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Desaparecidos

12 de marzo de 2024

Bitácora del Inspector Héctor Ramírez

Hoy comenzó como cualquier otro día de trabajo. El sol apenas asomaba entre las montañas de San Cristóbal de las Casas, y la niebla que cubría las calles parecía dar un toque místico al paisaje. Siempre he sido escéptico de las supersticiones locales, pero no pude evitar sentir una leve incomodidad al caminar por las calles silenciosas de la ciudad. Algo estaba en el aire, algo que no se podía definir con palabras, pero que se podía percibir.(Creo que es un olor a incienso o algo similar).

A las 8:15 a.m. sonó el teléfono de la oficina, interrumpiendo mis pensamientos. Contesté como siempre lo hago, con voz firme y directa.

—Inspector Ramírez.

La oficial a cargo del turno me dio la noticia.

—Inspector, tenemos una denuncia de desaparición. La familia Gómez reportó a su hija, Mariana Gómez, desaparecida desde anoche. Nada parece fuera de lo común, pero la familia está muy preocupada. Dicen que no hay rastro alguno de ella, ni signos de lucha.

Mariana Gómez, de 25 años, estudiante de ingeniería. Nada que no hubiéramos escuchado antes, pero la inquietud en la voz de la oficial me hizo pensar que tal vez esta desaparición no sería como las demás.

—¿Algún detalle que se nos esté escapando? —pregunté, mientras comenzaba a prepararme para salir hacia el lugar de los hechos.

—Lo único extraño es que Mariana no tenía enemigos conocidos, ni tampoco llevaba una vida desordenada. Su familia asegura que salió de la casa para encontrarse con unos amigos, pero nunca llegó a la cita.

Suspiré. Era un caso estándar, uno más en una ciudad donde las desapariciones eran relativamente comunes. Sin embargo, algo en la descripción me hizo levantar una ceja. Algo no encajaba.

—Voy para allá. —Colgué el teléfono y me dirigí al coche.

Cuando llegué a la casa de los Gómez, la atmósfera era tensa. La madre de Mariana, visiblemente angustiada, me explicó que la joven había salido alrededor de las 8 p.m. del día anterior, sin dejar más que una nota escrita en su habitación. La nota no decía mucho: “Nos vemos mañana. No te preocupes, mamá.” Sin embargo, la madre estaba segura de que algo había ocurrido. Mariana nunca había sido tan impredecible.

Recorrí la casa en busca de cualquier pista que pudiera explicar la desaparición. El cuarto de Mariana estaba en completo orden, sin signos de lucha o alteración. Lo único que me llamó la atención fue un collar de plata que había quedado sobre la mesa de noche, un detalle pequeño, pero inusual. Mariana siempre lo llevaba puesto, según su madre. ¿Se lo había quitado antes de irse? ¿O alguien se lo había quitado?

La madre no sabía nada más, y los amigos de Mariana tampoco habían tenido noticias de ella. La última vez que la habían visto fue en la plaza central, cerca de las 7:30 p.m. Había hablado brevemente con una amiga, pero después de eso, desapareció sin dejar rastro.

Mientras salía de la casa, no pude evitar pensar en las veces que he resuelto casos como este. Desapariciones de jóvenes que, por alguna razón, nunca regresan a casa. La mayoría, claro, se resuelven con el tiempo, pero hay algo en este caso que me hace sentir que no será tan sencillo.

Mi instinto me decía que algo más estaba en juego aquí. No sabía si era por el tono nervioso de la madre, o por el extraño collar que había encontrado en la habitación, pero algo me decía que esta desaparición no era común. A veces, la ciudad tiene secretos que no se pueden explicar fácilmente, y en los últimos años he aprendido a confiar en mi intuición.

(Es extraño cómo a veces uno se deja llevar por corazonadas, pero no puedo evitar sentir que esta vez hay algo más profundo detrás de todo esto. Algo que no se va a resolver fácilmente.)

Al regresar a la oficina, repasé los detalles del caso. Mariana no tenía enemigos conocidos, no tenía problemas con su familia, y parecía tener una vida tranquila. Pero esas son las desapariciones más complicadas, las que no dejan huellas claras, las que parecen no tener explicación.

Este caso será largo, lo sé. Y probablemente esté relacionado con algo más grande que una simple desaparición. Mantendré mis ojos abiertos.

14 de Marzo 2024

Bitácora del Inspector Héctor Ramírez

Han transcurrido dos días desde que tomé el caso de Mariana Gómez, la joven desaparecida. A pesar de los esfuerzos por conseguir pistas, la investigación avanza lentamente, y el peso de la incertidumbre parece cargar cada vez más sobre mis hombros. Hoy el cielo estaba gris y la lluvia intermitente no hacía más que intensificar la sensación de que estamos persiguiendo algo intangible. Cada minuto que pasa sin un avance tangible me hace cuestionar si este caso es realmente lo que parece.

Hasta el momento, no hemos encontrado ninguna evidencia concreta que nos acerque al paradero de Mariana. Los testimonios de quienes la conocían siguen siendo contradictorios. Su madre continúa en un estado de desesperación, pidiendo respuestas que aún no podemos ofrecer. La joven fue vista por última vez hace cuatro días, cerca de la plaza principal de la ciudad, pero desde entonces su rastro se ha desvanecido. No se ha encontrado su teléfono móvil, ni sus pertenencias, y las cámaras de seguridad de la zona tampoco proporcionaron ninguna pista relevante. Todo lo que tenemos son recuerdos fragmentados de sus amigos y familiares, quienes insisten en que Mariana no habría desaparecido por su propia voluntad.

Hoy volví a recorrer el área donde fue vista por última vez, en busca de algo que pudiéramos haber pasado por alto. No encontré más que una multitud de rostros ajenos, personas que ven todo con indiferencia. Es difícil no sentirse impotente cuando cada calle, cada rincón, parece guardar secretos que no están dispuestos a revelarse. Mariana podría estar en cualquier parte, pero nada me dice dónde buscar.

(Es frustrante. Todo sigue siendo un caos de pistas vagas y huellas desaparecidas. Lo único que tenemos claro es que ella no se fue por su propia cuenta. Esto no es un simple caso de desaparición voluntaria, pero... ¿qué más hay detrás de esto?).

A lo largo de la mañana, entrevisté nuevamente a las personas más cercanas a ella: sus amigos, su compañero de clases, y hasta sus vecinos. Nadie parece saber nada que nos acerque a una explicación. El único detalle que me llamó la atención fue algo que mencionó Clara, su amiga más cercana. En su relato, me dio a entender que, unas horas antes de su desaparición, Mariana parecía haber estado muy distraída, mirando a un hombre en particular. Clara no pudo decir mucho más sobre este sujeto, pero lo describió como un hombre de unos 50 años, alto, con cabello canoso, y de apariencia algo extraña. Al parecer, este hombre estuvo cerca de la plaza, pero no parecía interactuar con Mariana, solo la observaba a lo lejos.

Volví a revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad en la plaza. Fue allí, justo al final del día, cuando vi algo extraño: una figura masculina en la esquina de la pantalla, justo donde se encontraba Mariana. Pero lo más desconcertante fue que la grabación se cortó repentinamente, justo cuando ella se acercaba al hombre. La falla técnica en el sistema fue curiosa, casi como si alguien hubiera sabido exactamente cuándo iba a ocurrir. Lo que me inquieta es que este hombre aún no aparece en ningún registro oficial, y no se le puede identificar con facilidad. ¿Quién es él y por qué estaba tan cerca de Mariana?

(Malditas cámaras, algo no está bien aquí. Esta falla no es normal. Si el sistema se cortó en ese preciso momento... ¿hay algo más detrás de esto? ¿Un testigo? ¿O es simplemente una casualidad?)

Decidí que mañana investigaré más sobre este hombre, aunque no sé si será suficiente para avanzar. El caso de Mariana está tomando un giro extraño, y aunque no tengo pruebas para sugerirlo, siento que hay algo mucho más profundo y oscuro ocurriendo en esta ciudad.

Las desapariciones recientes podrían ser más que simples casos aislados. Algo me dice que estamos apenas comenzando a ver la punta del iceberg.

15 de Marzo 2024

Bitácora del Inspector Héctor Ramírez

Hoy ha sido un día largo y difícil. A pesar de la lluvia constante que empañó la ciudad, no he podido dejar de pensar en los nuevos detalles que Clara, la amiga de Mariana, nos proporcionó. El hombre de unos 50 años, con cabello canoso y una presencia que resultó inquietante, sigue siendo nuestra principal pista. Este hombre, que no parece tener ninguna conexión obvia con Mariana, ha logrado despertar la sospecha de todos nosotros.

Me he centrado en investigar sobre él, pero por alguna razón, parece ser una sombra que siempre se desvanece antes de que podamos atraparlo. He solicitado los registros de seguridad de más puntos en la ciudad, además de la plaza donde Mariana fue vista por última vez, pero hasta ahora no he logrado nada que nos acerque a su identidad. Las cámaras parecen estar jugando un papel extraño en todo esto. El corte de la grabación el día en que Mariana desapareció, justo cuando ella se acercaba al hombre, no ha sido algo que pueda explicarse con facilidad. A lo largo de mi carrera, he visto muchos casos donde la tecnología falla, pero nunca de una manera tan sospechosa.

Hoy, me reuní con los oficiales asignados al caso. Juntos comenzamos a analizar los pocos detalles que tenemos. La descripción que Clara dio de este hombre se vuelve cada vez más confusa. Nadie parece conocerlo, y no hemos logrado obtener registros de él en los sistemas oficiales. ¿Quién es? ¿Por qué estaba tan cerca de Mariana? La situación se está tornando más difícil con cada día que pasa, y la frustración aumenta.

(Es extraño cómo este caso sigue sin despejarse. Siento que algo se me está escapando, que hay algo más detrás de todo esto. Pero no puedo darme el lujo de ser imprudente, tengo que seguir los pasos con cautela. A veces, los detalles pequeños son los que llevan a los descubrimientos más grandes).

Además de las investigaciones de campo, también me encargué personalmente de contactar con los familiares de Mariana. La angustia de su madre, completamente desesperada, es palpable. La señora Gómez no ha dejado de buscar respuestas, y no sé qué más decirle. Cada vez que trato de consolarla, me doy cuenta de que mis palabras no significan nada. Sabemos que su hija no se ha ido por voluntad propia, pero cada vez hay menos pistas que nos orienten hacia su paradero. Aparentemente, no hubo una discusión importante en su casa que pudiera haberla motivado a huir. Las conversaciones que tuve con sus amigos tampoco ayudaron mucho, aunque Clara fue la que nos dio el único indicio más claro.

Hoy, después de varios intentos por encontrar al hombre de la descripción, un oficial me dio una sugerencia. Una posible dirección de la cual podríamos obtener más información sobre este sujeto. Al parecer, un testigo mencionó haber visto a un hombre con las características descritas cerca de un bar frecuentado por personas mayores. Al principio, dudé de esta fuente, pero decidí darle una oportunidad. Lo único que nos queda es investigar cada rincón, cada pista, aunque parezcan mínimas.

Mi equipo y yo nos dirigimos hacia ese bar al final de la tarde, con la esperanza de obtener algo de información. Fue allí donde conocí a una mujer mayor que, después de un largo interrogatorio, nos confesó haber visto al hombre en cuestión en varias ocasiones. No se acordaba de su nombre, pero describió su apariencia y el hecho de que parecía siempre solo, sin hablar con nadie, sólo observando desde la barra.

(Es raro. Este hombre parece tener la habilidad de pasar desapercibido, y eso me inquieta. Hay algo en él que no cuadra, algo que me dice que está involucrado de alguna manera, pero no sé cómo ni por qué).

Ahora tenemos más detalles, pero aún no hay certezas. El caso de Mariana está volviéndose más complicado a medida que pasa el tiempo. La ansiedad de los familiares crece, y aunque trato de mantener la calma, no puedo evitar sentir que la situación se nos escapa de las manos. Mañana, continuaremos con las investigaciones. No tengo tiempo que perder.

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