El primer contacto que tuvo con el mundo real, fue el ardor que sintió cuando la luz de las lámparas del techo, lastimaron sus ojos.
Los cerro... Los abrió... Los volvió a cerrar...
Movió la cabeza para apartar los ojos del techo y el segundo contacto con el mundo real fue un dolor que atravesó su cuerpo entero desde el cuello hasta las piernas.
Al menos... Eso le recordaba que estaba viva.
Abrió los ojos y observó la habitación mientras su respiración hasta ahora, calmada, la hicieron orientarse dentro de aquel lugar.
Había una puerta a su derecha y a su izquierda una ventana desde donde se veía la copa de un árbol.
Toda la habitación estaba pintada de una perfecta combinación entre blanco y vainilla.
Cálido...
Se miro las piernas debajo de la manta color blanco. Intento moverlas pero le fue imposible... No las sentía.
Se miro el pecho, tenía senos, era mujer... ¿Por qué no pudo recordar lo que era? Se sentía fuera de sí, ¿cuanto tiempo estuvo durmiendo? Intento formular una idea, un pensamiento, un recuerdo pero nada le vino a la mente.
Intento abrir la boca para hablar pero no pudo emitir sonido. La nariz le hacia cosquillas pero al punto de ser irritante... Era una Cánula nasal el causante de dicha molestia.
¿Cómo terminó en un hospital?
«—¡MAMÁ!»
El dolor que atravesó su cabeza fue indescriptiblemente fuerte, como si alguien le hubiera aporreado la cabeza contra la pared muchas veces.
Intentó aplacar el dolor cerrando los ojos pero fue imposible. La maquina a su lado empezó a sonar descontroladamente.
«—¡MAMÁ!»
Su cuerpo entero se sacudió en un intento de aplacar el dolor y a la voz que hacía eco en su cabeza.
La puerta de la habitación se abrió rápidamente y de ella emergio una mujer vestida de blanco quien al verla, rápidamente volvió a cerrar la puerta, dejándola sola pero no por mucho tiempo.
Por segunda vez se abrió la puerta y la misma mujer entró con un hombre cuya vestimenta era una larga bata blanca.
—Despertó, como le dije...
El doctor se acerco a ella, sacó una pequeña linterna de mano y le abrió los ojos.
—Tranquila... —murmuró —Se que debe sentirse desorientada ahora mismo pero debe controlar su respiración... —le ordenó amablemente mientras la tomaba de los hombros y la recostaba en el respaldo de la cama —Dígame, ¿puede hablar? Algo sencillo...
—S-si...
El hombre de 65 años sonrió con alivio.
—Me alegro... Tranquila, ha estado en coma por...
La puerta se abrió de nuevo y un hombre de traje gris hizo acto de presencia.
—¡Amor! —jadeo al verla —¡Gracias al cielo! —exclamó y se acerco a ella
—Señor Lombardi, cálmese... Debe dejarla adaptarse.
—Si si... —el hombre, feliz, tomó la mano de la mujer —¿Cómo estás? —sollozo
La mujer miro sus ojos verdes unos segundos antes de apartar la mano.
—¿Qu-quién... eres?
El hombre delante, rápidamente abrió los ojos grandemente y la observó sin poder creer lo que le acababa de decir.
—¿Qui-quien, soy?
Sus ojos se cerraban de nuevo.
Tenía sueño... Pero se obligaba a no dormirse.
El hombre que había entrado a la habitación y cuyo nombre no conocía pero se apellidaba Lombardi, rápidamente salió junto al doctor y la enfermera luego de haberle lanzado aquella duda.
¿Quién era? ¿De qué le tocaba?
La puerta de la habitación se abrió de nuevo y el doctor entró solo.
—Me alegro que siga despierta.
—Tengo... Su-sueño.
—Es normal, su cuerpo ha estado en reposo pero su cerebro ha tenido actividad. Así que es normal que tenga sueño, sin embargo, aún hay que hacer estudios a fondo.
—El hombre de hace un momento...
—Oh, al señor Lombardi le he pedido que me deje a solas con usted. Quiero hacerle más análisis y así mismo unas cuantas preguntas. ¿Puedo?
—Si... Cre-creo.
—¿Sabe como se llama?
La mujer negó.
—¿Edad?
Negó.
—¿Tiene algún recuerdo antes de haber despertado en el hospital?
De nuevo, negó.
El doctor, suspiró —Entiendo...
—¿Usted... Sabe?
El hombre, asintió.
—Si, pero eso se lo iré diciendo poco a poco. Ya que, es mucho para digerir... Sin embargo, empezaremos por lo básico. Su nombre...
Nombre... ¿Cómo sería? ¿Largo y con varios nombres? ¿Corto y sencillo?
La mujer asintió, dándole su consentimiento al doctor para continuar.
El doctor guardo las manos dentro de los bolsillo de su larga bata blanca.
—Alma... Ese es su nombre.
—¿A-Alma?
El hombre asintió.
—Si, Alma Rizzo.
Alma Rizzo...
«—¡MAMÁ!»
Alma, cerro los ojos con fuerza cuando el dolor de cabeza regreso.
—El niño...
—¿Qué niño? —inquirio el doctor —¿Recuerda algo?
—Escucho una voz... Un... Niño...
—¿Qué le dice? —Rápidamente, el doctor sacó su bolígrafo y una pequeña libreta de apuntes
—Mamá...
Antes de apuntar algo en la libreta, el doctor la miró con extrañes.
—¿Mamá?
Ella asintió.
—Si... ¿Te-tengo hijos?
Suspirando, el doctor guardo de nuevo la libreta y bolígrafo en su bata.
—No señora Rizzo. No tiene hijos, ni tuvo alguna vez.
—Pero...
—Debe ser debido al shock que experimenta luego de... —pero el doctor, calló
—¿Luego de?
—Haber estado en coma unos días.
—¿Coma?
—Si, estuvo en coma algunos días ya que padece de Narcolepsia. Solía dormirse y despertar en horas pero esta vez... Casi una semana estuvo en coma. —explico el doctor —Por eso le haremos algunas pruebas para saber si necesitará de rehabilitación intensiva para recuperar el movimiento de sus extremidades o en efecto, con algunas sesiones será suficiente.
—Entiendo... Eh... ¿El hombre afuera..?
—Ah, si, el señor Lombardi es... Bueno, el señor Valentín Lombardi es su esposo.
Alma contuvo el aliento —¿Es...
El hombre asintió.
—Si, su esposo. Se que es difícil de procesar pero le aseguro que es real y ya llevan cuatro años casados. Aún no es tiempo de que sepa todo pero le aseguro que su vida es feliz a lado de su esposo.
La mujer bajo la mirada a sus manos y las observó con atención, en efecto, en la mano izquierda, en el dedo anular, tenía la marca de un anillo y aunque no lo tenía físicamente, aun había rastros de el.
—Bien, empezaremos con los análisis si le parece bien.
Ella asintió —Si, por favor.
...[...]...
La siguiente semana, Alma Rizzo la paso en rehabilitación. Durante todo ese tiempo, a su esposo le habían prohibido verla para que ella pudiera concentrarse en su recuperación. Según el doctor, ya tendría tiempo de ponerse al día sobre su vida. Ahora, era tiempo de ver por ella y su salud.
Alma, se miraba en el espejo del baño. Durante toda la semana, enfermeras le habían ayudado en todo. Desde bañarse, cambiarse, etc. Ahora, era la primera vez que había algo completamente sola. Le había costado pero estaba lista para irse a casa...
—Casa... —murmuró mientras mantenía la mirada en su reflejo.
Ojos negros al igual que su cabello. Piel blanca aperlada. Sus rasgos eran finos y bien delimitados, su cuerpo estaba en forma como si hacer ejercicio fuese parte de su rutina diaria y ahora, suponía que su extrema delgadez se debía a que había sido alimentada todo este tiempo por sonda.
Por más que se escaneaba de arriba a bajo, algo no le cuadraba. Simplemente... No se sentía ella.
Se sentía fuera de lugar y más ahora que saldría del hospital para enfrentarse a su verdadera "vida". Le aterraba pensar en lo que le deparaba ahí afuera.
Cuando se convenció de que primero debía salir del hospital, tomó el picaporte de la puerta del baño y salió en busca de sus cosas.
Las enfermeras le habían llevado ropa y accesorios que ella usualmente usaba. Las escaneo mientras estaban sobre la cama donde estuvo en coma y en rehabilitación durante días, pero por alguna razón, no las sentía suyas.
Dos toques a su puerta, le hicieron saltar del susto y mirar como el blanco objeto se abría para darle paso al mismo hombre que había visto la primera vez que despertó.
—Hola queri... —pero él calló.
Algo que Alma agradeció mucho mientras le observaba. Llevaba un traje gris y un celular en mano. Tenía el cabello café claro y los ojos verdes. Su piel, era similar a la suya: blanca aperlada.
—¿Estás lista?
Alma miro su bolso y empezó a guardar sus accesorios.
—Supongo... Aún no me hago la idea de... Estar casada.
El hombre, cuyo nombre, según el doctor le había dicho que era Valentín Lombardi, asintió.
—El doctor Santoro me ha mantenido al tanto de tu progreso y... —murmuró, acercándose a ella para extenderle un documento —Decidí traerte esto para que estés un poco más calmada.
La oji negra le miró y luego desvío la mirada al documento que tenía en mano.
—¿Qué es..? —pregunto y lo tomó en mano
—Una copia de nuestro acta de matrimonio.
En efecto... Eso era. Y en efecto... Estaba casada con él.
—Supongo... Que puedo confiar en ti. —Alma le miró, clavando sus ojos negros en los verdes de su esposo
Valentín sonrió y alzo una ceja con coquetería —Siempre.
—¿Qué procede ahora?
Su esposo suspiró.
—Intentar salir vivos de aquí.
—¿A qué te refieres?
Valentín sonrió.
—Tu nombre es muy reconocido en toda Roma. Así que... No te sorprendas ni un poco de ver reporteros esperando por ti afuera.
—¿Mi nombre?
—La familia Rizzo es la familia más rica de toda Italia y tu, esposa mía, eres la dueña de la constructora más grande de todo el país.
—Eso no... No lo sabía. —responde Alma con total sinceridad
—Si, el doctor omitió información en su momento irrelevante, porque lo principal era tu salud. Ahora, es tiempo de que te ayude a recordar quién eres. ¿Estás lista?
La peli negra negó —Realmente, no.
Él sonrió y le extendió la mano.
—No te preocupes, estaré aquí para ayudarte. Por el momento... No pienses en mi como tu esposo, sino, como un amigo dispuesto a apoyarte.
Alma sonrió por primera vez desde que despertó.
—Gracias. —le extendió la mano de igual forma
Él asintió —No tienes de que, ahora, ¿estás lista para salir de aquí? —pregunto, apretando su mano con delicadeza
Alma afirmó con la cabeza —Si, así es...
Juntos se dirigieron a la puerta de la habitación y salieron al pasillo. Todo parecía tranquilo pero conforme avanzaban, la gente que pasaba a su lado o a la cual dejaban atrás, los miraba con interés. Algunos, hablaban entre ellos y murmuraban cosas.
Por una fracción de segundo, Alma tuvo miedo de seguir caminando, sin embargo, Valentín le apretó la mano a manera de apoyo y no se detuvo mientras la guiaba hacia la salida que daba al estacionamiento.
—El personal de seguridad hizo todo lo posible para que ningún reportero entrará. Sin embargo, al salir, no te alarmes si una ola de ellos nos esperan.
—En-entiendo...
Alma siguió a Valentín hasta el estacionamiento y cuando estaban salir, él se detuvo y la miró a los ojos.
—Toma... —le entregó unos lentes de sol —Nunca sales sin ellos.
—¿Debo ponérmelos?
—Solo si quieres. —le sonrió
La oji negra miró los lentes que él tenía en la mano y los tomó —Gracias.
Mirandolos, supo, por las piedras incrustadas en el armazón, que los lentes que tenía en mano, sin duda, eran algo que no podías comprar en cualquier lugar.
Colocándoselos, miró al peli café quien fue el encargado de abrirle la puerta y salir detrás de ella.
Una camioneta negra, con cristales polarizados, los esperaba con un chófer dentro.
—Vamos. —Valentín le extendío la mano
Alma trago saliva con fuerza y le dio la mano antes de sonreírle con lentitud.
Ambos bajaron las escaleras tomados de las manos. Sin embargo, cuando pusieron un pie en el último escalón, una ola de reporteros que habían logrado evadir a los guardias, llegaban hasta ellos.
—Sube... —apremio el oji verde
Ella no dudo y subió al auto al tiempo que el también lo hacía justo en el momento que todos los reporteros se amontonaban alrededor del auto lanzando flashes de sus cámaras y haciendo preguntas al azar sin poder saber de quien exactamente venía.
Por fortuna, el auto se puso en marcha y ambos dejaron atrás a la multitud de paparazzis.
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El auto los llevo a una zona residencial y hasta el final del sendero donde se encontraba su casa, si es que de casa pudiera hablarse.
Rodeada de muros color crema, las rejas de la casa se abrieron cuando estuvieron a unos metros de ella.
El auto sin problemas accedió a los terrenos de la mansión que se erguia en lo alto de una pequeña colina.
Alma pudo notar la mirada de Valentín sobre ella pero no menciono algo al respecto.
El auto rodeo una fuente en la entrada y se detuvo frente a las escaleras de la mansión.
—Permiteme... —el peli café bajo del auto y rodeandolo le abrió la puerta —Con cuidado.
Alma acepto la mano que él le daba y bajo del auto. Se quito los lentes creyendo que así podría ver mejor la magnífica construcción delante de ella.
—¿Te gusta?
—Es impresionante —admitió ella
—Contratamos a los mejores arquitectos del país para edificarla.
Alma le miró y simplemente asintió.
—Vamos, sube, bajaré las maletas.
Por inercia ella regreso la mirada a la gran puerta negra que se alzaba al final de las escaleras.
Sin perder tiempo, subió uno a uno los escalones mirando cada tanto a su alrededor.
Cuando solo faltaban 5 escalones para llegar, la puerta se abrió de golpe y del interior de la casa salió una mujer de unos 60 años de edad.
Vestía con un gran vestido verde oliva qué le llegaba hasta los tobillos.
—¡Oh! Gracias al cielo estás en casa querida... —sin darle tiempo a la oji negra de alejarse, la mujer la estrujo entre sus brazos —Cuánto me alegro.
—Calmada Chiara —Valentín llego hasta ellas y separó ligeramente a la mujer de la peli negra —Acuérdate que Alma no recuerda nada.
La mujer se alejo de ella con la tristeza adornando sus ojos —Oh, mi niña cuanto lo siento.
Valentín sonrió —Am... Alma, ella es la señora Chiara, tu nana de toda la vida.
Alma observó a aquella mujer y sonrió apenada de no recordar nada —Lamento no poder recordarla.
La mujer le tomo de las manos y negó intentando no llorar —No te preocupes mi niña, yo te aseguro que te ayudaré a recordar.
—Gracias.
—Entremos... —apremio el oji verde
Los tres entraron a la casa y Alma contuvo el aliento ante la belleza interior de la mansión.
—Dejame llevar las cosas a nuestra habitación.
—Sobre eso... —ella le interrumpió —Yo quería... Bueno... Si es posible...
—Entiendo, querida —sonrió la anciana —Querido, prepararé otra habitación para Alma.
Valentín miró a la señora Chiara con asombro hasta que mirando a su esposa unos segundos, asintió.
—Entiendo, no era mi intención incomodarte.
—Gracias por entender.
—Espero puedas considerar al pasar los días cambiar de opinión.
La anciana sonrió —Iré a preparar una habitación.
Ambos se quedan solos a lo que Alma intuyo que debe decir algo, pero simplemente no sabía qué.
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Alma descansaba en la habitación que le habian otorgado y mientras miraba el techo blanco no podía evitar sentirse agobiada por todo lo que había conocido de ella desde que despertó.
Era la heredera de una importante empresa de construcción. Justo ahora estaba en Italia, ¡Italia!
Alma Rizzo era su nombre... Y no tenía hijos.
—Hijos... —murmuró
Sentándose en la cama, observó la habitación. Parecía que nadie la habitaba ya que si bien, estaba bien decorada, no se podía sentir ese calor de un lugar propiamente adueñado por alguien.
Realmente la habitación era para visitas.
Bajando de la cama, se dirigió al balcón para observar el hermoso jardín que se extendía por los terrenos de la mansión.
Dos toques a la puerta la hicieron sobresaltarse, pero recuperando la compostura hablo.
—Adelante.
La puerta se abrió a los segundos y Chiara asomo la cabeza —Espero no molestar mi niña.
La oji negra sonrió antes de sacudir la cabeza —En lo absoluto.
—Te he traído un poco de té, es de tus favoritos y siempre que lo bebes te relaja. —comento mientras empujaba consigo un carrito donde descansaba un hermoso juego de te chino —Té en uno de tus juegos favoritos. ¿Te trae algún recuerdo?
Alma se acercó al carrito, observando las tazas color negro con detalles dorados.
«—¡Pero que hermoso!
—Gracias, es un regalo por parte de...»
—... De un socio de Pekin...
La anciana le miró con asombro —¡Recuerdas!
La peli negra sacudió la cabeza en negación —Eso es todo.
Con emoción la anciana le sirvió te —Pero es un comienzo. Ten...
—Gracias Chiara.
—Dime Nana, claro, cuando te sientas cómoda.
—Gracias Nana, lamento parecer una completa desconocida.
La anciana negó —No te disculpes por no recordar quien eres, estoy segura que con el tiempo iras recordando y todo irá cobrando sentido.
—Dime, ¿tengo familia?
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