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El Señor Oscuro Y La Gran Bruja De La Calamidad

Capitulo 1: Una Historia de Demonios

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“Primero pienso, luego existo”. Recuérdalo bien, no puedes pensar sin ser, no puedes existir sin pensar... Tómatelo con calma, primero respira, luego piensa y simplemente... Sé”.

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Hace mucho tiempo. En una era donde las lunas de sangre aún no resplandecían en las noches más oscuras, y en donde las criaturas de la noche se paseaban de un lado a otro en busca de su próxima comida. Había un reino caído en desgracia:

"Vieja–Arcadia" era su nombre. Y era una tierra pobre e insignificante. Que fue devastada por la codicia y la lujuria de sus habitantes; Sus campos eran grises y estériles, no había verde que creciera sobre ellos. Y sus fuentes de agua (ríos, lagos y lagunas) se estaban secando poco a poco. Alguna vez albergó una fauna silvestre única y abundante que habitaba en sus valles, galopaba en sus llanuras y protegía sus bosques. Pero esos días de gloria llegaron a su fin; cuando inició la guerra en contra de un enemigo malévolo, que surgió desde las profundidades del Inframundo:

"El Señor Oscuro" ascendió a la superficie, y trajo consigo legiones de demonios y criaturas sedientas de sangre humana que atormentaron y asediaron a todos los habitantes de estas tierras.

Inútiles fueron todos los intentos de resistencia en su contra. No había ejército mortal que pudiera combatir contra las fuerzas del mal; y abundantes fueron los ríos de rojo carmesí que fluyeron sobre los campos, en donde se libraron los intentos de resistencia de la humanidad en contra de los demonios.

Ancianos, hombres, mujeres e incluso niños inocentes fueron víctimas de su hambre insaciable, y su carne alimentó a los monstruos por años. Ellos no se detendrían hasta acabar con todos los habitantes de estas tierras. Matarían hasta al último de ellos y comerían su carne exquisita, porque para eso estaban ahí: para comer.

¿Por qué habían emergido de las profundidades para comerse a los humanos?, bueno, después de todo son demonios, ese comportamiento no debería ser extraño para nadie. El atacar sin razón aparente es algo que haría un demonio ¿cierto?

Pero la realidad es que solo existe una única razón por la cual los seres del Inframundo ascienden a la superficie a depredar a los mortales; y esta razón era: "el dulzor de los pecados". Porque mientras más viles, despreciables y antipáticos fueran los mortales, más desprendían ese dulce olor que atraía a los demonios; y que los llenaba de gula por atragantarse con su carne pecadora y sazonada con el dulce sabor de sus pecados.

Y así había sido hasta ese entonces. Porque los habitantes de Vieja–Arcadia de aquellos días eran los más viles, despreciables y antipáticos que había sobre la tierra. Ellos mismos habían llevado su reino a la ruina, con sus inmoralidades y atrocidades, hasta que agotaron todos sus recursos. Y cuando finalmente se quedaron sin nada, invadieron y robaron a sus vecinos y los llevaron a la ruina. Eran personas carentes de moral y sin una guía justa e imparcial que pudiera controlar sus actos deplorables.

La llegada de los demonios era inevitable, y cuando finalmente invadieron las calles y asediaron las ciudades, se dieron un festín como nunca lo habían tenido en miles de años. Y ahí se quedaron en Vieja–Arcadia. Por siete años exactos, devorando a su gente y expandiéndose por todo el continente.

Así fue hasta el día en el que el reino fue salvado, por las únicas personas que pudieron hacer algo en contra de las fuerzas del mal: "La Nobleza".

Los nobles no eran personas comunes y corrientes como los campesinos que araban los campos día y noche, o como los humildes trabajadores y comerciantes que trabajaban de sol a sol, cargando con el peso de sus espaldas y derramando litros y litros de sudor, con tal de llevar la comida a la mesa.

Los nobles simplemente poseían un par de cosas que la gente común no poseía:

1.– Recursos ilimitados (bienes, estatus, prestigio, propiedades y un título que determinaba su posición en la sociedad).

2.– Literalmente todos los miembros de la nobleza poseen "sangre azul".

Y fue gracias a ellos, y a todos sus aportes a la sociedad devastada por el hambre de los demonios, que los habitantes de Vieja–Arcadia encontraron la luz más allá de la oscuridad que los había asediado por tanto tiempo: Gracias a ellos, fue posible enderezar a la población, ya que trajeron una religión cuyas enseñanzas corregirían su comportamiento despreciable, y también fue posible financiar la construcción de templos e iglesias por todo el territorio, en estos lugares a los que únicamente se podía acceder con ofrendas en mano, fueron invocadas las fuerzas celestiales que combatieron contra los demonios y finalmente los exterminaron. Y también les enseñaron nuevas doctrinas y artes, que ayudarían a los humanos a no cometer los mismos errores dos veces.

Pero eso no era lo único que los nuevos salvadores de la humanidad habían hecho por sus compatriotas. Cuando la guerra terminó y el reino fue libre una vez más, pusieron en marcha diversos proyectos que poco a poco recuperarían la antigua gloria de Vieja–Arcadia:

La agricultura, la ganadería y el comercio internacional regresaron al país, y con ello los ciudadanos arruinados y muertos de hambre tuvieron empleos otra vez. Trabajos proporcionados por la nobleza que los ayudaron a recuperar sus vidas después de la gran calamidad.

Sí; el Señor Oscuro había tardado siete años en arruinar por completo a toda una nación, pero tan solo se necesitaron dos años para que la sociedad resurgiera, y la estabilidad regresara al país. Y aproximadamente un año y medio después, el reino fue completamente restaurado, casi desde sus cimientos. Mientras los nobles invertían sus bienes para mejorar el país y la gente común pusiera su mano de obra para traer a la realidad los deseos de sus patrones. Habría esperanza de mejorar cada día más.

“Los nobles protegen a sus ciudadanos y ellos usan sus manos para hacer realidad sus sueños y ambiciones, así deben ser las cosas para que todo y todos estén donde deben estar”.

Y esa es la doctrina con la que todos y cada uno de los miembros de esta sociedad fueron formados.

Los nobles debían estar en la cima, y la gente común debía aspirar a servirles con la mayor diligencia posible. Después de todo, actualmente no había nada dentro del reino que no le perteneciera a algún "sangre azul". Desde las chozas más humildes que se esparcían por los campos de cosecha, hasta los grandes y lujosos edificios que decoraban las grandes ciudades.

“Todo les pertenecía a ellos, y nosotros solo tenemos suerte de que nos dejen vivir aquí”.

En ese entonces cada quien aceptó su rol en la sociedad, nadie tenía muchas opciones después de todo, por lo que hoy es posible notar discrepancias. Pero ¿Qué piensan de esto los habitantes de Nueva-Arcadia hoy, 1000 años después de la guerra?, eso lo veremos a continuación:

Nueva-Arcadia: (Año 1864)

– "Ya no puedo seguir leyendo esto, es demasiado cruel lo que ocurrió". –dijo una bella doncella de sentimientos puros y un corazón tan dulce como la miel. Ella se encontraba leyendo un libro de historia, como parte de sus estudios para una prueba futura que ocurriría muy pronto. Pero al mismo tiempo le era difícil lidiar con los hechos más crueles y sangrientos que eran relatados en cada página–. Es doloroso leer lo que nuestro pueblo tuvo que sufrir siglos atrás, el horror descrito fue tan brutal que tuvieron que usar metáforas para referirse a los habitantes de Arcalandia; llamarlos "demonios" es terrible, pero es incluso más doloroso saber que nada ha cambiado desde ese entonces... Vieja-Arcadia o Nueva-Arcadia... Los habitantes de estas tierras nunca van a cambiar.

Ella estaba sentada en una de las tantas bancas metálicas, una que estaba ubicada en medio del pasillo principal de una prestigiosa academia que se encontraba de frente con una pintura espectacular: (en el lienzo destacaban los jardines coloridos y colmados de gerberas, margaritas y tulipanes que encantaban a la vista. El autor de la obra de arte se hacía llamar: Adrien M.D. Ese debía ser su seudónimo ya que ningún artista famoso y reconocido era poseedor de ese nombre).

Pero muy pronto su paz se vió interrumpida, cuando una vieja conocida apareció repentinamente para sacarla de su tranquilidad.

– ¡Vaya!, ¡Pero si es la vergüenza del noroeste, de la familia Bellstar!, ¿Qué estás haciendo pequeña idiota? –Preguntó una dama de actitud desagradable. Su forma de "saludar" inició con empujones constantes al rostro de la doncella de cabellos lisos, hasta que le tumbó sus lentes redondos–. Te estás preparando muy bien para el examen de historia ¿eh?, pues me viene bien. Ya que no tengo planes de estudiar ni un poco así que otra vez necesitaré tu ayuda.

– Yo... este... No puedo ayudarte otra vez... La última vez el maestro se dio cuenta y casi me...

– ¿Eh?, ¿Me estás diciendo que no vas a ayudarme?, ¡Tú vas a hacer lo que yo diga mocosa!, ¡Y deja de tutearme Bellstar, yo soy tu superior y debes hablarme con respeto! –exigió la hermosa señorita de cabello rubio como el maíz. Era hermosa, muy bella; de rostro agradable, figura envidiable y proporciones que muchas quisieran tener, pero era tan bella como maleducada y malévola.

– Lo siento, mi señora... Yo... No puedo... El maestro Thompson nos descubrió y tuve que recurrir a medidas vergonzosas para evitar la expulsión. –respondió tímidamente, mientras alzaba sus lentes del suelo–. Si vuelve a descubrirme no tendré la posibilidad de...

– ¡A mí no me importa una mierda lo que te pase, vas a ayudarme y punto! –respondió, salpicando el rostro de su compañera con pequeñas gotas de saliva–. ¡Si tanto te preocupa que el maestro vaya a expulsarte, haz lo que todos hacemos y págale para que haga la vista gorda!

– No puedo hacer eso... Es vergonzoso, y la última vez que lo hice me sentí muy mal. Tomé ventaja por sobre mis otros compañeros que se esfuerzan por obtener las mejores calificaciones, eso no me parece justo...

Pero antes de que pudiera continuar; recibió una bofetada.

– ¿Vergonzoso?, ¿te crees mejor que yo solo porque te matas estudiando para seguir siendo una inútil?, ¡conoce tu lugar Bellstar, sin importar lo que hagas tú y tu familia siempre serán parias en nuestra sociedad!, –de reojo notó los detalles en la vestimenta y los útiles de su compañera; y vió que su uniforme tenía algunos hilos sueltos, y que sus útiles también estaban algo desgastados–. ¡Un momento... ya lo entendí! –entonces comenzó a reír frenéticamente, hasta doblarse sobre su estómago, y cuando finalmente recuperó el aliento continuó–: ¡Eres una hipócrita de mierda, lo que pasa es que no puedes pagarle porque tu familia apenas si puede pagar tu mensualidad en esta escuela!

– Eso no... No es... No es cierto –replicó– «No permitiré que hable mal de mi familia, si lo hace yo voy a... Voy a... Acusarla».

– No trates de engañarme. Sé como piensan los pequeños idiotas como ustedes, que tratan de ahorrar cada miserable migaja como si eso fuera a cambiar algo. Pero te voy a dejar las cosas muy en claro –rápidamente tomó a su compañera por las mejillas, hasta clavar sus uñas postizas en sus pómulos rosados– Hoy me vas a ayudar en el examen, porque si no lo haces haré tu vida aún más miserable de lo que ya es.

– Si, baronesa Lilliette Magnuson –respondió con humildad la jovencita de cabello acaramelado.

– Excelente. –dijo la baronesa, y finalmente la soltó tan pronto como obtuvo la respuesta que esperaba–. La verdad es que si te expulsan no podría importarme menos, detrás de ti siempre habrá alguien más que ocupará tu lugar. Eres tan reemplazable como los pobres zánganos que trabajan para nosotros... Eso son ustedes los Baronets: "Los siervos oficiales de la nobleza".

Cuando la supuesta baronesa finalmente se retiró del lugar, su compañera buscó entre sus pertenencias hasta encontrar su espejo de mano. Y vio los rasguños que le había provocado su compañera de cabellos dorados; y vió su sangre ni roja, ni azul, más bien rosada, que brotaba de los rasguños en sus mejillas.

Su nombre era: Lisa Bellstar. Era la segunda hija de la casa Bellstar, una familia noble del Reino de: "Nueva–Arcadia". Que obtuvieron el título nobiliario de "Baronet" el rango más bajo de la nobleza, y que el resto de sus compañeros veían con desdén y desprecio, y que los ciudadanos comunes y corrientes veían con envidia y recelo.

Lisa no era popular, de hecho era muy poco importante para casi todos en su academia. No era precisamente "atractiva". De hecho era considerada como una de las "intocables" por sus compañeros, esto se debía en parte a que:

Era un poco más alta que sus compañeras y no tenía muy buena figura y casi no tenía lo que muchos considerarían "atractivo femenino"; era delgada, incluso parecía que la brisa más débil podía levantarla por los aires de un lado a otro, como un diente de león cuando el soplido de una ventisca lo llevaba de aventura por todo el mundo. A veces se veía tan pálida que parecía enferma y le costaba mucho hablar por más de cinco minutos con cualquiera de sus compañeros, ya que era muy tímida y reservada.

Se sabía también que era muy enfermiza, ya que en las épocas invernales siempre andaba con la nariz tapada y el rostro enrojecido, tosiendo y estornudando de un lado a otro. También era terriblemente miope, al punto de tener que usar lentes gruesos y redondos, y que le daban una apariencia "graciosa" según varias de sus compañeras de clase que disfrutaban burlarse de ella.

Su rostro si bien no era desagradable, tampoco tenía algo en especial que pudiera llamar la atención de sus compañeros: Sus ojos eran de color azul celeste, como el manto del cielo despejado; tenía ojeras muy pronunciadas por debajo sus párpados, sus mejillas eran rosadas y tenía algunas pecas que se esparcían desde su nariz hasta sus mejillas. Sus labios eran finos y rojizos y detrás de ellos se ocultaban unos incisivos unos cuantos centímetros más largos en comparación al resto de su dentadura.

Y finalmente estaba su cabello: Muy liso, grasoso y suave solo a la vista; de color caramelo jengibre, y que llevaba atado con dos trenzas que caían por debajo de sus hombros hasta llegar a su cintura.

Pero lo que hacía a Lisa Bellstar totalmente "intocable" era su posición en la sociedad: Hija de baronets; el título nobiliario más bajo de la nobleza, con muchos menos bienes, intereses, valor y prestigio que el resto, pero sin duda alguna con mucha mejor educación que la que muchos de mayor rango habían recibido en sus hogares.

Pero la vida de esta bella doncella de cabello acaramelado y ojos azules estaba a punto de cambiar. Pues hace tan solo unos momentos había llegado a la institución una persona muy especial, que se ha visto extrañamente atraída a esa institución por la mezquindad, egoísmo y soberbia que ahí habitaban. Podía olfatear la maldad en el aire, y relamió sus labios antes de cruzar los portones de oro y plata. Él era: "Un conde".

Capítulo 2: Un Misterioso Conde

La Academia Edem. Ubicada en el centro de la ciudad más grande del país más rico del continente, "Nueva–Arcadia". Es una prestigiosa institución que ha existido por más de 200 años, y ha visto pasar muchas generaciones de los miembros más respetables de la sociedad.

Esta es la escuela predilecta y exclusiva para la alta sociedad. Aquí es donde se forjan los futuros gobernantes de la nación, desde los Condes hasta los grandes Duques. Se dice que no hay mejor educación en todo el continente, que la que puede encontrarse en Edem.

¿Cómo podríamos explicar la gloria de la Academia Edem en pocas palabras?: ¡Gloriosa, imponente, competente y espectacular!, son tan solo algunos adjetivos que podemos usar para describir la magnitud de la institución.

Su extensión abarca más que tres hipódromos puestos juntos, y se alza por sobre todas las casas y edificios cercanos; como lo haría un castillo construído en lo alto de una montaña. Su infraestructura está sostenida por pilares de cuarzo, y piedra caliza de la mejor calidad, extraída directamente de la cantera propiedad del Barón Reinfield (uno de los maestros de la institución). Sus paredes están revestidas con acabados dorados y otros plateados tanto en el exterior como en el interior. Y en su interior alberga todo tipo de lujos y opulencias dignas de la alta sociedad. Desde muebles y enseres hechos de oro y plata, hasta obras maestras de arte, música, poesía y literatura expuestas en los salones y en los amplios pasillos de la institución, cuyo valor no podría calcularse fácilmente.

Pero el mayor tesoro de la institución, no es otro que sus alumnos. Los hijos de aquellos que gobiernan el país: condes, barones, marqueses y duques, por mencionar algunos ejemplos. Ya que estos retoños son el futuro de la nación. Por sus venas corre un tipo de sangre azul único en el mundo que se distingue de la sangre roja común y corriente.

En sus manos está el futuro de la nación y también su paz y prosperidad. Por lo que formarse en esta academia, que es posiblemente la mejor institución del mundo es una obligación.

Sin embargo, la realidad dentro de la institución es muy diferente a la que se tiene concebida por parte de aquellos que aún no saben lo que ocurre en el interior de sus muros lujosos. Y es que para empezar, algunas de las personas que estudian en la academia, y que deberían ser respetables miembros de la comunidad... No son más que un espejo aún más perverso de sus padres.

¿Qué no lo crees dices?, entonces acompáñame a revisar lo que ha ocurrido esta mañana, cuando se anunció la llegada de un nuevo alumno proveniente de un país extranjero.

– "Escuché que es un conde".

– "¿De qué país viene?".

– "Dicen que es muy guapo".

– "Eso espero".

– "Si es así espero que sea soltero".

– "¿Desde cuándo te ha detenido que estén comprometidos?".

Eran algunos de los rumores y comentarios que resonaban en los salones de clase y en los pasillos repletos de estudiantes adinerados. Las jóvenes solteras ya no podían con la curiosidad, e incluso las que ya estaban comprometidas, estaban ansiosas por conocer al misterioso conde que recién había reclamado su cargo, a diferencia de la gran mayoría de los estudiantes de la institución que apenas se estaban preparando para ocupar su lugar en un futuro.

Los rumores que giraban en torno al conde, lo describían como todo un caballero de muy buena posición, y dueño de su propio dominio. Ahora solo tenían que confirmar su apariencia para terminar de decidir si les agradaría o no.

Hoy es Lunes 3 de octubre de 1864, en la academia Edem. Era un día soleado y el ambiente estaba muy agitado.

El invitado de honor finalmente había llegado. Con sus manos abrió las puertas del aula de par en par, y exudando confianza y seguridad ingresó a la habitación.

– ¡Es hora de darle la bienvenida al nuevo integrante del curso 1–A! –anunció el maestro Thompson, quien avanzó al centro del pizarrón para que toda la atención recayera sobre él y sobre el nuevo alumno–: ¡Él es el recientemente nombrado: "conde Tempest de Netirvania", y ha venido desde el lejano país de "Rumanía", para estudiar con nosotros, así que denle la bienvenida que se merece!

Y todos aplaudieron su nombre y su título tan pronto como lo escucharon. Inmediatamente notaron que su uniforme, si bien tenía semejanzas con el mismo que usaban los varones en la academia:

(una gabardina elegante, con una camisa de vestir y una corbata azul; con pantalones de seda y zapatillas negras), su conjunto era completamente negro, en lugar de beige como el que los estudiantes normalmente usaban, y su corbata también era de otro color (era roja en lugar de azul).

Esto solo significaba que las autoridades de la academia tuvieron una especie de preferencia hacía él, y le permitieron distinguirse entre todos los demás, y si bien esto normalmente provocaba envidia o celos entre los alumnos, en este caso en particular ninguno de sus compañeros llegó a opinar mal de él, en cuanto lo examinaron detenidamente de pies a cabeza.

La verdad es que los rumores no le hacían justicia a lo que era el conde en realidad:

Su cabello era de color negro como la obsidiana y era tan largo que caía por debajo de sus hombros, hasta su espalda, sus pestañas eran alargadas, y resaltaban su mirada afilada y penetrante; su piel era bronceada y hacía resaltar el castaño de sus ojos, y sus labios afilados eran rojizos y se curvaban cuando sonreía.

Entonces finalmente profesó sus primeras palabras:

– Es un gusto por fin conocerlos –dijo con educación, e hizo una reverencia–. Espero que podamos llevarnos bien a partir de hoy. –Su voz también era profunda y algo ronca, pero transmitía confianza.

Con tan solo unos cuantos segundos y con tan pocas palabras, el conde ya se había embolsado el corazón de todas y cada una de sus compañeras de clase. Y los caballeros simplemente guardaron silencio, como si hubieran aceptado que no era posible competir con él.

El conde se apresuró a tomar uno de los lugares vacíos más cercanos a la ventana, en la última hilera de la clase. Y por donde caminó, provocó emociones cálidas en los cuerpos de las señoritas que habían quedado embelesadas con su atractivo casi sobrenatural, quienes no pudieron aguantarse las ganas de cuchichear entre ellas, cada una resaltando puntualmente lo que consideraban más atractivo de él.

Cuando ocupó su lugar, se dispuso a saludar cordialmente a quienes tenía a su alrededor. A su izquierda se encontraba una hermosa señorita de piel blanca y cabellos rojizos como el azafrán. A su derecha había un joven de piel morena y cabello oscuro, y frente a él estaba Lilliette Magnuson, hija del gran barón Magnuson, que era uno de los pilares más importantes de esta sociedad.

– Es un honor recibirlo en nuestra escuela, su excelencia –dijo la señorita Magnuson con delicadeza– Si necesita ayuda en algo, lo que sea, no dude en consultármelo, será un honor para mí ofrecerle mi ayuda.

– Se lo agradezco milady –respondió el conde, y con mucha educación besó la mano de la señorita– La verdad no me esperaba una bienvenida tan cálida. Había oído rumores acerca de los nobles de este país. Como que eran muy reservados y cosas por el estilo, pero todos ustedes son muy gentiles, espero poder estrechar lazos de amistad que beneficien a nuestras naciones.

– ¡Déjemelo a mí, su excelencia! –la futura baronesa Magnuson tomó la mano del conde y mientras la acariciaba con delicadeza prosiguió–: ¡Los rumores que ha escuchado no son para nada acertados, aquí en Nueva–Arcadia somos muy amistosos, y nos gusta recibir a extranjeros importantes como usted!, ¡Si lo que desea es forjar lazos de amistad para mutuo beneficio de nuestras naciones, entonces será un honor presentarlo con la crema y nata de nuestra sociedad!

– Muchas gracias otra vez, y me disculpo por tener que disponer de su ayuda tan pronto.

– No se preocupe por eso su excelencia, para mí es un honor ser la primera en recibir su amistad... «Es tan... ¡Hermoso y además sabe lo que quiere!, definitivamente tengo que "llevarme bien" con él».–pensó–. ¿Ya conoce a la honorable hija del barón Willow?, ¡su nombre es Carolina Willow! –Apenas le había ofrecido su ayuda, pero la señorita Magnuson ya estaba presentándole a otros miembros de la alta sociedad. Ella no perdía el tiempo y siempre iba directo al grano cuando alguien le interesaba.

«La conozco perfectamente, seguro que ya está pensando en meterse con él. Siempre tan audaz y atrevida solo por qué los demás le temen» –la señorita Willow se guardó su deducción para si misma, mientras sonreía y saludaba con cordialidad–. «Aunque no la culpo, tal vez me le adelante esta vez. La verdad es que es irresistible». –Mucho gusto su excelencia. Es un placer –dijo con una sonrisa, mientras estrechaba su mano.

– Es un placer señorita Willow.

Cuando el conde estrechó su mano para saludarla, relamió sus labios y abrió sus ojos con impresión, pero nadie más lo notó. Acto seguido procedió a besar la mano de la doncella, y como resultado el rostro de la señorita se tornó completamente rojo como un tomate, y su respiración se entrecortó. Si no se controlaba podía ahogarse ahí mismo.

– Si me disculpa por la intromisión, también me gustaría estrechar su mano, su excelencia –dijo el hijo del conde Cash, sumándose a la conversación.

– ¡Creo que ustedes podrían ser muy buenos amigos! –comentó Lilliette–. Su excelencia permítame presentarle al futuro Conde Cash; su nombre es Robert, y también viene de un país extranjero.

– Es todo un placer para mí, su excelencia –Robert se acercó y estrechó su mano.

– El gusto es mío, sir Robert. –cuando se dio el apretón de manos, una sonrisa sospechosa se dibujó en el rostro del conde Tempest. Una vez más, nadie lo notó.

Pero había una última persona a la que había ignorado todo este tiempo: Aquella jovencita de cabello castaño y de apariencia tímida que ocupaba el último lugar detrás de él.

– Ella no es importante –comentó la señorita Magnuson, cuando vio que el conde miró en su dirección por unos segundos–: Ella es una simple baronet, no es alguien que merezca su atención.

Ante el comentario despectivo hacía su persona, la tímida Lisa Bellstar agachó la mirada y sumergió su rostro avergonzado en el libro abierto que tenía frente a ella. Esa clase de comentarios por parte de sus compañeros eran algo con lo que había tenido que lidiar todo este tiempo, hacía mucho que no le afectaban, pero cuando lo hicieron frente al conde, sintió una vergüenza repentina que enrojeció su rostro y recorrió su nuca.

«No te esfuerces Lisa, es un noble y seguro que es como todos los demás. En una semana ya estará tratándote como una plebeya, tal y como todos los demás» –Se dijo a sí misma– «Pero hay algo en él... Es una sensación muy familiar».

Algo extraño ocurrió mientras la señorita Bellstar se perdía en sus pensamientos. Un evento del que nadie más que ella, parecía ser capaz de presenciar:

Las hojas del libro que estaba leyendo comenzaron a pasar rápidamente, a pesar de que las ventanas estaban cerradas. Las páginas parecían no acabarse nunca, y a cada segundo aumentaban su velocidad. Pero cuando trató de tomar el libro con sus propias manos, fue salpicada por un líquido espeso de color carmesí: (era sangre), y la misma comenzó a brotar de las hojas del libro de texto, cada vez salpicaban más y más, con mucha intensidad, hasta que estuvo casi cubierta por completo de líquido carmesí.

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**En ese momento Lisa escuchó un chillido ensordecedor en su oído derecho, que la hizo estremecerse y que trajo consigo una fuerte jaqueca.

Tanto su corazón como su respiración se aceleraron al límite, hasta el punto en el que sintió que se iba a desvanecer. Pero todo acabaría pronto cuando alzó la mirada y vió lo que tenía en frente:

Ahí estaba el conde Tempest frente a ella viéndola fijamente, pero su apariencia era muy diferente a la que había visto hasta hace un segundo. Él no reflejaba emoción alguna, pero sus ojos parecían ver a través de su espíritu. Cada encuentro que tenía con su mirada, le cortaba la respiración y le provocaba una especie de excitación hasta el punto de hacerla sudar. Y fue cuando finalmente sintió que iba a desvanecerse, que escuchó a su alrededor voces y lamentos que solo se escuchaban en un funeral cuando los dolientes se acercaban a despedirse del difunto.

Las voces a su alrededor gritaban, lloraban y se lamentaban a su alrededor, como si buscaran desahogar su dolor con ella.

Algunas de esas voces sin embargo, eran muy familiares.

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– ¡Bellstar, Bellstar! –exclamó en repetidas ocasiones el maestro Thompson, hasta que finalmente sacó a la joven de su alucinación–. ¿Cómo se atreve a no prestar atención?, ¡Su actitud es muy lamentable!

– ¡Lo siento maestro, lo siento mucho! –repitió agachando la cabeza.

– Tengo que hablar con usted después de la clase, así que necesito que se quede –ordenó el maestro Thompson, y siguió con la clase.

La jovencita asintió avergonzada, con las burlas y las murmuraciones de sus compañeros resonando a su alrededor, mientras el temor crecía en su pecho luego de las indicaciones de su profesor.

Finalmente la clase había llegado a su fin, y ya era hora del receso. Los alumnos guardaron sus útiles escolares y lentamente abandonaron los salones, en dirección al gran comedor. Antes de partir se agruparon cada quien con sus amigos cercanos y juntos siguieron su camino.

La única que no pudo dirigirse al gran comedor fue Lisa Bellstar, quien tuvo que esperar a que el salón quedara completamente vacío para atender las indicaciones de su maestro.

En cambio, el conde Tempest fue uno de los primeros en abandonar el salón de clases. Sus nuevos compañeros: Lilliette, Carolina y Robert lo esperaron para acompañarlo hasta el gran comedor, pero él, gentilmente les explicó que antes debía ir a la dirección para atender algunos asuntos con respecto a su inscripción.

Pero esa no era la verdad.

En realidad caminó por los pasillos durante varios minutos, siguiendo las indicaciones del complejo retratadas en las paredes, en busca de la enfermería. Y cuando finalmente la encontró, tocó la puerta siete veces, muy lentamente, con siete segundos de diferencia entre los golpes.

– ¡Adelante! –dijo la doctora desde el interior de la habitación.

Lentamente se abrió la puerta, y cuando el conde se encontró por primera vez con una mujer de mediana edad que vestía la bata blanca, y que estaba parada frente a él.

Relamió sus labios y sonrió.

– Siempre supe que vendría por mí sin importar donde me escondiera... ¿Ha llegado mi momento?

– Sí. –respondió con seriedad– Su tiempo se acabó, estoy aquí para terminar con la paz de esta fiesta que se ha extendido por cientos de años.

– Oh, que crueldad milord –dijo la doctora, con melancolía y tristeza– ¡Que tenga que disponer así de nosotros es una crueldad mi señor!. Cree que hay algo que pueda hacerse para...

– Ya es muy tarde –interrumpió el conde–. Tuvieron tiempo de sobra, ya no hay nada que se pueda hacer.

– Entonces le ruego una última oportunidad de demostrarle que no somos una causa perdida. A cambio le daré... "Todo en cuanto poseo y gobierno". Si me concede un poco más de tiempo para demostrarle que podemos cambiar nuestro destino. ¿Puede tener piedad de mi una vez más?

Y por algunos minutos lo pensó seriamente. El conde puso su mano sobre su mentón y se paseó de un lado a otro por toda la habitación mientras consideraba la petición de la mujer mayor que solo le faltó ponerse de rodillas para tratar de convencerlo.

"Si podría, pero no quiero. La quiero a ella"

Fue su respuesta final. Y cuando finalmente la proclamó, hubo un viento furioso que cerró la puerta de un azote, dejando a ambos en el interior de la habitación mientras el ruido de las voces lejanas de los estudiantes cesaba cada vez más, hasta que finalmente no hubo ruido alguno.

Capítulo 3.

Han pasado ya varios minutos desde que el resto de los estudiantes abandonaron el salón de clases. Sin embargo, Lisa Bellstar se ha quedado después de que finalizara la clase por petición de su maestro, quien tiene que discutir un tema bastante delicado.

– Señorita Bellstar, usted ha sido por mucho tiempo una de mis mejores alumnas, ha cumplido en tiempo y forma con todas las tareas, y su desempeño en los exámenes es sobresaliente sin duda alguna.

– Muchas gracias, maestro Thompson, siempre trato de esforzarme.

– Es por eso que no será nada fácil para mí expulsarla de mi clase. –dijo con una frialdad que erizaba la piel.

– P-pero m-maestro ¿p-por q-qué? –tartamudeó Lisa, conteniendo sus ganas de llorar.

– ¿Creyó que no me iba a dar cuenta de que le estuvo copiando a la señorita Magnuson durante el examen que realizamos en la mañana?, vi claramente cuando se inclinó para ver las respuestas que su excelencia había anotado, y no es la primera vez que la atrapo infraganti ¿cierto?

– ¡Yo no estaba copiando! –exclamó la estudiante, casi llorando, con sus ojos azules llenos de lágrimas– ¡Es un malentendido, yo solo!... ¡Hice lo que ella me dijo que hiciera, como en la última vez!

– Que extraño, eso no fue lo que me dijo la señorita Magnuson cuando hablé con ella –el maestro se quitó los lentes y los puso sobre la mesa antes de continuar–: Ella dijo que no había hablado con usted en ningún momento, ni mucho menos que habían planeado algo parecido para responder el exámen. Esta vez si me aseguré de recopilar todas las versiones, señorita Bellstar. Y me temo que esta vez si habrán consecuencias muy graves.

– ¿Ella le dijo eso? –entonces Lisa vio con el rabillo del ojo el pequeño sobre de papel sobre el escritorio del maestro, y los papeles coloridos que sobresalían en su interior. Y entonces lo entendió todo–. Maestro yo... ¡Estoy segura de que podemos arreglar esto!, ¡La última vez creo que hicimos un buen negocio, y estoy segura de que un profesional como usted no deja pasar las buenas oportunidades!

Como si se tratase de borrar el maquillaje con un pañuelo, así cambió repentinamente la actitud de Lisa Bellstar. Ya no parecía preocupada, ni al borde de las lágrimas. Ahora sonreía falsamente mientras demostraba unos falsos aires de seguridad, ya que sabía lo que debía hacer exactamente para librarse de algún castigo. Pero el simple hecho de hacer trampa comprando a un autoridad superior, carcomía su honor y sus valores. Recurrir a tales actos de deshonestidad era algo que no soportaba.

– ¡Espléndido! –entonces el maestro sacó de su maleta un sobre que contenía una carta y se la entregó a su estudiante. Al momento de entregarle la carta acarició sus dedos suaves y delicados, lo que provocó un rechazo inmediato por parte de la adolescente–. Asegúrese de leer esa carta cuando hayan acabado las clases, ahí están todas las indicaciones que debe seguir si quiere permanecer en esta escuela. ¡En fin que tenga un buen día señorita Lisa Bellstar!

Cuando la estudiante abandonó el salón de clases, admiró por varios minutos el sobre que llevaba en sus manos. Era una carta que en resumidas cuentas le indicaba al alumno cuánto dinero debía depositar en su interior, a más tardar el último día de la semana. No era la primera que recibía y mientras estudiara en esa academia tampoco sería la última.

– Disculpa Lisa... –llamó en voz baja una de las compañeras de clase de Lisa. Se trataba de una jovencita menor que ella por un año, de cabello negro como el carbón y de piel pálida como la nieve. Esta tímida señorita ocultaba la mitad de su rostro con sus largos mechones, y hablaba siempre en voz baja. Era otra de las "intocables"– El maestro... ¿Te dijo algo?

– Oh, buenos días mi estimada Esther Rhodes. –saludó Lisa con cordialidad a su compañera. (Esther Rhodes también provenía de una familia de baronets, de hecho solo habían tres familias con ese estatus en todo el país, y entre ellos mantenían una muy buena relación)– Solo me volvió a chantajear para sacarme dinero, ya sabes cómo son las cosas por aquí. Ahora tengo que pagarle si no quiero que me expulsen.

– ¿Fue todo? –preguntó Esther, bajando todavía más la voz– T-te p-pidió algo... A-algo... ¿Más?

– Dinero como la última vez –respondió Lisa adelantándose a tomar la mano de su compañera– ¿Por qué lo preguntas?, sabes que puedes confiar en mí para lo que sea. Los baronets debemos cuidarnos entre nosotros.

– ¡Por nada! –respondió sorpresivamente exaltada–. Solo... Ten cuidado ¿Si?, nos vemos luego.

Y Esther huyó a toda prisa, sin mirar atrás.

– Sé lo que estás tratando de decir Esther, yo también he escuchado los rumores acerca del maestro Thompson, y su abuso de poder sobre las estudiantes... Solo espero que no te... Lo siento, no debí asumir cosas antes de tiempo. Talves un día me contarás todo. *Suspira* Por ahora tengo que averiguar cómo voy a hacer para pagarle lo que me pide en esta carta. –cuando revisó la cantidad indicada en el papel se alteró–: ¡Es mucho!, incluso más que la primera vez «Y esto fue culpa de Lilliette» –pasó por su mente.

Aunque el precio a pagar no representaba un mayor problema para las familias pudientes de la nobleza, para su familia si podría significar un gasto importante e innecesario tomando en cuenta lo excelente alumna que era. Después de todo Lisa provenía de una familia de baronets, que a pesar de poseer un título nobiliario, este era más un adorno que otra cosa:

Los baronets a diferencia del resto de familias nobles, no recibían ningún puesto de trabajo muy importante, tampoco obtenían propiedades o bienes importantes tras la obtención de su título. Apenas tenían lo justo y necesario para sobrevivir, ni un Arcoin más ni un Arcoin menos (Arcoins: Moneda oficial de Nueva-Arcadia), y por eso debían valerse por su propio esfuerzo para conseguir más ingresos. Y debido a su estatus que fácilmente hacía pensar que de alguna manera servía de algo, la realidad era un poco diferente:

Resulta que el título de "Baronet" no motivaba a otros nobles a participar en sus proyectos o negocios (ni como socios bajo ningún término, ni como clientes), ya que el título no tenía prestigio alguno, lo que les resultaba una pérdida de tiempo enorme en su constante búsqueda por añadir prestigio a sus apellidos. Y debido a esta falta de apoyo estos negocios eventualmente fracasaban. La situación con las personas comunes (de sangre roja) era un poco complicada, ya que hubo un tiempo en el que aquellos que obtenían el título de baronet, hacían alarde de una gloria que no poseían, y trataban al resto de personas tal y como lo hacían los otros nobles de mayor rango (y a veces hasta podían ser peores), por lo que esta mala fama llevó a muchos a alejarse especialmente de ellos; eran como reyes de un pequeño castillo arruinado y reducido a escombros, que por más que fuese un castillo, jamás pertenecería a la realeza.

El título de Baronet podía ser obtenido de dos formas: una era como castigo para los nobles que poco a poco perdían su posición y prestigio, y con el tiempo eran degradados. Y la otra era otorgarle este título a alguna familia común y corriente, que estuviera un poco mejor acomodada que los demás.

Aquellos que aceptaban este título, inocentemente pensaban que el recibirlo significaría que sus vidas mejorarían de alguna manera, y tan solo el tiempo (a veces meses, semanas o incluso algunos días) se enteraban de la realidad de las cosas: Que no era más que un título inútil. Se les llamaba: Nobles de papel.

Pero Lisa Bellstar no se avergonzaba de su título, ni de su familia. Fue criada con valores y principios muy superiores a la educación que otros nobles de mayor estatus recibieron en su casa. Pero sobre todo hubo amor, ya que sus padres eran personas maravillosas que se esforzaron para convertir su casa en un hogar para sus dos hijos y siempre trabajaron para que nada les hiciera falta nunca. Ellos los amaban incondicionalmente, y ese amor era correspondido.

Para corresponder a su sacrificio, Lisa tenía una única ambición que anhelaba cumplir con todo su corazón:

Ella anhelaba conseguir un rango mejor acomodado entre la nobleza, e iniciar un negocio exitoso. A ella siempre le gustaron los cosméticos de belleza, como las cremas, el maquillaje o las lociones, que le venían de maravilla a sus compañeras de clase y las hacía ver siempre hermosas y seguras de sí mismas, y eso era lo que a ella le faltaba: Un poco de confianza. Y es que ella a diferencia de las jóvenes que la rodeaban, no podía permitirse el lujo de invertir en su belleza oculta. Habían cosas más importantes y como ella lo veía, necesitaría una fortuna para arreglarse "decentemente", ya que cada uno de estos accesorios tenían un valor elevado en el mercado. Las marcas famosas, los proveedores exclusivos y la comercialización de la belleza en Nueva-Arcadia era un negocio redondo, muy amplio y con una feroz competencia entre aquellos que se adentraban en él.

Pero cuando Lisa haya completado su plan, ninguno de ellos tendría que trabajar fuera otra vez. Sus padres eran contadores excelentes, por lo que podía dejarlos a cargo de la contabilidad, y su hermano mayor (quién en su opinión se había llevado todo lo mejor y a ella le había dejado las sobras), estudiaba en el gremio de comerciantes y también trabajaba para ellos (hasta dónde ella sabía).

Con su negocio bien plantado y organizado, no tendrían que separarse nunca más y solo así recuperarían todo el tiempo que habían perdido, durante los últimos años. Ella no los veía desde que tenía 13 años.

Hacía tanto tiempo que no había visto a toda su familia reunida, y era su mayor anhelo reunirse con ellos una vez más, y si tenía suerte, en un par de años ese sueño se haría realidad. Para ello antes tenía que graduarse con honores de la supuesta mejor academia del continente, y si quería lograrlo antes tendría que sobrevivir a sus compañeros y a sus profesores. Hasta ahora se las había arreglado, el primer año fue muy difícil y aún tenía pesadillas con los abusos que tuvo que vivir en ese entonces. Cada vez le era más difícil superar cada día con una actitud positiva.

***

La última vez tuvo que usar todos sus ahorros que juntó durante los últimos seis meses para pagar el soborno que exigía el maestro. Con ese dinero pretendía mejorar un poco el estado de sus prendas y de sus útiles escolares para cuidar su presentación. Pero esta vez seguramente tendría que empeñar algo; algunos de sus aretes de plata que recibió por parte de su madre hace unos años, o el collar de oro de su primera comunión. Ambos eran tesoros de valor sentimental invaluable, pero trataba de tranquilizarse a sí misma, con la idea de que no era una despedida, simplemente los estaba prestando para recuperarlos más adelante.

Ella regresó al edificio en donde estaban los dormitorios femeninos, que visto desde fuera parecía una torre digna de la realeza, y su interior al igual que la academia, desbordaba de lujos y opulencias. Ella fue directamente a su habitación un poco menos ostentosa que las demás, a buscar entre sus cajones y estantería. Y encontró aquellos tesoros que había decidido empeñar. Y cuando finalmente los tuvo en sus manos, los contempló con tristeza y angustia por lo que estaba a punto de hacer. No quería intercambiarlos por dinero, ya que el valor sentimental que le tenía era enorme.

Pero el precio que el maestro había pactado en la carta era muy elevado, se sabía de hecho que era un hombre mujeriego y codicioso que no tenía problemas en perjudicar a otros, tal y como ya lo había hecho antes. Ella no podía molestar a su familia con un gasto innecesario como ese, si ese problema debía solucionarse, entonces ella lo solucionaría.

Pero cuando se disponía a salir de su habitación, alguien tocó la puerta una vez.

Justo cuando estuvo a punto de girar la perilla para abrir la puerta y ver de quien se trataba hubo otro toque, y otro más unos segundos después, sea quien sea se estaba tomando su tiempo entre los golpes, Solo uno cada tantos segundos. Y no fue hasta que se concluyó con un séptimo, que no hubieron más golpes en su puerta después del séptimo.

Lisa finalmente abrió la puerta y se sorprendió al no encontrar a nadie, vio a ambos lados del pasillo y no encontró ni una sombra, ni ninguna pista del responsable de tocar su puerta hace tan solo unos segundos, pero había algo muy extraño en el ambiente que la obligó a permanecer alerta.

Una extraña sensación recorrió su espalda, como si estuviese siendo observada. Y vio entonces que a sus pies había un sobre blanco que contenía una carta, ¿acaso era una invitación?, en el sobre había un sello que nunca antes había visto (Una luna sangrienta en su fase menguante que era atravesada por una espada). Ese debía ser el sello perteneciente a algún clan.

Extrañada por el suceso se apresuró a encerrarse en su habitación para revisar el interior del sobre. Y utilizó una tijera para cortar el papel, sin dañar la carta que había en su interior, y tan pronto como leyó el contenido, se quedó en shock:

Resulta que el estudiante recién llegado: el conde Tempest, estaba organizando un baile de bienvenida en el que invitaba a todos sus compañeros de clase para celebrar su llegada y también para conocerlos mejor.

Cuando leyó las palabras:

"Lisa Bellstar, eres cordialmente invitada al baile de bienvenida organizado por su excelencia el conde Tempest, este domingo 9 de octubre".

Lisa se enmudeció por completo y levantó la vista al techo por varios minutos. Tuvo una alegre sensación que la envolvió y llevó su imaginación al límite, hasta imaginarse un maravilloso escenario en donde asistía al evento, vestida de gala, y compartiendo en paz y tranquilidad con todos los invitados, y para finalizar compartiría la pista de baile con el anfitrión.

«¿Acaso es un sueño?, ¿una fantasía?, ¡si es así no me despierten!, aún así es impresionante que su excelencia no haya perdido ni un solo minuto en planificar todo esto. El conde recién acaba de llegar y ya organizó un evento tan grande, y hasta repartió las invitaciones. Supongo que nunca se debe subestimar el poder de la nobleza para estas cosas... Aunque si la señorita Lilliette lo ayudó esto no es de extrañarse» –pensó.

Ella no podía creerlo, y tenía muchas ganas de asistir a un evento formal y elegante, pero lo mejor para ella sería no asistir, ya que no quería lidiar con los desprecios de sus compañeros ni con sus comentarios despectivos, incluso fuera de la escuela, exponiéndose también a una humillación pública. Por lo que tomó la difícil decisión de buscar al conde para agradecerle en persona de todo corazón por su invitación, y también para disculparse por no poder asistir a su evento. Si se había tomado la molestia de invitarla entonces lo correcto era agradecerle y disculparse en persona. Y con esa nueva resolución en mente salió de su habitación en busca del conde Tempest. Sus problemas con el maestro Thompson podían esperar un día más.

Pero ella no lo había notado... Que al momento de usar las tijeras para cortar el sobre, sangre que brotó del papel, y manchó el filo de la herramienta. Y la misma sangre que de ahí había brotado, era la misma sangre que ahora goteaba de sus dedos, creando un camino carmesí por los pasillos.

Algo muy extraño estaba a punto de pasar.

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