El aire acondicionado del auditorio no podía con el calor que emanaba del bullicio. Estudiantes, profesores y académicos se movían de un lado a otro, ajustándose a los asientos numerados o charlando animadamente en los pasillos. Las paredes estaban adornadas con pancartas que anunciaban la conferencia interuniversitaria. Era un evento importante, un escaparate para los mejores y más brillantes de cada institución.
Kang Joon-Ho, vestido impecablemente con un traje gris claro, destacaba entre la multitud como si estuviera hecho para los reflectores. Su cabello rubio estaba peinado con una precisión que sugería confianza, aunque no demasiado esfuerzo. Caminaba con pasos medidos, saludando con una leve inclinación de cabeza a otros profesores que lo reconocían.
Mientras avanzaba hacia el escenario donde iba a dar su conferencia, sus ojos captaron algo que lo detuvo por un momento. Una mujer, joven, de cabello castaño oscuro recogido en una coleta elegante, hojeaba distraídamente las páginas de un programa del evento. Su postura era recta, segura, y sus ojos oscuros reflejaban un brillo curioso mientras leía.
—Interesante —murmuró Joon-Ho para sí mismo, antes de reanudar su marcha.
Al llegar al escenario, tomó el micrófono con naturalidad. La atención de la audiencia se centró en él de inmediato.
—Buenas tardes a todos. Es un honor estar aquí hoy para compartir nuestras ideas y avanzar juntos en el mundo académico. —Hizo una pausa estratégica, observando a la multitud, y ahí estaba ella, sentada en la tercera fila. Su mirada era firme, como si analizara cada palabra que salía de su boca.
Durante los siguientes veinte minutos, Joon-Ho habló con una elocuencia que hacía que incluso los temas más técnicos parecieran fascinantes. Las risas ocasionales y los asentimientos de aprobación del público confirmaban su habilidad para cautivar a la audiencia. Sin embargo, su atención seguía regresando a esa joven.
Cuando terminó, recibió un aplauso rotundo. Se inclinó ligeramente y descendió del escenario, pasando a una zona de descanso donde varios asistentes se acercaron para felicitarlo. Entre ellos, alguien se le adelantó: la mujer de la coleta.
—Profesor Kang, ¿verdad? —dijo ella, con una voz suave pero firme.
Él sonrió, encantado por su actitud directa. Sus ojos marrones lo cautivaron junto a su nariz perfecta.
—Así es. Y usted es...
—Han Soo-Yeon. Profesora adjunta de literatura de la Universidad de Seúl. —Extendió la mano, y Joon-Ho la estrechó, notando su firmeza.
—Un placer conocerla, profesora Han. Espero que mi conferencia haya sido de su interés.
Ella arqueó una ceja, ligeramente divertida.
—Fue... entretenida. —Su sonrisa era pequeña pero suficiente para intrigar a Joon-Ho.
—Solo entretenida, ¿eh? —replicó, divertido.
—Bueno, aún no he decidido si estoy de acuerdo con todas sus premisas, pero supongo que tendremos tiempo de debatir.
—Espero que sí —dijo él, con un tono que dejaba claro que aceptaba el desafío.
Antes de que pudiera decir algo más, uno de los organizadores interrumpió para llevarlo a una reunión con otros ponentes. Joon-Ho se despidió con un ligero asentimiento, pero mientras se alejaba, no pudo evitar echar un vistazo hacia atrás. Soo-Yeon ya no estaba ahí.
La conferencia continuó con otras presentaciones, pero Joon-Ho apenas podía concentrarse. Había conocido a muchas personas en su carrera, pero había algo en Soo-Yeon que lo descolocaba. Tal vez era su actitud, esa mezcla de confianza y misterio que no se encontraba todos los días.
Al finalizar la jornada, Joon-Ho cobró sus honorarios por la conferencia y los organizadores invitaron a los asistentes a una cena informal en un restaurante cercano. Joon-Ho llegó al lugar aprovechando la comida y las bebidas gratis en un elegante salón privado con luces cálidas y una mesa larga repleta de todo. Saludó a algunos colegas y se unió a la conversación, aunque su mente estaba en otra parte.
Entonces la vio entrar. Soo-Yeon llevaba un vestido negro sencillo, pero su porte y su sonrisa sutil captaron la atención de todos los presentes. Joon-Ho notó cómo algunos de sus colegas masculinos intentaban acercarse a ella, pero ella los despachaba con cortesías rápidas antes de tomar asiento al otro lado de la mesa.
El destino, o tal vez la suerte, lo colocó sentado frente a ella.
—Parece que el universo sigue encontrándonos —dijo él, inclinándose ligeramente hacia adelante.
—O tal vez solo tiene mala puntería —respondió ella, sin perder la compostura.
Joon-Ho soltó una risa, genuinamente divertido.
—¿Siempre es así de difícil con todos los que conoce?
—Solo con los que intentan ser encantadores.
La cena transcurrió entre conversaciones animadas. Aunque Joon-Ho intentó centrarse en los temas generales, cada tanto dirigía preguntas a Soo-Yeon, interesado en conocerla más allá de las palabras. Ella, por su parte, respondía con una mezcla de evasivas y comentarios ingeniosos, manteniéndolo constantemente en vilo.
En un momento, cuando el vino comenzó a aflojar las tensiones en la sala, Soo-Yeon se levantó para ir al balcón. Joon-Ho esperó un momento antes de seguirla, llevando consigo dos copas de vino.
—Pensé que tal vez le gustaría algo para acompañar la vista —dijo, extendiéndole una copa.
Ella aceptó, agradeciendo con una inclinación de cabeza.
—Busan tiene algo especial por las noches, ¿no cree? —comentó, mirando las luces de la ciudad que se extendían frente a ellos.
—Definitivamente. Pero tengo que admitir que no esperaba que lo más interesante del día estuviera aquí fuera.
Ella lo miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de curiosidad y precaución.
—¿Siempre dice cosas así, profesor Kang?
—Solo cuando es verdad.
Soo-Yeon rió suavemente y dio un sorbo a su vino.
—Le daré un consejo, profesor. La próxima vez, intente ser menos predecible. Tal vez tenga más suerte.
—¿Más suerte? —repitió él, levantando una ceja.
Ella sonríe, captó la pregunta y se sorprende, nadie le había dicho que tenía suerte en conocerla.
—Tal vez. Pero eso no significa que le esté dando una oportunidad.
Joon-Ho sonrió, aceptando la provocación.
—Entonces tendré que ser más creativo. Ser profesor de matemáticas me da una ventaja.
Ella lo miró por un momento, evaluándolo, antes de dar media vuelta para regresar al salón.
—Buena suerte con eso —dijo por encima del hombro.
Joon-Ho se quedó en el balcón, observando cómo desaparecía entre la multitud. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que alguien lo había desafiado de verdad. Y, para su sorpresa, disfrutaba cada segundo de ello. Ella no solo era encantadora sino que era difícil y eso lo excitaba.
Joon-Ho dejó escapar una pequeña risa, un sonido más de incredulidad que de diversión. Terminó el vino de su copa de un solo trago, dejando que la sensación cálida le recorriera el cuerpo antes de volver al salón. Cuando cruzó las puertas, se encontró con que Soo-Yeon estaba inmersa en una conversación animada con otro grupo de profesores.
Algunos lo saludaron al verlo, haciéndole un gesto para que se uniera. Él aceptó con una sonrisa, pero no tardó en tomar el control del diálogo, logrando que la atención de todos se centrara en él. No era por vanidad, sino porque sabía cómo manejar una sala. Cada comentario suyo arrancaba risas o asentimientos, pero lo que más disfrutaba era cómo, de vez en cuando, Soo-Yeon lo observaba con una mezcla de admiración y desafío en los ojos.
—¿Entonces esa es su estrategia, profesor Kang? —le dice ella en un momento, cruzando los brazos y levantando una ceja.
—¿Estrategia? —replicó, haciéndose el desentendido.
—Hablar lo suficiente para ser el centro de atención. Muy efectivo, debo admitir.
El resto del grupo rió ante su comentario, pero Joon-Ho la miró directamente, sin perder la compostura.
—La atención solo es valiosa si viene de la persona adecuada.
El aire pareció cargarse por un instante. Soo-Yeon no respondió de inmediato, pero la pequeña sonrisa en sus labios delató que no le había desagradado su respuesta.
La noche continuó entre conversaciones, música suave y varias copas de vino. En un momento dado, la decana de la universidad anfitriona propuso un brindis. Todos se pusieron de pie, levantando sus copas mientras ella agradecía la participación de los asistentes y destacaba la importancia de eventos como este para fortalecer los lazos académicos.
Cuando los aplausos llenaron el salón, Joon-Ho aprovechó para acercarse nuevamente a Soo-Yeon. Esta vez, no dijo nada de inmediato. Simplemente se colocó a su lado, observando cómo el resto de los asistentes volvían a sus asientos.
—¿Siempre se escabulle para evitar que alguien tenga la última palabra? —preguntó ella, sin mirarlo.
—Solo cuando siento que la conversación no ha terminado —respondió él, apoyándose ligeramente en la mesa a su lado.
Ella lo miró, como si evaluara cuánta sinceridad había en sus palabras.
—No soy una de sus conferencias, profesor Kang, solo soy maestra de la universidad de otra facción aquí en Busan. No tiene que impresionarme.
—No intento impresionarla, Soo-Yeon. Solo quiero conocerla.
La forma en que usó su nombre la desarmó por un segundo. No estaba acostumbrada a que alguien rompiera su barrera con tanta facilidad.
—¿Y por qué querría hacer eso?
—Porque me intriga.
La honestidad en su tono la tomó por sorpresa. Antes de que pudiera responder, uno de los organizadores se acercó para recordarle a Joon-Ho que debía reunirse con otros colegas al final de la noche.
—Bueno, parece que me necesitan en otra parte. —Él sonrió, inclinándose ligeramente hacia ella. —Pero no se preocupe, profesora Han. La próxima vez, seré menos predecible.
Ella rió, genuinamente esta vez, y lo vio alejarse.
Cuando la noche llegó a su fin, Soo-Yeon se despidió de algunos conocidos y salió del restaurante. El aire fresco de Busan le hizo bien, ayudándola a despejarse después de tantas conversaciones y vino. Caminó hacia su auto, reflexionando sobre lo que había ocurrido durante la velada.
No podía negar que Kang Joon-Ho tenía un carisma único, pero también sabía que no debía bajar la guardia. Había aprendido a no confiar en la primera impresión, especialmente cuando alguien parecía demasiado perfecto.
Justo cuando estaba a punto de entrar en su auto, una voz conocida la interrumpió.
—¿Ya se va, profesora Han?
Se giró y lo vio nuevamente, esta vez sin el filtro de las luces cálidas del restaurante. Joon-Ho sostenía un abrigo sobre su brazo, claramente listo para irse también.
—Eso parece —respondió ella, manteniendo la compostura.
—¿Puedo acompañarla hasta su auto? —preguntó él, mirando hacia el vehículo detrás de ella.
—Ya estoy aquí, pero gracias.
—Entonces tal vez pueda invitarla a un café algún día. —Su tono era casual, pero había un destello de esperanza en sus ojos.
Soo-Yeon lo miró fijamente por un momento, como si buscara algo en su rostro. Luego sonrió.
—Tal vez. Pero solo si nos juntamos en otra coincidencia, profesor Kang.
Sin darle tiempo a responder, entró en su auto y cerró la puerta. Mientras encendía el motor él dibujaba un corazón en su ventana y sonrió, ella solo lo miró mientras se alejaba, Joon-Ho la vio desaparecer entre las luces de la ciudad.
No podía recordar la última vez que alguien le había dejado una sensación de intriga tan profunda. Y aunque sabía que iba a ser un reto, no tenía intención de rendirse tan fácilmente.
Esa noche, mientras volvía a su apartamento, solo había una idea en su mente:
Han Soo-Yeon iba a ser mucho más que una simple coincidencia.
El sonido del despertador invadió la calma de la habitación de Lee Mi-Ra, resonando entre los delicados tonos crema y dorado de las paredes. Ella lo apagó de un manotazo, girándose en su cama de sábanas suaves como nubes. Sus ojos, de un azul profundo, se abrieron lentamente mientras el sol se colaba por las cortinas de seda, iluminando el lujoso pero acogedor espacio. Mi-Ra dejó escapar un suspiro mientras miraba al techo y sonreía. Su mente ya estaba en lo único que la motivaba últimamente: el profesor Kang Joon-Ho.
Era el segundo semestre en la universidad, y desde el primer día que lo vio, sintió una chispa de admiración y algo más. Joon-Ho no era solo un hombre atractivo, con su cabello rubio perfectamente peinado y sus ojos azules que parecían analizarlo todo; su pasión por enseñar lo hacía destacar aún más. Había algo en su forma de explicar, tan meticulosa y a la vez entusiasta, que la había cautivado. Claro, nunca había expresado esos sentimientos. Siempre se aseguraba de mantenerse amable, pero lo suficientemente distante como para no levantar sospechas. Sin embargo, cada vez que llevaba alguna fruta o bocadillo como muestra de agradecimiento por sus clases, era su manera sutil de estar cerca de él.
Con ese pensamiento, Mi-Ra finalmente se levantó de la cama. Caminó descalza sobre el cálido suelo de madera hacia el enorme vestidor. Cada prenda en su armario parecía gritar lujo, pero ella eligió algo sencillo: un vestido azul claro que complementaba sus ojos y unos zapatos cómodos. Mientras se peinaba frente al espejo, dejó que su mente vagara nuevamente hacia Joon-Ho. Se preguntaba si hoy tendría la oportunidad de hacerle una pregunta que lo mantuviera unos minutos más cerca de su escritorio.
—¡Señorita Mi-Ra, el desayuno está listo! —anunció una voz desde la planta baja.
—¡Voy enseguida Denis! —respondió.
La enorme mansión de su familia era impresionante, pero a veces se sentía vacía. Sus padres, dueños de una exitosa empresa petrolera, solían estar ocupados viajando o en reuniones, dejando a Mi-Ra prácticamente sola con el personal doméstico. Mientras bajaba las escaleras, se encontró con su padre, Lee Dae-Sung, vestido impecablemente con un traje oscuro. Era raro verlo en casa por la mañana.
—Buenos días, Mi-Ra. ¿Dormiste bien? —preguntó mientras le daba un beso en la frente.
—Sí, papá. ¿Tú no tienes una reunión hoy? —respondió ella, tomando asiento en el comedor.
—Sí, pero quería verte antes de salir. Tu madre y yo estaremos en una cena esta noche, así que probablemente no nos veamos hasta mañana. Y pronto viajaremos a Rusia hacia que debes portarte bien y no causarle problemas a la señora Denis.
Mi-Ra asintió, acostumbrada a estas despedidas rápidas. La ausencia constante de sus padres era algo que había aprendido a manejar. Por eso, a menudo buscaba actividades que llenaran ese vacío, salir con sus amigos, hacer pijamada, salir de compras, o buscar la forma para atraer a Joon-Ho, como pedirle clases privadas. No le dijo a su padre sobre sus verdaderas razones, pero sabía que él no objetaría, siempre y cuando fuera algo relacionado con su educación.
Después del desayuno, Mi-Ra subió al auto que la esperaba para llevarla a la universidad. Durante el trayecto, no pudo evitar mirar por la ventana, imaginando cómo sería pasar más tiempo con Joon-Ho fuera del aula. Esa idea la hizo sonrojarse, y rápidamente sacudió la cabeza para despejar sus pensamientos.
Cuando llegó al campus, el bullicio habitual de estudiantes llenaba el aire. Caminó hacia el edificio de matemáticas, donde tenía su primera clase del día. Al entrar al aula, vio a Joon-Ho en su escritorio, revisando algunos papeles. Su corazón dio un pequeño vuelco al verlo tan concentrado.
—Buenos días, profesor Kang —lo saludó ella con una sonrisa amable, dejándole un pequeño paquete de frutas frescas sobre su escritorio, como siempre.
Él levantó la vista, devolviéndole una sonrisa que, aunque breve, hacía que el día de Mi-Ra valiera la pena.
—Buenos días, Mi-Ra. Gracias por esto, aunque realmente no era necesario. —Su voz era suave, pero profesional, y ella se deleitó en cada palabra perdiéndose en su mirada azul.
Durante la clase, trató de concentrarse en las ecuaciones cuadráticas, pero su mirada seguía desviándose hacia el profesor. Joon-Ho, por su parte, no parecía notar nada fuera de lo común. Mi-Ra sabía que debía actuar con cautela. No quería arriesgarse a que sus sentimientos se volvieran obvios, aunque a veces deseaba que él pudiera leer su corazón.
Al final de la jornada, Mi-Ra regresó a casa. Mientras se cambiaba de ropa, una idea comenzó a formarse en su mente. ¿Y si le proponía a Joon-Ho ser su tutor personal no se opondría? De esa forma, tendría más tiempo a solas con él. Además, era una manera legítima de justificar su deseo de verlo fuera del aula.
Después de asegurarse de que todo estaba en orden, bajó a hablar con su padre, quien acababa de regresar de una reunión.
—Papá, he estado pensando en mejorar mis notas en matemáticas. Hay muchas cosas que aun no entiendo completamente, y creo que sería útil tener un tutor privado. —Trató de sonar lo más casual posible.
—¿Un tutor? Bueno, Si crees que lo necesitas, no veo problema. ¿Tienes a alguien en mente? —preguntó él, mirándola con curiosidad.
—Sí, mi profesor de matemáticas en la universidad. Es excelente enseñando y estoy segura de que podría ayudarme mucho. Si le ofrezco dinero extra seguro que accede—su tono era convincente, pero internamente esperaba que su padre no hiciera demasiadas preguntas.
—De acuerdo. Dile que lo contrataremos y que puede venir aquí a la mansión. No escatimaremos en los honorarios, pero asegúrate de que sea un buen uso de su tiempo.
Mi-Ra asintió, ocultando su emoción. Al día siguiente, después de la clase, se acercó a Joon-Ho para hablarle sobre la propuesta.
—Profesor Kang, ¿tendría un momento? —preguntó, deteniéndose frente a su escritorio en horas de receso.
—Claro, ¿qué necesitas? —respondió él, mirándola con atención.
—Estuve pensando que, aunque sus clases son excelentes, me vendría bien un poco de apoyo extra. Mis padres están dispuestos a contratarlo como tutor privado, si usted tiene tiempo. —Intentó sonar profesional, aunque su corazón latía con fuerza.
Joon-Ho pareció considerar la propuesta por un momento. Sabía que tomar un trabajo extra significaba más ingresos, algo que necesitaba urgentemente para pagar la hipoteca de su casa y las facturas médicas de su madre enferma. Finalmente, asintió.
—Acepto, Mi-Ra. Podemos coordinar un horario que funcione para ambos.
Ella sonrió, sintiendo una ola de felicidad al imaginar lo que vendría.
Esa misma tarde, Joon-Ho llegó a la mansión para su primera sesión de tutoría. Al entrar, quedó impresionado por la magnitud y el lujo del lugar. Mi-Ra lo recibió con una sonrisa cálida, llevándolo a la biblioteca, donde había preparado todo para la clase.
Durante las dos horas que pasaron juntos, Mi-Ra trató de concentrarse en las matemáticas, pero no podía evitar sentirse cautivada por la cercanía de Joon-Ho. Por su parte, él mantuvo una actitud profesional, explicándole con paciencia cada concepto. Sin embargo, no pudo evitar notar lo amable y educada que era. Aunque había trabajado con muchos estudiantes, había algo en Mi-Ra que lo hacía sentir más relajado.
Cuando la sesión terminó, Mi-Ra le ofreció un té y postres, prolongando la conversación. Hablaron de temas triviales: la universidad, el clima, incluso un poco sobre sus familias. Joon-Ho mencionó brevemente a su madre y el estrés que sentía por sus responsabilidades. Mi-Ra lo escuchó atentamente, sintiendo un deseo creciente de estar a su lado, no solo como su alumna, sino como alguien que pudiera apoyarlo. Agradeció pensar en esa idea para acercarse a él y conocerlo mejor.
Esa noche, mientras Mi-Ra lo veía partir, se prometió a sí misma que aprovecharía cada oportunidad para acercarse más a él. Aunque sabía que no sería fácil, estaba dispuesta a intentarlo, porque cada día, su admiración por Joon-Ho se transformaba en algo más profundo. Algo que ya no podía ignorar. Y quien sabe, tal vez un día sería su esposo.
La pequeña lámpara en el rincón del apartamento de Kang Joon-Ho parpadea, mientras alumbra las paredes descascaradas.
Es un espacio modesto, apenas suficiente para él, su madre y su hermano menor. La cocina, estrecha y en mal estado y con muebles desgastados, está separada del resto del apartamento por un viejo biombo que alguna vez fue elegante. En una esquina del salón, un sofá desvencijado sirve como cama improvisada para su hermano menor, Kang Min-Ho, que está sentado con los auriculares puestos, absorto en su computadora de segunda mano.
Joon-Ho se recuesta en la mesa del comedor, que también hace las veces de escritorio. Su madre, Oh Ji-Hyun, de 59 años, duerme en el pequeño cuarto al fondo del apartamento, cansada por las medicinas que consume para tratar su enfermedad crónica. Joon suspira profundamente mientras revisa las facturas apiladas frente a él: la hipoteca atrasada, los costos de las medicinas de su madre, las reparaciones urgentes de su auto. Todo parece acumularse sin tregua.
—¿Hyung? ¿Quieres un té? —pregunta Min-Ho, levantándose para estirarse.
—No, estoy bien, Min-Ho. Tú sigue con lo tuyo. —Joon le sonríe levemente, intentando no mostrar la preocupación que lo carcome.
Revisando su agenda, encuentra el mensaje que había recibido esa tarde: una confirmación para ser tutor privado. Viene de una de sus estudiantes en la universidad, Lee Mi-Ra. Aunque sabe que sería trabajo extra y un compromiso más en su apretada agenda, la necesidad es demasiado grande como para rechazarlo.
—Una estudiante rica... Espero que sea seria y no una consentida más, —murmura para sí mismo mientras se levanta y prepara un café.
La idea de pasar horas en una mansión enseñando matemáticas no le resulta especialmente atractiva, pero la paga puede ser lo que necesita para salir del aprieto.
Se sienta frente a su computadora y empieza a organizar su calendario, buscando un hueco entre sus clases y las visitas al médico de su madre. Mientras anota detalles, el sonido de su teléfono lo saca de sus pensamientos. Es su mejor amigo, Choi Min-Jae, profesor de física en la misma universidad.
—¡Joon! ¿Qué haces esta noche? —pregunta Min-Jae con entusiasmo.
—Trabajando, como siempre. —Joon responde con tono cansado, pero no puede evitar sonreír ante el espíritu despreocupado de su amigo.
—Eso suena aburridísimo. Ven conmigo a la disco. Hace semanas que no sales. Además, necesito a alguien que me cubra si me paso de copas.
—No estoy seguro, Min-Jae. Tengo muchas cosas pendientes.
—Por favor, hyung. Solo un rato. Te hará bien despejarte. —La insistencia de Min-Jae finalmente lo convence.
—Está bien, pero no pienso quedarme hasta tarde.
—¡Perfecto! Paso por ti en una hora.
Una hora después, Joon-Ho se encuentra en la entrada del apartamento, ajustándose su chaqueta de cuero gastada. Min-Jae, como siempre, luce impecable con una camisa ajustada y un peinado que parece recién salido de una sesión de fotos.
—Hyung, necesitas mejorar tu estilo. No puedes ir a una disco con esa chaqueta. Tengo una extra en la cajuela de mi carro.
—Está bien así. No voy a impresionar a nadie. —Joon le lanza una mirada burlona mientras ambos se dirigen al auto de Min-Jae.
En el camino, Min-Jae no deja de hablar sobre las nuevas colegas en la universidad y sus planes para el fin de semana. Joon escucha en silencio, sus pensamientos aún anclados en sus problemas financieros y en la oferta de tutoría.
Cuando llegan a la discoteca, el lugar está lleno. Las luces de neón parpadean mientras la música electrónica hace retumbar el suelo. Min-Jae se abre paso con facilidad entre la multitud, saludando a varios conocidos. Joon, por otro lado, se siente fuera de lugar. No es el tipo de ambiente que puede darse el lujo de ir, pero promete a sí mismo que intentará disfrutarlo.
Mientras están en la barra, una voz familiar lo llama desde atrás.
—¡Joon-Ho! —Es su exnovia, Eun-Ji.
Ella está visiblemente ebria, con una copa en la mano y una sonrisa que le resulta demasiado familiar. Antes de que pueda reaccionar, Eun-Ji se acerca, lo abraza, pone una mano en su zona privada y lo besa. Joon quita su mano sobre su pantalón y la aleja suavemente, pero con firmeza.
—Eun-Ji, no hagas esto. —Su tono es calmado pero decidido.
—¿Por qué no? Tú y yo éramos perfectos juntos. —Ella balbucea.
—Ya no somos, nada. Así que por favor no vuelvas a tocarme sin mi permiso.
—Eres tan quisquilloso, no decías eso cuando me besaba y metias tu mano por mi blusa y querías follarme.
—Si, y nunca lo hicimos. No vale la pena recordar el pasado. Ya terminamos, no hay nada que hablar.
—Terminamos porque nunca me regalabas nada, nunca tienes dinero ni para llevarme a un motel, lo querías hacer en mi casa o en un callejón. Nunca me llevaste a tu casa ni me presentaste a tu familia en los meses que estuvimos saliendo— le dice haciendo ademanes, pero Joon simplemente niega con la cabeza y la deja con uno de sus amigos.
—Eso fue incómodo. —comenta Min-Jae, dándole un golpe amistoso en el hombro.
—No empieces.
—Amigo esa mujer está loca, es una interesada. No le hagas caso, vamos a disfrutar, todo corre por mi cuenta.
Intentando olvidar el incidente, Joon-Ho se enfoca en la música y en la conversación con Min-Jae. Pero justo cuando empieza a relajarse, sus ojos se encuentran con una figura familiar que entra en la discoteca. Es Soo-Yeon, la maestra de arte de una universidad cercana. Va acompañada de su amiga Im Hye-Jin, ambas luciendo elegantes y sexis.
—Mira quién acaba de llegar. —Min-Jae señala hacia Soo-Yeon con una sonrisa traviesa—¿No es esa la maestra de la conferencia que siempre te retaba? Y viene acompañada. Son hermosas.
Joon observa cómo Soo-Yeon se acerca a la barra con Hye-Jin. Aunque no la conoce bien, solo sabe que da clases en otra universidad y de vez en cuando se encuentran por casualidad, siempre le ha parecido interesante. Soo-Yeon tiene un aire de misterio, una elegancia que contrasta con el ambiente ruidoso de la discoteca. Por un momento, considera acercarse, pero decide mantenerse en su lugar.
Min-Jae, sin embargo, no puede resistirse.
—Voy a saludar. Tal vez me presente como tu mejor amigo increíble y me ligue a su amiga. —dice con un guiño antes de desaparecer entre la multitud.
Joon-Ho lo observa desde la distancia, sintiéndose más cómodo como espectador. La noche avanza, y aunque hay momentos incómodos, también se permite disfrutar de pequeños instantes de desconexión.
—Voy a saludar. Tal vez me presente como tu mejor amigo increíble. —Min-Jae le guiña un ojo, ajustando el cuello de su camisa como si fuera una celebridad a punto de entrar en escena.
Joon-Ho sacude la cabeza y esboza una pequeña sonrisa, resignado a las inevitables travesuras de su amigo. Se queda en su lugar, apoyado en la barra, observando cómo Min-Jae se abre paso entre la multitud hasta llegar a Soo-Yeon y su amiga Hye-Jin. Desde la distancia, Joon no puede escuchar la conversación, pero ve cómo Min-Jae adopta su clásica pose de "encantador", inclinándose un poco hacia ellas con una sonrisa segura.
Mientras tanto, Joon intenta distraerse mirando su vaso, pero no puede evitar que sus ojos se deslicen hacia Soo-Yeon. Siempre le ha parecido interesante y esa noche se ve más provocativa que de costumbre. Tiene un aire sofisticado que contrasta con la música vibrante y las luces de la discoteca. Lleva un vestido negro elegante, sencillo pero impactante, y su cabello cae en ondas suaves sobre sus hombros. Es la clase de persona que parece estar en control de cualquier situación, incluso en un lugar tan caótico como este.
Unos minutos después, Min-Jae regresa con una sonrisa triunfante.
—¿Y bien?—pregunta Joon, aunque ya sabe que su amigo tiene algo preparado.
—Son encantadoras. Les dije que nos sentáramos en la misma mesa, que también acabamos de llegar. ¿No te molesta, verdad?
—¿De verdad les dijiste eso? —Joon lo mira incrédulo, pero Min-Jae simplemente se encoge de hombros.
—Vamos, hyung. Un poco de compañía nunca hace daño. Además, Soo-Yeon me preguntó por ti.
—¿Qué? —Joon arquea una ceja, claramente sorprendido.
—La halagué por lo que expuso en la conferencia, llegaste a colación y bueno, tal vez exageré. Pero cuando mencioné que eras profesor de matemáticas, parecía interesada. Parece que no sabía que somos buenos amigos. Así que vamos a sentarnos juntos y a pasarla bien.
Antes de que Joon pueda responder, los dos salen a buscar una mesa disponible, luego Soo-Yeon y Hye-Jin se acercan. Min-Jae, siempre el anfitrión, les ofrece sillas y comienza a hablar con Hye-Jin, dejando a Joon y Soo-Yeon en una conversación incómoda pero inevitable.
—¿Kang Joon-Ho, cierto? —pregunta Soo-Yeon, con una sonrisa ligera.
—Así es. Y tú eres Soo-Yeon, la profesora de arte. —Joon se esfuerza por sonar casual, aunque internamente se siente torpe.
—Correcto. Creo que nos hemos cruzado un par de veces en eventos de la universidad.—Su tono es calmado, casi como si estuviera tanteando el terreno.
—Sí, aunque nunca tuvimos la oportunidad de hablar así como ahora. —Joon siente que debe agregar algo más para mantener la conversación. —Arte y matemáticas. Dos mundos muy diferentes.
Soo-Yeon ríe suavemente.
—Eso dicen, pero yo creo que tienen más en común de lo que parece. Ambas requieren creatividad, aunque en formas distintas.
Joon asiente, sorprendido por la respuesta.
—No lo había pensado así, pero tienes razón. Supongo que resolver una ecuación puede ser tan desafiante como crear una obra de arte.
La conversación fluye más fácilmente de lo que Joon esperaba. Hablan sobre sus respectivas disciplinas, la vida en la universidad y, eventualmente, detalles más personales. Soo-Yeon comparte cómo llegó a enseñar en Corea después de estudiar en el extranjero, y Joon, aunque no suele abrirse fácilmente, menciona a su madre y su hermano, aunque evita entrar en detalles sobre sus problemas financieros.
Mientras tanto, Min-Jae y Hye-Jin parecen estar en su propio mundo, riendo y conversando animadamente. En un momento, Min-Jae sugiere que vayan a la pista de baile.
—Vamos, hyung. Es hora de movernos un poco. —dice Min-Jae, tirando de la manga de Joon.
—No creo que sea buena idea. —protesta Joon, pero Soo-Yeon lo mira con una sonrisa divertida.
—¿Qué? ¿El profesor de matemáticas no sabe bailar?
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