Señorita ¿Nos conocemos de algún lado?
Ella intentó no mirarlo de frente pero después se dio cuenta de que eso podría ser sospechoso.
- No lo creo señor, pero tengo una cara muy común, puede que me le parezca a alguien.
Él buscó mirarla más detenidamente pero ella bajó rápidamente el rostro, pero lo que si no pudo evitar es que el hombre se diera cuenta que de común ella no tenía nada.
....................
Muchos años antes.
La familia Vani era una de las más ricas de Italia a pesar de que no vivían con un grado de ostentación que llamara la atención de los demás, el matrimonio se había conocido cuando tenían cerca de trece años en el colegio y fue un amor a primera vista.
Cuando tuvieron la edad establecida para poder casarse lo hicieron a escondidas, los dos provenían de familias pobres que veían a los hijos como una maquinaria de trabajo para ayudar a sostener la economía familiar, en ellas no había cabida para estudios y si se casaban se debían ir a formar su propio camino y eso significaba poco dinero de regreso, por lo que para poder sellar su amor debieron hacerlo en secreto.
No pasó mucho tiempo sin que Ava, que era el nombre de la chica, saliera embarazada y las cosas se complicaron, todo el sostén de la casa recayó en el esposo y ella pasaba los días en la cocina pensando.
Una tarde escuchó a una vecina hablar mientras compraba un poco de fruta en el puesto del barrio y tuvo una idea.
La joven le contaba a la dueña de la frutería que en el bar en el que trabajaba algunos clientes se quejaban que cuando querían acompañar su café o su refresco con un dulce allí solamente ofertaban bollería industrial y Ava rápidamente sin ser invitada se incluyó en la conversación.
La chica tenía un don, todo lo que hacía en la cocina se volvía delicioso al paladar de los demás, no sabía de donde había sacado la gracia pues en su antigua casa nadie nunca la enseñó a cocinar, pero lo cierto era que le nacía como algo natural.
Habló con la vecina y le propuso que llevara algunos dulces hechos por ella al bar para que los dueños los probaran y si les gustaba llegarían a un arreglo para tenerlos siempre abastecidos y la otra como no tenía nada que perder aceptó.
Ese fue el primer paso hacía la buena suerte de aquellos dos casi chiquillos que intentaban vivir su amor de la mejor forma.
Él no estuvo muy de acuerdo pensando en el embarazo y que ella debía estar mucho rato de pie, pero al final lo convenció prometiendo descansar entre los trabajos.
Y así fue como poco a poco fueron saliendo de la miseria, él trabajaba en un camión de mudanza de peón y ella era dulcera.
- Ten- le dijo ella una noche poniendo un sobre abultado sobre la mesa mientras acariciaba la barriga que se notaba bastante a sus siete meses de embarazo- Inscríbete en la universidad, ya no vas a romperte más la espalda en ese camión.
- Ava, estás loca, no puedo ir a la universidad, además ¿De dónde salió todo ese dinero?
- Lo fui guardando aparte de las ventas sin decirte, si te enterabas que lo hacía no ibas a aceptar, yo por ahora no puedo ir por la niña, pero al menos tú sí, eso es lo único que nos dará un futuro.
- No Ava, no puedo dejar que trabajes solamente tú.
- Por favor Hugo, piensa en la niña y en el futuro que podemos darle si uno de los dos estudia.- le suplicó.
- Voy a pensarlo mi amor, pero no te prometo nada, vamos a dormir.
- Gracias por pensarlo, ya verás que tengo razón, vamos a dormir.
Al final la chica logró convencerlo y unos meses después Hugo ya estudiaba en la universidad.
Algunos días se volvieron difíciles para los dos, ella intentaba cocinar el doble sin contar que ya la bebé había nacido, así que cuando Hugo llegaba de la universidad se hacía cargo de todo lo que estaba pendiente en la casa, atendía la niña en lo que pudiera, fregaba las cosas que quedaban sucias a la vez que salían los dulces y después estudiaba para las clases del día siguiente, había momentos en que sentía que no podía seguir, pero cuando la miraba a ella y no la veía desfallecer volvía a retomar el trabajo.
Y así pasaron los años, unos con más trabajo que otros, con alguna escasez o con el suficiente dinero para guardar algo para cuando apremiara la necesidad pero siempre juntos amándose y apoyándose mutuamente.
Cuando estaba en cuarto año de la carrera Hugo tuvo una luz que alumbró su camino, casi por casualidad descubrió una fisura en la seguridad informática de una gran empresa, eso era lo que estaba esperando para obtener un buen trabajo y que su preciosa Ava pudiera descansar.
Con mucho pesar dejó de ayudar un poco a su esposa, pero necesitaba tener concentración en lo que hacía, pasó más horas de las acostumbradas detrás de la pantalla de su ordenador y llenando su cabeza de algoritmos y números que iban y venían hasta que dio con el verdadero problema y lo más importante, la solución.
Ahora solo quedaba contactar al departamento de seguridad informática de esa empresa y presentarles toda su investigación, esperaba que no tuvieran problemas en aceptarlo, al final él no quería mérito alguno por sus noches de desvelo, él solamente quería que lo contrataran, quería un trabajo digno para poder terminar la universidad y alimentar a su familia como era debido.
Pero las cosas a veces no son como uno las imagina, y aunque estuvo dos meses intentando un encuentro con aquella gente nunca recibió respuesta.
Muy bien señor Vani, veamos ese proyecto de negocio que ha presentado y que llamó tanto la atención de uno de mis financistas.
El joven miró al hombre ya entrado en años con nerviosismo.
- Señor Bianchi, tengo que ser sincero con usted.- el hombre levantó una ceja expectante- Ese proyecto lo desarrolló mi esposa y si le parece bien ella estará más que gustosa en venir a desarrollarlo para usted, pero tengo que aclararle que ella lo creó como una distracción para que yo llegara hasta aquí.
- ¿Me está diciendo que estoy perdiendo mi tiempo?
El enfado era más que evidente en el hombre y Hugo sintió como si la temperatura del despacho bajara de golpe.
- No, por favor, no crea eso, además de el proyecto yo tengo algo importante que conversar con usted y sé que va a interesarle.
- Hable rápido o llamaré a seguridad para que lo eche.
- Su seguridad informática tiene una brecha que ya le está costando cientos de euros por día y estoy seguro que dentro de poco le costará millones.
El joven habló apresurado, tenía miedo de que si se detenía un instante el dueño de aquella gran empresa lo sacaría él mismo a empujones.
- Jajajajajaja- estalló en una risa pero Hugo no se rió- Yo tengo a los mejores trabajando para mi, nunca me han fallado.
- Perdone que le diga esto señor Bianchi pero quizás los mejores se confiaron y han dejado que se les escape la liebre.
El hombre dio un golpe sobre la mesa de roble macizo.
- ¡Me está diciendo que pago cientos de euros para que no pongan atención a su trabajo!
- No señor, no estoy juzgando el trabajo de nadie, solamente digo que no han visto algo que yo si detecté.
- Pues muéstrelo.
- Lo siento señor, mi trabajo no es gratis.- el joven sacó un documento y lo deslizó sobre la mesa.
- ¿Medio millón?¿Está intentando venderme los errores de mi empresa?
- No señor, estoy sacando provecho de los desvelos y las noches que pasé recomponiendo su sistema, y no voy a decirle que me siento bien pidiendo ese dinero, pero he estado más de dos meses intentando que su jefe de seguridad informática me atendiera y a cambio yo solamente quería un trabajo, lamento decirle esto pero la arrogancia de ese caballero es más grande que cualquier cosa y no me consideró merecedor de compartir su mismo aire ni por media hora y eso a usted le cuesta dinero.
- ¿Y si yo no acepto? Seguramente se lo venderá al primer postor.
- Puede confiar en que eso no va a suceder, si usted no acepta yo haré como que nunca descubrí nada y lo olvidaré mientras usted tiene cada día pérdidas mayores, lea el contrato, no va a arrepentirse.
El hombre bajó la vista nuevamente al documento.
- Aquí dice que lo autorizo a hackear mi empresa, usted está loco.
- No, loco estaría si lo hiciera sin su autorización, yo tengo una familia y no puedo arriesgarme a ir a la cárcel, lea bien, dice que usted me autoriza y a cambió yo le entrego los códigos para detener el hackeo, y de no darle los códigos verdaderos estaría incurriendo en un delito.
El hombre lo miró fijamente como queriendo creerle.
- Le aseguro señor Bianchi que recuperará mucho dinero.
- Deme los códigos.
- Firme el contrato.
El empresario le sostuvo un poco más la mirada y tomando un bolígrafo firmó.
- Tome- el chico le extendió un sobre y cambiaron un documento por otro.- Cuando quiera comenzamos.- le dijo y sacó de su maletín un ordenador portátil que puso sobre el escritorio.
- Todo suyo- le contestó el empresario y enseguida lo vio empezar a teclear.
Cinco minutos y el sonido de las teclas no cesaban, diez y el joven seguía enfrascado en su trabajo sin hablar.
- Alguien está a punto de entrar por esa puerta a avisarle que todos sus archivos empresariales han desaparecido y que su imperio está totalmente expuesto.- dijo sin levantar la vista del ordenador ni detener el movimiento de sus dedos y un momento después se escuchó una discusión en el exterior del despacho y la puerta de este se abrió de repente.
- Señor, tenemos que hablar.- el jefe de seguridad informática estaba allí parado con el rostro pálido y sudado y su secretaria detrás de él intentando detenerlo.
- Espéreme con todo su departamento en la sala de juntas, en cinco minutos estoy con ustedes.
- Señor, no comprende, algo está sucediendo y necesito hablar con usted ahora.- insistió el hombre tembloroso.
- Espéreme en la sala de juntas con todo su departamento. - le contestó apretando la mandíbula con evidentes ganas de saltar sobre el hombre y este se retiró como perro asustado.
- Ingrese los códigos que le entregué. - Hugo giró el ordenador hacia el empresario y este leyó la clara orden en la pantalla, abrió el sobre y tecleo él mismo los dos números de ocho cifras cada uno que tenía delante.
- Restaurando sistema- escuchó una voz electrónica y la pantalla del ordenador volvió a llenarse de algoritmos que para él eran poco inteligibles.
- ¿Cuando voy a recibir mi dinero señor Bianchi?- le preguntó al ver la cara de satisfacción del hombre mientras seguía mirando la pantalla de su portátil.
- En cuanto reciba su número de cuenta.- le contestó en calma.
Hugo volvió a tomar otro papel y se lo entregó al hombre, este tecleó algo en su ordenador personal y se escuchó el sonido de un mensaje entrar al teléfono del chico.
- Un gusto hacer negocios con usted señor Bianchi.- le dijo extendiéndole una memoria usb y cerrando su portátil para guardarlo- Aquí está todo, creo que su personal está más que capacitado como para descifrarlo, pero si necesitan mi ayuda no dude en llamarme.
- ¿No va a revisar si la suma que le ingresé es la correcta?
- Prefiero confiar en usted como usted confío en mi.- le contestó caminando hacia la puerta.
- Muchas gracias señor Vani y dígale a su esposa que la espero mañana a esta hora para discutir su proyecto.
- Se lo diré señor, ella estará muy feliz de venir a verlo, que tenga un buen día.
Entonces fue cuando el joven matrimonio Vani comenzó a ver los verdaderos frutos de tantas y tantas horas de trabajo y noches de desvelo intentando salir adelante.
Y aunque él insistía que todo lo que habían conseguido fue gracias a ella la chica seguía diciendo que fue por el trabajo duro de los dos, que ella solamente puso una idea.
Pero lo cierto es que fuera de quien fuera el mérito los días de contar los céntimos o de pensar si un refresco era un lujo o no estaban quedando atrás después de mucho sacrificio.
El proyecto anzuelo ideado por Ava fue bien recibido por la empresa del señor Bianchi y con un jugoso contrato, lo que fue creado únicamente para llamar la atención comenzó a dar cuantiosas sumas de dinero y lo recibido por asegurar la informatización de la empresa se invirtió para que siguiera creciendo.
Así fue como los Vani formaron una empresa de hackeo blanco, Sicurezza e lavoro(Seguridad y trabajo), en donde más de uno pagó millones porque el chico encontrara una brecha en su sistema y les hiciera un supuesto hackeo ayudando así a resguardar la seguridad y a calcular posibles daños en caso de que sucediera en la vida real.
La vida de los Vani era pura felicidad, sin embargo seguían siendo el matrimonio humilde y tranquilo que se amaba desde niños, vivían en una casa de tres habitaciones, no necesitaban más que una chica que los ayudara, ellos mismos criaban a su hija y el dinero sobraba, pero no había necesidad de restregárselo en la cara al mundo, solamente una cosa faltaba, habían soñado con tener más niños pero lamentablemente eso no llegaba.
Y así pasaron los años y el sueño que nunca perdieron les llegó cuando su hija Tiana casi cumplía los diecisiete años, Ava Vani estaba nuevamente embarazada.
Esa fue la noticia más feliz para toda la familia después de tantos intentos y el día más esperado fue el de ver nacer a la pequeña Anneta , sobre todo por su hermana mayor que la veía como un rayo de sol.
Entonces la familia se cambió a una casa más grande y en un mejor barrio, pero en lo demás no hubo cambios.
La alegría no paraba de crecer y la nueva integrante de la familia era muy parecida a su hermana, ambas rubias y hermosas.
Ya Anneta iba a cumplir los dos años cuando una tarde sus padres no regresaron del trabajo, al anochecer quien apareció en la puerta de la casa fue el abogado y amigo de ellos Arturo Giannoli acompañado de la policía.
El matrimonio Vani había muerto en un accidente de tráfico, ya todas las verificaciones estarán hechas y no quedaban dudas, a sus diecinueve años Tiana se quedaba sola al cuidado de su pequeña hermana.
Fueron días duros para la chica que debió encargarse de muchas cosas aunque no le faltó la ayuda de Arturo y de alguien más que en un descuido entró al ruedo.
Sin saber de donde en la ecuación apareció Bruno Giannoli, sobrino de el abogado y se convirtió en la sombra de la chica a pesar de el evidente desacuerdo de su tío y seis meses después el hombre se convertía en el esposo de Tiana Vani y su representante en todas las empresas de la familia.
Diez meses después del matrimonio Tiana daba a luz a la pequeña Mia, la que sería criada junto a su tía Anneta como una hermana.
Desde el momento del matrimonio Tiana se convirtió en una sombra de su esposo, ella simplemente atendía su casa y su familia mientras el hombre se hacía cargo de todo lo demás.
Ella nunca se quejó, antes de conocerlo no era una chica de fiestas ni amigos y al parecer él tampoco lo era, no iban a paseos ni restaurantes pero el esposo siempre estaba pendiente de ellas, trabajaba todo el día y llegaba a casa a una hora prudente, no había de que preocuparse, entre ellos nunca hubo un sí ni un no.
Hasta aquella noche en que ya llevaban casi once años de casados.
Temprano un mensajero había llegado a la casa con un sobre y lo entregó a la mujer y ella se derrumbó al ver lo que había en su interior, su esposo tenía una relación con su secretaria y según los documentos que habían en el interior ambos tenían una hija un año mayor que Mia.
Esa noche se escuchó por primera vez en la casa Vani una discusión mientras las niñas, una de diez años y la otra de catorce, se mantenían en su habitación abrazadas.
Por primera vez también se escuchó la palabra divorcio gritada con todo el dolor que estaba sintiendo Tiana y se oyeron ruidos de cosas caer y romperse antes de que llegaran los sonidos de golpes y gritos.
Esa noche también vieron las niñas por última vez a su madre y para desgracia de ellas esa última visión fue la de una mujer golpeada.
- Prometan que van a cuidarse mucho, que nunca se van a separar.- les pedía a su hermana, la que había cuidado y querido como una hija y a su niña- Y si un día necesitan ayuda Arturo sabrá guiarlas.
- Mamá ¿porqué nos estás diciendo eso?- le preguntó inocente Mia.
- Por nada mi amor.- le contestó dando un beso a cada una- Anneta recuerda que si lo necesitan hay lugares donde buscar.- le dijo a la mayor y las abrazó juntas.
Al día siguiente el forense sacaba de la bañera de su habitación el cuerpo de Tiana Vani que supuestamente se había suicidado después de, según una historia clínica de su supuesto psiquiatra, un continuado abuso de ansiolíticos a través de los años y más de un intento de quitarse la vida y de autolesionarse en retiradas ocasiones.
Dejaba una nota redactada e impresa en el ordenador de la casa asumiendo la responsabilidad por su muerte y dejando claro que morir era su deseo desde hacía muchos años.
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