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EVOCACIONES DE ARABELA

CAP 1. LA TENSIÓN

Todas las inquietas miradas nos buscábamos mientras la botella giraba. No era más que un simple juego del que formaba parte. Sentada alrededor de aquel recipiente que en cualquier instante elegiría a sus víctimas, me preguntaba si esa era la única diversión con un toque de adrenalina que podía conseguir. Si no fuese así, de cualquier modo, me entretenían las situaciones penosas, de risa y hasta atrevidas que surgían. Nada extraordinario. Al menos eso creí.

De pronto, la botella comenzó a detenerse, no hubo más sonido que el ruido de la respiración agitada proveniente de las bocas y narices de la bolita en pleno desarrollo, acompañada de la amenazante fricción de la botella contra el piso del salón tratando de quedar estática. Mi mente era un remolino de palabras, tratando de formar alguna frase, finalmente elegí: "qué suerte que no me tocó a mí". El objeto de no gran importancia por fin había escogido su lugar. El destino se ensañó con Rebeca, una chica con una mirada tan penetrante que al ponerla sobre ti no te librabas de una sensación de escalofríos que te consumía hasta que ella lo detuviese. Al menos eso era lo que contaban. Sí, claro, le encantaba tener el control, lástima que en este caso la botella decidió que ella fuera quien tuviera que recibir las órdenes.

Me perdí en mis pensamientos, confiada de que el terror del giro de aquel mando ya no me podría torturar hasta el siguiente turno. Esperamos a que Selene le asignara un castigo a la despreocupada Rebeca.

―Stop, ya tengo el castigo perfecto para ti ―dijo Selene. Rebeca seguía sin perder cuidado, abrazaba a su novio sin tomarnos en cuenta y él no le dejaba de besar el cuello. La verdad era un poco incómodo ver esa escena pero no había mucho qué hacer.

Otra vez, me quedé absorta y minutos después la voz de Selene rompió con mi ensimismamiento.

―Vamos, Rebeca, claro que puedes hacerlo―. El grupito adolescente me miraba con una sonrisa que daba miedo. Miré sus rostros con cierta angustia de saber qué estaba ocurriendo, para cuando me di cuenta, Rebeca estaba parada frente a mí. La estruendosa risa de Selene aturdió mis sentidos, haciendo a mi entrecejo arrugarse. Cuky intervino:

―Arabela, te estamos esperando.

―¿Qué pasa? A mí no me ha tocado el castigo ―respondí molesta.

Tras un momento de confusión, Cuky me miró diciendo:

―Ya sé que a ti no, pero a Rebeca sí. ¿A caso no escuchaste cuál fue su castigo?

―Lo siento, no puse atención ―respondí con las mejillas ardiendo.

Con el rabillo del ojo observaba la indiferencia de Rebeca mientras Cuky me explicaba el castigo, que constaba nada más ni nada menos de un beso, sí, un beso que Rebeca tenía que dar a no se imaginan quién, pues a mí. El rose de pieles tenía sus condiciones: debía ser en la boca y con una duración de un minuto, tiempo en el que las dos podíamos tocar cualquier parte del cuerpo de la otra si así lo deseásemos.

―¡No, no puedo hacerlo! ―exclamé, justo cuando Cuky terminó de decirme todo el rollo del beso. Con cara inconforme pensaba si en verdad ese castigo era para Rebeca, porque parecía que me estaban queriendo amolar a mí.

Pero, ¿por qué yo? Las personas que me conocen saben que soy muy reservada, no me meto con nadie si no me provocan. Una razón había, yo era la candidata ideal para hacer sufrir a Rebeca; besar a una lesbiana, el castigo perfecto para la joven heterosexual.

¿Cómo hacerlo?, estaba confundida. Rebeca nunca me había volteado a ver ni para preguntar por la tarea, y yo, aunque me gustan las chicas nunca pensé en incluirla en mi vida. Pero en ese momento estaba varada en una situación con una mujer que no conozco, ni siquiera sé que signo es, sin embargo, la tenía que besar. Los reproches en mi mente no paraban, me sentía indignada.

—¡No puedo!, ¡no puedo! ―repetía una y otra vez con la mirada baja. Rebeca intervino y de su boca escuché salir palabras que contemplé como un canto sonoro.

―Ven, hagámoslo, no es tan difícil.

¿Qué no era difícil?, yo sentía que me moría, a pesar de estar consciente que tarde o temprano llegaría a hacerlo por la presión del círculo de mala influencia al que quise pertenecer por un rato, sin darle más vueltas entré a ese juego y entonces debía jugar.

Rebeca extendió su mano para que la tomara. La verdad no supe lo que pasó con su novio, porque después de fijar mi vista en ella, su mirada me penetró como el rumor lo contaba. Mi corazón se comenzó a agitar e invitó a mi respiración a ser parte de esa aceleración, traté de controlarme, pero su cuerpo se acercaba cada vez más al mío. Sus labios se convirtieron en mi único objetivo. Claro, su encanto me había atrapado como una araña en su red.

El salón parecía tan amplio pero a la vez tan asfixiante. No tenía otra cosa en la mente que el lograr besarla. ¿Qué sentiría? Seguro muy pronto lo averiguaría.

El silencio se hizo presente entre las dos, por otro lado, el barullo causado por mis compañeros y compañeras me tenía sin cuidado, porque estando en una situación como esa los murmullos y los gritos parecían inexistentes.

CAP 2. SENSACIONES

Ahí estábamos las dos, descubriéndonos con la mirada. Su semblante audaz me hacía sentir como una oveja escapando del peligro. Las piernas me temblaban, pese a los escalofríos que recorrían mi columna, no le dejé ver mi temor, mostrando una actitud desafiante ante lo que tuviera que pasar.

En un instante sentí su mano acariciar mi mejilla, no puedo explicar la sensación de complacencia que percibí en mi sistema arterial. Con el sólo hecho de disfrutar su calidez me parecía conocerla de toda la vida. Acercaba su rostro pausadamente. Mi objetivo no había cambiado; seguían siendo sus labios. El momento había llegado, su boca se fusionó con la mía, llevándome a olvidar las miradas que alguna vez me incomodaron.

El minuto establecido comenzó a correr, la cuenta regresiva que las voces a nuestro alrededor pronunciaban fuerte me hacía presionarme, pero no dejé que eso me intimidara. Por primera vez, hice caso a lo que alguien me dijo tiempo atrás, decidí llevar a cabo el castigo tal y como lo habían planteado desde el inicio: cruzar los límites que existían entre su cuerpo y el mío. Me armé de valor y la tomé por la cintura con ambas manos. Al notar mi atrevimiento, ella no se quiso quedar atrás. Lo que no esperaba es que rebasara por mucho mi espontaneidad.

Mientras mis labios no dejaban los suyos noté su mano deslizarse de mi cara hacía mi cuello, Rebeca sabía lo que hacía, siguió su recorrido por un costado de mi pecho, llegando a mi espalda y por último la posicionó debajo del cinturón de mi pantalón. Yo estaba muy sorprendida de su entusiasmo por no querer dejarme ganar en ese juego de seducción. No podía rendirme. Fue así como el dichoso castigo se convirtió en una competencia de erotismo.

Los segundos se agotaban, pero las dos permanecimos. Mi siguiente paso parecía ser un poco extremo. Con una mano seguí tomándola por la cintura y con la otra llegué hasta su pecho. Admito que, para venir de mí, ese acto sobrepasó la imagen recatada que me habían creado, pero quiero dejar claro que esto no lo hice por simple competencia, su cuerpo presentaba una conexión que me animaba a seguir. Lo más extraño de todo fue darme cuenta de que Rebeca también lo sentía. Su movimiento final traspasó las barreras superficiales, fue alzando mi blusa para poder introducir su mano.

―¡Amigas!, el tiempo se acabó ―alguien exclamó de entre el barullo. La burbuja en la que estaba sumergida se rompió con el eco de aquella frase. La fantasía había terminado. Nuestros cuerpos se desconectaron, con calma abrimos los ojos y nos vimos frente a frente sin decir nada.

Después de un instante, lo que ocurrió entre nosotras ya formaba parte del pasado. Mis compañeros y compañeras siguieron el juego como si no hubiera ocurrido nada, el único que se mostró inconforme fue el novio de Rebeca, él tenía que entender que todo lo que pasó formaba parte de un juego, sólo un juego...que sin pensarlo me había dejado secuelas.

Una vez más la botella comenzó a girar, pero mis ganas de seguir se habían esfumado y junto a eso vino el deseo de querer salir de ese lugar.

―Lo siento tengo que ir al baño.

Tal vez unos pensarían que yo estaba huyendo, pero no era así, en verdad tenía esa necesidad. Así que mientras era observada por el grupito, me levanté y caminé hasta la puerta, dejando atrás toda esa tensión que me torturaba.

Después de salir de unos de los baños, con la mirada baja me dirigí al lavabo, abrí la llave y al sentir el agua deslizarse por mis palmas, alcé la vista. Cuando lo hice descubrí mi rostro de asombro reflejado en el espejo. La causa fue ver junto a mi imagen el cuerpo fino de la oscura Rebeca recargado sobre la pared de uno de los baños. ¿Cómo no la vi? Pensando un poco me percaté de que estaba a lado del baño del cual yo había salido, lo que me impidió verla justo cuando abrí la puerta. Rebeca me observaba en silencio. A pesar de que me sentía acosada por su mirada, traté de no hacerlo notar, fingí ignorarla y seguí enjabonándome. 

Cuando terminé de lavar mis manos, arreglé un poco mi cabello. Tenía la intención de irme ya. Al querer darme la vuelta para llegar a la salida sentí su cuerpo detrás de mí. Otra vez, los escalofríos se hacían presentes. No sabía qué hacer, me quedé paralizada admirando su rostro en el espejo. Ella, con apenas una señal de sonrisa también me contemplaba por esa pantalla. De pronto, sus manos se acercaron a mi cintura, su acción repentina me hizo voltear el cuerpo contra la orilla del lavamanos. Rebeca dio un paso atrás, creí que se marcharía, pero no fue así, ella seguía ahí con la vista perdida por contados segundos, mientras yo esperaba con anhelo, sujetada con las dos manos en el borde de aquella superficie de concreto, a que alguien entrará y esa situación tan angustiosa terminara. Lástima que mi suerte no fue la mejor. Rebeca se acercó de nuevo con una sonrisa tan dulce y sensual que mis sentidos comenzaron a enloquecer, mis manos apretadas sudaban frío. Rebeca, pasó las suyas por los espacios que había entre mi torso y mis brazos, las recargó sobre el mismo espacio en las que se encontraban las mías quedando ambas en una especie de abrazo, lo único que lo diferenciaba de uno, fue que su rostro estaba demasiado cerca del mío. Rayos, sus labios me provocaban tanto, en ese momento quería gritar de emoción, no le daría el gusto, quería escapar, pero el acorralamiento de su cuerpo me lo impedía. Todo a nuestro alrededor era silencio. Éramos sólo ella y yo, dos completas desconocidas. 

CAP 3. TAN CERCA

Decidida a hablar dejé de recargarme sobre aquella fría superficie y crucé los brazos. 

―¿Qué quieres? ―me mostré seria.

―Lo mismo que tú ―se inclinó.

―Según, ¿qué es eso que busco?

Rebeca lo analizó un momento, luego acercó su rostro al mío sin cambiar su postura.

―Bésame...

―¿Qué?―fruncí el entrecejo.

―Bésame, sé que tú también lo deseas.

Claro que podría desear un beso de una chica, aunque sólo si sintiera algo por ella.

―No puedo besarte. ¿En qué estabas pensando al seguirme hasta aquí? ¿Que podrías llegar y convencerme de hacer la misma barbaridad de hace un momento?

―Bueno... no exactamente. Mira, en ese momento, en el que por un capricho del destino me besaste, sé que tú sentiste lo mismo que yo. No fue el simple hecho de querer tocarme para ganar. Tú me tocabas con mucha delicadeza.

Vamos, que la chica ruda estaba hablando de sentimientos. ¿Cómo era posible? Es cierto, que las apariencias engañan, pero estaba casi segura de que era la primera vez que ella hablaba de lo que sentía, lo más curioso es que lo hiciera con una extraña.

―Escúchame, eso ya no existe ―me exasperé.

―Arabela, claro que existe. Esto que nos une sigue presente.

Cada vez más me sorprendían las trágicas palabras que salían de su boca. Rebeca quería algo conmigo, era eso o yo era la que estaba alucinando.

―¿Por qué no lo admites, Arabela? Te gusto y tú a mí.

Todo ese vómito de palabras puso a mi paciencia en su límite. En definitiva, tenía que hacer algo para detenerla, aunque mis impulsos pudieron más que mi sano razonamiento para encontrar la forma de controlar esa situación. Ella seguía tratando de convencerme sobre el supuesto sentimiento presente entre las dos, la interrumpí besándola en los labios. El beso duró menos de un segundo. Rebeca quiso seguir besándome, pero yo no lo permití poniendo mis dedos en su boca para luego apartarla de mí.

―¿Ahora, qué sentiste?―Todas mis facciones eran de enfado. Ya no quería seguir con eso.

―No sentí más que tus labios.

―¿Lo ves? Lo nuestro sólo fue una experiencia pasajera. ¿Por fin lo entendiste?

―No. Además ese beso fue muy apresurado. ¿Cómo puedo sentir lo mismo en menos tiempo?

―Si esto fuese especial, como tú dices, lo sentirías también en una milésima de segundo.

―¿Qué dices? ¡Por qué no quieres admitirlo! ―exclamó, azotando sus palmas en la superficie del lavabo.

―¿Qué debo admitir? ―repliqué con voz pasiva.

―¡Que sientes algo por mí! ―Ella apretó los puños, sin bajar la guardia.  

―Ni siquiera te conozco, lo único que sé de ti es tu nombre. Además, tú deberías estar con tu novio, no aquí acosándome ―respondí con la escasez de paciencia que me quedaba.

Sin cambiar de postura, las dos seguimos discutiendo, ya no era más una simple plática. Mis nervios estaban a tope, creo que ella se daba cuenta y por eso no me dejaba en paz. Quería verme así.

―Dime, ¿por qué no quieres estar conmigo?

Qué molesta era, pero a la vez parecía muy linda. Yo no quería ser una tercera en su relación.

―Mira, Rebeca, yo no soy juguete de nadie y no por tu gusto me vas a hacer besarte cuando se te antoje, para luego irte y dejarme sin nada. No, eso nunca ―Fruncí el ceño, y puse los ojos en blanco, girando mi cara a la derecha.

―Arabela, mírame, y dime que no sentiste nada al estar conmigo.

Mi paciencia se agotó.

―Vale, está bien. Sí, sentí hermoso cuando estuve contigo. Por un minuto, más allá de sólo tocar, percibí una conexión exquisita entre tu calor y el mío. ¿Eso era lo que querías escuchar?― le hable exagerando mi entonación.

Rebeca rio. Pensé que me vida había terminado, porque parecía que su interrogatorio era para que yo confesara lo que sentía y después ella se lo contara a sus amigos. Mortificada repetía en mi mente, "todos se reirán de mí". Eso me enojó tanto que empujé su brazo para escapar de la jaula que había creado con su cuerpo.

Rebeca notó mi enojó y parecía sentirse culpable cambiando la expresión de su rostro con matices de asombro. Me tomó la mano con la intención de darme una disculpa por la burla que me había hecho. Deseaba terminar de una vez por todas con ese encuentro.

―Regresa con tu novio, seguro estará muy preocupado por ti ―me dirigí a la puerta.

Caminando por el pasillo me puse a pensar en todo lo que habíamos hablado. Di un gran suspiro y al recuperar el aire me di cuenta de que estaba frente a la entrada del salón. Cuando decidí pasar noté que el dichoso juego de botella había finalizado. Cada quien estaba en su relajo. Pasando desapercibida llegué hasta mi pupitre, saqué mi cuaderno y me quedé mirándolo, con la palma de mi mano sosteniendo mi cabeza y mi codo apoyado en la superficie de la banca. Poco después, Rebeca entró, con una de sus típicas entradas avasallantes, la miré por un momento y luego la ignoré.

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