“Nunca sueltes aquello que te hace sentir poderosa y superior.”
Mis padres solían decirlo a menudo para convertirme en la mejor demonio de mi clan y así poder destacar entre la primera jerarquía del Inframundo.
Desde luego que siempre quise destacar entre los demás y recibir elogios de todo tipo pero un hubo un momento en que deje atrás esos deseos.
Siendo una demonio; una vigilante del Inframundo que se dedica a vigilar a otros en el mundo humano con el propósito que no comentan ningún locura fuera de nuestros límites.
El poder de la avaricia, el deseo desenfrenado, la lujuria y libertinaje con el pan de todos los días.
“Mi nombre es Irina, una demonio de rango intermedio que estaba a punto de ascender al rango más alto pero una brecha de mi propia inestabilidad infernal sería el perjudicante de mi futuro.”
¿Por dónde debería empezar con esta triste historia de una demonio?
Claro, desde el principio, justo esa noche lluviosa en donde todo comenzó; el inicio de una historia irreal, grotesca y de un amor imposible…
No era mi primera vez que salía del Averno para ir a la superficie, antes de convertirme en una vigilante, había agarrado la terrible costumbre de salir cada fin de semana para darme mi propio respiro de la vida infernal.
Era increíble como aguantaba mi vitalidad sin tener la necesidad de usar un humano (por eso mismo, fui contratada para ser una vigilante.)
No obstante, mis vigilancias al mundo de los humanos se empezaban a volver caóticas cuando otros demonios interferían con mi trabajo.
A ninguno de ellos le gustaba como los mandaba o les repetía lo que estaba bien o mal.
Si no queríamos llamar la atención, teníamos que ser muy cautelosos y era mi deber dejárselos en claro.
Desde luego que tenía que guardar la apariencia en ese lugar, actuando como ellos y vistiendo como ellos pero con la diferencia que yo misma le da mi propio toque personal.
No me importaba en lo más mínimo mi aspecto físico ni siquiera me importaba verme bella o hermosa pero muchas veces llame la atención de los humanos (hombres), quienes me miraban con perversidad y lujuria lo que me ocasionada que sintiera asco por sus expresiones y pensamientos sucios.
Sentir repulsión por eso no era normal siendo demonio ya que cualquier otro demonio lo disfrutaría pero yo; era yo y jamás lo aceptaría.
En fin, lo único que consumía de un humano de vez en cuando para conseguir energía, era el miedo, la soledad acompañada con la depresión, era lo que a mí me beneficia en aumentar mis poderes.
Mi poder consiste en invocar a serpientes y hacerlos mis mensajeras pero en ese entonces no era suficiente para mí.
Anhelaba ser mucho más que eso y no solo vigilar, sino también contraatacar pero para destacar y subir de nivel, debía consumir más, aprovecharme de aquellos presas de la agonía.
Pero encontrar a un humano que estuviera dispuesto a vender su alma al diablo no era fácil de conseguir y menos de encontrar.
Simplemente tomaba /absorbía lo que quería dejando al humano como un caparazón vacío (no los mataba ni nada por el estilo), ellos quedaban con la misma mirada pérdida.
Obtuve un ridículo apodo: la salvadora; porque a quienes le arrebataba la oscuridad de su alma, podían continuar su vida pero sin metas, sin ilusiones, sin nada que los hiciera sentir vívidos.
No me importaba en lo más mínimo saber que sucedía con ellos al final.
Hubo rumores sobre otros demonios que se aprovecharon de lo que yo hacía y tomaban la oportunidad de devorar a esos humanos.
¿Sentía culpa por ello?
Para nada, somos demonios y está en nuestra naturaleza corromper y alimentarlos de todo aquellos que nos aparezca apetitoso.
Entonces, esa noche donde el clima no me favoreció en lo absoluto ya que estaba lloviendo, pero aún así tenía que cumplir con mis obligaciones, decidí desviarme de mi ruta porque necesitaba encontrar a mi presa.
La primera presa para elevar el ritmo de mi poder pero debo decir que no era fácil encontrar a un humano cayendo al abismo.
Los días lluviosos eran contraproducente para mi estado de ánimo (todavía sigo sin entenderlo.)
Para mi mala suerte llovía a cántaros.
Estaba cansada de ser una vigilante, tenía años haciéndolo y deseé escalar mucho más, no solo destacar sino ser uno de los elegidos para ser parte del Comando Élite del Inframundo (el mejor que existe por cierto) pero para lograr entrar tenía que cumplir con una misión especial: derrotar a un ángel y absorber su poder espiritual.
No solo debía conseguir almas corrompidas sino que se sumaba esa misión especial, lo que complicaba mi horario.
No era una misión fácil de llevarse a cabo.
Los ángeles son nuestro primer enemigo en el mundo pero también están los llamados Arcángeles que son mucho más poderosos por poseer un poder inimaginable.
¿Por qué los ángeles son nuestros enemigos?
“La respuesta debería ser obvia.”
Porque ellos interfirieren con nuestro planes en el mundo humano y evitan que uno de nosotros forme vínculos con los mismos humanos (pactos) pero no solo los ángeles pueden ser nuestro enemigo, sino también nuestra raza ya que obtienen poder matando a uno de nosotros.
Así de podridos está el mundo entero.
Continuando con la historia…
¿Quién caminaría bajo la lluvia en medio de la nada?
Sin ir motivada caminé por la vereda, toda empapada que incluso mi cuerpo empezó a temblar.
‹¿Por qué elegí venir hoy? Ya me pesan los pies por caminar sin rumbo.›, pensé ya malhumorada por el tempestuoso clima.
Suspiré frustrada.
Me detuve por unos segundos.
Realmente parecía que la lluvia no cesaría en ningún momento.
Ya no quería seguir caminando pensando que otra noche podría buscar con más tranquilidad.
Sin embargo, no me rendí y continúe caminando.
Era reacia a irse sin obtener nada.
Entonces vislumbré bajo la lluvia helada y en la penumbra lo que parecía ser un bulto a mitad del camino.
Entre más me acercaba el bulto empezó agarrar forma .
Me detuve a escasos centímetros de lo que sea estuviera tirado.
Con el pie derecho intenté revisar; sentir aquello desconocido pero vaya sorpresa que me lleve al ver qué se trataba de una persona en posición fetal con aparentes golpes en la cara.
El hedor a sangre llegó rápidamente a mi nariz.
‹¿Esta muerto? será mejor que eche un vistazo.›
Me pusé en cuclillas y con cautela revise al humano, era un chico no mayor de 30 años.
Eso es lo que especule a primera vista.
Sus signos vitales eran débiles; respiraba con cierta dificultad aferrándose a la vida.
—¿Qué habrás hecho para acabar en este patético estado? —musité.
En serio que estaba muy golpeado de la cara, tan hinchado que ni siquiera podía distinguir si tenía ojos.
Él se encontraba inconsciente.
No quería ensuciarme las manos con su sangre así que busque otra forma de despertarlo.
Presioné fuertemente su abdomen pero no obtuve respuesta.
‹¿Ahora qué debería hacer?›, me pregunté irónicamente ya que podía sacar provecho del moribundo humano.
Por consiguiente, percibí que él cargaba con ciertas emociones negativas, lo que me resultaba satisfactorio.
Sin embargo, dudé por un segundo.
No pude absorber lo que el humano llevaba por dentro; fue como si mi cuerpo me estuviera avisando que estaba a punto de “comer” algo peligroso.
Era demasiado extraño poder presentirlo porque nunca antes me había sucedido tal cosa.
Ningún humano había logrado descolocarme de tal manera.
Me pareció divertido e intrigante.
Quería saber toda la vida del humano, quería escucharlo y verlo perfectamente a los ojos.
“Un humano como él, era un misterio a resolver.”
Seria como mi experimento que me sacaría de mi aburrida vida.
Con esa sensación electrizante recorriendo todo mi ser, me propuse llevarme al humano y curarlo para después… bueno eso aún era una incógnita.
‹Nadie se atrevería a salvar a un humano pero solo estoy hablando una simple excepción.›
Me enderece lista para irme de allí pero justo entonces escuché una voz, atrás mío.
Escuché una voz escabrosa a mis espaldas.
—Mm. ¿Qué piensas hacer con ese humano?
Torcí mi cuello para ver quién era ese demonio.
(Aproximadamente de un metro ochenta de altura y con los orbes carmesís brillando en la penumbra.)
No me inmute ante su mirada desafiante e intimidante.
—¿Que haré? No creo que sea de tu incumbencia. —le dije seriamente.
Él soltó una risita.
—Mejor continua con tu camino. —agregué.
Por lo visto el demonio era uno de esos que solo buscaban problemas, también uno que devoraba a los humanos.
—¿Qué hace una vigilante por estos rumbos? Desconocía si tienen permitido vagar por el camino equivocado.
Ya sabía que me diría eso, porque esa zona no tenía permitida de vigilar; más bien ni siquiera me correspondía hacerlo.
¿Pero por qué intimidarme con un demonio de rango intermedio?
—No es de tu incumbencia. —le repetí. —No tienes permitido cuestionarme sobre mis asuntos. —le dije hostilmente
—¡Si es mi asunto! Lo que está ahí es mi presa. —exclamó, señalando al humano tirado.
‹¿Entonces él es el culpable que él esté así? Cómo sea, yo lo vi primero y me lo quedo.›
No había manera de comprobar si fue así, además no quería respuestas en ese momento.
Lo único que quise era irme y llevarme al humano.
Ese demonio se acercó un poco más con su aura intimidante.
En ningún momento perdí la compostura.
Estaba claro que ese demonio buscaba pelea.
Él enmarcó una sonrisa malévola, emanando una aura más hostigante que el anterior.
No era raro que entre demonios discutiéramos o peleáramos hasta la muerte.
—Supongo que no queda de otra. Has faltado respeto a una de tus superiores y tendré que castigarte. —pronuncié con una sonrisa empoderada.
“¿Quién se atreve a cuestionarme? Quien lo haga, lo pagará caro. ”
‹Sin duda intenta intimidarme con su maldita presencia; no daré el brazo a torcer.›
—¿Solo por qué tú lo dices? No había visto a una vigilante romper sus propias reglas. ¿Acaso no sabes los límites que tiene cada uno de nosotros?
Y por supuesto que lo sabía de memoria.
Cada demonio (sin importar el rango que tuviera) tiene una zona en especial para “cazar” pero siendo demonios, esas reglas las rompemos de vez en cuando.
Debo aclarar que esa fue la primera vez que salí de mi límite permitido.
Sin embargo yo soy muy despreocupada por las consecuencias, mucho más cuando estoy de mal humor.
—Que más da si rompí una regla. Eso no quita que él sea mío. Yo lo encontré primero y voy a llevármelo.
—Ja Ja Ja. ¿Llevártelo? No me hagas reír. Es absurdo que te sientas segura de ti misma; una vigilante que claramente está debajo de mi nivel.
—¿Debajo de tu nivel? —pregunté con molestia.
Él comenzó a caminar en forma lineal, como si estuviera pensando que decirme.
Al siguiente segundo, se detuvo y me miró fijamente.
Eso sin duda me irritó.
—Puedo percibirlo, ver sin necesidad de ponerte la mano encima, que no eres una oponente para mí. Lo más probable que seas de esas demonios que pierden el control. Así que no eres rival para mí.
Chasquee la lengua y solté un par de maldiciones.
Ese demonio siguió hablando de mí, mencionando lo incompetente que era ante sus ojos e incluso se tomó el lujo de describir con detalles lo mal vestida que me veía.
‹¡¿Qué caraj*s le pasa?! ¡¿Cómo se atreve a insultarme?!›
A pesar que me retorcía de la ira, dejé que terminara de hablar.
No suelo irritarme por los insultos y humillaciones de un simple desconocido, pero como dije, la lluvia es mi peor enemigo para mi estado de ánimo y esa noche mi paciencia explotó.
La rabia nubló mis pensamientos, y mi cuerpo experimentó esa negatividad, provocando que mi rostro se contorsionara.
—Esto es malo… —susurré.
Preferí no contestarle de la misma manera.
Sin más preámbulos, invoqué a mis magníficas serpientes que de inmediato brotaron del suelo.
Eran pequeñas y de un hermoso color turquesa.
Todas del mismo color.
—La paciencia nunca ha sido mi fuerte; ha sido una noche de mi3rd* y quiero irme cuanto antes pero tú, con tu maldit* boca sucia que no deja de parlotear, ya me harto. —espeté.
Mi respiración cada vez mas se agitaba.
¡Sin embargo..!
Él soltó una carcajada como loco.
‹¿Qué es lo gracioso?›
—¿Serpientes? Son tan pequeñas e inofensivas que puedo aplastar con los pies. ¡Deshonras al Clan Vermid! Con tu terrible invocación. —me gritó de forma humillante.
Quizás mis serpientes se veían pequeñas y que no causarían un daño aparente, pero como eran pequeñas se agrupaban en grupos para atacar al enemigo.
Como él era un demonio, las serpientes podían aumentar su poder extrayendo el aura de su oponente.
Él sacó un pequeño mazo.
—¿Así de pequeño es? —le pregunté sarcásticamente.
Él no respondió.
Solo hizo una sutil mueca.
Desde luego no se trataba deun simple mazo.
Aquel mazo masacró a mis pequeñas serpientes y súbitamente, ante mi mirada atónita, el mazo creció de manera espeluznante.
—Supongo que no lo tienes pequeño después de todo.
—Sigue hablando, pronto borraré esa sonrisa de tu maldit* cara. —refutó.
No me deje intimidar por lo grande que era el mazo.
Invoqué más serpientes, movilizándolas por todo el área y ordenando que protegieran al humano.
“No podía creer que lo estuviera protegiendo.”
‹Ese mazo debe tener un limite y cuando llegue el momento, mis serpientes podrán hacer lo suyo.›
Él ansiaba acercarse para poder golpearme.
—¡PUEDO VER TU MIEDO! ¡¿Crees que unas simples serpientes van a detenerme?! Eres una vigilante inútil. —gritó a todo pulmón.
‹Solo es cuestión de tiempo›, pensaba.
Y finalmente, el crecimiento del mazo llegó a su límite.
—Esto se pondrá divertido.
Cuando su mazo golpeó sin parar a las serpientes, estás empezaron a multiplicarse.
El muy tonto no se percató hasta que las serpientes se enrollaron en sus piernas.
—Tsk. ¿Por qué siguen apareciendo más?
‹Mientras más lo aplastes, más poderosas se volverán.›
Solté una carcajada como si fuera una villana a pronto de lograr su objetivo.
Verlo acorralado me llenó de satisfacción.
—¡Te lo dije! No son simples serpientes estupid* demonio. No debiste subestimar a una vigilante. Nunca estuve bajo tu nivel.
Él no debió confiarse; mis pequeñas y hermosas serpientes eran suficientes poderosas al multiplicarse, lo malo, quizás para él, era que yo perdía el control sobre ellas.
‹Lo que me faltaba. Ellas ahora no me obedecen.›
Es por eso que dudaba en invocarlas, porque mi propio poder a veces me jugaba en contra.
Las serpientes no se detendrían hasta acabar con él.
Y si no hacia algo para detener su ataque, yo sería la más afectada al terminar la batalla.
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