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Atrapados Por El INSTINTO

Capítulo 1: El Encuentro Inesperado

La mañana en la oficina de Drazor Enterprises se sentía habitual. El murmullo de las impresoras, la suave música de fondo y el tecleo constante de los teclados creaban un ambiente de productividad. Sin embargo, en el rincón donde se encontraba la oficina del director general, Leon Crawford, la atmósfera era diferente. Allí, el aire estaba cargado de una tensión eléctrica que pocos podían ignorar.

Oliver Rivers, el asistente de recursos humanos, se encontraba frente a la puerta de esa oficina. Su corazón retumbaba en su pecho como un tambor, y podía sentir cómo el sudor comenzaba a acumularse en su frente. Tenía el informe finalizado en sus manos, pero no era solo el documento lo que lo ponía nervioso; era la idea de enfrentarse a Leon. Era un alfa imponente: alto, de cuerpo atlético, con una mandíbula marcada y unos ojos oscuros que parecían tener un magnetismo propio. Cada vez que Oliver lo veía pasar, sentía que su aliento se detenía.

Respirando hondo, se ajustó la corbata y tocó la puerta con suavidad. La voz profunda de Leon resonó desde dentro, con una autoridad que lo hizo estremecer.

—Adelante.

Oliver empujó la puerta lentamente, y cuando entró, se encontró con un espacio modernamente decorado. La oficina era amplia, llena de luz natural que entraba a raudales por las grandes ventanas. Pero todo su enfoque se centró en Leon, que estaba sentado tras su enorme escritorio, revisando unos documentos con una concentración intensa.

—Buenos días, señor Crawford —saludó Oliver, tratando de mantener la compostura.

Leon alzó la vista, y sus ojos se encontraron. Oliver sintió una sacudida en su interior, como si alguien hubiera encendido una chispa. La mirada de Leon era penetrante, casi desnudándolo con la mirada. Una ligera sonrisa curveó sus labios, algo que sorprendió a Oliver, quien no estaba acostumbrado a que su jefe le sonriera de esa manera.

—Buenos días, Oliver. ¿Qué te trae por aquí? —preguntó Leon, inclinándose hacia delante, apoyando los codos en el escritorio.

Oliver tragó saliva. La mezcla de respeto y nerviosismo lo envolvió. —He terminado el informe sobre la evaluación de desempeño del equipo. Lo quería entregar personalmente y recibir su opinión.

Leon se reclinó en su silla, cruzando los brazos con una actitud que irradiaba confianza. —Déjamelo ver.

Oliver se acercó un paso más, entregándole el dossier. Cuando sus dedos se rozaron, se sintió como si un rayo eléctrico hubiera atravesado su cuerpo. Intentó no pensar en lo que eso significaba, pero la atracción era innegable. Leon comenzó a leer, y Oliver utilizó esos breves instantes para observarlo.

El alfa tenía una aura de poder y control que lo fascinaba. Cada movimiento era seguro, cada gesto demostraba una actitud que intrigaba y, al mismo tiempo, intimidaba. Pero en ese momento, con el informe en mano, también notó algo más. Había un matiz de concentración en el rostro de Leon que lo hacía parecer vulnerable, si es que eso era posible.

—Hay varios puntos aquí que son interesantes —comentó Leon, sin apartar la vista del informe. —Creo que has hecho un buen trabajo.

El corazón de Oliver dio un salto. Un halago de Leon era como un premio preciado. —Gracias, señor. Intenté ser lo más detallado posible.

Leon alzó finalmente la mirada, y esa intensidad en sus ojos hizo que se le escapara una respiración entrecortada. —¿Te gustaría pasar un rato y analizarlo más a fondo? Hay algunas cosas que creo que podríamos mejorar.

Su invitación era un claro mensaje, un acto que iba más allá de lo profesional. Oliver sintió cómo el rubor subía a sus mejillas. —Claro, por supuesto.

Se sentó en la silla del visitante, sintiendo cómo sus nervios se intensificaban. La dinámica entre ellos se transformaba con cada segundo que pasaba; el trabajo se volvía un segundo plano y la conexión personal se hacía evidente. Cada comentario, cada mirada, cargaba una tensión palpablemente sexual.

—Mira, Oliver —dijo Leon, rompiendo el silencio mientras mantenía la mirada sobre el informe—, la falta de comunicación en el equipo ha sido una gran barrera. Necesitamos trabajar en eso. ¿Qué sugieres?

Oliver se sintió desbordado por la atención que Leon le brindaba. —Podríamos implementar reuniones semanales. El establecer espacios para que cada miembro del equipo comparta sus inquietudes podría ser útil —sugirió, intentando mantener la compostura.

—Eso suena bien —respondió Leon, inclinándose un poco más hacia adelante. Las sombras en su rostro se acentuaron con la luz que entraba. —Pero, ¿qué opinas tú sobre la dinámica del equipo? ¿Crees que hay algo más profundo?

En ese momento, Oliver sintió que el ambiente se cargaba de tensión. Sus corazones palpitaron al unísono, y se dio cuenta de que había una línea fina entre su relación laboral y la atracción que ambos sentían. —Creo... creo que hay algo que a veces no se menciona. La competitividad puede ser una barrera, pero también hay un deseo de conexión —respondió, sintiendo que sus propias palabras lo llevaban a un camino peligroso.

Leon mantuvo su mirada fija en Oliver, casi como si pudiera ver a través de su alma. —La conexión se siente bien... —dijo Leon, su tono susurrante provocando escalofríos en la piel de Oliver.

El asistente tragó de nuevo. La curiosidad por lo que podría surgir entre ellos se mezclaba con la cautela. Sin querer, se tomó en un instante un segundo para pensarlo, luego respondió. —Sí, es... es importante.

La conversación se tornó más profunda, pero a medida que se cruzaban las miradas, la atracción se hacía más intensa, como si cada palabra no dicha cargara más peso que las previas afirmaciones. La energía palpable llenaba el aire, y Oliver, a pesar de su razón, se sintió atraído hacia Leon, como un imán.

—No deberíamos estar hablando de esto, Oliver. No aquí, no ahora —dijo Leon finalmente, rompiendo el encanto de ese momento. Su voz era firme, pero había un dejo de frustración que no pudo ocultar.

Oliver entendió. Ellos eran un alfa y un omega, atrapados en la estructura social que siempre había dictado su relación. Pero todo su ser anhelaba quebrantar esas reglas, explorar esa conexión que había surgido entre ellos sin previo aviso.

—Lo sé, señor —respondió, sintiendo que el nick desaparecía, y en su lugar, un aire más íntimo llenaba la habitación. —Pero no puedo evitar cómo me siento.

La sinceridad de Oliver dejó a Leon sin palabras. En ese momento, ambos entendieron que ese encuentro no era solo un simple intercambio de informes, sino el inicio de algo que cambiaría sus vidas para siempre. La atracción ardía, intensa y hermosa, un secreto que los unía y los invitaba a explorar juntos los peligros que ello implicaba.

Leon se enderezó, su expresión enigmática mientras se perdía en sus pensamientos. ¿Podrían permitirse cruzar esa línea? El aire se volvía cada vez más denso; el deseo palpitaba desmesurado, dejando entrever que lo que comenzaba como un simple trabajo se convertiría en una experiencia apasionante, llena de riesgos y emociones que estaban aún por descubrirse.

Capítulo 2: Destellos de Deseo

El día siguiente se desplegó ante Oliver como un lienzo en blanco, pero su mente no podía deshacerse de los recuerdos del encuentro con Leon. Caminar a través de los pasillos de Drazor Enterprises se había vuelto una experiencia diferente. Cada vez que giraba una esquina o pasaba junto a una de las oficinas, su mente giraba como si un vórtice invisible lo arrastrara de vuelta a la conversación que apenas había comenzado. La risa espontánea de un compañero a su lado apenas podía disimular el eco de la profunda mirada de su jefe.

Mientras tomaba su café en la cocina de la oficina, se encontró con Carla, una de sus compañeras de trabajo. Ella lo saludó con una sonrisa, y eso lo sacó de sus pensamientos.

—¡Buenos días, Oliver! Pareces un poco distraído hoy —dijo con un tono juguetón.

—Oh, buenos días, Carla. Solo estoy... pensando en algunas cosas —respondió Oliver, tratando de ocultar su confusión.

Carla arqueó una ceja, observando su expresión. —¿Cosas interesantes? Porque parece que tienes la cabeza en otro lugar.

Su risa ligera hizo que Oliver se sintiera aún más incómodo, y no podía evitar pensar en lo que había sentido el día anterior. La presencia de Leon lo había encendido de maneras que apenas comenzaba a comprender.

—Solo el trabajo... —musitó, bajando la mirada hacia su café.

—Bueno, si necesitas un descanso, siempre está bien. A veces una mente Sobreconectada necesita simplemente desconectar, ¿sabes? —dijo Carla, dándole una palmadita en la espalda antes de irse.

Agradecido por la distracción, Oliver llevó su taza hacia la terraza de empleados, un pequeño refugio poblado de macetas y mesas, donde la luz del sol caía de manera perfecta. Sin embargo, su mente seguía divagando, acentuando esa chispas de deseo que había comenzado a despertar dentro de él.

Mientras observaba el movimiento de la ciudad a su alrededor, un atisbo de movimiento lo sacó de sus pensamientos. Leon apareció en la terraza. Llevaba una camisa blanca ajustada y pantalones oscuros que resaltaban su figura esculpida. Oliver tragó saliva y sintió que su corazón se aceleraba; la presencia de su jefe irradiaba una mezcla de poder y sensualidad que le hacía temblar.

—Hey, Oliver —saludó Leon, tratando de mantener un tono casual mientras se acercaba. —No esperaba encontrarte aquí.

—¿Sí? Yo... solo necesitaba un respiro. Ha sido una semana intensa —respondió Oliver, sintiendo la calidez de la voz de Leon recorrerlo como una corriente eléctrica.

Leon se apoyó contra la baranda de la terraza, viéndolo con atención. —A veces, tomarse un momento para uno mismo es más útil que trabajar sin parar.

La cercanía de Leon era envolvente, y Oliver sintió la fricción de su omega despertando, llenándolo de una necesidad que jamás había experimentado. Sus instintos luchaban entre la razón y el deseo.

—Cierto. A veces, hay que parar y respirar —dijo, incapaz de apartar la mirada. Su cuerpo respondía a la cercanía, y su omega resonaba dentro de él como un tambor que pedía atención.

Leon pareció notar esa respuesta en él. Su mirada se tornó intensa, y había una chispa en el aire que pareció vibrar entre ambos. Un silencio pesado se instaló, lleno de emocionadas posibilidades y fragmentos de lo que podría ser.

—¿Has pensado más en lo que hablamos ayer? —preguntó Leon, rompiendo la tensión, aunque el cambio en su voz lo hacía sonar más personal.

Oliver apretó su taza, el calor del café ahora un contrastante eco a la combustión que sentía en su interior. —Sí, lo he hecho. Parece que hay mucho potencial que podríamos explorar —respondió, encontrando el valor en su interior para ser honesto.

La mirada de Leon se suavizó, como si la pared profesional que solía rodearlo comenzara a desvanecerse. —A veces es complicado, Oliver. Las relaciones en el trabajo pueden volverse turbas. Sin embargo, la conexión que hemos comenzado a establecer... no puedo ignorarla.

El corazón de Oliver latía con fuerza. —Tampoco yo puedo ignorarlo. Desde que comenzamos a hablar, no puedo dejar de pensar en lo que significaría explorar esto.

El silencio entre ellos se volvió palpable, casi un susurro del universo que los rodeaba. Y en un impulso, Oliver dio un paso hacia él, sintiendo cómo la energía vibrante se movía entre ellos como un lazo invisible.

—No hay nada de malo en desear algo más —dijo Oliver, pero casi en un susurro, como si hablara de un secreto oculto.

Leon se movió un poco más cerca, la tensión en el aire creció mientras sus ojos fijos se encontraban. —No estoy seguro de poder hacerlo.

—¿Por qué no? —preguntó Oliver, su voz un poco más fuerte.

—Porque te podría poner en riesgo. ¿Qué pasaría si esto no funciona? —La preocupación en su voz mostraba su carácter protector, el alfa que se sentía responsable.

Oliver dejó escapar un suspiro. —Siento que hay algo más grande aquí. No puedes vivir en miedo, Leon.

La intensidad de sus palabras resonó en Leon, quien bajó la mirada por un momento antes de volver a encontrar los ojos de Oliver, donde se reflejaban tanto esperanza como anhelo.

—Tienes razón —dijo finalmente, su voz llena de determinación—. Hay algo. Algo que me hace desear explorar esto contigo. Me haces sentir... vivo.

Un escalofrío recorrió la columna de Oliver ante la declaración audaz. Su cabeza giró a mil por hora, preguntándose si realmente estaban a punto de cruzar esa línea. Sin embargo, el magnetismo entre ellos era irresistible; el deseo que había estado latente ahora se sentía liberado, como un río desbordante.

—¿Y qué nos impide hacerlo? —preguntó Oliver, su voz cargada de emoción.

Leon se acercó un poco más, su rostro ahora a solo unos centímetros del de Oliver. La intensidad de su mirada podía derretir el hielo que aún existía entre ellos. —Tal vez solo necesitemos el coraje para dar el salto.

Y fue en ese instante que sucedió. Las barreras se desvanecieron, y antes de que pudiera darse cuenta, Oliver deslizó su mano hacia los mechones oscuros de Leon, atrayéndolo hacia sí. Sus labios se encontraban con una calidez anhelante, y el mundo se desvaneció a su alrededor.

El beso fue intenso, voraz y lleno de pasión reprimida. Los dos se sumergieron en la seguridad de ese momento, como si nada más existiera. La chispa de deseos ocultos se encendió en llamas, ardiente y liberadora. Cada caricia y cada suspiro desencadenó una cascada de emociones en el cuerpo de Oliver, quien por fin permitía que su omega danzara libremente en la compañía de su alfa.

Deslizando su mano por la espalda de Leon, Oliver sintió cómo sus cuerpos se unían, como si fueran piezas faltantes de un rompecabezas que finalmente encajaban. Era un acto de entrega y confianza, un momento que comenzarían a atesorar mientras comenzaban a explorar este nuevo territorio juntos.

Ambos sabían que habían cruzado una línea, y a partir de ese instante, nada volvería a ser igual. La conexión que habían descubierto en medio de la tensión adquirió un nuevo significado, y el camino se abriría ante ellos, lleno de desafíos, pero también de destellos de un amor que podía dar forma a una vida nueva y brillante.

Capítulo 3: El Juego de Poder

La semana transcurrió en una montaña rusa de emociones y tentaciones. Todo lo que Oliver había conocido del trabajo parecía haberse desdibujado, y ahora cada interacción con Leon estaba impregnada de tensión. Su relación comenzó a florecer, pero también trajo consigo una sensación de incertidumbre. Lejos de la terraza donde se habían besado, Leon se aferraba a la distancia profesional, utilizando su posición de director general para mantener un control tácito sobre su nueva dinámica.

A medida que la semana avanzaba, la fecha de una reunión crucial se acercaba. Los gerentes y los diseñadores se reunirían para discutir el nuevo proyecto de la empresa, un esfuerzo monumental que podría definir su rumbo en el mercado. Todo iba bien hasta que Leon convocó a una reunión adicional para discutir algunas inquietudes estratégicas que había observado en la propuesta. Oliver se sintió inquieto, consciente de que esa reunión en particular podría ser el escenario perfecto para desafiar el juego de poder que Leon había establecido.

Era un día gris y lluvioso en la ciudad cuando Oliver llegó a la sala de conferencias. Las ventanas estaban cubiertas de gotas de agua, y la luz tenue apenas iluminaba la larga mesa de madera en el centro. Al fondo, la figura de Leon se erguía con autoridad, revisando documentos con una mirada incisiva. La habitación estaba llena de murmullos mientras los empleados se acomodaban, lanzando miradas entre ellos.

—Vamos a comenzar —anunció Leon, sin levantar la vista. Su voz era firme, y un silencio inmediato invadió el cuarto—. He estado revisando nuestras propuestas, y debo admitir que hay algunos puntos que creo que debemos reconsiderar.

Oliver sintió una punzada en el estómago. Siempre había considerado a Leon un líder fuerte, pero el modo en que se dirigía al equipo era casi intimidante. Sin embargo, también había un desafío en su mirada, algo que lo empujaba a salir de su zona de confort.

—Con todo respeto, Leon —interrumpió Oliver, sintiéndose un poco más audaz de lo habitual—, creo que hay aspectos de nuestra propuesta que hemos desarrollado para maximizar nuestro alcance. Tal vez deberíamos enfocarnos en el potencial de esas ideas en lugar de limitarlas.

Los murmullos en la sala se detuvieron. Las miradas de los colegas de Oliver se desplazaron entre él y Leon, como si fueran espectadores de un duelo cargado de energía. Leon lo miró, una mezcla de sorpresa y admiración reflejada en sus ojos, pero también podían notarse destellos de desafío.

—Oliver, agradezco tu valentía, pero hay razones estratégicas detrás de mis preocupaciones —respondió Leon, manteniendo su tono profesional, aunque un leve brillo en sus ojos lo delataba.

Sin embargo, Oliver sintió que no podía dar marcha atrás. La electricidad en el aire era palpable. —Entiendo la estrategia, pero no podemos permitir que el miedo a lo desconocido limite nuestra innovación. Algunas de las mejores ideas nacen de saltar al vacío.

Leon frunció el ceño ligeramente, su mirada se endureció por un momento antes de hacer una pausa. La tensión en la sala aumentó y se volvió densa, tan pesada como la tormenta que azotaba la ciudad exterior.

—¿Estás sugiriendo que necesitamos ser imprudentes, Oliver? —preguntó, su tono desafiando la sugerencia con una pizca de provocación familiar.

Oliver sonrió de manera desafiante, sintiendo su esencia de omega elevarse ante la incertidumbre. —No lo veo así. Creo que deberíamos asumir riesgos calculados. Al final, las grandes empresas están formadas por gente dispuesta a arriesgarse.

La atmósfera adquirió un nuevo nivel de electricidad. Los demás en la sala intercambiaron miradas, conscientes de la lucha inesperada entre su jefe y su compañero. Sin embargo, Oliver pudo ver la chispa de orgullo en los ojos de Leon, aunque lo intentara ocultar bajo la fachada de un líder firme. La dinámica entre ellos había pasado de lo personal a lo profesional en un abrir y cerrar de ojos, pero aún así se sentía poderosa.

Leon inclinó la cabeza ligeramente. —Tienes un punto, Oliver. Tal vez deberíamos explorar más a fondo algunas de esas ideas. Pero también debo advertirte que todo avance conlleva un riesgo, y hay que sopesar las consecuencias.

El desafío de Leon y la respuesta de Oliver crearon un ciclo que parecía intensificarse. Aquel impulso que habían compartido en la terraza se filtraba en su conversación, y aunque la sala estaba llena de compañeros, parecía que estaban solos en su propia burbuja de tensión.

—Entiendo —respondió Oliver, sintiéndose más confiado. —Pero es precisamente esa incertidumbre la que puede llevarnos a nuevas alturas. Creo que nuestros clientes están buscando algo disruptivo, algo que rompa la norma.

Leon hojeó unos documentos arrojados sobre la mesa, cada hoja girando entre sus dedos como un maestro ingeniero. La respuesta tuvo que venir de él, pues no había marcha atrás. Sin embargo, había una chispa en su mirada que Oliver no había visto antes. Fue como si, de repente, comprendiera el secreto que ambos compartían, una conexión más profunda que trascendía el ámbito laboral.

Después de un momento de intensa contemplación, Leon habló con una voz firme y clara. —De acuerdo. Propongo que estudiemos tu enfoque de manera más exhaustiva. Si tienes ideas adicionales, me gustaría que las compartieras con el equipo.

Una ola de sorpresa recorrió la sala. Nadie esperaba que Leon cediera en ese aspecto. Oliver sintió que su corazón se alzaba, pero también se detuvo un momento en la posibilidad de esta nueva dinámica. Si bien habían elevado la discusión personal, acciones como estas transformarían su relación en algo más.

La reunión continuó, pero Oliver sintió que había logrado un cambio significativo en la percepción de su trabajo y la posición de Leon. Esa conexión, esa línea delgada entre desafío y deseo, finalmente se había hecho evidente. Ellos estaban en dos extremos de un juego de poder que iba más allá de una simple lucha de palabras. Como si en cada encuentro hubieran empezado a bailar entre el orden y el caos, ambos moviéndose sin perder el equilibrio.

Mientras la reunión llegaba a su fin, Leon se dirigió a Oliver con un leve gesto de cabeza, una señal silenciosa de reconocimiento. El cielo exterior seguía oscureciéndose, pero dentro de la habitación, una luz nueva parecía florecer entre ellos. Era un sutil recordatorio de que, aunque había desafíos por adelante, también había un deseo compartido, uno que prometía ser emocionante y complicado.

—No me subestimes la próxima vez, Oliver —susurró Leon mientras todos se levantaban para salir.

Oliver sonrió, sabiendo que no lo haría. La chispa albergaba promesas y sorpresas, y él estaba decidido a seguir el juego. A pesar de la tensión, había una emoción subyacente que llenaba el aire, un deseo de explorar aún más esta conexión, tanto en la sala de juntas como más allá de ella. Y así, el juego de poder entre ellos continuaba, tan intrigante como electrizante, empujándolos a un futuro incierto pero fascinante.

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