El sol comenzaba a descender, pintando el cielo con matices de naranja y rosa, cuando Alex caminó hacia el pequeño café que bordeaba el parque. Era un lugar acogedor, con mesas de madera desgastadas y plantas enredadas que trepaban por las paredes. Aquel día, había presentado su último proyecto fotográfico en una galería local, una colección que capturaba la lucha y el amor dentro de la comunidad LGBT. Sin embargo, los elogios de la crítica no lograban ahogar su sensación de inadecuación que lo seguía desde la infancia.
Mientras se acercaba al café, escuchó risas y murmullos que provenían de un grupo de personas reunidas en torno a una mesa larga donde Javier, un carismático activista, estaba dando una charla. La voz de Javier era clara y decidida, con una pasión que resonaba en los corazones de aquellos que lo escuchaban. Alex se detuvo un instante, intrigado por el brillo en los ojos de los asistentes que absorbían cada palabra.
"Es fundamental que luchemos por nuestros derechos y celebremos nuestra identidad, no solo en nuestras comunidades, sino también en la sociedad en su conjunto", decía Javier, mientras gesticulaba con fuerza, su cabello oscuro y rizado moviéndose al ritmo de su discurso. Alex sintió un tirón en su pecho. La forma en que Javier hablaba, con tanta convicción y energía, lo cautivó instantáneamente.
No podía evitarlo. Aproximándose al grupo, decidió pedir un café para llevar y encontrar un lugar cercano donde pudiera escuchar sin ser demasiado intruso. Sin embargo, con cada palabra de Javier, el deseo de acercarse se hacía más fuerte.
Finalmente, al recibir su café, Alex se armó de valor y se dirigió a la mesa donde estaba Javier. La conversación ya se había desviado hacia anécdotas de vida, y la tensión del momento lo llenó de incertidumbre. Pero en lugar de retroceder, un impulso incontrolable lo empujó hacia adelante.
"Perdón, ¿puedo unirme a su conversación?", preguntó, su voz un poco más temblorosa de lo que había deseado. Sus ojos se encontraron con los de Javier, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse. No podía ignorar la chispa que iluminó el rostro de Javier.
"¡Por supuesto! Siempre hay espacio para más perspectivas", respondió Javier con una sonrisa encantadora, sus ojos brillantes mostrando una mezcla de curiosidad y calidez. "Soy Javier, por cierto, y estaba justo hablando sobre la importancia de ser visibles y auténticos."
"A-Alex", dijo él, sintiendo un rubor en sus mejillas. Poco a poco, los demás en la mesa se fueron dispersando, dejando a Alex frente a Javier, el mundo a su alrededor desvaneciéndose.
A medida que la conversación fluía, Alex se sintió cada vez más cómodo y a la vez desconcertado. Javier era apasionado y conocedor, pero era su forma de mirar, profunda e intensa, lo que realmente lo atrapaba. A pesar de la multitud, parecía que estaban solos en una burbuja, el bullicio del café se convertía en un eco distante.
"¿Eres fotógrafo?" preguntó Javier, su voz envolvente. "Deberías considerar hacer un proyecto sobre la diversidad de nuestra comunidad. Hay tantas historias que merecen ser contadas."
"Ya... he pensado en eso", admitió Alex, sintiendo que su corazón latía con fuerza. "La fotografía siempre ha sido una forma de expresar lo que siento. Pero hay tanto miedo en mí, no sé si tengo el valor."
"El miedo es un compañero normal", respondió Javier con una suave sonrisa, "pero a veces debes abrazarlo y dejar que te impulse, no que te frene."
Con cada palabra, la atracción entre ellos se intensificaba. Javier era el tipo de persona que no solo iluminaba una habitación, sino que prendía fuego a las esperanzas de los que lo rodeaban. La conexión era palpable, casi eléctrica, como si ambos supieran que este encuentro significaba mucho más de lo que aparentaba.
Mientras la conversación continuaba, Alex compartió fragmentos de su vida, los momentos difíciles que lo habían moldeado. Había crecido en un pequeño pueblo donde ser diferente era sinónimo de ser rechazada. Finalmente, había decidido mudarse a la ciudad buscando un lugar que le permitiera ser quien realmente era. Javier escuchó con atención, asintiendo y haciendo preguntas que llevaban la conversación a nuevas profundidades.
"Me identifico tanto con eso", dijo Javier después de un rato. "Tuve que salir de un entorno muy restrictivo también. La libertad no fue sencilla, especialmente porque también empecé a entender lo que significaba mi identidad. Pero cuando lo hice, todo empezó a encajar. La lucha fue dura, pero valió la pena."
Alex no podía evitar sentirse inspirado por su sinceridad. Era como si cada palabra de Javier actuara como una brújula, guiándolo hacia un horizonte de posibilidades. La calidez de su voz y la seguridad con la que pronunciaba cada frase resonaban dentro de él.
La noche avanzaba y las luces del café comenzaron a brillar más tenuemente, como si la intimidad de su conversación creara un espacio más íntimo y acogedor. Alex observó a su alrededor y se dio cuenta de que el mundo exterior había desaparecido. Estaba completamente absorbido por la conversación, por la intensidad de la mirada de Javier.
"¿Tienes alguna foto que me puedas mostrar?", preguntó Javier de repente, su rostro iluminado por la curiosidad. "Me encantaría ver el proyecto del que hablas."
Alex, sorprendido y halagado, sacó su teléfono y comenzó a mostrarle algunas de las imágenes que había capturado. Cada foto contaba una historia, mostraba el dolor y la belleza de su comunidad, los momentos de triunfo y las luchas cotidianas. Mientras pasaba las imágenes, observó la admiración en los ojos de Javier, un brillo que lo hacía sentir valorado de una manera que nunca había experimentado.
"Estas son increíbles, Alex", dijo Javier, sus palabras impregnadas de genuino entusiasmo. "Lograste capturar no solo momentos, sino emociones. Esas son las historias que necesitamos compartir, que merecen ser contadas en el mundo."
La forma en que Javier se apasionaba por su trabajo lo llenaba de confianza. "Gracias, eso significa mucho viniendo de ti", respondió Alex, sintiéndose reconfortado por la validación.
A medida que la conversación transcurría, el aire se volvió más denso con el deseo y la expectativa. Hablaron sobre sus sueños, sobre los lugares que deseaban visitar, de sus esperanzas y de los obstáculos que enfrentaban. Cada risa, cada historia compartida se sentía como un lazo que fortalecía la conexión que estaban formando.
Al caer la noche, cuando las estrellas comenzaron a asomarse, el ambiente se tornó más nostálgico y significativo. Alex se dio cuenta de que ambos tenían que intercambiar números. Aquel pequeño gesto parecía un acto monumental, como si sellara algo que apenas comenzaba a florecer.
"¿Te gustaría salir a tomar un café otra vez? O algo más... no sé, un paseo por el parque?", sugirió Javier en un tono lleno de expectativa.
Alex sintió que su estómago daba un vuelco. "Me encantaría", respondió con una sonrisa genuina. "Me encantaría mucho". Ambos intercambiaron números y, mientras se despedían, el contacto de sus manos causó una chispa que recorrió su piel.
El corazón de Alex latía con fuerza mientras se alejaba, sintiendo como si el universo hubiera comenzado a alinearse para él. Había conocido a alguien especial, y ese encuentro había iluminado un camino que antes le parecía oscuro e incierto. "Bajo el mismo cielo", pensó, consciente de que ese encuentro marcaba el inicio de algo que podría cambiar su vida para siempre.
Mientras se marchaba del café con el aire aún impregnado de risas y memorias verdaderas, una renovada sensación de esperanza lo envolvió. Las luces del parque parpadeaban como estrellas terrenales, y cada paso lo acercaba a un futuro lleno de posibilidades y conexiones genuinas. En aquel rincón de la ciudad, donde había comenzado a aceptarse a sí mismo, Alex comprendió que, por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesto a abrir su corazón, a dejar que el amor, la amistad y la lucha por la identidad fluyeran en su vida.
Los días siguientes al encuentro en el café pasaron como un borrón en el calendario. Cada mañana, Alex despertaba con una mezcla de ansiedad y emoción. La vida diaria, que solía ser monótona, adquirió un matiz de color desde que conoció a Javier. La simple idea de recibir un mensaje de texto lo mantenía al borde de su silla, cada vez más entusiasmado por la posibilidad de continuar aquella conversación que había encendido algo en su interior.
Fue solo un par de días después del encuentro cuando su teléfono vibró repentinamente, haciendo que su corazón se acelerara. Un nuevo mensaje de Javier aparecía en la pantalla. "¡Hola, Alex! ¿Cómo va tu día? Espero que no te haya asustado mi entusiasmo el otro día. Me encantaría saber más sobre tu trabajo y tus ideas."
La alegría se apoderó de Alex al leer cada palabra. "Hola, Javier. ¡No! Me encantó tu energía. Estoy trabajando en un par de proyectos, en realidad. ¿Te gustaría saber más?", respondió, tratando de controlar su emoción.
A partir de aquel momento, los mensajes se convirtieron en una banda sonora de su cotidianidad; interacciones rápidas se transformaban en conversaciones más profundas. Hablaron de todo, desde sus pasiones y la fotografía hasta sus películas y música preferidas. Javier compartía fragmentos de su vida, historias de su infancia y los momentos que lo llevaron a convertirse en activista. Con cada respuesta, la conexión que sentían se volvía más palpable, hasta el punto en que Alex se preguntaba si realmente estaba viviendo un sueño.
Pero, por cada mensaje que enviaba, una ola de nervios lo invadía. Sin embargo, había algo innegable en la forma en que se comunicaban. Su intercambio de ideas se sentía ligero y, a la vez, cargado de una profundidad que Alex jamás había experimentado. Aunque a veces se sentía vulnerable al compartir su arte y sus inseguridades, la forma en que Javier lo alentaba era como luz en medio de su oscuridad.
Una semana después de su primer encuentro, Javier sugirió que se volvieran a ver. "¿Qué tal si nos encontramos este sábado en el parque? Podríamos hacer un picnic y disfrutar del clima", escribió. Alex no pudo evitar sonreír al leer el mensaje. "¡Genial! Suena perfecto. Me encanta la idea", respondió rápidamente, sintiendo una oleada de emoción que lo llenaba al pensar en verlo de nuevo.
El día del encuentro llegó más rápido de lo que esperaba. Alex se despertó con un nudo en el estómago. Se dio una ducha, se arregló con cuidado y eligió una camiseta que le hacía sentir más seguro. El sol brillaba intensamente, y el parque se iluminaba con la risa de niños y el murmullo de las conversaciones. Sin embargo, todo lo que podía pensar era en Javier y en cómo se sentía emocionado y nervioso a la vez.
Al llegar al parque, vio a Javier cerca de un árbol grande, con una manta extendida sobre el césped y una cesta de picnic que parecía prometer una buena comida. Su corazón dio un vuelco al verlo. La forma en que la luz del sol iluminaba su cabello y su sonrisa eran suficientes para que el mundo alrededor desapareciera.
"¡Hola, Alex! Me alegra que vinieras", dijo Javier, levantando la mano en un saludo, sus ojos resplandeciendo con una alegría genuina.
"Hola, Javier. Gracias por invitarme", contestó Alex, acercándose y sintiendo una chispa de conexión al mirarlo a los ojos.
Mientras se acomodaban sobre la manta, comenzaron a compartir una variedad de comidas que Javier había traído: frutas frescas, sándwiches y una botella de jugo. Comenzaron a intercambiar risas y relatos, justo como lo habían hecho a través de mensajes. La conversación fluía tan naturalmente que Alex se olvidó de su nerviosismo.
"Me gustaría ver más de tu trabajo", dijo Javier mientras mordía una fresa jugosa. "Las fotos que me mostraste me dejaron con ganas de más. ¿Tienes algunos proyectos en mente que te entusiasmen?"
"Sí, estoy trabajando en un proyecto que explora la identidad y cómo las personas se enfrentan a sus luchas internas", respondió Alex, sintiendo que la conversación comenzaba a profundizar. "Es algo muy personal para mí, incluso he pensado en cómo mis propias experiencias moldean lo que capturo".
Javier lo escuchaba con atención, su expresión era la de alguien genuinamente interesado. "Eso suena fascinante. Creo que el arte tiene el poder de conectar emociones y generar diálogo. Cuando veo tus fotos, siento eso. Hay algo poderoso en la vulnerabilidad."
Las palabras de Javier lo animaron a abrirse más. Así, compartieron no solo sus sueños y aspiraciones, sino también sus miedos más profundos, como el temor de no cumplir con las expectativas que otros imponían sobre ellos. La conversación, que inicialmente había comenzado de manera superficial, se convirtió en una danza de confesiones y creatividad.
"No puedo evitar sentirme un poco perdido a veces", dijo Alex, sintiendo la presión en su pecho. "La lucha por ser auténtico en un mundo que a menudo no acepta la diversidad puede ser realmente abrumadora."
Javier le dirigió una mirada comprensiva. "Lo entiendo completamente. A menudo siento que estoy luchando contra corrientes que intentan arrastrarme de vuelta. Pero cuando te das cuenta de que conectar con otros que comparten tu verdad es el mayor regalo, empezarás a encontrar tu camino."
Sus palabras eran un faro de luz. Mientras continuaban hablando, la atmósfera a su alrededor se tornaba más íntima, como si estuvieran en un mundo propio. Alex sintió que cada palabra de Javier lo liberaba un poco más; había en él una fuerza tranquila que lo instaba a ser valiente.
Consecuentemente, compartieron anécdotas más personales: momentos de debilidad y fortaleza que los habían llevado a donde estaban ahora. Javier habló de su primer amor y del dolor que llegó después. Alex se sintió aliviado al darse cuenta de que no estaba solo en su lucha.
"Siempre parece que estamos buscando esa conexión sincera, pero hay tanto miedo a herirnos", comentó Javier. "Pero al mismo tiempo, eso es lo que nos hace humanos. No deberíamos tener miedo de mostrarnos vulnerables. A veces, es el riesgo lo que más vale la pena."
Un silencio cómodo siguió a esas palabras. Alex podía ver en la mirada de Javier una profundidad que lo atrapaba. Era un momento cargado de significado. A medida que el sol se movía lentamente hacia el horizonte, Alex se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo, se sentía completamente presente.
"¿Puedo mostrarte algo?" le preguntó de repente. Sin esperar respuesta, sacó su teléfono y mostró a Javier algunas de sus fotos, imágenes capturadas en momentos de pura espontaneidad. "Estas son algunas de mis favoritas. Capturan realmente la esencia de lo que significa ser libre."
Javier observó las imágenes y sonrió ampliamente. "Son increíbles. Cada foto cuenta una historia. Debes ser valiente para capturar eso", dijo, también sintiéndose inspirado por la luz que emanaba de cada imagen.
Mientras hablaban, el cielo comenzó a adquirir tonos dorados y anaranjados. La atmósfera era mágica y el mundo se sentía lleno de posibilidades. La conexión entre ellos crecía de maneras inesperadas, en su forma de pensar, en las palabras que intercambiaban, y en la forma sutil en que se acercaban el uno al otro.
"¿Sabes? Hay algo increíble en toda esta experiencia", dijo Alex, mirándolo a los ojos. "Estar aquí contigo, hablando sobre cosas tan profundas, me recuerda que nunca estamos solos en nuestro viaje."
"Eso es exactamente lo que siento", respondió Javier. "La lucha aparenta ser abrumadora, pero siempre hay un resquicio de luz, donde puedes encontrar otras almas que están buscando su camino. Conectarse es lo más hermoso."
Gradualmente, mientras la luz del sol se desvanecía y las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo, Alex sintió que la noche estaba llena de promesas. Era como si la vida le hubiese proporcionado un mapa, cada conversación con Javier lo guiaba hacia un sentido de propósito y belleza.
A medida que el aire se enfriaba, Javier sacó una manta adicional para cubrirse. "La verdad es que me siento muy afortunado de haberte conocido", dijo, su rostro brillando con una sinceridad que resonó profundamente en Alex.
Aquel momento no era solo un picnic o un día cualquiera en el parque. Era el comienzo de una conexión que desafiaba las normas y se burlaba de los miedos. Era un recordatorio de que a veces los destinos están interconectados de una forma misteriosa y hermosa. En el cruce de caminos donde ambos se encontraron, la posibilidad de un nuevo capítulo por escribir era tangible.
Mientras las estrellas centelleaban por encima, Alex se sintió positivo. A partir de ese día, no solo había encontrado una amistad en Javier, sino también un aliado en su viaje hacia la autodescubrimiento. Sabía que este era solo el principio de una historia que se despliega, un capítulo lleno de luchas, victorias y, sobre todo, del coraje de ser auténtico.
La semana que siguió al emotivo encuentro en el parque se extendió entre conversaciones animadas y un hilo sutil de expectativa. Alex y Javier intercambiaban mensajes casi a diario, cada interacción sumando un nuevo ladrillo a la sólida conexión que construían. La idea de una cita formal surgió entre las risas y los guiños, hasta que una noche, Javier, con su típica sinceridad, lanzó la propuesta que había estado flotando en el aire.
"¿Qué te parece si tenemos una cena juntos? Me encantaría compartir una noche especial contigo", dijo con un tono de voz que dejaba entrever su nerviosismo.
Alex sintió una mezcla de emoción y ansiedad vibrar en su pecho. “¡Me encantaría!”, respondió casi al instante, dejando escapar una risa nerviosa. La sonrisa de Javier, iluminada por la pantalla del teléfono, solo intensificó sus sentimientos encontrados de felicidad y temor.
La noche de la cita llegó rápidamente, y Alex se sintió atrapado entre la expectativa y el miedo. Se preparó meticulosamente, eligiendo cada prenda con cuidado. Su mente giraba con preguntas. ¿Sería este el momento en que todo cambiaría? ¿Lograrían dejar atrás sus inseguridades? Cuando miró su reflejo en el espejo, vio a un chico un poco nervioso, pero decidido. Estaba listo para dar un paso adelante.
Cuando llegó al restaurante, un pequeño lugar con luces tenues y una atmósfera romántica, notó que Javier ya había llegado. Lo encontró en una mesa cerca de la ventana, rodeado de velas que titilaban suavemente. Su corazón se aceleró al ver cómo Javier miraba el menú, y notó cómo su rostro se iluminaba al verlo.
“¡Hola, Alex!”, exclamó Javier, levantándose para saludarlo con un abrazo informal, pero lleno de calidez. “¿Te gusta el lugar? Espero que no sea demasiado… cliché.”
A Alex le encantó el lugar. “Es perfecto”, respondió, sintiendo que su entusiasmo comenzaba a disipar un poco la tensión.
Ambos tomaron asiento y, mientras revisaban el menú, la conversación comenzó a fluir orgánicamente, como si estuvieran continuando una charla que se había interrumpido brevemente. Hablaron de sus platos favoritos, de su amor por la comida diversa, y al poco tiempo, decidieron hacer un pedido para compartir. Fueron eligiendo distintos platillos, riendo y disfrutando de los gestos exagerados que hacían al describir cada uno.
Mientras esperaban la comida, el ambiente íntimo les ofrecía un refugio perfecto para una conversación más profunda. Javier comenzó a abrirse un poco más, compartiendo sus experiencias de vida. “La verdad es que siempre he tenido dificultades para ser completamente yo mismo en mis relaciones”, dijo, intentando encontrar las palabras adecuadas. “El miedo a ser juzgado me ha seguido. A veces, siento que la gente no puede aceptar del todo lo que soy”.
Alex sintió un nudo en su garganta. “Lo entiendo. Para mí, ha sido un viaje avanzar a través del miedo y la inseguridad, especialmente en un ámbito como el arte. Hay una presión constante por cumplir con expectativas que otras personas imponen. A menudo, me encuentro dudando si mis ideas son válidas”.
Ambos estaban ahí, dejando caer barreras una a una, mientras compartían sus luchas y esperanzas. Las palabras fluyeron libremente, y la atmósfera se tornó cada vez más íntima. La velada no solo se centraba en una cena, sino en un intercambio genuino de experiencias y emociones. Las inseguridades que habían llevado durante tanto tiempo empezaron a desvanecerse en la conversación.
La cena llegó y comenzaron a degustar los platillos, cada bocado compartido haciendo que sus sonrisas se volvieran más brillantes. Sin embargo, la tensión en el aire era palpable. Tanto Alex como Javier sabían que este momento era significativo; era la primera cita y, aunque las charlas eran maravillosas, la verdad acerca de sus sentimientos aún permanecía bajo una superficie delicada.
Mientras compartían el postre, una exquisita mousse de chocolate, Javier se inclinó hacia adelante y lo miró a los ojos. “¿Sabes? Me siento muy afortunado de estar aquí contigo. He disfrutado tanto de nuestra conexión”, dijo, y había una chispa en su mirada que hizo que el corazón de Alex latiera más rápido.
“Yo también”, contestó Alex, sintiendo cómo una mezcla de emoción y vulnerabilidad llenaba el espacio entre ellos. La atracción era innegable, pero algo más profundo se entrelazaba en sus palabras, en su mirada, en la forma en que sus manos casi se tocaban mientras la mesa se interponía entre ellos.
“Pero…” comenzó Javier, rompiendo el breve silencio que había caído. Una sombra de duda cruzó su rostro. “A veces me pregunto si también te asustan estas cosas. La idea de abrirse a alguien más, de permitir que entren en tu vida de una manera significativa”.
Las palabras de Javier resonaron en lo más profundo de Alex, evocando sus propios temores. “Definitivamente me asusta”, admitió. “Quiero explorar lo que hay entre nosotros, pero… tengo miedo de que no sea suficiente, de que no pueda ser lo que esperas”.
Una sincera vulnerabilidad flotaba entre ellos, un entendimiento tácito de que ambos compartían esos miedos. El aire estaba cargado, y era un momento frágil, como si estuvieran en el precipicio de algo grande. “A veces, siento que me estoy arriesgando a una caída que no sé si podré soportar”, dijo Javier.
“Pero a veces, los mayores riesgos traen las mayores recompensas”, respondió Alex, sintiendo una oleada de valor. Miró a Javier con determinación. “Quiero arriesgarme a conocer más de ti, de nosotros, aunque eso implique enfrentar mis temores. Eres alguien especial, y eso despierta tanto en mí”.
Las palabras se deslizaron entre ellos, como un puente que unía sus corazones, y por un momento, el mundo exterior desapareció. Sin embargo, la duda aún no se había disipado completamente. Había un eco de inseguridad que ambos llevaban en sus corazones, y esa voz interna les recordaba lo frágil que podría ser la vida.
Después de la cena, salieron del restaurante hacia un mundo iluminado por las estrellas. La noche era fresca, y un ligero viento acariciaba sus rostros. Javier tomó la mano de Alex de una manera natural, como si lo hiciera desde siempre. La calidez de su toque envió una oleada de electricidad por el cuerpo de Alex. La conexión era tangible y poderosa, pero los temores latentes seguían presentes en sus rostros.
Decidieron caminar por el parque cercano, donde el aroma de las flores nocturnas envolvía el aire. La música suave de la naturaleza acompañaba sus pasos, y las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos. Entre risas y silencios cómodos, la atmósfera se volvió cada vez más romántica.
Finalmente, llegaron a un pequeño claro iluminado por la luna. En medio de la oscuridad, Javier se detuvo y miró a Alex intensamente. Era un momento cargado de significado, una atmósfera que invitaba a un paso hacia lo desconocido. Con el corazón en la mano, Javier se acercó.
“¿Puedo hacer algo?”, preguntó Javier, su voz suavemente temblorosa.
“¿Qué quieres hacer?”, respondió Alex, sintiendo cómo su respiración se aceleraba.
Javier se inclinó levemente, buscando la aprobación de Alex, y en ese instante, un aire de anticipación llenó el espacio entre ellos. Sin más palabras, sus labios se encontraron en un beso que capturó todo lo que había sido dicho y no dicho. Fue un beso dulce y lleno de emoción, una expresión de lo que habían compartido esa noche, pero también un reflejo de sus miedos.
Sin embargo, al separarse, ambos sintieron la verdad de sus inseguridades. Había un temblor en el aire, como si la emoción del momento amenazara con desvanecerse. Las miradas que intercambiaron estaban llenas de preguntas, incertidumbre, pero también de la promesa de algo más.
“Wow”, murmuró Alex, sintiendo que su corazón casi se salía de su pecho. “Eso fue… increíble. Pero…”
“Sí, lo sé”, interrumpió Javier. “Ambos sabemos que hay mucho en juego. Por un lado, quiero seguir adelante, y por otro, tengo tanto miedo de ser herido”.
“Lo entiendo”, susurró Alex, su voz temblando con cada palabra. “No estoy seguro de lo que puede pasar, pero quiero explorar esto. Quiero conocerte más”.
Ambos sabían que, aunque el primer beso los había acercado, el camino por delante estaba lleno de (naturales) incertidumbres. Pero había un compromiso tácito en el aire, una promesa de que harían frente a esos temores juntos. En aquella noche estrellada, con el murmullo del viento como testigo, Alex y Javier tomaron un profundo respiro, listos para afrontar lo que vendría, paso a paso, con valentía y esperanza.
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