El bar estaba en silencio, salvo por el débil sonido de la música que aún resonaba en el fondo, y el leve murmullo de la ciudad más allá de las ventanas. El reloj marcaba las 2 de la mañana, y yo me sentía agotado, pero al mismo tiempo inquieto, como si algo no me dejara descansar. Dongho y yo habíamos quedado solos, como siempre, limpiando el bar mientras nuestras mentes vagaban por los eventos del día. La noticia de Junsu seguía rondando en mi cabeza, el anuncio de su matrimonio y lo del bebé fue como si hubiera dejado caer una bomba en medio de nosotros.
Dongho se veía tranquilo, pero sabía que algo más le pasaba. Siempre era así, su rostro sereno y su compostura escondían más de lo que dejaba ver. Él era el tipo de persona que nunca se desmoronaba, al menos no frente a mí. A veces me preguntaba si alguna vez lo hacía.
-¿Quieres que te acompañe a casa?- Me preguntó de repente, su voz suave, casi un susurro en la quietud del bar.
Asentí sin pensar. Por alguna razón, esa noche no quería estar solo. Aunque el camino a mi apartamento no era largo, el silencio entre nosotros se sentía pesado. Salimos del bar y la noche nos envolvió, fresca y oscura, con la brisa arrastrando el eco de nuestros pasos.
Caminamos por las calles desiertas, sin decir una palabra. Era raro entre nosotros, ese silencio que parecía más denso que de costumbre. Mi mente estaba llena de pensamientos que no lograba ordenar. Sabía que algo estaba mal conmigo, esa incomodidad que no entendía, esa sensación de querer decir algo pero no saber cómo. Siempre era así con Dongho. Él me hacía sentir expuesto, como si pudiera ver a través de todas las máscaras que intentaba ponerme frente a los demás.
Finalmente, no pude aguantar más. Mi garganta estaba seca cuando hablé, pero las palabras salieron de todas formas.
-¿Estás así por Junsu?- Pregunté, casi en un murmullo, sin mirarlo directamente. Mi corazón empezó a latir con fuerza al instante, como si mi propio cuerpo reaccionara al peligro de lo que acababa de decir. Podía sentir su mirada sobre mí, sorprendida, pero no dije nada más.
Dongho tardó en responder, o al menos así lo sentí yo. El sonido de sus pasos se detuvo por un momento, como si lo hubiera tomado desprevenido, y eso solo me hizo sentir peor. Tragué saliva, intentando aclarar mi garganta, mientras trataba de seguir caminando, fingiendo que la pregunta no había sido gran cosa. Pero claro que lo era.
-¿Qué...?- Empezó, su voz sonaba más baja de lo habitual, como si no supiera qué decir. Me miró fijamente, y su expresión era un enigma. -¿Por qué piensas eso, Haneul?-
No pude evitar soltar una risa seca. Era una risa nerviosa, más que cualquier otra cosa. Ni siquiera estaba seguro de por qué lo había dicho, pero la sensación había estado ahí, en mi pecho, creciendo desde que Junsu hizo su anuncio. Esa tensión en el aire, esa forma en que Dongho se había quedado tan callado, tan distante.
-No lo sé.- Respondí, encogiéndome de hombros, aunque la verdad era que sí lo sabía. No quería admitirlo, ni siquiera a mí mismo. -Simplemente... te vi más callado de lo normal hoy. Como si algo te molestara. Pensé que, quizás, te molestaba lo de Junsu... Que te guste o algo.-
Dongho me miró por un momento más, y luego soltó una pequeña risa, pero no era una risa divertida, parecía más como si intentara deshacerse de la incomodidad que le había causado mi pregunta.
-No, Haneul. No es eso. Junsu es solo... Junsu.- Respondió, su tono tranquilo, aunque no del todo convincente. -Me alegra por él, pero no me molesta que se case ni que vaya a tener un hijo. No lo veas de esa manera.-
No pude evitar fruncir el ceño. Parte de mí quería creerle, pero otra parte, más terca, me decía que algo no encajaba. Siempre había sido bueno para ver lo que los demás no decían, o al menos eso me gustaba pensar.
-Es solo que...- Continuó Dongho, interrumpiendo mis pensamientos, su voz más suave ahora. -Es extraño, ¿sabes? Que las cosas cambian tan rápido. Pero eso no significa que me guste Junsu, Haneul.-
Asentí, aunque seguía sin estar del todo convencido. Había algo en la forma en que lo decía, algo que no estaba seguro de cómo interpretar, pero tampoco quería presionarlo más. Dongho siempre había sido alguien que sabía cómo guardarse sus sentimientos, y si él decía que no había nada, entonces tal vez era mejor dejarlo así.
Seguimos caminando en silencio después de eso, el eco de mis pensamientos haciéndose más fuerte con cada paso, pero no pude evitar preguntarme, si realmente era Junsu lo que le molestaba, o si había algo más, algo más profundo que ni siquiera él mismo había llegado a comprender.
Tal vez siempre había sido solo yo, dándole vueltas a las cosas, buscando respuestas donde no había preguntas.
Dongho me dejó en la puerta de mi pequeño departamento como solía hacerlo, pero esta vez se sentía diferente. Había algo en el aire, algo espeso, incómodo. Él se quedó ahí, con esa expresión calmada, como siempre, pero en su silencio, yo solo podía escuchar el eco de la conversación que habíamos tenido minutos antes.
No quería entrar solo. No quería enfrentar esa sensación de vacío que siempre me esperaba cuando cruzaba la puerta de mi apartamento, y sinceramente, no quería dejar que el silencio que se había formado entre nosotros fuera lo último que compartiéramos esa noche.
-¿Quieres pasar?- Le pregunté, intentando sonar casual, aunque mi voz sonaba más tensa de lo que me hubiera gustado.
Dongho me miró, con esos ojos serenos que siempre parecían ver más allá de las palabras. Por un momento, pensé que diría que no, que se despediría, me daría una palmada en el hombro y me dejaría solo con mis pensamientos, pero, para mi alivio, asintió y dio un paso adelante.
Cerré la puerta detrás de él y, sin decir nada más, me dirigí a la pequeña cocina. Abrí el refrigerador y saqué dos cervezas, porque necesitaba una. Junsu, sus noticias, la noche en general, todo se sentía demasiado.
Le pasé una a Dongho sin mirarlo directamente y destapé la mía, tomando un largo trago. El sabor amargo me golpeó, pero no me importó. De alguna manera, el alcohol parecía el único escape adecuado para lo que estaba sintiendo.
-Con todo lo que soltó Junsu hoy, ¿quién no necesitaría una?- Dije, intentando justificar por qué estaba tomando tan de prisa. Sentía que necesitaba llenar el silencio con algo, cualquier cosa que no fuera esa incomodidad entre nosotros.
Dongho se sentó en el sofá, sin abrir su cerveza todavía, observándome como si intentara descifrar algo que yo mismo no lograba entender.
-Estás actuando raro, Haneul- Dijo finalmente, directo, como siempre hacía cuando algo le preocupaba. -Desde que salimos del bar, no has sido tú mismo.-
Su comentario me hizo detenerme. Lo miré, tratando de encontrar una respuesta, pero lo único que se me ocurrió fue la misma que había estado dándole vueltas en mi cabeza desde hacía horas.
-¿Yo?- Solté una risa amarga y volví a beber. -Tú eres el que está actuando raro. Desde que Junsu habló sobre casarse... no sé. Estás diferente. No me mientas, Dongho. Lo noto. Siempre lo noto.-
No quería sonar acusador, pero así salió, como si lo que realmente me molestaba era que él estuviera ocultándome algo. Me senté junto a él en el sofá, sintiendo el espacio entre nosotros más grande de lo que realmente era.
Dongho suspiró y abrió su cerveza finalmente, dando un sorbo mientras me miraba con esa calma característica. Era frustrante lo tranquilo que podía parecer, incluso cuando yo sentía que me estaba desmoronando.
-No hay nada raro, Haneul. Ya te lo dije. Junsu me tomó por sorpresa, como a todos, pero no es como si...- Hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas. -Como si me afectara de la manera que tú piensas.-
No sabía qué más decir. Sentía que estábamos dando vueltas en círculos. Tomé otro trago de mi cerveza, sintiendo el calor del alcohol subir por mi cuerpo, pero eso no hacía más fácil lo que estaba sintiendo.
-Pues... si no te afecta, ¿por qué siento que lo hace?- Pregunté, sabiendo que sonaba infantil, pero sin poder evitarlo. Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas.
Dongho me miró de nuevo, esta vez con una leve sonrisa, como si entendiera algo que yo no lograba captar.
-Quizás no soy yo el que está actuando raro.- Dijo, su tono calmado pero firme. -Quizás eres tú.-
Las palabras de Dongho me hirvieron por dentro. No entendía nada, y eso me estaba volviendo loco. Me levanté del sofá de golpe, dejando la botella de cerveza temblando en mi mano.
-¡No estoy actuando raro!- Solté, exasperado, mis palabras salieron más altas de lo que pretendía. Sentía cómo la frustración se acumulaba dentro de mí como una presa a punto de romperse. Todo el día había sido una espiral, y esta conversación solo estaba empeorándolo.
Dongho me miró con esa calma desconcertante que siempre lograba desarmarme, pero esta vez no podía dejarlo pasar. Se acercó lentamente, como si no quisiera empeorar las cosas, y antes de que pudiera reaccionar, me tomó la botella de cerveza de las manos con suavidad, alejándola de mí.
-Tal vez no deberías beber más estando así, Haneul.- Dijo con esa voz serena, como si todo fuera tan sencillo, como si yo fuera un niño que estaba a punto de hacer una rabieta, y eso solo me enfureció más.
-¡Deja de tratarme como si fuera un niño, Dongho!- Espeté, dando un paso atrás, alejándome de él, sintiendo una rabia que no sabía de dónde venía, pero que llevaba demasiado tiempo contenida. -¡Estoy harto de que me trates como si fuera tu hermano menor! Siempre actuando como si necesitara que me cuidaras, como si no pudiera con nada por mí mismo, ¡odio eso!-
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y de repente me di cuenta de lo que había dicho, pero ya estaba fuera. La verdad estaba ahí, flotando entre nosotros.
Dongho se quedó inmóvil, sorprendido por mis palabras, sus ojos se suavizaron, como si no entendiera del todo. Él siempre había sido así, el protector, el que cuidaba de mí, y hasta ese momento no había notado lo mucho que eso me agobiaba. Pero ahora… ahora era diferente.
-Haneul…- Su voz era baja, y me miró con una mezcla de confusión y preocupación. -Siempre hemos sido como hermanos, ¿por qué…?-
-¡Porque yo dejé de verte como un hermano hace años!- Interrumpí, sintiendo cómo mi pecho se cerraba por la presión de todo lo que había guardado dentro. Cada palabra era como una confesión que me arrancaba el aliento. -¡Y es frustrante, Dongho! Es frustrante porque sigues viéndome así, y yo… yo no puedo más con eso.-
Dejé caer mis manos a los lados, sintiéndome expuesto, vulnerable, como si de repente todo lo que había escondido durante tanto tiempo estuviera ahí, a la vista. Mis palabras seguían flotando en el aire, y yo no sabía cómo hacerlas desaparecer.
El silencio que siguió fue peor que cualquier cosa. Dongho no dijo nada de inmediato, solo me miró, procesando lo que acababa de confesar. Su expresión pasó de la sorpresa a algo más suave, más comprensivo, pero no dijo nada, y eso solo hizo que me sintiera más desnudo ante él.
No podía volver atrás. Las palabras ya estaban ahí, y yo no sabía qué esperar.
El silencio entre nosotros era tan pesado que apenas podía respirar. Sentía el latido de mi corazón en mis oídos, mientras el eco de mis propias palabras seguía resonando en la pequeña sala. Estaba al borde, vulnerable de una forma que odiaba, sin saber si me arrepentía de haber hablado o si, por fin, me sentía aliviado por sacar todo lo que había guardado dentro durante tanto tiempo.
Dongho dio un paso hacia mí, despacio, como siempre hacía cuando quería evitar que me derrumbara. Puso una mano en mi hombro, ese toque que siempre había sido calmante, como si con solo hacer eso pudiera estabilizarme, pero esta vez, no fue suficiente.
-Haneul…- Susurró, intentando suavizar el ambiente, pero no podía mirarlo a los ojos. Estaba agotado, emocionalmente drenado, y esa mano en mi hombro me hacía sentir aún más frustrado. Siempre era así, el hermano mayor que intentaba calmar mis tormentas internas, pero ahora, esa tormenta era mucho más grande de lo que él imaginaba.
Sentí la presión crecer en mi pecho y, antes de poder detenerme, las palabras salieron, como si todo lo que había acumulado durante años necesitara escapar.
-Es tan frustrante...- Mi voz tembló, y aunque quería mantenerme firme, no pude. -Es frustrante verte pasar de un omega a otro, salir con quien se te da la gana, como si todo fuera tan fácil, y ahora, con lo de Junsu...- Hice una pausa, notando que mi respiración se volvía más rápida. Miré al suelo, incapaz de sostener su mirada. -Todos pensábamos que era un beta, y ahora está esperando un hijo, ¿y tú? Estás... Estás ahí, tan tranquilo.-
Dongho me miraba en silencio, su expresión un enigma, pero yo seguía sin ser capaz de detenerme.
-¿Por qué no puedes…?- Mi voz se quebró, mis puños se cerraron con fuerza. -¿Por qué no puedes interesarte en mí, Dongho? Soy un beta también, ¿no?- Las palabras salieron más rápido de lo que podía controlarlas. -Si Junsu puede ser importante para ti, si puedes mirarlo de esa manera... ¿por qué nunca me miras a mí así? ¿Qué tiene él que yo no tenga?-
Mis manos temblaban. Las sentía frías, y mi cuerpo entero estaba tenso. Lo había dicho. Lo había dicho todo. Mis inseguridades, mis celos, todo lo que había estado escondiendo durante años. Dongho era la persona que más admiraba, la que más quería, y también la que más me dolía. Para él, yo siempre había sido "el pequeño Haneul", pero para mí él era todo lo que había querido.
El silencio volvió a instalarse entre nosotros, y el peso de mis palabras quedó suspendido en el aire, esperando una reacción que no sabía si estaba listo para recibir. Me preguntaba cómo iba a mirarme ahora, después de todo lo que había dicho, cómo iba a reaccionar.
Dongho respiró profundamente, sin apartar su mano de mi hombro, pero lo que más me dolía era que todavía no había respondido, como si necesitara tiempo para procesar la magnitud de lo que acababa de confesar. Mi garganta se cerró y la frustración solo creció, como una herida que nunca dejaría de sangrar.
Sentía que el tiempo se detenía mientras esperaba alguna señal, algo que me dijera que no todo estaba perdido.
Dongho se quedó quieto, y por un segundo pensé que no iba a decir nada, que mis palabras se perderían en el aire, como si nunca hubieran existido, pero entonces lo vi encogerse ligeramente en su lugar, algo que rara vez hacía. Sus hombros se hundieron un poco, y cuando levantó la mirada hacia mí, vi una mezcla de emociones que no esperaba, era confusión, duda, culpa.
-Haneul…- Comenzó, su voz suave, pero cargada de un peso que no había notado hasta ahora. -Cada vez que... cada vez que te he mirado de otra manera, diferente a como debería, me he sentido culpable. Nos conocemos desde que tenías cuatro años.- Hizo una pausa, su mirada se desvió, como si estuviera luchando con algo dentro de él. -Tú tenías cuatro, y yo siete. Te he visto crecer, he sido como... tu hermano mayor. Siempre he estado ahí para protegerte.-
La confesión me golpeó de una manera extraña, y la frustración volvió a escalar dentro de mí. Mi pecho se apretó, como si algo estuviera a punto de romperse de nuevo. Yo ya no era ese niño que necesitaba protección, y me enfurecía que él todavía me viera de esa manera.
-¡Ya no soy un niño!- Reclamé, mi voz saliendo más dura de lo que pretendía. Sentía mis manos temblar a mi lado, la tensión recorriendo todo mi cuerpo. -Han pasado años, Dongho, ¡no soy ese niño que necesita que lo cuides! ¡No soy alguien que necesite que lo trates como a un hermano pequeño!-
Él me miró, sus ojos llenos de una mezcla de entendimiento y dolor. Asintió, pero con una lentitud que solo me frustraba más.
-Lo sé, Haneul.- Murmuró, su voz grave y seria. -Sé que ya no eres un niño, pero… no es tan sencillo. Para mí es difícil… romper esa imagen, esa responsabilidad que siempre he sentido hacia ti. Es como si algo dentro de mí no me permitiera...-
No podía más. Las palabras de Dongho, su incapacidad para dejar ir ese pasado, ese papel de "hermano mayor" que tanto había definido nuestra relación, me empujaron más allá de mi límite. Lo empujé suavemente, pero con la suficiente fuerza como para hacerlo caer de espaldas en el sofá.
Sus ojos se abrieron, sorprendido, pero no hizo ningún movimiento para resistirse.
Antes de que pudiera decir nada, me arrodillé frente a él, apoyando mis manos sobre sus rodillas. Mi respiración era agitada, y el espacio entre nosotros, a pesar de ser tan pequeño, se sentía como un abismo. Lo miré directamente a los ojos, sin ninguna intención de retroceder. Quería que me viera, que viera de verdad al Haneul que tenía frente a él, no al niño que alguna vez conoció.
-¿Tan difícil es?- Pregunté, mi voz saliendo más baja, más íntima, mientras mantenía mi mirada fija en la suya. -¿Tan difícil es verme como soy ahora? No soy ese niño que cuidabas. No soy tu hermano pequeño. Mírame, Dongho.- Llevé una mano hasta su pecho, sintiendo cómo su respiración se aceleraba un poco bajo mi toque. -¿No puedes... simplemente, dejar de sentirte culpable por lo que sientes?-
El silencio volvió a caer entre nosotros, pero esta vez era diferente. Era más pesado, más cargado de tensión. Podía sentir el calor de su cuerpo a través de mis manos, y la proximidad de nuestros rostros me hacía sentir una mezcla de anticipación y temor. Había cruzado una línea, lo sabía, pero no me importaba. No podía dar marcha atrás ahora.
El silencio entre nosotros era ensordecedor. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, pero no era solo nerviosismo; era algo más. Era la sensación de estar en el borde de algo que habíamos estado evitando durante demasiado tiempo. Mi mirada estaba fija en la suya, buscando alguna señal de lo que realmente pensaba, pero Dongho se mantuvo en silencio, su respiración más rápida, su cuerpo tenso.
Mis manos se movieron casi por instinto, sin romper el contacto visual. Con una calma que contrastaba con la tormenta interna que sentía, desabroché lentamente su pantalón. Noté cómo su respiración se agitaba un poco más, pero no dijo nada. No hizo ningún movimiento para detenerme. Había algo en el aire entre nosotros, una especie de permiso tácito, pero también una incomodidad latente.
Llevé mi mano hasta su entrepierna, mis dedos rozando su piel sobre la tela mientras acariciaba su miembro, buscando una respuesta en su cuerpo. Sentí cómo empezaba a endurecerse bajo mi toque, y el pulso en mi pecho se hizo aún más fuerte, sin embargo, no era solo el deseo lo que me impulsaba, era la necesidad de una respuesta, de saber si todo lo que sentía era correspondido o si Dongho seguía viéndome como alguien que debía proteger.
Miré su rostro una vez más, buscando en sus ojos cualquier señal de lo que pasaba por su mente. Dongho seguía mirándome, sus labios entreabiertos, como si estuviera buscando las palabras correctas.
Dongho, sorprendido por lo que estaba ocurriendo, intentó detenerme. Sus manos temblaron mientras torpemente intentaba apartarme, como si no estuviera del todo seguro de lo que debía hacer. Lo sentí vacilar, y en ese momento supe que había una lucha interna en él. Podía percibir la mezcla de deseo y duda en cada gesto.
Pero, a pesar de su intento de detenerme, no lo hizo con fuerza. Su resistencia era débil, como si parte de él quisiera rendirse, dejar que las cosas siguieran su curso, y cuando mis dedos descubrieron completamente su erección, su cuerpo reaccionó involuntariamente, tensándose bajo mi toque.
Mi respiración se hizo más pesada, y, sin apartar mi mirada de la suya, continué moviendo mi mano lentamente, sintiendo cómo respondía a cada caricia. El aire entre nosotros se volvió denso, cargado de algo que no habíamos permitido salir antes. La conexión entre nosotros era intensa, casi palpable.
Entonces, sin decir una palabra, bajé la cabeza lentamente, manteniendo mi mirada fija en la suya. El momento era inevitable. Mis labios rozaron su piel, y sin perder el contacto visual, lo tomé entre mi boca, con una intención clara en mi mirada.
Dongho me observó, su respiración irregular, sus ojos mostrando una mezcla de confusión, deseo y algo más que no lograba descifrar. Yo, sin apartar mi mirada, le di una última mirada cargada de deseo, esperando que entendiera todo lo que mis palabras no habían sido capaces de transmitir hasta ahora.
El ambiente entre nosotros era denso, cargado de emociones que ninguno de los dos parecía poder controlar. Podía sentir la tensión en cada respiración que Dongho tomaba, cada mirada que me lanzaba, como si estuviera debatiéndose internamente, atrapado entre lo que pensaba que debía hacer y lo que realmente sentía. Mientras mis movimientos continuaban, lo miré con un toque de provocación en mi mirada, consciente del efecto que estaba teniendo sobre él.
-Si te hace sentir mejor...- Murmuré en un susurro apenas audible, con un tono cargado de ironía. -Puedes imaginar que soy Junsu.-
Sabía que mis palabras eran como echarle leña al fuego, pero una parte de mí no pudo evitar decirlo. Era una herida abierta, algo que había cargado en silencio durante demasiado tiempo. Quería saber si él realmente me veía, si en algún rincón de su mente, yo podía ser más que ese hermano menor que siempre había protegido, pero incluso mientras hablaba, el sabor amargo de la inseguridad se instaló en mi boca.
De inmediato, un gruñido profundo escapó de Dongho, un sonido que mezclaba frustración y algo más que no podía descifrar. Su cuerpo se tensó bajo mi toque, y antes de que pudiera procesarlo del todo, sentí cómo su respuesta física se intensificaba al seguir mis movimientos, pero lo que realmente me sorprendió fue lo que dijo después.
-No quiero...- Su voz salió áspera, como si estuviera luchando por mantener el control. -No quiero verte como nadie más, Haneul.-
Sus palabras, cargadas de una sinceridad que no esperaba, me golpearon de una manera inesperada. Me detuve por un segundo, sorprendido por la fuerza de lo que acababa de decir. Todo el juego de provocación que había intentado desplegar se desmoronó de inmediato, y lo que quedaba entre nosotros era la verdad cruda y real. No quería imaginarme como otra persona. No quería pretender.
Dongho no estaba luchando contra lo que yo pensaba, sino contra algo mucho más profundo, sus propios sentimientos. Me miró con una intensidad que nunca había visto en él, como si finalmente se permitiera mostrarme todo lo que había estado reprimiendo.
El silencio que siguió fue tan pesado como revelador.
El ambiente entre nosotros se volvió denso, cargado de algo indescriptible. Las palabras de Dongho resonaban en mi mente, y por un momento todo lo que había dicho parecía desvanecerse, reemplazado por el calor que compartíamos en ese instante. Mis manos, firmes, continuaron su trabajo, y sentí cómo su cuerpo reaccionaba de manera involuntaria, aunque sus palabras seguían colgando en el aire.
Esas palabras lo cambiaban todo. Me habían golpeado de una manera que no esperaba, haciendo que, por un segundo, el juego entre provocación y vulnerabilidad que había estado llevando se desmoronara. Dongho no quería verme como otra persona. No necesitaba imaginar a Junsu, ni a nadie más. Me quería ver a mí. Esa verdad me llenó de una mezcla de alivio y ansiedad.
No dije nada. Dejé que mis acciones hablaran por mí, y continué lamiendo y chupando su miembro, sin apartar la mirada de él. Sentía cómo sus respiraciones se volvían cada vez más rápidas, más entrecortadas. Su cuerpo se tensaba bajo mi toque, y cada movimiento que hacía lo acercaba más al límite. Mi propia respiración estaba acelerada, pero estaba completamente concentrado en él, en lo que estaba sucediendo entre nosotros.
Poco a poco, sentí cómo se acercaba al final. Sus manos se aferraron a los cojines del sofá, sus gemidos eran bajos, casi reprimidos, como si estuviera luchando por contenerse, pero ya no podía. Un momento después, lo sentí, un estremecimiento que recorrió todo su cuerpo cuando finalmente acabó en mi boca.
Me quedé quieto por un segundo, permitiendo que la intensidad del momento se desvaneciera lentamente. Mi mente estaba llena de emociones encontradas, pero el peso de lo que acababa de suceder entre nosotros era claro. Esto había cambiado algo, algo que ninguno de los dos podía ignorar.
Después de sentir a Dongho temblar bajo mi toque, el momento llegó a su clímax. Sin vacilar, me lo tragué, manteniendo la mirada fija en él todo el tiempo, como si estuviera buscando algo más que solo su reacción física. Quería ver más allá de la tensión de su cuerpo, más allá de los suspiros entrecortados. Necesitaba saber cómo se sentía realmente sobre lo que acababa de suceder entre nosotros.
Cuando todo terminó, me aparté lentamente, limpiando los restos de ese momento con un movimiento sutil, sin perder el contacto visual. El silencio era denso, cargado de significados no dichos. Mis ojos seguían buscando en los suyos alguna señal, algo que me dijera que no había sido solo el calor del momento, que lo que acababa de suceder era real para él tanto como lo era para mí.
Me quedé inmóvil, esperando una reacción, alguna palabra o gesto que rompiera ese silencio incómodo. Dongho respiraba aún de manera irregular, y yo, lleno de una mezcla de expectación y nerviosismo, lo miré esperando su aprobación, o al menos algún indicio de lo que pasaba por su mente.
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