Un hombre con un tatuaje en el cuello estaba golpeando brutalmente a dos tipos frente a él, dejándolos completamente magullados y con el rostro cubierto de sangre debido a los golpes letales que recibían. Las feromonas intensas de dominancia llenaban el aire, paralizando a todos los presentes.
—Damon... Detén esto. Podrían morir —dijo un hombre detrás de él, resistiendo la presión abrumadora del aura que emanaba Damon.
—Ellos se lo merecen —respondió Damon con un gruñido, mientras seguía pateando a los dos hombres que yacían inertes en el suelo.
Dos de los amigos de Damon se apresuraron a sujetarlo desde atrás, tratando de detenerlo antes de que su rabia desenfrenada provocara una tragedia aún mayor.
—Recuerda, Damon, son hombres del grupo rival. Esto podría complicar más las cosas —dijo Aron, respirando con dificultad mientras las feromonas de Damon ejercían una presión aplastante.
—No les tengo miedo. ¿Quieren atacarme? Estoy más que listo para enfrentarlos —contestó Damon, liberándose de sus amigos con un movimiento brusco.
—Damon, por favor —intervino Brady, sudando debido a la intensidad de la atmósfera creada por el Alfa.
Finalmente, Damon detuvo sus golpes. Los tres se alejaron, dejando a los hombres tirados en la acera, incapaces de moverse.
Damon y sus amigos subieron a sus motocicletas Ducati y se dirigieron al cuartel general, una imponente mansión que era propiedad privada de Damon.
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Damon Ruiz, un Alfa puro y dominante de ascendencia española, era el líder de una de las pandillas de motociclistas más temidas y respetadas en la zona. Su apellido, Ruiz, llevaba un peso que nadie podía ignorar.
El padre de Damon, Alonso Ruiz, tenía control sobre numerosos funcionarios clave en casi toda la ciudad de Madrid, España. Sin embargo, este poder político también era la raíz de los problemas de Damon.
La ira que ardía en Damon había comenzado en su juventud, con la ausencia emocional de su padre, quien siempre priorizó el poder y la política sobre su familia. Pero el punto de quiebre ocurrió cuando su madre murió como resultado de una de las crueles intrigas políticas en las que Alonso estaba involucrado.
Desde entonces, Damon se convirtió en un Alfa inquebrantable, temido no solo por su fuerza física, sino por la intensidad de sus feromonas, capaces de someter incluso a otros Alfas.
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—Mamá, ¿cuándo regresará Arvy? —preguntó Eiran a su madre, Izzy, mientras la ayudaba a organizar un ramo de flores.
—No lo sé, cariño. Está demasiado ocupado trabajando —respondió Izzy con una sonrisa tranquila.
—¿Cuándo piensas volver a Madrid? —preguntó Izzy, mirando a su hijo menor con cariño.
—Pasado mañana. Tengo demasiadas cosas pendientes en el hospital —contestó Eiran, apartando un mechón de cabello negro que caía sobre su rostro.
—¿Y cuándo regresarás a Londres otra vez? —insistió Izzy.
—Mamá, aún tengo muchas tareas en Madrid —respondió Eiran con paciencia.
—No te ocupes tanto como tu hermano. Si ambos están siempre ocupados, ¿cuándo voy a conocer a mis nietos? —replicó Izzy, arqueando una ceja.
Eiran soltó una leve risa y abrazó a su madre por detrás.
—Mamá, apenas tengo 23 años. Creo que deberías pedirle eso a Arvy primero —dijo, acariciándole los hombros.
—Son iguales. ¿Es que en Madrid no hay Alfas guapos que te interesen, que aún sigues soltero? —preguntó Izzy con un aire divertido.
Eiran volvió a reír y besó la mejilla de su madre.
—De hecho, hay demasiados. Quizás ese sea el problema —respondió Eiran, con una sonrisa burlona.
—Si a los 28 años sigues sin pareja, yo misma te buscaré un Alfa decente —amenazó Izzy, aunque no pudo evitar sonreír.
Eiran rió más fuerte y la abrazó con fuerza, encontrando consuelo en el calor de su madre.
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Eiran Wilson, un Omega puro y dominante, era el segundo hijo de Aiden Wilson e Izzy Michael Wilson.
Con un rostro angelical heredado de su madre, piel clara y cabello negro, Eiran atraía miradas dondequiera que iba. Sin embargo, su personalidad tranquila y amable desmentía la fuerza de su presencia como Omega dominante.
Eiran trabajaba como médico en un prestigioso hospital de Madrid. A pesar de su corta edad, había terminado su especialización en medicina con honores, gracias a su inteligencia y dedicación.
Mañana regresará a Madrid después de haber tomado una semana de vacaciones para asistir a un evento familiar con los clanes Romanov y Michael, donde su presencia como Omega puro siempre era el centro de atención.
Una semana había pasado desde que Eiran regresó a Madrid y retomó su trabajo en el hospital. Hoy, pensaba salir temprano, pero debido a una cirugía de emergencia por un accidente de tráfico, terminó saliendo del hospital a la 1 de la madrugada, agotado y con sueño.
Originalmente, planeaba tomar un taxi, pero las calles estaban bastante desiertas, así que decidió conducir su propio coche.
En medio del trayecto, un incidente lo sorprendió: alguien disparó a un motociclista que estaba justo al lado de su coche.
¡BANG! ¡BANG!
¡CRASH!
El motociclista cayó de inmediato, y su moto chocó contra el coche de Eiran. Frenó bruscamente mientras el vehículo del atacante se alejaba a toda velocidad.
Eiran salió rápidamente de su coche y vio a un hombre tirado en medio de la calle, con su motocicleta destrozada al lado del coche. La presión de las feromonas alfa en el aire le hizo sentir una oleada de tensión, su instinto de Omega dominando, alertándolo de lo peligroso que podía ser este hombre.
Se acercó a él, agradeciendo que el casco del hombre no se hubiera desprendido, lo que evitó una lesión en su cabeza. Sin embargo, notó que de su brazo emanaba sangre.
Eiran le quitó el casco y vio que el hombre lo miraba fijamente con una intensidad que le hizo retener la respiración.
—¿Estás bien? —preguntó Eiran, notando el fuerte aroma a feromonas alfa que emanaba del hombre.
—Sí —respondió Damon, intentando sentarse, pero su cuerpo no lo dejaba.
Eiran lo ayudó a incorporarse, su contacto provocando que las feromonas de Damon chocaran contra las suyas, creando una tensión palpable entre ellos.
—Te llevaré al hospital —dijo Eiran, viendo la herida en su brazo.
—¿Quién eres? No deberías ayudar tan fácilmente a alguien como yo —respondió Damon, apartando las manos de Eiran con un movimiento brusco.
—Soy médico, y no importa quién seas. Estás herido y lo que necesitas ahora es atención —contestó Eiran, más firme de lo que le gustaría, pero sintiendo la presión de las feromonas de Damon que lo desbordaban.
—No fue tu culpa. Vete. No te metas en esto —dijo Damon, ignorando el dolor de su brazo mientras intentaba levantarse para montar su moto.
—Tu brazo está herido y necesita atención inmediata —insistió Eiran, tomando las riendas de la situación.
Damon, con la cabeza nublada por el dolor, levantó su moto caída y comenzó a montarla, pero sus piernas temblaban, y su resistencia comenzaba a ceder.
—No necesito tu ayuda, puedo ir al hospital solo —dijo Damon, su voz más débil de lo que le gustaría admitir.
—No seas terco. Estás demasiado débil para conducir. Caerás en cuanto empieces a moverte —dijo Eiran, con una firmeza que sorprendió a Damon. Le quitó las llaves de la moto sin esperar una respuesta.
—¡Oye! ¡No seas insolente! —gritó Damon, pero su tono perdió fuerza debido a la sangre que seguía fluyendo de su herida.
Damon nunca se había dejado dominar por ninguna persona, mucho menos por un omega, pero algo en la presencia de Eiran le hizo perder parte de su control.
—Si no quieres ir al hospital, curaré tu herida en mi apartamento. Está a solo doscientos metros de aquí —dijo Eiran, el tono de su voz suave, pero autoritario.
—¿Estás loco? Soy un gánster. ¿En serio me invitas a tu apartamento? —replicó Damon, escéptico, pero el dolor en su brazo lo hacía vulnerable.
—Para mí, eres una persona que necesita ayuda, incluso si eres un criminal —contestó Eiran sin titubear.
El sonido de motores a lo lejos hizo que Damon se pusiera alerta. Sin pensarlo, tiró de la mano de Eiran y lo metió en su coche, apurándose antes de que los otros llegaran.
Damon se sentó al volante mientras Eiran ocupaba el asiento del pasajero, el aire entre ellos cargado de tensión por las feromonas alfas que Damon expulsaba.
—¿Qué ocurre? ¿Quiénes son ellos? —preguntó Eiran, notando la reacción de Damon.
—Mis amigos. No deben verme herido —respondió Damon, arrancando el coche con un rugido que resonó en las calles vacías.
—Déjame conducir —dijo Eiran, sin poder evitar sentir un deseo de tomar el control.
—¿Puedes callarte? —gritó Damon, su paciencia agotándose por la presión que sentía.
Eiran, acostumbrado a tratar con personas fuertes y controladas, no soportó que le gritaran, especialmente cuando él solo estaba tratando de ayudar.
Guardó silencio, pero sacó su equipo médico del asiento trasero. Estaba dispuesto a curarlo, aunque Damon fuera lo más terco que había conocido.
Por suerte, la herida de Damon estaba en su brazo derecho. Sin pedir permiso, Eiran cortó su chaqueta y camisa, dejándole al descubierto la herida.
—¿Qué estás haciendo? —protestó Damon, furioso, pero con una voz debilitada.
—¡CÁLLATE Y CONCÉNTRATE EN CONDUCIR! —le gritó Eiran, esta vez con firmeza, mientras desinfectaba la herida.
Damon sintió una oleada de tensión al escuchar la voz de Eiran, pero por alguna razón, algo en su interior se calmó. El Omega había tomado el control, y Damon no pudo hacer nada más que seguir sus órdenes, aunque su corazón latiera con fuerza bajo la presión de las feromonas que ambos liberaban en el aire.
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Damon dirigió el coche hacia una pequeña clínica y se negó a aceptar la ayuda de Eiran.
Damon salió del auto, su herida apenas cubierta.
—¡Vete! —dijo Damon, dándose la vuelta y caminando hacia la entrada de la clínica, con un tono cargado de autoridad.
Eiran lo miró con molestia desde el asiento del copiloto.
—Oh, por Dios... ¡Qué arrogante es este tipo! —murmuró Eiran, aún sosteniendo las tijeras con las que había cortado la camisa de Damon.
Colocó su botiquín en el asiento trasero y se deslizó al asiento del conductor.
—Espero no volver a encontrarme con él nunca más —dijo Eiran con fastidio mientras pisaba el acelerador y se alejaba del lugar.
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El teléfono de Damon sonó mientras las enfermeras de la clínica trabajaban para coser la herida en su brazo. Sin inmutarse, respondió la llamada.
—Damon, ¿dónde estás? Encontramos tu moto tirada al costado del camino —dijo Adam, uno de los amigos más cercanos a Damon.
—Estoy con mi tío. Me interceptó en el camino y vine con él —mintió Damon con frialdad.
—¿Estás bien? Tu moto está destrozada, parece que chocó contra algo —insistió Adam.
—Estoy bien, no fue nada —respondió Damon con calma, reprimiendo el dolor en su voz.
—Bien, llevaremos la moto al taller. ¿Volverás esta noche? —preguntó Adam.
—No. Ocúpense de la mansión hasta que regrese —ordenó Damon antes de cortar la llamada.
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Había pasado una semana, y la herida de Damon ya estaba casi completamente cerrada, una muestra de la recuperación acelerada típica de los alfas. Durante ese tiempo, había retomado su vida habitual: manejar de manera intermitente la empresa que había heredado de su abuelo y liderar a su círculo de confianza desde su mansión.
Su fría personalidad, típica de un alfa dominante, lo hacía temido tanto por sus empleados como por sus propios familiares. Sus tíos, hermanos menores de su madre, intentaban constantemente despojarlo de su posición como líder de la compañía, pero Damon no les daba el gusto de verlo perder el control... al menos no en su presencia.
Hoy se celebraba una reunión de accionistas, y su asistencia era obligatoria. La sala estaba cargada de tensión, sobre todo porque Damon, desinteresado, se colocó los auriculares y dejó claro que no pensaba prestar atención a las acusaciones de incompetencia que le lanzaban sus tíos.
El ambiente estaba cargado, y las feromonas de los alfas presentes chocaban en el aire. Sin embargo, Damon mantuvo la suya bajo control, mostrándose apático mientras los otros intentaban intimidarlo.
—Mira cómo se comporta. Es un completo desastre como líder —comentó Dawson, uno de sus tíos, dejando que sus propias feromonas se esparcieran en la sala.
Damon apenas reaccionó, ignorando el peso de las feromonas y manteniendo sus auriculares en su lugar.
—Propongo una votación entre los accionistas para decidir si eres apto para liderar esta empresa —dijo Dawson, confiado en el respaldo de otros miembros de la junta.
—El señor Ruiz es el mayor accionista. Ninguno de ustedes tiene el poder para destituirlo —intervino Tommy, un beta y asistente leal de Damon, en un intento de calmar los ánimos.
Dawson soltó una risa burlona. —Un alfa tan inútil como él no debería estar en esta empresa. Si sigue aquí, llevará la compañía a la ruina.
Delon, el hijo de Dawson, recién llegado a la empresa tras completar su maestría en el extranjero, se adelantó hacia Damon, irritado por la falta de respeto que este mostraba. En un acto temerario, le quitó los auriculares sin previo aviso.
Damon levantó la mirada, y sus ojos destellaron con furia. Las feromonas alfa que había estado reprimiendo explotaron en la sala, saturando el aire con un peso abrumador que hizo que varios de los presentes se tensaran y bajaran la mirada.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —gruñó Damon antes de levantarse.
Antes de que Delon pudiera responder, Damon lo agarró del brazo y lo estrelló contra la mesa frente a ellos con un golpe seco.
¡CRASH!
—¡DAMON! —gritó Dawson, corriendo hacia su hijo.
La sangre comenzó a brotar de la cabeza de Delon, que había golpeado el borde de un portátil.
—Eres un simple cachorro aquí, ¿entiendes? Tú y tu padre son nada. Puedo aplastarlos cuando quiera —dijo Damon, su voz grave impregnada de feromonas que mantenían a todos inmóviles, antes de salir del salón sin mirar atrás.
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