Cuando una niña nace en una familia noble, se espera que ella al hacerse mayor traiga orgullo a sus padres, con el matrimonio que ellos arreglaron para ella.
Aquella niña no tiene derecho a opinar sobre nada.
La educación de esa niña, y hasta cómo debe vestirse, es decisión de los padres.
Si ella se opone a seguir con esas costumbres, es castigada de múltiples maneras.
Los castigos van, desde dejarla sin comer, y en casos más extremos, le pegan con un látigo y luego buscan un sanador para sanar su cuerpo.
Claro, no todos los padres tienen la misma mentalidad, o tratan así a sus hijas, pero la mayoría es así.
Samanta Parker, hija mayor del ministro de justicia del imperio de Avani, una mujer criada solo para ser la esposa de alguien, quien desde pequeña recibe esa misma educación.
A temprana edad, Samanta recibe la dura educación de como ser una buena señorita.
Cuando cometía un error, era castigada por sus padres duramente, ya que el futuro de la familia estaba sobre sus hombros.
Sus padres se encargaron de educarla como la mejor esposa que un hombre pueda tener.
Samanta nunca supo lo que era ser una niña normal, en cambio, su hermana menor Selma, fue consentida en todos sus caprichos.
Samanta cada día sentía decepción por la forma que era tratada por sus padres, y más decepción sintió el día en que sus padres decidieron casarla con Víctor Avani, el emperador de ese imperio, quien era conocido por ser un hombre promiscuo y sin corazón.
Cuando Samanta se enteró sobre que iba a casarse con aquel hombre, quiso protestar, pero recibió una cachetada por ir en contra de los deseos de sus padres.
Intentó escaparse, pero fue agarrada infraganti, porque su doncella Julia la delató.
También fue castigada por intentar irse, y para evitar que se escape nuevamente, sus padres en compañía de su doncella mandaron a Samanta al palacio, y allí no solo sería educada para ser la emperatriz, sino también vigilada día y noche.
Su estadía en el palacio no fue nada buena, ya que aquel hombre tenía su harén personal con tres concubinas incluidas, las cuales le hacían la vida difícil a Samanta.
Para ella estar en el palacio fue duro, ya que ella aunque nació con magia, no sabía cómo usarla y menos sus padres la dejaron hacer eso.
Días antes de la boda, los padres de Samanta llegaron al palacio y le dieron un sermón, y le dejaron en claro que pase lo que pase debe de ser una buena esposa y etc.
Cuando el día de la boda llegó, al lugar llegaron nobles de otro imperio, el gran emperador del imperio Hilton Leandro Hilton también fue invitado.
El palacio estaba repleto de personas de todas partes.
Como era un gran día para la familia imperial, desde tempranas horas de la mañana el palacio estaba en movimiento y Samanta fue despertada muy temprano, y durante horas, fue preparada por las doncellas del palacio, para no dejar en vergüenza a la familia imperial.
El vestido que le pusieron era uno amplio y lleno de capas, nada era del agrado de la novia, siquiera el pastel, ya que hasta eso eligió la madre emperatriz, quien era una mujer muy estricta.
Sin muchas complicaciones, la boda dio inicio y todo estaba bien hasta ahí, hasta que después que el sacerdote declaró a los novios marido y mujer. El emperador mencionó el nombre de Selma y está pasando a dónde él estaba de pies para hacer una reverencia perfecta; aquel hombre dice algunas palabras.
—Hoy delante de todos, tomare a Salma como mi concubina — dice el emperador y todos estaban asombrados.
Samanta en busca de respuesta, le preguntó al emperador qué estaba pasando, y aquel mal hombre le dio una mala respuesta, sin importar que allí estaban muchas personas.
Tras la respuesta del emperador, Samanta en ese momento recordó lo que sus padres le dijeron, y ahora las palabras de ellos tienen sentido.
Tal parece que Selma y el emperador han tenido una relación a escondidas desde hace tiempo.
En busca de respuesta, ella mira en dirección a sus padres y estos, al tener contacto con su mirada, desvían la suya a un lado, en claras señales de que estaban de acuerdo en todo.
Eso la hizo sentir triste, y por esa razón bajó la mirada.
Quería llorar, pero no porque ame al emperador, sino porque Samanta sabe lo que significa la entrada de Selma al harén.
El sacerdote sin pedir explicaciones, casó al emperador con Selma, y el sello dicha unión con un beso, cosa que no hizo con Samanta. Luego de eso, todos salieron con dirección al banquete.
Durante toda la fiesta, el emperador se la pasó bailando con Selma, y no volvió a mirar a su esposa principal.
Las personas comenzaron a especular, y aún más al día siguiente, ya que Selma sí pudo pasar la primera noche con el emperador, y él, en cambio, dejó esperando a su esposa, su emperatriz.
A partir de ese día, Samanta fue la burla del imperio, y fue nombrada como la esposa despreciada.
Lo que fue peor, no fue el sobrenombre, sino el desprecio de los que viven en el palacio.
Aunque ella hacía un buen trabajo como emperatriz, al no tener el apoyo de su esposo, era ridiculizada todo el tiempo y hasta los sirvientes la trataron mal.
Las concubinas de aquel hombre, guiadas por Selma, también fueron una piedra de tropiezo para la joven emperatriz. Eran el doble de malas que antes.
A menudo era culpada por agredir a cualquiera de ellas, y por supuestamente hacer eso, era castigada por el mismo emperador.
Por más de una ocasión, ella pidió el divorcio, pero sus padres y el emperador le dejaron claro, que aquel matrimonio era hasta el día que se muera.
Un día Selma se desmayó, y tras ser revisada por el médico imperial, descubrieron que estaba embarazada.
La noticia de que el emperador tendría su primer hijo se supo por todas partes, y el imperio celebró dicho acontecimiento, y le mandaron regalos a Selma para el bebé.
Los padres de ambos estaban felices, y todo el mundo cuidaba de Selma como un tesoro, ya que ella traería buena fortuna al imperio, gracias al futuro heredero.
Durante los meses siguientes, Selma se la pasó causando problemas a su hermana y por más de una ocasión, ella fue castigada, y dejada sin comer por varios días.
La pobre Samanta tenía muchas heridas en su cuerpo debido a los azotes, pero nadie se molestó en curarla, y por esa razón su cuerpo quedó con muchas marcas muy visibles.
Pero aun así, ella no dejaba de hacer su trabajo como emperatriz, y a eso también se le sumó el trabajo del emperador, ya que él no tenía tiempo más que para cuidar de Selma su gran amor.
Samanta un día desesperada, decide quitarse la vida tomando veneno, pero no llegó a completar ese hecho, porque fue encontrada por los guardias imperiales, quienes llegaban hasta allí para prenderla, presuntamente, por hacer que Selma quien tenía tres meses de embarazo, perdiera el hijo en su vientre. El veneno que iba a usar para sí misma fue confiscado y tomado como prueba.
Ella no entendía lo que estaba pasando, y tampoco se lo explicaron, a ella solo le echaron manos, y la llevaron hasta la sala del trono y la arrojaron a los pies del emperador, quien le propinó una patada nada más ver que ella estaba en sus pies.
Luego de eso, la tomó por el cabello, y la arrastró hasta los pies de Selma, para que ella ponga sus pies encima de quién se supone que es su hermana.
Era humillante lo que estaba pensando, y también injusto, ya que Samanta no era culpable de lo que le estaban acusando.
—La emperatriz Samanta Parker, es acusada de matar al futuro hijo del emperador, usando veneno, varias personas fueron testigos de eso, ya que la vieron envenenar la comida de mi amada concubina Selma — dice el emperador y todos jadean.
—Majestad, yo no soy culpable de lo que me están acusando, se lo juro. Hermana haz algo por favor— dice Samanta con lágrimas en los ojos y, en respuesta a eso, es tomada por los guardias por los brazos, y puesta de pie. Luego el emperador le pegó en el rostro sin piedad alguna, hasta hacer que sus mejillas sangren.
—Haz silencio infeliz, muchas personas te vieron, no tiene oportunidad de negar los hechos, hoy es tu muerte— dice el hombre y saca su espada delante de todos, los nobles estaban allí y también los padres de ambas hermanas, estos solo miraban lo que estaba aconteciendo, sin siquiera hacer un solo gesto.
—No, lo juro por mi vida que no he hecho nada, padre y madre, no soy una asesina lo juro— trata de defender Samanta, y en respuesta a eso, el emperador la traspasa con su espada en el vientre.
La familia de Samanta solo se limitaba a mirar, y nadie hacía nada.
—Según las leyes de este imperio, quien le hace daño a un miembro de la familia imperial, tiene que ser ejecutado, y su cuerpo debe de ser echado a las bestias del mar— dice el hombre y luego de eso, saca la espada del cuerpo de Samanta, y la vuelve a entrar dentro de otra parte del cuerpo.
Samanta estaba muy débil como para hablar, pero en su corazón con todas sus fuerzas deseó que su muerte no quede impune.
Luego de eso, se desvaneció en los brazos de quienes la tenían sostenida, y murió con su corazón lleno de odio por todo los que estaban allí.
Ella nunca en su vida conoció el amor, y solo obtuvo sufrimientos, y conoció de cerca, lo que es la verdadera cara de quienes la rodean.
Solo lamenta nunca haber entrenado y de ese modo usar su magia para defenderse a sí misma de los que le causaron daño.
**
Pasó tal cual como dijo el emperador, el cuerpo de Samanta fue echado al mar, y nadie hizo nada para impedir eso.
Cada quien siguió viviendo su vida, Selma la hermana de Samanta, se convirtió en emperatriz, y años más tarde, volvió a tener hijos.
Al final todos fueron felices, y Samanta fue olvidada.
En otra parte, en otra civilización diferente.
Karen sin su ropa de enfermera
Una hermosa mujer vestida de enfermera terminaba su turno, y sin demoras decide ir hasta su casa.
Ella es Karen Días, hija de padres fallecidos.
La joven ese día terminaba unas de sus largas tandas de su segundo trabajo, que era el de enfermera, el otro era de terapeuta profesional.
En su tiempo libre Karen amaba leer historias, y siempre imaginó vivir en un mundo de cuentos de hadas, dónde la magia sea real.
De vez en cuando, ella iba a muchas obras teatrales, en dónde muchas veces se presentaban obras medievales y de época.
Ese día que salió de trabajar, tenía pensado ir a ver una obra que se daría en el teatro en horas de la noche.
Por esa razón, ella nada más llegar a su casa, se quitó su uniforme, se dio una ducha y comió algo para luego irse a dormir unas horas, puesto que, estaba como un zombi.
A sus casi treinta años, Karen no ha tenido una relación estable, ya que nadie desea tener algo serio con ella, y solo la desean para pasar el rato, y por ese motivo, dejó de buscar pareja sería hace medio año, y solo tiene una que otra aventura.
Unas horas más tarde, Karen estaba como nueva, y por esa razón, se levantó de la cama, arregló un poco su pequeña casa y al finalizar nuevamente come algo, siendo en esa ocasión una pasta carbonara , y tras comer y lavar lo que ensució, se fue a dar una ducha la cual fue rápida.
Cuando sale de la ducha fue a su closet y tomó el primer atuendo que encontró, y luego de cambiarse totalmente, sale apresurada de su casa, con un pequeño bolso, y sus llaves en manos.
A unas tres calles del teatro, un gato se le atraviesa, y eso la obliga a frenar el coche en seco.
Apresurada, ella se baja del auto, y va a ver si el gato estaba con vida, pero en lugar del gato, solo ve como una especie de colgante en forma de mariposa y un pergamino extraño.
Tal cosa le hace cuestionar su psicología, puesto que, ella estaba segura de que atropelló un gato.
En busca de lo que vio es real, ella revisa el auto, y no ve en él nada que indique un choque, y su vista regresó al pergamino y al colgante.
Ella un poco curiosa toma ambas cosas y regresa al auto, luego de eso, revisa el pergamino, y en este se encontraba algo escrito en un lenguaje medio extraño.
Ella saca su teléfono y busca en Google el traductor de texto, y usa la parte de imagen, para lanzar una foto y luego ver la traducción.
El traductor le traduce lo que dice el pergamino, y en él estaba la historia de una emperatriz llamada Samanta, la cual sufre un destino muy malo.
Karen se pasó largo rato leyendo la traducción y al finalizar, lágrimas amargas salían de sus ojos, ya que leer ese tipo de cosas era algo doloroso. Por un momento ella deseó ser ella aquella triste mujer, para darle una lección a esos bastardos que le hicieron tanto daño.
Ella tras terminar de leer, arroja el pergamino a un lado, y se concentra en ver el colgante de mariposa, el cual le parece muy lindo.
Tras escudriñar con su vista cada parte de él, ella procede a tocarlo, una y otra vez, y cuando terminó de hacer esa acción, el colgante comenzó a brillar con una luz de muchos colores, los cuales casi la dejan sin vista.
Ella solo se cubre, y deja caer el colgante de sus manos, pero este cada vez más brillaba con más intensidad, cosa que asusta a Karen, quien quiso tomar el colgante y lanzarlo lejos, pero al tocarlo nuevamente, una especie de hoyo negro se abre, y jala a Karen dentro.
Al estar dentro, comienza a descender cuesta abajo, como si estuvieran cayendo en un precipicio.
Tal cosa hace que la pobre Karen lance fuera de su boca hasta el café que tomó en la mañana cuando inició su jornada laboral.
Al terminar de hacerlo, se desmaya.
****
Un rato después
Karen quien se había desmayado despierta y se toca el cuerpo a ver si está completa, pues tiene dudas al respecto, ya que, si fue real que cayó por ese precipicio, esté siquiera en una pieza.
En busca de heridas, ella toca su cuerpo, y al tocar su cara, ve que sus manos son más blancas que la mano de un fantasma.
Cosa que la hace entrar en pánico, ya que no sabe qué estaba pasando.
En busca de respuesta, Karen rápidamente mira su alrededor, y se da cuenta de que está en una habitación antigua muy lujosa. Continúa buscando, y no ve siquiera rastro del pergamino, o el colgante.
Totalmente en pánico, ella se levanta de la cama, y al hacerlo, se lleva las sábanas con ella y terminó cayendo al suelo como un tronco.
La caída fue muy dolorosa, porque cayó de frente y se pegó duro en la cabeza.
De manera inmediata, en la mente de Karen comienzan a pasar unos recuerdos que no son para nada de ella, cosa que la hace confundir y a la vez cuestionarse.
En esos recuerdos no ve nada agradable, y cada uno de ellos es peor que el otro. He claro que esos recuerdos no son de ella, y menos sabe dónde está.
Karen en esos momentos entró en pánico y se le aceleró el corazón, y con justa razón.
Totalmente alarmada, ella comenzó a llorar amargamente, hasta que una voz la hace detenerse.
Al mirar a la dueña de la voz, nota que es una mujer con una ropa de sirvienta de animé.
—Señorita, le dije que no escapara de su casa, solo tenía que resistir, por un día más con sus padres, no se iba a morir— dice la mujer con una sonrisa de burla.
En esos momentos Karen no supo qué decir, y por esa razón preguntó.
—¿Quién eres y quién soy?—pregunta Karen y la mujer se sigue riendo.
—¿No sabes quién soy? Pero si siempre hemos estado juntas, soy yo Julia su única doncella, señorita Samanta. Ya deje de hacerse la tonta, y vaya a lavarse, hoy inician sus clases para ser la emperatriz — dice la mujer y Karen sintió cómo su alma salió de su cuerpo, y a la vez también regresó y casi se desmaya. Pues se acaba de convertir en alguien que esta destinada a morir.
¿Cómo es posible que algo como esto esté pasando, si ella no ha muerto, o sí?
La pobre Karen no sabe qué hará para salir viva de esta situación, ya que el sufrimiento de esa joven está por comenzar.
Según lo que decía el pergamino, la emperatriz Samanta sufre mucho en ese palacio, y su sufrimiento comienza desde antes de casarse.
Las concubinas de ese hombre son muy malas y le hacían todo tipo de cosas malas a la joven, quien nunca se defendió de los maltratos, o hizo algo en su contra.
Para no parecer más extraña, Karen le hace caso a la mujer que está en la habitación, la cual, por sus recuerdos, no es más que una traidora.
En poco tiempo, ella estaba con un vestido elegante en su cuerpo, y la doncella se ofreció para terminar de arreglarla.
Al sentarse en su mesa para maquillarse, por primera vez Karen ve su reflejo, y nota que esta mujer a la que le ocupa el cuerpo es muy bella.
Cuando la doncella comenzó a hacer su trabajo, Karen la detuvo, ya que aquella mujer estaba usando maquillaje como para tres mujeres.
—Deja que yo lo haga, muchas gracias — dice Karen, quien ahora es Samanta.
—Pero señorita, usted nunca ha hecho nada como esto, deje que yo lo haga— insiste la mujer.
—¿Quién es la doncella, tú o yo?—preguntó ella con curiosidad y a la vez enojo.
La doncella no sabe qué decir, y mejor se aleja y deja a Samanta hacer lo que quiera, y si termina viéndose como una tonta, es su problema.
Pero lejos de verse mal, Samanta logró hacer un delicado maquillaje en su rostro, dejando a Julia con los ojos abiertos, ya que ella no usó casi nada, y se ve como un ángel.
La doncella no sabía qué decir, y solo permanecía callada.
Samanta al ver la reacción de la doncella, solo dió la orden de ir a dónde tiene que ir, que es el comedor y luego ir a sus clases.
Julia sin decir nada la llevó hasta allí, donde estaban todos esperando por ella.
Samanta al ver eso, cortésmente hace una reverencia y saluda a la familia imperial, luego de eso a las concubinas, quienes miraban mal a la joven.
El emperador del imperio Avani, quien lleva por nombre Víctor, solo mueve la cabeza, y lo mismo hace la emperatriz madre, quien ve de manera seria a Samanta.
Está, en cambio, solo se limita a tomar un puesto vacío, lejos de todos, y la madre emperatriz da orden de servir el desayuno.
Los sirvientes hacen exactamente eso, y al llegar a dónde estaba Samanta, le sirven un desayuno especial.
No era especial de bueno, sino que olía raro y era solo una agua verde. Ella discretamente ve en dirección a las concubinas, quienes estaban riendo por la situación.
Es claro que esas mujeres fueron las que ordenaron que le sirvieran a ella ese tipo de cosa tan maloliente.
Por esa razón, cuando los sirvientes terminaron de hacer su trabajo, ella tomó una cuchara y tomó una porción pequeña en ella, y se la llevó a la nariz, y casi lanza hasta lo que no ha comido por su boca.
Dispuesta a tomar venganza, ella habla.
—Madre emperatriz, parece que aquí en este palacio matan de hambre a los recién llegados, ¿Cómo es posible que yo, siendo la futura emperatriz de este imperio, sea tratada como un perro? Si mis padres saben de esto, se van a enojar de inmediato— dice ella con desagrado, y las concubinas estaban rígidas.
La mujer al escuchar aquello se enoja y deja de comer.
—¿Qué tratas de decir? ¿Cómo dices esas cosas así a la ligera?—dice la emperatriz un poco enojada.
— Veo que todos tienen un desayuno decente en sus platos, yo, en cambio, tengo una agua verde con olor desagradable. Si me van a matar de hambre desde ahora, será mejor que rompamos el matrimonio — dice ella y todos allí jadean.
Decir semejante cosa abiertamente, es algo muy malo, ya que ese matrimonio, traerá beneficios a ambas familias.
El emperador decidió intervenir.
—Oye, no hagas tanto alboroto por comida, no eres una muerta de hambre— dice el emperador furioso.
—No es hacer un alboroto, es que me están tratando como un perro, solo ve la pinta que tiene esta cosa— dice ella y el emperador enojado va a ver qué contiene el plato de ella y quedó cabreado.
Aún más enojado, él mandó a buscar a los que sirvieron el desayuno, y preguntó sobre el asunto.
—¿Qué está pasando aquí, quién se atreve a hacer ese tipo de broma, no tienen miedo a la muerte? — pregunta el emperador y los empleados tiemblan.
Uno de ellos a quien le ordenó una de las concubinas hacer ese tipo de cosas, pasó adelante y habló.
—La primera concubina Ana me ordenó hacer eso, perdone mi vida majestad, solo estaba siguiendo órdenes, soy solo un sirviente — dice el sirviente temblando mientras se deja caer de rodillas.
Al mencionar el nombre de la primera concubina, esta mujer se puso pálida, ya que no esperaba que la situación se diera de ese modo.
Para salvar su pellejo, ella niega todo.
—Esposo, qué necesidad tengo yo de hacer algo como eso, de seguro en este palacio alguien quiere eliminar a la futura emperatriz y de paso dejar en vergüenza a la familia imperial— dice la mujer y el emperador le cree, ya que es más tonto que cualquiera, él solo piensa con lo que tiene entre las piernas.
—Por lo que veo, esta servidumbre no sabe respetar, echen fuera del palacio a este sirviente y denle cien azotes, nadie va a dejar en vergüenza a la familia imperial, y menos calumniar a mis concubinas— dice el emperador para luego mandar a que le traigan a Samanta un desayuno en buen estado.
Los guardias hicieron lo que dice el emperador, y sacaron a ese sirviente fuera del palacio y lo azotaron cien veces.
Por los azotes, el hombre se desmayó, y aun así, lo dejaron fuera del palacio tirado.
Samanta solo veía cómo se daba la situación, y ahora más que nunca debe de hacerse fuerte. Si no lo hace, estas mujeres acabarán con ella.
Julia solo se reía de la situación, ya que aquella niña tal parece que la va a pasar mal en ese palacio.
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