Hola, les doy la bienvenida a esta nueva historia, les doy gracias a mis lector@s que siempre están allí acompañándome en cada obra.
Espero que esta historia sea de todo su agrado y que por favor voten y dejen muchos like. Un fuerte abrazo y muchas bendiciones para todos.
Atte: AraMosBa
Lorena Márquez.
— Por favor, no le diga así a mi hijo ¿Cómo puede ser así con él, si es solo un niño? Además ¿Se le olvida que es su nieto?
— Tu bastardo jamás será mi nieto, puede que lleve nuestra sangre Mendiola, pero jamás será reconocido en esta casa ni en esta familia, así que deja de repetir que es mi nieto porque yo no lo acepto ni lo reconozco como tal.
— Pues aunque usted ni nadie lo quiera reconocer, eso no cambia la realidad, mi hijo es un Mendiola, lleva la sangre de esta familia y usted lo sabe muy bien. Yo no le pido que le dé nada a mi hijo, tampoco he exigido que en cinco años le den el lugar que le corresponde en esta casa, la verdad es que eso ni siquiera me importa. Lo único que le pido a usted y a todos aquí, es que respeten a mi hijo.
— ¿Que te da derecho o valor para que me hables de esa manera? Déjame recordarte, que si estás aquí, es precisamente por ese mocoso, y la condición para que ambos permanezcan aquí, es que te ocupes de toda la labor de esta hacienda. Aquí eres una sirvienta nada más, así que no vengas a pedir ni a exigir nada. Que sea la última vez que te atreves a hablarme de esa manera, la próxima, te echo a la calle con todo y tu bastardo, entonces verás de que vas a sobrevivir.
Soy Lorena Márquez, tengo 22 años y un niño de 5. Fuí madre adolescente y eso me cambio la vida para mal, pues cometí el error más grande de una adolescente estúpida e ingenua. Me enamoré de un idiota, y ni solo es que me enamoré, sino que también se lo di todo, y hoy aquí pago las consecuencias de mi tarugada.
El idiota del que hablo, se llama Felipe Mendiola, él pertenece a una familia de las más adineradas de esta región, lo conocí hace seis años en mi pueblo, el cual está muy lejos de aquí. La cosa es, que tengo un hijo con el, pero no lo reconoce como suyo, ni él ni sus padres, solo me trajeron a vivir aquí con ellos, porque mi papá de alguna manera los obligó a que se hicieran cargo de mí.
Entonces desde ese momento, mi vida se tornó en un completo desastre, y empeoró, cuando él se casó hace tres años, con la que siempre manifestó, es el amor de su vida. Desde que esa mujer llegó a esta casa, he pasado de todo, tanto, que siento que ya no tengo dignidad, por mi hijo, he tenido que lamer el piso por donde ella camina, todo para poder tener un techo y comida.
Actualmente, soy la sirvienta personal de todos aquí, tengo que hacerles todas sus comidas, estar pendiente de todo, si algo se me pasa o queda mal, soy yo quien sufre las consecuencias, las cuales son, quedarme sin comer, no poder sacar a mi hijo de la habitación, etc. Lo que sea que se le ocurra a la patrona para castigarme.
— ¿Qué haces ahí parada? ¿Acaso no tienes nada que hacer? Si es así, entonces vé a mi cuarto y limpia todos mis zapatos, quiero que queden como nuevos. Y cuida de no arruinar ninguno, todos valen mucho más que tú miserable vida y la de tu bastardo juntas.
Esa era Paola Fuentes, la esposa de Felipe, esa mujer era mi tormento y juro que tenía muy malos pensamientos hacia ella, porque sentía que la odiaba con todo mi ser. Ella pensaba que yo aún sentía amor o gusto por Felipe y por eso se enseñaba conmigo, pero chocabamos cuando se quería meter con mi hijo, eso sí no se lo permitía, además ella no hacía mucho en contra de mi hijo, pues en el fondo le daba temor, sea como sea era hijo de Felipe y si se pasaba de la raya, tal vez el podría enojarse.
Estábamos en diciembre, se acercaba la navidad y la hacienda era un completo caos, año tras año todos los familiares de los papás de Felipe se reunían aquí, y yo tenía que atenderlos a todos. Odiaba este mes, a veces deseaba morirme, pero si lo hacía, ¿Que sería de mi Dylan, así se llamaba mi hijo.
— Cuando termines con lo que te mando a hacer Paola, necesito que vayas al pueblo y compres todo lo que te pude en la lista, que no falte nada.
Esa era la mamá de Felipe, Leonora Vidal. Una mujer cruel y superficial, que fingía ante todo el mundo ser una dama elegante y refinada, cuando en realidad era un completo monstruo desalmado.
— Y ya que vas para el pueblo, pásate por la farmacia y tráeme mi medicación, ya se me está acabando y la necesito para las fiestas.
Y ese era el padre de Felipe, Gastón Mendiola. Él era un hombre frío y aterrador, la verdad es que yo le tenía muchísimo miedo y prefería no tratarlo, también trataba de mantener a mi hijo fuera de su camino.
Era sábado, y llovía demasiado por esos días, pero tenía que ir a cumplir con lo que se me ordenó, solo que no podía llevarme a mi hijo, pies el clima no era bueno y además, era mucho lo que tenía que comprar y no podría sostenerlo, así que me ví en la penosa situación de pedir ayuda.
— Monse, necesito un gran favor, no puedo llevarme a Dylan al pueblo porque está lloviendo y se me puede enfermar, ¿Te molesto si te pido que por favor me le eches un ojito hasta que yo regrese? El se queda aquí sentadito y no te da que hacer, ya sabes que es muy juicioso.
— Difícil chamaca, pero déjalo pues, solo no te demores que sabes que terminó aquí y me voy a dormir temprano.
— No me demoro nada Monse, muchas gracias.
Senté a mi hijo en aquella mesa, y le dejé sus carritos y cositas para que viniera, le aconseje quedarse allí quietito hasta que yo volviera. Me fui casi corriendo, necesitaba volver pronto para cuidar de mi niño, no me sentía tranquila dejándolo, allí nadie nos quería y me era un suplicio alejarme de él.
Pero las cosas nunca salen como una las planea, la medicación del señor Gastón no la había, y tuve que voltear mucho para conseguirla, en eso se me fue un poco de tiempo, pues no podía regresar a la hacienda sin eso. Tan pronto la conseguí, corrí a buscar un taxi y emprendió camino a la hacienda, estaba bastante angustiada por la hora que era y sin saber la suerte de mi hijo, pues Monse, la cocinera de la hacienda, fue muy clara conmigo.
Al llegar a la hacienda, corrí hacia la cocina donde dejé a mi hijo, pero al entrar, no vi a Dylan por ningún lado. Comencé a buscarlo desesperada, preguntando a los demás trabajadores si lo habían visto, pero nadie sabía nada. Entonces, fui al cuarto de Monse y toqué como loca, al abrir le pregunté por mi hijo y ella con indiferencia me respondió que no sabía.
— ¿Cómo que no sabes si fue contigo con quién lo deje?
— Dijiste que no te demorabas, y te quedaste por allá haciendo quien sabe que, yo no iba a quedarme horas extras cuidando de tu hijo, así que busque a la señora Paola y le dije lo que pasaba, fue ella quien me dijo que lo dejara allá en la sala, que ella le pondría cuidado hasta que tú llegaras.
Escuchar a Monse decirme eso, fue como si mi corazón fuera caído a mis pies, la última persona en este mundo a quien yo le confiaría mi hijo, es a esa mujer. Pero corrí de inmediato a esa casa, tenía que buscar a mi niño. Aun así al no verlo por ningún lado, no tuve de otra que ir a tocar a la habitación de esos dos.
Quien abrió la puerta fue Felipe, se extrañó de verme allí, pero con molestia me interrogó sobre que hacía allí.
— Disculpe por molestarlos, pero Monse me dijo que la señora Paola se había quedado con mi Dylan esta tarde, y quiero saber si él...
— Ah, eres tú — Ella de repente salió a la puerta, y con desprecio se dirigió a mí. — Le dije a Monse que dejara a tu hijo en la sala, que yo le echaría un ojo de vez en cuando, pero me olvidé de él y me puse a hablar con mis amigas por teléfono, luego ya no me acordé hasta ahora que lo mencionas, pero búscalo, debe estar por ahí, en alguna parte, igual en esta hacienda no se ha perdido nada ni nadie hasta ahora. Pregúntale a los peones, no sé, ahora vete que estamos ocupados mi esposo y yo, trabajamos en procrear al futuro heredero de los Mendiola.
Ella dijo eso y básicamente me tiró la puerta en la cara, y en este punto yo no podía más que pensar que algo no andaba bien con mi nene. Seguí buscándolo por todos lados, después de 5 años, esta hacienda se me hizo grandísima, la angustia en mi pecho era demasiada.
— ¿Lorena? ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
— No, Guillermo no sé dónde está Dylan, no lo encuentro por ninguna parte. ¿Tú no lo has visto?
— ¿Cómo que no encuentras a Dylan? Tu Nunca lo descuidas, ¿Cómo se te perdió?
Guillermo era un señor de unos 50 años, era el capataz de los peones, desde que yo llegue a esta hacienda, siempre fue bueno conmigo, pero casi no lo veía ni hablaba, pues siempre estaba ocupada yo, o él, así que no teníamos momentos de compartir, solo unas pocas veces y fueron muy amenas.
Le conté a Guillermo lo que había sucedido, y él se quedó un poco pensativo.
— Pues yo vi que la señora Paola salió en el carro, pero regreso al momento, ella no demoró mucho, me pareció raro, pero yo no me metí en sus cosas.
— ¿Qué quieres decir? ¿Crees que ella llevó y dejó tirado a mi hijo en alguna parte?
— Ni dios lo quiera, y desecha ese pensamiento, hay que ser muy cruel para hacer algo así, te ayudo a buscar al niño, debe estar por ahí dormido en alguna parte.
Le agradecí a Guillermo, pues él llamo a otros peones que nos ayudarán a buscar al niño. De repente todos estaban gritando su nombre y buscando por todas partes. Pero...
— ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Por qué tanto alboroto?
El señor Gastón se apareció en el establo.
— Disculpe patrón, solo estamos ayudando a buscar al niño de Lorena, está perdido y no sabe dónde está.
— ¿Y a ustedes yo les pago para que busquen al hijo de la sirvienta? El hijo es de ella, que lo busque por su cuenta y ustedes vayan a descansar, mañana es un día duro, y los quiero a todos en su mejor disposición.
Eso no fue todo, les dio una canaleta y al final todos se fueron a su dormitorio, dejándome sola en la búsqueda de mi hijo, pero allí estaba la mirada de ese señor.
— Escúchame muy bien. Nunca vuelvas a hacer uso de mis empleados para que te ayuden en tus cosas, tienes problemas, soluciónalos tú misma, tu hijo no es un problema de esta familia y no tiene nada que ver con nadie aquí, así que cuida lo que haces.
Me sentí desolada, era increíble que esto me estuviera pasando, no le preste atención a ese hombre, y salí para buscar a mi niño, creo que no deje ni un solo lugar sin revisar, sola y desamparada, lloraba y buscaba como loca, pero nada, ni un rato de mi nene. Así que salí de la hacienda, tal vez él se habría salido sin que nadie lo viera. Por el camino gritaba su nombre y de repente empezó a llover otra vez, pero mis deseos de encontrar a mi niño, no me dejaban sentir frío o hablaré, nada, yo solo quería encontrarlo y abrazarlo, eso era todo.
En la mansión.
— ¿Dónde está el niño?
— ¿De qué niño hablas?
— No te hagas Paola, ¿Qué hiciste con Dylan?
— Me estás preguntando por el bastardo ese? ¿Qué? ¿Estás preocupado por él, o por la madre? ¿Quieres salir a buscarlo? Ve, adelante, pero eso sí, en el momento que cruces esa puerta, nos divorciamos.
— Solo te estoy preguntando que fue lo que hiciste, porque eso de que te ofrecieras a cuidarlo, no fue de buena samaritana. Y déjame aclararte algo, aquí en esta familia nadie ha aceptado a Dylan, ni siquiera yo lo he hecho, pero eso no significa que al final del día sea mi hijo. No quiero que le hagas nada, y si algo hiciste, más te vale que se te haya pasado la mano, ¿Me entendiste?
****************
Lorena.
La desesperación se apoderó de mí, si Paola efectivamente había abandonado a mi hijo en algún lugar ¿cómo podía haberle hecho eso a mi pequeño? Sin pensarlo dos veces, seguí recorriendo desde la hacienda a la nada en busca de mi hijo, no me importaba el peligro, solo quería encontrarlo sano y salvo. Corrí por los caminos, pidiendo ayuda a los lugareños que me encontraba, pero nadie había visto nada.
Finalmente, la mañana me cogió en los caminos, después de horas de búsqueda frenética, decidí que regresaría a la hacienda, tal vez, quizás él ya había aparecido, me sentía agitada, pero con esperanza en el corazón. Pero al llegar a la hacienda, no encontré a mi hijo, seguía perdido y me sentí devastada.
— Lorena, lo mejor será que vayas a la policía, diles que tu hijo se te perdió, ellos te van a ayudar a buscarlo.
La verdad es que eso fue una buena idea, solo me cambié de ropa y me dispuse a ir a la policía.
— Ey, ¿A dónde vas? Quiero mi desayuno, ya sabes cómo me gusta.
Era esa mujer, la muy desgraciada.
— Si usted quiere desayuno, dígale a cualquiera de las muchachas, yo hoy no tengo cabeza ni ganas para lidiar con ninguno de ustedes, especialmente con usted señora, porque todo lo que está pasando con mi hijo, es solo su culpa.
No la dejé hablar, porque me fuí inmediatamente.
Al llegar, a la comandancia, me senté frente a uno de los policías y lloré mucho mientras intentaba narrar los hechos. El propio comandante se apersonó de mí caso, quizás él por ser quién era, sabía sobre mí y Dylan, pues el comandante de la policía, era muy amigo del señor Gastón.
— No te preocupes, haremos todo lo que está en nuestras manos para encontrar a tu pequeño, ahora regresa a la hacienda y espera noticias.
— ¿No puedo regresar a la hacienda, necesito encontrar a mi hijo, allá solo me voy a deprimir y no voy a poder hacer nada.
— Pero muchacha, ya perdiste a tu hijo, no te expongas a perder tu trabajo, ¿De qué vas a vivir con tu hijo si aparece y ya no tienes empleo?
Sus palabras me calaron profundamente, pues eso sonaba como a los Mendiola, así que le agradecí y salí de allí.
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