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La Chica Que No Seguía Las Reglas

El Café y el contrato

Capítulo 1

La mañana estaba destinada a ser perfecta. Gabriel Moretti, CEO de Moretti Enterprises, repasaba mentalmente los puntos clave de su reunión mientras caminaba hacia su cafetería habitual en el corazón de Manhattan. Con su impecable traje gris y su habitual mirada de acero, parecía un hombre al que nada podía desviar de su camino.

Excepto, tal vez, un café derramado.

“¡Dios mío, lo siento muchísimo!” Una voz femenina, ligera pero alarmada, rompió su concentración cuando sintió el líquido caliente empapando su camisa blanca. Gabriel bajó la vista con una mezcla de incredulidad y molestia, encontrándose con una joven de cabello castaño despeinado, con un delantal que claramente indicaba que trabajaba en la cafetería.

“No puedo creer esto…” murmuró él, sacudiendo la camisa.

“¡Déjame ayudarte! En serio, fue un accidente,” dijo Elena, tomando una servilleta y tratando de secar la mancha.

Gabriel retrocedió, claramente irritado. “Preferiría que no. Esto es un traje hecho a medida.”

“¿Hecho a medida? Pues parece que no está hecho a prueba de café,” respondió ella con una sonrisa nerviosa.

Gabriel levantó una ceja, sin saber si admirar su audacia o frustrarse más. “¿Es graciosa o simplemente incompetente?”

Elena cruzó los brazos, dejando de lado el intento de disculparse. “Escucha, señor traje caro, fue un accidente. ¿Quieres que te compre una camisa nueva o solo estás aquí para quejarte?”

Antes de que Gabriel pudiera responder, su asistente apareció a su lado, sosteniendo su agenda. “Señor Moretti, debemos irnos. La reunión comienza en quince minutos.”

Él suspiró, mirando a Elena una última vez antes de irse. “No se preocupe. Aunque dudo que pueda permitírselo.”

Elena observó cómo el hombre desaparecía entre la multitud, sintiendo una mezcla de irritación y curiosidad. Nunca había visto a alguien tan arrogante, pero también, de alguna manera, tan intrigante.

Dos semanas después, el destino volvió a unirlos. En una reunión inesperada organizada por los abogados de ambas partes, Elena descubrió que Gabriel no solo era el cliente más quisquilloso del mundo, sino también el nuevo propietario del edificio donde se encontraba su restaurante.

“¿Otra vez usted?” dijo Elena, entrecerrando los ojos cuando lo vio entrar.

Gabriel frunció el ceño. “No sabía que manejaba un restaurante. Eso explica el desastre del café.”

“¿Y qué explica su actitud insoportable?” replicó ella.

El abogado aclaró la garganta. “Señores, les pido que enfoquen su atención en el asunto. La renovación del contrato de arrendamiento requiere que ambos trabajen juntos para cumplir ciertas condiciones.”

“¿Trabajar juntos?” preguntaron ambos al unísono, mirándose con incredulidad.

El abogado asintió. “De hecho, es más complicado que eso. Necesitamos… una colaboración más cercana. Y esto puede requerir un compromiso inesperado.”

Elena se echó a reír. “¿Compromiso? No puedo ni soportarlo cinco minutos.”

Gabriel miró al abogado con los ojos entrecerrados. “¿Qué demonios significa eso?”

Y así comenzó la historia que cambiaría sus vidas para siempre.

" Por favor espero que les guste

porque voy a poner todo mi empeño en que la historia le guste al lector bueno saludos a toda la comunidad"

Condiciones Inesperadas

Capítulo 2

Gabriel tamborileaba los dedos contra la mesa con impaciencia. La sala de reuniones estaba en completo silencio, excepto por el murmullo del abogado explicando los términos. Frente a él, Elena Torres, con los brazos cruzados y una expresión de incredulidad, intentaba procesar lo que acababa de escuchar.

“¿Está diciendo que tengo que casarme con este hombre para mantener mi restaurante?” preguntó Elena, su tono cargado de escepticismo.

El abogado ajustó las gafas y asintió. “Es una condición inusual, lo admito, pero está explícitamente establecida en el testamento del padre del señor Moretti. Si no cumple con esta cláusula y no está casado antes del próximo trimestre, perderá derechos sobre la propiedad, incluido el edificio donde se encuentra su restaurante.”

“Ridículo,” murmuró Gabriel.

Elena lo miró con el ceño fruncido. “Ridículo es poco. Esto parece una broma.”

Gabriel suspiró y se reclinó en su silla. “Créeme, si dependiera de mí, esto no estaría sucediendo. Mi padre tenía un extraño sentido del humor.”

“¿Humor? Esto suena más a castigo,” replicó Elena, fulminándolo con la mirada. “Y, por cierto, ¿por qué yo? Seguro tienes una fila de mujeres deseando ser la señora Moretti.”

“Porque esta situación requiere discreción,” intervino el abogado rápidamente. “Un matrimonio con alguien fuera del círculo mediático puede evitar rumores que afecten a la empresa.”

Elena soltó una carcajada sarcástica. “Claro, soy perfecta porque soy invisible. ¡Qué halagador!”

Gabriel entrecerró los ojos. “No me interesa tu vida personal, Torres. Esto es un acuerdo estrictamente comercial. Seis meses, eso es todo. Luego, volvemos a nuestras vidas normales.”

Elena lo observó detenidamente, como si intentara descifrarlo. “¿Y qué pasa si digo que no?”

“Perderás tu restaurante,” respondió Gabriel con frialdad. “Y yo perderé mucho más. Así que, en este caso, nuestras necesidades se alinean.”

Elena apretó los labios, furiosa ante la falta de opciones. Su pequeño restaurante era su vida, su sueño. Ceder a esta locura iba en contra de todo lo que creía, pero perder su negocio no era una opción.

“Bien,” dijo finalmente, mirando a Gabriel con desafío. “Acepto, pero tengo condiciones.”

Gabriel alzó una ceja. “¿Condiciones? No estás en posición de negociar.”

“Primero, no voy a cambiar mi vida para adaptarme a la tuya. Segundo, no voy a tolerar tu actitud de superioridad. Y tercero, esto termina exactamente en seis meses. Ni un día más.”

Gabriel dejó escapar una risa breve, pero sin humor. “Hecho. Yo también tengo mis reglas: no interfieras en mi trabajo, mantén un perfil bajo y no compliques esto más de lo necesario.”

El abogado sonrió con alivio al verlos llegar a un acuerdo, aunque fuera forzado. “Perfecto. Comenzaré a preparar los documentos.”

Cuando salieron del edificio, el silencio entre ellos era pesado. Gabriel caminaba con pasos firmes, mientras Elena lo seguía, aún incrédula.

“Esto es una locura,” murmuró Elena para sí misma.

“Lo sé,” respondió Gabriel, sin mirarla. Y por primera vez en años, se preguntó si acababa de cometer el peor error de su vida.

¿Que pasará después en el siguiente capítulo?

Un Anillo y Muchas Condiciones

Capítulo 3

Elena miraba el anillo de compromiso sobre la mesa como si fuera un objeto maldito. Brillaba bajo las luces del despacho del abogado, un recordatorio tangible del caos en el que estaba a punto de sumergirse.

“Es un simple trámite,” dijo Gabriel con su tono habitual de indiferencia. “Solo necesitas llevarlo puesto cuando sea necesario. Nadie espera que sea real.”

“¿Real?” Elena se cruzó de brazos. “Esto ya es lo menos real que he hecho en mi vida. Si no fuera porque necesito mi restaurante, no estaría aquí.”

Gabriel levantó la vista de su teléfono, molesto. “Créeme, Torres, tampoco estoy emocionado con esto. Pero si vamos a hacerlo, será bajo ciertas reglas.”

Elena arqueó una ceja, burlona. “¿Reglas? ¿Qué más quieres imponer, oh gran Moretti?”

“Primero,” comenzó Gabriel, ignorando su tono sarcástico, “nuestra vida personal seguirá siendo privada. No quiero que esto afecte mi reputación o la de mi empresa. Segundo, asistirás a los eventos necesarios para aparentar que somos una pareja real. Y tercero, no interfieras en mi trabajo ni en mi rutina.”

“Wow,” respondió Elena, sarcástica. “Qué romántico. ¿Quieres que firme también un contrato para asegurarme de no respirar demasiado cerca de ti?”

“No estaría mal,” replicó él con frialdad.

Elena bufó y tomó el anillo, deslizándolo en su dedo. “De acuerdo, jefe. Ahora dime, ¿qué pasa si rompo alguna de tus reglas?”

“No querrás averiguarlo,” dijo Gabriel con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

El abogado intervino para calmar las tensiones. “Bien, señores, ya tenemos un plan básico. La ceremonia será sencilla, sin prensa, y se realizará este fin de semana. A partir de ahí, deberán actuar como un matrimonio convencional.”

“Convencional,” repitió Elena, mirando a Gabriel con una mezcla de incredulidad y desafío. “Nada en esto tiene sentido.”

“Lo único que importa,” respondió Gabriel, levantándose, “es que funcione.”

Mientras salían del despacho, el silencio entre ellos era tenso. Elena observó a Gabriel caminar con su típica postura rígida, como si todo en su vida estuviera perfectamente calculado. Por un momento, sintió lástima por él.

“¿Siempre vives así?” preguntó de repente.

Gabriel se detuvo y la miró, confundido. “¿Así cómo?”

“Como si todo fuera un negocio,” respondió ella, encogiéndose de hombros. “Debe ser agotador.”

Gabriel no respondió. En su mente, la pregunta quedó flotando como un eco.

Elena bajó por el ascensor en silencio, mientras Gabriel revisaba su teléfono con la misma expresión fría de siempre. La pequeña caja del anillo en su bolso le pesaba más de lo que esperaba.

“Entonces,” dijo Elena finalmente, rompiendo el silencio, “¿hay algún manual para ser la ‘esposa perfecta’ de un CEO o tengo que improvisar?”

Gabriel no levantó la vista de su pantalla. “Usa el sentido común. Sé discreta, puntual y no hagas nada que llame demasiado la atención.”

“Claro, porque pasaré desapercibida al lado del hombre más controlado de Manhattan,” replicó ella, con una sonrisa irónica.

Gabriel guardó su teléfono y la miró. “Solo sigue las reglas y todo saldrá bien.”

Elena soltó una risa breve. “¿Sabes qué es lo peor de todo esto? Que ni siquiera me sorprende que seas tan... robótico.”

“Y a mí no me sorprende que te tomes todo a la ligera,” contestó él.

El ascensor se detuvo en el vestíbulo y ambos salieron, manteniendo una distancia prudente. Gabriel estaba acostumbrado a controlar cada detalle de su vida, pero Elena era impredecible, y eso lo ponía nervioso.

“Nos vemos el sábado,” dijo él, deteniéndose frente a la puerta principal.

Elena se giró para mirarlo, su mirada desafiante. “Ah, claro, la gran boda. No olvides invitar a todos los paparazzi para que quede bien claro cuánto nos ‘amamos’.”

Gabriel frunció el ceño. “Será discreto, como acordamos. No necesitamos un espectáculo.”

“¿No te parece que toda esta situación ya es un espectáculo?” preguntó ella, antes de girarse y marcharse sin esperar respuesta.

Esa noche, mientras Elena terminaba de limpiar su pequeño restaurante, no podía dejar de pensar en lo absurdo de todo. Su vida había cambiado en cuestión de días, y ahora estaba comprometida con un hombre que apenas conocía, pero cuya arrogancia conocía de sobra.

“¿De verdad voy a hacer esto?” murmuró para sí misma, mirando el anillo que había colocado sobre la barra.

Aunque no soportaba a Gabriel, algo en sus palabras resonaba con ella: había demasiado en juego. Su restaurante era todo lo que tenía, y no estaba dispuesta a perderlo.

En el otro extremo de la ciudad, Gabriel estaba en su oficina, mirando la agenda de eventos que su asistente le había preparado. Tenía todo planeado, como siempre, pero por primera vez en años, sentía que algo escapaba a su control.

¿Por qué no podía dejar de pensar en esa mirada desafiante de Elena?

La boda está a la vuelta de la esquina, y ni Gabriel ni Elena están listos para lo que viene.

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