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NightRage

Prologo

En el principio, antes de que los reinos se alzaran y cayeran bajo el peso de su propia ambición, antes de que la sangre de los héroes empapara la tierra y las sombras cubrieran los cielos, existían ellos. Antiguos, poderosos, y más allá de la comprensión de los mortales.

Sideralia, Khaos, Valtorik y Dumas, los cuatro ancianos, los primeros seres que habitaron este mundo, tan antiguos que sus nombres se habían desvanecido casi por completo de las historias y leyendas contadas al calor de las hogueras.

Ellos no eran dioses, ni demonios, pero el poder que poseían superaba la imaginación de cualquier ser viviente. Y con ese poder, moldearon la realidad a su antojo, dando forma a los reinos, a las vidas y a los destinos de aquellos que llegaban después de ellos. No había orden ni caos en su dominio, solo el juego eterno de las fuerzas más fundamentales.

Sideralia, La guía de la luz extinta, fue la primera en alzar su voz en la oscuridad infinita. Sus ojos, brillantes como estrellas moribundas, destellaban con el conocimiento de incontables eras. Donde caminaba, la luz moría, pero en su lugar surgía una nueva forma de ver el universo, un sendero donde el destino y la verdad se desmoronaban para aquellos lo suficientemente osados para buscar la iluminación en las sombras.

A su lado, como una sombra entre las estrellas, Khaos, Señor de la Utopía, lo veía todo desde su trono etéreo, un ser cuya mera existencia desafía la lógica. Su risa retumbaba en los abismos de la realidad, desmoronando cualquier estructura o propósito, transformando los sueños más perfectos en pesadillas vivientes. Khaos no buscaba destrucción por odio, sino por diversión, por el puro placer de ver cómo la utopía se desgarraba bajo su control.

Valtorik, El exiliado del tiempo, caminaba solo, distante de sus hermanos. Un ser que había visto el futuro, el pasado y todo lo que existía en los márgenes del tiempo. Conocía los secretos de lo que nunca sucedió y de lo que siempre será. Pero, por una traición antigua, fue arrojado fuera del flujo del tiempo, condenado a vagar en una existencia entre lo que es y lo que nunca debería haber sido.

Y luego estaba Dumas, El corrupto de la realidad, susurraba promesas en los rincones oscuros del universo. Era un tejedor de mentiras, un maestro del engaño, corrompiendo el tejido de la verdad hasta que todo se derrumbaba. Donde ponía sus manos, la realidad se distorsionaba, los colores se volvían falsos y las vidas eran ilusiones de sí mismas.

Nadie podía confiar en lo que veían cuando Dumas estaba cerca, porque su toque transformaba incluso los corazones más puros en espejismos de su propia corrupción. Juntos, estos cuatro ancianos caminaban por un mundo que no conocía sus nombres, pero cuyos ecos y susurros aún se sentían en cada rincón. Eran los artífices de todo y nada a la vez. Los que dieron inicio al ciclo de vida y muerte, creación y destrucción.

Con el paso de las eras, un nuevo conflicto surgía en los confines de la realidad. Los ancianos, comenzaron a mover las piezas de un tablero cósmico que nadie más podía comprender. Sideralia, Khaos, Valtorik y Dumas no buscaban poder o gloria, ellos jugaban con los destinos de mundos enteros por motivos que escapaban incluso a los que se consideraban inmortales.

Era solo cuestión de tiempo antes de que sus sombras alcanzaran al mundo conocido, antes de que sus influencias fueran sentidas por seres que ni siquiera sabían de su existencia. Y cuando lo hicieran, la lucha por la verdad, el tiempo y

la realidad se convertiría en el centro de todo.

Se decía que algún día regresarían, no como salvadores, sino como jueces, dispuestos a reconfigurar la realidad una vez más.

NightRage estaba a punto de comenzar su verdadera historia.

Capitulo 1

Era el año 2027, y la habitación de Soma Shiro estaba tan silenciosa como siempre, con el único sonido de los teclados resonando mientras sus dedos golpeaban las teclas sin descanso. Tenía 17 años, y su vida giraba en torno a los

videojuegos, particularmente los MMORPG.

Para él, estos mundos virtuales eran mucho más que un pasatiempo, eran una vía de escape, un refugio. Cada vez que se sumergía en uno de esos universos, todo lo demás desaparecía. Los problemas de la escuela, los enfrentamientos con su familia y, sobre todo, el vacío de su vida social se esfumaba al instante.

Shiro había pasado la mayor parte de los últimos 8 años encerrado en su habitación, lejos del ruido del mundo real. Sus padres, aunque preocupados, habían dejado de insistir en que saliera de su cuarto. Ellos no entendían que para Shiro, la vida real era la que ocurría a través de la pantalla de su ordenador, y no fuera de ella.

Su habitación era el perfecto reflejo de su mundo interior. Las paredes estaban cubiertas con posters de los últimos juegos de rol en línea, mientras que su escritorio estaba abarrotado de cómics, figuras de acción y libros de fantasía.

Las luces LED de su ordenador cambiaban de color constantemente, iluminando el espacio con un brillo neón. Para cualquiera que lo viera desde afuera, Shiro era un chico perdido en su propia burbuja.

Aquella tarde parecía igual que cualquier otra. Shiro estaba inmerso en un videojuego de fantasía, cuando el timbre de la puerta sonó, interrumpiendo su concentración.

—¿Un paquete? —murmuró, confundido, mientras pausaba el juego a regañadientes, no recordaba haber pedido nada.

Con pereza, se levantó de su silla, estirando sus entumecidos músculos, y al abrir la puerta de su apartamento, encontró un pequeño paquete en el suelo.

No tenía remitente, solo su nombre y dirección escritos a mano de manera rudimentaria. Algo en él parecía extraño, pero a la vez, despertaba una intensa curiosidad.

—¿De quién será esto...? —se preguntó, mientras recogía la caja y la llevaba de vuelta a su habitación.

Se sentó en su escritorio, dejando el paquete frente a él. Lo observó detenidamente, girándolo en sus manos. La caja estaba hecha de un material antiguo, casi como si hubiera sido enviada desde otro tiempo.

Decidió abrirla con cuidado, despegando el envoltorio con precisión. Dentro, encontró algo inesperado, un disco de videojuego. El título en la carátula estaba escrito en un idioma extraño, casi ilegible, pero bajo aquellas runas arcanas, podía leerse en letras claras: "Nightrage".

—¿Nightrage? — balbuceo mientras fruncia el ceño.

Para alguien como Shiro, que estaba tan conectado al mundo de los MMORPG, no había escuchado nunca hablar de este título. He hizo que Inmediatamente su interés se disparara.

Mientras seguía inspeccionando la carátula, se dio cuenta de que en la parte trasera había más información. Resaltaban nombres grabados en letras brillantes, que aparentaban cierta importancia dentro del juego, “Sideralia, La guía de la luz extinta” “Khaos, Señor de la Utopía” “Valtorik, El exiliado del tiempo” y “Dumas, el corrupto de la realidad”.

Shiro pasó los dedos sobre los nombres, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Algo en esos nombres lo atrapaba, como si fueran más que simples personajes.

Eran figuras quizás cruciales para la historia del juego. Aunque no tenía idea de quiénes eran, esos nombres despertaron aún más su curiosidad.

"¿Qué clase de mundo será este?", pensó, cada vez más ansioso por descubrirlo.

Encendió su consola, incapaz de resistir la tentación, y colocó el disco. La pantalla de su televisor parpadeó antes de mostrar un logo oscuro y gótico, que brillaba en tonos rojos y negros. El título del juego, "Nightrage", se desplegó en la pantalla con un sonido profundo y envolvente.

El menú principal tenía un estilo sombrío, casi opresivo. La primera opción que apareció fue "Creación de personaje". Sin pensarlo dos veces, Shiro comenzó a diseñar su avatar. Era un proceso que había hecho mil veces en otros juegos, pero esta vez había algo distinto, algo que lo mantenía más concentrado que de costumbre.

Llamó a su personaje Sagi, un guerrero humano simple. Quería algo normal, alguien que pudiera pasar desapercibido. Pero mientras revisaba las opciones, algo extraño llamó su atención: una característica que permitía equipar un arma

en la boca.

—¿Un arma en la boca? —susurró, confundido.

Era una idea extraña, pero también algo que jamás había visto en otro juego. Después de unos segundos, decidió que sería algo original.

—Esto... esto es raro, pero puede ser interesante. No he visto algo así antes.

Sin dudar más, le asignó a Sagi una espada que colgaba de su boca. Una espada que no podría soltar, pero que lo haría único. Sonriendo satisfecho, Shiro presionó el botón de "Iniciar juego".

Justo en ese instante, la pantalla se apagó abruptamente.

—¿Qué carajos...?

Shiro se levantó de un salto, golpeando suavemente el monitor para ver si el problema era técnico. Pero antes de que pudiera hacer algo más, una luz brillante comenzó a salir de la consola, envolviendo toda la habitación.

—¿Qué está pasando...? —intentó gritar, pero su voz se apagó al ser engullido por aquella luz cegadora.

El mundo a su alrededor comenzó a desmoronarse. Su cuerpo se sentía cada

vez más ligero, como si fuera absorbido por algo más grande que él. las paredes de su habitación, el sonido del viento, el ruido de su respiración...

todo desapareció. Y, en un abrir y cerrar de ojos, Shiro se desvaneció de su realidad.

Cuando abrió los ojos de nuevo, el paisaje que se extendía ante él no era el de su habitación. Estaba en medio de un vasto campo, rodeado de montañas y bosques. El cielo estaba cubierto por nubes blancas y amplias. Todo parecía real, demasiado real.

Miró sus manos y se dio cuenta de que no eran suyas. Eran las de Sagi.

—¿Esto es... el juego? —pensó, incrédulo.

Miró a su alrededor, pero no había rastro de botones, ni opciones para desconectarse. No estaba jugando a Nightrage. El juego lo había atrapado a él.

Shiro, dentro de NightRage, era un joven que aparentaba 18-20 años, con una figura atlética de altura media. Su complexión era equilibrada, ni músculo ni tampoco delgado. De apariencia ágil, con unos ojos oscuros y una mirada decidida y afiliada que transmitia calma.

El cabello de Sagitario era de color negro profundo, lacio y no muy largo, la punta de su cabello, del lado izquierdo, tenían un tono rojizo intenso.

su atuendo era sencillo, compuesto por una túnica marrón oscura que caía sobre sus hombros y bien ajustada a su torso. Sus pantalones también eran de color marrón y estaban algo desgastados y llevaba botas negras.

Frente a él, se extendía un camino que serpenteaba a través de las colinas.

Aunque no sabía a dónde llevaba, decidió seguirlo, pues lo único que sabía era

que debía seguir adelante.

Capitulo 2

Sagi caminó por el sendero de tierra, sintiendo el viento helado en su piel. Mientras avanzaba, no podía evitar notar lo extraño que se sentía su cuerpo, especialmente por la espada que colgaba de su boca. Era un arma grande, incómoda, y no podía soltarla, por más que lo intentara.

—¿Qué clase de broma es esta...? —pensó Shiro, frustrado al mover la mandíbula, intentando zafarse del mango de la espada.

Pero no importaba cuánto lo intentara, estaba atrapada. No podía hablar, solo podía comunicarse con señas.

A lo lejos, divisó un pequeño pueblo que parecía emerger de entre las colinas. Decidió dirigirse allí, esperando encontrar respuestas. Mientras caminaba hacia el lugar, notó las miradas curiosas de los aldeanos o lo que él pensaba que eran NPCs.

Parecía que nadie había visto antes a un guerrero con una espada colgando de su boca. El pueblo, con sus casas de piedra y techos de paja, era modesto pero pintoresco. Las calles estaban llenas de gente, y aunque no eran hostiles, todos

parecían intrigados por la extraña figura de Sagi.

—¿Qué será este lugar...? —se preguntó, mientras avanzaba, con la esperanza de encontrar alguna pista sobre lo que estaba sucediendo.

Una pequeña niña lo miró de arriba abajo, frunció el ceño y soltó una risita.

—¡Mira, mamá, ese señor tiene una espada en la boca como un perro! —dijo, señalando a Sagi

Las orejas de Sagi se enrojecieron, su frustración aumentaba con cada segundo. “Si tan solo pudiera hablar...” pensó. Pero todo lo que salía de su boca eran sonidos inteligibles y balbuceos sofocados por el peso de la espada.

Fue entonces cuando una chica joven, de apariencia cautivadora, se acercó.

con una altura media, 1.75, figura esbelta, con una piel clara y suave, con un cabello largo, de color negro noche adornado de sutiles toques morados.

Ojos de color púrpura intenso, que reflejaban intensidad y serenidad, marcando, a su vez, una mirada suave y amable.

Vestia una túnica negra, adornada con runas en los bordes de la misma. Con un cinturón de cuero, que sostenia pequeñas bolas y pergaminos mágicos.

—Oye... —dijo, mientras sus ojos se posaban en la espada que colgaba incómodamente de la boca de Sagi

— ¿Por qué llevas eso en la boca? ¿No es

un poco incómodo?—Pregunto.

Sagi intentó gesticular para explicarse. Movió las manos, trató de hacer señas, pero el resultado fue cualquier cosa menos clara.

—¿Estás intentando... hablarme? —preguntó la chica, dando un paso hacia atrás.

Sagi asintió vigorosamente, aunque sabía que sus intentos de comunicación parecían más un pájaro herido que un guerrero imponente.

—Estas asustándome —susurró la chica, nerviosa.

Sus ojos se agrandaron mientras Sagi seguía moviendo las manos y balbuceando.

Y antes de que Sagi pudiera hacer nada, la chica salió corriendo, mirando por encima del hombro con una mezcla de miedo y confusión. Shiro, ahora atrapado como Sagi, dejó caer los brazos y suspiró en su mente:

—Genial. Ahora soy un monstruo raro con una espada en la boca....

Mientras recorría el lugar, una pequeña tienda de frutas captó su atención. El brillo de una manzana en particular lo hipnotizó, su color rojo era tan intenso y perfecto, además ese brillo la hacía destacar sobre todas las demás. Intrigado,

Sagi se acercó al señor.

—¿Te interesa esa? —preguntó el vendedor, con una sonrisa amable, notando la mirada fija del joven en la fruta.

Sagi asintió, señalando la manzana con un gesto tímido. Para su sorpresa, el vendedor se la entregó sin más.

—Tienes buen ojo. Quédate con ella —dijo, mientras le ofrecía la manzana con una calidez inesperada.

Sagi, sin una moneda en los bolsillos, se inclinó en señal de agradecimiento. Mientras se alejaba, una duda cruzó su mente:

—¿Me la habrá regalado porque sabe que no puedo comérmela? —pensó, esbozando una sonrisa irónica, considerando que tenía una espada atascada en la boca.

Justo en ese momento, un grito rompió el aire.

—¡¡AYUDAAA!!

Sagi se giró hacia la fuente del ruido, y vio lo que parecía un vaquero, siendo perseguido por una carreta llena de Goblins. Los mismos agitaban sus espadas llameantes, y sus carcajadas retumbaban en la distancia.

La escena era tan caótica que el guerrero interior de Sagi despertó de golpe.

—¡Esta es mi oportunidad para demostrar que soy un héroe!— pensó, corriendo a toda velocidad hacia la carreta.

Se plantó frente a ella, con la espada aún en la boca, decidido a detener el ataque. Sin embargo, cuando trató de blandir su espada, se dio cuenta de algo. No podía moverla. Estaba literalmente... bloqueada.

—Mmphf... ¡mpf! —gruñó, mientras trataba de mover la espada con la boca, pero

nada sucedía.

La carreta no frenaba, y en un instante, Sagi fue embestido por los Goblins. Su barra de vida, que mostraba orgullosamente 1000 puntos, descendió rápidamente a 200.

Aturdido y casi sin vida, Sagi se tambaleó, mientras los goblins paraban la carreta y lo miraban con ojos brillantes y sed de sangre.

—¡Este idiota intentó hacerse el héroe! —dijo uno de los Goblins, mientras los demás reían y se preparaban para darle el golpe final.

Justo en ese momento, el vaquero que había sido perseguido se detuvo y se colocó entre Sagi y los Goblins.

—Vaya, vaya, muchacho. ¡Eso fue un intento noble, pero parece que al final terminé ayudándote yo! —dijo con una sonrisa socarrona

—. ¿No puedes usar esa espada en la boca, ¿eh?

Sagi, frustrado y adolorido, negó con la cabeza de manera exagerada. El vaquero

soltó una risa leve y le ofreció un cuchillo.

—Toma, usa esto.

Pero cuando Sagi intentó agarrarlo, algo no encajaba. Un mensaje flotante apareció en su campo de visión:

“No puedes equipar este objeto. Solo puedes equipar espadas en la boca"

Los ojos de Sagi se agrandaron en una mezcla de sorpresa y desesperación.

— ¡¿Qué?! ¡¿Solo puedo equipar espadas en la boca?

Mientras Sagi intentaba comprender su situación, el vaquero lo observaba, sonriendo con complicidad.

—Parece que tienes más problemas de los que imaginaba, amigo. No te preocupes, vamos a salir de esta

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