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Amor Inmortal

Prólogo

En el otoño de 2014, la ciudad de Roma se llenaba del bullicio de los nuevos estudiantes universitarios, cada uno con sus sueños y ambiciones. Entre ellos, dos jóvenes cuyos destinos estaban más entrelazados de lo que ninguno de ellos podría imaginar, se encontraban en el majestuoso campus de la Universidad de Roma La Sapienza. Ambos habían sido empujados a inscribirse en la carrera de Contabilidad, no por elección propia, sino por la implacable voluntad de sus padres.

Kain Sandoval, con 20 años, tenía una presencia que no podía pasar desapercibida. Su cabello oscuro y desordenado, y sus ojos cafés profundos, eran un reflejo de su naturaleza indomable. Kain prefería el rugir de los motores a las tediosas clases teóricas. Sin embargo, la mano dura de su padre, Daniel Sandoval, había dictado su destino académico. Su padre, un hombre cuya frialdad solo era superada por su violencia, veía en la contabilidad una forma de asegurar el control y el poder de la familia Sandoval en el mundo financiero.

Por otro lado, Luca Roche, de 19 años, era todo lo contrario. Con una apariencia más refinada y una disposición naturalmente tranquila, Luca había crecido bajo la tutela estricta pero menos brutal de su familia. Los Roche, eternos rivales de los Sandoval, también veían en la contabilidad una herramienta vital para el mantenimiento de sus negocios. Luca, aunque resentido por la imposición, decidió aceptar su destino con la esperanza de encontrar su propio camino dentro de las restricciones familiares.

El primer día de clases, el destino quiso que ambos jóvenes se encontraran en la misma aula. Kain, con su característico aire de desdén, llegó tarde y ocupó el último asiento disponible, justo al lado de Luca. Los primeros minutos transcurrieron en silencio, ambos centrados en la presentación aburrida del profesor sobre la importancia de los principios contables.

Sin embargo, un error en la lista de asistencia, donde los apellidos se confundieron, obligó a ambos a identificarse públicamente.

—Sandoval, Kain —dijo Kain con voz firme, provocando un murmullo en la sala.

—Roche, Luca —añadió Luca, sintiendo cómo todas las miradas se dirigían hacia ellos.

Ambos se miraron, conscientes de la carga que sus apellidos llevaban. La tensión era palpable. Ninguno de los dos sabía en ese momento que este encuentro sería el comienzo de algo mucho más profundo y complejo.

Las semanas pasaron y, a pesar de sus diferencias, Kain y Luca comenzaron a encontrar un terreno común. Las interminables horas de estudio en la biblioteca y los trabajos en grupo forzaron una interacción que, poco a poco, se transformó en una extraña amistad. Kain admiraba la paciencia y la inteligencia tranquila de Luca, mientras que Luca encontraba fascinante la pasión y la rebeldía de Kain.

Una tarde, después de una agotadora clase sobre auditoría, decidieron tomar un café en un pequeño café cerca del campus. La conversación, inicialmente sobre contabilidad, derivó pronto en temas más personales.

—No entiendo cómo soportas esto —dijo Kain, revolviendo su café con impaciencia—. Preferiría estar compitiendo con mi moto ahora mismo.

Luca sonrió, un gesto que irradiaba calma y comprensión.

—Supongo que ambos estamos aquí por la misma razón. Para cumplir con las expectativas de nuestras familias. Pero eso no significa que no podamos encontrar algo más en el camino.

Kain lo miró, sorprendido por la sinceridad en las palabras de Luca. En ese momento, una chispa de algo nuevo y desconocido comenzó a arder entre ellos. Una conexión que iba más allá de los deberes familiares y las rivalidades heredadas.

Así, en medio de los números y las fórmulas, nació un vínculo que desafiaba el destino que sus familias habían impuesto. Luca y Kain, unidos por el azar y la obligación, empezaron a descubrir que su verdadero reto no estaba en las aulas de contabilidad, sino en los sentimientos que empezaban a florecer entre ellos, sentimientos que prometían cambiarlo todo.

El aula de Cálculo estaba llena de murmullos y susurros cuando el profesor anunció el nuevo proyecto en parejas. El ambiente se tensó aún más cuando aclaró que las parejas serían los compañeros de asiento. Al escuchar esto, Kain Sandoval se levantó de inmediato, su rostro una máscara de determinación y frustración.

—Profesor, necesito que me cambie de compañero —dijo Kain, su voz firme resonando en el salón.

El profesor levantó la vista, sorprendido por la interrupción.

—¿Por qué, señor Sandoval?

Kain miró a Luca por un breve instante antes de responder.

—No tengo nada en contra de Luca, pero no podemos hacer el trabajo si él no puede ir a mi casa ni yo a la suya. Todos conocen las rivalidades entre los Roche y los Sandoval.

Un murmullo recorrió la clase, una mezcla de sorpresa y curiosidad. Todos sabían de la enemistad entre las dos familias, pero pocos esperaban que Kain lo expresara tan abiertamente. El profesor, sin embargo, no parecía impresionado.

—Entiendo las dificultades, señor Sandoval —dijo el profesor con tono firme—, pero existen alternativas. Pueden trabajar en la biblioteca estudiantil, en las cafeterías y en los parques. No es necesario que vayan a sus casas. Les daré el tema en un rato.

Kain se sentó de golpe, sus ojos brillando de ira contenida. Luca, siempre más tranquilo, giró hacia él y le habló en un susurro.

—Podemos hacerlo en la biblioteca.

Kain lo miró, una chispa burlona encendiendo sus ojos oscuros. Puso una mano en el hombro de Luca, fingiendo un tono cariñoso.

—¿Hacer qué, cariño? —dijo en tono de broma.

Luca no pudo evitar reírse, su risa suave desarmando la tensión del momento. A su alrededor, algunos compañeros de clase también sonrieron, aliviados por el cambio de tono. Kain, a pesar de su furia inicial, sintió que algo en su interior se relajaba ante la reacción de Luca.

Las siguientes horas pasaron rápidamente y, como prometido, el profesor les entregó el tema del proyecto: "Aplicaciones avanzadas del cálculo diferencial en la contabilidad financiera". Una tarea compleja que requeriría muchas horas de colaboración.

Esa tarde, se encontraron en la biblioteca, un lugar neutral y seguro lejos de las presiones de sus familias. Kain llegó primero, ocupando una mesa en la esquina más alejada. Minutos después, Luca se unió a él, llevando una pila de libros de texto.

—¿Listo para empezar? —preguntó Luca, con una sonrisa que intentaba suavizar la tensión.

Kain suspiró, dejando de lado su habitual actitud desafiante.

—Supongo que no tenemos otra opción —respondió, abriendo su cuaderno de notas.

A medida que avanzaban en el proyecto, Kain se sorprendió al descubrir que trabajar con Luca no era tan difícil como había temido. De hecho, Luca tenía una habilidad natural para explicar conceptos complejos de una manera clara y sencilla. Por su parte, Luca quedó impresionado por la inteligencia aguda y la rapidez de pensamiento de Kain, que superaban con creces su fachada rebelde.

En un momento, mientras discutían una derivada particularmente complicada, Kain se detuvo y miró a Luca fijamente.

—¿Alguna vez te has preguntado por qué nuestras familias se odian tanto? —preguntó, su voz baja y seria.

Luca levantó la vista, sorprendido por la pregunta. Reflexionó por un instante antes de responder.

—Supongo que es una combinación de poder, orgullo y viejas heridas. Pero, ¿y nosotros? No tenemos por qué repetir la historia de nuestros padres.

Kain asintió lentamente, sus pensamientos girando en torno a las palabras de Luca. En ese momento, en la silenciosa biblioteca, algo cambió entre ellos. Dejaron de ser solo dos jóvenes atrapados por sus apellidos y comenzaron a ser simplemente Kain y Luca, dos personas descubriendo que podían elegir su propio camino, incluso en medio de las sombras de sus familias.

A partir de ese día, sus reuniones en la biblioteca se volvieron más que una obligación académica. Se convirtieron en un espacio de descubrimiento y conexión, donde cada problema resuelto y cada risa compartida los acercaba más, desafiando las expectativas y construyendo algo nuevo y prometedor.

01

Era el último día para entregar el proyecto asignado por el profesor de cálculo, y Luca Roche esperaba ansioso a las afueras de la Universidad de Roma La Sapienza. El cielo se teñía de naranjas y rojos mientras el sol se despedía, y los estudiantes comenzaban a dispersarse, felices de haber concluido un día más de clases.

Luca miraba su reloj con creciente preocupación. Kain se había retrasado más de lo habitual, y la inquietud comenzó a filtrarse en su mente. ¿Y si algo le había pasado en el camino? Las calles de Roma no eran ajenas a la violencia y los accidentes, y la rivalidad entre los Roche y los Sandoval solo añadía un peligro adicional a sus vidas.

De repente, el inconfundible rugido de una moto llamó su atención. A lo lejos, vio a Kain acercarse rápidamente, su figura destacando contra la luz del atardecer. Luca soltó un suspiro de alivio y una sonrisa se dibujó en su rostro al ver que Kain estaba bien.

Cuando Kain aparcó su moto y se quitó el casco, sus ojos brillaban con una chispa de satisfacción. Sosteniendo una carpeta con el proyecto, sonrió ampliamente hacia Luca.

—Lo logré —dijo Kain, alzando la carpeta triunfalmente.

Luca se rió, su alivio transformándose en alegría genuina.

—¡Pensé que no llegarías a tiempo! —exclamó, acercándose a Kain.

Kain entregó la carpeta a Luca, sus dedos rozándose brevemente, un contacto que ninguno de los dos pasó por alto.

—Tuve algunos problemas en el camino, pero nada que no pudiera manejar —respondió Kain, guiñándole un ojo de manera juguetona.

Luca abrió la carpeta, revisando rápidamente el contenido para asegurarse de que todo estaba en orden. El proyecto, fruto de semanas de arduo trabajo y colaboración, estaba completo y listo para ser entregado. Luca levantó la vista y miró a Kain con gratitud.

—Hicimos un buen trabajo, Kain. Creo que tenemos una gran oportunidad de obtener una buena calificación.

Kain asintió, su expresión suavizándose mientras observaba a Luca.

—Sí, lo hicimos. A pesar de todo, resultó ser una experiencia interesante.

Luca sonrió, una calidez llenando el espacio entre ellos.

—Estoy de acuerdo. Y, bueno, no habría sido posible sin ti.

Kain sintió un nudo en la garganta. No estaba acostumbrado a recibir reconocimiento o agradecimiento, especialmente por algo académico. Se pasó una mano por el cabello, incómodo pero complacido.

—Gracias, Luca. Y no te preocupes, esto es solo el comienzo.

Ambos se encaminaron hacia la oficina del profesor, disfrutando de los últimos rayos del sol y de una sensación de logro compartido. La universidad, con sus antiguos edificios y caminos adoquinados, parecía brillar bajo la luz del atardecer, un reflejo de la nueva esperanza que ambos sentían.

Al llegar a la oficina, entregaron el proyecto y recibieron una confirmación rápida del asistente del profesor. Salieron juntos del edificio, el aire fresco de la tarde envolviéndolos.

—¿Te gustaría celebrar? —preguntó Kain, una sonrisa traviesa curvando sus labios—. Conozco un lugar donde podríamos relajarnos un poco.

Luca se quedó pensativo por un momento antes de asentir.

—Sí, me encantaría. Después de todo este trabajo, nos merecemos un descanso.

Subieron a la moto de Kain, Luca detrás, sintiendo la emoción y la libertad que siempre acompañaban a las aventuras con él. Mientras recorrían las calles de Roma, las luces de la ciudad comenzaban a encenderse, y en ese momento, todo parecía posible.

Para Luca y Kain, aquel proyecto de cálculo había sido más que una simple tarea académica. Había sido el catalizador de una conexión que desafiaba las expectativas y las rivalidades de sus familias. Y aunque el futuro aún era incierto, ambos sabían que, juntos, podían enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino.

Luego de varios minutos de viaje, Kain y Luca llegaron a un pequeño puesto que vendía pizzas y batidos de helados de varios sabores. Era un lugar acogedor, con un ambiente relajado y familiar. Luca adoraba el batido de fresas y siempre que tenía la oportunidad, se daba una escapada allí después de la universidad, especialmente cuando su padre no enviaba a ninguno de sus guardias a recogerlo.

Ocuparon una mesa vacía y enseguida una chica joven, con una sonrisa amable, se acercó a tomar su orden. Kain pidió un batido de chocolate y una pizza de pepperoni, mientras que Luca hizo el mismo pedido, solo que cambió el sabor del batido por el de fresas. La chica anotó sus pedidos y se fue, lanzándole una última mirada a Kain antes de desaparecer hacia la cocina.

Luca observó la interacción y luego miró a Kain, risueño.

—Creo que le gustas —dijo Luca, sus ojos brillando con diversión.

Kain frunció el ceño, confundido.

—¿A quién?

Luca se echó a reír, una risa cálida y contagiosa.

—Oh, vamos, Kain. Desde que llegamos, ella se ha fijado en ti. Incluso se disputaba con la otra camarera para venir a tomarnos el pedido.

Kain, que no había notado nada de lo que Luca le decía, sonrió de lado, encogiéndose de hombros sin darle mayor importancia.

Poco después, la chica regresó con sus pedidos, colocando la pizza y los batidos sobre la mesa. Justo antes de irse, deslizó discretamente un papel con su número de teléfono hacia Kain. Él lo miró un segundo antes de responder, cortante pero sin perder la compostura.

—Estoy con mi novio. No te lo puedo aceptar.

La joven, visiblemente apenada, se disculpó rápidamente y se alejó, ocultando su vergüenza. Luca, que había presenciado toda la escena, estaba completamente desconcertado.

—Kain, ¿por qué le has dicho eso a la chica? —preguntó Luca, aún sorprendido.

Kain tomó un sorbo de su batido de chocolate antes de responder, su mirada fija en la bebida.

—Sinceramente, no me gustan las mujeres, Luca. Y no creo que exista una excepción.

La confesión tomó por sorpresa a Luca. No sabía sobre los gustos de Kain y la revelación lo dejó sin palabras por un momento. Finalmente, encontró la voz para hablar.

—No tenía idea... —murmuró Luca, sintiendo que algo nuevo e importante había sido revelado entre ellos.

Kain levantó la vista, observando la reacción de Luca con atención.

—No es algo que suelo anunciar a todo el mundo —dijo Kain, su tono ahora más suave—. Pero no tenía sentido mentirle a esa chica. Además, contigo... —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Contigo es diferente.

Luca asintió lentamente, procesando la información. Su mente corría a mil por hora, pero en su corazón, sentía una comprensión y aceptación profunda. Tomó un trozo de pizza y lo mordió, tratando de aliviar la tensión.

—Gracias por confiar en mí con esto, Kain —dijo finalmente, una sonrisa sincera curvando sus labios—. Y bueno, al menos ahora sé que no tengo competencia aquí.

Kain soltó una carcajada, la primera verdadera risa del día, y la tensión entre ellos se disipó por completo.

—Sí, creo que estás a salvo —respondió, su sonrisa reflejando una mezcla de alivio y afecto.

Mientras comían, la conversación fluyó con naturalidad, más abierta y honesta que nunca. Hablaron de sus sueños, sus miedos y sus experiencias, construyendo un puente de confianza y entendimiento entre ellos. Cada minuto que pasaba, Kain y Luca se sentían más unidos, no solo por el proyecto que habían completado juntos, sino por la conexión profunda que estaban empezando a reconocer y aceptar.

La noche cayó sobre Roma mientras seguían conversando y riendo, olvidando momentáneamente las sombras de sus familias y las rivalidades que los rodeaban. En ese pequeño puesto de pizzas y batidos, habían encontrado un refugio, un espacio donde podían ser ellos mismos sin miedo ni pretensiones.

Y aunque ambos sabían que el camino por delante sería complicado, en ese momento, todo parecía más sencillo y claro. Porque en la honestidad y la confianza que compartían, habían descubierto la fuerza para enfrentar cualquier desafío juntos.

Luego de terminar de comer, Kain y Luca salieron del pequeño puesto de pizzas y batidos. La noche había caído más rápido de lo que se habían dado cuenta y, lamentablemente, Luca debía regresar a casa. Mientras caminaban hacia la moto, las luces de las farolas parpadeaban, creando un ambiente casi mágico en las calles de Roma.

Kain tomó el casco y, con una sonrisa, se acercó a Luca. Con un gesto cariñoso, colocó el casco sobre la cabeza de Luca, ajustándolo cuidadosamente.

—Espero que tengamos más citas como esta —dijo Kain, su tono ligero pero con un trasfondo sincero.

Luca, sorprendido, lo tomó como una broma y asintió, riendo suavemente.

—Claro, Kain, más citas —respondió, su voz cargada de un tono divertido.

Se subió a la moto, ocupando el asiento trasero, y Kain se acomodó al frente. Con un rugido del motor, la moto cobró vida y se adentraron en la noche romana. El viento fresco les acariciaba el rostro, y el sonido constante del motor llenaba el silencio entre ellos.

Kain condujo con destreza por las calles de la ciudad, disfrutando del momento a pesar de la inminente separación. Al acercarse a la mansión de los Roche, disminuyó la velocidad y finalmente se detuvo a unas calles de distancia, en una zona discreta para evitar cualquier posible contacto con los guardias de Luca.

Luca se bajó de la moto, retirándose el casco y entregándoselo a Kain. Sus ojos se encontraron, y por un momento, el tiempo pareció detenerse.

—Gracias por la noche, Kain. Fue... diferente —dijo Luca, sonriendo con genuina gratitud.

Kain asintió, guardando el casco en su lugar.

—Sí, lo fue. Y lo digo en serio, Luca. Me gustaría que hiciéramos esto más a menudo.

Luca se quedó un instante en silencio, captando la sinceridad en la voz de Kain. Finalmente, asintió, una sonrisa suave curvando sus labios.

—Yo también, Kain. Yo también.

Con un último vistazo, Luca se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su hogar, consciente de que estaba desafiando el destino con cada paso que daba hacia la casa Roche. Kain observó cómo se alejaba, sintiendo una mezcla de emociones: satisfacción por el tiempo compartido y una creciente expectativa por lo que el futuro podría traer.

Cuando Luca finalmente desapareció en la distancia, Kain volvió a poner en marcha su moto y se alejó, las luces traseras desapareciendo en la oscuridad de la noche. Sabía que el camino por delante sería complicado, pero también sabía que había encontrado algo valioso en Luca, algo que valía la pena proteger y explorar.

Luca llegó a la entrada de su mansión, saludando a los guardias con una sonrisa despreocupada. Mientras caminaba por el largo pasillo hacia su habitación, no podía dejar de pensar en Kain y en la confesión que había compartido esa noche. Había algo en Kain que lo atraía, algo que iba más allá de la simple amistad o la curiosidad.

Al llegar a su habitación, Luca se dejó caer en la cama, mirando el techo con una mezcla de emociones. La noche había sido reveladora en muchos sentidos, y aunque las complicaciones eran inevitables, no podía negar que algo profundo y significativo había comenzado a florecer entre ellos.

Mientras tanto, Kain conducía de regreso a su hogar, su mente llena de pensamientos sobre Luca. Había algo en él que lo hacía sentir vivo, algo que lo desafiaba a ser mejor, a ser más que el heredero de una familia mafiosa. Y en ese momento, bajo el cielo estrellado de Roma, Kain hizo una promesa silenciosa: haría todo lo posible para mantener viva esa chispa y descubrir hasta dónde podría llevarlos.

La noche continuó envolviendo la ciudad en su manto oscuro, pero para Kain y Luca, era solo el comienzo de una nueva y emocionante travesía.

Cuando Kain entró a la mansión Sandoval, el aire estaba cargado de tensión. En el gran salón principal, una fila de hombres estaba arrodillada ante su padre, Daniel Sandoval, con las manos en la cabeza. Sus rostros reflejaban miedo y desesperación, y en el suelo, junto a ellos, se podían ver manchas de sangre seca, evidencia de los castigos anteriores.

02

Daniel Sandoval, un hombre imponente y temido, sostenía un palo de madera con púas en la mano. Su expresión era una mezcla de ira y desdén, sus ojos fríos como el hielo. Al notar la llegada de Kain, Daniel desvió su atención hacia él, examinándolo de arriba abajo con una mirada penetrante.

—¿En dónde estabas que llegas a esta hora? —preguntó Daniel, su voz dura y autoritaria.

Kain sostuvo la mirada de su padre sin temor, una chispa de desafío brillando en sus ojos.

—Estaba con un compañero de la facultad terminando un proyecto —respondió Kain, con los brazos cruzados y su casco colgado del antebrazo izquierdo.

Daniel soltó un gruñido, señal de su descontento, pero antes de que pudiera decir más, Kain miró a los hombres arrodillados y quiso saber.

—¿Por qué los castigas?

El salón se sumió en un silencio tenso. Daniel apretó los dientes, su expresión endureciéndose aún más.

—Perdieron un cargamento —contestó, su voz cargada de furia contenida.

Kain bajó la mirada hacia los hombres, entendiendo la gravedad de la situación. Los castigos en su familia no eran simplemente por disciplina, sino por mantener el control y el poder. Sin embargo, había algo en esa escena que lo incomodaba profundamente.

—¿Y crees que esto los hará más competentes? —preguntó Kain, su tono desafiante, desafiando la lógica brutal de su padre.

Daniel levantó una ceja, sorprendido por la audacia de su hijo. Caminó lentamente hacia Kain, sus pasos resonando en el salón. Se detuvo justo frente a él, su altura y presencia intimidantes.

—Esto no es solo para ellos, Kain. Es para todos. Un recordatorio de que los errores tienen consecuencias graves —dijo Daniel, su voz baja pero amenazante.

Kain no apartó la mirada, aunque podía sentir el peso de la autoridad de su padre aplastando el ambiente. Internamente, luchaba con la violencia y la crueldad que veía en las acciones de Daniel, sabiendo que algún día él podría estar en esa misma posición.

—Tal vez, pero también creo que hay otras formas de liderar —dijo Kain, su voz más suave pero firme.

Daniel lo observó por un largo momento, evaluando cada palabra y gesto de su hijo. Finalmente, soltó un suspiro exasperado y apartó la mirada.

—Tienes mucho que aprender, Kain. Quizás algún día entiendas lo que se necesita para mantener todo esto en pie —dijo Daniel, volviendo su atención a los hombres arrodillados—. Ahora, ve a tu habitación. Esto no te concierne.

Kain sabía que no tenía sentido discutir más en ese momento. Asintió ligeramente y se dirigió hacia las escaleras, lanzando una última mirada a los hombres antes de subir. La visión de ellos, temblando y humillados, quedó grabada en su mente.

Al llegar a su habitación, Kain se dejó caer en la cama, sus pensamientos girando en torno a la conversación con su padre y la brutalidad que había presenciado. Sentía una mezcla de frustración e impotencia, deseando encontrar una manera de cambiar las cosas sin recurrir a la violencia y el miedo que su padre imponía.

Mientras la noche avanzaba, Kain reflexionó sobre sus propios valores y el futuro que deseaba para sí mismo y su familia. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba decidido a encontrar una manera diferente de liderar, una que no dependiera del miedo y la crueldad.

En su mente, las imágenes de la noche con Luca también revoloteaban, brindándole un rayo de esperanza y motivación. Si podía encontrar la fuerza para desafiar las expectativas de su padre y seguir sus propios principios, quizás también podría abrir un camino hacia un futuro mejor, tanto para él como para aquellos que lo rodeaban.

Mientras Kain pensaba en Luca, su teléfono emitió un leve sonido, sacándolo de sus pensamientos. Le echó un vistazo y vio un mensaje de su amigo Jean Marco: "Carrera de motos en una hora, en el mismo lugar de siempre". La adrenalina se encendió dentro de él, y en un instante, se levantó de la cama y buscó su chaqueta de cuero.

Salió de su habitación y bajó las escaleras de dos en dos. Su padre, tan sumergido en el castigo de los hombres arrodillados, no notó su salida esta vez. Una vez fuera, Kain se subió a su moto y se marchó, el rugido del motor resonando en la noche tranquila.

Mientras conducía por las calles oscuras de Roma, se encontró doblando la esquina que lo llevaba a la mansión de los Roche. Instintivamente, buscó con la vista a Luca, tratando de divisarlo entre los guardias que rodeaban la casa. Casi a punto de irse, escuchó un chiflido a lo lejos. Giró la cabeza y vio a Luca haciéndole señas para que lo esperara.

Luca salió corriendo de la mansión, esquivando a los guardias con agilidad, y se subió a la moto de Kain de un salto. Kain puso en marcha la moto y, alzando la voz para ser escuchado sobre el ruido del motor, preguntó:

—¿Quieres venir a mi carrera de motos?

Luca, sin dudarlo un segundo, respondió:

—¡Por supuesto!

La moto aceleró y se adentraron en la noche, el viento fresco y la adrenalina llenando sus sentidos. Kain sentía el calor del cuerpo de Luca contra su espalda, un recordatorio de la conexión que estaban construyendo. Con cada kilómetro recorrido, se sentía más libre, más vivo.

Llegaron al lugar habitual de las carreras, una zona industrial abandonada en las afueras de la ciudad. Las luces de los faros y los sonidos de los motores ya llenaban el ambiente. Jean Marco y otros corredores los esperaban, sus motos alineadas y listas para la competencia.

Kain detuvo la moto y ambos se bajaron. Jean Marco se acercó, sonriendo al ver a Kain.

—¡Pensé que no llegarías! —dijo Jean Marco, dándole una palmada en la espalda.

—Nunca me pierdo una carrera, ya lo sabes —respondió Kain, devolviendo la sonrisa.

Jean Marco miró a Luca con curiosidad.

—¿Y quién es tu acompañante?

—Es Luca, un amigo de la universidad —respondió Kain, presentando a Luca con un gesto de la mano.

Luca sonrió y estrechó la mano de Jean Marco.

—Un placer conocerte —dijo Luca, sintiendo la vibrante energía del lugar.

Jean Marco asintió y luego miró a Kain.

—Bueno, estamos a punto de empezar. ¿Estás listo?

Kain asintió con determinación.

—Más que listo.

Luca observó mientras Kain se preparaba para la carrera, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Había oído hablar de las habilidades de Kain en las carreras, pero verlo en acción era algo completamente diferente. La tensión en el aire era palpable mientras los corredores se alineaban, esperando la señal para arrancar.

Con un estruendoso rugido de motores, la carrera comenzó. Kain aceleró con fuerza, su moto disparándose hacia adelante. Luca observaba desde la línea de salida, su corazón latiendo rápido. La velocidad y el peligro de la carrera lo mantenían al borde de la expectativa.

Kain se movía con una gracia y habilidad que dejaban claro por qué era tan respetado en el circuito. Cada curva, cada adelantamiento, eran ejecutados con precisión y confianza. La carrera era feroz, pero Kain se mantenía firme, su concentración inquebrantable.

Finalmente, después de lo que parecieron interminables minutos de tensión y emoción, Kain cruzó la línea de meta en primer lugar. La multitud vitoreó y aplaudió, y Luca, lleno de orgullo y alivio, se unió a las celebraciones.

Kain se detuvo y bajó de la moto, respirando con dificultad pero con una sonrisa de triunfo en su rostro. Luca corrió hacia él, sus ojos brillando de emoción.

—¡Lo hiciste! ¡Ganaste! —exclamó Luca, abrazándolo efusivamente.

Kain devolvió el abrazo, riendo.

—Gracias por estar aquí, Luca. Significa mucho para mí.

Luca se apartó ligeramente, mirándolo con admiración.

—Eres increíble, Kain. Ver esto fue... increíble.

Kain sonrió, sintiendo una calidez en su corazón.

—Y esto es solo el comienzo, Luca. Tenemos muchas más aventuras por delante.

Mientras la noche continuaba, rodeados de amigos y celebraciones, Kain y Luca se dieron cuenta de que, aunque sus caminos estaban llenos de desafíos, juntos podían enfrentar cualquier cosa. La carrera había sido una victoria no solo en la pista, sino también en la creciente conexión entre ellos. En ese momento, en medio de la euforia y la camaradería, sabían que estaban listos para enfrentar lo que el futuro les deparara, unidos por una amistad y algo más que apenas comenzaban a comprender.

 

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