En el auto de lujo, Bernarda se cambia apresurada, ella saca su ropa de diseñador de línea exclusiva y se pone una camisa sencilla, con una falda tubo estilo oficinista, sus zapatos hechos a medida los cambia por unos tacones de tacón cuadrado, saca sus finas joyas y se pone su anillo de matrimonio.
Desde hace un año, ella está casada con Alexander, es un hombre trabajador de 30 años, tiene dos sobrinas a quienes cuida como a sus hijas, la hermana mayor de Alexander falleció de una enfermedad terminal fulminante a la edad de 30 años, y un marido desobligado y mujeriego dejó a las niñas indefensas. La preciosa y tímida Bella de 6 años y la traviesa y tempestuosa Samira de 3 años en esa época.
Alexander, considerado un padre soltero, al hacerse cargo de sus sobrinas a la edad de 25 años, no había pensado en casarse hasta hace un año. Sin embargo, al ser un mecánico bastante conocido en la zona, siempre estaba de idas y venidas por su pequeño taller que le había costado mucho armar pieza por pieza. Además, había logrado estudiar electromecánica gracias a su hermana mayor, lo que le sirvió para poder mantener a las niñas después.
Un día, en una tempestad, vio un auto varado en la carretera. La tormenta era tan fuerte que apenas pudo distinguirlo. Dentro pudo ver a una mujer que lloraba en silencio, era joven y muy bella, pero se la veía desolada.
Alexander se acercó para rescatarla, esa zona se inundaba con facilidad y ella estaría en grandes problemas, se detuvo y tocó el vidrio del piloto haciendo que ella se despabile, parecía estar pérdida en sus pensamientos, en cuanto se miraron, ambos se sintieron un poco incómodos de diferentes maneras.
Alexander se sonrojó un poco al ver la belleza de Bernarda y ella se asustó un poco al verlo en medio de la nada. Alexander es un hombre rudo, de hombros anchos, varios tatuajes en los brazos y muy apuesto, varonil en toda la extensión de la palabra. Sin embargo, el pobre hombre que la miraba del otro lado de la puerta, era el ser más suave y dulce que podría haber en el planeta; en todo caso, Bernarda era todo un peligro para él.
Alexander le explicó que podía ayudarla, la remolcaba a un lugar más alto donde pueda tomar un taxi o dejar su auto en el taller.
Bernarda, quien en ese momento sentía que se moría de dolor, solo asintió a lo que él decía, si la asesinan en ese momento, ella estaría de acuerdo.
*_*
Bernarda había cumplido 24 años cuando se encontró con Alex. Hace dos años, había contraído matrimonio con su gran amor, comprometida desde los 18 años, de novia desde lo 15 años con Arnold Davis, un joven rico que estaba en la cima de los negocios, Bernarda Monterrosa, es una hija de familia millonaria, más que millonaria, enamorada se casó para enterarse después de una gran traición.
Su amor había tenido una amiga de la infancia quien siempre molestaba a Bernarda, pues en su noche de bodas, se enteró de que le habían puesto los cuernos innumerables veces, tanto así, que su recién marido, se escapó en la noche de bodas para darse su revolconcito con la amigui de la infancia.
Enamorada y con la autoestima rota, Bernarda trató de ganar el corazón de su marido y hacer que deje a su amante. Nadie le creía cuando ella les contaba que Sisi era la amante de su marido y la culpaban de estar celosa e insegura de la amiga de Arnold. Pues así pasó un año, y la gota que derramó el vaso, fue que Bernarda quedó embarazada, algo imperdonable para Arnold, quien estaba furioso. Sisi estaba hecha un mar de llanto, siempre quiso darle su primer hijo y que sea ella quien le dé esa alegría.
Una noche, Bernarda fue arrastrada en la madrugada y forzada a tener un aborto.
Bernarda esa madrugada murió en vida, su alma se había transformado en un agujero negro que albergaba odio y venganza, el dolor la había consumido. Era solo un ente que comía apenas y dormía solo horas. Ambas familias estaban molestas con ella, la reprendían por esa actitud tan dramática, nunca le creyeron que estaba embarazada y menos lo que había hecho Arnold.
Ya casi había pasado un año, y Bernarda no soportaba la presencia de Arnold, lo odiaba, no quiso que la toque nunca más y él tampoco quiso estar cerca. Tal vez era el aspecto cadavérico de Bernarda o el remordimiento, pero no podía obligarla a que cumpla con sus responsabilidades de esposa.
Todo esto fue, hasta que un tío de Bernarda falleció, sin saber cómo, fue notificada para la lectura del testamento. El hombre, que era soltero y sin hijos, la había nombrado como su heredera universal, sin embargo. La única condición que puso, fue que tenía que recorrer la avenida perimetral del norte, durante un año, en un auto simple y ya muy viejo, y lo principal, no debía estar casada con Arnold Davis.
Esto era lo que debía cumplir para heredar su empresa, sus acciones en grandes empresas del país y además tener el 47% de las acciones de la empresa Davis.
Bernarda, quien era piel y huesos, repentinamente sintió una ola de vitalidad y calor en su corazón. Ese tío que casi no participaba en su vida, quien estaba siempre lejos de la familia, le había tendido una mano en un momento tan difícil, emocional y mental para ella.
Salió del lugar decidida, contrató un detective y le pidió pruebas del amorío de su marido con Sisi.
Después de tener todas las pruebas en su poder, fue a la oficina de ese bastardo y le puso las cosas en claro, divorcio, o difundiría ese material en todo sitio. Su amada Sisi no sería más que una amante a ojos de todos y él, un desgraciado, hablaría sobre su aborto y está segura de que la gente le va a creer.
Arnold enfureció, ignorante de lo que pasaba con el tío fallecido de su esposa, decidió aceptar. De todas formas, estaba cansado de verla como un fantasma siempre, ya había cumplido con el compromiso familiar, así podría casarse con Sisi y ser feliz.
Sin embargo, como el hombre frívolo y ególatra que era, le dijo que firmaría, pero ella no se llevaría nada, ni un centavo.
Bernarda estaba de acuerdo, pero le recordó que las acciones de la empresa Davis eran de ella, fue un regalo que le hizo el padre de Arnold antes del matrimonio como regalo de compromiso, así que a eso no renunciaría, el hombre no pudo objetar, ya que eso era verdad, pero solo le daría eso y nada más.
Bernarda lo miraba como mirar un trozo de mierda, lo odiaba con todo su ser, así que aceptó dejando a Arnold descolocado.
Claro que ella no necesitaba ahora de ese dinero, ni del dinero de su familia, su madre podía gritarle todo el día, su padre podía desheredarla, si así lo quería, su hermano podía darle charlas sobre que las hijas deben aguantar cuernos, Pero Bernarda, ella solo quería una cosa, su libertad de todos ellos.
Así fue como el divorcio se realizó, con caras largas de ambas partes, sin embargo, los ojos de Bernarda eran luminosos.
Solo le faltaba cumplir con los viajes, aunque ella no sabía la razón, seguiría con ese cometido. Parte de la herencia se le había dado, aunque ella estaba feliz, aún faltaba lo más importante, las acciones del grupo Davis.
Ese día, Bernarda recibió la visita de Arnold y Sisi, la mujer con un pequeño vientre que acariciaba provocativamente, la mujer maliciosa la miraba con diversión.
Arnold, por otro lado, la instaba a que asistiera a su boda. Si ella no estaba ahí, todos hablarían mal de él y Sisi, su presencia daría la sensación de que su relación fue sana y después del divorcio.
Sin embargo, Bernarda tenía un dolor en el corazón, no era por Arnold, ese amor se había roto hace tiempo, era por el hijo que la obligaron a perder, que asesinaron para que otra mujer sea feliz, un inocente que no tenía culpa de esa guerra de hienas.
Así fue como salió de su oficina y se fue a su casa destrozada por el ensueño del niño que nunca vino, tarde se dio cuenta de que no había hecho el recorrido, tenía un GPS en ese auto viejo, así el abogado contabilizaba las veces que ella hacía el recorrido.
Con ropa cómoda de casa, ella salió apurada, no se dio cuenta de la tormenta que se asomaba.
En el camino, vio como las gotas grandes y pesadas caían a su alrededor y se tornó en una tormenta de gran magnitud.
Ella se terminó asustando y más aún cuando el destartalado auto se detuvo apagándose.
Ese día no era su día definitivamente, así que, en el silencio del vehículo, escuchando como afuera se desataba una furiosa tormenta, no aguantó más y se puso a llorar a mares, se sentía tan sola y desamparada, a veces sentía que ese abogado de mediana edad era más cálido que cualquiera de su familia.
Fue en ese momento en el cual sintió esos golpes en la ventana del auto, la hicieron girar y ahí estaba un hombre que parecía un mafioso de los más guapos que había visto, mirándola con los cabellos mojados y gruesas gotas rodando por su apuesto y anguloso rostro.
El guapo Alexander enganchó el destartalado auto de Bernarda a su taller, era un hecho de que esa belleza estaba más destartalada por dentro que ese viejo auto.
Bernarda se bajó mirando tímidamente al enorme hombre que sacó una toalla y se la pasó.
Mientras ella miraba a todo lado, muy desconfiada y asustada, escuchó la voz del hombre que trata de no mirarla mucho, aunque es imposible.
—Señorita, su auto está realmente en mal estado. Sería bueno que lo deje en mi taller, puedo arreglarlo, y a usted le va a dar un resfriado. Tengo algo de ropa para prestarle, no se preocupe, en realidad yo… —Pero antes de que el hombre pudiera seguir, una preciosura de 11 años entró al taller con timidez y lágrimas en los ojos.
—Papi…, me duele el estómago, y me sale sangre, creo que tengo mi primer periodo, el otro día nos hablaron de eso en el colegio —dijo suavemente y sonrojada de vergüenza, y es que no había nadie más a quien preguntar, aunque la madrastra de Alexander siempre está rondando, las niñas no se sentían bien cerca de ella, siempre las criticaba y mangoneaba como quería y ellas se asustaban siempre.
La hermosa Belle, se dio cuenta de la presencia y se quedó pálida, la mujer hermosa que estaba ahí parada con cara de confusión era realmente imponente, pero a la vez la hizo sentir alegre, era la mujer más bella que había visto.
Alexander, por otro lado, se rascaba la cabeza, había leído eso, pero decirlo era más difícil hasta que vio a la mujer sonreír dulcemente.
—Hola preciosa, eres muy linda, me llamo Bernarda, y tú —dijo con una voz suave, un poco fría, pero parecía confiable.
Belle miró a su padre pidiendo permiso para hablar, el hombre asintió, después de todo, esa hermosa mujer se quedaría un rato hasta que las vías se despejen del agua y pueda llamar un taxi o él la lleve a su casa.
—Hola, soy Belle, él es mi papá —dijo mientras se sonrojaba, ella recordó que había entrado hablando sobre algo tan íntimo.
Bernarda, por otro lado, rebuscó en el auto de inmediato, recordó que no hace mucho le había bajado su periodo y tenía cosas que le servirían a Belle, además, debía hablar con ella sobre esto si así ella lo quería.
—Belle, mira, tengo aquí, un calentador eléctrico, si te lo pones aquí, debajo del estómago, duele menos, y aquí tengo unas pastillas para el dolor y la hinchazón, además, tengo unas toallas higiénicas, son muy delgadas, pero cómodas, son de tela y no te causará irritación —dijo Bernarda mientras tenía las cosas en sus manos haciéndola ver como una malabarista.
Belle la miró y bajó la cabeza, se acercó sin hacer contacto visual con ella y dijo suavemente mientras la tomaba de la manga de su suéter, jalándola hacia la casa y sacándola del taller.
—Tía, Bernarda, ¿me puedes ayudar?, por favor, no sé hacerlo —susurraba mientras Bernarda estaba con una cara de alegría, que casi se le rompe la boca de tanto sonreír.
Bernarda entró en la casa y vio que todo era sencillo, pero muy limpio y acogedor. Ella se sintió alegre, solo de ver los colores, los muñequitos que decoraban las repisas.
Ayudó a Belle con ese tema, le dijo qué debería hacer y que, si dolía mucho, debía hablar con su padre para que pida permiso en el colegio. No podía ir tan adolorida, podría ser peor.
Dejó a una antes ansiosa Belle, pero ahora cómoda y tranquila Belle en la cama, le puso un video de películas cómicas para que su estado de ánimo no se decaiga.
Cuando salía del lugar, un pequeño terremoto chocó con ella, la pequeña Samira la miró y sin que nadie lo espere dijo…
—¿Eres novia de mi papi?, ¿vienes a vivir con nosotros? —dijo sonriente mientras que Bernarda estaba muda.
El pobre Alexander se apresuró en tapar la boca de esa niña, pero antes de lograrlo, ella decidió terminar con el honor de papá.
—Mi papi, no tiene novias, nunca ha tenido novia, creo que es virgen…, debería ser un gran partido, ¿verdad? —dijo riendo cuando la mano de Alexander logró su objetivo, eso era realmente vergonzoso.
Bernarda, casi da una carcajada al escuchar semejante oferta, ella realmente estaba divertida con la energía de la preciosa Samira.
—Hola, no soy novia de tu papá, pero, gracias por la oferta, es realmente irresistible —dijo sonriendo, hasta que se dio cuenta de lo que ella misma había dicho.
Capaz y la madre de las niñas andaban por ahí, mientras ella hacía especulaciones de oferta de matrimonio.
Alexander carraspeó y aclaró para que ella no se asustara.
—Señorita, lo siento, ella es un poco habladora, su madre falleció cuando Samira tenía 3 años, y Belle 6, fue muy duro para Belle, soy el hermano menor de su madre, tengo su custodia, son mis hijas legalmente y también en mi corazón, así que no se enoje si se ponen intensas con eso de la posible futura mamá —dijo Alexander poniendo una olla en la hornilla de la cocina, era una sopa que había preparado para la cena de las niñas, sabía que llovería y estaría frío, y no quería que cenen cosas grasosa, sus barriguitas se enfriaban con facilidad.
Ella lo miraba con atención, era realmente un excelente tío, un gran padre, un hombre con valores y compromiso, ¿Cómo puede haber hombres así en el mundo y una se enamora de los ogros?, se preguntaba en silencio.
Alexander se dio la vuelta y fue a una habitación, sacó ropa seca para la mujer, se la dio y le mostró el baño.
Ella solo asintió, fue cuando se dio cuenta de que esa ropa debió ser de su hermana, de la mamá de las niñas, se sintió muy halagada de ser tratada con tanto cariño.
Después de estar seca, sacó su celular y llamó al Dr. Román, el abogado que lleva la herencia de su tío, haciendo la entrega de acuerdo a lo que estaba establecido.
Ella le pidió que la recogiera y le envió la dirección, sin saber, que, al otro lado, el hombre de mediana edad tenía una sonrisa de oreja a oreja.
Bernarda cenó mientras conversaba con Alex y Sami, quienes tenían una interacción muy tranquila. Cuando el Dr. Román ya había llegado, Bernarda, nunca se imaginó lo que vendría con esa situación.
—Berni, me alegra que me llames, veo que conoces a Alexander Ferrer, tu tío lo quería mucho, siempre estaba hablando de él, pero este testarudo nunca quiso aceptar estar más cerca, pero, bueno, ahora que se conocen, quiero hablar con ustedes dos, ya saben, charla de adultos —dijo mirando a una cabecita que se asomaba por la puerta —Alex, entendió y llevó a Samira a la cama, reviso a Belle quien ya se había dormido y volvió a la sala de estar.
Bernarda estaba muy confundida, pero está segura de que se va a llevar una sorpresa, parecía que su tío tenía un sentido del humor muy negro.
Todos se sentaron, así que el Dr. Román comenzó a hablar, y debía aclarar esto.
—Bien, debo informarles que, ahora que se han conocido y se ve que no se llevan mal, bueno, Alexander, como sabrás, esta casa y el Taller están a nombre de Leyton Marin, el tío de Bernarda, en el testamento, indica que te transferirá la casa con una condición, y es que te cases con su sobrina Bernarda Monterrosa, y Bernarda, eso que tanto anhelas, eso que tanto quieres, se cumplirá a totalidad cuando te cases con Alex, es un hombre trabajador, claro que ambos deberán vivir en esta casa mínimo un año y se podrán divorciar en tres años, pero no creo que tengan inconvenientes —dijo el Abogado mientras que Bernarda y Alexander se miran sin entender, o más bien parecía que habían entendido demasiado bien.
Alexander frunció el ceño molesto, esto no se lo esperaba hasta que escuchó al hombre hablar de inmediato.
—Alex, sé que te preocupan las niñas, pero ellas necesitan una madre, sé que puedes solo con esto, pero también sería bueno tener un apoyo, esa madrastra tuya está queriendo meterse aquí como sea y sacar a las niñas.
—Ella cree que esta casa fue comprada por tu inútil padre y quiere esta casa para su estúpida hija —dijo Román dejando a Alex mudo.
Ese mismo día había tenido ese tema con la menstruación de Belle y se sintió perdido por un momento, aunque había leído sobre ese tema. Aun así se sintió fuera de lugar. Su Samira pronto va a estar en esas, y ahora se venía cuidándola más que antes. Su Belle era cada vez más llamativa, veía cómo otros niños la miraban, pero lo peor era que también la había visto como hombres mayores que ella, por mucho, la terminaban mirando.
Bernarda, por otro lado, estaba procesando. Era factible una boda, esas niñas son un amor. Ella necesitaba esas acciones del consorcio Davis, quería venganza, quería verlo llorar de dolor al perderlo todo.
—¿Bernarda? —dijo el Dr. Román, mirándola seriamente.
—¿Eh?, bu…, bueno, yo…, quiero pensarlo, Alexander también creo que tiene que sopesar, pero puedo decir que si esto se concreta, me comprometo que voy a ayudar a las niñas en lo que pueda, no quiero ser un reemplazo de su madre, pero sí una buena protectora y amiga —dijo suavemente, en ese momento, ella no se veía tan fría como solía ser en su vida habitual, y es que esa casa la embargaba de sentimientos desconocidos que se habían despertado en ese momento.
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