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Narraciones De Artemisa

Dato importante

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┊Helow, buenos días, tardes o noches

┊Si esta leyendo esto es por que el destino unió

┊nuestros caminos de una manera inesperada,

┊acompáñanos en esta serie de narraciones que

┊ siguen la vida de Artemisa una joven que al inicio

┊ no tenia nada, y cuando logro tenerlo, simplemente

┊decidió dejarlo todo….

✿・。。・☆・。。・✿・。。・☆ ・。。・✿・。。・☆・。。・✿

┊Quiero aclarar que mi talento siempre a sido para

┊jugar el rol de lectora, esta sería mi primera vez

┊como escritora así que no cuento con suficiente

┊experiencia pero aun así me motiva el escribir

┊esto :)

┊Tratare de que no parezca un guion de obra de

┊teatro y que sea de lo más entendible con la menor

┊ cantidad de errores ortográficos.

┊Aun sigo pensando si la adapto mas a un diario,

┊pero mientras pienso en eso les contaré como

┊surgió este proyecto :

┊Una noche en la que no podía dormir se me ocurrió

┊narrar todo lo qué sucedio antes de que decidiera

┊dejar todo atrás….me parecía interesante compartir

┊todo lo que vivió Artemisa para brillar tan fuerte

┊como una estrella, todo eso desde la perspectiva

┊de la villana de la historia…..

┊La historia estará ambientada en un mundo paralelo,

┊tendra dragones, magia y otras cosillas

┊No contaría con muchas narraciones debido a que

┊pasó hace tiempo y no recuerdo bien.

┊Además de que posiblemente me ocupe en estas fechas

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┊Será entretenido :)

┊Así que denle una oportunidad :^

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“-Talvez en la siguiente vida logremos ir a ese lugar que tanto me mencionaste”.

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๑ ࣭ ‣ Viaje𖥻 ˒˒ ࣪˖

La luna se alzaba sobre los techos de paja de la aldea Solei, iluminando el sendero que serpenteaba entre los montes. Artemisa apretó los puños, sintiendo la tela áspera de su bolso de viaje. No había vuelta atrás. Su clan, su hogar, quedaban detrás, pero frente a ella se extendía un mundo desconocido, lleno de promesas y peligros.

Desde pequeña, siempre había sentido que el destino le exigía más. Mientras los demás se conformaban con los límites del clan y las tradiciones inamovibles, ella soñaba con tierras lejanas, con desafíos que pusieran a prueba su astucia y su fuerza. Así que, con el corazón encendido de expectativas y los pies firmes sobre el suelo polvoriento, emprendió su camino. Los días se fundieron con las noches, atravesando valles y colinas, cruzando ríos de aguas heladas y bosques donde los árboles murmuraban secretos con el viento. A medida que viajaba, escuchaba historias de un reino dividido en seis grandes casas, cada una con su propio emblema, sus propias creencias y formas de gobernar. La intriga la impulsó a seguir adelante hasta que, finalmente, llegó a la gran ciudadela que servía de corazón al reino.

Las murallas eran imponentes, cubiertas de banderas ondeantes que representaban las seis casas. Había oído rumores sobre cada una de ellas: la Casa de las Tormentas, con sus guerreros que manejaban la estrategia como un arte mortal; la Casa de los Bosques, protectores de la tierra y la naturaleza; la Casa del Jardín, maestra de la diplomacia y la política; la Casa de la Luna, cuyos eruditos poseían vastos conocimientos; la Casa del Hierro, forjadores de armas y defensores férreos de sus valores; y la Casa de los Halcones, conocida por sus tácticas de batalla y su visión ambiciosa del mundo.

Artemisa fue acogida por la Casa de los Halcones , donde encontró no solo un lugar para crecer, sino también un campo de batalla en el que demostrar su talento. Aprendió sus costumbres, participó en discusiones estratégicas y poco a poco fue ganándose el respeto de aquellos que antes la miraban con desconfianza. Con el tiempo, se convirtió en una voz influyente dentro de la casa, alguien cuyas opiniones eran tomadas en cuenta en los círculos de poder. Pero su ascenso no estuvo exento de conflictos. Cada casa tenía sus propios intereses y disputas, y una de las figuras con las que más chocaba era el líder de la Casa del Jardín, Cassius. Un hombre astuto, con palabras afiladas como cuchillas y una presencia que exudaba autoridad. Artemisa y él se encontraban siempre en lados opuestos de los debates, sus ideas enfrentadas en cada sesión del consejo.

—Eres demasiado impulsiva —le dijo en una reunión, cruzando los brazos mientras la observaba con la mirada afilada.

—Y tú demasiado cauteloso —respondió ella sin titubear—. En este mundo, quien no arriesga, pierde.

Las tensiones entre ellos crecían día a día, hasta convertirse en el foco de atención de las demás casas. Pero lo que Cassius no esperaba era la intervención de Helena, la líder de la Casa de los Halcones.

La mujer entró en la sala con paso firme, sus ropajes azul oscuro ondeaban con el movimiento. Todos guardaron silencio mientras ella se detenía frente a Cassius.

Cassius, empiezo a cansarme de tus constantes enfrentamientos con Artemisa —dijo, su voz firme y autoritaria—. La Casa del Jardín siempre ha sido prudente, pero hay una diferencia entre la prudencia y el estancamiento. Si continúas desestimando las ideas de aquellos que buscan el cambio, solo lograrás que el reino se quede atrás.

Cassius frunció el ceño, pero no respondió de inmediato. Artemisa observó con satisfacción cómo la reprimenda había logrado lo que ella no pudo en varias reuniones. Helena confiaba en ella, y no pensaba desaprovechar la oportunidad de demostrar que su visión podía ayudar a transformar el reino.

La historia de Artemisa en el reino apenas comenzaba, pero ya las llamas de la discordia ardían en los pasillos de poder.

๑ ࣭ ‣Confianza-Destierro𖥻 ˒˒ ࣪˖

La noche había caído sobre la ciudadela, pero Artemisa no podía dormir. Desde la disputa con Helena, Cassius había comenzado una silenciosa campaña en contra de Artemisa. En los pasillos de la Casa del Jardín, los murmullos sobre ella se volvían cada vez más dañinos: su temperamento impulsivo, su falta de respeto por la tradición, su aparente amenaza para la estabilidad del reino. Artemisa lo sabía, sentía las miradas inquisitivas de aquellos que antes la respetaban y escuchaba las palabras envenenadas cuando pensaban que no estaba presente. Sentada en el balcón de su habitación, observaba las luces de las calles lejanas, sintiendo el peso del día sobre sus hombros. Los rumores sobre ella se habían vuelto más crueles, más persistentes. Susurros en los pasillos, miradas furtivas cuando entraba en una habitación, palabras venenosas de aquellos que antes la habían respetado.

Se abrazó las rodillas, sintiendo una extraña opresión en el pecho. ¿Había cometido un error al enfrentarse a Cassius? ¿Había sido demasiado dura?

Un golpe suave en la puerta la sacó de sus pensamientos.

—Artemisa —la voz de Helena sonaba calmada pero firme—. ¿Puedo entrar?

Artemisa vaciló por un momento antes de responder.

—Sí…

La líder de la Casa de los Halcones entró con su andar seguro, pero en sus ojos había algo diferente: preocupación. No por el reino, sino por ella.

Helena se acercó lentamente, observando a Artemisa con atención.

—He escuchado lo que se dice —dijo en voz baja—. Y sé que no ha sido fácil para ti.

Artemisa apartó la mirada, sintiendo un nudo en la garganta.

—No es solo lo que dicen, Helena —susurró—. Es que… cada día siento que pierdo algo. Mi lugar aquí, mi confianza en mí misma. Antes no me importaba lo que pensaran, pero ahora…

Helena se agachó junto a ella, apoyando una mano en su brazo con suavidad.

—Cassius es astuto —dijo—. Y sabe manipular a la gente. Pero Artemisa… tú eres fuerte. No porque nunca dudes, sino porque sigues adelante a pesar de todo.

Artemisa cerró los ojos, sintiendo por un momento el alivio de esas palabras.

—¿Y si estoy equivocada? ¿Y si realmente no pertenezco aquí?

Helena soltó un suspiro antes de responder.

—No dejo entrar a cualquiera en mi casa, Artemisa —sus ojos brillaban con determinación—. No te elegí porque fueras conveniente. Te elegí porque veo algo en ti que nadie más parece entender: tu valor. Y créeme… si el precio de cambiar este reino es soportar algunos rumores, entonces vale la pena.

Artemisa dejó escapar una risa pequeña, amarga, pero genuina.

—Siempre sabes qué decir, ¿no?

Helena sonrió con suavidad.

—No siempre. Pero cuando se trata de ti, intento hacerlo bien.

El silencio entre ambas fue cómodo, sanador. Por primera vez en días, Artemisa sintió que no estaba sola.

Con el tiempo, su influencia en la Casa de los Halcones se recupero y creció aún más, fue nombrada tercera al mando, un puesto que la acercaba a las decisiones más importantes. Sin embargo, las tensiones con Cassius solo se intensificaban, hasta que finalmente, en una reunión clave, todo explotó.

Artemisa asistió como representante de Helena a una reunión ya que esta se encontraba fuera,

la reunión del consejo llevaba horas y las discusiones se habían vuelto cada vez más tensas. Artemisa observaba a Cassius desde su asiento, cruzada de brazos, sintiendo su paciencia agotarse con cada palabra que él pronunciaba.

—La Casa del Jardín propone que se retrase la intervención en la frontera —dijo Cassius con su usual tono medido—. No es el momento adecuado para tomar riesgos innecesarios.

Artemisa exhaló con fuerza y se inclinó hacia adelante.

—¿No es el momento adecuado? ¿Cuántas veces vas a repetir esa misma excusa, Cassius?

Cassius la miró con expresión severa.

—Es prudencia, Artemisa. Algo que claramente te cuesta comprender.

Artemisa dejó escapar una risa cargada de ironía.

--¿Prudencia? No me hagas reír. La prudencia no es más que un escudo detrás del cual te escondes para no tomar decisiones difíciles.

Cassius frunció el ceño y se acercó un poco más a la mesa.

—Lo que tú llamas miedo, yo lo llamo inteligencia. No puedes dirigir un reino basándote solo en impulsos.

Artemisa golpeó la mesa con la palma abierta.

—¡No es impulso, es acción! Si seguimos esperando, perderemos nuestra ventaja. Y por si no lo recuerdas, Cassius, cuando tú decides quedarte de brazos cruzados, todos los demás pagamos las consecuencias.

Los miembros del consejo intercambiaron miradas inquietas. Era raro ver un enfrentamiento tan abierto entre dos casas. Pero Artemisa estaba harta.

Cassius se apoyó en la mesa, acercándose más a ella, sus ojos brillaban con desafío.

—Si crees que sabes tanto sobre liderazgo, dime entonces, ¿qué harías si tu plan fracasa? ¿Qué pasa si tu imprudencia nos lleva a perder más de lo que ganaríamos?

Artemisa apretó los dientes.

—Prefiero perder con honor que nunca haber intentado nada por miedo.

Cassius se burló con una sonrisa fría.

—Eso suena noble en palabras, pero la realidad es mucho más cruel. La diferencia entre tú y yo es que yo veo el panorama completo. Tú solo ves lo que quieres ver.

El peso de sus palabras cayó sobre la sala. Artemisa sintió una oleada de furia recorrer su cuerpo.

—No puedo seguir perdiendo el tiempo contigo —espetó, poniéndose de pie de golpe—. Si no tienes el valor para tomar decisiones reales, entonces no tienes nada que hacer aquí.

El salón quedó en un silencio tenso. Cassius se quedó inmóvil por un momento antes de levantarse lentamente, con una mirada cargada de ira contenida.

—Vas a arrepentirte de esto, Artemisa.

Y con esas palabras, salió de la sala, dejando el aire impregnado de amenaza.

Lo que vino después, fue mucho peor de lo que Artemisa había imaginado.

Al día siguiente, llegó la represalia.

Cassius anunció públicamente el exilio de Artemisa del reino, argumentando que su comportamiento era un peligro para la paz.

Las objeciones no tardaron en llegar. Su consejero más cercano intentó razonar con él.

—Cassius, esto es un error. Sabemos que Artemisa es fuerte, pero exiliarla por un desacuerdo es una reacción exagerada.

Los ayudantes también trataron de persuadirlo.

—No es justo. Ella ha servido bien al reino. ¿Qué dirán las demás casas cuando sepan lo que hiciste?

Pero Cassius no escuchó.

—No me interesa lo que piensen —dijo con frialdad—. Artemisa ha sido un problema desde que llegó. No la quiero aquí.

Con su decisión sellada, ordenó eliminar cualquier rastro del poder de Artemisa. Su título, sus derechos dentro del reino, todo fue borrado como si nunca hubiera existido.

Pero Cassius ignoraba un detalle crucial: Helena aún no sabía lo que había hecho.

Cuando la líder de la Casa de los Halcones se enterara de la disputa, el reino entero sentiría el peso de su ira

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