En el club, todos los presentes compartían miradas con curiosidad, preguntándose quién era esa mujer envuelta en un aire de misterio.
Sin embargo, había solo una persona entre ellos que realmente la conocía, y esa persona estaba decidida a no permitir que ella se marchara.
Se cernía en el ambiente una incertidumbre:
¿Resultaría esta situación en algo positivo o en un desafío?
La verdad es que nadie podría responder a esa incógnita...
— ¿Quién te crees para intentar retenerme aquí? — le reprochó con ira, sus palabras impregnadas de desdén.
— Tu dueño, ¿acaso no es obvio? — replicó él con tranquilidad, mientras se servía una copa de vino en un gesto despreocupado.
— Estás completamente loco, eso jamás va a suceder — sus palabras eran firmes, pero él la miró intensamente, como si intentara leer su alma.
— ¿No has oído el viejo dicho que dice 'nunca digas nunca'? — inquirió, permitiendo que una sonrisa irónica se dibujara en su rostro. Ella, sorprendida, asintió lentamente. — Pues bien, ese dicho se aplica perfectamente a ti, Amore.
Ella estaba a punto de golpearlo, pero en un instante inesperado, él la besa.
Ese beso se convierte en el inicio de una intensa atracción entre ambos, una conexión que, aunque apasionante, inevitablemente los llevará a enfrentar una serie de conflictos y complicaciones en sus vidas.
Continuará...
Mi nombre es Sofía Bennet, tengo 23 años y soy de nacionalidad argentina. Mi piel tiene un tono bronceado que resalta mi apariencia.
Mis ojos son de un color gris que a menudo despiertan la curiosidad de quienes me conocen. En cuanto a mi cabello, lo llevo castaño y corto, con un corte que llega hasta mis hombros, lo que considero que me da un toque fresco.
En lo que respecta a mi figura, me considero esbelta, aunque tengo mis preferencias en cuanto a la ropa que elijo usar.
No soy fanática de las prendas muy ajustadas ni de aquellas que son demasiado cortas.
En lugar de eso, me inclino por los vestidos sueltos, que me hacen sentir cómoda y a la vez elegante.
Asimismo, disfruto de llevar pantalones y camisas de vestir que son igualmente de corte amplio, ya que considero que reflejan mejor mi estilo personal.
Tengo una hermana mayor que se llama Fabiola.
Hace dos años, nuestras vidas cambiaron drásticamente debido a una tragedia: perdimos a nuestros padres en un accidente.
Ese acontecimiento lo marcó todo para nosotros. Fabiola, por la gravedad de la situación, quedó en silla de ruedas.
Su dolor fue tan profundo que se negó a que la lleváramos al médico para averiguar si había alguna posibilidad de que pudiera volver a caminar.
En su mente, la culpa y el remordimiento la consumían, ya que había sido ella quien había propuesto el viaje que resultó en nuestra pérdida.
Desde entonces, ha decidido vivir de esta manera, atrapada en un ciclo de sufrimiento que la mantiene alejada de la esperanza y de cualquier tratamiento que pudiera ayudarla.
Mi tía materna Estela, quien se encarga de cuidar de nosotras, le expresa su descontento por su actitud y hace todo lo posible por hacerle comprender que nadie es responsable de lo que ocurrió.
Sin embargo, ella se cierne en su negativa y no quiere escuchar, lo cual me duele profundamente debido a la conexión que tenemos.
Me veo a mí misma como una persona alegre y divertida.
No soy de las que buscan lujos ni comodidades; encuentro la felicidad en la vida sencilla y humilde.
Por otro lado, siento un profundo rechazo hacia las personas hipócritas, falsas y mentirosas. Sin embargo, debo admitir que yo misma no siempre practico la honestidad de forma absoluta.
Sé que puede sonar confuso, pero déjenme explicarles.
Desde que era niña, mi mayor sueño ha sido convertirme en cantante profesional. Sin embargo, a quién pretendo engañar; con todas las deudas que acarreamos, ese anhelo se siente cada vez más distante y casi inalcanzable.
Mi tía Estela tiene un restaurante que se llama Sabor al día. Puede que el nombre suene un poco extraño, pero fue una elección personal de ella, y así ha quedado.
A pesar de que puedo afirmar que el restaurante es una buena fuente de ingresos, no significa que la situación sea fácil.
Cada día presenta nuevos desafíos y complicaciones que hacen que el camino sea bastante complicado.
Hemos enfrentado serios problemas económicos que nos han afectado de manera significativa.
En el restaurante, nos ha resulta imposible cubrir todos los gastos, y en medio de esta situación tan complicada, tomé una decisión junto con María, mi amiga de toda la vida.
Decidimos cantar en un club nocturno.
Sé que puede sonar un poco inapropiado, pero no tenía otra opción. Sin embargo, no todo es tan negativo; tengo la oportunidad de hacer lo que siempre me ha apasionado, aunque sea bajo una identidad diferente.
Todos me conocen como Alice, una versión abreviada de mi segundo nombre, Alicia.
Nadie conoce mi rostro, ya que lo oculto detrás de una elegante máscara de encaje negro.
Solo me presento y participo en los eventos que organiza el club, los cuales se llevan a cabo en ocasiones especiales como concursos y espectáculos de karaoke en los que todos deben llevar disfraz.
Esto significa que no soy la única que se oculta tras una máscara; en este lugar todos compartimos el mismo secreto.
El club se llama Olvido, un nombre que considero perfectamente apropiado, ya que al subir al escenario, encuentro la manera de dejar atrás mis problemas y preocupaciones, aunque sea por un rato.
Al regresar a mi vida cotidiana, no puedo evitar preguntarme:
¿cuándo será el momento en el que todo esto llegue a su fin?
Anhelo que ese día llegue pronto, en el fondo de mi ser deseo con todas mis fuerzas que aparezca alguien que me rescate de esta situación.
Aunque en el fondo tengo mis dudas sobre que eso suceda, aún así guardo la esperanza de que mi deseo se convierta en realidad.
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Mi nombre es Leandro Lombardi y tengo 25 años. Soy de nacionalidad española y tengo una piel blanca que contrasta con mis ojos azules y mi cabello negro.
Me esfuerzo por mantenerme en buena forma física, ya que mi profesión como actor lo exige y me permite lucir mejor en mis actuaciones.
Además, tengo dos hermanos: Luciano, que tiene 22 años, y Federico, quien cuenta con 24 años.
La relación que tengo con ellos es muy buena y nos apoyamos mutuamente en todo lo que hacemos.
Juntos, hemos creado una sociedad en una disquera que fundamos hace tres años; decidimos llamarla Discos Star, en honor a nuestra madre, a quien queremos y valoramos profundamente.
No puedo considerarme una persona cariñosa, ya que realmente soy todo lo contrario.
Me describiría como alguien frío, posesivo, arrogante y egocéntrico.
La verdad es que no me preocupa en absoluto lo que sienten los demás.
Puedo recordar claramente un evento que marcó mi perspectiva:
Hace aproximadamente un año, mi ex prometida decidió traicionarme, y ese día sus acciones demostraron que tampoco le importaban mis sentimientos.
Desde ese momento, tomé la firme decisión de no enamorarme nunca más, y hasta ahora he cumplido esa promesa.
He cultivado una reputación de mujeriego que ha llegado a ser ampliamente reconocida; he aparecido en numerosas revistas dedicadas a escándalos, donde se habla de mis aventuras.
Todo esto resuena con lo que mi madre solía decir:
Ya ha llegado el momento de que te ocupes de tu vida y contraigas matrimonio, hijo.
Sus palabras han quedado grabadas en mi mente y sirven como un recordatorio constante de mi estilo de vida actual.
Sin embargo, ella no parece comprender que esa realidad no se va a materializar.
Al menos, eso era lo que creía hasta el día que la conocí; desde entonces, no tendré paz hasta que esté a mi lado.
Sofía Bennet.
Hoy me desperté temprano para realizar las tareas del hogar antes de dirigirme a abrir el restaurante. A pesar de que es un trabajo agotador, es algo que necesitamos hacer para poder sobrevivir.
Para empezar el día, decidí ponerme unos jeans negros, una camisa de manga larga blanca y mis zapatillas negras de tacón favoritas.
No soy fan de usar maquillaje, así que solo aplico un poco de corrector y un brillo en mis labios.
Sin embargo, hay un accesorio que nunca falta: mis lentes.
Son bastante grandes y cubren buena parte de mi rostro, pero eso no me incomoda en absoluto; después de todo, siempre he preferido no ser el centro de atención.
Escucho que alguien toca la puerta y, al abrir, me encuentro con mi tía, quien entra con una elegancia deslumbrante.
Lleva puesto un vestido de un profundo y seductor azul oscuro que resalta su figura esbelta.
Sus pies van calzados con unos tacones negros que le otorgan aún más altura y porte.
Su maquillaje es impecable, realzando sus facciones, mientras que su cabello negro brilla con luz propia, cuidadosamente peinado para resaltar su belleza natural.
A pesar de sus 40 años, mi tía se ve increíblemente bien. Su piel blanca y luminosa tiene un aire juvenil que sorprende a todos.
Sus ojos verdes, intensos y expresivos, reflejan una alegría y vitalidad contagiosas.
A lo largo de su vida, ha decidido no tener una pareja, pero eso no le impide lucir siempre alegre y llena de vida.
Su carácter encantador y su optimismo inquebrantable la convierten en una persona admirable, que irradia felicidad y magnetismo en todo momento.
Al acercarse un poco más, me observa con una expresión de preocupación en el rostro y luego me dice:
— Sofía, cariño, necesito que me respondas algo: ¿qué te he dicho sobre usar esos lentes tan horribles?
— Tía, por favor, usted sabe que los necesito. Además, no me gusta que la gente me mire tanto.
— Eso sucede porque eres muy hermosa, pero nunca te decides a mostrar esa belleza. Más bien parece que te incomoda.
— Lo que pasa, tía, es que todos se me acercan únicamente por mi apariencia, no por mi personalidad o por quién soy realmente como persona.
— No puedes pensar así, Sofía, no todos son iguales — suspira, resignada —. Pero está bien, no puedo cambiar tu forma de ver las cosas, por mucho que lo desee. Eres tan terca como Clarisa.
Al mencionar su nombre, mi rostro se cubre de tristeza; parece que he perdido el hilo de la conversación y ya no soy capaz de sonreír.
— Tu mamá siempre solía estar feliz, mostrando que no importa lo que suceda en tu día, todo se puede resolver. Así que, al recordarla, no te sientas triste, intenta mostrarte alegre, como a ella tanto le gustaba estar.
Una lágrima se le escapa y, decido abrazarla con fuerza.
— Gracias, tía. Eres, además de Fabi, la única familia que me queda —sollozé como una niña pequeña, con la voz entrecortada, mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
— Ya, cariño, hazme el favor de dejar esas lágrimas. No me gusta verte así, ¿de acuerdo? — me dijo con suavidad, a la vez que asentí, separándonos un poco para poder mirarnos a los ojos.
— Está bien, tía, como usted diga —respondí, tratando de sonreír a pesar de mi tristeza.
Ella me devolvió la sonrisa y, con un gesto cálido, salió de mi habitación, dejándome un poco más aliviada.
Me terminé de preparar para salir a abrir el restaurante, tal como hago cada mañana.
Mientras caminaba por la calle, pensé que era un buen momento para llamar a María, ya que había pasado un tiempo sin ponerme en contacto con ella.
Después de que el teléfono sonó un par de veces, finalmente respondió:
— Vaya, ¿y ese milagro? — dijo, con su característico humor sarcástico —. ¿Te has acordado que tenés una amiga?
— ¡María, por favor, detente! No es necesario que empieces con tu drama. Sabes que he estado ocupada en el restaurante y tú has faltado tres días. — Se escucha cómo maldice en voz baja, frustrada por la situación. — Aunque seas mi amiga, deberías darte cuenta de que la tía Estela no te va a perdonar ni una sola falta, ¿verdad?
— Por supuesto que estoy al tanto de eso, ¿acaso crees que no? Lo que realmente deberías hacer, como la buena amiga que eres, es ayudar a que se le olvide o convencer a Gertrudis de que diga que solo falté un día. Ya sabes lo cercanas que son; podría... — la interrumpí antes de que pudiera pronunciar otra palabra.
No quería seguir escuchando a esa irresponsable.
— ¡¿Qué?! No cariño, tú estás loca. ¿Cómo puedes pensar que voy a hablar con Gertrudis para justificar tu falta al trabajo solo porque estás despechada?
— ¡Sofía! No lo digas de esa manera, suena muy mal. Solo estoy pasando por un proceso de duelo. Eres insensible — respondió, con un tono lastimero, pero eso ya no me afectaba.
— ¿Insensible yo? ¡Por favor! Insensible eres tú, que cambias de pareja como si cambiaras de ropa interior. — le respondí, con un toque de ironía en mi voz.
— ¡Ahhh! ¿Cómo puedes pensar eso de mí? ¿Qué tipo de amiga crees que soy? No, espera, amiga no, tú eres mi hermana del alma, mi vida, mi corazón, mi...
Me di cuenta de que estaba a punto de dejarme llevar por su juego y la corto de inmediato.
— Cállate, bruja. Ya no soy tan fácil de manipular y, además, sabes qué, quiero que estés mañana en el trabajo y esa es mi última palabra.
— Pero Sofía... — no terminé de escuchar su berrinche porque colgué la llamada rápidamente.
No puedo creer su descaro, confieso que me siento un poco mal por hablarle así, pero si no lo hago, nunca va a madurar.
Bueno, si es que algún día lo hace. Con amigas como ella, ¿para qué quiero enemigos?
Eso me lleva a preguntarme: ¿Habrá personas peores?
Mmm, no lo sé, y realmente no quiero averiguarlo.
Llegué al restaurante, y Gertrudis me saludó con una sonrisa, y yo le devuelvo el gesto.
Este día parece tranquilo, y espero que continúe así. Sin embargo, nada me sale como lo planeo.
Aún guardo esas esperanzas, pero, sea como sea, es hora de empezar a trabajar, porque para luego es tarde.
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SOFÍA:
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