Raúl acababa de bajar del barco, cansado, pero con muchas ganas de ver a todos sus seres amados, luego de estar tantos meses en el mar.
Se dirigía a casa de Catalina, luego de haber pasado por su hogar y la señora Eduviges le informara que su "Adoración" se encontraba allí... De todas maneras, más tarde pensaba ir.
Al cruzar por el portón del jardín, allí la divisó, distraída. A pesar de contar ya con 15 años, para él seguía siendo su pequeña.
En cuanto lo vio, esperanza, lo miro sorprendida y corrió a sus brazos.
-¡¿cómo se encuentra la hermanita más bella que existe?!- pregunto mientras la abrazaba y la hacía girar.
-¡Creí que llevarías hasta la próxima semana!- exclamó esperanza, mientras lo abrazaba
Ella envolvió su brazo con el de su hermano y caminaron por el jardín. Raúl pudo ver a la pequeña Margarita trepando en un árbol.
-Dime una cosa...- le dijo -¿Cómo es posible que te encuentras en la casa de tu futura cuñada y te relacionas con su hermanita?-
Esperanza lo miro y Sonrió sutilmente.
-Es que... La veo tan pequeña y tan... Sola.- respondió refiriéndose al señor Ruiz de la Garza, padre de Catalina (con su esposa) y de Margarita (hija de una esclava de color) -Además, estoy en medio, en cuanto a edades respecta.-
Mariquita Eugenia, la madre de Catalina, siempre fue una mujer siempre fue una mujer bondadosa y comprensiva con los esclavos que su esposo compraba. Estaba muy en desacuerdo con todo este proceder y le parecía aberrante negociar con vidas humanas, por esta razón, cuando tuvo en brazos a esa pequeña recién nacida, huérfana de madre fallecida en el parto, reconoció, de inmediato, fisonomías de su maduro esposo en la bebe y ya no pudo desapegarse de ella. La llevo a vivir a la casa grande, por más objeciones de parte del señor Ruiz de la Garza, y la frío como propia. Después de todo, era hermana de su hija Catalina por parte de padre.
En su lecho de muerte, la señora Mariquita le hizo prometer a su esposo que le daría su apellido y se ocupará de ella, y así lo hizo, en cuanto a educación y derechos se refiere, pero si de amor y cariño se trataba, la historia era otra. La pobre niña, ahora de 12 años, solo recibía afecto de su hermana Catalina, pero con 18 años, los intereses de la hermana mayor estaban enfocados en otro lado...
Aunque ahora, Margarita, disfrutaba de una sincera amistad con esperanza, quien a diario la visitaba con mucho gusto.
En cuanto Margarita lo vio, bajo del árbol rápidamente, corrió hacia ellos y se arrojó a los brazos de Raúl también.
-¡RAÚL! ¡RAÚL!- gritaba emocionada la niña.
-¡Ey, pequeña!- exclamó él de forma alegre.
-¿Seguirás enseñándonos a usar la espada?- pregunto Margarita.
-Tú aprendes a usarla, yo... no tengo éxito.- río Esperanza.
-Pero tú tienes buena puntería con armas, algo que envidio.- recordó la niña.
-Ustedes tendrían que estar aprendiendo modales y cosas de señoritas.- tercio Raúl.
-Es que eso es aburrido...- refunfuño Margarita.
-Está bien, luego... Solo si le dices a tu hermana que estoy aquí, sin que tu padre se dé cuenta. La espero en las caballerizas.- propuso él.
La pequeña, sin mediar palabra, salió corriendo hacia la casa.
Al cabo de un buen rato, Esperanza, estaba preocupada. No le agradaba que los enamorados se encuentren a escondidas. Raúl se esforzaba mucho por ascender en la naviera, solo así podría casarse con Catalina.
Ahí lo vio venir hacia ella y ya conocía esa expresión.
-¿Que deseais?- pregunto directa y Raúl Sonrio.
-Necesito que digáis hoy, al señor Ruiz de la Garza, que invitáis a Catalina a cenar.-
A Esperanza no le agradaban las mentiras, pero su hermano era su persona favorita en el mundo, así que suspiro.
-Está bien.- dijo Ella con pesar -Pero no irais a cenar ¿Verdad?-
-No, la llevaré a pasear por la playa.- respondió Raúl.
Luego la beso en la mejilla y se marchó, antes de que alguien se percate de su presencia.
Caminando esa noche, Raúl, acompañaba a Catalina hasta su casa, cuando se encontraban con Ignacio Iriarte Soler, el mejor amigo de Raúl y compañero de marina.
-¡Amigo! ¿Estáis bien?- pregunto él al notar que había bebido.
-¡Oh! ¡Amigo mío!- respondió el joven abrazándolo -¡Claro! Cómo un glorioso día en el mar.- continuo riendo.
-Imagino que así es...- respondió Raúl ríendo también -luego de acompañar a Catalina hasta su casa, te llevaré a la tuya.-
-¡Catalina! ¡Bella Catalina!- dijo Ignacio sin poder mantenerse quieto - cuidadla, oí que tiene otros pretendientes...-
-Creo que debemos seguir...- comento Catalina, ignorando lo mencionado por el muchacho.
Ambos ayudaron a llegar a Ignacio hasta la gran casona de Catalina a orillas de la ciudad sobre la calle "Santísima Trinidad". Allí, Raúl se despidió de ella muy dulcemente.
Luego, continuo solo con su amigo, ayudándolo a caminar. En un momento, no aguanto más y pregunto:
-¿A qué te habeis referido con lo de los pretendientes?-
-No... Yo... ¿Cuánto lo he dicho?- pregunto Ignacio confundido.
-Lo dijisteis por Catalina...- respondió Raúl.
-Oh, claro... eso... Es que mi padre le lleva flores, al menos, una vez por semana.- respondió el joven.
-¡¿Tu padre?!- exclamó parándose en seco -Tu padre es íntimo amigo del señor Ruiz de la Garza y Catalina podría ser su hija... aunque es un hombre joven aún.-
-Más diferencias de edades he visto.- insistió su amigo, pero se dio cuenta de que no estaba bien -Amigo... Tal vez las diferencias con mi padre hacen que diga tonterías...- se justificó -Lo siento.-
Al llegar a la casa en plena calle san José, subían las escaleras de entrada sin prestar atención de que alguien bajaba, y por poco chocan con ese hombre. A Raúl le llamo la atención, tenía capucha, pero noto algo en su rostro que le resultó familiar.
En cuanto dejo a su amigo, bajo las escaleras nuevamente. Paro por un segundo y miro hacia la ventana del despacho del señor Uriarte Soler, vio una lumbre encendida, la cortina estaba algo corrida, y pudo notar con claridad que alguien lo observaba, aunque no veía muy bien quien.
Decidió, tan solo, regresar a su hogar.
Alfredo Uriarte Soler era un hombre maduro, pero aún conservaba cierta elegancia, notablemente más joven que el padre de Catalina.
estaba en su despacho cuando una joven mulata toco a la puerta.
-Señor, el joven Raúl Guzmán está aquí.-
-Dile que pase.- respondió.
Raúl entró y saludo muy gentilmente.
-Habéis respondido rápido a mi llamado.- dijo Alfredo señalando un asiento.
-Este encuentro, con vuestra merced, me genera mucha incertidumbre, cómo comprenderá.- comento Raúl sonriendo, mientras se sentaba.
-Te conozco desde niño, el mejor amigo de mi hijo. A pesar de la diferencia social, jamás me ha molestado vuestra amistad.- comenzó a decir el hombre.
-Disculpad, pero me temo que... No entiendo.- dijo confundido Raúl -Si a lo que se refiere es a mi educación, mi padre fue un buen maestro y letrado, a mi pequeña hermana y a mí jamás nos ha faltado nada.- explico.
-Claro que sí... No es eso. Mi afecto hacia vos es sincero, por eso apelo a tu total discreción por lo que veáis y escuchéis aquí.- respondió Alfredo.
-Esto es peor... No creo comprender. Jamás he dicho nada.- explico, nuevamente, Raúl.
-He hablado con el capitán Escalarte y dice que solo ve ascensos en vuestro futuro.-
-Si, eso espero, señor.- confesó él.
-Que no ocurra algún infortunio.- continuo el señor Alfredo con soberbia.
Raúl no le encontraba sentido a esta conversación.
-Señor, con todo respeto... Si no hay más preguntas...- y se paró a toda prisa.
-Claro que no.- respondió Alfredo estrenando su mano -Deseo que vuestra vida mejore rápidamente, conozco de sus intenciones de boda con Catalina Ruiz de la Garza.-
-Si, señor.- sonrió él -Muchas gracias.- se despidió y salió del despacho.
Al salir de allí, Raúl se quedó pensativo. Estaba seguro de que todo esto tenía que ver con el hombre que había visto hacia unas noches atrás.
Alfredo también se quedó pensando. No estaba seguro de la sinceridad de Raúl y llamo a su hijo para salir de dudas.
-No entiendo el por qué de que me mandasteis a llamar, padre.- confesó Ignacio.
-Sin rodeos. ¿Habeis visto al hombre cuando llegasteis.. indispuesto, la otra noche?- pregunto su padre.
-No se a que te refieres.- respondió.
-¡Por favor, Ignacio!- exclamó Alfredo -¿Raúl lo vio?-
-Hasta yo, que estaba alcoholizado, lo he visto.- comento esté en tono burlón.
Alfredo lo miro disgustado.
-Entonces... cómo entenderás, nadie debe de enterarse de esta visita.- dijo.
-La verdad, es que no entiendo, padre.- respondió él joven.
-Mira...- dijo Alfredo parándose y apoyando ambas manos sobre el escritorio -Eres una pérdida de tiempo, una... desilusión, pero eres mí único hijo. Otro, ya, no tendré y... Ambos sabemos que nietos tampoco...-
-Ese asunto ya estaba aclarado...- lo interrumpió Ignacio.
-¡BASTA YA!- grito Alfredo golpeando el escritorio -Es momento de que me hagais sentir orgulloso.-
-Padre, no me haga esto...- suplico el chico, entendiendo a lo que el hombre se refería.
-Por el bien de esta familia y nuestro futuro, tenéis que elegir.- comunico Alfredo volviéndose a sentar -quizas, ese gran afecto que sentís por Raúl no sea solo afecto.-
-¡Claro que no!- exclamó Ignacio parándose de golpe.
-Entonces, sabreis lo que tenéis que hacer.- insistio su padre.
Ignacio lo miro apenado y luego se retiró.
Raúl e Ignacio estaban en un rincón apartado de la playa, alejados de toda civilización. Raúl no entendía muy bien por qué se encontraban allí.
-¿Con quien dijisteis que debíamos encontrarnos?- pregunto cansado de esperar.
-Con un comerciante.- respondió Ignacio -Creo que allí viene.- continuo señalando a espaldas de su amigo, este se giro para ver.
-No veo a nadie.- comento y se volvió a girar hacia el muchacho. Se sorprendió al ver qué Ignacio le apuntaba con una pistola.
-Lo siento, amigo.- dijo Ignacio -Juro que no quiero hacer esto.-
-¿Hacer que? No entiendo.- dijo confundido raul.
-Ese por mí familia.- explico el otro joven con lágrimas en los ojos.
-Aguarda... ¿Esto es por el hombre que vimos en tu casa?- pregunto Raúl, sin darse cuenta de que esto empeoró el asunto.
-¡No puedo!- exclamó Ignacio y se agachó por un segundo tomandose la cabeza.
-Entonces, no lo hagáis...- dijo Raúl, quien ya no sabía que más hacer.
El corazón de Raúl latía muy fuerte, estaba justo frente de la mira de su amigo, la tención iba en aumento... Pero en un ágil movimiento, Ignacio disparó al aire.
Raúl suspiro, por un segundo imagino lo peor.
-No puedo...- soltó Ignacio.
-Gracias amigo...- respondió él, pero en ese momento sintió como unas personas se acercaban a sus espaldas.
Raúl no comprendía, pero de repente, dos hombres lo tomaban de los brazos.
-¡¿Que sucede?!- pregunto con temor. miro hacia un lateral y vio a ese hombre, el mismo que por poco chocan en casa de Ignacio.
Fue allí en donde entendió. Era Román el fuerte, un fugitivo pirata, un maleante para todos. Uriarte Soler tal vez tenía negocios con él y... Probablemente, el padre de Catalina también.
-¡Ignacio! ¡Jamás traicionaría a tu familia! ¡Ignacio!- exclamó.
-Lo siento.- respondió como pudo su amigo. miro a Román y le hizo una seña con la cabeza para que se lo lleven.
Mientras se lo llevaban, Raúl, gritaba desesperado suplicándole a su amigo, pero Ignacio, solo se dio la vuelta y se marchó del lugar.
Pasaron un par de semanas desde que Raúl e Ignacio habían desaparecido. Esperanza no podía dejar de pensar en ello y se sentía desesperada. Se comentaba en el pueblo que Ignacio, sí, había regresado. La joven no sabía si esto era verdad, pero le había llegado una nota, en donde los citaban a su padre y a ella en la mansión Uriarte Soler.
Cuando llegaron, Catalina, también se encontraba allí, los tres entraron al despacho de señor Alfredo. Vieron, para sus sorpresas, que se encontraba Ignacio. Tenían mucha incertidumbre al respecto, el muchacho parecía tener algunos golpes y el brazo vendado. En cuanto los vio, bajo la mirada.
-¿Ignacio?- pregunto Catalina, mientras esperanza ayudaba a que su padre se siente -¿Qué sucede? ¿En dónde está Raúl?-
-Los hemos citado aquí, porque Ignacio tiene algo que contaros.- comenzó a decir Alfredo, pero Ignacio trato de levantar la mirada y la bajo nuevamente sin pronunciar palabra, entonces, Uriarte Soler, decidió continuar -Mi hijo y Raúl habéis sido raptado por piratas...- todos quedaron asombrados -Cuando intentaron escapar los piratas los habéis descubierto y Raúl... Raúl decidió... lamento informaros esto... Pero él entregó su propia vida por salvar la de mi hijo...- finalizo con pena al hombre.
Esperanza quedó inmóvil ¡esto no podía ser verdad!. Escucho un alarido proveniente de Catalina, quien se agachó para abrazar a su padre, que estaba desconsolado, mientras ella solo tomaba su mano y sin desviar la mirada del joven.
En un momento reaccionó y camino hacia Ignacio con los ojos empapados.
-No lo entiendo...- musitó -Él... Él es muy diestro con la espada...-
Ignacio apenas levantó la mirada con lágrimas en los ojos.
-Lo siento, Esperanza.- respondió en voz muy baja y casi sin aliento -Yo... Yo mismo lo... Lo he visto caer al mar cuando... Cuando lo atravesaron con la espada.- divago
En ese momento, el mundo de la joven se desmoronó, solo escuchaba como Catalina lloraba a gritos y veía al señor Uriarte Soler agacharse a su lado para consolarla, ya que estaba tirada al lado de su padre...
Esperanza se dio la vuelta y camino hacia afuera, se sentía muy aturdida, necesitaba escapar, huir de allí, pero sentís como si sus pies pesaran.
Abrió la puerta y caminó unos pasos fuera del despacho. No pudo más, se apoyó de espalda a la pared y se dejó caer. Por más que intentaba, no podía dejar de llorar ¡Esto no podía estar pasando!
Horas más tarde, esperanza, aún no aceptaba lo que estaba pasando. El señor Uriarte Soler les había ofrecido su casa para hacer una reunión en honor a Raúl y en agradecimiento por salvar la vida de su hijo. Funeral era imposible, ya que no había cuerpo.
Quiso alejarse de todos, seguía sintiéndose aturdida. Mil cosas pasaban por su mente, sabía que no era adecuado pasa una señorita, pero decidió sentarse en las escaleras. Vio como se acercaba Margarita y se sentó a su lado.
-Lo siento, amiguita.- dijo la niña de tan solo 12 años.
-Es que no lo entiendo, Magui...- respondió ella -Esto no tiene sentido.- y la niña la miro confundida.
Esperanza miraba hacia la sala en donde todos estaban.
-No confío en Ignacio...- dijo en cuanto lo encontró con su mirada.
-yo tampoco...- respondió la niña tomando su mano.
Esperanza corrió la mirada y vio al señor Ruiz de la Garza, junto a su hija Catalina y al señor Uriarte Soler, acompañando a su padre.
-En su padre tampoco confío... aún menos que en su hijo...- continuo con los ojos fríos e hinchados por tantas lágrimas derramadas.
-Es verdad...- Margarita también lo miro -Al parecer, está muy ocupado consolando a mi hermana.- comento mal intencionada.
Esperanza miró a su amiga y pensó en lo madura que era para su corta edad. Luego, cerro los ojos fuertes dejando caer lágrimas.
-Estaré contigo siempre.- dijo la pequeña -Te quiero...- continuo apoyando su cabeza en el hombro de Esperanza.
-Si...- Sonrio ella sutilmente -Juntas siempre...-
-Y para siempre...- finalizo la niña. así Esperanza, también apoyo la cabeza sobre la de Margarita y se quedaron contemplando a la nada por un largo momento.
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