos y precisos. Haniel ordenó que los 3 elementos se dirigieran por los costados y la parte trasera de la bodega, mientras él y Erick entrarían por la puerta principal.
La puerta principal de la bodega estaba cubierta de óxido y telarañas, y parecía que no había sido abierta en años. Haniel y Erick se acercaron a la puerta, sus armas listas y sus sentidos alerta. El aire estaba lleno de tensión, y el silencio era opresivo.
"Vamos a entrar", susurró Haniel, su voz apenas audible. "Prepárate para cualquier cosa".
Erick asintió, su rostro serio y determinado. Juntos, los dos hombres se prepararon para entrar en la bodega, un lugar que parecía estar lleno de secretos y peligros.
Al entrar en la bodega, la oscuridad los envolvió como una manta pesada. Haniel y Erick encendieron sus lámparas, y el haz de luz iluminó el espacio vacío y desolado. El aire estaba lleno de polvo y el olor a descomposición era aún más fuerte que en el exterior.
Mientras caminaban, el sonido de sus pasos resonaba en el espacio vacío, y el crujido de sus zapatos sobre el suelo de concreto parecía amplificado. La luz de las lámparas bailaba sobre las paredes, iluminando viejas máquinas y equipo abandonado. La bodega parecía haber sido abandonada de repente, con herramientas y materiales todavía esparcidos por el suelo.
El techo alto y oscuro parecía absorber la luz, y las sombras se proyectaban en las paredes como si fueran seres vivos. El aire estaba lleno de un silencio opresivo, y el único sonido era el de sus propios movimientos.
A medida que avanzaban, la luz de las lámparas iluminaba viejas cajas y contenedores, algunos de ellos rotos y vacíos, otros todavía cerrados y misteriosos. El suelo estaba cubierto de una capa de polvo y suciedad, y las huellas de sus pasos eran las únicas marcas visibles en el suelo.
Finalmente, llegaron a un punto muerto donde dos puertas se dirigían a lados opuestos. La puerta de la izquierda parecía llevar a una zona más oscura y estrecha, mientras que la puerta de la derecha parecía abrirse a un espacio más grande y abierto. Haniel y Erick se miraron, y después de unos segundos de pensamiento, se pusieron de acuerdo y cada uno tomó un lado.
La tensión en el aire era palpable, y ambos hombres sabían que estaban cerca de encontrar lo que estaban buscando. La pregunta era, ¿qué encontrarían al otro lado de las puertas?
Haniel se deslizó silenciosamente por el pasillo oscuro, su linterna iluminando apenas el suelo delante de él. Al doblar una esquina, notó una habitación iluminada en la distancia. Se acercó con cautela, asegurándose de que no hubiera nadie cerca.
Al entrar en la habitación, vio a la prostituta desnuda y amarrada a una mesa. La mujer estaba amordazada sobre un escritorio que parecía haber sido modificado para parecer una cama de quirófano con diferentes objetos de tortura sobre ella y parecía estar inconsciente. Haniel se sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver la escena.
Se acercó a la mujer con cuidado, tratando de no hacer ruido. Al llegar a su lado, notó que estaba viva, aunque parecía estar en un estado de shock. Haniel se apresuró a desatarla y a quitarle la mordaza de la boca.
La mujer respiró profundamente y abrió los ojos, mirando a Haniel con una mezcla de miedo y confusión. Haniel trató de calmarla, hablándole en voz baja y asegurándole que estaba allí para ayudarla.
"¿Estás bien?", preguntó Haniel, mientras la ayudaba a sentarse en la mesa.
La mujer asintió débilmente, aunque su mirada todavía estaba llena de miedo. Haniel sabía que tenía que actuar rápido para sacarla de allí y llevarla a un lugar seguro.
Haniel se dio la vuelta bruscamente al escuchar la voz a su espalda, su corazón latiendo con ansiedad. "Llevo tanto tiempo tenerte frente a mí, Maestro de la muerte", dijo el sujeto con una voz llena de satisfacción. "Todo este show es por ti".
Haniel intentó reaccionar, pero antes de que pudiera hacer algo, el sujeto disparó con un arma con silenciador. La bala impactó en el hombro de Haniel, justo en el lugar donde tenía la cicatriz de la bala que la esposa de su padre le había disparado años atrás. Haniel sintió un dolor intenso y un grito ahogado escapó de su garganta.
El impacto fue tan fuerte que Haniel se tambaleó hacia atrás, y su arma salió volando de su mano, cayendo al suelo con un sonido metálico. La habitación comenzó a girar a su alrededor, y Haniel se sintió débil y mareado. Su hombro ardía de dolor y la sangre comenzó a brotar de la herida.
La mujer que estaba en la mesa gritó de terror al ver lo que había sucedido, y Haniel intentó hablar, pero el dolor y la debilidad lo estaban debilitando rápidamente. Trató de avanzar hacia el sujeto, pero sus piernas no respondían.
El sujeto se acercó a Haniel, con una sonrisa de triunfo en su rostro. "Ha sido un placer jugar contigo, Maestro de la muerte", dijo, mientras Haniel se desplomaba al suelo, luchando por mantener la conciencia.
El hombre se acercó a Haniel, su voz baja y calmada, pero con un tono de excitación contenida. La máscara que llevaba reflejaba la luz de la habitación, y sus ojos brillaban con una intensidad que parecía consumirlo todo.
"Desde que supe del caso de un joven aprendiz de detective que había resuelto un caso tan importante como el de Marco", dijo el hombre, su voz arrastrando las palabras con un tono de desdén, "me propuse la meta de vencerlo en su juego de detectives". Su voz era como un susurro, pero llena de convicción.
Haniel, herido y debilitado, miró al hombre con una mezcla de dolor y determinación. Su hombro ardía de dolor, y la sangre brotaba lentamente de la herida. Intentó hablar, pero su voz salió débil y ronca.
La mujer en la mesa, por su parte, parecía estar en shock, su mirada fija en el hombre con una mezcla de miedo y horror. Sus ojos estaban abiertos de par en par, y su respiración era rápida y superficial.
El hombre continuó hablando, su voz llena de confianza y superioridad. "Sabía que el gran Maestro de la Muerte de una manera o otra lograría encontrarme, y allí le demostraría frente a frente que soy el mejor". Su arma seguía apuntando a Haniel, y su dedo se tensó sobre el gatillo.
La habitación estaba llena de tensión, y el aire parecía vibrar con la intensidad del momento. Haniel sabía que tenía que actuar rápido si quería salir vivo de allí. Pero por ahora, solo podía mirar al hombre, intentando leer sus intenciones y planificar su próximo movimiento.
Cuando el asesino estaba a punto de disparar a Haniel, una voz familiar resonó en la habitación: "Alto". El hombre se volvió rápidamente, dispuesto a disparar a quien fuera que estuviera dando la orden. Pero antes de que pudiera reaccionar, Erick disparó su arma con precisión, impactando justo en la mano del psicópata y haciendo que su arma cayera al suelo con un sonido metálico.
El sujeto, enfurecido y desesperado, se abalanzó sobre Erick con intención de atacarlo. Sin embargo, en un giro inesperado, la mujer que había sido secuestrada tomó el arma de Haniel del suelo y, con una muestra de determinación y fuerza, golpeó al sujeto en la cabeza con la culata del arma. El impacto fue lo suficientemente fuerte como para dejar al hombre inconsciente, desplomándose al suelo con un golpe seco.
Erick se acercó a Haniel, quien estaba herido y debilitado, y lo miró con una expresión seria y preocupada. Con una voz firme y controlada, tomó el radio y pronunció las palabras que ninguno de ellos quería decir: "Oficial herido, repito oficial herido". Luego, con un tono más calmado, añadió: "Tenemos bajo control al sospechoso. Envíen una ambulancia".
La tensión en la habitación comenzó a disminuir, y la mujer se dejó caer hacia atrás, exhausta pero aliviada. Haniel, por su parte, miró a Erick con gratitud, sabiendo que su amigo había llegado justo a tiempo para salvarle la vida. Erick le devolvió la mirada, su expresión seria pero con un destello de alivio en sus ojos. La situación estaba bajo control, pero sabían que aún había mucho trabajo por hacer.
Haniel se sumergió en un mar de recuerdos, fugaces y desordenados, como si su mente estuviera tratando de procesar el dolor y el trauma que había experimentado. Vio el sótano oscuro y húmedo, el lugar donde su padre lo había sometido a un juego macabro, donde la esposa de su padre le había disparado en el hombro. La imagen se entrelazó con el momento presente, y Haniel se vio en la bodega abandonada, con el asesino serial apuntándole con su arma. La bala impactó en su hombro, y el dolor se mezcló con el recuerdo del pasado.
Por un momento, Haniel se sintió transportado a un escenario diferente, uno en el que su medio hermano Carlos estaba frente a él, con una sonrisa cruel en su rostro y un arma en la mano. Carlos no fallaría, Haniel estaba seguro de eso. La imagen se desvaneció tan rápido como había aparecido, pero dejó a Haniel con una sensación de inquietud y miedo.
De repente, Haniel se sobresaltó y se sentó con un movimiento brusco, lo que le provocó un dolor agudo en el hombro y el tórax. Miró alrededor, desorientado, y se dio cuenta de que estaba en un hospital. Una camilla, una habitación blanca y estéril, y un olor a medicinas que le resultaba familiar. Erick estaba sentado en una silla al lado de su cama, con una expresión de preocupación en su rostro.
"Haniel, tranquilo", dijo Erick, poniéndole una mano en el brazo. "Estás en el hospital. Te dispararon en la bodega abandonada, pero estás bien. La bala no alcanzó a dañar nada importante".
Haniel se miró el hombro, vendado y adolorido. Se tocó el tórax, que también estaba vendado y le dolía al respirar. Se sentía débil y mareado, pero estaba vivo.
"¿Cuánto tiempo...?", preguntó Haniel, con una voz ronca.
"Eres un tipo afortunado", respondió Erick con una sonrisa. "Solo han pasado unas horas. La ambulancia llegó rápido, y los médicos te atendieron de inmediato. Estás fuera de peligro".
Haniel asintió, tratando de procesar todo lo que había sucedido. Miró a Erick, y vio la preocupación en sus ojos.
"¿Y la mujer?", preguntó Haniel.
"Está bien", respondió Erick. "La llevaron a otro hospital para que recibiera atención médica. Está traumatizada, pero está viva".
Haniel asintió, sintiendo un alivio momentáneo. Pero sabía que esto no había terminado. Carlos todavía estaba allí, esperando su momento. Y Haniel sabía que no podía bajar la guardia.
"¿Y el asesino?", preguntó Haniel, con una voz firme.
Erick sonrió mientras respondía."Está bajo custodia. Lo tenemos".
Haniel asintió, sintiendo una sensación de satisfacción momentánea. Pero sabía que esto era solo el comienzo. La verdadera batalla estaba lejos de terminar.
La voz de Sofía resonó en los pasillos del hospital, fuerte y decidida. "¡Quiero ver a mi hermano! ¡Dónde está? ¡Necesito saber en qué habitación está!", exclamó, su tono subiendo de volumen mientras discutía con la enfermera.
La enfermera, calmada y profesional, trató de explicarle las cosas a Sofía. "Lo siento, señorita, pero no puedo darle esa información sin autorización. ¿Es usted familiar directo del paciente?", preguntó, su voz firme pero amable.
Sofía no estaba dispuesta a aceptar un no por respuesta. "¡Soy su hermana! ¡Tengo derecho a verlo! ¡No me importa lo que diga el protocolo!", gritó, su voz resonando en el pasillo.
La discusión se intensificó, y la enfermera trató de mantener la calma. "Señorita, por favor, entienda que estamos tratando de proteger la privacidad del paciente. Si usted es su hermana, necesitará hablar con el médico de guardia para obtener autorización".
Pero Sofía no estaba dispuesta a esperar. Se abrió paso por delante de la enfermera, ignorando sus intentos de detenerla. "¡No necesito autorización! ¡Voy a ver a mi hermano ahora mismo!", exclamó, su voz fuerte y decidida.
La enfermera trató de seguirla, pero Sofía era demasiado rápida. Llegó a la puerta de la habitación de Haniel y la abrió de golpe, sin llamar ni pedir permiso.
Haniel y Erick se volvieron hacia la puerta, sorprendidos por la interrupción. Sofía entró en la habitación, su mirada fija en su hermano. Al verlo acostado en la cama, con el hombro vendado y el tórax dolorido, se abalanzó sobre él, dándole un abrazo de alivio.
"¡Haniel! ¡Estás bien! ¡Estaba tan preocupada!", exclamó, su voz temblando de emoción.
Pero Haniel no pudo evitar hacer un quejido de dolor cuando Sofía lo abrazó. Su herida en el hombro y su tórax dolorido se quejaron bajo la presión.
"Ay, Sofía... cuidado", dijo Haniel, tratando de apartarla suavemente.
Sofía se detuvo en seco, dándose cuenta de su error. "Lo siento, Haniel. ¿Estás bien? ¿Te duele mucho?", preguntó, su voz llena de preocupación.
Haniel asintió, tratando de sonreír. "Estoy bien, Sofía. Solo un poco dolorido. Pero gracias por venir a verme".
Sofía se sentó en la silla al lado de la cama, tomando la mano de Haniel en la suya. "No me importa si estás dolorido. Estoy solo feliz de verte", dijo, su voz suave y cariñosa.
Erick se levantó de su silla, sonriendo. "Creo que voy a dejaros un rato a solas. Haniel, te veo luego", dijo, saliendo de la habitación.
Sofía miró a Erick mientras se iba, luego se volvió hacia su hermano. "¿Qué pasó, Haniel? ¿Cómo te hirieron?", preguntó, su voz llena de preocupación.
Haniel miró a su hermana con una sonrisa débil. "¿Erick te informó sobre la situación?", preguntó, tratando de cambiar de tema.
Sofía asintió con la cabeza. "Sí, me dijo que estabas en el hospital después de un caso. ¿Cómo estás?", preguntó, su voz llena de preocupación.
Haniel trató de desviar la conversación hacia un tema más ligero. "¿Y tú? ¿Hay algo entre Erick y tú?", preguntó, sonriendo débilmente.
Sofía se ruborizó y negó con la cabeza, su voz temblorosa. "No, no hay nada", dijo, tratando de sonar convincente.
Haniel sabía que su hermana estaba mintiendo. La conocía demasiado bien. Pero decidió no presionarla. "Ah, bien", dijo, sonriendo débilmente.
Sofía volvió a preguntar sobre su herida. "¿Qué pasó, Haniel? ¿Cómo te hirieron?", preguntó, su voz llena de preocupación.
Haniel trató de quitar importancia al tema. "Fue un atraco, un asalto a una tienda. Intervine y... bueno, ya sabes", dijo, tratando de sonar casual.
Sofía sabía que su hermano estaba mintiendo. Erick le había contado lo que realmente había pasado, pero suponía que Haniel no quería preocuparla. Así que decidió seguirle la corriente. "Ah, sí. Eres un héroe", dijo, sonriendo débilmente.
Mientras hablaban, Haniel no podía evitar notar cómo había cambiado su hermana en los últimos 5 años. La chica tímida y tranquila que era antes se había convertido en una mujer de carácter fuerte y decidido. Se ponía en situaciones peligrosas solo por defender sus ideales, y Haniel no podía evitar sentir una mezcla de orgullo y preocupación por ella.
Sofía había cambiado físicamente también. Su cabello largo y oscuro estaba ahora cortado a la altura de los hombros, y su estilo era más moderno y atrevido. Sus ojos seguían siendo los mismos, brillantes y llenos de vida, pero ahora había una determinación en ellos que antes no estaba.
Haniel se dio cuenta de que su hermana era ahora una mujer capaz de tomar sus propias decisiones y enfrentar sus propios desafíos. Y aunque eso lo hacía sentir orgulloso, también lo hacía sentir un poco triste. La inocencia y la ingenuidad de su hermana habían desaparecido, reemplazadas por una determinación y una fuerza que a veces lo asustaba.
"¿En qué piensas, Haniel?", preguntó Sofía, notando la mirada pensativa de su hermano.
Haniel sonrió débilmente. "En nada, Sofía. Solo estoy feliz de verte", dijo, tratando de cambiar de tema.
El doctor entró en la habitación con una expresión ligeramente molesta en su rostro. "Señorita, me dijeron que había habido un problema con la entrada a la habitación", dijo, mirando a Sofía con una ceja levantada.
Sofía se ruborizó ligeramente y bajó la mirada. "Lo siento, doctor. No quería causar problemas", dijo, su voz suave.
El doctor suspiró y se acercó a Haniel. "Bueno, no importa ahora. Tengo que darle de alta, señor. Su condición es estable y no requiere más atención hospitalaria", dijo, mientras revisaba el registro de Haniel.
Haniel asintió con la cabeza. "Gracias, doctor. Me siento mucho mejor", dijo, mientras el doctor le entregaba una receta de medicamentos.
"Deberá tomar estos medicamentos para controlar el dolor y prevenir infecciones", explicó el doctor. "Y también deberá venir a revisión en una semana para asegurarnos de que todo esté bien".
Haniel asintió con la cabeza y tomó la receta. "Entendido, doctor. Gracias por todo", dijo, mientras el doctor le daba de alta oficialmente.
Sofía se acercó a Haniel y lo ayudó a levantarse de la cama. "Vamos, Haniel. Te llevaré a casa", dijo, mientras el doctor los miraba con una expresión de aprobación.
"Cuídese, señor", dijo el doctor. "Y no olvide tomar sus medicamentos según lo indicado".
Haniel asintió con la cabeza y sonrió. "Lo haré, doctor. Gracias de nuevo", dijo, mientras Sofía lo ayudaba a salir de la habitación.
Mientras salían de la habitación, Haniel y Sofía caminaron por los pasillos del hospital, que estaban llenos de gente ansiosa y preocupada. Las paredes estaban pintadas de un color blanco y azul claro, y había carteles y señales que indicaban la dirección a seguir para llegar a diferentes áreas del hospital.
La sala de espera estaba llena de personas que esperaban noticias sobre sus seres queridos. Había familias enteras sentadas en las sillas, con niños jugando en el suelo y adultos hablando en voz baja. Algunas personas miraban su teléfono, mientras que otras leían libros o revistas.
Las enfermeras y los doctores caminaban por los pasillos con rapidez y eficiencia, llevando carpetas y equipos médicos. Algunas de ellas sonreían a los pacientes y sus familiares, mientras que otras estaban demasiado ocupadas para prestar atención.
En la sala de espera, Erick estaba sentado en una silla, mirando su teléfono. Cuando vio a Haniel y Sofía, sonrió y se levantó para saludarlos. Su mirada se detuvo en Sofía durante un momento, y Haniel notó que le lanzó una mirada coqueta. Sofía se ruborizó ligeramente y sonrió, pero no dijo nada.
Haniel se sintió feliz por ambos. Sabía que Erick había estado interesado en Sofía durante mucho tiempo, y estaba contento de ver que ella parecía corresponder a sus sentimientos.
"¿Listo para salir de aquí?", preguntó Erick, mientras se acercaba a Haniel.
Haniel asintió con la cabeza. "Sí, estoy listo. Gracias por esperarnos", dijo, mientras Sofía lo ayudaba a caminar.
La sala de espera estaba llena de sonidos y olores. Había el sonido de las máquinas médicas en el fondo, y el olor a desinfectante y medicinas. Pero también había el sonido de las risas y las conversaciones de las personas que esperaban, y el olor a café y comida de la cafetería del hospital.
Mientras caminaban hacia la salida, Haniel se sintió aliviado de estar saliendo del hospital. Sabía que todavía tenía que recuperarse de sus heridas, pero estaba contento de estar libre de la rutina del hospital.
"Vamos a casa", dijo Sofía, mientras lo ayudaba a caminar.
Haniel sonrió. "Sí, vamos a casa", repitió, mientras Erick caminaba al lado de ellos, sonriendo.
Después de subir al auto de Erick, Haniel y Sofía se sentaron en la parte de atrás mientras Erick conducía. Haniel se volvió hacia Sofía y le preguntó sobre Jessica, su hermana menor.
"¿Cómo está Jessica?", preguntó Haniel con una sonrisa.
Sofía sonrió también. "Está bien, está en clases. Es su último año en la primaria y está a punto de graduarse", respondió.
Haniel se alegró al escuchar eso. "Ah, qué emoción. Debe estar muy contenta", dijo.
Luego, Haniel se interesó por la vida universitaria de Sofía. "¿Cómo va la universidad? ¿Te gusta la carrera de periodismo?", preguntó.
Sofía asintió con entusiasmo. "Sí, me gusta mucho. Me di cuenta de que era lo mío después de trabajar en un portal web de noticias sociales y políticas", explicó.
Haniel sonrió al ver a su hermana tan entusiasmada con su carrera. "Me alegra verte tan feliz con tu elección", dijo. "El periodismo es una carrera muy gratificante, especialmente cuando se puede hacer una diferencia en la vida de las personas".
Sofía coincidió con Haniel. "Sí, me gusta la flexibilidad que ofrece el periodismo. Puedo especializarme en diferentes áreas, como periodismo deportivo o cultural", dijo.
Haniel se sintió contento de ver a su hermana tan motivada y apasionada por su carrera. "¿Y qué planes tienes para el futuro?", preguntó.
Sofía pensó por un momento antes de responder. "Me gustaría cubrir eventos deportivos internacionales. Me apasiona el periodismo deportivo y creo que es una excelente manera de combinar mi pasión con mi carrera", dijo con entusiasmo.
Haniel sonrió al ver a su hermana tan decidida y apasionada por su futuro. "Me alegra verte tan motivada, Sofía. Estoy seguro de que lograrás tus objetivos", dijo, mientras Erick seguía conduciendo y sonreía al ver a los hermanos tan unidos y felices.
Al llegar a la casa que antes era de su madre, Sofía y Haniel sintieron un poco de nostalgia al recordarla. La casa, con su fachada blanca y su jardín bien cuidado, parecía estar igual que siempre, pero para ellos, todo había cambiado. La ausencia de su madre se sentía en cada rincón, en cada detalle.
Sofía ayudó a su hermano a bajar del auto, y Erick se despidió de ellos con un gesto amistoso. "Voy a la comisaría a actualizarme sobre el asunto del tipo que capturamos", dijo, refiriéndose al asesino de la bodega. "Nos vemos luego".
Mientras Erick se alejaba, Sofía no pudo evitar notar la forma en que la miraba, con un coqueteo evidente en sus ojos. Sonrió ligeramente y se volvió hacia su hermano, que estaba apoyado en ella.
Justo en ese momento, el transporte escolar de Jessica llegó a la casa, y la niña de 12 años bajó corriendo hacia sus hermanos, con una sonrisa radiante en su rostro. "¡Haniel! ¡Sofía!", gritó, abrazando a sus hermanos con entusiasmo.
La reunión de la familia Estrada fue cálida y emotiva. Jessica, con su cabello oscuro y su sonrisa brillante, se lanzó hacia sus hermanos, abrazándolos con fuerza. Sofía y Haniel se rieron y la abrazaron también, sintiendo una sensación de calidez y unión familiar.
La casa, que antes parecía vacía y silenciosa, ahora estaba llena de risas y conversaciones. Los tres hermanos se sentaron en el porche, disfrutando del sol de la tarde y de la compañía mutua.
Haniel, el agente detective de 27 años, se sentía agradecido de estar rodeado de sus hermanas. Sofía, la universitaria de 20 años, estaba feliz de tener a su familia cerca. Y Jessica, la niña de 12 años, estaba emocionada de tener a sus hermanos en casa, después de tanto tiempo.
La reunión de la familia Estrada era un momento de paz y felicidad, un momento en que podían olvidar sus problemas y disfrutar de la compañía mutua. Y mientras se sentaban allí, rodeados de la calidez y la seguridad de su hogar, sabían que estaban juntos, y que eso era lo más importante.
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