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Solo Quiero Amarte

1

He vivido la mayor parte de mi vida encerrado; como un ave enjaulado, donde la única manera de liberarme de las cadenas, es encontrando al hombre indicado. A través de mi familia ha permanecido la creencia de que el verdadero amor no es elegido por un ciego, o por un loco enamorado, que en la belleza no está el amor, si no en el rango y los beneficios que ambas familias puedan obtener a base de esa unión.

Toda mi vida he sido obligado a servirles, el vínculo de sangre no ha sido de importancia para nadie en mi familia. Siempre he sido tratado como un cero a la izquierda. Me atrevería a decir que como un sirviente más de la casa.

Unos meses antes de que se decidiera mi matrimonio a ciegas, es cuando he sido obligado a convertirme en la mejor “esposa” y “mujer”, aún sin serlo. Para la desgracia de mis padres, nací hombre, y han querido ocultar ese “error” a base de vestidos, labiales, uñas postizas, tratamientos para el cabello para mantenerlo largo, castaño y ondulado. He sido sometido a varios tratamientos hormonales y no he tenido forma de evitarlo. Jamás imaginé ver mi cuerpo convertido en el de una mujer, y más aún teniendo mis genitales de nacimiento. Ya no puedo andar sin camisa, porque los implantes que en mi cuerpo se encuentran, me harían lucir como una “mujer” desvergonzada. Verme en el espejo me hace sentir incómodo conmigo mismo. Ya no crecen esos vellos que en mi barba o en todo mi cuerpo solían aparecer, ahora mi piel es suave y delicada. He nacido para ser una hermosa princesa, eso es lo que escucho todos los días de parte de ellos.

Mi boda es mañana y mis padres me han tenido todo el día tomando clases de etiqueta, sin contar que he estado despierto desde las cuatro de la mañana para practicar con los tacones que usaré en la boda. No he visto con quién me casaré, pero esa persona es la única esperanza que tengo para salir de este lugar.

—Espero que te comportes y actúes como toda una dama con clase. Habrán muchos invitados y no puedes ridiculizar a nuestra familia, Sophie.

—Puedes estar tranquilo, papá. Prometo que haré las cosas bien. ¿Mi prometido sabe la verdad?

—Eso es irrelevante— soltó en ese único tono despreocupado de siempre.

—¿Eso qué significa? Si ese hombre no sabe la verdad, ¿Qué pasará cuando llegamos a dónde será nuestra luna de miel? ¿Cómo pretendes que engañe a ese hombre?

—Tan pronto su unión sea un hecho, él no podrá retractarse. Ahora solo necesito que hagas todo lo que te dije y no me vuelvas a responder de vuelta— salió de la habitación, y suspiré.

¿Qué se supone que haga? Si ese hombre no sabe la verdad y se da cuenta de que no soy lo que él espera y que mi padre lo engañó, ¿Qué sería capaz de hacer?

Durante la madrugada no pude dormir, solo podía observar el traje de novia que estaba en el centro de mi habitación, y pensar en la conversación que tuvimos mi padre y yo. Estaba ansioso, ya quería que el día terminara y apenas estaba comenzando.

Tomé una ducha y, al rato las encargadas de mi vestido, maquillaje y cabello, entraron a mi habitación. Al terminar el trabajo, pude apreciar lo hermoso que se veía mi cuerpo con ese traje blanco y el escote pronunciado en forma de V; al igual que mi rostro bien arreglado y ese labial rojo escarlata, que le daba vida y colorido al traje; el ramo que tenía en mis manos le daba el último toque para que luciera perfecto. Mi cabello castaño y ondulado estaba suelto, caía mucho más abajo del incómodo sostén.

—Este collar de perlas fue enviado por su prometido, mi señora— dijo una de las empleadas, antes de colocar el hermoso collar en mi cuello. Era un bonito detalle, pero muy costoso. Debió valer una fortuna comprar algo así.

—Sonría, mi señora. Es un día muy importante para usted.

—Tienes razón— se supone que este feliz de que hoy es mi boda, de que al fin podré salir de aquí, pero ¿Por qué no puedo sentirme feliz? Un nudo se formó en mi garganta y traté de ocultarlo con una sonrisa. De igual manera, ellas no pueden hacer nada por mi.

Bajé las escaleras con la cabeza en alto y sujetando firmemente el ramo de flores. Mis padres estaban esperando por mi para llevarme a la iglesia. Todos se veían felices, era yo quien no podía estarlo.

—Te ves hermosa, hija— mi madre me abrazó, y esas ganas de llorar se intensificaron.

—Ahora sí luces como una princesa— dejó escapar mi padre, acompañado de un suspiro.

—Serás igual de feliz, que como yo lo he sido con tu padre, Sophie— acarició mi mejilla, y sonrió.

—Lo sé, mamá— era lo único que podía responder.

Llegó el momento de irnos a la iglesia, así que no perdimos mucho tiempo. Tan pronto llegamos, me bajé de la limusina junto a mi padre. Cada paso que daba, sentía mis piernas temblorosas. Tenía temor de que me fuera a caer, así que me aferré al brazo de mi padre y sonreí como si no estuviera ocurriendo nada. La alfombra roja tenía como destino a mi prometido a ciegas, quien estaba cabizbajo hasta que me vio. Jamás había visto un hombre tan apuesto. Su sonrisa era deslumbrante y se podría decir que no había esperado que mi prometido fuera alguien así. No era como lo visualicé tantas veces. Se veía muy varonil, de estatura sin duda era mucho más alto que yo, su peinado a la moda y hacia atrás, lo hacía ver cómo todo un galán. Tan pronto me acerqué, su mano se extendió a la mía y la sujeté para subir el escalón que nos separaba. Su mirada se centró en mi, examinando cada parte de mi cuerpo y culminando en mi rostro. Observé con detenimiento sus labios, la barba bien cuidada que tenía, incluso sus ojos color cafés, porque realmente lucía muy atractivo. Hubiera podido ser igual de atractivo que él, si no hubiera sido transformado en esto.

El haber escuchado las palabras del padre, me hizo sentir mal, al tener que prometerle amor eterno a alguien que ni siquiera había visto, y que aún ahora, no sabe la verdad sobre mi. Sabía que debía hacer algo al respecto, pero no tenía la valentía para decir la verdad delante de todo el mundo.

Mi primer beso fue entregado a ese hombre, lo que en otras circunstancias hubiera pensado que sería desagradable, pero fue todo lo contrario. Sus labios son igual de suaves que como se ven.

Al salir de la iglesia acompañado de mi esposo, pude sentir un vacío en mi pecho y un nudo en mi garganta. Mi alma estaba rota y la felicidad que debía estar sintiendo al unirme con mi otra mitad, no la podía encontrar en ninguna parte. ¿Por qué no soy feliz ahora? ¿No sé supone que lo sea ahora que estoy casado? Apreté la tela de mi traje y miré a través de la ventana.

—¿Estás nerviosa? — escuché la voz de mi esposo, y lo miré tímidamente.

—Un poco, ¿Y tú?

—No debes estarlo. Prometo que te trataré bien. Permíteme presentarme adecuadamente; mi nombre es Damián. Sé que en pleno altar lo escuchaste, pero ¿Qué mejor forma de romper el hielo ahora que está? — sonrió, y llevó su mano al bolsillo para sacar el celular—. No estaba de humor para celebraciones, por tal razón no quise que realizaran la fiesta.

—Entonces ¿Iremos directamente a la luna de miel?— cuestioné nervioso.

—Sí, ¿Hay algún problema? ¿No te agrada la idea?

—No es eso, señor, es solo que me parece muy precipitado— fue lo primero que se me ocurrió.

—¿Por qué me llamas señor? Soy tu esposo. Prefiero que me llames por mi nombre, a menos que prefieras ponerme algún sobrenombre de cariño.

—Lo siento, aún no me acostumbro.

—Será mejor que te quites el traje para que estés más cómoda. Recuerda que la luna de miel será en la isla NOR'C, que fue el regalo de bodas por parte de mi padre. Para llegar allá hay que ir en un yate, así que necesitarás estar cómoda para eso.

—¡No puedo quitármelo aquí!— alcé la voz, y él rio.

—No te he dicho que lo hagas aquí, pero si quieres hacerlo, no tengo ninguna objeción. Al final de cuentas, eres mi esposa y te veré sin el esta noche— miró su celular, y me giré para no verlo. Es un pervertido, pero él tiene razón. Me verá sin el traje esta noche.

Llegamos al puerto y entré al yate para ir directo al baño y cambiarme con la ropa que traje en la maleta. Durante el viaje, me encontré con Damián en varias ocasiones, pero en realidad no nos dirigimos palabra alguna. El paisaje era hermoso. Había una casa gigante en medio de la isla, pero no se veía a nadie desde aquí. El agua del mar se veía muy clara, era como haber llegado al paraíso.

Damián se detuvo al lado mío y llevó su mano a mi mentón, tan de repente que me sobresalté.

—¿Te gusta, mi esposa?

—Sí— bajé la mirada al no poder concentrarme teniéndolo tan cerca.

—Exploremos la casa— se alejó y caminó al frente. Ese hombre me pone muy nervioso.

Lo seguí para entrar a la casa y realmente me sorprendió lo hermosa y colorida que se veía por dentro. Es un lugar de ensueño. Damián soltó la maleta en medio de la sala y se acercó.

—¿Por qué estás tan distraída y alejada? ¿No se supone que una pareja de recién casados sea más cariñosa?

—Es que no te conozco, ¿Cómo puedo tratarte así tan a la ligera?

—Entonces ¿Qué debo hacer para que lo seas? Te he notado muy tensa, he llegado a pensar que quizá no soy lo que esperabas.

—No sé trata de eso.

—Entonces ¿De qué se trata?

—Estas muy cerca.

—¿Eso qué significa? ¿Acaso pretendes que me mantenga alejado de mi esposa? Acabamos de casarnos, se supone que ahora estemos más cerca.

—No lo comprendes. Mira, hay algo que quiero decirte, pero no sé cómo lo tomes.

—Por lo que tengo entendido; ya te habías casado una vez, así que no sé porqué te haces la santa y la tímida ahora. Si eso era lo que ibas a decirme, no hace falta, porque ya estoy enterado.

—¿De qué estás hablando? — cuestioné confundido.

—¿Vas a negarlo ahora? El Sr. Arthur nos lo dijo, aún así acepté casarme contigo, así que deberías de ser agradecida y no pretender ser una chica tímida, cuando lo más probable ni virgen seas. Evitemos ser tan formales y saltemos este tema tan controversial, que solo hará que se me quiten las ganas de tocarte. Debemos consumar el matrimonio, así que vayamos directo a lo importante— me agarró la mano para hacerme caminar con él, pero me solté.

—A mi no me trates así. Estás equivocado. No sé lo que te hayan dicho, pero yo jamás he estado casada, tampoco he tenido intimidad con nadie.

—Eso lo sabremos cuando lleguemos a la habitación.

—No iré a ninguna parte contigo— retrocedí, y su expresión se volvió seria.

—¿Ahora te harás la difícil? Me gustan los retos— se desajustó la corbata, y traté de correr, pero su mano se aferró a la mía—. Escúchame, Sophie. No me importa lo que hayas hecho antes, no me interesa que quieras hacerte pasar por alguien decente, tampoco me importa qué hayas estado casada antes, pero ahora eres mi esposa y debes cumplir como tal.

—Suéltame, Damián. No te atrevas a ponerme una mano encima o voy a llamar a la policía— grité con todas mis fuerzas, y Damián rio.

—¿Acaso no te has dado cuenta de dónde estamos, belleza? Mira a tu alrededor, ¿Te parece que alguien vendrá? — su otra mano me arrancó el encaje de la blusa y quise taparme.

—Basta, por favor— le rogué retrocediendo, hasta que la pared evitó que pudiera seguirlo haciendo. Él no tardó en acorralarme contra ella—. No sé lo que te dijeron, pero es mentira. Tienes que creerme— no terminé de decirlo, cuando me sujetó por la cintura.

—No has entendido todavía, ¿Verdad?— su mano se deslizó por mi trasero, y me encaró—. Eres adorable—  su otra mano se fue deslizando desde mi abdomen, hasta culminar en el cinturón de mi pantalón. Al sentir su mano cuando fue bajando más allá de el, lo empujé con todas mis fuerzas.

—¡Eres un animal!— lágrimas se deslizaron por mi mejilla, mientras que en su rostro, una expresión de confusión y seriedad se formó.

—Cámbiate la blusa— dio la espalda, y salió de la casa.

Tenía mucho miedo y las lágrimas no se detenían. No quería estar más ahí.

2

Recogí la maleta del suelo, la había dejado caer del miedo y por el haber tratado de huir. Me asomé por la puerta y lo vi a lo lejos, se encontraba sentado en el borde del yate, con un micrófono conectado a su teléfono. No había otro yate, aparte del que él estaba sentado. Debo llamar a mis padres para que me ayuden. Tengo que salir de este lugar, ese hombre da miedo. Su expresión de hace un momento era aterradora. No lucía en nada, al hombre que me estaba esperando en el altar. Lo más probable si ese hombre se entera de que no soy una mujer, sería capaz de lastimarme. Tengo que salir de aquí.

Subí las escaleras, las cuales me llevaron a varias habitaciones y entré a la primera que encontré. No era una habitación común, era más bien un sauna. Todo era en cristal por dentro, incluso parte de las paredes. Se podía apreciar a través de las ventanas todo por fuera, desde el azul cielo, hasta el mar. ¿En esta casa no hay nada de privacidad? ¿No hay un solo lugar donde pueda ocultarme?

Salí de ese lugar y busqué otra habitación, fue donde pude ver el cuarto de baño y entré sin pensarlo. Solté mi maleta en el suelo y me arrodillé frente a ella para buscar mi teléfono.

—Aquí estás — lo sujeté y encendí la pantalla, pero para mí sorpresa, no tenía nada de señal—. ¿Por qué demonios no funciona? Ese hombre estaba hablando por teléfono, ¿Cómo es que él tiene señal y yo no? — el chillido de la puerta del baño me alertó y me levanté de inmediato.

—No sabía que habías subido. Al menos debiste esperarme para el baño— al ver mi teléfono sonrió, y lo llevé a mi espalda tarde. Del miedo que sentí, mi primera reacción fue retroceder.

—¿Así que se trata de eso? No lo había comentado, querida esposa, pero en este lugar no se pueden hacer llamada. Es nuestra luna de miel, por lo que mandé a desconectar todo lo que pudiera interrumpirnos. Bueno, en realidad solo fue tu teléfono.

—¿Por qué hizo eso? ¿Qué es lo que quiere?

—¿Quieres escuchar una verdad o una mentira? — retomó su seriedad y arqueó una ceja.

—La verdad.

—A veces las verdades no son lo que uno espera escuchar— se acercó lentamente y seguí retrocediendo—. ¿Aún así estás dispuesta a escucharla?

—No sé acerque más, por favor.

—¿No vas a cumplir con tu papel de esposa? ¿No tienes temor de que tú familia se quede en la calle por tu culpa? Que hija tan ingrata tienen.

—¿Cómo se atreve amenazarme con mi familia? ¿Por qué hace todo esto?

—Hagamos las cosas más simples. ¿Cuánto quieres por pasar la noche conmigo? ¿Eso suena más interesante para tus oídos, palomita?

—¿A ti qué te sucede, desgraciado? No me trates como una cualquiera, porque no lo soy.

—Todos tienen un precio. Incluso tú también lo tienes. Ahora repito; ¿Cuánto dinero quieres?

—¡Yo no quiero tu sucio dinero! ¡Puedes comértelo si quieres! Si acostumbras a acostarte con pura cualquiera, ese es tu problema, pero yo no soy como ellas.

—Tremendo discurso, ¿Ya acabaste? — sonrió malicioso—. Esta noche te quiero en mi habitación y solo vistiendo esa prenda que te regalé. Si realmente valoras a tu mediocre familia, más no quieres que venga personalmente por ti, será mejor que seas una buena y dulce ovejita, y hagas lo que te ordeno— me encaró repentinamente y lo miré tembloroso—. ¿He sido claro?

—Sí, señor— bajé la cabeza, y me despeinó.

—Bien hecho, mi querida esposa — salió del cuarto de baño, y caí de rodillas.

¿Qué hice para merecer esto? Si ese tipo logra verme desnudo, no sé lo que haga. Nada más de pensar en ello, siento pánico y mi cuerpo se vuelve un manojo de nervios. Debo escapar de este lugar o ese monstruo va a acabar conmigo.

Cerré la puerta con seguro y me asomé por la ventana que estaba justo arriba del inodoro. Estoy en un segundo piso, si me tiro desde aquí, lo más probable me lastime; además de que no sé a dónde puedo ir. Si no tengo las llaves del yate, no podré salir de aquí. Estamos en una isla, donde aún si me voy nadando, no llegaré a ninguna parte y lo más probable termine ahogado o comido por tiburones. Falta muy poco para que vaya cayendo la noche y ese tipo estará esperándome. No tengo muchas opciones.

Entré a bañarme y no dejaba de mirar la puerta del baño. Temía a que ese ser se apareciera y me viera desnudo. Tenía que matar el tiempo y que llegara la noche, para así poder salir sin ser visto. Ahora de día y con esas vitrinas que hay en la mayor parte de la casa, será imposible salir sin ser visto por él. Aparte de que necesito buscar la llave del yate.

Me coloqué la lencería roja que mi mamá escogió para mí. Prefiero que me vea así, a que sea sin nada. No debe haber forma de que me descubra, a no ser que vea mis genitales. Salí del baño en puntillas, rezando en no tropezarme con él. No sé escuchaba sonido alguno en toda la casa y eso lo hacía más escalofriante y terrorífico.

Abrí la puerta del cuarto y me asomé despacio, tratando de hacer el más mínimo ruido posible y fui en dirección a las escaleras. Al bajarlas, escuché un sonido que provenía del segundo piso. Eso hizo que me moviera rápidamente al área de la cocina, ya que era el lugar más cerca que tenía. Busqué en las gavetas esperando encontrar un cuchillo o algo que me ayudara a defenderme, pero por desgracia, no había nada de utensilios. Esto es peor que una cárcel. Este tipo está loco.

Busqué en toda la planta baja, pero no encontré ni las llaves, ni algo que pudiera ayudarme a defenderme. Mi última opción al ver que estaba anocheciendo, fue salir por la puerta principal. Miraba a todas partes mientras corría en dirección al yate. Tan pronto subí, fui buscando a ver si la llave estaba pegada, pero no lo estaba.

—¡Maldita sea!— le di un golpe al cristal, cuando escuché un sonido extraño detrás de mí. Me giré lentamente y con miedo hacia Damián, quien estaba recostado de la pared del yate.

—¿Ya terminaste de explorar o de encontrar lo que buscabas?— le dio un mordisco a la manzana que llevaba consigo en la mano, y alcancé a ver qué del borde de su pantalón sobresalía la base de un cuchillo—. ¿Necesitas ayuda, amor, o te comieron la lengua los ratones? — por la expresión pude notar su molestia, y claramente su sarcasmo.

—Yo no quería...— las palabras no me salían, el terror era tanto, que mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho.

Damián caminó lentamente hacia mí, y me quedé quieto al no tener hacía donde ir. Al estar a centímetros de mí, sacó ligeramente la cuchilla y la llevó a mi cuello. Al sentir la frialdad de ella y ver la sonrisa que se ensanchó de sus labios, las lágrimas no tardaron en aparecer.

—Me gusta la expresión que haces al llorar, pero de alguna manera también me irrita. ¿No te gusta jugar así?— la acercó más a mi cuello.

—No— dije temblorosa.

—Para mi es divertido. Mi esposa no debería estar tan expuesta de esta manera. Si llega la ayuda por la que tanto has estado rogando, podrían verte así vestida. Mi mujer no puede estar exhibiéndose, y menos cuando ni yo he podido contemplarla— miró el escote con descaro y suspiró—. Estás tentándome con ese cuerpo tan divino. Luces como toda una reina— descendió el filo del cuchillo por entremedio de mis senos—. ¿Por dónde debería comenzar a comerte? — mordió sus labios con malicia, y me miró—. ¿Alguna sugerencia, ovejita?

3

—No me siento preparada para esto. Por favor, ¿podrías darme algo de tiempo?— le pedí, y me miró fijamente.

El sonido de una lancha y los gritos de unas chicas se pudieron escuchar. Damián entrelazó su mano en mi pelo y me tensé al sentir su inesperado acercamiento.

—Como has debido notar, soy muy impaciente. Solo por esta vez voy a darte una oportunidad Tan pronto pierda la paciencia, vendré a reclamar lo que me pertenece— guardó la cuchilla y se quitó el gabán—. Entra, y ve a ponerte un traje de baño— me cubrió con el gabán, y retrocedió. 

Aprovechando esa oportunidad, salí rápidamente del yate. Vi la lancha acercándose y al ver que se trataba de varias chicas, supuse que debían ser amistades de él. Como él mismo dijo, aquí nadie podría venir a ayudarme. Subí a la habitación corriendo y cerré la puerta. Mi cuerpo no paraba de temblar. Ese hombre es un monstruo. 

Damián

—Ya era hora de que llegaran. ¿Qué mierda les tomó tanto tiempo? — le cuestioné a Heydri subiendo a su lancha. 

—Estuvimos tomando para ambientarnos un poco. ¿Por qué me llamaste? ¿No se supone que estés a solas con tu mujer? ¿No me digas que te dejaron con las ganas? ¿Quién se ha atrevido a hacerle eso al diablo? Algo me dice que serás viudo en menos de dos días— Heydri rio. 

—A mi nadie me deja con las ganas. Más bien le he dado una oportunidad, no quiero que pase las dos semanas que estaremos aquí adolorida por mi culpa. 

—¿Te casaste hoy y ya te has vuelto un hombre considerado? ¿Quién podría imaginarlo?

—Por tal razón pedí que trajeras a estas muñecas.

—Entonces ¿Me pides que traiga prostitutas a tu luna de miel, cuando hace unas horas te casaste con una buena hembra? Mi teoría de que realmente te dejaron con las ganas a sido confirmada. 

—¿Ya acabaste con tus chistes sin gracia? Porque estoy de buen humor no voy a matarte, pero vuelves a provocarme, y vas a lamentarte. 

—Eres aterrador. Solo fue un chiste, no tienes que molestarte tanto— se bajó de la lancha con dos chicas, y caminó hacia la casa. 

—¿Qué están esperando? — pregunté a las otras dos chicas que aún permanecían en la lancha. 

Caminé con ellas hasta la puerta de entrada y Heydri entró.

—Tu esposa debe estar feliz de estar en esta isla. ¿Qué se siente echarse la soga al cuello? 

—Lo mismo que sentirás tu, si continúas hablando— busqué varias copas, y el Whiskey.

—¿Dónde está tu esposa? ¿No debería estar haciéndote compañía ahora? ¿No se molestará de que le hayas traído a otras mujeres a su luna de miel?

—No me importa lo que ella piense. Este lugar me pertenece y puedo hacer lo que se me dé la gana. Iré a buscarla. No me hagas ningún desastre mientras no estoy. 

Sophie

Me pidió que me pusiera un traje de baño, pero no me podía decidir en cuál usar. Todos mostraban demasiado y no podría ocultar mi secreto. Al final me decidí por uno negro de una sola pieza y me puse un pantalón corto para taparme lo más que pude. No sé si se moleste y me haga quitármelo. Él no quería que mostrara nada, pero los trajes de baños que en el armario se encontraban, todos exhibían mucho. El negro era el único que podía ponerme y que mis ***** se sentían cómodos, los demás me quedaban muy ajustados. Escuché la puerta y me sobresalté. Mi primera reacción fue quedarme de espalda. Tenía miedo de que se acercara y me hiciera desvestirme.  

—¿Por qué no has bajado? — escuché sus pasos y me giré hacia él. 

—Lo siento. Iba a bajar enseguida, es solo que no encontraba un traje de baño adecuado. Todos me quedaban ajustados y no podía salir así. 

—Puedo notarlo— se me quedó viendo el escote sin disimulo y con descaro, y me tapé con la mano—. Me has dado dos buenas razones para que no me moleste ahora. Quítate el pantalón para tener una tercera— miró el pantalón y negué con la cabeza.

—¿Quisieras que me vean?— pregunté tembloroso—. Enseña demasiado y me queda muy pequeño en esa área. 

—¿Como un fino hilo? — se acercó y asentí con mi cabeza.

—Es incómodo y vergonzoso— me crucé de brazos para taparme. 

—Tu falsa timidez e inocencia me está tentando mucho y no sé cuánto pueda resistirme — me sujetó por la cintura y lo miré con desconfianza. Las lágrimas estaban asomadas por el borde de mis ojos—. No me estés mirando así, porque luego saldrás llorando de nuevo y ahí si no me responsabilizo de lo que te pase— su mano se deslizó por encima de mi pantalón, en dirección hacia mí trasero y todo mi cuerpo se tensó. No quiero que me toque más—. Sí, será mejor que te mantengas con ese pantalón puesto, no quiero que nadie más vea esto— apretó mi trasero y bajé la mirada, cuando escuché su perversa risa—. Y bien, ahora a lo que venía. Serás amable con todos y pondrás tu mejor cara, ¿De acuerdo? Vas a fingir ser la esposa enamorada y cariñosa, que no eres cuando estamos a solas. Hoy estaré dándote una lección de gratis para que aprendas a ser más suelta, cariñosa y complaciente con tu esposo. Asegúrate de aprender mucho de esas chicas que están ahí fuera, para cuando te toque estar conmigo, no me aburras— se alejó, y se detuvo en la puerta—. ¿Qué esperas para moverte? 

CONTINUACIÓN: 01/01/2020

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