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Aún Te Recuerdo

Capítulo 1

Era lunes, y Nicolás, de 17 años, se preparaba para ir a la escuela extrañando a sus amigos a los que no veía hacía un tiempo. Ese día comenzaba el último año de secundaria. En su habitación, cerraba la mochila cuando oyó la voz de su padre resonar por el pasillo.

_Nicolás, tienes que entender una cosa… tienes que ser el mejor. ¡Siempre! Y eso empieza por ser puntual. Dijo su padre, con el tono firme y seco de costumbre. _No puedes dejar que nadie te adelante, especialmente una chica.

Nicolás se detuvo por un instante, con las manos aún sujetando la cremallera de la mochila. Sabía que su padre tenía grandes expectativas con respecto a su rendimiento académico, pero las palabras prejuiciosas de su padre siempre le incomodaban, aunque nunca lo hubiera admitido.

_Puedes estar tranquilo, papá. Soy el mejor.

La mirada de Nicolás se desvió hacia la vieja cámara de fotos que estaba sobre el escritorio, un valioso regalo de su abuela, la única persona que parecía ver a Nicolás más allá de las expectativas impuestas por su padre.

La cámara que le había regalado su abuela era el centro de las muchas cámaras que tenía Nicolás. La cogió, pasando los dedos por la fría textura del metal y sintiendo un confort que pocas cosas le proporcionaban.

Antes de que pudiera perderse en sus pensamientos, la voz de su padre resonó de nuevo, entrando en la habitación sin llamar a la puerta.

_Deja eso, Nicolás. Arte, fotografía… esas cosas no te van a dar un futuro. Un puesto en una gran empresa vale mucho más que eso.

Nicolás apretó los labios, respirando hondo. Volvió a colocar la cámara en su sitio, pero algo en su mirada delataba que aquella silenciosa pasión seguía viva dentro de él.

_Lo sé, papá. Es sólo una afición. Respondió, como si estuviera convenciéndose a sí mismo más que a su padre.

Mientras bajaba las escaleras para salir, Nicolás cargaba con las palabras de su padre y la presión que conllevaban. Ser el mejor tenía un precio, y estaba dispuesto a pagarlo, o al menos eso creía.

En el otro extremo, estaba Rafaela, a punto de cumplir 17 años, empezando el último año de instituto en un nuevo colegio.

Llegó al instituto con su desgastada mochila a la espalda. Rafaela había perdido a su madre a una edad temprana y fue criada por su padre, Carlos, que nunca supo elegir su ropa ni peinarla, pero era un padre cariñoso y dedicado, al que le gustaba pasar tiempo de calidad con su hija, e hizo que su forma de vestir se pareciera a la suya.

Rafaela creció acostumbrada a la sencillez y le encantaba estar con su padre. Las camisetas anchas y los pantalones holgados eran su uniforme diario, y no parecía importarle las miradas ajenas sobre su pelo corto que siempre había llevado desde pequeña, recordando cómo montaba en cólera cuando su padre intentaba peinárselo, así que optaron por un corte que no diera trabajo, ya que no tenían una red de apoyo en la ciudad que pudiera ayudarle en ese aspecto.

En el pasillo, Nicolás, o simplemente Nick, como todos lo llamaban, no tardó en fijarse en la nueva alumna del instituto. Nick era el mejor alumno de la clase y también el chico más popular, sonriente, burlón y siempre rodeado de un grupo de amigos ruidosos, algo que su padre desconocía. Tenía ese aire de superioridad típico de quien nunca ha conocido un rechazo en su vida.

_¡Miren! Gritó Nick, lo suficientemente alto como para que todos lo oyeran. _No sabía que teníamos un nuevo compañero… Rió, mirando directamente a Rafaela. _Juanito, ¿eres tú? Bromeó.

Rafaela se detuvo, mirando a Nick con una ceja levantada. Estaba acostumbrada a ese tipo de comentarios, pero nunca le habían afectado.

_¡Idiota! Respondió mirando a Nick, antes de seguir adelante.

La clase soltó risitas ahogadas, mientras Nick, sorprendido, levantaba las manos.

_¡Shhh, la "valiente" está enfadada! Provocó, siguiéndola con la mirada.

Durante los primeros días Rafaela se sintió un poco aislada, ya que todos en clase se conocían, pero pronto se hizo amiga de Ava.

Rafaela era un poco tímida, y su presencia pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo, lo que no parecía importarle. Durante el recreo, mientras la mayoría de los alumnos se reunían en grupos dispersos por el patio, Rafaela prefería sentarse en el rincón más alejado, con un libro abierto en las manos.

Fue en un día como ese cuando Ava se le acercó por primera vez. Ava, con su carácter extrovertido y su sonrisa fácil, siempre tenía una palabra para todos, pero también poseía una capacidad única para ver más allá de las apariencias. Curiosa, se acercó y se sentó al lado de Rafaela sin pedir permiso.

_¿Qué estás leyendo? Preguntó Ava, inclinándose para ver la portada del libro.

Rafaela levantó la vista, sorprendida por la inesperada presencia. Dudó un instante, pero respondió en voz baja:

_La hora de la estrella, de Clarice Lispector.

_¿En serio? Ese libro es genial. Exclamó Ava con entusiasmo, haciendo que Rafaela arqueara las cejas.

_¿Lo has leído? Preguntó Rafaela, aún desconfiada.

_¡Claro! Respondió Ava, sonriendo. _La historia de Macabea es tan triste y hermosa al mismo tiempo. Es como si estuviera gritando, pero nadie la escuchara, ¿sabes?

Algo en aquel inesperado acercamiento hizo sonreír a Rafaela por primera vez en días. Era raro que alguien se interesara realmente por las mismas cosas que ella.

En los días siguientes, Ava siguió acercándose, entablando conversación, invitando a Rafaela a almorzar juntas o incluso a estudiar. Poco a poco, Rafaela fue soltándose, y la amistad entre ambas se fue fortaleciendo. A Ava nunca le importó la forma de vestir de Rafaela ni lo que los demás pensaran de ella, al contrario, admiraba la autenticidad de su amiga y se aseguraba de recordárselo siempre que podía.

_Eres mucho más guay de lo que pareces. Bromeó Ava en una ocasión, haciendo reír a Rafaela.

_Y tú eres mucho más pesada de lo que pareces. Respondió Rafaela provocando a su amiga, pero con cariño. La amistad entre ambas había nacido de forma sencilla, pero se convirtió en una de las cosas más importantes en la vida de ambas.

Pero además de Ava, había otra persona que prestaba atención a Rafaela: Nick. En los días siguientes, las provocaciones continuaron. Nick siempre encontraba la oportunidad de meterse con Rafaela, especialmente al darse cuenta de lo inteligente que era y de que amenazaba su reinado como mejor estudiante de la clase, y empezó a verla como una rival que no podía arrebatarle ese puesto.

Y siempre que se la encontraba en la cancha jugando al fútbol, deporte en el que Rafaela destacaba, Nick gritaba:

_No sé si llamarte para mi equipo, pero de una cosa estoy seguro, ¡no deberías jugar con chicas!

Rafaela ponía los ojos en blanco, pero cada comentario de Nick la irritaba profundamente. Por mucho que intentara ignorarlo, sentía que lo hacía a propósito, como si le encantara sacarle alguna reacción. Lo peor es que, por muy molesto que fuera, Nick sabía ser gracioso y tenía una habilidad innata para hacer reír a la gente, incluida ella, en momentos en los que prefería no admitirlo.

_. Es más fácil que admitas que juego mejor que tú, y que también soy más inteligente. Provocó al verlo querer sonreír, y Nick también comenzó a sentirse diferente cerca de ella a pesar de la implicación.

_¿Mejor que yo? Nick se rió, volviendo a su tono burlón. _Vamos a ver eso cuando juegues contra mí, valiente, ¿o te vas a acobardar?

Y, una vez más, se marchó, dejando a Rafaela con una mezcla de rabia y una pizca de satisfacción.

Por mucho que Nick la irritara, empezaba a percibir algo curioso: parecía divertirse más metiéndose con ella que hablando con los demás, y ella se preguntaba por qué.

Lo que Rafaela no sabía era que Nick, con el paso de las semanas, empezó a notar detalles que antes ignoraba.

A Rafaela parecía gustarle estudiar, y no porque nadie la obligara a ser la mejor. La observaba desde lejos, sentada con un libro abierto durante los recreos, realmente concentrada. No era como él, que estudiaba para ser el mejor por la presión de su padre. Había algo genuino en la forma en que Rafaela afrontaba los estudios, como si realmente quisiera aprender.

Eso le incomodaba de una manera que no comprendía. ¿Por qué era así? No tenía la mejor apariencia, no intentaba impresionar a nadie y, aun así, parecía satisfecha consigo misma.

_Pero no es fea... Dijo mirando a Rafaela.

Nick empezó a prestar más atención a las respuestas que Rafaela daba en clase. Siempre tenía algo interesante que decir, algo que hacía que los profesores sonrieran con aprobación. Él, en cambio, respondía de forma estratégica, siempre centrado en impresionar.

Ella era alguien diferente a todo lo que conocía, alguien que no parecía cargar con el peso de las expectativas ajenas, solo con el de sus propias decisiones.

Y eso, de alguna manera, le hacía cuestionarse las suyas.

Capítulo 2

En las semanas siguientes, la rutina de provocaciones entre Nick y Rafaela continuó como de costumbre. Para todos los que los rodeaban, eran solo dos adolescentes molestándose el uno al otro, pero para Rafaela, algo había cambiado. Empezó a fijarse en Nick de una manera que la hacía sentir incómoda. Cuando él reía a carcajadas con sus amigos o hacía sus infames bromas, aunque fueran irritantes, era difícil ignorar el brillo en sus ojos.

Y lo que más la incomodaba eran las otras chicas. Nick siempre estaba rodeado de chicas populares, principalmente Victoria, la niña mimada de la clase. Victoria era hermosa, su cabello largo y brillante siempre estaba suelto, su ropa de marca y el perfume que usaba dejaban un rastro por donde pasaba. Parecía perfecta, y Rafaela se consideraba todo lo contrario.

A la hora del recreo, como Ava había faltado ese día, Rafaela se sentó en un rincón del patio con su almuerzo. Desde lejos, observaba a Nick apoyado en la pared con dos amigos y tres chicas a su alrededor. Victoria, como siempre, estaba pegada a él, riéndose exageradamente de cualquier cosa que decía.

Una opresión se apoderó del pecho de Rafaela. Era un sentimiento que no sabía nombrar, pero que la inquietaba. Bajó la mirada hacia su almuerzo, intentando concentrarse en otra cosa, hasta que escuchó una voz que la hizo congelar.

_¡Eh, Rafaela! La voz de Victoria sonó alta y clara, llamando la atención de todos los que estaban cerca.

Rafaela la miró, desconfiada, mientras Victoria se acercaba con su sonrisa venenosa.

_Te voy a dar un consejo, ¿vale? Empezó Victoria, con voz dulce pero cargada de sarcasmo. _Será mejor que le quites los ojos de encima a Nick, porque él nunca se fijaría en alguien... como tú. Dijo mientras miraba a Rafaela de arriba abajo.

Rafaela frunció el ceño, intentando defender el porqué de la presencia de Victoria allí.

_Yo no...

_¡Ay, por favor! Interrumpió Victoria, riendo. _Como si no me hubiera dado cuenta de cómo lo miras. Pero, en serio, ahórrate tu tiempo. Nick no tiene nada que ver con chicas que parecen... Victoria la miró de pies a cabeza con desdén. _Con un chico.

Un silencio incómodo se apoderó del lugar. Rafaela sintió que su rostro se sonrojaba y las palabras se atascaban en su garganta. Quiso replicar, pero en el fondo, una parte de ella estaba de acuerdo con su compañera de clase. ¿Quién era ella para competir con chicas como Victoria?

_ ¿Qué pasa conmigo? Preguntó Nick acercándose.

_Parece que está coladita por ti. Dijo Victoria dejando a Rafaela aún más avergonzada.

_Pero ella no es mi tipo, yo nunca saldría con alguien como ella. Dijo Nick mirando a Rafaela sin dejar que se notara que su corazón se aceleraba. _Somos más bien enemigos...

Victoria lanzó una última mirada triunfante y volvió al lado de Nick, alejándose de Rafaela, que se quedó impactada por la situación.

_ Yo tampoco saldría con alguien como tú... ¡Idiota! Dijo con rabia.

En la clase de matemáticas, Rafaela no podía concentrarse. Mientras intentaba resolver un ejercicio, sintió que una nota se deslizaba sobre su mesa. Miró a un lado y vio a Nick sentado en el lugar de Ava, con el rostro apoyado en la mano, observándola con una sonrisa pícara.

Rafaela desdobló el papel, que decía:

 "¿Estás enfadada por qué? ¿Victoria te ha atacado?”

Ella miró mal a Nick, que fingió estar muy interesado en la pizarra.

“No es asunto tuyo.”

Rafaela cogió el lápiz y escribió debajo. Dobló la nota y la devolvió. Nick la leyó, riendo por debajo, y garabateó otro mensaje devolviéndole el papel.

 "Le diré que pare, solo yo puedo meterme contigo, ¿vale? Solo yo puedo hacerlo. Eres mía! ”

Al leer la respuesta, Rafaela sintió un escalofrío en el estómago. Apretó los labios, irritada, pero no pudo evitar sentir una chispa de algo parecido al alivio. Al menos, con Nick, nunca se sentía invisible.

 A pesar de ello, Rafaela recordó las palabras de Victoria, que resonaban en su mente como una herida abierta: "Él nunca se fijaría en alguien como tú".

Volvió a mirar a Nick, que ahora dibujaba algo al azar en la esquina del cuaderno. Tal vez Victoria tuviera razón. Después de todo, para él, ella no era más que un blanco fácil para sus bromas.

" No puedo gustarle" pensó Rafaela.

Aquella noche, Rafaela se encerró en su habitación y se quedó mirando su reflejo en el espejo. Por mucho que nunca se hubiera preocupado por su aspecto, las palabras de Victoria se habían quedado grabadas en su mente como una sombra.

_Quizás debería cambiar... Dijo pensando en su cumpleaños número diecisiete que sería el sábado. _ No soy tan fea...

Rafaela se apartó un mechón de pelo, imaginando cómo sería dejárselo crecer. En el colegio, siempre se burlaban de ella por parecer "un chico", pero ahora le dolía más de lo normal. Y Nick... Bueno, él no ayudaba. Él la notaba, pero no de la forma en que a ella le gustaría.

_Si comprara ropa nueva... Tal vez algo más femenino... pensó, mordiéndose el labio mientras escuchaba la puerta del salón abrirse con la llegada de su padre.

Con esas ideas en la cabeza, Rafaela corrió hacia el salón, donde encontró a su padre sentado en el sofá, con una sonrisa de oreja a oreja.

_Papá, ¿puedo hablar contigo? Empezó ella, vacilante, dando un abrazo a Carlos.

_¡Claro, hija! Respondió él, más animado de lo habitual. _ Pero primero tengo que contarte una novedad. Antes de que Rafaela pudiera decir nada, su padre la interrumpió. _¡Hija, tengo una noticia increíble!

_¿Qué noticia? Rafaela sintió curiosidad.

_¡Me han ascendido en el trabajo! ¡Por fin han reconocido mi esfuerzo! Voy a ser gerente de la nueva sucursal.

_¿Nueva sucursal? Repitió Rafaela, con el corazón empezando a acelerarse.

_¡Sí, sí! Solo que hay un pequeño detalle... El padre dudó, ajustándose la gorra en la cabeza. _La sucursal está en otra ciudad. Vamos a tener que mudarnos.

Rafaela se quedó helada; estaba contenta por su padre, pero no se esperaba esa noticia.

_¡¿Qué?!

_Tranquila, hija, va a ser una gran oportunidad para los dos, y voy a ganar un sueldo mucho mayor. ¡Vamos a empezar una nueva vida! Carlos sonrió, como si eso lo arreglara todo.

Pero para Rafaela, el mundo parecía venirse abajo.

_¿Y el colegio, papá? ¿Mis compañeros? Acabamos de mudarnos a este barrio... Intentó argumentar, sintiendo que la voz se le quebraba.

_¡Harás nuevos amigos, Rafa! Respondió Carlos como si fuera lo más sencillo del mundo. _Y entre tú y yo, no es que te guste tanto este sitio, ¿verdad? Solo llevas dos meses en este colegio y ya te has quejado varias veces de un tal Nick.

Rafaela abrió la boca para responder, pero se contuvo, recordando las veces que se había quejado del colegio. Tal vez lo había dicho alguna vez, pero ahora todo parecía diferente. El colegio era donde estaba Nick. Donde ella, incluso con todas las provocaciones, estaba empezando a entender lo que sentía.

Corrió a su habitación y cerró la puerta de golpe.

_ Hija... Rafa... Ella no respondió, necesitaba estar sola.

_¿Por qué ahora? Susurró sintiendo las lágrimas correr por su rostro.

Tumbada en la cama, Rafaela abrazó la almohada y pensó en lo irónico que era: justo cuando empezaba a preocuparse por su aspecto, cuando estaba dispuesta a cambiar, todo se iba a acabar.

_¿Echará Nick de menos aunque sea un poco? Se preguntó, con el corazón encogido.

Capítulo 3

Al día siguiente, Rafaela llegó cabizbaja a la escuela. No sabía cómo contarle a Ava que se cambiaría de escuela la próxima semana. Al encontrarse con Ava, notó que su amiga estaba muy animada, y la invitó a una fiesta el sábado.

_ ¡Vamos, Rafa! ¡Va a ser divertido! insistía Ava, prácticamente arrastrando a Rafaela del brazo mientras caminaban hacia el aula. Necesitas salir, distraerte un poco, ¿piensas que no he notado tu carita triste hoy? ¿Falto un día y ya te pones así?

Rafaela intentó negarse. No estaba de humor para fiestas, principalmente con la mudanza cerniéndose sobre ella como una nube cargada. Pero como el sábado sería su cumpleaños y ante la insistencia de Ava, cedió.

_Está bien, iré… _accedió Rafaela, poniendo los ojos en blanco.

_ ¡Eso es! Ava sonrió, satisfecha. Ya verás cómo una fiesta puede cambiarlo todo.

Rafaela prefirió no contarle a Ava que se mudaba en ese momento, sería la primera y la última fiesta a la que asistiría con su amiga, por eso pensó en darle la noticia el lunes.

Y la semana pasó volando. El sábado, había intentado algo diferente. Se puso una blusa más ajustada al cuerpo, unos jeans nuevos e incluso se aplicó un poco de brillo en los labios. Se peinó de forma que pareciera más estilosa.

Tal vez no esté tan mal después de todo... pensó, respirando hondo. Antes de salir, se encontró con su padre.

_ Estás hermosa, hija.

_ Gracias, papá...

_ Sé que no querías mudarte...

_ No te preocupes, papá, lo entiendo... _dijo dándole un beso a su padre.

Ava llegó a buscarla poco después. Ambas subieron al coche de un conocido, donde la música alta ya anunciaba el tono de la noche.

_ ¿Dónde es la fiesta? _preguntó Rafaela, mirando por la ventana.

_En casa de un compañero de nuestra clase. Relájate, te gustará. Y antes de que se me olvide, ¡feliz cumpleaños! Ava abrazó a Rafaela. Tu regalo te lo daré el lunes en la escuela.

_ Gracias Rafaela estaba feliz de que se hubiera acordado de su cumpleaños. Creo que esta noche será increíble... _Rafaela presentía que algo iba a suceder.

Fue solo cuando el coche se detuvo frente a una casa grande, con luces de colores y mucha gente entrando y saliendo, que Rafaela se quedó paralizada al ver a sus compañeros de clase y descubrir que estaban en casa de Nick.

_ Espera, ¡¿esta es la casa de Nick?! _Rafaela casi gritó de sorpresa.

Ava se rió, sacándola del coche.

_ ¡Sorpresa! bromeó. No pongas esa cara, Rafa, si te lo hubiera contado no habrías venido. Va a ser divertido, ¡lo prometo!

Rafaela quiso darse la vuelta e irse. No estaba preparada para ver a Nick, y menos con la mudanza tan cerca. Pero Ava ya la estaba metiendo dentro de la casa, donde la música alta y las risas ahogaban cualquier protesta.

El salón estaba abarrotado. Grupos de adolescentes bailaban, conversaban y se hacían selfies. Rafaela se sentía fuera de lugar en medio de todo aquel bullicio. Ava, por el contrario, parecía estar en su salsa, saludando a todos los que pasaban.

_Voy a por algo de beber, ¡espérame aquí! _dijo Ava desapareciendo entre la multitud.

Rafaela se cruzó de brazos, sintiéndose desplazada. Entonces, como si el universo tuviera un cruel sentido del humor, lo vio.

Nick estaba apoyado en la barra de la cocina, riendo con sus amigos. Llevaba una camiseta negra y unos vaqueros rotos, y parecía ser el centro de atención, como siempre. A su lado, Victoria estaba más pegada que nunca, y le decía algo al oído con una sonrisa.

Rafaela apartó la mirada rápidamente, pero ya era demasiado tarde.

_ ¡Eh! ¡Mira quién está aquí! _la voz de Nick sonó más alto de lo que a ella le hubiera gustado.

Algunas miradas se volvieron hacia ella. Rafaela sintió que se sonrojaba, pero se mantuvo firme.

_ ¿Qué haces aquí, Rafa? _preguntó Nick, acercándose con esa sonrisa irritante que le encantaba usar con ella.

_Me invitaron, obviamente _respondió ella, cruzándose de brazos.

Nick rió entre dientes, observándola de arriba abajo.

_ Pero no recuerdo haberte invitado yo. _Estás… diferente.

_Puedo irme si quieres… _dijo Rafaela desviando la mirada.

_ ¡Nick! Victoria apareció de la nada, agarrándolo del brazo. ¡Vamos! Me prometiste que me ibas a enseñar algo en tu habitación _dijo sin saludar a Rafaela.

Nick dudó un segundo, sin dejar de mirar a Rafaela, pero al final se fue con Victoria. Rafaela dejó escapar el aire que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo.

_ ¿Qué estoy haciendo aquí? pensó, arrepentida. Es mi cumpleaños, me merecía algo mejor que verlo con otra... _Rafaela imaginó lo que Nick y Victoria estarían a punto de hacer en su habitación.

Rafaela estaba a punto de darse la vuelta para salir cuando Ava regresó con dos vasos en la mano.

_ ¿Qué pasa? ¡No me digas que te vas! _se quejó Ava.

Rafaela miró a Ava, luego al rincón donde Nick estaba con Victoria. Lo pensó un momento y decidió no irse por su amiga.

_No me voy… respondió con firmeza. Dame uno de esos vasos.

Ava sonrió satisfecha, entregándole la bebida.

Rafaela decidió disfrutar de la fiesta sin importarle Nick o la mudanza que se avecinaba.

La fiesta seguía animada, y Rafaela ya no prestaba atención al ruido que la rodeaba. La presencia constante de Nick la ponía nerviosa, incluso cuando él no estaba cerca, y todavía se preguntaba qué estaba haciendo allí, pero ahora no quería huir.

Después de un rato, mientras Ava bailaba con otros amigos, Rafaela se acercó a la mesa a buscar algo de beber. Fue entonces cuando sintió una presencia detrás de ella.

_ ¿Otra vez sola?

Se giró y se encontró cara a cara con Nick, que estaba a pocos centímetros de ella. Su sonrisa era la de siempre, confiada y provocadora. Pero la mirada, esa noche había algo diferente en sus ojos.

_No es asunto tuyo, Nick…

_Siempre tan nerviosa… rió. Pero no pareces la misma Rafaela de antes… ¿Qué ha pasado?

_Nada. Tal vez solo te hayas fijado en mí ahora...

Nick arqueó una ceja, intrigado por su respuesta.

_Ven conmigo… _dijo Nick de repente, cogiéndola de la mano sin darle tiempo a protestar.

_ ¡Eh, espera! _Rafaela intentó soltarse, pero él siguió tirando de ella, alejándola de la multitud.

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