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El Regalo Más Grande

Prólogo

[Zach Jarel]

No, no, no, no. No de nuevo, por favor.

— ¿Zach? —susurró Dylan Chang somnoliento— ¿Zach, estás bien? —preguntó ahora completamente despierto. Probablemente la forma tan brusca en que salí de la cama bastó para ahuyentar su sopor matutino. 

La suave voz de mi novio resonó en mis oídos como un barullo débil. Ni siquiera fui capaz de responder, en su lugar, salí corriendo hacia el baño tan rápido como fue posible, el frío suelo daba vueltas bajo mis pies descalzos. Estaba mareado. 

Apenas mi rostro estuvo inclinado sobre el retrete, las arcadas en mi estómago se encargaron de eliminar el poco alimento que mi estómago había consentido durante la cena del día anterior. Dios, era tan desagradable verme en esa situación por quinto día consecutivo.

— Zach, cariño. —se escuchó la voz preocupada de Dylan Chang al otro lado de la puerta— Amor, voy a pasar.

Aunque quise negarme, no pude, estaba ocupado vertiendo mi estómago. Joder, era tan humillante que precisamente él me viese así, en ese estado. Una vez más, como en días anteriores, Dylan se agachó a mí lado, confortándome con delicadas caricias y tiernos golpecillos en la espalda.

— Que desagradable. —mascullé molesto, mi voz sonando entrecortada debido al esfuerzo previo de vomitar. Jalé el pestillo del retrete, limpié mi boca y manos con la pequeña toalla humedecida colgada a un lado del lavamanos— N-no tenías q-que ver esto. —tomé una bocanada de aire, intentando ahuyentar la molesta sensación en la garganta.

— Amor, esto no me gusta. —sonó mortificado— Llevas así toda la semana, deberíamos ir al médico.

— Seguro que he cogido una infección. —traté restarle importancia— Hoy luego de la universidad pasaré a comprar un desparasitante.

— Zach... — gruñó.

— Ya estoy bien, Dy. —mentí e hice el amago de ponerme en pie, no obstante, el mareo me jugó en contra una vez más y a no ser por mi novio que estaba a mi lado, habría caído.

— ¿Ves? No puedes ni sostenerte en pie. —regañó.

— Me siento mareado. —confesé— Pero sólo un poco. —un sonoro suspiro escapó de los labios de Dylan Chang. Conocía muy bien sus expresiones y sabía que estaba afligido.

— Estoy bien amor. —insistí, obligándolo a mirarme.

— Anoche incluso tenías fiebre. —insistió y conté hasta diez, no podía molestarme, al contrario, debía valorar la preocupación de mi pareja.

— Hagamos un trato. —pedí, él resopló irritado— Hoy, de regreso a casa compraré algo para la infección estomacal, y si el malestar continúa me acompañas a la clínica ¿vale? —para hacer énfasis en mi postura de petición enredé mis brazos alrededor de su cuello.

Dylan Chang torció el gesto, claramente no estaba contento. De mí parte sabía que era una victoria asegurada.

— De acuerdo, pero seré yo quien vaya a la farmacia en estos momentos mientras te bañas y alistas. —me miró indulgente— Luego, te tomas el medicamento en mi presencia para que lo vea y me sienta más tranquilo. —su mirada cambió a una de advertencia— Pero si hoy por la noche sigues mal, o me entero que has vomitado de nuevo, voy a cogerte como saco de papas y te llevaré al médico contra tu voluntad ¿Ok? 

01

Hace poco más de un año, cuando Dylan Chang salió de la universidad y obtuvo un buen puesto en su empleo planteamos el tener un bebé. Todo surgió cuando él mencionó que estaba encantado con el hijo de Kris y Kai. Entre Bromas, decidimos intentarlo, así que dejamos de cuidarnos. Sin embargo, nunca pasó nada, ningún embarazo llegó. Probablemente porque aún era demasiado joven o mi cuerpo no estaba listo, por lo que fuese, decidimos rendirnos, es decir, pensamos que esa etapa llegaría para nosotros algún día, cuando el destino así lo quisiera. 

A la fecha no habíamos vuelto a tocar el tema, y seguíamos intimando sin protección alguna.

Nunca me sentí mal o diferente. Hasta ahora.

— Vale hombre, quita esa cara, dije que era broma. —pidió Li Cheng, ahora indiferente al tema.

— ¡Li Cheng! —levanté la voz sin apenas darme cuenta, probablemente debido al susto. Mi susodicho dio un salto en su lugar.

— D-dime.

— Necesito pedirte un favor. —supliqué, pero en mi voz había cierto toque de seriedad.

— ¿Qué pasa, Zach? 

— Acompáñame a la farmacia del centro.

— ¿Qué? —musitó confundido.

— Si, una farmacia —aseveré— Necesito comprar una prueba de embarazo. Ahora. —sus en sí grandes ojos se abrieron de forma descomunal, claramente impactado con mis palabras.

— ¿Q-qué?

— ¿No lo entiendes? Hace más de un año, dejé de cuidarme —Li Cheng lucía asombrado con mi declaración— No me estoy cuidando, mierda. —siseé en cuanto le vi inmóvil— Y justo en estos momentos, gracias a ti, tengo la maldita sospecha que probablemente tengas razón y exista un bebé aquí —sobé con ligereza mi abdomen.

Esta vez, fue el turno de Cheng para ahogarse con su propia saliva.

[Zach Jarel]

Pánico, estaba realmente en pánico. No sabía que esperar, no sabía qué hacer. A decir verdad, esto era completamente inesperado, jamás, en ningún momento se me ocurrió pensar en la posibilidad de un embarazo. Es decir, tras haber intentado por meses el quedar en cinta sin éxito alguno, descarté de lleno la opción. No porque el anhelo se hubiese perdido, sino más bien porque la idea fue quedando de lado conforme el tiempo pasaba y mi relación con Dylan Chang se estropeaba por el tema de una familia que no podía darle.

La intimidad entre ambos seguía siendo la misma, sin embargo, solo que sin ningún anticonceptivo de por medio, factor que en estos momentos únicamente sumaba puntos a la probabilidad de un embarazo.

Posterior a la vergüenza pasada en la farmacia, Cheng y yo corrimos hacia mi departamento con el fin de acabar con la incesante duda que angustiaba nuestros corazones, especialmente el mío. Fue un total de cinco pruebas caseras, todas minuciosamente seleccionadas por marca, fiabilidad, pero, sobre todo: precisión. Sí, exagerado, pero necesitaba estar cien porciento seguro, no deseaba ilusionarme en vano.

No de nuevo. 

Porque si era sincero, estaba emocionado, mucho. Pero también asustado, no sabía si estaba realmente preparado para traer un niño a este mundo.

— Santo cielo, Zach. —suspiró Cheng cansino— Deja ya de dar vueltas, estás mareándome.

— No puedo Cheng, no puedo. —respondí, continuando la travesía de caminar en círculos por mi habitación— Estoy prácticamente orinándome de los nervios y angustia.

— Me imagino, pero al menos quédate quieto.

— ¡No puedo! —gemí frustrado— ¡Mira! —enseñé las palmas— He comido mis uñas de pura ansiedad, lo cual es verdaderamente asqueroso y si esas mierdas—señalé las cinco pruebas alineadas sobre la cama— No se dan prisa vamos a tener serios problemas aquí.

Antes que mi amigo respondiese siquiera, una de las pruebas sonó, indicando que había hecho su trabajo y podía arrojar un resultado. Mi corazón, así como el aire en mis pulmones parecieron colapsar. 

Incluso Cheng palideció. 

— E-s la última —tragó saliva, nervioso— ¿Quieres verlas?

Sentí como mis piernas flaquearon mientras caminaba hasta la cama, pude haber caído, pero por fortuna no fue así. Todo mi cuerpo era gelatina, tembloroso y sudoroso a la vez. Estaba por tomar una de las pruebas entre mis manos para ver el resultado, más no pude, no tenía la fuerza ni coordinación suficiente.

— Cheng, por favor hazlo tú. —retrocedí, indicándole a mi amigo que verificase el resultado. Éste, igual de inseguro que yo asintió, girando una a una las pruebas.

Sentí aquellos segundos de silencio como una eternidad, la ansiedad llegando a su punto álgido al notar que la expresión de su rostro se mantenía neutra, sin ningún tipo de reacción.

— ¿B-bien? —susurré sintiéndome sofocado. Cheng me miró— Por dios, Cheng ¡Habla ya! 

Una vez más, los segundos que tardó en responder se convirtieron en siglos para mí, el corazón me latía desbocado.

— Positivo. —jadeó— Todas dieron positivo Zach...

Positivo. Positivo. Positivo. Positivo. Positivo.

Santa mierda ¡Era positivo!

Sentí el vértigo emerger, el suelo bajo mis pies se convirtió en un abismo. Mis rodillas no soportaron más mi peso, así que, me deje caer sobre el colchón, claramente en estado de shock. Mi boca se había secado y las ganas de vomitar parecían querer volver; en algún momento comencé a hiperventilar.

Positivo, realmente las pruebas eran positivas, lo que significaba...

— ¡Vas a tener un bebé, Zach! —exclamó Cheng, tomándome por los hombros y sacudiéndome— ¡¿Te das cuenta?! Un bebé ¡Un mini Dylan!

Le miré parpadeando en reiteradas ocasiones, aún sin poder creerlo. Pero fueron sus últimas palabras las que llegaron a mí con muchísima fuerza e intensidad, sintiéndome completamente tocado con ellas.

Un bebé mío.

De Dylan Chang.

Mitad suyo, mitad mío. 

Nuestro.

02

Sin previo aviso, sentí calientes lágrimas humedeciendo la piel de mis mejillas. Pocos segundos después, a estas le siguieron sollozos e hipidos.

— ¡Oh, Zach! —Cheng dejó a un lado las pruebas y se apresuró a mi lado. Su menudo cuerpo estrechó el mío con fuerza, abrazándome de manera confortable— No llores, por favor ¡Es una noticia maravillosa! Deberías estar feliz.

— Pero —sollocé— Es que...

— Shh —acarició mi cabello— Está bien, está bien. No llores ¿Vale?

— V-voy a t-tener un bebé, Cheng. —hipé— Un bebito, pequeño, indefenso.

— No hay duda de ello, pero ¡es una dicha enorme, Zach! —sonrió únicamente para luego mirarme con desaprobación— No deberías estar llorando.

— Lloro de emoción, Cheng. —intenté sonreír, más de mis labios sólo salió un sollozo.

Me apreté más en aquel cálido y confortante abrazo. Cheng emitía un aura maternal, aquella que tanto necesitaba en momentos como ese, llenos de dicha y emotividad. Un bebé, en mi interior existía una criaturita creada por Dylan Chang y yo ¡Dios, como iba a imaginarlo! 

Decir que estaba feliz era quedarse completamente corto, no había niveles humanamente posibles para medir la dicha que experimentaba en estos momentos. Todo era tan rápido e increíble que me costaba asimilarlo. Hoy por la mañana jamás pasó por mi cabeza que algo así pudiese suceder, nunca consideré la posibilidad de un embarazo pese a los síntomas durante los últimos días.

— Yo...

— ¿Qué vas a hacer Zach? —murmuró Cheng luego de habernos apartado— ¿Piensas decírselo a Dylan?

Y tal cómo si lo hubiéramos evocado, el susodicho hizo acto de presencia. Dylan Chang estaba en casa, haciéndose notar con un peculiar grito desde la planta baja, llamándome para cerciorarse que estaba en ella. De inmediato sentí la sangre drenarse de mi rostro, asustándome ante la posibilidad que subiese y notase todo el desastre sentimental y las pruebas de embarazo visibles sobre la cama. 

Él no debía enterase así, joder, no.

Cheng pareció entenderlo de inmediato, en un parpadeo ambos nos pusimos de pie, él se apresuró a coger las pruebas, así como los empaques para introducirlas en la bolsa en que fueron traídas y finalmente, guardarlas en su mochila. Yo a su vez, sequé mis lágrimas con la manga de mi suéter, intentando eliminar cualquier rastro que me delatase.

— Cheng, no puedo decirle, no ahora. —susurré apresurado, sintiendo la adrenalina recorrerme— Antes debo realizarme pruebas de laboratorio, no sé cuántos meses tengo, si estoy bien o si...

— Entiendo. —sujetó mis manos— Mañana luego de clases vamos hacerte esas pruebas. Mientras tanto, me llevo la evidencia y tú actúas normal ¿Vale?

Asentí frenético.

Luego de mirarnos fugazmente a los ojos, ambos salimos del cuarto tan rápido como nuestros pies lo permitieron. Afortunadamente, Dylan no había hecho amago alguno en subir al segundo piso, lo que me generó enorme alivio. Apenas bajamos unos cuantos escalones, la figura de mi novio se hizo presente. Al verme sonrió con aquella expresión traviesa característica de él y mi corazón latió enloquecido ante la emoción de verle: ahí, al pie de las escaleras estaba el padre de mi bebé. 

— ¡Zach! ¡Oh! Cheng, hola. —el aludido y yo forzamos una sonrisa.

— Hola Dylan.

— Llegaste temprano, amor. —murmuré ligeramente nervioso. Dylan Chang se encogió de hombros.

— Terminé antes. ¡Oh! ¡Mira lo que traje! —señaló una bolsa con el logo de nuestro restaurante favorito— ¿Gustas quedarte a comer con nosotros, Cheng?

— No lo creo, perdón. He quedado con Li Xian para comer.

— Oh, qué mal. 

— Descuida. —sonrió incomodo, mirándome de reojo— Bueno, los dejo. —me lanzó una última mirada fugaz llena de complicidad— ¡Que tengan provecho!

— Ve con cuidado. —aludió Dylan Chang.

— Descuida. —hizo una pausa— Y, por cierto, muchas felicidades, Dylan.

— ¿Eh? ¿Por qué? —Dylan Chang ladeó la cabeza, confundido.

— ¡Mi amor! —me lancé a sus brazos, apretándole contra mí en un intento de distraerle— Deja que Cheng se marche, a que tiene prisa ¿Verdad? —mascullé lo último con cierto toque de amenaza.

Cheng sonrió malicioso, pero finalmente asintió.

— Es verdad —soltó una pequeña carcajada— Bueno, pásenla genial. Yo me retiro.

Apenas mi amigo puso un pie fuera del apartamento sentí el alma volverme al cuerpo, de verdad creí que iba a delatarme. Sin darme cuenta, mi cuerpo se relajó y un suspiro de alivio escapó de mis labios

— ¿Pasa algo, Zach? —cuestionó Dylan Chang, mirándome con curiosidad.

— ¿Eh? —sonreí nervioso— No ¿Por qué?

— Los noté algo quisquillosos.

— F-figuraciones tuyas.

— Hum. —se giró para darme cara, al tiempo que rodeaba mi cintura y me pegaba más a su cuerpo— Sigues pálido —acunó mi rostro entre sus manos, acariciándome, examinándome— ¿Has vomitado de nuevo?

Negué.

— Estoy bien —rodeé su cuello con mis brazos— Más que bien en realidad —suspiré mientras buscaba sus labios, uniéndolos en un delicado beso. Dylan Chang respondió de inmediato, ladeando la cabeza en busca de un mejor ángulo. Fue cuestión de segundos para que el contacto entre nuestras bocas se profundizara. Su lengua cálida y húmeda rozando la mía enviando estremecimientos exquisitos a lo largo de mi espina dorsal— Gracias, mi amor, gracias. —jadee aún contra su boca, buscando algo de aliento tras semejante beso.

— ¿Por qué? —murmuró jadeante, pero sin romper la unión— ¿Por qué me das las gracias? —juntó nuestras frentes y buscó mis ojos, su expresión era confundida.

— Por hacerme tan, tan feliz.

— En todo caso, quien debe agradecer soy yo. No hay nada más perfecto que esto. —me besó— Tan perfecto como abrazarte. —intensificó la fuerza con la que sostenía mis caderas— Qué tocarte. —gemí en su boca al sentir sus dedos rozar la piel de mi espalda, por abajo de la camiseta— Todo tú es perfección, Zach Jarel. Mi vida a tu lado también lo es.

— No, aún no lo es. —conseguí decir entre suspiros— Pero... —mordisqueé sus labios— Estoy seguro que dentro de poco lo será.

— ¿De verdad? —enarcó una ceja.

— Puedo apostarlo.

— Y eso... —me levantó del suelo cogiéndome en brazos, empezando a subir los escalones en dirección a nuestra habitación, sonreí ante sus intenciones— ¿Por qué lo dices?

— Es una sorpresa.

— Me gustan las sorpresas.

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