— Estamos aquí reunidos para celebrar la unión entre Samanta y David...
POV Mariza
Me encuentro en la iglesia, observando cómo otra futura pareja camina directo hacia su triste final. Para ser sincera, no creo en el amor, ni en eso de “vivieron felices por siempre”. Estoy en un punto de mi vida en el que ya no entiendo por qué las parejas deciden unir sus vidas si son tan felices por separado.
En este instante, solo estoy esperando mi momento para arruinarle el día a ese pobre idiota. Su prometida me contrató para hacerme pasar por su amante y así arruinar la boda. La joven es hija de una familia muy influyente, quienes arreglaron este matrimonio y prácticamente la están obligando a casarse. Intentó de todo para que sus padres desistieran, pero al no conseguir resultados, me contactó por recomendación. Tras explicarme la situación y acordar una cifra, ambas pactamos montar una escena pública. Tenía que hacer una actuación tan convincente que esa boda no pudiera llevarse a cabo. El escándalo debía ser tal, que a sus padres no les quedara más opción que cancelarla.
Pronto llegó mi momento. El cura preguntó:
—Si alguien se opone a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre...
—Yo... yo me opongo —me levanté de mi asiento con el rostro cubierto de lágrimas y mirando al novio con dolor, dije—: David, dile la verdad... Dile que no puedes casarte con ella. Me prometiste que dirías que no, que nos iríamos juntos de aquí.
El novio quedó completamente desconcertado. Volteó a mirar a la novia, luego a mí, y contestó:
—No sé de qué está hablando, señorita... yo no la conozco.
Los murmullos comenzaron a crecer. Nadie entendía qué estaba pasando. Al ver la confusión general, decidí intensificar la escena:
—¿Cómo puedes decir que no me conoces? ¡Si hasta anoche estuviste conmigo! ¿O vas a negar que este no eres tú?
Sin más, saqué de mi cartera unas fotografías impresas y las lancé al suelo. La noche anterior, con ayuda de la novia, habíamos emborrachado al novio y tomado varias fotos sugestivas conmigo para asegurar el éxito del plan.
Samanta se acercó, recogió las fotos y comenzó a llorar, pidiéndole explicaciones a su prometido. El lugar se volvió un caos. Los padres de ambos empezaron a discutir acaloradamente. Aprovechando que ya nadie me prestaba atención, comencé a retirarme en silencio. Estaba a punto de salir de la iglesia cuando uno de los padrinos del novio me alcanzó y, tomándome del brazo, me arrastró hacia la salida.
Seguí en mi papel, sin romper el personaje.
—No se preocupe, ya me voy... pero aun si él no se iba conmigo, iba a...
—¿Quién te contrató? —me interrumpió.
Levanté el rostro, fingiendo inocencia.
—No sé de qué está hablando, yo...
—Sé perfectamente quién eres. No intentes engañarme. Dime, ¿quién te contrató?
Aun dudando si realmente sabía quién era yo, respondí:
—No tengo por qué darte explicaciones. No te conozco...
—Muy bien, te llevaré a la policía. Veremos si a ellos les dices lo mismo.
—Yo no iré a ninguna parte. No sé de qué me hablas.
—Eres una estafadora profesional. No es la primera vez que haces algo así.
Lo observé con más atención, y con cierta duda pregunté:
—¿Ya nos conocemos?
—Entonces sí eres tú... Al principio me tragué tu teatro, pero luego noté un parecido enorme con la mujer que hizo lo mismo con otro amigo. Tal vez lo recuerdes, es...
—No... ni te gastes. No recuerdo los nombres de los pobres diablos a los que engaño —su mirada se agudizó y sus ojos se clavaron en los míos. Me solté de su agarre, me limpié el rostro y añadí—: Muy bien, mi trabajo aquí ya está hecho. Puedes entrar y contar la verdad o llevarme con la policía, pero no obtendrás nada. Mi negocio es legal. Y en caso de que quieras contarles que esto fue una farsa, adelante. Yo cobro por adelantado.
El hombre cambió su expresión. Una leve sonrisa se asomó en sus labios.
—Eres una completa descarada... Me agradas.
Fruncí el ceño al oír eso, y él agregó:
—¿Tienes una tarjeta? Tengo un trabajo para ti.
Dudé por un momento, pero finalmente metí la mano en mi cartera, saqué una tarjeta y se la entregué.
—No robo, no mato, no estafó, y no tengo sexo con mis clientes. Sé lo que parece, pero solo impido uniones y arruino bodas. Cobro por adelantado y, si mi intervención no funciona, no hay reintegro de dinero.
Lo vi mirar mi tarjeta mientras me acomodaba la cartera.
—Si aún crees que ese trabajo es para mí, contáctame...
—¿Y qué hay de fingir ser una prometida?
—¿Qué parte de "no tengo sexo con mis clientes" no te quedó clara?
—Nadie habló de sexo. Necesito una prometida para dentro de una semana. Te pagaré el doble de lo que cobras por estos... espectáculos. Pero tendrás que viajar conmigo a Londres.
Lo miré con seriedad, y justo antes de responder, ambos vimos cómo la gente comenzaba a salir de la iglesia. Me escondí tras una columna para no ser vista, y él agregó:
—Vete. Te llamaré para concretar otra cita y hablar del trabajo con más detalle.
Asentí. Me quité la peluca negra, la guardé en la cartera y caminé hacia mi auto.
—Llámame —murmuré con una sonrisa.
Me fui de allí satisfecha. El trabajo había salido perfecto y la clienta estaba feliz; incluso me envió un mensaje de agradecimiento.
Aún tenía mis dudas sobre ese otro tipo, pero escucharía su propuesta. Después de todo, no todos los días se presenta una oportunidad de vacaciones pagadas.
POV Mariza
Luego de mi último trabajo, me reuní con mi equipo para investigar quién era el padrino que me abordó en la iglesia. Obviamente, al dedicarme a esto, no trabajo sola. Tengo dos amigos expertos en cibernética, igual que yo, y juntos nos encargamos de investigar a fondo a quienes nos contratan… y a sus parejas.
Llevo haciendo esto desde hace ya diez años. Empecé cuando aún estaba en la universidad y, al ver que cada vez la red se hacía más grande, con mi amiga Daisy y mi amigo Fran decidimos dedicarnos a romper bodas y compromisos. Se sorprenderían de cuántas personas necesitan de nuestra ayuda.
Es mucho más barato y simple decir: "No me quiero casar" o "Me quiero separar", pero las personas son complicadas. Muchas veces no pueden hacerlo, como fue el caso de Samanta, quien estaba siendo obligada por su familia. Pero en otras ocasiones, simplemente se trata de clientes cobardes que no saben cómo enfrentar la situación. Es ahí donde entramos nosotros: Los rompe bodas.
Aunque los tres participamos activamente en los casos e investigamos tanto a nuestros clientes como a sus “víctimas”, siempre votamos antes de aceptar cualquier trabajo.
Mientras navego por internet buscando todo lo relacionado con nuestro nuevo cliente, Daisy comenta:
—No entiendo por qué necesita una falsa prometida. Si es obvio que a ese hombre le deben llover las mujeres...
Fran se acerca con dos cafés y, entregándonos uno a cada una, añade:
—Según lo que leí, es un heredero bastante acaudalado. Tal vez quiere evitar algún matrimonio arreglado o...
—O también puede ser gay y aún no está listo para salir del clóset... —interrumpe Daisy.
—¿Tienes algún problema con los gays de clóset? —le responde Fran con molestia.
Él ha pasado toda su vida ocultando quién es frente a sus padres, y ya se ven venir los gritos, así que antes de que empiecen a pelear como niños, intervengo:
—No creo que sea eso. Si lo fuera, ya los medios lo habrían descubierto. Por lo que se ve, es alguien muy importante en Londres.
Cierro mi laptop al ver el mensaje de William, y levantándome de mi asiento, anuncio:
—Bueno, iré a averiguarlo. Más tarde les cuento, chicos.
Salí de mi departamento y me dirigí al bar donde me habían citado. Al llegar, vi a William sentado frente a una ventana, con su tablet en la mano. Sin darle demasiada importancia, me senté frente a él y dije con naturalidad:
—Hola... ¿Hace mucho que esperas?
—No, acabo de llegar —respondió, guardando su tablet y levantando la mano para pedir dos cafés al mesero. Cuando volvimos a estar solos, añadió—: Muy bien, ¿pensó en mi propuesta?
—Necesito mucha más información que solo “el doble de mi tarifa” y “viajaremos a Londres”. Estuve investigando y aún no logro entender por qué necesita mis servicios.
—¿Me investigó?
—Por supuesto. No soy una estafadora. No suplanto ni usurpo identidades. Su pedido no es algo que me hagan con frecuencia, y tenía que estar segura de que esto no me traería problemas legales más adelante.
—No quiero que suplante a nadie, como le informé antes. Necesito una prometida para la próxima semana. Seré completamente sincero. Mi hermana se casa y mi familia cree que estoy comprometido. Cuando asumí la empresa familiar, mis padres arreglaron un matrimonio, pero nunca estuve de acuerdo. Para salir del paso, inventé que ya estaba comprometido con una empresaria estadounidense, y que pronto la llevaría a casa para que la conocieran. De eso han pasado seis meses. En ese tiempo, mi hermana se comprometió… y bueno, prometí llevar a mi prometida a su boda.
—Entiendo... —El mesero trajo nuestro pedido, y una vez se marchó, pregunté—: Muy bien, tengo que consultarlo con mi equipo, y si es solo eso, viajaremos los tres a Londres. ¿Cómo es su prometida? ¿A qué se dedica su empresa? ¿Qué tipo de pareja son? ¿Dónde se conocieron? ¿Y demás? ¿Me lo dirá usted o preparo el personaje y luego le presento una carpeta?
—Solo serán dos semanas. No creo que sea necesario todo eso...
—Debemos estar preparados para todo tipo de preguntas. Por lo que me cuenta, su familia está ansiosa por conocer a su prometida, y debemos coincidir en nuestras respuestas si queremos que nos crean. Después podemos inventar que nuestros compromisos y trabajos nos alejaron o lo que usted prefiera, para que su familia no insista. Recomiendo un trágico accidente. Eso le dará tiempo y espacio para “procesar el duelo”. Pero bueno, eso queda en usted.
Él me mira en silencio y yo agrego:
—No lo vea como un montaje. Esto es serio. Tómelo como un negocio. Por otro lado, mi tarifa es alta. Al ser dos semanas, le pediré el ochenta por ciento ahora y el resto al terminar. Cualquier gasto extra corre por su cuenta: tiquetes de avión, renta de auto, alojamiento y demás. No me quedaré más del tiempo pactado. Si son quince días, el día dieciséis estaré en un vuelo de regreso. Sin excepciones.
—Veo que se lo toma muy en serio...
—Su trabajo son los negocios y los autos. El mío es este, y por eso me va tan bien. Una cosa más, pero no menos importante. Ya se lo mencioné, pero es mejor recalcarlo: **no duermo con mis clientes**. Tengo normas, cláusulas y multas para este tipo de casos.
—Entiendo. No es una propuesta indecente, se lo aseguro.
—Aun así, le enviaré el contrato para que lo lea con sus abogados. Al ser este un caso especial, solo se permitirán muestras de afecto en público, y los besos solo se darán si es estrictamente necesario.
—No creo que tengamos que sobreactuar. Mi familia me conoce y sabe que no soy un hombre muy demostrativo.
—Comprendo. Eso lo decidiremos cuando estemos frente a su familia. Esta noche lo llamaré para informarle si acepto o no su propuesta. Como ya le mencioné, tengo que hablarlo con mi equipo, y si estamos los tres de acuerdo, empezaremos a trabajar de inmediato.
—Entiendo. Aceptaré estos términos. Hablaré con mi abogado para pactar una cita con el suyo...
—Yo soy mi propio abogado. Armaré un contrato especificando todas estas cláusulas que acabo de mencionar, y si están conformes, firmaremos.
—¿Es abogada?
—Además de otras cosas —respondí con una sonrisa. Me levanté, saqué algunos dólares de mi cartera, los dejé sobre la mesa y dije—: Su café lo invito yo. Que tenga buen día, señor Friedman. Esta noche me estaré comunicando.
Sin más, me fui de allí. El negocio parecía viable. Estaba bastante conforme con las respuestas del cliente. Solo faltaba que mis colegas aceptaran… y viajaríamos a Londres. No quería confirmarle nada aún, pero conocía a mis amigos. Sabía que dirían que sí.
POV Mariza
DOS DÍAS DESPUÉS...
En el aeropuerto de Los Ángeles estábamos Fran, Daisy y yo, esperando a nuestro cliente. Luego de discutirlo entre los tres y enviar el contrato, recibimos la confirmación del señor William, y fue entonces cuando nos pusimos manos a la obra. Estudiamos a cada integrante de la familia Friedman y armamos mi perfil en una carpeta para entregársela al cliente.
El señor William llegó, y al notar que me buscaba con la mirada, me levanté de mi asiento y caminé hacia él. Pronto reparó en mi presencia y, al ver cómo su mirada me examinaba, dije:
—Buenas tardes.
—Buenas... casi no la reconozco.
Sonreí, porque esa era la idea. Siempre solía presentarme ante mis clientes ocultando mi verdadero aspecto, para que, en caso de tener que desaparecer, no pudieran reconocerme. Pero luego de hablarlo con mis colegas, decidimos usar mi verdadera identidad para este trabajo. Mi cabello era cobrizo, con rulos, y mis ojos, verdes: mi verdadero color.
—Qué bueno que haya logrado mi cometido. Bien, voy a presentarle al resto de mi equipo.
Pronto Daisy se acercó junto con Fran y, luego de las presentaciones correspondientes, todos nos dirigimos al hangar, donde abordaríamos su avión privado.
William era un hombre extremadamente rico. Su familia en Londres era casi como de la realeza. Al investigarlo más a fondo, entendí por qué había recurrido a nosotros.
Cuando todos nos acomodamos, saqué una memoria y, entregándosela, dije:
—Aquí está mi perfil. Estúdielo. Si tiene preguntas o dudas, puede discutirlo con cualquiera de nosotros.
Lo vi tomar la memoria y, tras un momento, dijo:
—Hágame un resumen...
—Muy bien. Mi nombre es Mariza Grinch, tengo treinta años, y mi familia tiene una empresa hotelera en el sur de Los Ángeles. Nos conocimos hace dos años y, hace ocho meses, decidimos comprometernos. Sin embargo, mi empresa entró en fusión con otra compañía, y por eso aún no hemos podido casarnos. Mi carrera y mi trabajo son lo más importante para mí, y usted respeta eso porque ambos compartimos las mismas metas. Mis padres fallecieron, y solo tengo a mi hermano Santiago, quien es el CEO de la empresa familiar. Soy abogada y también me encargo de la vicepresidencia de la compañía.
Lo vi observarme y, con una sonrisa, dijo:
—Vaya... veo que sí deja volar su imaginación...
—¿A qué se refiere?
—Digo, podía haber puesto que era empresaria en el rubro de la moda y era lo mismo...
—Ese es mi perfil real, señor Friedman —respondí, y al notar su expresión incrédula, añadí—. Creí que, dado su círculo y que sus padres pretendían casarlo con alguien de su mismo nivel y estatus, era mejor demostrar que yo también tengo un buen apellido. Los hoteles de mi familia no solo están en Estados Unidos, también en toda Europa.
—Espere... ¿dice que su familia es *la* familia Grinch? ¿Esos Grinch?
Asentí, y al ver su rostro de asombro, agregó:
—Perdone la pregunta, pero... ¿por qué hace este trabajo entonces?
—Porque me divierte. Además, llevo haciéndolo mucho antes de convertirme en abogada y vicepresidenta de la compañía.
Luego de decir eso, guardó silencio y colocó la memoria en su laptop, comenzando a revisar mi perfil. Sonreí al ver su mirada incrédula. Creo que cualquiera de mis clientes pensaría lo mismo si supieran quién soy en verdad. No sé por qué decidí usar mi verdadera identidad con él, pero cuando Fran lo propuso, no me pareció tan mala idea.
Luego de un vuelo bastante largo, por fin llegamos a Londres y nos dirigimos al hotel donde nos hospedaríamos. Una vez hecho el ingreso, William nos acompañó hasta nuestras habitaciones y, antes de despedirse, dijo:
—Pasaré por usted mañana. Debo informar a mi familia de que está aquí.
—Muy bien. Lo estaré esperando.
Sin más, se despidió. Una vez solos, mis amigos y yo nos dirigimos al restaurante del hotel para comer algo. Hacía mucho que ninguno tomaba vacaciones, y esta era una gran oportunidad para descansar un poco del trabajo.
Al día siguiente, como había prometido, William me llamó por la mañana para avisarme que ya estaba abajo. Yo ya lo esperaba, así que solo tomé mi bolso y bajé para reunirme con él. Estaba vestido de manera formal y junto a él había un joven de casi su misma edad.
Me acerqué a ellos y, al llegar junto a William, besé sus mejillas. Luego, limpié el brillo de mi labial de su rostro y, con una sonrisa, dije:
—Hola, cariño. Lamento la demora.
Vi cómo sus ojos se clavaban en mí y, al notar su rigidez, agregué:
—Oh... lo siento. Buenos días.
Mi mirada se dirigió hacia el joven y pregunté, aunque ya sabía la respuesta:
—¿Quién es él?
William se acercó y, colocando mi mano en su cintura, me atrajo hacia él.
—Linda, él es el prometido de mi hermana, Gabriel.
Sonreí y extendí mi mano hacia el joven.
—Es un gusto conocerte. William me ha hablado mucho de ti... bueno, de todos ustedes. Ya quiero conocer al resto de la familia.
El chico sonrió ante mi entusiasmo y, aceptando mi mano, comentó:
—El gusto es mío, señorita. Nosotros también estábamos ansiosos por conocerla. Cuando William nos informó de su compromiso, al principio dudamos de que fuera verdad...
Vi cómo William fruncía el ceño y agregué:
—Lo siento, cariño. Eso debe ser culpa mía. Debí hacerme tiempo mucho antes para que tu familia pudiera conocerme.
Tomé la mano de William y, mostrándome afligida, lo miré. Al ver esto, el joven añadió:
—No, lo siento. No quería hacerla sentir mal...
—No se preocupe. En gran parte fue mi culpa que aún no nos pudiéramos conocer. Espero remediarlo en estas semanas.
Gabriel sonrió, al igual que yo, y sin decir más, William nos indicó que era hora de irnos. Pronto los tres salimos del hotel y subimos al auto. Hoy la familia daría un almuerzo para reunir a las familias de Gabriel y Maia antes de su boda.
Durante el trayecto, Gabriel hablaba de temas triviales, hasta que preguntó directamente:
—Y dígame, señorita, ¿a qué se dedica?
William lo miró rápidamente y, con voz seria, dijo:
—¿Por qué preguntas eso? ¿Acaso eres mi madre?
—Ya, Wil... solo tengo curiosidad. Por fin conozco a tu chica misteriosa. Déjame preguntarle todo lo que tú nunca nos quisiste decir.
Sonreí ante sus palabras y respondí:
—Mi familia se dedica al rubro hotelero. Soy abogada y manejo la vicepresidencia de nuestra empresa. Mi hermano está a cargo de la compañía, y al igual que William, me apasiona mi trabajo.
—Vaya, es abogada... pero se ve muy joven...
—De hecho, lo soy. Tengo treinta años. Ingresé a la universidad muy temprano y me gradué cum laude. Soy algo nerd...
Gabriel sonrió por mis palabras, y al verlo, William también lo hizo.
—Vaya, no parece... quiero decir, no parece una mujer que...
Al entender a dónde iba con sus palabras, agregué:
—¿Fea, poco agraciada? La verdad es que eso de que las lindas somos un cascarón vacío es solo un mito. Aunque sí es cierto que somos pocas las de mi tipo.
Sonreí al ver su incomodidad, y William, al notarlo, también sonrió.
Pronto llegamos a la gran mansión Friedman. Los tres bajamos del auto. Debía conservar la calma y apegarme al plan y al libreto... si quería que todo esto saliera bien.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play