Una noche fría, Rocío se encontraba triste y abandonada en un bar cercano a su casa, al saber que su pareja la había estado engañando.
Llego al bar y empezó a pedir copas de vino. Bebiendo como si no hubiera un mañana. Ella solo quería borrar su memoria. Pero no era posible, era buena para el alcohol y ese momento fue su peor talento.
Un joven apuesto llego aquella noche al bar, sentadose al lado de ella.
Rocío era primera vez que lo veía en el bar. Ella frecuentaba mucho el bar, para relajarse o celebrar.
Siguió bebiendo una copa detrás de la otra.
Era mucho el sufrimiento que no le presto atención al joven.
Estaba algo mareada teniendo en cuenta que pronto borraría su dolor, por lo menos por esa noche.
De pronto la sangre le hirvió de enojo y desesperación.
Así que miro al joven
- Te gustaría dormir conmigo.
El joven se sorprendió y la miró a la cara.
- Quieres borrar tu dolor.
Ella entre lágrimas y con una sonrisa forzada, asintió la cabeza.
- Si tomas 10 copas de éste vino sin desmayar, haré que olvides tu dolor.
Ambos empezaron a beber en silencio. Ninguna palabra fue dicha entre los dos.
El bar se torno bullicioso, y empezó a llenarse de personas de todo tipo.
La música se escuchaba casi como un retumbar de tambores.
Todo se torno sofocante y ruidoso.
Ella se levantó tambaleando pero el la sostuvo entre sus brazos.
No era un momento romántico ni nada parecido, pero si su momento de borrar su dolor.
- Vamos a mi casa. Está muy cerca de aquí.
- No estoy de acuerdo. Es mejor mi casa, si lo que quieres es borrar tu memoria esta noche.
Detuvieron el taxi. El joven le dio un papel al conductor con el lugar al que tenía que dirigirse. El conductor se puso en marcha.
Ella no le preocupaba qué sucediera esa noche. Tampoco tenía miedo. Solo quería olvidar.
Seguía el conductor el camino, pasando por un enorme bosque, adentrándose a aquel lugar.
Al final de bosque, Había una pequeña cabaña, como era de noche no se apreciaba el lugar.
- Necesito cubrir tus ojos.
Ella no le importo, ni le presto atención a la petición.
- Está bien, no te preocupes puedes hacer lo que quieras conmigo.
Él le cubrió los ojos y la sostuvo entre sus brazos, llevándola adentro de la cabaña.
La sentó en un enorme sillón, y le quito la venda.
Cuando Rocío abrió los ojos, encontró velas encendidas, pétalos de rosas.
En el ambiente un olor que perfumaba el lugar.
Era todo romántico, pero lo único que paso por su cabeza fue en lo afortunada que era de ver esa escena. Se dio cuenta de que todo eso no era especialmente para ella, no pregunto por qué no era su problema.
Él la dejo sola por un instante, con una música de fondo, suave y romántica que estremecía hasta sus huesos.
La cabaña tenía dos pisos, el cual en el segundo piso había subido él.
Luego en unos minutos bajo el joven con una toalla amarrada a la cintura.
Se arrodilló delante de ella.
- Estás segura.
- Si, muy segura. Hazme olvidar esta noche.
Ahí estaba ella sentada con una espléndida y romántica vista.
Envuelta en un cálidez y dulzura.
Esa noche, Rocío tenía un hermoso vestido azul y unos tacones qué combinaban con su vestimenta.
Tan esbelta y bella como de costumbre.
El joven le quito los tacones con dulzura y le beso los pies lentamente, hasta ir subiendo por sus piernas, llegando a sus entrepiernas donde ella dio un gemido. Avergonzada se tapó la boca. Y él no la mira, siguió subiendo por su ombligo hasta llegar a sus pechos, donde se encendió la llama de la pasión. Le beso el cuello, pero no la beso en la boca. Recorrió todo su cuerpo y volvió a bajar a sus entrepiernas.
Donde empezó a meter su lengua en un desenfreno de pasión. Calentando así el cuerpo de Rocío, dejándose llevar por el ritmo del momento.
- Déjate llevar, ¡gime!. Aquí nadie te escuchará.
Le decía él, sin mirarla.
Ella en su desenfreno, no podía pensar solo sentir el placer en su cuerpo.
Cuanto termino se levantó y subió hasta su cuello para besarla, al mismo tiempo que la mordía.
Mientras besaba su cuello, acariciaba sus pechos. Rocío se mantenía con los ojos cerrados, sin ningún pensamiento. Lo que ella había querido esa noche. Olvidar todo.
Luego susurrándole al oído le dijo;
- Te haré temblar de placer.
Así que lentamente fue introduciendo su miembro, sintiendo el calor de su cuerpo. Lentamente, hasta llevarlo todo adentro. Empezó a acelerar el ritmo de más lento a más rápido. Dándole besos en el cuello mientras la apretaba a su pecho y se lo metía rápidamente.
¡- Que rico! Quiero más!
Sin que ella se diera cuenta, el paso lentamente de tenerla de frente a ponerla de espalda.
Que había sucedido se preguntaba ella, en que momento cambiaron de posición.
La tenía de pies contra la pared, con su miembro metido. Besándole la espalda, mientras que con una de sus manos jugaba con su clítoris.
Ambos estaban sudados y con el cuerpo caliente. Ella gemía y él empezó a acelerar el ritmo, tanto con el miembro como con su mano.
- Quiero venirme, hazme tuya.
La apretó más y busco más profundidad en el movimiento, haciendo que el placer se elevara.
Ella estaba a punto de explotar.
Él empezó a darle más duro y ambos empezaron un sin fin de gemidos.
Esto hizo que ambos tuvieran orgasmo al mismo tiempo.
Ella trató de mantenerse de pies pero no pudo. Las piernas le temblaban y cayó.
Él la sostuvo entre sus brazos y subió al segundo piso para acostarla en su cama.
Ella quedó profundamente dormida.
El bajo y empezó a limpiar toda la cabaña.
- Estoy tan agotado, quisiera dormir. Me dejé llevar por una completa desconocida. Pero es una mujer muy hermosa y nos encontramos en el momento adecuado.
Así como Rocío, estaba triste y desamparada aquella noche, también Él lo estaba.
Necesitaba olvidar todo y ella estaba ahí para hacer que él no pensara y también se sumergiera en el momento y el placer.
A la mañana siguiente...
A la mañana siguiente, Rocío se despertó en la cama de un extraño, pero eso no importaba, fue su decisión.
Cuanto abrió los ojos notó la hermosura de la cabaña. Era muy acogedora y se veía los rayos del sol entre las cortinas.
Se sentó en la cama y se dio cuenta de que en una mesita de noche, había una nota que decía.
- Espero que lo disfrutarás porque yo sí. Puedes darte un baño, hay toalla y tu ropa está limpia. Después que te das un baño, abajo en la cocina te deje desayuno. El taxi estará esperándote todo el tiempo que necesitas para salir. Así que no te apures. Todo corre por mi cuenta.
Atte.: El joven de una noche
Era sonrió e hizo todo lo que él le indico, a la misma vez miraba la cabaña con asombro.
Era pequeña pero acogedora. Una pequeña sala, cocina y un baño con agua tibia. Al frente de la cabaña había un pequeño lago que se iluminaba por el sol. Una linda vista que le calentaba el alma. Ya a las 10:00 de la mañana, ya estaba lista para su salida. Cuando se asomó en la parte de atrás de la cabaña, notó el taxi qué la esperaba y el largo camino que se extendía por el bosque. Se dio cuenta de que estaba en un lugar muy alejado.
Se subió al taxi y le indico la dirección de su casa. Cuando llego a casa empezó a escribir su carta de renuncia. Ya que ella trabajaba como secretaria de un bufete de abogados. Ella no quería quedarse en ese lugar, porque sería muy doloroso, puesto que su exnovio trabajaba en ese lugar.
Se dirigió a la empresa y subió a recursos humanos donde dejó su carta de renuncia.
Cuando subió al elevador, este se llenó de más personas, así que quedó al fondo de este.
- Escuchaste lo que paso!. Karen la amiga de Rocío, se acostaba con su novio.
- Si, que incómodo. Hoy cuando llegue los vi agarrados de la mano.
- Lo peor de todo, es que ella los descubrió en la fiesta de la empresa, donde muchos nos dimos cuentas.
- Será difícil seguir en este trabajo.
Llego el ascensor a su destino. Y los empleados se bajaron. Ella como iba a la planta baja tenía que esperar. Quería salir rápido de ese lugar.
Cuando llego a la planta baja, Salió con lágrimas en los ojos y se marchó de aquel lugar, para asegurarse de no volver.
Cuando llego a casa se metió a su cama a llorar.
- Por un instante pude olvidar este dolor.
Paso todo el día en cama, cuando ya pudo calmarse se levantó, se dio un baño y abrió su computadora para buscar otro trabajo.
Rocío era muy buena en su trabajo y ella lo sabía. Pero no sería fácil encontrar un trabajo, ya que era muy difícil entrar en un bufete de abogados. Muchas entrevistas y pocas oportunidades. Aun así en el primer momento que decidió renunciar, tenía en cuenta que no sería fácil.
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